dimarts, 13 de desembre del 2011

La real Casa Real.

Con todos los respetos de un republicano a un rey, Palinuro opina que la Casa Real está perdiendo el oremus. Son nervios, desde luego; pero los nervios indican mala conciencia o falta de savoir faire, muy frecuente en los Borbones. Sólo a los nervios cabe atribuir la sarta de dislates de las últimas fechas. El intento de repudiar a las infantas, la palinodia de Urdangarín que lamenta profundamente el daño que ha hecho a la Casa Real y, por último, la asombrosa pretensión de borrar al yerno de las fotos, porque su comportamiento no ha sido ejemplar. ¡Menudo bofetón se ha dado el rey en su regia mejilla!

Si fueran otros los personajes y otra la situación, eso de desvanecer a Urdangarín recordaría lo que hacía Stalin con las fotos de la vieja guardia bolchevique: Trotski estaba y Trotski ya no estaba. Pero, siendo la realidad lo que es, el empeño recuerda más esas creencias mágicas de los pueblos primitivos y no tan primitivos de que lo que los ojos no ven, el corazón no lo siente. Como los niños (aunque no todos) a quienes basta con quitarles de la vista lo que los enoja para que se calmen.

Ya puesta, la Corona ha tomado carrerilla y ahora promete un streap-tease contable, un full monty financiero que bien podrían ser las cuentas del Gran Capitán. Pero eso no arregla nada porque de lo que se trata es de aclarar el comportamiento de la Corona mientras Urdangarín cometía sus presuntas fechorías. ¿Qué sabía el Rey cuando, contra todo uso y costumbre, los duques de Palma se expatriaron en los Estados Unidos? Porque, según lo que supiera, así habrá de actuar el Estado de derecho, del que el rey es el primer servidor.

Los monárquicos están a la defensiva. Temen por la institución; sobre todo los de izquierdas que suponen que quizá sus bases les recuerden su añeja fe republicana. La derecha no tiene ese problema: pase lo que pase, la monarquía no se toca. Hay que recordar a ambos la teoría de la accidentalidad de las formas de gobierno, de Melquíades Álvarez, el mentor de Azaña. Monarquía, república; república, monarquía; lo importante es que cace ratones, no que los engorde.

Siguen los monárquicos a la defensiva diciendo que son cosas privadas de Urdangarín; está por ver. Según lo que éste haya hecho, si ha hecho algo, que parece que sí por lo nervioso que está el maestro de ceremonias. Dicen también que se trata de una mera cuestión de prestigio. Claro, como que aquí el prestigio lo es todo. Debe tenerlo intacto el rey, no por rey, sino por ser el jefe del Estado.

Y además del prestigio está la cosa en sí, los presuntos delitos. Si el rey sabía, tenía la obligación de denunciar y, si no sabía, debería haber sabido si Urdangarín se valía de la Casa Real para sus presuntas fechorías. ¡Y qué fechorías! El relato que va conociéndose revela un profesional de la estafa. Eso de la etapa del tour de Francia en Mallorca suena a toco-mocho de los buenos. Ya puesto podía haber intentado vender a alguna de estas lumbreras en cargos públicos la idea de traer Cabo Cañaveral a la Malvarrosa.

Y todo eso lo lleva a relacionarse con los inimitables Matas y Camps, lo que estira la sombra de la Gürtel a la casa real. Porque Camps está ahora respondiendo en sede judicial de un supuesto delito de cohecho impropio pero, por todo lo que va sabiéndose, es figura principal -aunque no esté imputado- en varias tramas de verdaderos desfalcos públicos de millones de euros: supuesta financiación ilegal del PP y presunto contubernio de apandadores en la de la visita de Benedicto XVI a Valencia en 2006. Ese mismo Camps, a quien evidentemente sobraban los millones de la Generalitat, estaba en relaciones digamos de negocios con el duque de Palma.

Tiene difícil solución, por más que los cortesanos sostengan que no hay ni problema que solucionar. La monarquía española va a necesitar de todos sus apoyos mediáticos, empresariales, eclesiásticos, políticos, etc, para salir de ésta. Y no es seguro que lo consiga. La democracia es cosa de prestigio, ciertamente, y de crédito.

Si Palinuro fuera rey y fuera este rey, muy preocupado con el futuro de la monarquía, encargaría a algún fino cortesano un lindo discurso de abdicación, reuniría las Cortes Generales y anunciaría que, llegado a una edad a la que ni el gobierno conservador se atreverá a retrasar la de jubilación, pillo mi merecido retiro y dejo en mi lugar aquesta moderna pareja, ya curtida en inaugurar congresos y dar premios. Es un buen momento. El discurso puede incluso irse a lo flamígero y hablar del cierre de la etapa histórica de la transición. Al fin y al cabo, el último símbolo de la transición, lo único que todavía une este régimen con el anterior, es el rey. Este rey.

dilluns, 12 de desembre del 2011

¡Escuchad las críticas!

