Se acaba de estrenar una exposición de Luis Gordillo en el Reina Sofía que está muy, muy bien. Si no me equivoco, la mayor parte de la obra escogida para mostrar es de los años setenta y está tan bien organizada, con tal variedad de emplazamientos y tanta armonia entre las obras y su medio más inmediato que la exposición misma es una obra de arte. Sin duda, también a cargo del propio Gordillo, que parece haberse preocupado de todo, incluidos los tonos de las paredes y la geometría del suelo. Hay que ver el partido que le ha sacado a la deconstrucción de la fotografía de Peter Sellers, con la que ha empapelado una sala y un pasillo.
Gordillo me parece un artista puro, un creador capaz de absorber todos los elementos en torno suyo, las teorías, las ideas, las imágenes, las formas, los colores, de mezclarlos en amalgamas personalísimas sobre las que vuelve una y otra vez y que, al final acaban teniendo esa impronta cuya originalidad reside en que a uno le parece que ya las ha visto antes sólo para caer en la cuenta de que, sin grandes alharacas, son absolutamente originales.
Y desconcertantes. Resulta imposible encasillar a Gordillo en un estilo porque se encuentra a caballo de varios y el que más suele asignársele, el abstracto, aparece en su obra como una prolongación, como lo posabstracto. De hecho, la variedad de materiales que utiliza, óleo, acrílico, lienzo, panel, plástico, dibujo, fotografía, no solamente revela su espíritu inquieto, en busca permanente de formas, sino que convierte cada obra suya, tanto las que tienen existencia individual como las que vienen en forma de series en una experiencia única. Porque ya hace falta tener arte para convertir en única muchas veces formas de expresión cuyo encanto descansa en la repetición (véase la primera imagen, "A través de dos A, B", de 1979) y en la reiteración. Quizá sea la peculiar mezcla de pintura y fotografía lo más característico de Gordillo. Es un fotógrafo contumaz y minucioso, que juega con formas, volúmenes, luces y plasma luego muchos de estos en collages sorprendentes.
Un hombre con tantos recursos acumula también un gran depósito de influencias que él mismo se encarga de subrayar. Una de las más decisivas en su obra es el expresionismo abstracto de Pollock. Confieso que una de sus ideas que más me gustan es la que llama "Blancanieves y el Pollock feroz".
El sentido, el sentimiento que Gordillo plasma es el precipitado de una vida riquísima presidida por la obsesión de la expresión artística como aquella trasmisión de contenidos que fuerzan su presencia a través de la repetición, de lo fragmentario, de los mecanismos de reproducción mecánica de las obras de arte que tanto interesara a Walter Benjamin y que en Gordillo adquiere el carácter de estilo artístico a través de múltiples manifestaciones, desde los fotogramas del celuloide a las impresiones fotocopias o los trabajos mediante ordenador. El arte de Gordillo está vivo y se manifiesta en una variedad de procedimientos. Tómese como ejemplo la última imagen (La pareja americana, 1974). Si se considera con atención el mosaico no solamente se descubren las muchas veces sutiles relaciones entre las imágenes en los cuadrados y muchas otras cosas. Es como si la obra nos obligara a mirarla leyéndola, yendo de un cuadrado a otro, a través de asociaciones de sentido que emanan de ella misma, que también hay elementos de "op art" en la obra de Gordillo. Igualmente también hay muchos elementos figurativos; la segunda imagen, ("Asténica entrando", de 1971) es buena prueba de ello. Como también lo es, en esta imagen y en general en toda su obra, la presencia casi permanente del psicoanálisis. El mismo autor dice que ha estado psicoanalizándose cuarenta años. Hay mucho efecto psicoanalítico en la obra de Gordillo. No pretende representar la realidad, sino interpretarla. Claro que eso es lo que hacemos todos. Pero unos, como Gordillo, mejor que otros.
Esta exposición viene a ser la del reconocimiento de un maestro que ha alcanzado la plenitud en cada una de las etapas de su desarrollo.