dissabte, 31 de desembre del 2011

¿Qué esperaban?

El gobierno se ha apresurado a decir que esto es sólo "el inicio del inicio". El país se enterará de verdad de lo que le viene encima después de las elecciones andaluzas porque, como siempre, la derecha antepone sus intereses de partido (ganar en Andalucía) a los de España. Como siempre.

Una vez pasadas las elecciones andaluzas que a lo mejor ganan también por las mismas razones por las que el presunto delincuente Camps ganó las de Valencia y que no califico por no ser necesario, vendrán las verdaderas medidas duras. Ya estas adelantan bastante la orientación general del Gobierno: la crisis la pagarán las clases medias y bajas en toda su extensión a través de todo tipo de congelaciones, recortes, aumentos de precios, aplazamiento o supresión de prestaciones sociales, eliminación de subsidios, subidas de tasas, cobros por servicios que antes no se pagaban y la medida estrella por ahora, la que pasaron toda la campaña diciendo que no tomarían pues eso era cosa de los socialistas: la subida de impuestos que, por descontado, también cargará más sobre los estratos medios.



Efectivamente, eran los socialistas los que iban a subir los impuestos; ellos, no. Repito la pregunta: ¿que esperaban? No digo ya qué esperaban los que han votado al PP porque está claro que esperaban lo que su partido está haciendo y, si no es así, con su pan se lo coman.

La pregunta es ¿qué esperaban todas esas almas críticas que, hastiadas con el "derechismo" del PSOE en el gobierno, se fueron a la abstención con lo que pusieron a Rajoy en La Moncloa? ¿Esperaban que Rajoy cumpliera lo que prometía en la campaña cuando era obvio que no pensaba hacerlo, no lo pensó jamás, que ocultaba su programa porque quería llegar al poder como fuera, incluso engañando, para hacer la política del capital, los banqueros y los empresarios en detrimento de todos los demás? ¿Creían los abstencionistas que iba a ser de otra manera?

¿Qué esperaban los que, buscando hundir al PSOE a toda costa decían que el PSOE y el PP "la misma mierda es"? ¿Qué esperaban? ¿Que de verdad el PP iba a ser tan moderado defensor del Estado del bienestar y de la cohesión social como, a pesar de todo, lo fue el PSOE? ¿Creían de verdad que el PP y el PSOE son lo mismo? Porque, si es así, habría que proponer un test de imbecilidad cuya primera pregunta fuera esa: ¿cree usted que el PP y el PSOE son lo mismo? Hay gentes que, al parecer, lo decían pero no lo creían. Si lo aseguraban era porque aspiraban a substituir al PSOE, dejar que se colapsara y ponerse en sus zapatos. Básicamente son los que dieron ese 1.600. 000 votos a IU que, al proporcionar la mayoría absoluta al PP, son literalmente como si no existieran porque no sirven para nada en el Parlamento. Como, gracias a la inteligente política electoral de la izquierda, no sirve ningún otro voto que no sea del PP en la cámara.

Además de los recortes que ya se han aprobado y los muchos más duros que llegarán tras las elecciones andaluzas, además de la política antisocial y de la evidencia de que todo cuanto dijo la derecha en la campaña era mentira (cosa por lo demás clara ya entonces), además de todo esto y de la aprobación sin más de la Ley "Sinde" (que el otro gobierno no aprobó) hay en marcha una merma general de derechos de todo tipo de la población. Tiene que acabarse este desmadre de que los trabajadores quieran trabajar, los pobres comer, los enfermos curarse, lo escolares aprender algo, los inmigrantes algún derecho, los homosexuales casarse, las mujeres estar protegidas, etc. Se acabó la broma; todo eso es demasiado caro.

Los que no votaron al PSOE, el único partido que podía parar esta arremetida, ¿qué esperaban? Es cierto que el PSOE cometió errores garrafales pero, aun con errores garrafales, está a una distancia sideral del PP, sobre todo de este PP con mayoría absoluta gracias al suicida y demencial comportamiento electoral de la izquierda. Todos los que hablaban de la "derechización" del PSOE ya pueden ver en dónde está la derecha de verdad. Los que invocan el caso de Islandia para afear la "cobardía" del PSOE y dicen que el hecho de que ese país cuente sólo con 300.000 habitantes es irrelevante olvidan que, al estar fuera de la Unión Europa, tiene una margen de acción que España no tiene.

¿Qué esperaban todos los que ahora se rasgan las vestiduras? Pues es recomendable que se dejen algunas sanas porque aún no ha empezado el baile.

Victoriana.

Cary Fukunaga, Jane Eyre, 2011.-

Las novelistas inglesas de fines del XVIII y el XIX, Jane Austen, las hermanas Brontë, George Elliot (Mary Ann Evans), como las mujeres libertinas e ilustradas francesas del XVII y XVIII Mme de Sevigné, Mlle. de Scudéry, Mme. de Châtelet, Mme de Staël, son tradiciones muy peculiares desconocidas en otros lugares y constituyen casi géneros literarios y epistolares en sí mismas. Y entre ellas sobresale el caso de las Brontë, Charlotte, Emily y Anne. Hijas de un modesto pastor de la Iglesia de Inglaterra cuya mujer falleció tras dar a luz seis hijos, recibieron una cuidada si bien no lujosa educación en un severo espíritu metodista. Las tres murieron jóvenes. Únicamente Charlotte pasó de los treinta años y falleció a los 39, dejando cuatro novelas, una de ellas Jane Eyre. Emily sólo escribió una, Cumbres borrascosas, y Anne dos, una de ellas, La inquilina de Wildfell Hall, considerada una de las primeras novelas feministas y un ataque a la sociedad victoriana tan escandaloso que su propia hermana, Charlotte, prohibió que se reeditara a la muerte de la autora.

Las tres novelas mencionadas son obras maestras, siguen leyéndose hoy y conocen muchas adaptaciones al cine y a la TV. Sólo de Jane Eyre debe de haber más de veinte. Y con razón porque son extraordinarias. Las tres hermanas lo eran (asimismo un solo hermano que tuvieron, Branwell, quien las retrató en el cuadro de la derecha antes de morir a los 31 años alcoholizado y adicto a las drogas) y en los estrechos márgenes que la sociedad victoriana permitía a las mujeres, tuvieron unas breves pero agitadas existencias, unas relaciones muy estrechas entre sí y dejaron obras cumbre de imaginación y calidad literaria.

La prolongada era victoriana ejerció una fuerte impronta sobre la literatura de forma que, en realidad, hablamos de novelas victorianas queriendo con ello decir algo más que "novelas escritas durante la época victoriana". Muchas de las novelas victorianas se ven como ataques al espíritu y las instituciones del tiempo, singularmente la fundamental, la familia. Es fácil de entender porque la época era tan estricta, rígida, artificiosa y opresiva que bastaba su mera descripción para que el resultado fuera una crítica.

Es más o menos lo que sucede con Jane Eyre, la novela autobiográfica de Charlotte, una pieza literaria de primer orden, creadora de un personaje, Jane, que goza de proyección universal. La historia, una especie de Bildungsroman, tiene un elemento gótico muy fuerte. Y no sólo gótico; incluso hay un episodio de un aproximado vampirismo. Desde que Polidori publicara su narración El vampiro, la primera del género en los años veinte, los vampiros frecuentaron la literatura hasta la llegada de Bram Stoker. El argumento es encendidamente romántico pero está encajado en un rígido mundo de valores victorianos. La propia Jane Eyre es una heroína cuya vida está marcada por unos principios de sujeción de la mujer que no comparte y contra los que se rebela (es el elemento de feminismo que se le subraya) pero, al mismo tiempo, representa valores victorianos en estado puro. Jane es un personaje denso, activo, que lucha por afirmarse en condiciones de igualdad a los hombres pero lo hace invocando los valores típicamente victorianos de independencia económica, autoayuda y trabajo productivo con el que ganarse la vida.

La peli de Cary Fukunaga narra la historia de modo aceptable, recogiendo todos los elementos de los conflictos que se plantean, aunque a veces le puede el texto literario y en un par de ocasiones los diálogos son prolijos e innecesarios y en otras no atina a explicar del todo las peripecias porque el guión deja algo que desear a fuerza de deslavazado. Plantea el relato con un larguísimo flashback que desestructura la narración tanto que se ve obligado a repetir escenas para que el espectador pueda saber en dónde está.

Pero a cambio ha traducido muy bien en imágenes el mundo mental de la autora. Los exteriores -y hay muchos- son extraordinarios y las ambientaciones imponentes; las mansiones, las residencias, los carruajes, los jardines. Los personajes están muy bien caracterizados, sobre todo los hombres, que eran los que se le daban bien a Brontë. Lo que ya no es tan claro es que se ajusten a sus papeles. El más logrado, a mi entender, St. John Rivers, el del primo pastor que quiere ser misionero en la India, aquí casi figura secundaria cuando en la obra es un elemento crucial pues, al pedir en matrimonio a Jane, fuerza en esta un proceso de introspección que la hace encontrarse a sí misma y definirse como persona al negársele como esposa pero ofrecérsele como hermana. Rochester está bien, pero no acaba de encontrar el punto. Y el caso más llamativo es el de Jane, interpretado por Mia Wasikowska. Es muy buena actriz y borda el papel, pero es demasiado guapa. Jane tiene un semblante vulgar, anodino (plain es la expresión que usa), que es lo que explica las continuas distinciones entre la belleza exterior y la interior. Pero el rostro de Wesikowska es muy bello y, al presentarla sin maquillaje, sin acicalar, aun lo es más, lo que no se compadece con la historia.

De todas formas, la narración es tan poderosa, la autobiografía de Charlotte Brontë (quien tuvo que publicarla con seudónimo masculino, así como sus hermanas, incluida una antología poética de las tres) atrapa de tal modo que de cualquier forma en que se cuente es apasionante. Fukunaga puede haberse hecho un lío con el argumento (por cierto mucho más simple y lineal que el de Cumbres Borrascosas que, según una de las frecuentes leyendas sobre las Brontë, también es obra de Charlotte) pero refleja el mundo mental de Jane Eyre y hace que esta se manifieste en su mezcla de moral victoriana y antivictoriana al mismo tiempo, lo que da a la obra su gran atractivo.

divendres, 30 de desembre del 2011

Naturalmente: primarias abiertas.

