Esto del skype está genial. Hablas con los EEUU (o con cualquier otro país, o con la aldea contigua) de gorra, pudes chatear, hacer conferencias a tres y hasta 9 personas, intercambiar archivos gráficos en un suspiro y verte con el interlocutor, mientras cotorreas con él en tiempo real. Ahí, en la foto, testimonio gráfico de la fraternal, aunque no muy articulada charleta, que se trajeron ayer mi hijo Andrés, residente en Nebraska y mi hijo Ramón (en el recuadro pequeñito), residente en Madrid. Fabuloso, y yo de espectador, haciéndome cruces de cómo avanzan los tiempos.
Cuando Andrés regresó al mundo de los adultos, lo comenté con él: que estas cosas me recuerdan mucho las premoniciones de la peli de Kubrick, 2001, la odisea del espacio que me hizo tremendo impacto cuando la vi en los 70 por la historia, de Arthur C. Clarke, la banda sonora, de Richard y Johann Strauss hijo y Gyorgi Ligetti (era la primera vez que escuchaba algo de Ligetti), la dirección y...los efectos especiales, uno de los cuales era algo muy parecido al skype. En particular, recuerdo las conversaciones del doctor Heywood Floyd con su hija desde la estación espacial a la tierra y la del doctor Frank Poole con su familia, desde la nave Discovery a la Tierra por su cumpleaños (aunque en el segundo caso no había conversación porque era en diferido) y que cuando interrumpen la comunicación hay un sonido parecidísimo al que se produce cuando cortamos el skype. Lo juraría. Pero no pude regodearme en el asunto porque a Andrés, como a muchos de su generación bélicogaláctica, la peli de Kubrick le parece un bodrio insoportable.¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Qué poco valoran las nuevas generaciones las joyas de los buenos viejos tiempos! Sniffs.