dissabte, 11 de novembre del 2006

Raíces profundas.

Ha muerto Jack Palance, un tipo curioso. De sus muchas caras (y nunca mejor dicho, ya que la tenía reconstruida por quemaduras en la guerra) la que he recordado de inmediato es la del pistolero Jack Wilson, contratado por el boss de los ganaderos para echar a los agricultores de sus tierras en Raíces profundas. (La foto de la izquierda no corresponde a la peli; es una imagen publicitaria sacada de Wikimedia Commons). Vestido de negro cuero, con su insultante sonrisa frente a la angelical rubicundez de Alan Ladd (Shane), Wilson era un trasunto de la muerte, en una estética como de Cocteau. La peli, por cierto, una alegoría de la ambigüedad entre el amor encendido de la pasión repentina y el más sosegado de la vida familiar. Un increible ejercicio de virtuosismo narrativo.

El hombre era muy versátil; quizá por eso no se consagró como primera figura y sólo obtuvo un Oscar al mejor actor secundario ya septuagenario. Hizo muy buen Atila en Atila, el azote de Dios y es de los pocos actores estadounidenses que encajó en películas europeas, por ejemplo, en El desprecio, de Jean-Luc Goddard sobre una novela de Moravia, con Michel Piccoli, Brigitte Bardot y Fritz Lang, una peli consistente en proponer variaciones sobre Ulises. Palance (que interpreta aquí a un rico y poco educado productor estadounidense) propugna una visión aventurera del héroe homérico, al estilo de la que interpretó Kirk Douglas.

Era un gran tipo que pintaba y componía poemas. Descanse en paz.