Palinuro está encantado de que tanto el candidato ya postulado, Rubalcaba, como la candidata in péctore, Carme Chacón, se hayan pronunciado por unas elecciones primarias abiertas, "a la francesa". Podrían haber dicho "a la norteamericana" en muchos lugares desde hace tiempo. Dar a los ciudadanos la posibilidad de influir en quién sea el próximo secretario general del PSOE es muy democrático, muy buen comienzo para una etapa de renovación. El PSOE no pertenece a nadie, no a un individuo ni a una oligarquía, ni a un grupo de barones. Pertenece a toda la sociedad española. Ya lo dice su nombre, es un partido español y es natural que los españoles puedan decir algo sobre las decisiones que luego los afectarán.

Preocupado por la imagen de tumulto que el PSOE pueda proyectar con estas elecciones, Rubalcaba recuerda que "no es un movimiento social". Sin duda quiere marcar distancias con el 15-M. Es claro que el PSOE no es un movimiento, pero tampoco es sólo un partido, sino algo más. Y en ese algo más caben sus votantes.

Es de esperar que el Congreso apruebe el procedimiento de primarias abiertas. Queda por saber si habrá más candidat@s. Una vez sabido lo que corresponde es fijar el día de la votación lo antes posible y entre tanto llevar adelante sendas campañas electorales de juego limpio entre los candidatos, de neutralidad del aparato del partido y de debate de ideas. La izquierda es democrática y la socialdemocracia del siglo XXI tiene que encontrar su camino.

La imagen es una foto de Irekia, bajo licencia de Creative Commons).

De señores, siervos y gandules.

Las Cortes Generales casi se vinieron abajo de la ovación. A excepción de los de IU, PNV y UPyD, el resto de los diputados, representantes del pueblo soberano, puesto de pie se fundió en un aplauso de dos minutos, en muestra de cerrado apoyo a la Monarquía en sus horas bajas. ¡Viva el Rey! gritaban. ¡Vivaaaaa! se respondían a sí mismos. Orondo y satisfecho, el Rey se dejaba aclamar.
Salvo honrosas excepciones, como Público, la prensa se deshacía en ditirambos y elogios a la Casa Real, a la ejemplaridad, la transparencia de que había dado muestra (sin estar legalmente obligada a ello, decían los plumillas) al publicar sus ingresos. ¿Ejemplaridad? ¿Transparencia? El Rey da a conocer -ya veremos en qué medida y con qué detalle- sus ingresos públicos -no los privados-a los 33 años de la aprobación de la Constitución y 40 días antes de que su yerno se siente en el banquillo de los acusados por una ristra de presuntos delitos cometidos, al parecer, al cobijo de su figura.
Para Palinuro eso no es ejemplaridad ni transparencia, sino hacer de necesidad virtud. El juicio de Urdangarin será sonado y dará una imagen bastante negativa de la Casa Real a ojos de los ciudadanos. ¿Cabía que ésta siguiera ocultando la cuantía de sus ingresos? No, claro. Lo ha hecho tarde y a regañadientes y de modo enrevesado, sin computar todos sus ingresos procedentes de diversos ministerios. Sólo un espíritu servil puede ver ejemplar y digno de encomio un comportamiento que no es sino el cumplimiento de un deber moral y también juridico pues es falso que la Corona no esté obligada a revelar sus ingresos por el hecho de que aún no haya una ley específica que así lo ordene. No la hay específica, pero la hay general. El Rey es un funcionario público; lleno de privilegios, prerrogativas, títulos y grandezas, pero funcionario y sus ingresos, como los de todos los funcionarios, deben ser públicos y estar a disposición de quien quera consultarlos. Así que aquí no hay nada ejemplar. El Rey trae 33 años de retraso.
Y los revela porque no tiene otro remedio, porque habiendo averiguado hasta dónde llegaban las andanzas del yerno (no haya duda de que el Rey es la persona mejor informada de la situación procesal del Duque de Palma), ha comprendido que es la única forma de que el vendaval de esta imputación no se lleve por delante la Monarquia. Y eso está todavía por ver, cuando se apague el eco de esos atronadores aplausos con que los vasallos han regalado los reales oídos.
La trascendencia del procesamiento de Urdangarin viene dada por ser el imputado quien es, no por otra razón. Delitos como la malversación de caudales públicos, la falsedad documental, el fraude y la prevaricación los ventilan los tribunales todos los días, especialmente en España. Dice el abogado defensor que la imputación se debe al clamor popular. Efectivamente este clamor se da y es lógico que se dé, pero los jueces le imputan delitos concretos, no clamores. No es inteligente cuestionar el procesamiento poniendo en cuestión la independencia de los jueces y su probidad profesional. Si los jueces fueran volubles, venales, influibles, ¿cabe alguna duda de que las influencias de la Casa Real se hubieran hecho sentir?
El clamor popular viene y seguirá viniendo por ser Urdangarin quien es, por estar casado con quien está casado y ser yerno de quien es yerno. Por su posición en la vida. Los Reyes, los príncipes, las realezas tienen varias misiones simbólicas; una de ellas es dar materia para las revistas del corazón porque eso satisface un natural deseo del pueblo llano de hacerse ilusiones de príncipes azules, de olvidarse de lo anodino de su vida, de vivir vicariamente la de los señores, los grandes, los famosos, las celebridades. Es el peaje que la opinión pública les ordena pagar para hacerse perdonar sus vidas de boato, su dolce far niente, sus existencias de gandules y zánganos de lujo. De forma que cumplen poblando las páginas de papel couché. Pero no se les espera en las de crónicas de los tribunales por delitos de estafas propios de chorizos sino, si acaso, por tormentas matrimoniales y otros apasionamientos que también seducen al gentío. Al cruzar esa línea roja, Urdangarin ha desplegado a los ojos del común una vida de parásitos insaciables que, además de obtener una pastuqui de los presupuestos del Estado y de conseguir unos salarios de cine merced a sus enchufes, no pareciéndoles eso suficiente, se apropian al parecer ilícitamente de los caudales del común y los usan para los más fastuosos caprichos mientras millones de personas en España malviven como pueden.
Claro que hay un "clamor popular", señor abogado, y a él debieran unirse sus voces porque también es su dinero el que este presunto gandul a quien defiende se ha apropiado; supuestamente, claro. Más de seis supuestos millones de supuestos euros.

dijous, 29 de desembre del 2011

Señoras bien de derechas.

Los peores enemigos de la igualdad de género, de la emancipación de las mujeres son algunas, muchas, mujeres. Las que aceptan de grado su posición subalterna tradicional, las que implícitamente justifican los privilegios del machismo imperante y así contribuyen a perpetuar el orden patriarcal; las cipayas de este. Son las peores porque, con su discurso de la servidumbre voluntaria, deslegitiman la lucha de sus congéneres por alcanzar la plena condición ciudadana y la igualdad de derechos con los varones. Las más visibles son las mujeres acomodadas, de clase alta, por ser las que tienen más acceso a la esfera pública, pero las hay en todos los estamentos sociales, también entre los más pobres. Su oposición a la emancipación femenina nace de inveterados prejuicios y estos están liberalmente repartidos entre toda la población.

Dado que las conquistas del feminismo, por el que la derecha no ha movido jamás un dedo, han cristalizado en leyes e instituciones que la sociedad ha acabado aceptando y no es posible derogarlas o aniquilarlas, las señoras bien de derechas tratan de vaciarlas de contenido, de inutilizarlas reformulando la terminología que les es propia, retorciendo el lenguaje para confundir la cuestión. Saben que el nombre define la cosa y por eso tratan de cambiárselo. Apenas sentada en la poltrona, la ministra Ana Mato ya ha llamado violencia en el entorno familiar a lo que la ley misma llama violencia de género (Ley Orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género). La intención es transparente y consiste en desactivar la ley, retornar al camino de la sumisión frente a la violencia machista. Más o menos en el espíritu de esa otra señora bien de derechas que acaba de estrenarse como alcaldesa de Madrid y que, al interpretar el cuento La cenicienta, se extasiaba diciendo que esta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar..."

La mala jugada de Mato en contra de las mujeres víctimas de la violencia machista ha levantado una ola de protestas en una sociedad que ha visto cómo en un año caían sesenta de ellas asesinadas por sus parejas y ex parejas, en sus casas, en los parques, en el campo, en mitad de la vía pública y que por lo tanto sabe que la violencia no se da solo en el entorno familiar sino en todos los entornos porque es violencia de género, machista, que sólo cabe combatir teniendo esto muy presente. Vista la contundencia de la respuesta, Mato ensayó un línea de defensa afirmando que "el nombre es lo de menos". Vieja y socorrida falacia. Si el nombre fuera lo de menos, ¿por qué cambiarlo? Porque no es lo de menos sino lo de más. Los delitos deben estar correctamente tipificados con un nombre que no quepa desdibujar o difuminar.

Como el sofisma nominalista no coló, el ministerio de Ana Mato emitió ayer una nota de prensa en la que se califica el último asesinato de una mujer por su ex compañero sentimental de "violencia de género"; pero en el cuerpo del texto vuelve a hablar de violencia en el entorno familiar. Quieren restar importancia a esta lacra, diluirla en un problema de "familia", en definitiva, desproteger a las mujeres. Por eso insisten en cambiarle el nombre.

Hace un tiempo, en un libro de Pilar Urbano sobre la Reina Sofía, esta, que es quintaesencia de las mujeres bien de derechas, de las damas como Dios manda, decía a la periodista que no se opone a que los homosexuales se junten (olvidó decir que no se opone ahora pues ya no puede evitarlo) pero que no llamen "matrimonio" a esa unión. Efectivamente, los nombres importan, son decisivos, sirven para reconocer derechos. Torcerlos, cambiarlos, ayuda a recortar, a mermar esos derechos pues, por fortuna, ya no es posible negarlos de raíz. Que es lo que las señoras bien de derechas quieren hacer con los que protegen a las de su sexo.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

Una Lisístrata moruna.