En los últimos días se han publicado algunos artículos críticos con el PSOE y con el modo en que está reaccionando al vendaval que, en dos elecciones sucesivas, se lo ha llevado por delante, despojándolo de casi todos sus centros de poder territorial. Están escritos por gente más o menos cercana a la izquierda y probables votantes del PSOE. No son injuriosos (aunque alguno pueda ser más subido de tono que otros), ni negativos, pero sí incisivos y nada autocomplacientes. Parten todos del principio de que el PSOE es imprescindible en la democracia española y que, por tanto, debe reconstruirse, refundarse, renovarse. Como es de suponer, no hay coincidencia respecto a en qué dirección o cómo deba renoverse o refundarse.

Los artículos suelen ir firmados por personas valiosas, cuya opinión está normalmente bien argumentada y es por ello digna de tenerse en cuenta. Singularizo, sin demérito de los otros, uno de José María Ridao en EL País, titulado La crisis, compañeros. Probablemente uno de los más duros, en especial contra Rubalcaba, quien se ha sentido insultado y publicado una carta de lector en el diario quejándose por ello.. Ciertamente entiendo que no es justo no considerar ni por asomo la posibilidad de que la motivación de Rubalcaba no sea sólo la ambición (desmedida) sino la creencia en que es lo mejor para su partido.

Otro artículo, también en El País, es de Félix de Azúa y se titula Un descalabro. Aquí la que sale malparada es Carme Chacón, a la que el autor acusa de se una "profesional del humo" y de no tener una sola idea. Tampoco me parece enteramente justo. Chacón ha sido una ministra de defensa que ha administrado bien su departamento. Otra cosa es que todos estén de acuerdo respecto a la acción exterior de España en los conflictos. Pero nadie puede echarle en cara un Yak 42, como en la época de Trillo, o un desfile de ex-divisionario azul y brigadista internacional como en la de Bono. En cuanto a si tiene ideas, es pronto; hay que dejarla hablar.

Un tercer artículo, éste en El Plural, de Beatriz Gimeno, titulado nada menos que Refundación y ruptura. En él no hay crítica a las personas pero sí al aparato del partido y al conjunto de sus dirigentes que no están a la altura de las circunstancias puesto que obstaculizan la necesaria renovación. Es un mal no sólo español, sino de la socialdemocracia europea, dice Gimeno, con lo que, de no remediarse, acabaremos sometidos a una Europa neoliberal.

Son críticas sensatas, razonables, que coinciden en unos aspectos y en otros divergen pero todas, me parece, critican dos vicios: el que podríamos llamar de los intereses creados, consistente sobre todo en la inercia del aparato del partido que, en último término, tiende a la oligarquía; y el que podríamos llamar ideológico en el mejor sentido del término, como debate de ideas. Luego, la orientación que se quiere dar a las ideas es distinta; unos la ven en la izquierda socialdemócrata de siempre, mientras que otros la encuentran en una españolización del PSOE, etc. Lo de los intereses creados es muy difícil porque se basa en redes clientelares resistentes a todo cambio que ponga en peligro sus privilegios. Pero hay que deshacerlas si no se quiere que acaben con el partido a fuerza de parasitarlo.

Estas críticas y muchas otras deben hacerse escuchar en el PSOE. Ninguna organización que haga oídos sordos a la crítica puede sobrevivir. Hay que escucharlas y darles respuesta aceptando el debate. Al fin y el cabo, la cuestión es bastante intrincada y hasta los más críticos han de reconocer que no basta con señalar las necesidades sino que es preciso proveer a ellas. Y aquí vienen las dificultades porque en muy buena medida quienes más abogan por la renovación de todo van a buscar las novedades en el pasado. Así le sucede a Gimeno que, en su citado artículo afirma que "No habrá una recuperación socialdemócrata si no hay una auténtica renovación de las ideas, una recuperación de las viejas ideas socialistas que son más necesarias que nunca". Es decir, la renovación consiste en recuperar las viejas ideas. Probablemente aquí se esté pensando en que esas "viejas ideas" nunca se han puesto en práctica de verdad y es como si fueran nuevas. Quizá. Pero eso no es óbice para que no se vea que no es fácil renovar ideas o lo que sea. Porque, por mucho que se rescate de lo viejo, para renovar hay que traer algo nuevo y lo nuevo no es fácil de atrapar, no basta con empeñarse en buscarlo. Aunque, desde luego, será más dificil encontrarlo si no se busca.

dissabte, 10 de desembre del 2011

Los ciudadanos ejemplares.

