dimarts, 30 de juny del 2015

Referéndum griego: fuego graneado.

Supongo que en Grecia hará tanto calor como en España y con algunos grados más por lo agitado del momento. Un referéndum es una decisión límite, equivalente a un ultimátum en diplomacia. Algo de trato diplomático hay en las negociaciones de Grecia con la troika pues, si bien la UE no es una mera organización internacional en donde los gobiernos negocian mediante embajadores, tampoco es un Estado en el que los distintos poderes  territoriales negocian con sus pares. Un referéndum es un ultimátum consistente en referir la ley o el pacto a la voluntad del pueblo, a quien se otorga la última palabra. En teoría, claro. En la práctica, ya se verá.

Mientras se decide la consulta, se decreta fuego graneado. Todos opinan, apremian, aconsejan, advierten, amenazan a los griegos. Todos disparan. La clase de tropa, los comunicadores, analistas y publicistas con toda pasión a favor o en contra. Igualmente la oficialidad, los expertos incluso los de allende los mares, los comunicadores y futurólogos. También el generalato, los gobiernos, con independencia de su cercanía. Rajoy tranquiliza a los españoles ante el temor al contagio del corralito con el argumento de que en España, al haber un gobierno serio (no uno de adanes y ocurrentes) está todo bajo control. Lo mismo que decía Zapatero al comienzo de una crisis que se lo llevó por delante. El gobierno alemán y el francés juegan a policía bueno y policía malo. El de Obama, muy preocupado por la solidez del euro, que es la del dólar, piensa,  da consejos salomónicos mientras, de paso, Puerto Rico quiebra con una deuda impagable de 44.000 millones de $. Hasta los rusos y los chinos han asomado entre bambalinas por si cabe pescar algo en las aguas revueltas de la zona euro y la UE. Por disparar o pronunciarse, disparan también los bancos, los medios, los partidos políticos, los sindicatos, los empresarios, los financieros. Unos a favor y otros en contra. ¿De qué? Primero, de que se celebre el referéndum y, segundo, de que se vote "sí" o "no".

En cuanto a la consulta en sí, el fuego graneado es mayoritariamente negativo. Los partidos dinásticos en España, los gobiernos europeos, las grandes familias políticas, las gentes de orden consideran disparatado y peligroso el referéndum. Los partidos a la izquierda de la socialdemocracia lo aprueban y, en el caso español, se meten en un lío al verse obligados a explicar por qué apoyan un referéndum en Grecia pero no en Cataluña. El referéndum griego reverbera aquí en todos los ámbitos y eso que ya Sánchez explicó con gran clarividencia hace meses que "Grecia no es España". Ni las peras, manzanas, completaría la señora Botella. Hay que saber distinguir, amigos. Los catalanes no son griegos.

En ese fuego graneado, tupido, denso, se ha escuchado todo tipo de argumentos. Hay quien recuerda el siglo de Pericles y comprueba dolorido cómo la democracia, nacida en Grecia, en Grecia encuentra su tumba. La Hélade vuelve a ser ese fulgor casi místico que atrae a los espíritus románticos. Leo que un conocido político de las nuevas hornadas anuncia su viaje a Atenas el domingo, quizá con el ánimo con que Byron fue a terminar sus días en Missolonghi, luchando por la libertad de los griegos. Porque la libertad de los helenos es la de Europa. Hay también quien recuerda con amargura cómo Grecia condonó la deuda que por reparaciones de guerra había contraído Alemania. Los nazis, para ser más exactos, cuyas responsabilidades y obligaciones heredó la República Federal. Tal es la gratitud prusiana. Otros recomiendan, casi ordenan, a los griegos que el domingo voten "sí" a la oferta de la troika y devuelvan hasta el último céntimo. Porque aquí, como en Puerto Rico, sucede que el país no puede pagar sus deudas. Es entonces cuando otros aconsejan también votar "sí" porque saben de buena tinta que, asustada la UE de las posibles consecuencias de la quiebra, está dispuesta a suavizar sus condiciones y, quizá, aceptar una quita, como urge Obama.

Todo ese fuego graneado, esas advertencias conminatorias, esos dictámenes de expertos, consejos e institutos, esas consecuencias inevitables, son pura confusión y puro ruido pues, en el fondo, nadie sabe qué pueda pasar. Nadie, tampoco, cómo se ha llegado hasta aquí y cómo quepa salir. En las últimas horas, Tsipras ha hecho dos declaraciones aparentemente contradictorias pero ambas orientadas a influir en el resultado del referéndum a favor del "no", con todas las fuerzas. De un lado da a entender que, si triunfa el "sí", él tendrá que dimitir , lo cual es una advertencia/amenaza similar a la que formuló Felipe González para conseguir el "sí" a la OTAN en España de que él él no gestionaría el "no". Tsipras viene a decir que no gestionaría el "sí". Por otro lado afirma que, en ningún caso saldrá Grecia del euro, lo que pretende quitar el miedo al voto "no". Ambas afirmaciones tratan de fortalecer su posición en las negociaciones. Pero el resultado está abierto: puede salir "sí", puede salir "no" y las consecuencias de ambas opciones son imprevisibles. Afirmar que el "no" significa la salida de Grecia de la zona euro, o el fin de la zona euro o el de la misma UE es tan verosímil como afirmar lo contrario. Tsipras cree aducir una razón de hecho al negar la salida del euro debido a su coste excesivo. Pero ¿y si la UE llegara a la conclusión de que mayor es el coste de mantener a Grecia dentro? ¿Y si estuviera tratando de reducirlo empujando a los griegos para que se vayan, dando un portazo? Si Tsipras se va, se convocarán nuevas elecciones, pero ¿qué valor tienen las elecciones griegas si un consorcio de países amigos puede anularlas? Para eso casi es mejor que se nombre un gobierno títere. Que quizá sea lo que se busque con las nuevas elecciones.

En todo caso, algo está claro: nadie sabe qué va a pasar porque todo depende de decisiones imponderables con consecuencias imprevisibles. En esas condiciones es imposible que nadie, ni siquiera el más poderoso think tank, pueda elaborar planes de contingencia para una serie infinita de posibilidades con días, quizá horas de antelación. Planes que implican la colaboración de megainstituciones financieras, bancos, complejas maquinarias burocráticas, cuya lentitud es proverbial. Y eso para atender a asuntos de urgencia. De vida o muerte.

Sigue la cleptocracia.

Mientras Grecia se debate en la agonía de la deuda que sus ladrones nativos (banqueros, financieros, políticos, empresarios y otras gentes honorables) le han dejado, la policía en Valencia detiene al enésimo presunto mangante, prohombre de la banda de malhechores del PP. Es expresidente de la Generalitat valenciana y de no sé cuántos bancos más en todos los cuales se dedicó presuntamente a robar a manos llenas, para él y para sus amigos. Recuerden el nombre, José Luis Olivas, porque viene a añadirse a la ristra de supuestos chorizos del PP: Aznar, Rajoy, Cospedal, Arenas, Matas, Mato, Granados, Camps, Fabra, Baltar...y Olivas. Otro molt honorable, dedicado, según parece, a estafar a los ciudadanos de cuyos impuestos vive. Otro probable ladrón, alabado en su día por Rajoy, quizá puesto como ejemplo por Aznar. Todos de la misma cofradía pepera, organización dedicada al sistemático saqueo de España. Columna vertebral de este sufrido país, gobernado por cleptócratas compulsivos.

Y mientras la policía se llevaba detenido al tío Olivas, Mariano Sobresueldos Rajoy se reunía a comer con Nicolas Sarkozy en algún restaurante de Madrid y lo celebraba subiendo unas espantosas fotos en Twitter, empeoradas por unos comentarios suyos que revelan la profunda estupidez del perillán. Y eso en lugar de aprovechar la detención de su correligionario Olivas para dimitir de una vez, que es lo que debió habr hecho hace tres años y medio, ahorrándonos el trance de vernos gobernados por un auténtico sinvergüenza, solo válido para el embuste, la patraña y el mangoneo de los sobresueldos, amén de un clericalfascista que trata de imponer en España los métodos de su referente ideológico Fraga/Franco. Un chupacirios al servicio de los curas y dispuesto a acallar toda crítica o protesta por medios dictatoriales.

Si alguien cree que exagero, que eche una ojeada al editorial del New York Times hace escasas fechas, titulado la ominosa ley mordaza de España en el que se llama "ley mordaza" a la ley mordaza, se la considera dictatorial, propia de Franco y se pide a la Unión Europea que intervenga y la frene en protección de los infelices españoles. Que tampoco serán tan infelices cuando once millones de ellos votaron tan contentos a una partida de granujas, ladrones y franquistas porque, supongo, esperarían pillar algo del saqueo. Y eso en el New York Times, que es un periódico conservador. De siempre los conservadores han detectado el olor a fascista mucho mejor que algunos elementos de la izquierda.
 
Por lo demás, ahí arriba tiene el lector el resumen de la herencia que deja esta cuadrilla de presuntos ladrones asaltacaminos, disfrazados de partido político. Mírese bien porque pone los pelos de punta. Ese es el balance de este expolio monumental celebrado y negado al tiempo por los tertulianos peperos, los asnos, los chulos y los sicarios pagados a precio de oro con el dinero de los contribuyentes. Seis millones de parados. 1.700.000 familias sin ingresos. Añadan los niños que pasan hambre. Añadan los jubilados a los que se les sisa la pensión con la que, además, tienen que dar de comer a esos niños y las familias sin ingresos y se irán acercando al cuadro espantoso de un país destrozado por una cuadrilla de sinvergüenzas, ladrones sin escrúpulos que en su afán de rapiña, no han dejado ni la cera de las velas.
 
Después de Grecia, será Portugal, o Irlanda o España. ¿Por qué no? Gobernada por una manga de presuntos ladrones, ¿cómo va a pagar el billón de euros de deuda?

dilluns, 29 de juny del 2015

Las razones de Podemos.


El aplastamiento final de IU bajo las ruedas del Moloch Podemos ha dejado el escenario como en las tragedias de Shakespeare, lleno de cadáveres. Del elenco de la vieja federación restan dos o tres almas en pena que, por diversas razones, aún tienen acogida en la unidad popular del partido de los círculos si la piden a título estrictamente individual. Los demás, viejas y nuevas glorias, quedan tildados de cenizos en el basurero de la historia.
 
