Dícese en el sondeo de la SER (que responde al peregrino nombre de "Pulsómetro") de ayer que el PSOE aventaja al PP en tres puntos porcentuales en intención de voto y que, antes de la ruptura de la tregua, esos puntos eran seis. Si hacemos una proyección simple estará claro que, con un atentado de ETA, esos tres puntos de diferencia se convierten en cero. Un segundo atentado, pondría al PP por delante del PSOE en otros tres puntos. De aquí que se diga que al PP le interesaba que ETA rompiera la tregua y al PSOE que la mantuviera. Tanto es así que cuando ETA la rompió de hecho con el bombazo de la T4, el Gobierno actuó ambiguamente, como si no la diera por rota, hasta que los etarras ya le devolvieron el anillo de pedida formalmente a través del Gara. Por esa misma razón se dice que al PP le interesa que haya atentados. Los conservadores se enfurecen cuando se apunta algo así y se escandalizan y rasgan las vestiduras. Pero los números cantan y, para explicar la situación puede recurrirse a un sabio truco de que hacía uso Stalin quien sostenía que se podía ser objetivamente un enemigo del pueblo, aunque uno se creyera subjetivamente que era un fiel seguidor de las esencias revolucionarias. De ese modo podía fusilarse a revolucionarios que, aunque pensaran otra cosa, eran objetivamente contrarrevolucionarios.
Lo más claro, con todo, es que la historia nunca tiene un comportamiento mecánico. Puede haber atentados de ETA y subir al mismo tiempo la popularidad del PSOE y del gobierno. La opinión pública no es un comportamiento fácilmente predecible, sobre todo en situaciones críticas. Esa misma opinión tiene tendencia a conjugar creencias y expectativas que pueden parecer contradictorias o inconsecuentes. Por ejemplo, el 86% aprueba que el señor De Juana esté entre rejas y el 74% que le haga compañía el señor Otegi. Prueba de que un sector importante de la población es partidario de la "mano dura" con el terrorismo y el independetismo vascos. Pero, al mismo tiempo, un 67/68% de (es de suponer) la misma población sostiene que el Gobierno debe seguir intentado el diálogo aunque ahora haya fracasado, de donde se sigue que también hay un alto porcentaje de la población partidario de mano no tan dura. Y lo curioso es que en parte se solapan, en un caso claro de disonancia cognitiva.