Siempre que se produce uno de esos amagos de crisis (a los que, a veces, sigue una crisis), salen de debajo de las piedras los profetas de la desgracia y la benemérita doctrina de la Crisis General del Capitalismo (CGC), estado inmediatamente anterior a la Comunión de los Santos, reinicia su marcha triunfal hacia la nada. Ya están las piedras del templo de Mammon cayendo sobre los idólatras. Algunos hasta desentierran el tomahawk marxista y largan una teórica sobre la economía política de la CGC. Que no dudo de que a lo mejor se produce algún día, nada es imposible, pero señalo que ya tiene gracia que la CGC venga en alguna medida provocada o precipitada por la competición capitalista que ejerce un país comunista como China.
El capitalismo es un sistema que va de crisis en crisis. Uno de sus principales teóricos, Schumpeter, lo definió como "destrucción creadora", concepto científico a la par que poético. Lo que sucede es que cada crisis, como fenómeno humano que es, es distinta; no hay una crisis-tipo como hubo un Ford modelo T. Y ésta que estamos viviendo es serpenteante y titubeante. Ayer, los mercados bursátiles volvieron a bajar. Y eso que el Banco Central Europeo había "inyectado" el martes 7.700 millones de euros más, con lo que el aluvión de pasta que ha entrado en el mercado desde la semana pasada es de 211.365 millones de euros. Por un lado, el BCE sube los tipos de interés porque dice que hay que prevenir la inflación, encarece el dinero y ahoga a las familias hipotecadas y, por otro, inunda el mercado de liquidez. Ya decía servidor que eso puede funcionar o no. Nueva York cerró a la baja, Dow Jones, NASDAQ, todo a la baja entre rumores de que la mayor empresa de crédito hipotecario del país puede ir a la quiebra y problemas por todas partes. Las noticias de la economía (de la real, la productiva) son buenas, pero el capital especulativo está asustado, como los potros. Si hay estampida o no sólo los dioses lo saben. Los dioses, no las leyes de la historia.