Muy interesante película de Radu Mihaileanu (La fuente de las mujeres, 2011) sobre un hecho real acaecido hace unos diez años en una aldea perdida de Turquía. Las mujeres tenían que ir a aprovisionarse de agua a una fuente muy alejada y de difícil acceso entre grandes trabajos y fatigas, mientras los hombres estaban sentados en las terrazas de los bares charlando. Un buen día las mujeres deciden negarse a tener relaciones sexuales con sus maridos, hacer una huelga de amor, mientras estos no vayan por el agua. Mihaileanu sitúa la acción hoy, en 2011, en algún país del norte del África en la inteligencia de que estas costumbres sociales (las mujeres, casi todas ellas analfabetas, trabajan como animales de carga mientras los hombres holgazanean) es común en el Islam.

El hecho parece reproducir el imaginado por Aristófanes hace 2.500 años en su comedia Lisistrata y, entrevistado el director, se refiere al comediógrafo griego. Pero ahí se acaba el parecido. La Grecia clásica no tiene nada que ver con el Islam contemporáneo ni las mujeres griegas con estas semiesclavas de las sociedades musulmanas. Además, la motivación es la inversa. Las griegas niegan a sus maridos el lecho para obligarlos a poner fin a la prolongada guerra del Peloponeso. Precisamente Lisistrata se escribió y representó al año siguiente de la derrota de Atenas en la batalla de Sicilia, en la que los atenienses perdieron casi toda la flota (doscientos navíos) y miles de hombres y unos ocho o nueve años antes del desastre final en Egospótamos. En la peli, en cambio, la huelga de sexo se produce porque los hombres, antiguos guerreros, hace ya muchos años que no van a la guerra y viven como parásitos de sus propias mujeres.

Esta explicación, que se repite un par de veces en la película, introduce al espectador occidental o europeo de hoz y coz en un mundo tan extraño, atrasado, injusto, convencional, oscurantista y angustioso que cuesta trabajo darlo por coetáneo. Sin embargo, lo es; es el mundo islámico rural, el más dominado por los preceptos de esa religión que, como todas, es misógina.

Y de eso trata la película que dura más de dos horas pero no se hace pesada porque constituye un verdadero documental de gran valor antropológico y cultural. Está rodada en escenarios naturales, con imponentes paisajes muy bien fotografiados, sin decorados, en las casas en las que vive la gente, sin suelos, sin ventanas, en los comercios, mezquitas, calles, plazas, sin asfaltar, sin luz ni agua corriente, pero con teléfonos móviles, aunque con dificultades de cobertura.

Introducido en esta sociedad tan cercana geográficamente como lejana culturalmente, Mihaileanu refleja diversos conflictos que nos informan de las relaciones de los hombres con las mujeres, de las mujeres y los hombres entre sí por razones de edad, de fortuna, de conocimientos, los lazos de parentesco, las obligaciones familiares, los ritos, las tradiciones, las interpretaciones del Corán. Solo en los dos momentos en que aparece el amor encontramos peripecias que nos son cercanas. Y todo ello apunta siempre al centro del relato: la condición humillada, explotada y escarnecida de las mujeres y sus esporádicos y desesperados esfuerzos por salir de ella. Se aprende mucho con esta película.

Aunque en parte ya lo sabíamos. Hace cincuenta, cien años, en nuestros países, en España, la situación era muy similar y de ello quedan vestigios (ver más arriba el post sobre Ana Mato). Pero había una diferencia notable: las mujeres estaban oprimidas y explotadas, desde luego, pero los hombres no ejercían de zánganos salvo en el hogar; fuera de él trabajaban hasta reventar. Una diferencia importante que, junto a la de la religión, tiene que haber sido decisiva para que nuestras sociedades, injustas como siguen siendo, estén a años luz de este espantoso atraso.

dimecres, 28 de desembre del 2011

Democracia y renovación en el PSOE.

Hay mucha preocupación en el PSOE por si el actual proceso de renovación divide o fragmenta el partido. Demasiada. A nadie parece acurrírsele la idea de que lo contrario, esto es, un partido monolíticamente unido, cerrado sobre sí mismo, detrás de un líder indiscutible e indiscutido sería igualmente malo. Porque son las dos posibilidades reales en un momento en que la necesidad impone reflexión, debate, clarificación y consiguiente reorientación; ambas negativas por ser extremas. Ciertamente es malo que del debate se siga la polarización, el enfrentamiento y la fragmentación como suele pasar en IU; pero también lo es, incluso peor, que la cerrada unidad autoritaria forjada en la unanimidad que la prensa ha dado en llamar a lo búlgaro, asfixie todo debate

Entre los dos extremos se mueve la renovación del PSOE y, a poco que ésta se haga con transparencia, apertura, respeto mutuo y formas democráticas, no tiene por qué incurrir en ninguno de ellos. Al contrario, la confrontación dialéctica aclarará muchas cuestiones y permitirá llegar a decisiones democráticas que son las que tienen dignidad y fuerza. Todas las opiniones, los criterios, las ideas deben ser bienvenidos. Ya la discusión misma sobre si el debate debe ser de personas antes que de ideas o de ideas antes que personas muestra lo sano que es plantear los problemas a la luz del día. Al final, como era de esperar, la discusión es sobre personas y sobre ideas al tiempo, aunque estas últimas anden un poco a la zaga.

El PSOE es un partido histórico, no de aluvión. Es un partido de gobierno, no de sempiterna oposición. Todo lo cual le otorga un empaque y una responsabilidad que le permitirán renovarse sin mayor quebranto. Como dice Carme Chacón, candidata in péctore, la democracia le sienta muy bien al PSOE. Añade la exministra que el candidato Rubalcaba tiene "todo su respeto". Efectivamente, ese es el estilo. Estoy seguro de que si ella da el paso de presentar a su vez su candidatura, la reacción de Rubalcaba será análoga a la suya. Con ello habría ya dos candidatos, como calcula el secretario de organización, Marcelino Iglesias. Pero tampoco pasaría nada porque hubiera más.

Al espíritu democrático del proceso ha contribuido no poco el anuncio de Zapatero de que será neutral entre los candidatos. Por supuesto; daría muy mala impresión que no lo fuera y probablemente sería inútil. El expresidente es historia y su función ahora no puede ser sino la de un árbitro, un caretaker, encargado de guardar las formas mientras entrega el testigo; no la de un órgano de decisionismo schmittiano. El PSOE no puede renovar su dirección por el procedimiento de la designación a dedo, como hizo Fraga con Aznar y Aznar con Rajoy. El PP y el PSOE no son lo mismo.

Sean cuántos y quiénes sean los candidatos, lo que corresponde ahora es determinar el modo en que se decidirá entre ellos. Al margen de actitudes más o menos ordenancistas con los estatutos del partido en la mano (que es a lo que recurren quienes temen los cambios por sí mismos) el PSOE tiene tres vías posibles: a) votación de los delegados del congreso, lo que ya cumple el mandato constitucional de funcionamiento interno democrático; b) elecciones primarias cerradas, esto es, votan todos los militantes; y c) elecciones primarias abiertas, es decir, votan también los electores lo que, al ser el voto secreto, quiere decir todo el mundo. No sé si será preciso señalar que Palinuro es partidario de la tercera forma, aunque quizá sí explicarlo, lo cual es sencillo. Si el PSOE quiere pedir el voto para un programa es lógico que permita a sus electores pronunciarse de antemano sobre su contenido. Esto equivale a dar voz y voto sobre las fortunas del partido a quienes no pertenecemos a él.

La llamada "guerra de los manifiestos" ha dejado en el aire la sospecha de que unos y otros ven el debate del PSOE como algo que sólo incumbe a sus afiliados y, si se me apura, a los dirigentes. Al menos, es lo que me ha parecido entreleer en un artículo de José Borrell titulado Empieza el debate. Sin embargo parece obvio que así como no se puede negar a quienes formaron parte del gobierno socialista el derecho a intervenir en el debate, tampoco a quienes no formaron parte de él y ni siquiera del mismo PSOE. Si una de las preocupaciones de los socialistas es haberse apartado de la gente, el asunto empeorará manteniéndola al margen. Todo el mundo que quiera aportar algo a la renovación de la izquierda y lo haga de buena fe debe ser bienvenido.

En todo caso, el congreso es soberano y a él corresponde decidir sobre el cómo y el quién. Y desde hoy, en que ya hay un candidato, hasta el día del congreso que cien flores se abran y compitan cien escuelas, como decía Mao Tse-tung, quien gustaba referir la impresionante fábula del viejo tonto que removió las montañas.

(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).

Fabracadabra: caciquismo morganático.

Según las crónicas, el todopoderoso cacique castellonense Carlos Fabra es un hombre dicharachero, sanguíneo, chistoso, aficionado a cenas y saraos, con un repertorio de canciones italianas de su juventud que entona en cuanto tiene ocasión, amigo de todo el mundo y conseguidor universal de la provincia. Quizá todo esto tenga su lado bueno, al menos para los beneficiados y clientes de tan singular personaje, pero en lo que hace al interés general y a la política local no puede ser más lamentable. El expresidente de la Diputación provincial, prácticamente hereditario de la dinastía Fabra, esta imputado por varios presuntos delitos fiscales hace más de seis años, en unos procesos rocambolescos que devoran jueces a la misma velocidad que los mercados las primas de riesgo. Todos los poderes del Estado, de la Comunidad y de la provincia aparecen congelados y distorsionados por una presunta corrupción que rodea la acción de Fabra. Una acción dictada, al parecer, por su discrecionalidad y su pintoresco carácter.

