Con permiso de los lectores vuelvo sobre la teoría de la chapuza. Ya saben esa según la cual lo único que funciona bien en la organización social y política es la sana chapuza mientras que los planes perfectos, los programas sublimes, las ideas excelentes para salvarnos a todos suelen acabar en desgracias. "Lo que convierte al Estado en un infierno", decía Hölderlin, "es la manía de algunos de convertirlo en el Paraíso". Los proyectos o blueprints perfectos meten miedo. Me atrevo a sostener que si la unificación europea ha llegado tan lejos es porque los proyectos y programas de este tipo han fracasado siempre y, en su lugar, se ha ido tirando con arreglos de último momento, chapuzas, trapalladas, que dicen en la tierra de mis antepasados.
El último ejemplo lo tenemos en el proyecto de Tratado Constitucional de la UE, un texto complejísimo e intragable que, después de ser aprobado sin pena ni gloria en varios referendums europeos (entre ellos el español) se dio una castaña con el "no" francés y el subsiguiente holandés de hace dos años. Europa se quedaba de repente desarbolada, como un navío a la deriva. Y ha sido la actual presidencia alemana la que se ha propuesto resolver la situación sin salida y "relanzar" el proceso de unificación, rescatando lo que se pueda del proyecto originario y presentando uno nuevo más breve, más flexible, menos cerrado; o sea, una chapuza.
Es de esperar que salga. Frau Merkel quiere que los europeos tengamos nuevo tratado constitucional para las próxima elecciones al Parlamento Europeo, en 2009. Al Consejo Europeo que se inicia hoy en Bruselas, seguirá mañana y puede que también el sábado se presentan los socios comunitarios en posiciones encontradas. De un lado, la mayoría de los países (entre ellos España) apoya la idea de Frau Merkel. Los polacos objetan a la fórmula de cálculo de las mayorías cualificadas (que tienen que sustituir a las unanimidades si se quiere que la UE tome alguna decisión) y dicen estar dispuestos a vetar la consagración de la fórmula de las "dos mayorías", esto es, mayoría de países (55%) y mayoría de habitantes (65%). A su vez, los ingleses objetan a la inclusión de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE y a la figura del ministro de Asuntos Exteriores también de la UE. Sobre todo esto la información es bastante deficiente, así que me permito un par de aclaraciones.
De entrada, Polonia. Es fácil tomarse a chirigota a un país gobernado por Tweedledum y Tweedledee, pero encuentro que su objeción es bastante sensata y los españoles debiéramos apoyarla. En lo esencial, se trata de reducir el peso aplastante que adquiere Alemania con la nueva forma de cómputo por estados y población. Polonia no pretende renunciar a esta mayoría, sino modificar la forma de cálculo. En vez de poner en relación las cantidades absolutas de población de dos países (por ejemplo, Alemania, con más de ochenta millones de habitantes y Polonia, con menos de cuarenta), poner en relación sus raíces cuadradas, lo que reduciría notablemente las distancias, cosa que no es ninguna bobada a la hora de que los países medios como España y Polonia no pierdan tanto del poder que consiguieron en Niza, en 2000.
Después, el Reino Unido. Objeta éste a la idea de hacer vinculante la Carta Europea de Derechos Fundamentales, que incluye también derechos sociales y laborales. Los británicos, que no tienen Constitución escrita ni más declaración en vigor que el Bill of Rights de 1689, ven con auténtico pavor que se les imponga una prolija declaración escrita que vaya contra los usos del common law y restrinjan los amplios poderes interpretativos de la judicatura. Lo que tampoco es ninguna estupidez. Es difícil negar que las libertades inglesas proceden de la historia que arranca con la Magna Charta de 1215 y que no seremos los continentales quienes vayamos a darles lecciones provistos con nuestras declaraciones que son verdaderos racionalismos cartesianos. Parece que Frau Merkel está dispuesta a reconocer la peculiaridad británica y a aceptar la idea de una Europa en dos velocidades a este repecto, como ya existe en otros, por ejemplo, el euro o los acuerdos de Schengen. De confirmarse la noticia, sería la chapuza dentro de la chapuza, lo que garantizaría el éxito.
Los británicos, además, objetan a la figura del ministro de Asuntos Exteriores de la UE. Muchos dicen que andan metiendo palos en las ruedas de la carreta europea. Puede que sea cierto, pero esta objeción tampoco es desdeñable. Si hubiera un ministro de Asuntos Exteriores de la UE, uno de verdad, no como el señor Solana, ¿qué actitud adoptaría ante conflictos en los que dos miembros de la Unión se encuentran en bandos enfrentados? Por ejemplo, la impropiamente llamada guerra del Irak.
Espero que el Consejo termine el sábado habiendo acordado algún tipo de chapuza que funcionará durante una temporada. Después, habrá que revisarla. También es posible que la cumbre de Bruselas no acuerde nada. En ese caso, habrá que esperar mejor ocasión para la chapuza.