Ayer, las autoridades iraníes ejecutaron en público a Nasrallah Schanbehsahi, condenado a muerte una semana antes por haber atentado contra un autobús de los Guardianes de la Revolución, en el que murieron once personas y treinta y una quedaron heridas. Extraigo la noticia y la foto de Der Spiegel. Previamente, la televisión había mostrado al señor Schanbehsahi declarándose culpable y los Guardianes de la Revolución sostienen que éste y otros atentados se producen con la ayuda de los EEUU y el Reino Unido.
Me gustaría señalar dos cosas: la primera, la odiosa práctica de la pena de muerte y su no menos odiosa ejecución en público, para satisfacción de las más bajas pasiones e instintos de la chusma.Está claro que un sistema político que prevé estas atrocidades no merece respeto alguno pues no es sino una tiranía sangrienta e inhumana. Y, si se apoya en una ideología, doctrina, teoría o religión, esas ideología, doctrina, teoría o religión son tan execrables y sanguinarias como el régimen que amparan. Con todo, tampoco vayamos de purxs por la existencia. La imagen de la derecha es un cuadro de Ramón Casas que recoge una ejecución pública por garrote vil en Barcelona, en medio de la curiosidad del gentío en 1894. No hace tanto en la civilizada y cristiana España.
La segunda cuestión es de otro calado. La confesión televisada del señor Schanbehsahi, las acusaciones públicas y los gritos de la plebe durante la ejecución, acusando al asesinado de complicidad con los EEUU y el Reino Unido apuntan a una práctica judicial iraní muy parecida a la de los procesos de Moscú, con los que Stalin barrió a la vieja guardia bolchevique, consiguiendo también increibles confesiones públicas de los acusados e implicándolos en complots con los nazis o los imperialistas. La similitud es llamativa y hace pensar que el régimen iraní es una tiranía similar a la estalinista.
A su vez, este régimen procede como procede ante los evidentes preparativos bélicos que los Estados Unidos están haciendo para atacarlo, seguramente instigados por los israelíes. El señor Bush, cada vez más entrampado en el Irak y Afganistán, sostiene que el Irán suministra armas a lxs que él llama "insurgentes" iraquíes y cualquiera reconocerá como resistentes frente a la invasión extranjera. Todo el mundo entiende que el suministro de armas al enemigo puede ser considerado por un país en guerra como casus belli para atacar a otro. Que ese suministro sea cierto o no es cosa irrelevante, como ya se ha probado con la excusa de las armas de destrucción masiva.
La tiranía iraní se endurece, ejecuta en público, realiza maniobras de advertencia, muestra su cohetería antes de que el Consejo de Seguridad de la ONU se reúna mañana para decidir qué hace con las sanciones. Pero, por si acaso, los Estados Unidos ya han enviado un segundo portaaviones al Golfo Pérsico. Dicen que no se trata de un designio bélico. Seguramente ese portaaviones ha ido a pedir cotufas en el golfo, como gustaba de decir Sancho Panza.
Y los demás, que vimos cómo se aplicaba la doctrina neocon de la guerra preventiva y cómo se atacaba a un país contra todo sentido común, y se desencadenaba la más estúpida y cruel de las invasiones (por cierto, condenada al desastre), estamos viendo ahora los preparativos para la repetición de la hazaña con una creciente sensación de impotencia. Realmente, ¿nadie puede detener a ese orate?