El anticlimax ha sido a cargo de Pablo Iglesias con un rechazo irritado a las humildes peticiones de convergencia. Algo tan desabrido que ha sonado a venganza a muchos. Así cabe colegir del brillante reportaje de Elsa García de Blas en El País y en el que se exponen los tiras y aflojas de unas negociaciones entre IU y Podemos que tienen un largo pasado y pueden haber dejado cicatrices. Al negarse a la convergencia, Iglesias parece devolver el rechazo de IU a sus previas y reiteradas solicitudes de unidad de acción.
 
No sería justo ni acertado que esto terminara así y, en efecto, leo un artículo de Pablo Iglesias en el mismo número de El País, titulado Izquierda, en el que aduce sus razones de forma más matizada. Da su versión de los intentos de acercamiento originarios de Podemos a lo que él llama la izquierda (básicamente IU), concluidos en ruptura porque, a su juicio, la izquierda ha interiorizado la función histórica de perdedora, siendo así que, como ha repetido muchas veces, él quiere ganar.
 
Para que no haya duda sobre la sinceridad con que ha vivido ese desgarro dedica parte considerable del artículo a probar que él, personalmente, así como sus padres, abuelos y todos los bípedos implumes que lo han rodeado de siempre, son de izquierda. Desde la primera comunión. A machamartillo. Pero la izquierda (siempre básicamente IU) no es capaz de comprender que su electorado no se reduce solo a ella misma, sino que debe ampliarse a quienes quieren cambios, reformas, pero no son de izquierda, o sí lo son, pero no lo saben o no lo son pero es como si lo fueran.
 
La izquierda en la visión paulina no entiende que su solo nombre provoca reparos y, si se le añade el calificativo de comunista, los reparos se convierten en una estampida. Iglesias sí lo ha entendido por fin. Le ha costado dos elecciones en las que los resultados, sin ser clara derrota, marcaron mala tendencia. Y ha reaccionado. Quizá sobreactuando, pero de modo esencialmente correcto si de lo que se trata es de ganar las elecciones de noviembre. La izquierda es una rémora. Lo mejor es no contaminarse con ella.
 
Posición tácticamente correcta. Pero no tanto estratégicamente. Ese concepto paulino de "izquierda" es angosto y no permite a Podemos articular una opción convincente. Es un concepto de izquierda formulado dentro de los parámetros con que esa izquierda, a la que se critica, se define a sí misma y al resto de las fuerzas políticas. Estando dentro de la tribu, ve el mundo con los ojos de esa tribu y no de otra. En ningún momento se cuestiona en este discurso el hecho de que, cuando se habla de "izquierda", no se incluya al PSOE, a la otra tribu. Es más, se da por supuesto implícitamente que el PSOE no solo no es de izquierda, sino que es la misma derecha del PP y, por tanto, tan adversario como este por batir.
 
Pero esa conclusión es falsa, cual se ve cuando, para justificar el portazo a los pedigüeños de IU, se afirma con orgullo que Podemos quiere representar los intereses de sectores movilizados de la sociedad, aunque no sean de izquierda.  Justamente eso es lo que pretende el PSOE que se configura como un partido interclasista, moderado, de centro izquierda, monárquico y (últimamente) nacional español. Y dice ser de izquierda. Izquierda socialdemócrata, que todo el mundo reconoce como tal, incluso en España, de vez en cuando.
 
Entre la "izquierda" de IU y lo "no izquierda" del PSOE que, sin embargo, es la que Podemos apoya en varios gobiernos autonómicos y locales, Iglesias se encuentra con la dificultad tradicional conocida como tercera ley universal del pensamiento, esto es, la ley del tercero excluido. Dé gracias a que la relación IU/PSOE no es tan nítida como las dos primeras leyes (identidad y principio de no contradicción) exigen. De serlo, no tendría posibilidad alguna de elaborar una tercera opción creíble entre el comunismo y la socialdemocracia. En el ámbito de la lógica difusa de la política es posible que lo consiga. Pero será a base de seguir cerrado a la convergencia comunista y asomarse a una reconsideración del concepto de izquierda en una sociedad conflictiva, sí, pero abierta y muy compleja, lo que presupone un replanteamiento estratégico de las relaciones con el PSOE, si quiere que lo tomen en serio. Algo duro, por cuanto significa cuestionar creencias que vienen de la infancia, amor a la familia, respeto a los padres y lealtad a la basca. Las creencias, los prejuicios, son la verdadera cárcel interior de las personas. Estas deben liberarse de ella si quieren entender el mundo, lo que parece ser un requisito insoslayable para transformarlo.
 
En cuanto a la "izquierda" sobrante, tanto IU como las pequeñas formaciones que, con diversos atributos, forman un séquito de satélites, lo más sensato, dicho sea sin ánimo de ofensa, es que se integren todas en la unidad popular de Podemos, negociando con estos una especial atención a los objetivos que les sean más caros. Pero lo más sensato, por lo general, no es lo más frecuente. Es difícil que los cabezas de ratón que lucen en estas formaciones se resignen a perder el ralo halo de gloria que los rodea. La "izquierda", esa que habla de las fuerzas de la historia y la función subordinada del individuo, está poblada de dirigentes con un altísimo concepto de sí mismos, abrumados por la carga de su narcisismo.

Lo más probable es que haya tres opciones de izquierda en las elecciones de noviembre. Las dos mayoritarias, PSOE y Podemos y una presencia testimonial de una tercera posibilidad cuyo nombre aún está por determinar pero que irá seguramente por la línea del foro o el frente o la mayoría de origen divino. A su vez, la relación numérica entre PSOE y Podemos, dependerá de la forma en que este último enfoque su competencia electoral con el primero.

La herencia de la banda de presuntos ladrones.

Cuando Mariano Sobresueldos Rajoy llegó a La Moncloa a lomos de once millones de votos que, en realidad, estafó, pues no pensaba cumplir nada de lo que había prometido, invocó en tono trágico "la herencia de Zapatero" para excusar sus mentiras, sus engaños, sus desaguisados, estropicios y destrozos.

El país lleva casi cuatro años gobernado por una presunta asociación de malhechores que ha descubierto el chollo de organizarse para robar, pero decir que es un partido político. De este modo, los supuestos delincuentes no solo no tienen que temer a la policía sino que pueden valerse de ella para cometer sus fechorías y eso es lo que están haciendo y por eso han puesto el ministerio del Interior en manos de dos elementos con tendencias psicopáticas, Fernández Díaz y Cosidó, cuya sola obsesión es que los supuesto trincones -especialmente los curas- puedan seguir forrándose, mientras persiguen a los ciudadanos que denuncian y protestan por el expolio a que España ha sido sometida.

En estos cuatro años, y con el cuento de reponer caudales en unas arcas que han vaciado por entero a base de una serie de estafas a la que llaman "crisis", han subido los impuestos, especialmente los que gravan a los más pobres, han dejado sin servicios sociales a la población, han privatizado cuantos servicios públicos han podido para quedárselos ellos mismos o entregarlos a los deudos y allegados, han mermado la financiación de esos servicios (por ejemplo, la educación) para despilfarrar recursos públicos a favor de los privados, también de ellos o de los curas que son tan ellos como ellos mismos. Igualmente han privado de subvenciones a los desempleados, reducido a una miseria los salarios medios, eliminado la protección del trabajo, empujado a los jóvenes a marchar al extranjero, sisado el dinero de los pensionistas a base de reducir las pensiones y saquear el fondo de reserva, arrebatado a los inmigrantes la atención sanitaria, han empobrecido, desahuciado, empujado al suicidio a muchos privados de vivienda, han condenado a la desnutrición a una cuarta parte de los niños del país y, cuando han podido, han metido la mano en la caja y se han llevado la pasta cruda. Toda.
 
A eso lo llaman crisis. 

Este enorme expolio se ha cometido a la vista de todo el mundo. Saquearon a conciencia la 3ª entidad financiera del país, Cajamadrid, en la que una pandilla de presuntos chorizos, estilo Blesa o Rato, se pegó el vidorro, dando rienda suelta a sus gustos de macarras cursis a costa del prójimo. Y los demás lugares públicos o parapúblicos, Comunidades autónomas, ayuntamientos, empresas públicas, asimiladas, planes y proyectos siguieron similar suerte: donde había un euro público, llegarían los pájaros peperos con una trampa, un ardid o con el simple morro, y se lo llevarían.

Así, veinte años. Veinte años de robo a mansalva. Veinte años de sobresueldos, comisiones, mordidas, desfalcos, adjudicaciones fraudulentas. Veinte años de ladrones. Veinte años de Borbones, Aznares, Rajoys, Blesas, Aguirres, Ratos, Urdangarines, Camps, Fabras, Matas, Baltares, Granados, Gonzáleces, Arenas, Cospedales y demás tropa de presuntos mangantes. Y, claro, el país está quebrado. La deuda nacional supera el 100% del PIB, más de un billón de euros que, como los griegos, tampoco podremos pagar. Solo las administraciones públicas que esta banda tiene que desalojar por haber perdido las elecciones arrastran una deuda de 77.000 millones de euros. Las demás magnitudes son iguales y la que más importa, el paro, es superior a la que dejó Zapatero y la segunda de Europa, después de Grecia.

Tal es la herencia real de la banda de presuntos forajidos, a las órdenes de ese bochorno del género humano, Mariano sobresueldos Rajoy, un hombre que ha roto todas sus promesas, que está bajo sospecha de ilegalidad , que no sabe hablar, que desconoce el abc de la democracia, que se niega a dar explicaciones, que ignora el Parlamento y desprecia a la oposición la cual, a su vez, lo trata con inmerecido guante de terciopelo, alimentando así las sospechas de complicidad con la granujería del gobierno de España.

Pero el desastre no acaba en el saqueo a que la banda de supuestos malhechores ha sometido al país. Tampoco ha dejado títere con cabeza en otros órdenes del gobierno. Tras haber destruido la educación pública en todos sus niveles, hundido la investigación, privilegiado a la Iglesia católica, consolidado la bestialidad taurina, ahogado la cultura y permitido la censura en la red, el ex-ministro de Educación, un tipo arrogante, prepotente e ignaro, se prepara un retiro dorado en París con su ligue de turno, los dos a cuenta del erario. El ministro del interior, un alucinado supersticioso que condecora trozos de mandera pintarrajeada a los que adora, hace promulgar una ley de represión, hostigamiento, persecución e inseguridad juridica de los ciudadanos a la que llama "ley de seguridad ciudadana". El ministro de Industria, un fabuloso incapaz que ignora por dónde pasa el meridiano de Greenwich, multiplica los beneficios abusivos del oligopolio eléctrico al tiempo que persigue las energías renovables y el autoconsumo ciudadano. La exministra de Sanidad, una analfabeta que arrebató el derecho a la salud a decenas de miles de personas, sigue chupando del bote como cargo, es decir, carga pública.

