El terremoto que sacudió ayer el suroeste de la Península y que se hizo sentir en Madrid causó menos excitación que el fallo del Tribunal Supremo sobre el recurso de casación interpuesto por el preso etarra Iñaki de Juana Chaos contra la sentencia de la Audiencia Nacional (AN) que lo condena a doce años y seis meses por dos artículos en Gara. El alto tribunal rebajó la pena a tres años, con lo cual ha venido a dar (casi toda) la razón a quienes sosteníamos que la sentencia de la AN era un despropósito, un abuso, una injusticia, dictada por el afán de venganza y bajo la presión de los energúmenos de la derecha, especialmente los dirigentes del PP y la Asociación de Víctimas del Terrorismo, personada en el proceso con una petición de noventa y seis años. ¡Noventa y seis años por dos artículos de periódico!
(Estamos a punto de presenciar el desenlace de esta escabrosa historia, queridxs niñxs. Ved a qué situación ha llevado a Caperucita su incuria y despreocupación. El lobo se apresta ya a comérsela. Aunque hablar de comer en estas circunstancias pueda resultar algo sardónico).
Digo casi toda la razón porque el TS ha tratado de establecer un término medio, un juste milieu entre los cuatro magistrados que, al parecer, se inclinaban por la libre absolución del reo y los dos que pensaban que enjaretándole noventa y seis años por los dos artículos se rendía servicio a la justicia. Para este modesto bloguero, ese fallo -que respeta, acata y pone sobre la cabeza, desde luego- tampoco es justo ni equitativo, porque entre la justicia (libre absolución ya que, nos pongamos como nos pongamos, tenía razón el juez de instrucción y aquí no había delito) y la injusticia (esa monstruosidad de los noventa y seis años) no puede haber término medio equitativo.
Para el reo pueden resultar más cómodos los tres años que los doce y seis meses y, por supuesto, que los noventa y seis. Pero a los ojos de la Justicia, son igual de inicuos. Lo que sucede es que, al ser más benigna la condena, parece magnánima. Pero sigue sin serlo. Esos dos artículos contienen juicios acalorados y metáforas más o menos subidas de tono, propias de los escritos políticos. Pero no amenazas, terroristas o no terroristas, salvo que se admita, como hacía la sentencia de la AN, que lo sean "implícitas". Implícito en la vida puede ser todo, hasta la vida misma.
Lo que ha hecho el TS ha sido lavarse las manos (y, de paso, lavar la cara de la AN) como Pilatos y remitir de nuevo el asunto al Gobierno, como diciéndole: nosotros lo hemos condenado; ahora, si quieres, libéralo. Ecce homo. Es de esperar que el Gobierno no se amilane, como tiene por costumbre, y excarcele al señor De Juana, quien hace año y pico que tenía que estar en la calle.
Ojalá que el nuevo ministro de Justicia, que parece hombre menos pusilánime que el anterior, no se arrugue ante las presiones de los linchadores de la derecha, que quieren ver a De Juana encarcelado de por vida. Porque, hablando de independencia judicial (el 75 % de la población, según la SER piensa que la justicia está polítizada; lo asombroso es qué piense el otro 25%) y no injerencia en la función de los tribunales, el espectáculo que ha proporcionado la AVT es de avío. Con anterioridad al fallo, la asociación del señor Alcaraz declaró que si el TS fallaba aminorando o eliminando la pena, sería una agresión a las víctimas del terrorismo. Y con posterioridad a él, no se han ahorrado críticas y descalificaciones, asegurando que la sentencia del TS satisface a los asesinos, pero no a las víctimas. Sí señor, eso es respeto a la la Justicia y acatar sus decisiones... siempre que comparemos a España con Colombia, país hermano en donde unos facinerosos hace unos años asesinaron a nueve miembros de la Corte Constitucional sin que sucediera nada. Si la comparamos con algún otro país europeo, la cosa es diferente. Sobran por tanto los energúmenos que quisieran ver a los magistrados del TS convertidos en jueces de la horca.
(Y ya veis, queridxs niñxs, qué poco dura la alegría en casa (y cama) del pobre: el lobo se abalanza sobre Caperucita y se la come. Vienen luego lxs analistas, lxs críticxs, estructuralistas y deconstructorxs, a decirnos que en eso del comer, sobre todo del comer en la cama, hay mucha ambigüedad y que a saber quién se come a quién. Pero el cuento se ha acabado).
Calculo que De Juana saldrá en libertad en cosa de días. Y, para entonces, el terremoto político en las radios, los periódicos y las teles de la derecha superará a todo lo visto hasta la fecha.