Según algunas voces, que Fabra haya construido e inaugurado a bombo y platillo un aeropuerto en el que no aterrizarán aviones es un escándalo que debiera eclipsar para siempre la figura del político del PP. Es no conocer a nuestro hombre quien, al parecer, tiene pánico a montar en avión. A cualquiera se le alcanza que el mejor modo de no sufrir el miedo a volar es que no haya vuelos, ni aviones. En ese aeropuerto sin aviones que, sin embargo, cuenta con un director que cobra un buen sueldo, solo aterrizarán halcones que no tienen miedo a volar.

Ayer mostró el gran Fabra quién manda en la provincia al conseguir que su novia sea nombrada vicepresidenta de la Diputación. Cuando los conservadores sostienen que la política de cuotas de género degrada a las mujeres seguramente quieren decir que la apropiada con vistas a la mejora de la condición femenina es la política conyugal o de pareja de hecho. No obstante es posible que la motivación de Fabra al conseguir este nombramiento haya sido ensalzar la figura de su novia, Esther Pallardó que, al ascender a la cúpula de la Diputación, pierde su condición morganática pues ya está al nivel del galán que canta canciones italianas de Adriano Celentano.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 27 de desembre del 2011

Sácame de esta.

Vamos a suponer que sea verdad lo declarado por el sastre José Tomás en el juicio de los trajes. Por supuesto, Camps es inocente en tanto no se demuestre lo contrario. Pero más inocente es Tomás que ni siquiera está imputado y se presume que, por ser testigo, dice la verdad. La verdad parece ser que el nueve de febrero de 2009, Camps lo llamó por teléfono varias veces y una de ellas le dijo: "sácame de esta y no te faltará de nada". Es decir, reconocía haber cometido un ilícito, pedía a Tomás que incurriera en otro, encubrimiento, y para compensarlo anunciaba cometer alguno más a fin de que al sastre no le faltara de nada. Para tratarse de un presidente de una Comunidad Autónoma, era una conversación a la desesperada que retrata una gestión histéricamente consagrada a salvar el propio gaznate. La de un político ejemplar a juicio de sus compañeros de partido.

Hay aquí un drama. Un hombre en el cenit del poder y la gloria, aclamado por la multitud, mimado por las fuerzas vivas de la sociedad, los empresarios, los banqueros, los curas, los jueces, un hombre cuyas decisiones nadie discutía, ve abrirse el abismo bajo sus pies por un asunto que considera menor y se lanza a evitar su hundimiento sin reparar en medios. Se parapeta tras la dirección nacional de su partido, dilata cuanto puede los procedimientos judiciales, confía en que algún juez más que amigo le resuelva la situación (por cierto, ¡vaya justicia que administra aquel De la Rúa que archivó el caso de Camps en un primer momento y cómo se parece a la prevaricación!), deja de responder durante casi tres años a las preguntas de los periodistas y se presenta a las elecciones pidiendo un amplio respaldo popular que, en su desvarío, cree que podrá contraponer a las decisiones judiciales.

Pero en esos mismos años este hombre sostenía (falsamente, según se ve) que él se pagaba sus trajes, que no conocía al Bigotes al que, sin embargo, decía querer un huevo, que no sabía nada de la Gürtel. Es decir, vivía instalado en la mentira y el engaño. Y no sólo eso, también era agresivo con la oposición a extremos insólitos. Estando pendiente de que lo sacaran de esta, Camps se atrevía a acusar de intención asesina al portavoz del PSOE en Valencia, Ángel Luna, a quien llegó a decir que le encantaría coger una furgoneta, venirse de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta. Dicho por uno que estaba presuntamente tratando de burlar la acción de la justicia, esa barbaridad demuestra lo que el propio Luna dijo y Palinuro lleva dos años sosteniendo: que el hombre no está enteramente en sus cabales y, con independencia de ello, da la medida de un político indigno que debiera ser expulsado sin miramientos del puesto que ocupa en el Consell Juridic de la Comunidad valenciana. Y, con él la pandilla de colegas, todos muy ejemplares desde luego, que ha convertido el antiguo Reino en una cueva de presuntos mangantes.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

Cuestión de medida.

Ha sido buena la idea del Museo Thyssen de Madrid de dedicar una exposición a la pintura de Berthe Morisot, una de los pintores impresionistas franceses menos conocidos, probablemente por ser mujer, lo que no solamente condicionó el alcance de la temática de su pintura sino la repercusión social de su obra. Sin embargo, la autora de La cuna es una artista de gran categoría, una fuerza decisiva en el comienzo y la consolidación del impresionismo. Había aprendido la pintura al aire libre, punto central de la nueva corriente, en su juvenil contacto con Corot y la escuela de Barbizon y puso su mirada, su curiosidad, su particular forma de presentar las cosas y gentes de la realidad al servicio de una idea del artista como iniciador. Ante sus obras uno tiene la sensación de que lo estuvieran introduciendo en un contenido, de que le estuvieran ofreciendo, no una visión, no una impresión, sino una opinión lo cual es, precisamente, poco impresionista. Ella lo fue militantemente pero acusa en su obra con gran fuerza la influencia de su cuñado, Eduard Manet, de quien fue también modelo, amiga y confidente. Y Manet nunca se consideró a sí mismo impresionista.

La peculiaridad de Morisot se aprecia comparándola con la otra gran pintora impresionista, la norteamericana Mary Cassatt, mucho más prolífica que ella y que, como ella, hubo de aprender su arte como pudo, de forma autodidacta, pegándose a los maestros (en las dos fue Degas una influenia decisiva) pues las mujeres tenían prohibido el acceso a los estudios formales, institucionalizados, de pintura. Cassatt es más uniforme, más regular y menos variada que Morisot, que cultivó un arte más compleja, más sinestésica, pictórica y poética.

Algo de todo esto, aunque no mucho, se aprecia en la exposición del Thyssen y ello porque se reduce mostrar los fondos propios de (o en torno a) Morisot y los que ha traído del Museo Marmottan Monet de París que consisten, en lo esencial, en unas docenas de piezas que la pintora conservaba en su casa y los herederos donaron luego al museo. Aunque el Thyssen pretende ensalzar la importancia de la colección advirtiendo que es poco conocida y que consiste en obras que Morisot conservó para sí, la verdad es que se trata mayoritariamente de obra menor, acuarelas, bocetos, dibujos, algunos óleos que la artista no llegó a vender seguramente por no considerarlos acabados o con la suficiente categoría. Está bién que el museo traiga esta muestra. Lo que no está tan bien es que cobre 8 euros por la entrada, como cuando presenta una exposición trabajada, difícil de organizar, con obras importantes y que normalmente comparte con Caja Madrid, que no es aquí el caso. Es carísimo; es un abuso.

dilluns, 26 de desembre del 2011

El mensaje estaba en la foto

Atención a la foto a la izquierda del Rey en su charla al amor del Belén. Es él mismo entre Rajoy a su derecha y Zapatero a su izquierda, sutil detalle que insinúa la idea de que la que importa es la derecha. ¿Qué más tiene de interesante esa foto? Que no se había visto nunca. Es lógico, se tomó con motivo de la última alternancia en el gobierno. Es verdad, pero no recuerdo haber visto otra parecida con otros presidentes del gobierno, aunque puedo estar equivocado.

En todo caso, la foto está oportunamente enmarcada y exhibida a la vista de todos los españoles, al menos de los que siguieron el mensje real por la curiosidad de ver cómo faenaba el rey el morlaco de Urdangarin. Era una comparecencia que traía el morbo de los números de trapecio sin red en el circo. La red era la foto.

¿Qué más dice la solemne instantánea? No sólo dice, sino que canta el fementido bipartidismo que tiene a Llamazares en un grito. El Rey con los dos jefes de los dos partidos. Si el Rey lo fuera de verdad de todos los españoles se fotografiaría con toda la basca parlamentaria, incluido el de Amaiur. Pero el Rey no es un legítimo Camborio, así que va a lo segurito. Al sentido de Estado. La función de la foto es recordar a los amados súbditos que los dos partidos mayoritarios que juntos representan unos 18 millones de votos están como una piña con la Corona en momentos de zozobra y galerna. Luego cada cual interpreta las reales palabras como le interesa, lo cual es fácil porque, a fuer de genéricas, ambiguas y retóricas, son como las respuestas del oráculo de Delfos, en las que cada cual escuchaba lo que quería oír.

A Dolores de Cospedal, hablando en nombre del PP, el discurso le ha parecido muy bueno por no recuerdo qué razones y Marcelino Iglesias, en nombre del PSOE, cree que el Rey ha estado a la altura de las circunstancias. Definitivamente, la foto ha sido un éxito de merchandising. Un exitazo porque, además, ha resuelto el enojoso problema de la foto de familia que, en el mejor de los casos, quedaría reducida a cuatro de los ocho originales. ¡Un 50% de bajas en el choque de la institución con los pavores del siglo! Así que Rajoy y Zapatero son los sustitutos de los dos yernos ausentes. Es más: en momentos de peligro para las instituciones (es decir, la Monarquía) la familia del Rey son sus leales vasallos, jefes de sus mesnadas. Ya sé que es una interpretación algo feudal del signo de una Monarquía moderna, democrática, parlamentaria; es posible, pero también es cierta desde el momento en que la misma monarquía se enorgullece de hundir sus raíces en épocas lejanas, de las que trae evidentes efluvios.

El tesoro de la aventura.

La 3D se impondrá en el cine como en su día se impuso el sonido, después el color y luego el cinemascope, al menos para cierto tipo de historias. Suele haber resistencias al principio, pero acabarán cediendo. En estos días de vacaciones infantiles agarré a los críos y nos fuimos a ver la última de Steven Spielberg, Las aventuras de Tintin, subtitulada El secreto del Unicornio. Para ser unos niños aguantaron muy bien probablemente porque están más acostumbrados que yo a estas animaciones que no son personajes reales, aunque hablen como tales, ni dibujos animados, sino figuras hechas con programas informáticos. Pero muy bien hechas. Desde luego, unas mejor que otras. El capitán Haddock está clavado y Hernández y Fernández pasables. El propio Tintin no acaba de convencerme, pero es él sin duda alguna.