Y así es todo. Como colofón de la herencia, esta banda de inútiles, farsantes y mangantes que, al llegar al poder recibió en herencia un país maltrecho y, aunque incómodo, relativamente unido, se va dejándolo al borde de la escisión, gracias a su estupidez y su evidente incapacidad de entender cualquier complejidad superior a la suma de dos más dos. El ejemplo vivo, el propio sobresueldos Rajoy para quien la movilización de millón y medio de catalanes pidiendo la independencia en la Diada de 2012 era una algarabía. ¿Cómo puede un país sobrevivir al gobierno de tamaño imbécil?
 
Esta es la verdadera herencia de Mariano Sobresueldos Rajoy y la presunta banda de ladrones. Y, sobre esa herencia, viene Aznar a verter la hiel de sus habituales consideraciones ácidas, encizañadoras y, en buena medida, falsas, acomodadas a sus intereses. Sostiene el héroe de las Azores en su comic preferido, el ABC, y con el fin de meter el dedo en el ojo de Rajoy, que los peligros de España hoy son el populismo, el secesionismo y la crisis del sistema de partidos. Como siempre, puro delirio: si hay alguien populista en España es su partido que, además, se llama partido popular; el secesionismo lo ha alimentado su ungido, Mariano Sobresueldos Rajoy, cuya capacidad mental es similar a sus dotes oratorias; la crisis del sistema de partidos viene movida porque el suyo -y también el otro dinástico, el PSOE, aunque a bastante distancia- es un foco de corrupción, un nido de ladrones y sinvergüenzas, de chorizos presuntos, ya condenados o a punto de condenar, una asociación, según presumen los jueces, con ánimo de delinquir, de la que él fue presidente, sigue siendo presidente de honor; él, quien nombró a Mariano Sobresueldos Rajoy y Blesa, el supuesto ladrón responsable directo del desaguisado del que él es responsable indirecto.

Sí; esta es la herencia de la banda de presuntos ladrones.

diumenge, 28 de juny del 2015

Estrategias.


La encuesta de Invymark que publica la Sexta, también conocida como telepodemos, parece inaugurar un tiempo nuevo de ascendencia consolidada de los dos partidos dinásticos, en especial el PSOE que se recupera a ojos vistas de las horas bajas zapateriles y postzapateriles. Y eso que seguramente el trabajo se hizo antes de que Sánchez sacara a pasear la banderaza rojigualda. Lo esperable es que la lluvia de oro y sangre haya insuflado anhelos patrióticos por doquier excepto en las tierras irredentas, como Cataluña.

La consolidación del PSOE como fuerza más votada contrasta con el bajísimo porcentaje de voto que se adjudica a Podemos, un insignificante 4,1%, casi para quedarse fuera del Parlamento. Los españoles no elegimos presidente del gobierno sino representaciones de partidos. Pero el significado viene a ser el mismo. Igualmente el gráfico representa lo que los españoles piensan que va a suceder, no lo que quieren que suceda. Si esa es la pregunta, las proporciones son sensiblemente distintas. Más de un 20% quiere ver a Iglesias de presidente, casi a la par con el actual, pero once puntos por debajo de quienes prefieren a Sánchez. Y también Rivera es menos deseado que Iglesias aunque, a la hora de decir quién ganará, esos mismos ciudadanos le den ventaja sobre Podemos.

Esta disonancia entre lo que la gente dice querer y lo que piensa que va a pasar es muy curiosa y seguramente se explica porque todo el mundo nos vemos como más abiertos, innovadores y partidarios del cambio pero no juzgamos por igual a los otros. La oscilación más pronunciada entre el deseo y la realidad (16 puntos) afecta a Podemos. Y es también Podemos quien aparece más entretenido perfilando su estrategia. El peligro de contaminación de los cenizos de IU se ha conjurado, aunque a costa de emplear un término que tiene escasa justificación desde un punto de vista ilustrado. Sobre todo porque quien llamaba cenizos a los de IU se quedaba luego colgado en un ascensor.
 
La estrategia apunta ahora al bipartidismo, término que cada vez se escucha menos. La pugna será con el PSOE por la hegemonía de la izquierda. Y es de esperar que en términos civilizados, sin ataques fuera de lugar ni juego sucio. Se trata de unas elecciones y lo lógico es que quienes a ellas concurren quieran ganar, superar a las otras. Así lo formula Podemos, que pretende superar al PSOE para llevar a cabo cambios históricos. Será más o menos realista, dada la facilidad con que los políticos se ven ya en la historia, pero es legítimo. Como legítimo es que el PSOE no se deje superar y se adjudique la tarea de realizar los cambios y, ¿por qué no? también históricos.
 
Lo curioso es a dónde ha ido Iglesias a situar la vía de superación del PSOE, a la cuestión nacional.  Era imposible que Podemos no señalara el carácter grandilocuente, aparatoso, falso del patriotismo del abanderado. El patriotismo de tambor y estandarte. Pero este territorio es resbaladizo. ¿Cuál es, entonces el "verdadero patriotismo"? Aquí la respuesta puede ser doble: una, que no hay "verdadero patriotismo" y todo patriotismo es falso; dos, que sí, hay un "verdadero patriotismo".  Este consiste en un proyecto plurinacional.
 
Y ¿qué es un proyecto plurinacional? Uno que emane del reconocimiento de España como nación de naciones. La determinación, incluso en esa forma de resonancias bíblicas, no goza de universales simpatías. Subsiste, además,  el problema de cómo hacer realidad práctica, en el campo de la organización política y las normas jurídicas, esa alambicada fórmula de la nación de naciones. Los socialistas traen bajo el brazo una propuesta federalista que no saben ni como articular. Los de Podemos lo fían a un proceso constituyente para el que, como se ve, disponen de un apoyo entre el cuatro y el veinte por ciento del electorado y cuando llegue. Entre tanto, la legalidad vigente no permite autodeterminación alguna. La propuesta parece pensada para disgustar a los dos bandos en lid, el nacionalismo español (en cuyas filas está ya firmemente encuadrado el PSOE para terror del PSC) y el catalán en donde Podem es considerada como una fuerza netamente unionista.
 
Es posible que Podemos cumpla el viejo sueño de superar a los socialistas. Pero no será en el terreno nacional, en donde la más mínima ambigüedad se paga muy cara. La nación no admite reparos ni escrúpulos. Se está con ella o contra ella.

Punk: la arqueología de la indignación.

El movimiento del 15M, que Podemos considera su padre putativo, nació a su vez del de los indignados. Fue este un estallido repentino de ira colectiva; pacífica, pero ira, que tomaba nombre de un panfleto publicado a comienzos de los noventa por un nonagenario francés que, recordando su juventud rebelde, trasmitía la consigna Indignez-vous! Y la gente la siguió, se indignó, se arremolinó, acampó, dio lugar al 15M y de este, surgió, según parecer muy extendido, aunque no unánime, el partido de los círculos. Podemos sería el partido que canalizaría la indignación.

La indignación, el significante autorreferencial, como dirían los teóricos de Podemos, se convirtió en la noticia de moda, el tema de columnas y análisis de los medios, el objeto de seminarios y grupos de trabajo y comienzo de una nueva taxonomía. Los ciudadanos no solo se dividían en izquierdas y derechas, creyentes y no creyentes, nacionalistas de aquí y nacionalistas de allí, sino también en indignados y no indignados. La nuestra es la era de la indignación frente a la indiferencia y la resignación de las épocas anteriores. Lo nuevo era indignarse.

O quizá no tan nuevo. No hay nada nuevo bajo el sol. Los indignados heredan planteamientos, actitudes, señales, formas y fondo del movimiento punk, que explosionó en los años setenta como una llamarada muy intensa en el campo de la música, sobre todo, pero también de las demás artes, de la contracultura y la política radical, generalmente extraparlamentaria. Solo la imagen de Jordi Colomer, de 2006, que ilustra el post de hoy, con el coche con el enorme letrero: "No? Future!", directamente traída del punk, es un puente con la idea frecuentemente expuesta de los indignados de no disponer de futuro.

La exposición sobre el punk que alberga el Centro de Arte Dos de Mayo, de Móstoles, llamada PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo, comisariada con gran acierto y sabiduría por David G. Torres, al abordar el interesante tema de la huella del punk en el arte de hoy, apunta en el sentido expuesto más arriba aunque, obviamente, no de su finalidad.
 
El estallido repentino del punk, como reacción airada frente al conformismo y la autocomplacencia en que había acabado la  contracultura de los sesenta y el movimiento hippy, tenía precedentes. En la exposición aparecen referencias continuas a los situacionistas, muy escasas al surrealismo y muy abundantes al Dada, del que, obviamente, recogían le insistencia en la provocación y el asalto a los valores establecidos y, por supuesto, al anarquismo, con mención expresa a la revista ácrata británica, Black Flag, una de las primeras en impulsar el movimiento. El punk era la reacción airada a la civilización de la alienación, el consumo, la superficialidad, la explotación y el mal gusto. Que se enfrentara al mal gusto burgués y antiburgués mediante prácticas de mal gusto solo prueba que el movimiento es coherente. Y su influencia posterior, la pieza Das Kakabet (2007), del grupo Gelitin, compuesta por una serie de ñordas humanas reales, así lo prueba.
 
Esa reacción venía alimentada por otra indignación anterior, la de los llamados jóvenes airados, cuya muestra más representativa fue la obra teatral de John Osborne, mirando atrás con ira, de mediados de los cincuenta. La generación de la posguerra, la de los Hijos de la ira. La cosa viene de bien atrás. El mismo coche de Colomer, con su anuncio de neón, nos remite a la estética de otro movimiento que también ejerció su influencia, aunque de forma sutil, la generación beat.
 
