¡Atiza! Resulta que el señor Sarkozy ha identificado al enemigo de Francia y, por extensión, de la civilización cristiana occidental: mayo del 68. ¡Qué razón tenían los revolucionarios entonces cuando decían que "mayo 68: comienzo de una lucha prolongada". Y tan prolongada que 39 años después, el candidato a la presidencia de la República francesa promete extirpar lo que queda de él y que al parecer es mucho y malo: prohibido prohibir, relativismo, relajación de costumbres, todo vale, igualdad absoluta, desconsideración de la familia, la patria, la République, falta de sentido de la disciplina, del trabajo, del honor... Bien, bien, no sigo, ¿para qué? Echen una ojeada a las causas de la decadencia del Imperio romano y listo. Original punto de vista: ¡Ah, la degradación de las costumbres, Mme. La Marquise! Dice El País que el que escribe los discursos al señor Sarkozy es un genio de la retórica. A mí me parece un tipo convencional lleno de prejuicios darwinistas.
Enfrentarse hoy al "espíritu del 68", como quien decide retejar la casa después de 40 años, equivale a enfrentarse a la imaginación, la originalidad, la innovación, negar que el 68 ha impregnado todo, desde la reflexión filosófica hasta las pautas estéticas hasta el día de hoy, pretender extirparlo suena un poco a frenesí lunático aunque, desde luego, siempre podrá este hombre poner en marcha un ministerio orwelliano para rehacer nuestras memorias: nada de The Beatles: Adamo; nada de Sartre: Charles Maurras, que hay que volver a las esencias.
Parece que el señor Sarkozy ha contado con el apoyo de André Glucksman, a quien tenía obedientemente sentado a sus pies y a quien ha exhibido después, arengando a los 35.000 citoyens d'ordre a regenerar a Francia de la gusanera sesentayochesca. A mí me ha recordado de inmediato lo que hizo Sapor I con el emperador Valentiniano cuando lo cogió prisionero: un trofeo con su pellejo que exhibian los persas en su templo.