Había empezado contando a los niños que ese Tintin era el de unos tebeos que yo leía cuando chaval pero, como sé que las memorias de los mayores apenas interesan a los críos y que estos sólo se prendan de lo que a ellos les gusta, me callé prontamente, dando algunas explicaciones generales. Pero la peli les entusiasmó, igual que a mí que tengo, como muchísimos de mi generación, debilidad por el mozo reportero, a pesar del machismo y hasta el racismo de las historias de Hergé. Es curioso que esos tintes racistas (por ejemplo, Tintin en el Congo) no le hayan dado mal nombre mientras que sí se lo dio el primer cuaderno que publicó en 1930, Tintin en el país de los soviets, que era, en realidad, un trabajo de propaganda anticomunista de encargo. Tanta que el propio Hergé no quiso que se reeditara y es el único, que yo sepa, que no se pasó a color y del que tampoco se han hecho pelis de dibujos animados. Casterman, que publicó todos los tintines en los años setenta, dejó el de los soviets en blanco y negro. ¡Y es el episodio en que nace Tintin!

La peli de Spielberg, en realidad, funde dos álbumes sucesivos publicados hacia 1943: El secreto del Unicornio (que subtitula la película) y El tesoro de Rackham el Rojo, y mete elementos de otros relatos, como el buque Karabudjian (de El cangrejo de las pinzas de oro). Falta en cambio el profesor Tournesol que, sin embargo, es decisivo porque inventa un submarino especial que no les sirve para nada en la aventura en el tebeo pero les permite reunir el dinero para comprar el Chateau de Moulinsart al vender la patente. Está la Castafiore rompiendo vidrios con sus agudos. Hernández y Fernández son magníficos y el inevitable Milú tiene sus ratitos de protagonismo, incluso en momentos 3D. Por cierto, algunos efectos especiales (las grúas) están muy bien pero resultan un poco cansinos. El combate de las dos galeras, en cambio, muy bueno.

Hay algo, sin embargo, que el cine apenas recoge (pero lo hará, como lo han hecho muchos dibujos animados) y es una falta muy sensible: el minucioso detalle con que Hergé dibujaba escenas de la vida cotidiana, calles, estaciones, casas, locales, o las máquinas que los personajes utilizaban, coches, motos, aviones, barcos, trenes. Las historias de Tintin son casi testimonios documentales gráficos de la vida en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Como Hergé las publicaba en tiras en un diario, igual que Dickens las novelas por entregas, se solazaba en los escenarios, en la prolijidad del dibujo porque así alargaba las narraciones; como Dickens. Y es el encanto de Tintin: aventuras disparatadas de tesoros escondidos, destronamientos, conspiraciones, cultos malignos, secuestros, diamantes sangrientos, espionaje, en las ciudades, selvas y mares de las cinco partes del mundo. Y todo dibujado con detalle casi fotográfico.

diumenge, 25 de desembre del 2011

La justicia del Rey.

Contentísimos se han puesto los innumerables monárquicos y juancarlistas del Reino con el mensaje del Monarca. Tanto que algunos, me consta, se agarraron un entripado en la cena posterior y una media moña. Pues nada, hombre, a dormirla, a ver si en el día de hoy amanecen más despiertos. Estaban muy preocupados por el efecto que este mensaje pudiera tener, dada la incómoda situación en que se encuentra la corona con los presuntos garabatos del Duque de Palma, como vaticinaba Palinuro en su post de ayer, Esta noche hablo Yo. Pero ya se han tranquilizado.

¿Y qué ha dicho Juan Carlos para causar tanto alborozo? Que la justicia es igual para todos. Emocionado, El País saca un editorial exultante, hablando de la ejemplaridad real con un juego de palabras a propósito del pobre Urdangarin de comportamiento no ejemplar y, siempre más reticente y republicano, Público titula El rey sobre Urdangarin: "La Justicia es igual para todos". No puedo imaginar lo que dirán los diarios más oficialmente monárquicos, los fieles de toda la vida como Dios manda.

Todo esto muestra el bajo nivel crítico de los comunicadores y hacedores de opinión. Porque, ¿qué otra cosa podía decir el Rey? ¿Que la justicia no es igual para todos? Al afirmar este hecho, el Rey no está concediendo nada, no está haciendo nada que pudiera no conceder o no hacer. La justicia en España es igual para todos, lo diga el Rey o no, pues es la ley. Entonces ¿por qué subrayarlo, festejarlo y, en el fondo, agradecerlo? Porque en el espíritu servil que, por las razones que sean, caracteriza a buena parte de la opinión pública, existe siempre ese miedo a que el reinante o gobernante se salte el imperio de la ley. Sólo así puede explicarse que se hagan fiestas a alguien por decir una perogrullada.

La ley es también igual para Urdangarin quien parece que será imputado ya en los próximos días porque el aluvión de noticias sobre sus presuntos malabarismos de ladrón de guante blanco están colmando hasta la inenarrable paciencia de los españoles. El Rey lo ha dejado claro sin mencionarlo directamente. Pero aunque lo hubiera dejado oscuro, su yerno comparecerá ante la justicia si los jueces lo imputan y los jueces lo imputarán si creen que deben hacerlo.

No acaba ahí esta complacencia entregada a la bienamada monarquía sino que además se pasa por alto el hecho de que hay un caso en que el enunciado de "la justicia es igual para todos" es falso; precisamente en lo referente al Rey, que es inviolable y su persona no está sujeta a responsabilidad. O sea, la ley no es igual para todos. Es digno de consideración el argumento de que no se debe ser radical y sí admitir una insignificante excepción por tratarse de la Jefatura del Estado, pero no convence en absoluto. ¿Qué motivo real hay para que el Rey esté por encima de la ley?

El enunciado también es falso en otros flecos. En realidad, de hecho, hay enormes desigualdades ante la ley y la justicia. Está por ver que la igualdad ante la ley rija también para la infanta Cristina, cotitular de alguna de esas empresas sin ánimo de lucro con las que el matrimonio parece haberse forrado. Y también está por ver que lo sea para el propio Urdangarin. Todos coinciden en pedir celeridad en el procedimiento judicial para evitar juicios paralelos y mayor deterioro de la imagen de la Corona. Efectivamente de sobra se sabe que una justicia lenta no es justicia sino injusticia. Y no está bien que la padezca el Duque de Palma. Ni ninguno de los miles de justiciables del país que la sufren y son tan iguales ante la ley como Urdangarin. Es la enésima repetición de la célebre paremia de la Granja de animales, de Orwell: Todos los animales son iguales pero unos son más iguales que otros.

Tan bajo anda el nivel crítico de la opinión que nadie cuestiona que ese "tradicional" mensaje del Jefe del Estado se pronuncie en coincidencia con la máxima festividad de la iglesia católica, igual que en tiempos del Invicto. Nace Dios y con él viene la palabra del dios de la tierra. Queda por hacer en la tarea de separar la iglesia del Estado. Al lado de la imponente coyunda de esta fecha, que los ministros juren sobre la Biblia, que los crucifijos presidan las aulas, que los curas tomen las calles con los más variados motivos y digan al Parlamento cómo tiene que legislar, son acontecimientos menores.

dissabte, 24 de desembre del 2011

Esta noche hablo Yo.

Amargo cáliz. Tenía que salir Urdangarin a dar la cara. Claro que el pobre no puede. Como es sordo, no entendería las instrucciones en el plató. Además me corresponde; soy el Pater familias. Algunos dicen que reinar es fácil y lo hace cualquiera. A ver quién sale a decir a no sé cuántos millones de españoles que los tiempos son difíciles. Con el fondo de la bandera y las figuras del Belén que por lo menos serán de Salzillo, digo yo. La patria y el altar, lo más sagrado. A la misma hora unos agitadores han convocado caceroladas en las ciudades. Caceroladas para tapar mis palabras. Es lógico. Si llega la República será al son de sartenes y cacerolas, cosas del pueblo. Palabras de ánimo en el esfuerzo que todos los españoles hemos de hacer para superar la crisis. ¡Vaya crisis! Cuatro año de crisis y estos que vienen ahora pretenden prolongarla otro año. O sea, queridos vasallos, hay que seguir apretándose el cinturón. Y yo con Urdangarin en casa. La Reina me aconseja mucho, mucho tacto, no vaya a pasar lo de Grecia, su patria. Pero ella se larga a visitar a la pareja en Washington. Y yo me quedo a aguantar el chaparrón y escuchando todos los días al príncipe de Asturias al que le ha dado un sarpullido. Afortunadamente todos los políticos con algo de peso me apoyan lealmente. Do ut des. Mi real persona trajo la democracia; la democracia me debía una. Todos dicen que una cosa es un yerno (al fin y al cabo, un agnado) y otra la institución misma. Además, yo soy inviolable. Lo de la infanta anda algo más crudo, pero no creo la llamen a declarar ni como testigo. La mujeres no debían ser testigos pues no va con la etimología de la palabra. ¡Señor, Señor! Tenía que ser en diciembre. No podían los jueces esperar un mes y tirar del hilo en enero. Esto de dividir los poderes del Estado, que se le ocurrió a Carlos Luis de Secondat, fue una insigne torpeza. Porque yo ahora emitía una lettre de cachet y, ¡paf!, Urdangarin desaparecía. Missing, como se dice en español. Y a buscarlo. En fin, ¿qué diré, pobre de mí; a dónde iré, pobre de mí? Con lo mal pensado que es el personal. No puedo echarle la culpa a Zapatero; no cuadra. Si acaso, a la burbuja inmobiliaria. Pero, si lo hago, estos de ahora me bajan la asignación. Y habrá que pagar abogados. Encima, con este ojo que tengo a la virulé, enésima prueba de mi enemistad con las puertas. Bueno, puedo hablar de mi salud: la rodilla, el careto, un pulmón, el pie. Quita, quita, igual lo toman como una indirecta sobre los recortes de la sanidad. Como andan todos escocidos van a estar al acecho para hacer comparaciones odiosas y absurdas. Porque, aunque repartiera mis asignación entre todos los españoles, no iba a sacarlos de pobres. Tocarían a veinte céntimos por barba. Pero dicen que es el ejemplo, el símbolo, la apariencia lo importante. ¡Caramba! La sociedad tampoco es muy ejemplar que digamos. Los políticos, los empresarios, los banqueros, los sindicatos. Que alguien tire la primera piedra, como decía Cristo. Hablando de Cristo, hay que ver también qué cincinatti montaron este verano los curas con el Papa y los jóvenes; precisamente los jóvenes, con la que está cayendo. En fin, Cristo nace esta noche. Noche de paz, noche de amor, en que la familia recupera su hondo valor cristiano y augura un año en que volverá a ser lo que siempre fue de verdad. Y ya está, lo dejo aquí, no me acusen de meterme en política. Noche de amor, noche de paz. ¡Ah! Se acabó ETA, se acabó la pesadilla, la lacra del terrorismo y tampoco sigo por si piensan que respaldo a Rubalcaba en el guirigay de los socialistas. Además, con estos vascos nunca se sabe. ¡Pues no van los de Amaiur y piden que intervenga en ese avispero! Terminaré hablando de Europa, siempre muy socorrida, esa gran empresa, esa apuesta por los valores más altos de la civilización. Seguro que alguien pregunta si cotizan en bolsa y si yo he invertido en ellos mi fortuna. Definitivamente, conciudadanos, esta no es mi noche.