Mañana se sentará en el banquillo, Francisco Camps, "el curita", en expresión de su amiguito del alma, Álvaro Pérez, también conocido como "el bigotes". Por cierto, ¡vaya portada la de El País! Es como una ilustración de la moral pública. Si no recuerdo mal, Camps aseguraba en una de sus primeras declaraciones no conocer a Pérez. Mentira, como se ve en la foto, salvo que consiga demostrar que se trata de un truco de photoshop y que él no estaba allí.

La Gürtel vuelve en todo su esplendor porque después del asunto de los trajes, Camps tendrá probablemente que responder de otros que han ido sabiéndose después, el último de los cuales las transacciones habidas con la empresa sin ánimo de lucro de Iñaki Urdangarín que tienen una pinta alucinante. Y, a pesar de eso, Camps, el presidente más votado jamás de la Comunidad Valenciana, por increíble que parezca, sigue disfrutando de una canonjía con cargo al erario público cuando la decencia manda que cause baja de inmediato.

La aparición del Duque de Palma como parte aparte de esta especie de corrupción levantina generalizada ha provocado una conmoción. La Corona se ha puesto nerviosa y nadie está muy seguro de lo que pueda pasar. Supongo que el nombre que Urdangarín puso a su consultoría, Noos, y con la que dio el salto al mundo de los grandes negocios, significa lo que significa, o sea, inteligencia en griego. Da la impresión de que toda la que él tiene la ha gastado en el nombre. Hacer negocios alegando ser allegado a la Casa Real y hacerlos, además, con unas administraciones públicas regidas por gente como Camps y Matas es, en verdad, ser muy inepto y no tener ni idea de cómo funciona un Estado de derecho. La cuestión gruesa es en qué medida tenía el Rey inteligencia de la inteligencia de Urdangarín. La Casa Real ha recordado que no es tal sino Familia Real y ésta sólo es la que consta en el correspondiente registro civil. Como el que no quiere la cosa, para dejar bien claro que los agnados, como Urdangarín, son de la familia, pero menos. Lo malo es que este asunto es irrelevante. De lo que se trata es de saber si el Rey tenía constancia de las supuestas andanzas de su yerno cuando éste y su esposa emprendieron vuelo a lueñes tierras. Conocimiento y qué conocimiento.

Al margen de la Casa Real (que no puede quedarse al margen por razones obvias y por más que traten de protegerla los monárquicos de derecha y de izquierda) da la impresión de que la Comunidad Valenciana lleva unos veinte años gobernada casi como el puerto de arrebatacapas, por una gente que no parece haber tenido otra finalidad que expoliar las arcas públicas ya sea en proyectos megalómanos ruinosos o en llenar los bolsillos de distintos tipos de tramas; es decir, una mezcla de paletos y despilfarradores (o, incluso, supuestos malversadores).

La paletez se ve en la mitomanía. El aeropuerto de Castellón en el que no aterrizarán aviones sino halcones, aves depredadoras, es una muestra de verdadera risa. No le van a la zaga los proyectos que ahora Fabra (el otro) quiere desmantelar, Terra Mítica, Gran Premio de Fórmula 1, Ciudad de la Luz de Alicante, las inexistentes Torres de Calatrava. Todos disparates de gente que se cree el ombligo del mundo y, en algunos casos, sin embargo, la han estafado. Seamos sinceros: ¿a qué suena esa historia de que Urdangarín obtuvo un bocado del Consell de Baleares bajo la promesa de llevar allí una etapa del Tour de Francia? ¿A que suena a aquel que quería vender a otro el Palacio de Oriente?

Y todas iniciativas ruinosas, con pérdidas de cientos de millones de euros, siempre del erario público. Cientos de millones de pérdidas en territorios en los que están recortándose la sanidad y la educación. En realidad es una forma de gobierno bastante típica de la derecha: se reducen los ingresos de impuestos, se aumenta el gasto público en despilfarros, se arruinan las arcas públicas y, como no hay dinero, se recorta el Estado del bienestar.

Lo anterior por lo que hace al paletismo, que es sorprendente, pero queda algo por decir sobre el lucro ilícito de los participantes. Además del monumentalismo kitsch y ruinoso, los expoliadores se beneficiaban directamente de los dineros públicos que la Generalitat valenciana parecía derrochar con largueza sin cuento. Si no ando equivocado, en las cuentas de unos siete millones de euros de coste de la visita del Papa Bendicto a Valencia en 2006, faltan unos dos millones y pico que se han evaporado por el camino de la foto que el Curita deseaba hacerse con su superior supremo.

