Como las cosas generales, públicas, son tan interesantes, apenas hay tiempo para echarse algún rollo personal. Y eso que he visto que en un concurso fabuloso de blogs que tiene abierto 20 Minutos y al que a lo mejor me presento, (¡qué diablos!), los blogs llamados "personales" son mogollón; me parece que más que todos los otros juntos. Pues, efectivamente, que no tiene uno ocasión de contar cosas personales. Y no por falta de ganas. Llevo unos días pensando en dedicar un post al drama que se desencadena cuando se le pierde a uno un llavero. Pero sucede también que estas cosas tienen que dejar paso a otras también personales pero de mayor solemnidad. El que luce en la segunda ecografía a las 17 semanas es nuestro segundo hijo, pues ya se sabe que es varón. Se llamará Héctor.
Supongo que será a causa de mi condición paterna, a cuyo juicio no suele otorgarse gran respeto, pero cada vez que veo estas ecografías, me vienen a la memoria los planos del Starchild en 2001, la odisea del espacio que era una peliculaza, llena de aciertos, de insinuaciones, de angustias, misterios y revelaciones. Y con una banda sonora deslumbrante. Escuché por primera vez a Ligeti y redescubrí a Richard Strauss. Pero lo decisivo fueron las imágenes finales del Starchild en su burbuja, el huevo primigenio asomado al universo
Hay que ver, esto de ser padre hace desvariar.