De todas ls influencias, sin embargo, quizá la más acusada sea la de los situacionistas. En la visita se aprecia cierto culto por la figura de Guy Debord. Notable el ladrillo envuelto entre la portada y la contraportada de la Sociedad del espectáculo (obra del grupo Claire Fontaine, en 2006). El libro como arma arrojadiza. El recuerdo de la primera película de Debord (1952), Aullidos en favor de Sade, ya nos sitúa en ese terreno de indignación e ira. Puestos a buscar antecedentes ilustres, hasta Alfred Jarry aparece en algún lugar. La patafísica, el Dada, el letrismo, el surrealismo, el situacionismo, los jóvenes airados, la generación beat, mayo del 68, los hippies, los provos, el punk, los indignados. Todo el siglo XX y lo que va del XXI es una una sucesión cíclica de indignación, conformismo, nueva indignación.
 
La exposición es muy completa y trae desde piezas históricas de Michel Basquiat, Chris Burden, Jamie Reid, Eulàlia Grau o Valie Export hasta cosas de ahora mismo, de Pepo Salazar, Mario Espliego, el estupendo vídeo de Federico Solmi, Democracia china, Antonio Ortega. Hay una gran presencia de artistas vascos y catalanes en la estela punk. De los tiempos intermedios, los noventa y primer decenio de 2000, abundancia de obras de Martin Kippenberger, Raymond Pettibon, Mike Kelley o Paul McCarthy. Dicen que el punk museizado pierde. Como todos los estilos artísticos. El origen situacionista no lo hace más vulnerable a la descontextualización que el rococó, por ejemplo. Aun así, la visita a la exposición es una experiencia abrumadora porque a la variedad de soportes materiales con mezcla de imagen y sonido para hacer justicia al ruidismo del punk, se une la habitual intención provocadora de las piezas. Como la autoridad española aplique a rajatabla la ley mordaza, van a tener que cerrar la exposición, plagada de aparentes incitaciones a la violencia, enaltecimientos del terrorismo y los atentados, insultos a la dignidad de las más altas instituciones del Estado. La reina Isabel II con nariz de payaso en los billetes de cinco libras, el vídeo prohibido del asesinato de Kennedy, las imágenes del septiembre negro de Munich en 1972, los atentados a los aviones.
 
Que parte de la violencia así representada sea la que los propios artistas han sufrido directamente (autorretratos de los autores tras haber recibido palizas) da algo que pensar acerca del fondo del mensaje en general que, por lo demás, tiene un contenido poético. El famoso autorretrato de Gavin Turk, (2000), representando a Sid Vicious de los sex pistols, en la pose de Elvis Presley que reprodujo el también famoso cuadro Andy Warhol es como la quintaesencia del punk al día de hoy, como el vídeo de Christian Marclay (2000), Guitar drag, en el que escenifica una consigna punk típica, ¡Matad vuestros ídolos!
 
El nombre punk parece proceder del insulto que Clint Eastwood dedicada a un pringao asaltatiendas en una película de la serie de Harry el sucio. El insulto se consagró como un estilo a través de algunas tiendas de ropa y locales londinenses (la famosa tienda Sex, de MacLaren y Westwood en Londres) que rompían con la edulcorada estética hippy y, sobre todo, la fulgurante aparición del grupo inglés de rock, Sex Pistols, que duró poco más de dos años y el más estable neoyorquino de los Ramones, por el que Palinuro confiesa debilidad. Más estable porque duraron dos decenios, pero en mitad de una verdadera guerra entre ellos, como buenos punks.
 
Música, atuendos, estilo de vida, provocación permanente, ataque a lo establecido, muchas veces a través de la técnica típicamente situacionista del détournement, alterando el significado de las representaciones, cambiando el discurso de los protagonistas. Parece como si el punk se concentrara en las apariencias y así hasta lo propugna. Pero, dada su desvergonzada falta de lealtad al sistema, ni esto se puede tomar en serio.  El punk aparece obsesionado con un elevado grado de exigencia hacia sí mismo. Y el contenido también es esencial: la pieza de Antonio Ortega para decir algo la primera premisa es tener algo que decir (2014), entronca con un célebre cuadro de Salvator Rosa de 1640. La exigencia es completa en el paso de la teoría a la práctica. No basta con predicar que den por culo al sistema. Hay que hacerlo, lo cual es otro asunto.  La prevención punk es total y trae un aroma de mayo del 68: no confíes en nadie mayor de treinta años.
 
Forma explositiva y fondo de crítica revolucionaria, sin concesión alguna, resuelven el generalmente insufrible debate sobre el sujeto de la acción mediante una recomendación práctica que equivale a la fórmula de la emancipación del individuo: la técnica del artista -y todos lo somos- es el DIY, el Do It Yourself, "hazlo tú mismo". Gran parte de la producción punk son grafitti, octavillas, performances callejeras, aprovechamiento de residuos. Cosas al alcance de todos con las que es posible subvertir el orden cotidiano.
 
La relación entre el punk y el feminismo es especial porque este último se impone con mayor éxito por la naturaleza provocadora del arte. La provocación realizada por hombres es mejor asimilada en la sociedad que cuando lo es por mujeres. No bastaba en los sesenta con poner en marcha una sociedad para la castración de los hombres, (Society for Cutting Up Men, SCUM), como hizo Valerie Solanas. Había que pasar a la acción y Solanas vació un revólver en Andy Warhol. El tratamiento que Chiara Fumai hace del caso Solanas y su manifiesto bajo el lema de un hombre artista es una contradicción en los términos, pone de relieve la ambigüedad de la interpretación del episodio. Y, por supuesto, la presencia de las Gorilla Girls todavía afianza más la idea de que, como todo lo punk, el feminismo punk es especialmente incisivo y crítico.
 
Muy original exposición. Quien quiera saber más del punk, que se asome a Greil Marcus (1989), Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX. Barcelona: Anagrama. El libro está escrito antes de la explosión de internet. Con esta, el punk, convertido en ciberpunk, se expande, se viraliza. El photoshop es el campo de maniobra del punk.

dissabte, 27 de juny del 2015

El fin del mundo.


Sí, pecadores, sí, el fin de los tiempos, Armageddon, el exterminio de la especie, la subversión universal del orden constituido. Dios acaba de permitir el matrimonio homosexual. ¿Cómo Dios? Su representante en la tierra, el Papa de Roma, nada ha dicho al respecto. Eso es una locura del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Pues eso, Dios. El Vaticano puede decir lo que quiera. Si los Estados Unidos, la patria del dinero, que es el dios verdadero, aceptan el matrimonio homosexual, aceptado queda urbi et orbi y mucho más que cuando se pronuncia el sucesor de San Pedro. Es claro que hay enormes extensiones del planeta, el mundo musulmán, por ejemplo, en las que esta forma de matrimonio es inimaginable. Pero eso pasa también con los pronunciamientos del Papa. Aparte de que la cuestión ni siquiera se plantea. En muchos de estos lugares los y las homosexuales son ejecutad@s sin más circunloquios, así que lo de casarse no es plan frecuente.

Sirva el recordatorio para plantear una de las cuestiones más acuciantes de nuestro tiempo: ¿es aceptable que la suerte de un ser humano dependa de algo completamente fuera de su control como es el lugar en el que lo nacen? ¿Es justo que, según en donde se nazca, la esperanza de vida sea de 40 u 80 años? ¿Lo es que, por nacer a un lado u otro de una frontera política, un gay sea linchado o pueda ejercer libremente sus derechos, entre ellos el de ser gay y llegar a presidente? No lo es, pero me temo que no tenemos clara idea de qué hacer. Podríamos discutir durante horas.

La voz del dios real del mundo, Mammón, el dinero, ha aceptado el matrimonio gay. Y el mundo, o una parte importante de él, lo celebra como un hito en el progreso de la sociedad. Lo es. Es un inmenso avance que la gente no padezca discriminación por sus opciones sexuales, que nadie pueda inmiscuirse en los sentimientos entre dos seres humanos en nombre de teologías absurdas. Si Dios, caso de existir, tiene algo que decir al respecto, ya lo hará.

Lo importante aquí es que los creyentes en el mismo dios que los magistrados del Supremo yanqui acepten las consecuencias de su decisión. No la decisión en sí, sino las consecuencias de ella. Doña Sofía de Grecia es muy dueña de advertir que la admisión del emparejamiento homosexual no nos autoriza a llamarlo matrimonio. Igual que el ministro del Interior es muy libre de seguir considerando que, para él, el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, sin mayores averiguaciones porque es un cristiano neoliberal. Y la exalcaldesa de Madrid, Botella, puede tranquilamente seguir hablando de peras y manzanas y hasta quizá deba seguir haciéndolo. Ellos y quienes como ellos piensen pueden pensar lo que quieran, pero sin interferir ni coartar ni mermar o reducir el derecho de los demás a matrimoniar como les parezca. La crítica según la cual esta decisión acabará legalizando la zoofilia solo puede caber en la cabeza de quien la practique o anhele practicarla.

En resumen, nada autoriza a un ser humano a convertir sus convicciones, por profundas que sean, en normas de obligado cumplimiento para los demás, sino es con su asentimiento. Imponer las propias convicciones como normal legal y moral sin el asentimiento expreso de quienes han de obedecerla no es una muestra de religiosidad o civilización. Es una muestra de barbarie.
 
Así que gracias al Tribunal Supremo de los Estados Unidos por hacer justicia. En España ya la teníamos en ese aspecto por iniciativa del gobierno de Zapatero, al haber superado un recurso de inconstitucionalidad que planteó el PP.

Sobre la vejez I. Molon labe.


A B. T., con quien tanto comparto.
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El dicho es famoso; la circunstancia, muy conocida. Llegado a las Termópilas con su poderoso ejército, Jerjes I, rey de reyes, exigió a los trescientos espartanos al mando de Leónidas que se rindieran y entregaran las armas. Los griegos contestaron en lacónico estilo, molon labe, "ven por ellas".

Desde entonces el molon labe ha seguido oyéndose a lo largo de los siglos en todo tipo de conflictos, cuando un bando conmina a otro a entregarse, a rendirse, deponer su actitud, hacerse a un lado, dejar paso franco. La respuesta puede ser un hermoso molon labe.