Pues bien, todo este mundo de presidentes autonómicos, diputados, consejeros, cargos, empresarios, gestores de aguas fecales, beneficiarios de contratas de reciclaje de basura, empresas de organización de eventos, subcontratistas y apandadores en general, está sembrado de políticos ejemplares, como Fabra, ciudadanos no menos ejemplares delante o detrás o al lado de los cuales promete estar Rajoy, como Camps. Gente intachable, modélica, gente bien de toda la vida, gente como Dios manda, gente de derecha que gana elecciones por mayoría abrumadora.

La sombra de De Gaulle y el euro.

El general De Gaulle fue siempre enemigo del ingreso del Reino Unido en la Unión Europea, por aquel entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE). Entendía el francés que Inglaterra sería un factor disgregador de la unión dada su relación especial con los Estados Unidos que nunca se han entusiasmado con la unidad de sus aliados por su cuenta. Y tenía razón. Gran Bretaña trató en su día de socavar la CEE poniendo en marcha una especie de zona de libre cambio con los países europeos que no habían firmado el tratado de Roma, Irlanda, Noruega, Dinamarca, Suecia, Suiza, etc., la EFTA o AELC (Asociación Europea de Libre Cambio); una organización condenada al fracaso, cosa que vieron rápidamente los británicos por lo cual, tomando en consideración sus intereses antes que la elegancia, abandonaron su criatura a la intemperie y pidieron el ingreso en la CEE en 1961.

Hubieron de esperar diez años y sólo lo consiguieron al siguiente a la muerte del general francés, en 1971. Desde entonces Gran Bretaña ha sido un constante lastre para el avance de la unidad de Europa. Ha estado sistemáticamente en contra de todos los intentos de fortalecer la unión política del continente y ha favorecido la ampliación indiscriminada de la unión en la esperanza de delibilitarla. Asimismo se ha desmarcado de casi todas las decisiones colectivas que iban en ese camino: en 1984 hubo que renegociar los términos de su entrada, en 1985 quedó fuera del acuerdo de Schengen (aunque participa de algunos de sus aspectos), en 1989 rechazó sumarse a la Carta Social Europea y en 1999 no aceptó formar parte de la zona euro. Ahora se queda fuera del nuevo tratado que establece una mayor unidad fiscal de Europa y avanza en el camino de la unidad, y es el único país que queda fuera. Mucha razón tenía De Gaulle. Sólo que, en este momento, Gran Bretaña corre el peligro de encontrarse demasiado fuera de la Unión, casi en la situación de dos entidades independientes, Gran Bretaña de un lado y el resto de los países apiñados en una mayor unidad política.

Porque ese es el resultado de la Conferencia de Bruselas, un notable avance en la unión continental que se ha conseguido por la muy eficaz vía de la chapuza. Lo que los sucesivos proyectos de Constitución de la UE no han logrado lo ha conseguido el llamado pacto del euro, un acuerdo de carácter económico y fiscal que trata de paliar la crisis y fortalecer la UE para hacer frente a aquella. Una chapuza in extremis, acordada cuando los mandatarios ya auguraban la catástrofe si no se alcanzaba, que es lo que llevan cuarenta años augurando cada vez que hay que adoptar alguna decisión salvífica, normalmente al margen de los procedimientos ordinarios; esto es una feliz chapuza que dará un magnífico juego, como en otras ocasiones.

El asunto es fácil de entender, aunque no enteramente agradable de aceptar; sobre todo si se opera con categorías de soberanía nacional que, siendo obsoletas, siguen muy presentes en el ánimo de quienes dicen haberlas superado. Es una típica disonancia cognitiva de muchos políticos europeos, especialmente los conservadores, que son hostiles a toda merma de sus soberanías nacionales y las usan como banderas electorales, al tiempo que apoyan el fortalecimiento de la unidad supranacional europea. Una disonancia cognitiva de campanario. Como la inglesa.

La crisis actual, agravada por la existencia de un euro al que falta el apoyo de una unidad de decisión política ha puesto de relieve las insuficiencias actuales y obligado a remediarlas un poco a la brava. En efecto, la pretensión de los países más afectados por la deuda (Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia) y de quienes razonan como ellos es que la Unión en su conjunto salga garante y avalista de sus deudas (eso es lo que pretenden quienes postulan los eurobonos) pero sin tener los instrumentos necesarios para controlar ahora y en el futuro el modo en que los países contraen y gestionan sus obligacioness. Ninguna organización del tipo que sea sobrevivirá si da a sus miembros libertad para endeudarse pero sale luego garante de unas deudas que no puede controlar.