(La imagen es una foto de א (Aleph), bajo licencia de Creative Commons).

Negro y oro

Animado por un magnífico artículo de Félix de Azúa en El País, titulado Caballería de chispa y pedernal, me fui a ver la exposición sobre el toisón de oro de la Fundación Carlos de Amberes que, a pesar de ser empalagosamente monárquica, me cae bien porque está en la madrileña calle de Claudio Coello en la que nací. Cada cual tiene sus rarezas.

Así que el toisón de oro y la monarquía española. El valor de los símbolos. El mundo de la heráldica. Los colores, los signos, las figuras, los estandartes, los blasones, los emblemas, todo lo que permitía distinguir a los malos de los buenos, a los buenos de los mejores, a los mejores de los excelentes, a los excelentes de los sublimes, habitualmente un puñado en un tiempo en que los combatientes iban tan cubiertos por armaduras que no se distinguían sus rasgos personales. Los caballeros de la orden del Toisón de Oro, creada por Felipe el Bueno, duque de Borgoña en 1429 en el espíritu de las órdenes de caballería; segunda sola, según informa Miguel Ángel Aguilar, director de la Fundación, a la de la Jarretera inglesa. Está bien que sea el espíritu de la caballería originariamente entendida como militar, como las órdenes del Temple o de San Juan, Santiago, Calatrava, Montesa o Alcántara, todos guerreros. En la del Toisón de Oro, predominaba lo guerrero en Carlos el Temerario y Carlos I de España; luego ese afán militar desapareció y la orden adquirió un carácter de ostentación más pacífica, con Felipe II y los subsiguientes Austrias, que jamás combatieron en guerra alguna, al igual que los Borbones. Carlos III era más bien municipal, Carlos IV y Fernando VII se pusieron en manos del enemigo, Alfonso XIII se declaró neutral y no sigo.

En cuanto pasó de los burgundios a los austrias, a través del matrimonio de María de Borgoña con Maximiliano de Austria, el toisón se convirtió en atributo de la monarquía, del Imperio y, luego, de carambola, de la Monarquía hispánica que se identificó con él, con el símbolo, de tal modo que, cuando cambió la dinastía, pasó a los Borbones y hoy los monárquicos sostienen que es el signo distintivo de la monarquía española y no les gusta recordar que también lo es de los austrias del Imperio Germánico y después, del Imperio austro-húngaro. De forma que hoy hay dos órdenes distintas del Toisón, con grandes maestres distintos y que otorgan el distintivo por razones también distintas.

El toisón es el vellocino de oro que viene directo de la expedición de Jasón y los argonautas a la Cólquide para hacerse con el talismán entre aventuras sin cuento. Una empresa heroica, típica de la caballería andante, en la que participaron, entre otros héroes, Hércules, Castor y Pólux y Orfeo. Encaja bien en la mentalidad y puede decirse que el vellocino es una forma del Grial. ¿Por qué no? Nadie sabed qué forma tenía. Unos, los más, lo imaginan como una copa; otros, como un plato; otros como algo más viril. También podría ser un vellón. Pero el mito de Jasón tiene elementos escabrosos en la presencia de Medea, así que pronto se dio un intento católico de cristianizar la orden (al fin y al cabo era reconocida por una bula papal) refiriendo el carnero a la historia de Gedeón en la batalla contra los madianitas del Libro de los Jueces en la Biblia. Pero esta asociación tampoco es muy ejemplar ya que Gedeón indujo al pueblo a la idolatría contra la que había empezado luchando. Además, las historias no tienen color. La de Jasón es mucho más atractiva y ofrece la ventaja de que pone en escena a Hércules quien en tiempos de los últimos austrias españoles había sido declarado personificación de la monarquía hispánica que incorporó a su escudo las dos columnas del plus ultra borgoñón, do todavía están. En el Casón del Buen Retiro, en donde Zurbarán había pintado diez de los trabajos del héroe para solaz de Felipe IV, en un fresco de Lucas Jordán es el mismo Hércules quien entrega el vellocino a Felipe el Bueno, con lo que ya se sabe quién es el héroe de la dinastía española. Un héroe inmortal.

Con su amplio collar de eslabones en forma de B de Borgoña y el vellocino colgando, la joya es bella y muy vistosa. Ese oro resalta poderosamente sobre el negro riguroso del estilo borgoñón que impregnó la corte española prácticamente hasta la muerte de Carlos II. Severidad, autoridad, lujo. Los felipes raramente lucen otra joya, pues el toisón no es compatible con otras órdenes, es exclusiva, única, grande. Así que la exposición se convierte en un paseo entre retratos de los austrias y los borbones, originales y copias de Altdörfer, Durero, Van der Weyden, Pantoja de la Cruz, Rubens, Tiziano, Carreño, Anguisola, Goya, Velázquez, Vicente López, Moro y algunos otros. Lo que une todos los retratos es el toisón, lo que salta a la vista es el sempiterno toisón, el signo de la realeza hispánica, pero lo que los ojos ven son los rostros de los monarcas, los felipes, Carlos II, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII, por ser prudents y citar algunos; rostros y biografías a los que viene grande la grande empresa. Y, con Isabel II, otra quiebra de la unicidad de la orden a empuje de los carlistas, que no renuncian a la ley sálica.

A la orden del toisón se ha atribuido una especie de misión europeísta, pues no en balde el grefierato sigue en Bruselas, si no me equivoco. Esa misión europea es el contrapunto de la original que comprometía a la orden a la reconquista de los Santos Lugares ya que el Rey de España es Rey de Jerusalén. Sin embargo, el Gran Maestre actual, Juan Carlos I, ha otorgado la orden a mahometanos como el Rey Husein de Jordania o Abdalá Bin Abdelaziz, de Arabia Saudita, con lo que la recuperación de la tierra santa quedará para momentos mejores.

Como buen símbolo cargado de historia, el toisón de oro es el centro de un mundo de leyenda, de miserias, fantasías y disparates, o sea, de propaganda. Alfonso XIII otorgó la orden a algún emperador exótico, como el del Japón, algún presidente de república; pero Juan Carlos, en línea de entender el toisón al modo de la legión de honor, ha incluido en el elenco algún literato (bien es verdad que don José María Pemán) y algún político leal, como Torcuato Fernández Miranda o Javier Solana y algún edecán. Además lo ha democratizado y feminizado, incluyendo varias reinas pues para eso lo portó sobre su generoso seno su tatarabuela la Reina castiza.

Es curioso contemplar cómo este símbolo de propaganda imprime su huella en las obras de arte. Los artistas siguen lo que los críticos después llaman "programas iconográficos" para ensalzar a sus mecenas. El arte es lo que va de añadido, lo que rodea el núcleo del mensaje del que el espectador quizá no sepa nada, es decir, el retrato de Carlos II por Carreño, el de Felipe II por Sofonisba Anguissola, el Carlos III, Carlos IV y Fernando VII de Goya. ¡Qué semblantes en los que está escrito el destino de este desgraciado país! ¡Qué arte que llega a lo profundo de la naturaleza humana! Y si esto es así con las obras de arte, con los objetos lo es más, las joyas (hay unas veneras del Toisón en pedrería que son alucinantes), las bruñidas armaduras, los yelmos, rodelas y celadas, los libros, las crónicas, las tallas. En todos figura el toisón. Tiene el valor de la marca Reino de España.

divendres, 23 de desembre del 2011

El debate en el PSOE. Otro manifiesto.

El debate precongresual del PSOE se anima. Está bien que se hagan declaraciones, se publiquen documentos, se fijen actitudes, se critique y se sea criticado. El ámbito público está para eso, para discutir. Y es bueno que la discusión esté llevándose en los medios; es más transparente y se anima en cierto modo a participar a todo el mundo. Lo que interesa es escuchar y sopesar argumentos, razones, adquirir información. Si, además, se cumple lo que es de esperar, la prueba de que es posible debatir en política sin insultar, la discusión puede ser ejemplar.

Se conoció ayer un segundo manifiesto en clara respuesta al del día anterior, titulado Mucho PSOE por hacer y que Palinuro analizó en un post titulado Rumbo al cambio. Los dos manifiestos coinciden en tres cosas: en ser firmados por ex-ministros y ex (y no ex) altos cargos del PSOE; en enjuiciar el gobierno de Zapatero; y en insistir en la necesidad de un debate de ideas antes que de personas. En lo demás hay interesantes discrepancias dignas de comentario. Su motivación, por ejemplo. Del primer manifiesto, al que ya se llama la plataforma electoral de Chacón, decía un diario malicioso que se notaba ser eso, "de la Chacón", porque su nombre aparecía en el código fuente del archivo que contenía el manifiesto. Sagacidad de la era digital. A todos se nos ve el pandero. A los del segundo manifiesto, también. Son prudentes y el nombre de Rubalcaba no aparece, pero es evidente, tanto por el momento de la publicación como por su texto explícito que se trata de un documento reactivo. Se nota, sobre todo, en su brevedad y concisión casi gracianesca: cuatro párrafos. Pero cuatro párrafos cargados.

