Dedicado a Maki.
La representación de las edades de la vida es la plasmación de una reflexión filosófica, como ya ha quedado de relieve en la serie. Uno de los discursos filosóficos fundamentales versa sobre la percepción que, a su vez, es la esencia misma de la pintura. ¿Es cierto lo que percibimos? ¿Es cierto porque lo percibimos? ¿Lo percibimos porque es cierto? ¿Nos engañan los sentidos? ¿Es la realidad algo más que nuestras percepciones? Éstas y más preguntas de este jaez brotan del famoso dictum del obispo Berkeley, príncipe del idealismo subjetivo, esse est percipi ("ser es ser percibido").
Según eso, las edades de la vida también serán en cuanto sean percibidas y la cuestión gira ahora en cómo sean percibidas. Al respecto la pintura actúa como "las puertas de la percepción" que abría la mescalina a Aldous Huxley sólo que sin necesidad de ingerir o chutarse nada. No sólo la pintura sino el arte en general es cosa de percepción. Encuentras la entrada al territorio estético o no. Además, la pintura, como la mescalina, puede hacerte ver visiones, ver lo que no es, quizá inducirte a error o bien llevarte por la vía de lo que parece error a una visión más auténtica o más profunda.
¿Qué sucede cuando la imagen parece engañar, disimular, duplicarse, saltar de un sentido a otro? No solamente que una cosa parezca ser otra, como sucedía con los frecuentes trompe l'oeil a que recurría la pintura flamenca y que eran lo que en español conocemos con el bello término de "trampantojos", sino de que una cosa sea realmente otra al mismo tiempo, esto es, las imágenes dobles que son una u otra según cómo las miremos.
El genio de Dalí brillaba también en este terreno onírico, surrealista, ilusionista de las dobles imágenes, y recurrió a ellas en varias obras famosas (entre ellas, "Bailarina-Calavera", "España 1938" o "Mercado de esclavos con aparición del busto invisible de Voltaire"), la de más arriba, un óleo de 1940 llamado "Las tres edades, vejez, adolescencia, infancia" que se encuentra en el Museo Salvador Dalí, de S. Pertersburgo, Florida, juega de modo fascinante con las dobles imágenes. Cada una de las edades está compuesta con paisajes de Port Lligat (a dónde Dalí se retiró con Gala en 1930) vistas a través de la ruinas de Empuries, paisajes que a su vez, dan el contenido de la edad de que se trate: la infancia, a la derecha, está compuesta con un pescador que remienda su red; la adolescencia, en el centro, es al tiempo la niñera de Dalí sentada y el propio Dalí adolescente a su lado, bajo los ojos en el horizonte; finalmente, la vejez se organiza en torno a la figura orante de la campesina en el célebre Angelus de Millet, el ocaso del día. A pesar de las dimensiones reducidas del cuadro (50 x 65 cm) es una de las obras más complejas y originales del artista de Figueres.