Entre los comentarios que llueven sobre las presidenciales francesas vuelven dos característicos leit motive de las derechas desde hace muchos años: uno dice que por azares del destino y algunas otras causas menos abstrusas la izquierda, antaño identificada con los avances, el progreso, la innovación, se ha hecho retardataria, mientras que la derecha, que pasaba por eso mismo, está hoy pletórica de iniciativa, empuje y renovación. Todavía me bulle en la cabeza un libro de Vázquez Rial llamado La izquierda reaccionaria. El otro comentario, más radical y más antiguo que éste, dice sencillamente que la contraposición izquierda-derecha carece ya de sentido, que está superada.
Empezando por la última: la oposición izquierda-derecha es muy antigua. Probablemente tanto como la humanidad. Lleva este nombre, como sabemos, desde la Revolución francesa pero me da la impresión de que ésta no hizo sino bautizar more geometrico una dicotomía humana que se pierde en la noche de los tiempos. Dicen Marx y Engels en su famoso Manifiesto del Partido Comunista que:
"Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes".Esto es, el Manifiesto interpreta la historia en el sentido de oposiciones binarias que algunos llamarán maniqueas. Suele decirse que las visiones maniqueas son simplificadoras y por tanto desaconsejables. Según y cómo porque también son reflejo de la estructura misma del ser. El mundo, con nosotros dentro, se nos aparece a base de contraposiciones maniqueas: luz/oscuridad, materia/espíritu, bien/mal, día/noche, vida/muerte. Nada, pues, de extraño que la política en cuanto actividad humana se organice asimismo maniqueamente.
A las contraposiciones de Marx y Engels podríamos añadir bastantes más: creyentes/no creyentes, colonos/colonizados, globalizadores/globalizados y, en la forma nítidamente política que le dio Carl Schmitt y resume todas las demás, con independencia del tiempo y el espacio, amigo/enemigo, inteligente trasunto del "opresores/oprimidos" del Manifiesto. En todas estas contraposiciones políticas podrá siempre descubrirse una "izquierda" y una "derecha", especialmente en la dicotomía autorreferencial schmittiana.
Así que hay izquierda y derecha para rato. Es más, es la única contraposición vigente en todas las sociedades políticas contemporáneas. Por ello aburre citar al bueno de Alain cuando, ya a comienzos del siglo XX, hace 100 años, decía que quienes niegan la vigencia de la dicotomía izquierda-derecha son siempre de derechas. Y así sigue siendo. Y eso cuando no son directamente fascistas. ¿No decían los joseantonianos que ellos no eran de izquierdas ni de derechas, "sino todo lo contrario"? Se trata del complejo de la derecha de negarse a sí misma como Pedro al Señor y su deseo de emborronar el cuadro. Pero no conozco a nadie de izquierdas que no se reconozca como tal. Es más, las diferentes izquierdas rivalizan por apropiarse el término y, de paso, negar su uso a las demás, como si fuera un copyright.
El segundo comentario, el de la izquierda "reaccionaria" y la derecha "innovadora" es una variante pobre del primero. Si se miran bien, todos los "cambios", las "innovaciones" de la derecha consisten siempre en una propuesta de volver a una situación anterior. El neoliberalismo quiere volver al liberalismo del mercado irrestricto. El señor Sarkozy quiere volver al orden, la autoridad, la jerarquía y que los niños se levanten cuando entre el profe en clase. El señor Bush quiere volver a la idea de la creación divina de las especies. Las derechas españolas, a Isabel y Fernando. Toda "innovación" de la derecha es en realidad una restauración. Si, frente al intento, la izquierda, a veces (no siempre) defiende lo ya conseguido o establecido, sólo se le podrá llamar "reaccionaria" a base de sofismas. Defender el derecho del trabajo y la contratación colectiva, por ejemplo, frente al intento de la derecha de retornar al régimen de indefensión contractual de los trabajadores del primer capitalismo no es reaccionario; lo reaccionario es lo otro. Y, como eso, todo: la izquierda sigue siendo la rupturista e innovadora en todos los órdenes de la vida porque eso es lo que es esencialmente la izquierda, disconformidad con el presente e intentos de superación en base a fórmulas nuevas de las que unas son más felices que las otras. Mientras que la derecha se opone a toda mudanza con uñas y dientes y, cuando propone algún cambio, es para retornar a un estadio previo. Llamar a eso innovación es hacer demagogia.
Por supuesto, las consideraciones anteriores valen para todos aquellos cambios sociales que están dentro de lo que los seres humanos pueden razonablemente planificar, moderar, programar, reformar. Asimismo hay cambios que se producen de modo espontáneo, con independencia de los criterios programáticos de las concepciones políticas y frente a los que cabe pronunciarse, tomar posiciones, prevenir consecuencias, pero sería absurdo sostener que es uno u otro quien los haya iniciado. Nadie puso en marcha el capitalismo que no es el resultado de la aplicación de programa o "blueprint" alguno; como nadie puso en marcha la globalización, que arrancó cuando lo hizo y ni siquiera estamos de acuerdo sobre cuándo lo hizo, dándose diferencias de criterio de cientos de años.
Es a la hora de reaccionar frente a las concretas relaciones de fuerzas de las distintas etapas sociales donde la izquierda se distingue claramente de la derecha. Ésta aceptará el orden constituido como esté y entenderá que, si hay que cambiar para mejorar, será regresando a algún punto anterior. Mientras que la izquierda, disconforme con ese orden constituido, tratará siempre de negarlo y superarlo, buscando fórmulas nuevas, no ensayadas con anterioridad. Claro esto es como cuando los químicos esperan al resultado de una reacción antes de pronunciarse sobre la naturaleza de un compuesto. Asimismo nos obliga a precisar algo más qué sea la izquierda y, por extensión, la derecha, lo que queda para mañana. Pero algo está claro: hay izquierda, hay derecha y no son lo que los propagandistas de la derecha dicen que son.