Las representaciones de las edades de la vida tienen una variante femenina característica. El paso del tiempo afecta únicamente a la belleza física. Las demás posibles cualidades no hacen acto de presencia. Las mujeres están vacías y no se hacen más o menos sabias, más o menos valerosas con el paso del tiempo. Tan sólo se hacen más o menos bellas. El único atributo que a veces aparece es el de la maternidad. La belleza física, el atractivo erótico y la maternidad.
Las edades de la mujer contienen un fuerte elemento moralizador centrado en la idea del decaimiento de la belleza, the way of all flesh. Como la moralización no puede descargar sobre aquellos que disfrutan de la belleza o, como dicen las Novelas ejemplares cervantinas hablando de las mujeres, que "la gozan", se vuelve contra sus protagonistas pasados los años de rigor. Las mujeres de la última edad, salvo excepciones, son brujas repugnantes.
La tabla de Hans Baldung Grien, uno de los grandes del Renacimiento alemán, discípulo de Durero, refleja fielmente ese programa iconográfico o, mejor dicho, esa falta de programa. Se llama "Las tres edades de la mujer y la muerte" y es un óleo sobre madera de reducido tamaño (48 x 32,5 cm), fechado en 1510 que se conserva en el Museo de Historia del Arte de Viena. Es una obra de juventud, pues el maestro debía de tener 25 o 26 años por entonces. El desnudo revela el espíritu renacentista y la abrumadora presencia de la muerte (que ocupa casi la mitad de la tabla) remite al mundo medieval. La mujer en su plenitud aparece resaltada por el dibujo, pues Baldung era sobre todo dibujante, y por el uso del blanco entre las gamas del marrón, ocre, siena, perú. Está ajena al mundo y concentrada en la contemplación de sí misma, ejemplo de vanidad. No percibe la presencia de la muerte y es la mujer mayor la que parece interponerse entre ésta y la doncella, aunque es de suponer que con escasa eficacia. En el suelo, dos símbolos muy significativos: una manzana y una vara de bufón.