Viene lo anterior a cuento de esa manía muy generalizada hoy de razonar en los conflictos sociales en términos generacionales. La idea es elemental: así como los días suceden a los días, las estaciones a las estaciones, los años a los años, las generaciones deben suceder a las generaciones, los seres humanos a los seres humanos, como las hojas de los árboles, según Homero. ¿Por qué? Porque es ley de vida que lo nuevo y, por tanto, pujante, sustituya a lo viejo y, por tanto, caduco. Así progresa la especie, a veces a costa de los individuos.

Eso quizá valga para los días, las estaciones, los años o las hojas de los árboles, pero no para los seres humanos, que son libres y cuando son libres. Son ellos los que deciden autónomamente si se van o se quedan, si entregan o defienden la posición. Nadie puede decidir por ellos y menos, el adversario.

Quienes, en nombre de su generación, exigen a la anterior que se retire para ocupar su sitio antes de que la real ley de vida se cumpla en su forma verdadera como ley de muerte, están diciéndole, como los persas a los espartanos, que entregue las armas.

Molon labe.

Es legítimo que una generación aspire a desplazar a la precedente, pero eso no hace menos legítima la resistencia de esta. Quienes sostienen que la generación nueva, en la medida en que puedan identificarla, es mejor por ser nueva, tienen que demostrarlo. Y en una sociedad conflictiva y abierta solo hay un modo de conseguirlo: venciendo. Y solo hay un modo de vencer: convenciendo.

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NB. El anterior es un post de una serie que iré sometiendo a la curiosidad del lector de vez en cuando sobre el tema de la vejez. Habiendo alcanzado la edad en que esta es objeto de reflexión, Palinuro, sin abandonar su misión de llevar la nave al puerto, se propone hacer lo que todos los viejos: hablar de sí mismos, que es lo que les gusta, con el cuento de hacer filosofías sobre la vejez. Pero serán reflexiones palinúricas. La prueba es esta introducción.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).

divendres, 26 de juny del 2015

La cleptocracia.

Ya están en el aire los miles de emails de Blesa, esos que no se sabe si están bajo secreto de sumario, prohibidos por una u otra autoridad, ocultos bajo alguna querella del propio Blesa contra quienes los aireen, o amenazados de volatilización en aplicación de la ley mordaza, esa que tipifica como delito la denuncia de delitos cometidos por las autoridades. Los ha subido a la red la página de xnet, que tiene un buzón para recibir denuncias anónimas. Y, de la red, han pasado a todos los diarios digitales.

Son miles de mensajes de Blesa y otros directivos de Cajamadrid entre ellos y con terceros de gobiernos, empresas, partidos, etc. Dado su carácter presuntamente delictivo en muchos casos, la batalla será sobre la legalidad de la publicación/revelación de correspondencia, etc., etc. A nuestros efectos, procederemos como si ya estuviera resuelta a favor del derecho de la ciudadanía a saber quién ha estado robándole, desde cuándo, cómo, para qué, en qué cuantía. Todo presuntamente, por supuesto. Un derecho que deriva no solamente de haber sido expoliada y arruinada, sino, además, forzada a pagar un rescate estratosférico de la entidad quebrada.

Las cajas eran lo más parecido a una banca pública. Los partidos pasaron a administrarlas a través de su control de las instituciones con ánimo de saqueo sin límite y sin ningún sentido de la responsabilidad. Y, a fuerza de dispendios, desfalcos, apropiaciones indebidas, derroches suntuarios, estafas, consiguieron quebrar el conjunto, dejando decenas de miles en la ruina y produciendo una catástrofe en el sistema bancario. Lo llamaron crisis y los mismos que nombraron y mantuvieron a los presuntos apandadores, tipo Blesa o Rato, se autoasignaron la tarea de remediar el desaguisado con dineros públicos, o sea, con fondos de los estafados y expoliados. Insisto, lo llamaron crisis.

El panorama es estremecedor. Aznar, Rajoy, todos los gobiernos del PP, el PP en su conjunto y parte de la clase política de otros partidos así como sindical están pringados. Y, en verdad, no se entiende cómo el gobierno sigue sin dimitir y el PSOE sin presentar una enmienda a la totalidad de este desaguisado en forma de moción de censura. Salvo que los intereses creados en el desorden cleptocrático español los haga a todos cómplices en la tarea de ocultar o mitigar sus aspectos más indignos. Es posible que el asunto de los ERE, que es una verdadera vergüenza para el PSOE, le reste ánimos para confrontarse con el partido del gobierno en sede parlamentaria, en donde sin duda le sacarán los trapos sucios. Sin embargo, la respuesta, como el deber, es clara: hay que denunciar la corrupción, aunque parte de la denuncia te caiga sobre la cabeza. Más vale ponerse colorado una vez, etc., etc. Esta exposición coram populo de los tejemanejes de una pandilla de sinvergüenzas que durante años (mandato de Blesa: 1996-2009; mandato de Rato: 2010-2012) parecen haber estado viviendo a cuerpo de rey, ellos y sus allegados, a base de estafar a la colectividad no puede ocultarse en los vericuetos procesales, lentos y confusos. Deben constar de forma clara, sintética, fácil de consultar -como lo están esos emails que parecen un prontuario para granujas- y de comprobar. Porque cuentan la historia de cómo se ha gobernado este país en los últimos veinte años. Como una cleptocracia.

Las tarjetas black, los créditos a fondo perdido, los chanchullos a favor de los amigos, correligionarios o adversarios favorables, las subvenciones sin justificar, los gastos suntuarios, las trampas, las comisiones, los latrocinios, las mediaciones ilegales, los perjuicios conscientes causados a los patrimonios de impositores y clientes, la desvergüenza, son algunas de las pinceladas de un panorama de saqueo público por medios institucionales. A Blesa lo nombró y mantuvo Aznar, que aparece con tintes sombríos en muchos mails; a Rato, Rajoy, el de los sobresueldos. Aguirre acosaba a la Caja para ponerla más a su servicio. Los consejeros, con alguna excepción (supongo), una partida de pillastres que se pulían los dineros públicos en jolgorios y consumo ostentoso. Blesa tenía tratos, todos del mismo color, con Díaz Ferrán (un beneficiado que hoy duerme en Soto del real), Cerezo, Villar Mir, Gallardón, Barrionuevo y un sin fin de relevantes personalidades de integérrima virtud, aparte de constituirse en benefactor de los partidos políticos, a los que repartía millones en créditos como si fuera la pedrea. Y eso en sus ratos libres, entre cacería y cacería con unas fotos ante cadáveres de hermosas fieras de la selva que son un bochorno para el género humano, aunque quizá no para él que de humano parece tener poco.

Esos correos electrónicos deberían servir para retirar de la vida pública a todos los que aparecen en ellos, remitentes, destinatarios y sujetos en ellos mencionados. Son la manifestación de la picaresca tradicional adaptada a las nuevas tecnologías.
 
Son la marca España.

Visión filosófica de la política.


Fernando Beresñak, Hernán Borisonik y Tomas Borovinsky (Eds.) (2014) Distancias Políticas. Soberanía, Estado, gobierno. Madrid: Miño y Dávila. (190 págs.)
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Los tratados de historia de la teoría o filosofía políticas suelen seguir un patrón, más o menos común. Casi todas son historias de pensadores o escuelas, como las de la filosofía, dado el carácter acumulativo de estos saberes. Y tratan un elenco de autores canónicos representativos de una doctrina o un hallazgo que han dejado huella, siendo debatidos por generaciones posteriores. Así ( entre otros) Bodino, para la teoría de la soberanía, Hobbes para el estado de naturaleza, Locke para el contrato social, Rousseau para la democracia, Tocqueville para la revolución. No suelen aparecer en cambio otros autores  que han tenido influencia política indirecta, pero no han sido fundadores de una concepción específica en este campo o, si lo hacen, es como contexto al estudio de los canónicos. Tal es el caso, también entre otros, de Cicerón, generalmente adscrito a los campos de la jurisprudencia, la oratoria, la filosofía; de Maimónides, también monopolizado por la filosofía o los cometarios de la Torah; de Lutero, considerado en su faceta de lucha dogmática;  o de Galileo, en quien se valora ante todo su espíritu científico.

La originalidad de este estupendo libro, compuesto por nueve estudios independientes de otros tantos especialistas se echa de ver en la selección de autores, que son los que hemos citado más arriba, presentados en orden cronológico, por no otra razón que porque algún orden habían de tener. Los temas son tan disímiles y los autores tan diferentes (cinco canónicos y cuatro no canónicos) que hasta encontrar un título común ha debido ser complicado. Distancias políticas es tan bueno como cualquier otro porque tiene muchos significados o implicancias, como gustan escribir varios de los autores, casi todos ellos latinoamericanos, sin perjuicio de ser un lejano leitmotiv de carácter espacial.

En conjunto el libro tiene un nivel alto, riguroso e innovador. Atrapa al lector porque desde el primer momento se ve que el propósito general es apartarse de los caminos trillados y explorar otros nuevos, tanto en autores poco frecuentes como en aspectos menos conocidos de los habitantes habituales de la polis. En cada capítulo se azuza la curiosidad de ver qué nuevo matiz aparece en la consideración del siguiente pensador.

Comienza Juan Acerbi con un capítulo sobre tradición, divinidad y persuasión. Condiciones de posibilidad en torno al concepto de razón de Estado en Cicerón que descansa sobre la importancia que el jurisconsulto otorgaba al Mos maiorum como fundamento de la sociedad, de la res publica (p. 22). Es la base misma del pensamiento conservador. La cuestión reside, como siempre, en cómo compatibilizar el respeto al Mos maiorum, intangible para los jurisconsultos justinianeos, con la inevitable evolución de la sociedad. La respuesta estaba en el aire: a través de la equidad, que vendría recogida en el derecho pretorio. Pero, al tratarse de un terreno inseguro, era menester que el "orden de los mayores" estuviera protegido por los dioses. De ahí que Cicerón aconsejara que el pueblo pensara que todo estaba lleno de dioses (p. 28). La razón de Estado es divina.

Emmanuel Taub, El ángel y el lenguaje. Angeología y poder soberano en el pensamiento de Maimónides es un examen del alcance y función de los ángeles en la Guía de los perplejos del filósofo cordobés. En su visión, el mundo tiene tres géneros: las criaturas materiales cambiantes, la materiales no cambiantes y las inmateriales, que no tienen cuerpo ni son de materia, pero sí tienen entendimiento individual. Son diez categorías de ángeles, desde el superior, Hayot a Kodes hasta el último, Ischim, considerado en la jerarquía angélica judía como "parecido a los seres humanos" y que, por tanto, puede comunicarse con ellos a través de los profetas (pp. 41/42), aunque algunos otros también lo hayan hecho ocasionalmente, como los serafines o los querubines. Los ischim son los últimos ejecutantes de los designios divinos. El soberano del mundo es Dios; los ángeles ejecutan sus designios, pero tampoco conocen su esencia ni, por tanto, su nombre, como los seres humanos (p. 44).