Que los firmantes sean todos barandas o ex-barandas no es en sí mismo malo ni bueno. Hay gente escandalizada que pide escuchar a los militantes. Pero no se ve en qué impiden los firmantes de los manifiestos que se pronuncien los militantes como lo deseen, uno a uno, como grupos, como quieran. Es su derecho. Si no lo ejercen será porque no quieren. Pero esa no es razón para negar a los barandas el derecho a exponer sus argumento y mucho menos ad hominem sobre si quienes fueron responsables tienen hoy crédito o no, etc.

En el juicio sobre el gobierno de Zapatero los del segundo manifiesto insinúan cierta deslealtad en los del primero, como si quisieran desmarcarse, habiendo "estado allí". Me parece injusto. En primer lugar porque todo el mundo tiene derecho a desmarcarse de lo que le parezca siempre que lo argumente. En segundo porque, además, no se desmarcan. Al contrario, reconocen las virtudes del gobierno de Zapatero, especialmente en materia de democracia y ampliación de derechos sociales y cívicos, como hacen los del segundo.

Las discrepancias vienen en las críticas. Los del segundo manifiesto vienen a decir que no hay lugar a la crítica porque las medidas que se tomaron en política económica (que son el eje de la discordia), en realidad, no tenían alternativa. En último término, además, es muy pronto para emitir un juicio que fían a la historia. Y esto sí que es una afirmación tópica y absurda sobre la que los autores debieran reflexionar, sobre todo porque estamos, al parecer, en un debate de ideas. En primer lugar, negar la crítica actual aduciendo que pueda ser refutada por la historia es una forma de censura que no se puede defender. En segundo, suponer que la historia emite juicios únicos sobre los acontecimientos del pasado es ingenuo y falso. No hay una única opinión de la historia sobre nada, sobre las causas de la caída del Imperio Romano, sobre las del feudalismo, las de la primera guerra mundial, la guerra civil española, etc. Sobre nada. Tampoco la habrá sobre Zapatero, como no la hay sobre ningún personaje de la historia.

Los autores del segundo manifiesto hacen muy bien en subrayar la calidad del gobierno de Zapatero, que es grande, aunque no tan bien en omitir sus errores. Cosa inútil por cuanto los revelan sin querer. Por ejemplo, dicen los firmantes muy orgullosos, llevados de su cariño al ex-presidente que "Zapatero se mantuvo al frente de un gobierno legítimo y dio la cara hasta el último día de su mandato, para a continuación facilitar un traspaso ejemplar a su sucesor", (subrayado mío). Eso está muy bien, pero es falso. Zapatero no agotó su mandato sino que adelantó las elecciones. Un error que los firmantes pasan por alto seguramente de modo inconsciente. Palinuro lo ha dicho siempre: hay dos errores en la gestión de Zapatero que han costado carísimos a su partido: no reconocer la crisis cuando se produjo y adelantar las elecciones cuando le dijeron. ¿Que estos errores no empañan la buena valoración de conjunto de los gobiernos de Zapatero? Sin duda. Pero fueron errores y deben figurar junto a los aciertos. Ignorar los unos a cuenta de los otros (los errores o los aciertos) es la fórmula más segura para no entender nada.

En resumen empieza muy bien el debate en el PSOE, muy animado. Hay interés. Que también haya intereses no es necesariamente malo. ¿Qué tiene de malo que Rubalcaba aspire a dirigir el PSOE y ser el candidato a la presidencia del gobierno? ¿Qué que lo haga Carme Chacón? ¿Qué que lo hagan otr@s? Hay sitio para todo en el debate. Recuérdese que junto al de ideas, hay que solventar el del método de la elección. ¿Quién elegirá al final? ¿Los delegados al congreso? ¿Todos los militantes, en primarias cerradas? ¿Todo el mundo, en primarias abiertas? Tendrán que encontrar una fórmula y justificarla.

Con todo lo esencial, en lo que coincide todo el mundo es en lo de debate de ideas. Lo malo es que no parecen por lado alguno. Es de esperar que alguien publique otro manifiesto o documento exponiendo el punto de vista socialdemócrata respecto a la refundación del capitalismo, la globalización, el Estado del bienestar, la Unión Europea, las políticas para mantener la cohesión durante la crisis, como consiguió hacer el gobierno de Zapatero, la idea de España, las relaciones de la iglesia y el Estado, etc. Un día de estos va Palinuro y cuelga uno en el blog. ¿Por qué no? Los afuereños también opinamos.

(La imagen es una foto de www.marxists.org, bajo licencia de GNU Free Documentation License).

dijous, 22 de desembre del 2011

El gobierno de Rajoy.

¿A dónde irá el buey que no are? El gobierno de Rajoy era tan previsible como su previsible presidente. La prensa dice que es un "gobierno de amigos". No iba a ser de enemigos; pero pudiera serlo de incómodos. La sorpresa no está en las personas que lo componen sino en las que no lo componen, en concreto los nombres más ligados al sector radical del PP, el adepto a la línea de Aznar. Quizá los más cercanos a éste sean Montoro y De Guindos, lo que no es moco de pavo al tratarse de los ministerios económicos. Pero es indudablemente un equipo de Rajoy quien se muestra así muy consolidado en el interior de su partido. La presencia de Ruiz Gallardón, pesadilla del sector llamado conspiranoico de la derecha, lo deja muy claro.

Es muy notoria asimismo la ausencia de González Pons, probablemente preterido en espera de que se aclaren sus relaciones con el ínclito Urdangarin e, indirectamente con la trama Gürtel. Es, pues, un gobierno relativamente amable, incluso pintoresco, gracias a la presencia del verboso Arias Cañete. El ascenso de Soraya Sáez de Santamaría, SSS, casi consagraría un duunvirato de no ser porque Sáez de Santamaría es mujer, aunque por sí sola una guardia pretoriana. Ya hay quien le ha afeado que haya renunciado a su derecho a la baja por maternidad por entender que se perjudica la causa femenina.

Seguro. En perspectiva de género el equipo de Rajoy es un retroceso con relacion a los de Zapatero. Con un veintiocho y pico de mujeres, incumple la vigente Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Es verdad que el PP la tiene recurrida en el Tribunal Constitucional y que algunos dicen que no está claro que afecte al gobierno en sí mismo. Pero, mientras esto se dilucida, hubiera sido de agradecer su cumplimiento. En el PP se piensa que los asuntos de género no tienen mayor importancia. Pero vaya si la tienen. Afectan a más de la mitad de la población. El argumento de que es irrelevante que se trate de ministros o ministras debiera, al menos alguna vez, demostrarse con un gobierno de mayoría femenina. Mientras esto no suceda el argumento será una falacia.

Claro que habrá quien señale que no hay que exagerar y que, si no se respeta la proporcionalidad de las mujeres en el consejo de ministros, a cambio, los madrileños van a ganar una alcaldesa y que vale por dos, puesto que responderá, es de presumir, al ideal de Aznar de la mujer-mujer.

No, las cuestiones de género no son prioritarias para la derecha. Ni otras de similar calado. La jura del cargo de Rajoy ante el rey, un crucifijo y una Biblia manifiesta que la cuestión religiosa tampoco será prioritaria. Lo que quiere decir que la iglesia católica volverá a días de gloria y, como potente lobby de la divinidad, pondrá en orden (tridentino) asuntos como la educación (adiós a la educación para la ciudadanía), el aborto como derecho (adiós, adiós), los matrimonios homosexuales (tres adioses), y el divorcio no cantará cuatro porque es derecho muy arraigado.

Pero, en fin, el gobierno tiene cien días de gracia, como rezan las convenciones democráticas no escritas. Además cuenta con una oposición constructiva y leal, muy diferente a la que su presidente practicó. Aunque parezca mentira en España, tierra bronca, desear que el gobierno, cualquier gobierno, acierte es de sentido común.

El cine sobre el cine.

Es tal el predominio gringo en el cine que a veces nos olvidamos de un cine europeo igual o mejor que aquel. Los efectos especiales, las 3D, el gore, el cine indi, las leyendas de género, Oeste, "negro", de guerra, siempre muy actualizados, no son todo en la vida.

The Artist (francesa, de Michel Hazanavicius, 2011) es inclasificable y única. Si acaso como de la familia del cine sobre el cine, algo así como las genialidades del teatro en el teatro o la novela en la novela. Pero rompe el molde. Hay algunos antecedentes notorios, el más famoso, Sunset Boulevard (Willy Wilder, 1950) que, además, coincide con The Artist en dramatizar el paso del dine mudo al sonoro, los talkies. Hay otros homenajes, aunque más alejados, como Las vacaciones de M. Hulot (Francia, Jacques Tati, 1953) y otras más recientes. Se recordará que en el Rififi (Francia, Jules Dassin, 1958) la larguísima secuencia del robo es muda, sin otro sonido que el de las cosas y las herramientas.

The Artist es mucho más que un homenaje al cine mudo: es una película muda del principio al final, contada (en alguna medida) con las técnicas del cine insonoro, incluidos los escritos intercalados imprescindibles. Es decir, la pelicula se cuenta a sí misma. Los protagonistas, él, el galán consagrado del cine mudo, que responde al abrumador nombre de George Valentin y ella, la principiante, llamada Peppy Miller, con un nombre casi de peli de los Keystone Kops. El actor consagrado que se hunde y la principiante que triunfa en gran medida gracias al consagrado. Habría algún parecido también con la historia (aunque en el teatro) de All About Eve, Todo sobre Eva (Estados Unidos, Manckiewicz, 1950) de no ser porque The Artist, muy en el estilo de las películas mudas, tiene un final almibaradamente feliz.

