Mientras diversos foros sociales y organizaciones pacifistas se preparan para ponerse en "pie de paz" el próximo día 27 de junio en la Puerta del Sol para protestar contra ETA, los obispos españoles se ponen en pie de guerra -una vez más- para ver de cargarse la asignatura de "Educación para la ciudadanía".
Solemos decir que, con la transición democrática y si hacemos abstracción del esperpento de ETA, España es un país normalizado y ya no es diferente, pero eso no será cierto mientras la Iglesia siga metiéndose donde no la llaman y tengamos a los obispos hasta en la sopa. Durante los cuarenta años de la oprobiosa aquí la religión cristiana (bueno, un remedo de ella, lo que puede dar de sí el clero español) y solo ella era obligatoria para todo quisque y nadie recuerda que un solo monseñor alzara su voz en defensa de la "libertad de conciencia"; nadie recuerda que un solo monseñor alzara la voz para nada que no fuera dar vivas a Franco.
Ahora sí, ahora invocan la tal libertad de conciencia, llaman a los padres a la desobediencia civil e incitan al incumplimiento de la ley. Como si tuvieran alguna noble causa que defender desinteresada y sacrificadamente. Como si no estuvieran beneficiándose de las canonjías y prebendas que garantizan los Acuerdos con la Santa Sede que este Gobierno debiera haber denunciado de una vez; como si no estuvieran controlando la enseñanza en multitud de centros concertados, que reciben financiación del Estado pero descargan sus obligaciones sobre los centros públicos; como si no estuvieran tratando de meter la religión con torniquete en los planes de estudio.
Pero hay más y no he visto que nadie lo señale: estos hipócritas de la jerarquía eclesiástica, estos sepulcros blanqueados, dicen hablar en defensa de un derecho, el de la libertad de conciencia, contra el que han combatido durante siglos y que aún hoy, en el fondo de su doctrina, consideran un pecado, como se prueba por el hecho de que se se opongan a que haya una "moral laica". O sea, los laicos no tenemos derecho a la existencia.
Porque ya aburre esta injerencia permanente de la iglesia de los católicos en la vida de todos los demás.