Mañana quince de junio se cumplen treinta años de las primeras elecciones democráticas en España desde las de febrero de 1936. La fecha decisiva de la transición, que lleva camino de acumular más bibliografía que la guerra civil. La transición que unos desdeñan, otros aborrecen, los de aquí alaban, los de allá critican, los de más allá idolatran y muchos además por razones contradictorias. Un hecho tan contingente como todos los de la historia pero que simboliza el momento en que los españoles recuperamos la libertad y la dignidad que nos habían sido arrebatadas por un general traidor que se levantó en armas contra el gobierno legítimo del Estado que le había confiado el mando.
En aquellas elecciones compitieron muchísimos partidos (algunos hasta se llamaban "partidos taxi") siendo cuatro los más importantes a escala nacional o estatal, adjetivos estos en España discoincidentes. Los partidos representaban auténticas alternativas diferenciadas que trataron desde el primer momento de identificarse con los rostros de sus dirigentes por aquello de la era de la imagen. Al recordarlos ahora se les rinde aquí un modesto homenaje.
Un joven Felipe (el único político, junto a José-Antonio, a quien la gente llama por el nombre de pila en el siglo XX) era el rostro del socialismo y de una amplia izquierda que, en otras condiciones seguramente hubiera votado a los comunistas, pero se volcó en el PSOE en muy buena medida por haberse rejuvenecido con los chicos de la pana. Interesante cuestión contrafáctica, ¿cuántos votos hubiera obtenido el PSOE si su "cara" fuera la del señor Rodolfo Llopis, con todos mis respetos? Llamo la atención sobre el empleo de los términos "voto" y "fuerza", fáciles de unir en "la fuerza del voto", inteligente halago a los votantes.
El tercer partido en votos, el Partido Comunista de España (PCE), que sufrió un gran descalabro a tenor de sus expectativas, compartidas por mucha gente que auguraba un segundo lugar en votos al PCE, al ejemplo italiano y francés de aquellos años, la troika del eurocomunismo. El cartel (que saco del blog Archivo de la democracia), un prodigio de hacer de necesidad virtud. Un Carrillo, veterano de la guerra civil, aparece rejuvenecido y desgalichado, en camisa y con el nudo de la corbata flojo, como si fuera Carl Bernstein. A su vera, pero en posición ligeramente inferior, Pilar Bravo (q.e.p.d.), cabeza de lista de Alicante, supongo. La juventud de un radiante rostro femenino junto a la sagaz experiencia del viejo dirigente. Buena combinación. Por entonces, el PCE -que se presentaba con sus siglas- llenaba plazas de toros. Quién lo diría, ¿verdad? Con razón confiaban en sacar mucho más que el magro 9,33% del voto, con 19 diputados frente al 29,32% del PSOE y sus 118 diputados. Todavía en las de 1979, el PCE sacó otro irrisorio 10,82% y 23 escaños. Tempus omnia rapit. A partir de ahí, el desplome con un breve respiro en 1996 de 21 diputados.
La derecha, a la que no gustaba el término "partido" de malos efluvios franquistas, se llamaban "Alianza Popular". Lo de Alianza tiene bemoles porque recuerda así por lo bajo al arca de la alianza y la Santa Alianza. Un Fraga rozagante, con el coco seccionado porque tenía mucho y en él, al decir de Felipe, "cabía el Estado", aparece con la palabra mágica del pensamiento tecnocrático: "soluciones". Para qué es lo de menos. Para lo que haga falta. Por algo le llamaban "Zapatones". Lo del PDP, en el extremo inferior derecho, con una flecha que parece un abeto bonsai pertenece al territorio del esperpento. La derecha franquista, como los comunistas, esperaba un buen resultado y hubo de conformarse con 16 diputados. Volvió a presentarse en 1979, como Coalición Democrática con los llamados "siete magníficos", de los cuales seis habían sido ministros del Invicto y el número de diputados se redujo a diez. Desde entonces han crecido mucho.
Pero las elecciones las ganó el señor Suárez, o sea, la democracia, como dictamina el Time. Buena portada. Con el 34,44% del voto, la UCD obtuvo 166 diputados, mayoría simple... y a negociar, que es lo que hay que hacer en política. En 1979, subió a 168 escaños, nueva mayoría simple y a seguir negociando hasta que hubo una intentona militar. Los españoles debemos mucho al señor Suárez. Tengo para mí que dimitió para evitar un golpe de Estado que los militares, a pesar de todo, acabaron tratando de dar.
En todo caso, hoy, 14 de junio, hay un acto de recordatorio del trigésimo aniversario de las elecciones de 1977 en el centro de la UNED en Escuelas Pías, en Madrid, calle Tribulete, 14, pleno Lavapiés. Hay una exposición de la colección iconográfica de Ramón Adell, del que ya se ha hablado aquí, y una mesa redonda en la que participa servidor y otras mucho más meritorias personas. Están Vds. cordialmente invitados.