Pero eso es porque, además de un homenaje, la obra es una película muda. Que hay homenaje y referencia es patente a lo largo de la historia (por cierto, contada elegantísimamente, con un guión de ensueño). El montaje vertiginoso cercano al final, alternando el coche a toda velocidad con el revólver rinde no ya homenaje sino pleitesía al de la caballería del Ku-Klux-Klan y el asalto a la casa en Nacimiento de una Nación (Estados Unidos, Griffith, 1915).

La crisis del paso del mudo al sonoro (hacia 1927) se vive en el respectivo triunfo y fracaso de las dos películas, la hablada y la no hablada, que protagonizan ambos héroes, Valentin y Peppy, y se estrenan el mismo día, para mayor dramatismo. El hundimiento, el olvido, del ídolo caído y la aclamación de la estrella ascendente. Pero, obsérvese, sólo vemos escenas de la peli de Valentin (una increíble aventura en el África) pero no de Lágrimas de amor, de Peppy.

A partir de aquí, los estudios Kinograph dejan de producir cine mudo y triunfa del todo el sonoro (lo que la gente quiere, según el productor). Pero nuestra peli, The Artist, sin embargo, sigue siendo muda hasta un final en el que la mudez se rompe en otro fantástico homenaje a Fred Astaire y Cyd Charisse, en punteados de zapatos.

Pero es que esto plantea un problema de perspectiva muy curioso. De obedecer a un sentido documental de la narrativa, la peli tendría que haber pasado al sonoro en su último tercio, ya que llega a los primeros años treinta. Y no lo hace. Sigue muda. Es mucho más que una mera técnica de cámara subjetiva porque ésta, cuando se usa, configura un personaje más de la acción; sin duda es el ojo que ve a los demás, pero los ve reaccionando frente a él como un individuo de la historia, mientras que en The Artist no hay esta reacción frente a nadie porque toda la historia es subjetiva, está contada desde un no-sitio. Uno tiene una impresión de perder las referencias temporales análoga, salvando las distancias, a la que produce la contemplación de Las meninas. En fin, que es una gran película y tiene un montón de premios merecidísimos.

dimecres, 21 de desembre del 2011

Rumbo al cambio.

Muy bien ese documento o manifiesto de "los treinta". No ha terminado la investidura de Rajoy y ya están los socialistas haciendo titulares con lo que muchos (entre ellos, Palinuro) vienen reclamando, esto es, un proceso de revisión, de autocrítica, un propósito de renovación. Tampoco ha terminado la contrainvestidura de Rubalcaba como líder de la oposición y ya tiene otra plataforma para animar el debate. Es bueno saber que nadie se rasga las vestiduras por ello. Tiene que haber discusión; cuanto más amplia, mejor. Y discusión de ideas. La socialdemocracia debe reconstruirse. Siete millones de votos numantinos lo reclaman

El documento pide un "cambio de rumbo" del PSOE. Lo pide cuando el navío ya se ha estrellado. Pero lo pide. Y, para hacerlo, comienza con una autocrítica. Oportuno y sensato. Una autocrítica sin complacencias es la base para recomponer un programa que, falto de renovación y negado por una práctica desafortunada, nadie sabe en dónde yace. Los firmantes, algunos de ellos ministros del gobierno saliente y casi todos cargos relevantes del PSOE, reconocen haberse "alejado de los ciudadanos" y como prueba citan el sabido hecho de que el gobierno tardara una eternidad en reconocer la existencia de la crisis. Ahí, dicen, empezaron a perder el crédito. Y no saben hasta qué punto. Aquella absurda obstinación en no reconocer la realidad sembró el desaliento entre su gente, la desconfianza y la irritación entre los allegados y dio armas inesperadas a la oposición. Y no porque nadie la denunciara. Al contrario, fueron cientos las voces que se alzaron. La que Palinuro tiene más cerca es la suya propia que estuvo avisando inútilmente de la gravedad de lo que se venía encima casi un año. Véase, en otros muchos, anteriores y posteriores, el post de 28 de agosto de 2008, hace más de tres años, titulado Siguen sin llamarla crisis en el que se decía, por ejemplo: No sé si el señor Rodríguez Zapatero y sus colaboradores perciben o no que en este terreno nadie les concede crédito alguno, que la gente no se fía y la prueba obvia es que, efectivamente, todo el mundo ha cortado el grifo de compras, nadie consume porque nadie está seguro de lo que pueda pasar.

Los firmantes del manifiesto creen haber detectado la causa de esta insensibilidad a los problemas de los ciudadanos en que los socialistas se "ensimismaron" en su partido y su tarea de gobierno. Y, lo que es más de aplaudir porque demuestra que quizá se llegue a alguna parte, dicen que "una lealtad mal entendida ha hecho que se omitieran críticas necesarias y ha evitado que ese pulso se transmitiera hacia la dirección de nuestra organización". Es verdad, pero se quedan cortos. Lo que ellos llaman prudentemente "lealtad mal entendida", otros lo llaman peloteo, clientelismo, enchufismo y cosas peores. No será la primera vez que Palinuro diga que uno de los aspectos más desastrosos y que más ha empañado la, por lo demás muy positiva, gestión de Zapatero ha sido su política de nombramientos, regida por criterios de amiguismo o incomprensibles que acababa rodeándolo de tiralevitas de los de muy bueno lo tuyo Presidente en el gobierno y en el partido.

Y ese ejemplo cunde en los escalones inferiores. Como todo partido, el PSOE tiende a la oligarquía y si no se la sacude, acaba colonizado por gentes que son la personificación del principio de Peter, y cuya única función es aplaudir al jefe, acallar a los disidentes y yugular toda iniciativa de renovación y de cuestionamiento de inercias y rituales normalmente interesados. Los firmantes creen que con sus 132 años de historia, el PSOE, representante del socialismo democrático, tiene fuerza suficiente para desprenderse del lastre y emprender eso, un nuevo rumbo. Sin duda.

Pero, para hacerlo, este inicio de autocrítica amplia y aireada en público, como cprresponde a la sociedad de la información y la comunicación, debe ser consecuente. Y no lo es del todo. Por ejemplo, los firmantes empiezan mostrando su justo orgullo por lo que el gobierno de Zapatero hizo en su primera legislatura. Ciertamente, España dio un salto importante como sociedad. Pero, a continuación, el documento se refiere a las medidas de política económica y de gestión de la crisis que iban en contra del ideario socialdemócrata tradicional. Y no queda claro qué se quiere decir, si que no debieron aplicarse (lo que es muy problemático, dadas las circunstancias) o que no se supieron compensar con otras más equitativas. Y, por supuesto, no falta quien asegura que no supieron explicarlas. Pero, siendo esto importante, no es esto lo más llamativo.

Lo más llamativo es que, tras la audacia y el acierto de las medidas de derechos civiles de la primera legislatura, vino un frenazo brusco en este campo y sólo en este campo, en la segunda. Son varias las leyes sociales y de desarrollo de derechos que los socialistas abandonaron sin explicación alguna. Un solo ejemplo: ¿quién con un sentido progresista mínimo de la existencia entiende que el gobierno de Zapatero, tras mantener todos los privilegios de la iglesia católica y subir su inicua asignación en el IRPF, archivara la Ley de Libertad Religiosa? En estos abandonos está el problema que los firmantes del manifiesto prefieren ignorar porque es difícil de abordar. Efectivamente, aquí nos movemos en el terreno de las ideas que es resbaladizo y suele asustar a muchos, especialmente a los que creen que la política consiste en administrar como hormigas los aspectos prácticos de lo que juzgan es la opinión mayoritaria del electorado. De los seguidistas, en una palabra.

Porque es relativamente fácil proponer medidas de política económica que suelen justificarse con consideraciones cuantitativas. Pero es mucho más difícil averiguar hasta qué punto claro y real es el PSOE partidario de la separación entre la iglesia y el Estado. Y no digamos ya de la alternativa monarquía/república. Tampoco quedan claras otras opciones menos vistosas pero muy significativas de actitudes o ideas, como el sistema electoral, los derechos de los extranjeros, especialmente los inmigrantes, los privilegios de los políticos, etc. ¿Puede alguien explicar porqué votaron en contra de volar en clase turista 19 eurodiputados socialistas españoles, entre ellos algún firmante del manifiesto?

Efectivamente, en este campo de las ideas, enojoso, poliédrico, difícil, está el meollo de la renovación de la izquierda. No sólo en el de las medidas prácticas que, cuando están ayunas de marco teórico, no pasan de ser remiendos en el mejor de los casos y puro populismo en el peor. El manifiesto recoge acertadamente esta preocupación y propugna la necesidad de acometer la renovación de ideas de la socialdemocracia pero, para no faltar a la costumbre, no formula ni una nueva. Anuncia que vendrán en documentos sucesivos. Es bueno que sea así. Pero, para que sea, es preciso que su gente no se cierre a la defensiva frente a las críticas constructivas que vienen del exterior. Algunos dicen, con algo de amargo cinismo, que es el único sitio de donde pueden provenir. Por cierto no hay nada más irritante que ver cómo cargos del PSOE rechazan de plano debatir propuestas porque pueden poner en peligro las fortunas electorales de su partido. Son los mismos que lo han llevado al desastre electoral del que ahora quieren reponerlo.

Es verdad que Europa es siempre lo más fácil ya que a todos se nos presume una vocación europeísta sin par. Pero resulta esperanzador que el manifiesto llame a la revitalización de la Internacional Socialista (Palinuro cree que sería más realista empezar con el Partido Socialista Europeo) para la articulación de una socialdemocracia a escala del continente. Es una necesidad perentoria porque sólo en ese marco se podrá articular una salida socialdemócrata a la crisis; una que propugne (y haga realidad) ese cambio del modelo productivo que la misma derecha bautizó como "refundación del capitalismo", sin intención alguna de ponerla en práctica.

El título del manifiesto, Mucho PSOE por hacer, es un hallazgo. A ver si se hace.