Hernán Gabriel Borisonik firma un gran trabajo sobre la política negativa y el problema de la economía en el ingreso a la Modernidad, cuyo punto central es la idea de que el Renacimiento y la Reforma son "las puertas de entrada al Occidente moderno" (pp. 57, 68). La obra de Lutero desembocó en la ironía de que el agustinismo político de la Iglesia cayera bajo la crítica de un monje agustino (p. 71). Lutero aparece como el gran adalid de los gobiernos nacionales (p.72), conclusión de una línea coherente de pensamiento, sagazmente trazada por el autor: la crítica a la actividad económica de la Iglesia (p. 60) se complementa con el ataque a la separación entre poder clerical y poder secular en su escrito A la nobleza cristiana de la nación alemana y la orden de que todos deben someterse al poder político dominante (p. 64). Los curas también. La Reforma abrió el camino a la modernidad en Europa. No en España, que se cerró en la doctrina de Trento. Pero esto pertenece a otro orden de preocupaciones.

Alexandre Nodari, en Soberanos y piratas, censores y vagabundos: la amenaza de la eversión en los Seis libros de la República presenta un aspecto poco tratado pero tremendamente actual de la doctrina bodiniana de la soberanía. Recuerda Nodari a Schmitt (quizá el teórico más recordado en el libro) cuando lo cita: Soberano es quien decide sobre el estado de excepción (p. 80), porque resume muy bien a Bodino, de quien está extraída la idea. En estado de necesidad, el Soberano puede recurrir al engaño y el fingimiento por el bien de la república, es decir, ponerse a la altura de los piratas, cuyo rasgo esencial es el recurso a la mentira. Pero, al hacerlo, corre el peligro de convertirse en uno de ellos. Sustitúyase "piratas" por "terroristas" y tendremos el caso de la doble vara de medir que caracteriza el comportamiento de los Estados y el derecho internacional hoy día. Los piratas, los terroristas, "fingen ser lo que no son" (p. 86), procedimiento al que acuden los Estados. Para evitar que la sociedad sea víctima de los falsarios se requieren censores (p. 87). El peligro de la eversión se da cuando hasta la censura falla y la sociedad se vuelve completamente pirata, se puebla de vagabundos. Un supuesto extremo de sociedad que Nodari no considera utópica ni distópica, sino atópica y quizá por eso sitúa en ella la batalla entre la soberanía y la libertad (p.92). 

Fernando Beresñak, en Motivaciones, argumentos e implicancias políticas de la espacialidad galileana acomete una cuestión muy interesante en la valoración ajustada de la aportación de Galileo a la ciencia en la medida en que la examina a la luz de su compromiso o interés de resolver la disputa entre la filosofía y la matemática tanto científica como políticamente (p. 97). Su posición y su conflicto con la Iglesia lo forzaron a formular una concepción de la ciencia que puede pasar por religiosa. Su aportación no sería tanto a una concepción puramente cientifica, sino más al proceso que el autor llama de "secularización moderna" (p. 109), el resultado de una controversia teológica, política y científica sobre la verdad (p. 108). Así resulta que la matemática, que es la ciencia de Dios, de origen incomprensible para los hombres, es también la ciencia por antonomasia del gobierno. (p. 112)

Fabián Ludueña Romandini escribe sobre Soberanía y demonología en el pensamiento político de Thomas Hobbes. El orden social solo es posible mediante la evitación de la guerra civil a través de un Estado que garantice la vida de los súbditos (p. 115). La soberanía hobbesiana traduce la matematización galileana del universo (p. 118) y la "multitud" es el concepto político decisivo y la condición de la estructura soberana (p. 119). Eliminada la guerra civil interna, resurge en la política mundial (p. 121). En cuanto a la interna, la concepción pragmática de la religión para la legitimación del soberano, es decir, su teología política, no suponía la aceptación de la existencia de los demonios, que serían responsables de ella. De ahí el ataque de Leviatán a la ciencia política de los demonios (p. 122). El rechazo a los espectros inaugura la Modernidad, lo cual plantea el problema del lugar de la imaginación que en el 68 se quería que ocupara el poder (p. 129).

Joan Severo Chumbita, La ausencia del pueblo. Cuatro elementos del liberalismo clásico en la teoría política de John Locke, es un conciso cuanto brillante estudio del pensamiento de Locke a partir de cuatro ejes: el concepto iusnaturalista del hombre, el derecho de propiedad, la reserva de los derechos políticos a los propietarios y el derecho de resistencia (p. 132). El hombre es el individuo utilitario, que maximiza su beneficio. La propiedad privada el resultado de la abundancia en el estado de naturaleza, se refiere a unos cuantos, los propietarios, y excluye al pueblo porque, aunque la tierra sea don de Dios a la humanidad, el hombre se la apropia mediante el trabajo pues así genera más riqueza (p. 138). Objetos de apropiación son los frutos, la tierra, el trabajo y la vida humana, que da la esclavitud, algo que Locke rechaza en la sociedad política (p. 140). La reserva de derechos políticos a los propietarios es exclusión del pueblo también. Este solo vuelve a ser sujeto en cuanto ejerce el derecho de resistencia, cuando la gente (sin distinción entre propietarios y no propietarios) retira su consentimiento al gobierno (p. 145).

Rodrigo Ottonello, El problema de la extensión de los cuerpos políticos en la filosofía de Jean-Jacques Rousseau se concentra en el examen de la vida de los cuerpos políticos en Rousseau; no de cómo o por qué mueren, sino de cómo pueden crecer, multiplarse, ampliarse, progresar (p. 154). A base de la Profesión de fe del vicario savoyano, del Ensayo sobre el origen de las lenguas, de la parte correspondiente del Contrato social y el Discurso sobre economía política, Ottonello cartografía las ideas del ginebrino respecto a las relaciones entre materia, cuerpo y extensión (p. 156), el Estado, el soberano y el gobierno (p. 163) y, por supuesto la extensión en que este actúa. Preocupa a Rousseau la cercanía y dispersión de los hombres en los espacios y el hecho de que el gobierno pueda regular el movimiento de las vidas personales o decidir la extensión de la vida en general. Es de reseñar la feroz oposición del ginebrino a las prácticas de control de la natalidad (p. 166). Él personalmente, el ciudadano Rousseau, por cierto, tuvo cinco hijos que llevó metódicamente uno a uno a la inclusa.

Tomas Borovinsky, El porvenir de la revolución, la democracia y la decadencia: pensar a partir de Alexis de Tocqueville. El núcleo esencial de Tocqueville en La democracia en América suele considerarse como un ejemplo de elegante lucidez decadentista. Para el aristócrata liberal, los Estados Unidos son la prueba de que los hombres prefieren la igualdad a la libertad, que la democracia es imparable y nos igualará a todos en la condición de burgueses (p. 183); o sea, el socialismo para entendernos hoy. En El antiguo régimen y la revolución, el punto esencial era otro: son las reformas las que abren la puerta a la revolución que divide luego al continente (p. 175). Dos países dominarán en el futuro: los Estados Unidos y Rusia. Durante la guerra fría, Tocqueville sentó plaza de profeta. Luego, ha quedado el poso de su clarividencia, al celebrar lo fáustico del espíritu empresarial norteamericano (p. 185). Entre tanto, Borovinsky rastrea la influencia de Tocqueville en Schmitt y Heidegger, cuando asimila liberalismo y socialismo (p. 181), así como Aron y otros. Tocqueville no fue solo augur de la guerra fría sino precedente y pionero de la teoría de la convergencia con la que esta trató de superarse a sí misma en el terreno teórico.

dijous, 25 de juny del 2015

El carné de baile.


El de Podemos es el más codiciado. Todo el mundo quiere bailar con la nueva formación. Valses, rigodones, lo que sea, pero agarrado a la nueva promesa. Esta, velay, se hace querer. El encuentro de Garzón e Iglesias tiene lectura en clave de la más vieja política. Varian los atuendos, el mobiliario, el atrezzo, pero los mensajes y los significados son de protocolo de toda la vida. Entrevista en campo Podemos, no neutral. Signo inequívoco de debilidad negociadora del pretendiente. Comparecencia conjunta, pero comunicados de prensa por separado. Las explicaciones de ambos, una verborrea perfectamente prescindible: somos amigos, pero no amantes; coincidimos, pero discrepamos; nos vemos con gran simpatía, pero a distancia. La prueba de nuestra gran unión de espíritu es que no vamos a apuntarnos ni un baile en el carné.
 
El más claro y rotundo ha sido Iglesias. Sigue considerando a IU un proyecto acabado y carece de sentido empezar algo cargando con un cadáver, por muy exquisito que sea. IU puede ser la madre o la abuela de Podemos, pero no está ya en este mundo. Su vinculación con el comunismo, que acaba apareciendo siempre, es suficiente para mojar toda la pólvora que Iglesias pueda acumular en la santabárbara electoral de Podemos. Y no es una actitud errónea. Los proyectos sobreviven si quienes los impulsan no ceden a sentimentalismos. Presentarse a las elecciones en unidad popular pero bajo la sola marca Podemos juega con la conexión mediática entre el título y la figura de Iglesias, que se difuminaría en un frente de siglas. Además, en un plano de proyectos políticos personales, es legítimo que el de Podemos quiera medirse singularmente con los adalides de otras opciones, todos ellos hombres. Hay quien murmura sobre los riesgos del culto a la personalidad, una crítica que ha quedado triturada en la era de la imagen en la que los medios dan preferencia a los rostros y su capacidad de trasmutarse en núcleos de irradiación de mensajes subliminales.
 
Iglesias ha añadido una carga de profundidad. Con IU ni a la vuelta de la esquina. A Alberto Garzón se le abren los brazos in tuitu personae, como dicen los juristas. La faramalla de IU quédese fuera y entre Garzón, con quien hay una relación personal e intransferible. En definitiva, súmese la persona Garzón al proyecto Podemos y tendrá el carné abierto.
 
