Tengo tanta confianza en lo que dicen ciertos periódicos como la que ellos mismos reconocen en el chiste de la izquierda. Incluso cuando publican sondeos de empresas solventes. En esta ocasión se trata del que traía ayer El Mundo, clarín que fue en la lucha contra el corrupto "felipismo" y adalid hoy de la muy verosímil teoría de los protocolos de los etarras de Mondragón.
Es el caso que la encuesta deja bien claro que la oposición truculenta, agresiva y vociferante del PP no paga. Los datos son un desastre para el señor Rajoy y su íntimo círculo de mentores. A los tres años de las elecciones, cuando la popularidad del Gobierno tendría que estar relativamente baja por el ciclo ordinario de vida política, resulta que su expectativa de voto es superior a la del partido de la oposición. ¿Y qué decir de las respectivas valoraciones de los señores Rodríguez Zapatero y Rajoy? Después de haber agotado todos los tonos del melodrama, de haber acusado al presidente del Gobierno de traición a lo más sagrado que hay en el país, desde su integridad territorial hasta las asociaciones de víctimas del terrorismo, de haberlo puesto cual no digan dueñas con motivo de su talante, contante y sonante; después de haber vaticinado poco menos que el Apocalipsis (recuérdese cómo un manifestante hace dos telediarios llamaba al señor Rodríguez Zapatero Anticristo) ; y después, supongo, de haberse presentado a los ojos de lxs asustadxs ciudadanxs como el único que podía salvarlxs de tanto desastre; después de todo ello, digo, héteme aquí que esxs mismxs ciudadanxs puntúan al salvador de la Patria no ya por debajo del señor Rodríguez Zapatero (cosa que sería comprensible dado el empaque presidencial de la incumbencia) sino por debajo de varios de sus ministros, incluido el odiado Raspubalcaba o Rubalputín, que por ambos nombres es conocido.
Se pueden buscar las explicaciones que se quieran pero la que salta a la vista, la que todo el mundo piensa, la que es obvia y meridiana es que a la gente no le gusta la bronca permanente, el extremismo, la intemperancia, la arrogancia, la agresividad, en fin, todo eso que se condensa en el término crispación. Y por más que la legión de tertulianxs elabore hasta la saciedad la original teoría de que "todos los políticos son iguales", esa misma gente discierne perfectamente porque no es tonta y sabe que hay unos políticos que son broncas y otros que no lo son.
Son dos cosas que caracterizan al PP en estos tres años y que auguran una castaña aún mayor en las elecciones, tanto municipales como legislativas, una castaña colosal, cuando se vea además cómo funciona la "espiral del silencio". Esas dos cosas son el mencionado estilo bronco y agresivo y la absorción del mensaje de centro derecha por el de la extrema derecha, patente en la asociación del PP con la simbología fascista y con lo más reaccionario de la Iglesia católica.