La oferta pone a Garzón ante una dura alternativa personal. Se mantiene en IU y sigue acumulando quejumbrosas razones a favor de la confluencia de siglas, pretensión que comparten los que ocupan el sidecar de IU, o bien rompe con IU y se integra en el proyecto de asaltar los cielos que, en la actualidad, ya incluye asimismo un atareado departamento de consensos a la más clásica usanza con el carné de baile casi a rebosar.
 
Garzón lo tiene fácil. Le basta con invocar esa conclusión tan frecuente en la vida cuando alguien se apresta a cambiar de bando de es más lo que nos une que lo que nos separa. Pero quizá no sea hombre dado a las soluciones fáciles. En todo caso, podrá comprender que los problemas de Podemos a la hora de conformar una opción verosímil de gobierno en España son de otra índole. En primer lugar tiene que resolver la tensión interna entre su sector leninista y el asambleario, no a base de yugularlo sino de impedir que genere conflicto interno y faltas de coherencia en lo externo. En segundo lugar, tiene que aclarar su posición respecto al soberanismo catalán que amenaza con provocar otra fractura interna en la organización, sobre todo ahora que está fraguándose una unión sagrada del nacionalismo español, como ha demostrado el PSOE sacando la rojigualda para sumarse al baluarte español de los otros dos partidos, el PP y C's.
 
Como para enzarzarse en el habitual guirigay de IU.

Las elecciones, cuando toque.


Monólogo del indeciso.
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¿Qué hacer, Señor? ¿Adelantar o retrasar? Dame una señal para orientarme entre tanta confusión. Los barones están de acuerdo en pedir el adelanto. Pero mi corazón y mi natural pausado me aconsejan retrasar. Están aquí ya los Presupuestos Generales del Estado (PGE). No sé a quién se le ha ocurrido que son como el milagro de los panes y los peces y ha anunciado que vamos a devolver las pagas que sisamos a los funcionarios al comienzo. Ha sido preciso desmentir y hemos quedado fatal, por más incompetentes de lo que somos. Si presentamos los PGE y no nos pillamos los dedos, dejando las promesas para 2016, les damos más seriedad y no nos comprometemos a nada. En verano se coloca mucha gente y las cifras del empleo serán buenas en septiembre. Y en noviembre recogemos los frutos. Si retrasamos a enero de 2016, los datos del paro pueden ser malos de nuevo. Es decir, quizá sea mejor no adelantar ni retrasar sino dejar las elecciones en noviembre. ¡Qué confuso y difícil es todo! Claro está ya sin embargo que, se adelanten las elecciones o se atrasen o se queden en lo previsto, el candidato seré yo. Eso no hay barón que lo niegue. El adelanto tiene también valedores entre los empresarios catalanes, al menos los que me hablan. Quieren neutralizar la convocatoria secesionista de Mas. Suponen que la coincidencia hará desmerecer la convocatoria catalana o, incluso, obligará a aplazarla a mejores fechas. A diferencia de los andaluces, los catalanes siempre han celebrado sus consultas al margen de las españolas. Es una de las formas de lo que llaman el desenganche y que puede coronarse en las elecciones de noviembre si los soberanistas no presentan candidatos a las elecciones legislativas. También es pensable que las elecciones coincidan. ¿Por qué no? Son convocatorias distintas con finalidades distintas. Cada vez más confusión y desconcierto. Entonces, ¿no es bueno adelantar las elecciones? Por supuesto. Es óptimo si se obliga a las dos opciones emergentes, Podemos y C's a concentrarse en la campaña electoral sin tiempo para capitalizar sus experiencias de gobierno consorte en donde se den. Hay una solidaridad de partidos dinásticos, sobre todo ahora que los socialistas ya están formados como un solo hombre detrás de la enseña nacional, la que une a todos los españoles, catalanes incluidos. No vamos a permitir que los advenedizos  nos estropeen la fiesta. Pero, si se atrasan los comicios, tenemos tiempo de sobra para remontar en nuestras expectativas electorales a lomos de la recuperación económica, mientras los emergentes lidian con las crisis de implantación y crecimiento y el PSOE termina de liquidar sus expectativas en Cataluña con un PSC literalmente sepultado por una banderaza española que le ha caído encima de repente, como el pedrisco en el verano. El peso de esta Gran Nación es considerable. Que me lo digan a mí que ahora ya no sé si adelantar o atrasar las elecciones o dejarlas como están. San Cristobalón me valga, qué dificil es gobernar. Y con Cospedal a mi vera diciendo que no solo es preciso retrasar sino también cambiar la ley electoral para no perder. Y me lo dice ella, que perdió las elecciones, a pesar de haber modificado la ley electoral de su Comunidad. Es que no sabe uno ya qué hacer con un partido tan lleno de sinsorgos en donde quien no ha metido la pata, ha metido la mano y a veces las cuatro patas, como ese asno de Floriano. Señor, dame una señal para ver cuándo dejarán de aparecer ladrones por los pasillos de Génova y podemos presentarnos relativamente limpios ante el electorado porque cuando me inspiraste aquello de "todo es falso salvo alguna cosa", no me advertiste que ese "alguna cosa" era una mar de podredumbre.

dimecres, 24 de juny del 2015

Abre la almoneda.


Vamos, que nos vamos. Las mejores ofertas por liquidación de temporada. Promesas a go-go. Se devolverán las pagas mermadas a los funcionarios, se supone que con los correspondientes intereses. Y también los días tachados del calendario. Hay elecciones y los empleados públicos son un sufrido sector muy agraviado en estos tres años. Hay que endulzarle la existencia para que vote a los mismos que le redujeron los salarios y le subieron los impuestos. Nada hombre, ¿qué impuestos? El IRPF bajará el año que viene. Falta ganarse también a los jubilados, otro sector de votantes muy enfurruñado por el maltrato recibido y el expolio a que ven sometido su fondo de reserva. La almoneda no tiene nada preparado al respecto. Pero lo tendrá a buen seguro. Algún dato retorcido para mostrar los beneficios acarreados a los pensionistas. Saldrá porque también hay almoneda en medios de comunicación. En RTVE han contratado a media docena de predicadores de la derecha, auténticos killers dialécticos que cobrarán una pastuqui de los fondos públicos por insultarnos. Habrá licencias de televisión para los amigos, si no es de una forma, de otra.

La mayor almoneda, en la política. Cifuentes, apoyada en C's, ha entrado en Madrid casi como una conversa a Podemos. Ha suprimido el Consejo Consultivo de la Comunidad, un cementerio de elefantes que consumían su peso en oro sin aportar nada digno de mención a la colectividad. Abre auditorías, es de suponer que en serio, a los gobiernos anteriores. O sea, ha puesto una bomba fétida en la sede del gobierno autonómico. El PP auditando en serio al PP es una imagen de almoneda. Eso todavía no lo ha hecho nadie.

La almoneda reza también con la jefatura. Rajoy se ha autodesignado candidato sin que haya habido resistencia alguna. Pero autodesignarse candidato no garantiza el triunfo electoral. Los sondeos y previsiones del PP son muy pesimistas. Si no, es poco probable que devolviera los salarios detraídos de los funcionarios. Rajoy puede perder las elecciones. Hasta es probable que suceda. Almoneda de líderes. La repentina aparición de Cifuentes augura una próxima batalla por la presidencia del PP de Madrid y, seguramente, del PP nacional. Por lo demás, el grado de ósmosis entre el PP y C's es tal que no serían de extrañar trasvases del uno al otro, incluido el de la propia Cifuentes a quien harán la vida imposible sus compadres del partido de la corrupción.

La incógnita en Madrid es Aguirre, cuya posición se ha debilitado mucho y se ve obligada a llevar su política de oposición municipal en twitter. Es evidente que deberá hacer algo si quiere mantener viva su aspiración al liderazgo en un ambiente en el que se perfilan otras opciones sustitutorias al desastre sin paliativos de Rajoy. Ya son escasas las posibilidades para su inimitable estilo, pero quizá pueda reaparecer en primera línea sosteniendo tener pruebas de que Carmena es una reencarnación de Psionaria.

La ficción del franquismo.

Quedan unos días para ver la exposición que sobre el franquismo en España han venido albergando la casa de los Morlanes y el palacio de Montemuzo en Zaragoza, comisariada por Julián Casanova, catedrático de historia contemporánea de su universidad. La exposición es bastante pobre de contenido. Tiene algunas piezas de interés, como unos pupitres de escuela primaria del franquismo, algún mapa de la época, un par de uniformes de falangistas, un modelo de garrote vil sacado de algún almacén municipal, muchas fotos, algunas con apoyaturas materiales, como las maletas de los emigrantes a Alemania, varias revistas y no de las más significativas, documentos más o menos relevantes, cedidos por archivos que el historiador visita con frecuencia y un par de vídeos con selecciones mezcladas de trozos del NO-DO y algunas de las películas señeras de la época, como Raza, Surcos, Balarrasa y otras ya del desarrollo, con Marisol o Pepe Luis Vázquez. Como muestra no está mal, pero deja mucho que desear por sus  carencias. Hay aspectos enteros del franquismo que no se ilustran y otros se tratan superficialmente, si bien es cierto que los 40 años de la dictadura están muy bien y rigurosamente tipificados en sus distintas épocas y rasgos: la represión, la escuela, la Iglesia, el turismo, la emigración, etc. Otra cosa es que también estén materialmente representados, asunto más difícil, que requiere otro tipo de profesionalidad, si bien no hay duda de que lo logrado es meritorio. Lo mejor son los largos textos que ilustran la exhibición y están sacados del libro que, editado por Casanova, se vende en la exposición con el mismo título de esta, Cuarenta años con Franco, y del que hablaremos en su momento, empezando ya por reseñar que la preposición "con" en el título no parece muy afortunada. Lo más insatisfactorio son las dos antologías filmadas porque los trozos escogidos, tanto del NO-DO como de films de ficción, no hacen justicia a su objetivo. No obstante, los organizadores han compensado esta carencia programando unos ciclos complementarios de cine con un buen puñado de films muy representativos pero que requieren, claro, más tiempo del que lleva una exposición.

En todo caso es de aplaudir que, a los 40 años de la muerte de un sangriento tirano, que marcó para siempre la historia de este desgraciado país, se ofrezca la posibilidad de contemplar una retrospectiva de lo que fueron aquellos cuatro inenarrables decenios que hoy han revivido frescos como las rosas del haz falangista en estos cuatro años de nacionalcatolicismo pepero, ultrarreaccionario y delictivo. Sobre todo porque da pie a una reflexión sobre el franquismo, una interpretación que vaya más allá de la documentación de sus aspectos más sórdidos, siniestros y genocidas, y que, traída hasta el día de hoy, quizá no sea del todo inútil y sirva para abrir una perspectiva nueva tanto en el juicio sobre la transición como sobre la época actual.

A los 40 años de la muerte del dictador sigue habiendo muchas discrepancias en el juicio global de su régimen y, por lo tanto, de sus consecuencias. La reciente controversia sobre el tratamiento de la figura de Franco en el Diccionario Biográfico Nacional de la Real Academia de la Historia es prueba de ello.  La insistencia de los franquistas y asimilados en que el conocimiento en democracia huye de las "verdades oficiales", confundiendo a propósito la mera verdad con la "verdad oficial", es coherente con su empeño de que no se aliente la memoria colectiva y se olvide este episodio para, suelen decir, "no reabrir heridas". La guerra civil fue un deplorable cuanto inevitable episodio; la dictadura, una desgracia, pero un mal menor que, además, tuvo sus aspectos buenos y hasta salvíficos. Y, sobre todo, dejó un régimen democrático homologable a los de los países del entorno. Mejor no hurgar en el pasado. España se ha normalizado y en eso coinciden casi todos.

En definitiva, el franquismo fue un tiempo particularmente duro, tiránico, inhumano pero que, finalmente, se terminó, dejando paso a una España normal en la cual es posible articular visiones de la dictadura tan críticas, bien fundamentadas y convincentemente expuestas como las de Casanova y otros historiadores como Preston o Ángel Viñas.

La visión dominante, general, es la que ve el franquismo como un interregno de la historia política de este país. La pelea está luego en el carácter de ese interregno: dictadura militar, nacionalcatolicismo, autoritarismo, totalitarismo, movilización fascista. Cuarenta años dan para mucho. Pero, ¿y si no fuera un interregno, sino un cambio sustancial de la evolución histórica de España? Es decir, no como la isla que divide el río en dos brazos durante un tramo y que luego se reunifican en su caudal original, sino como un dique que lo obliga a desviarse en una dirección distinta.

El franquismo fue el resultado de un golpe de Estado, preparado en una conspiración previa de financieros, empresarios, gente acaudalada, monárquicos, militares y curas. La sublevación convirtió automáticamente en delincuentes a quienes la perpetraron y sus auxiliares desde el primer momento, por haber roto sus juramentos y atentado contra la legalidad repúblicana que, para ocultar sus designios delictivos, aseguraban querer defender. El hecho de ganar por la fuerza de las armas tras tres años de guerra no convirtió a los delincuentes en menos delincuentes. Siguieron siéndolo hasta el final, cuarenta años más tarde. Porque la legalidad republicana fue abolida a tiros, pero era y sigue siendo la única legítima en España.  En esos cuatro decenios, los delincuentes erigieron un remedo de Estado, de ordenamiento jurídico, de orden institucional completamente falsos. Una escenificación orwelliana en la que todo, absolutamente todo, era lo contrario de lo que simulaba ser.  El franquismo creó un país ficticio en el que la injusticia era la justicia; el robo, la integridad; la maldad, la bondad; el despotismo, la libertad; la crueldad, la caridad. Y todo eso en nombre de un dios que se había impuesto manu militari sobre sus sufridos creyentes y con ayuda de adoradores de otro dios.

Suelen señalarse algunas macabras ironías que apuntalan esta interpretación del franquismo. El cardenal Pla y Deniel bautizó de cruzada a una sublevación de militares felones que traían soldados musulmanes en sus filas. O bien el reiterado hecho de que tanta gente del bando vencido fuera ejecutada bajo la acusación de rebelión militar en procesos-farsa seguidos ante tribunales militares compuestos por rebeldes. Pero estos son casos concretos de un comportamiento generalizado en la sociedad y que acabó impregnando la mentalidad de los españoles durante aquellos cuarenta años. Téngase en cuenta: se trataba de un país en el que media población había sido derrotada por la fuerza de las armas por otra media y quedaba a su merced incondicional y esa otra media victoriosa no tuvo ninguna. Los mismos que habían torturado, fusilado, asesinado a decenas de miles de personas indefensas, que habían violado a mansalva, ultrajado y expoliado, eran los que predicaban en todos los púlpitos civiles, políticos, religiosos, económicos que tenían en monopolio la melopea unánime del humanismo cristiano y el valor absoluto de la persona. Los mismos que se valieron de marroquíes, alemanes, italianos para ganar la guerra, que mandaron luego la División Azul bajo uniforme alemán a batallar en Rusia, que entregaron la soberanía territorial a los Estados Unidos mediante la autorización de las bases, eran los que hablaban de la patria, la nación, etc. Los mismos que habían roto las familias y secuestrado a miles de niños, hablaban del carácter sacrosanto de la familia y siguen haciéndolo hoy día, mientras dejan impunes los habituales casos de pederastia del clero.

Y así todo. El franquismo no era un Estado en el sentido moderno del término sino un remedo, una ficción. Como ficción era todo, desde las instituciones hasta el conjunto del ordenamiento jurídico que dependía de la voluntad omnímoda del caudillo, en quien se residenciaba la potestad legislativa. Un país sometido al capricho de un hombre que, a su vez, delegaba las funciones de organizar la vida (en el sentido de la biopolítica de Foucault) en la Iglesia católica. La última ratio, por supuesto, militar.

Así, gobernada por el cuartel y gestionada por los curas, la sociedad española como trama civil de relaciones entre privados en un marco jurídico laico y seguro, si existió alguna vez, se desmoronó. Un régimen empeñado en imponer creencias y ordenar la vida privada de los ciudadanos acabó consiguiendo lo previsible: la lealtad de los sectores beneficiados y la oposición de los perjudicados pero, en ambos casos, el absoluto descreímiento sobre la moral de las relaciones sociales de todo tipo. Todo era falso y mentira y lo sabía todo el mundo. Detrás de cada decisión del poder político había un chanchullo y la cuestión era cómo beneficiarse de él. Detrás de cada ley, una trampa. Los padres de la patria eran una sarta de vendidos; los empresarios, unos ladrones y los curas no les iban a la zaga. Todos parasitando a un pueblo sometido y humillado por la fuerza. Nadie creía nada. Los valores eran todos de pacotilla, salvo que cotizaran en bolsa. Así se generó una cultura de desconfianza, apatía, deslealtad, de incredulidad, de falta de fe en el sentido de la acción colectiva que aqueja a los españoles y muchos confunden con la "desafección a la democracia". No es a la demcracia. Es a la política. Y es un producto típico del franquismo que llega al día de hoy.

Acaecido lo que en el esperpéntico régimen franquista se llamó el inevitable hecho biológico, el franquismo institucional, con su vasto apoyo social, ofreció cooptar a la élite de la oposición en el puente de mando, al menos en apariencia. Por convicción general, la perpetuación de la dictadura en sus dimensiones militares era imposible, sobre todo porque el difunto ya había proclamado "sucesor a título de Rey" a Juan Carlos y porque, además, las potencias tutelares de España presionaban para conseguir una solución más civilizada. Para ello, lo más recomendable era integrar en la administración del sistema a la izquierda que ardía en deseos de serlo. Y de ahí vino ese consenso tan aplaudido ayer como denostado hoy, cristalizado en la Constitución de 1978, también despectivamente conocido como régimen del 78. Sobre la transición, ancha es Castilla, pero sí parece evidente que, a los cuarenta años de la muerte del dictador, no se ha producido una liquidación del franquismo: los muertos siguen en las cunetas, las calles y plazas rebosan de recuerdos, los nombres, los títulos. La siniestra cruz del Valle de los Caídos aún proyecta su sombra sobre el país, al modo del famoso cartel de la guerra que la consagraba como cruzada y el arco de entrada a Madrid por La Moncloa se llama Arco de la Victoria.

El retorno de los herederos ideológicos y biológicos del franquismo al gobierno desde 2011 supone la liquidación definitiva de la transición y de su famoso cuanto impreciso consenso. España vuelve a estar gobernada en forma de ficción o remedo. El gobierno tiene el mismo olímpico desprecio por la verdad que los de Franco y se encuentra con la misma indiferencia e incredulidad de los auditorios. Carece de crédito y la gente profesa el mismo desprecio por estos ministros como el que tenía por los mangantes franquistas del bigotito. Su política nacionalcatólica se ha expandido de nuevo a todos los ámbitos sociales, sigularmente la educación. Es tan autoritario y represivo como su inspirador ideológico y, si no prohíbe los partidos políticos, como Franco, no es porque no quiera sino porque no puede, como no puede prohibir la prensa libre, ni el proceso soberanista catalán. Si pudiera, cerraría todos los medios críticos y bombardearía Barcelona. Es el espíritu que alienta en la próxima Ley Mordaza, una norma para prohibir y reprimir críticas y protestas. Es el estilo de la casa. Igual que la absoluta confusión entre lo público y lo privado, que ha producido el mayor episodio de corrupción de la historia de España desde Franco, solo comparable por su generalización e institucionalización a la que había con él. Un sistema político cleptocrático que vuelve a estar gobernado por ladrones y en el que el partido del gobierno (no en balde fundado por un ministro de Franco, cosa que la exposición subraya) lleva veinte años funcionando al margen de la ley, configurando lo que algún juez reputa presunta asociación para delinquir. Y los que delinquen son delincuentes. Como los de antaño.

La cuestión que siempre se ha planteado era la de cómo entender que la corrupción no pareciera pasar factura en las urnas. Por eso, ¿qué tal ofrecer una respuesta que apunte a las consecuencias del franquismo, a la herencia del franquismo, al franquismo que impregna la sociedad española?  Durante los cuarenta años de la dictadura esta se dividió en dos grandes sectores (huella de las dos Españas de siempre), el de los beneficiados, hoy los votantes del PP, y el de los resignados que hoy parecen agitarse en poco votando opciones indignadas.

Aceptarlo es molesto porque viene a indicar que España no se ha normalizado. Y, efectivamente, no lo ha hecho. Y con la izquierda dinástica envuelta en la bandera rojigualda todavía lo hará menos.