Así que, para poner remedio a esta situación en el futuro los países europeos han dado el paso decisivo de aceptar la coordinación de sus políticas fiscales, la supervisión de sus presupuestos por los órganos comunitarios y otras medidas que significan simplemente cesiones de soberanía. Eso que los europeos predicamos continuamente pero no aceptamos sino a regañadientes, como se ve en ese fracasado intento de Rajoy de conseguir para España un poder de veto de las decisiones comunitarias. Es lo de siempre: más unidad, pero mi país por encima. Sin embargo, el pacto es vital para la consolidación de la Unión Europea como una unidad política con una moneda única fuerte que no actúe como una vía de agua en el navío común.

Hay una crítica frecuente al pacto que debe considerarse y es la de que esa unidad política hacia la que se avanza se presenta bajo la hegemonía alemana y, en parte francesa, lo que atenta contra la pretensión de una igualdad de los miembros de la Unión. Ciertamente. No hay una Europa de dos velocidades pero unos países son más importantes que otros. La susodicha igualdad es una quimera, más propia de un organismo internacional (como la Asamblea General de la ONU) que de un único Estado en términos reales. Prácticamente ningún Estado del planeta es igualitario en su composición interna. En todos hay partes más importantes y decisivas que otras; regiones, provincias, estados, comunidades de mayor productividad y renta que otros; entes territoriales a los que afluye la inmigración interna y otros de los que parte la emigración. En todos los Estados hay desigualdades territoriales que se aceptan mejor o peor pero son inevitables y eso mismo pasa con la Unión Europea como unidad política. Resulta absurdo decir que Alemania es la locomotora europea y, al mismo tiempo, sostener que sus derechos y obligaciones son los de los vagones de los que tiene que tirar.

Alemania tiene la responsabilidad de consolidar la Unión Europea con la ayuda de Francia y de otros países sólidos. Su voto no puede valer lo mismo que el de Grecia. Y no lo vale. Otra cosa es que se tenga la elegancia de mantener la ficción jurídica de que todos somos iguales y no se haga patente en ningún instrumento político. Pero esa desigualdad es un hecho y, mediando la conciencia común europea, no tiene que ser necesariamente un desdoro.

Talento natural.

Quiso el destino que ayer anduviera por Colmenar Viejo. Cuando me retiraba, de noche, una niebla densa había caído sobre la zona centro. Desde la 607 se divisaba la línea del pueblo madrileño con el típico campanario iluminado de su iglesia envuelto en una difusa nube de luz oscura. Ya en casa vi en el muro de FB de Alicia Cora una invitación a visitar el blog de su hija, Itziar A. Cora, artista. Así lo hice y, aprovechando que Itziar cuelga su obra en creative commons, me hice con ese magnífico paisaje en técnica mixta que muestra, a la manera casi tenebrista de un Gutiérrez Solana o un Zuloaga, la misma línea del cielo que había contemplado un par de horas antes envuelto en la niebla. El cuadro es impresionante y el recuerdo de los dos pintores citados se aviva viendo otros de la autora, como unas murallas de Ávila que tienen no menor fuerza y gravedad que las obras de aquellos.

Pero la recomendable visita al blog de Itziar depara otras sorpresas. Su trazo suele ser fuerte y espeso, pero tiene abundancia de estilos tanto en lo figurativo como en lo abstracto, aparte de diversas técnicas. Hay un espíritu general levemente expresionista sobre el que se imponen frecuentes figuras humanas, desnudos, retratos, que aparecen imprecisos, casi abocetados, como si la autora no quisiera singularizarlos del fondo. La foto de la paloma iniciando el vuelo demuestra que, cuando un pintor hace fotos, le salen cuadros.

Itziar piensa como pinta, con trazo fuerte y seguro. Llama el blog Talento natural y dice que es su definición. Ciertamente. Se entiende como una forma de modestia. Unos pintan como otros ríen o caminan. Pero es que el talento es siempre natural, se tiene o no se tiene, lo da la naturaleza, no se puede fingir. La prueba está en su blog.

(La imagen es una foto de Itziar A. Cora, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 9 de desembre del 2011

Los debates del PSOE.

El PSOE está en proceso precongresual y en pleno debate. Reflexiona sobre las causas de su derrota y sobre su futuro inmediato y a medio pazo. Es un ejercicio democrático que en gran medida está haciéndose en el ámbito público y en el que participa mucha gente gracias a los medios de comunicación. En estos se encuentra abundancia de noticias sobre el animado bullir interno del histórico partido de Pablo Iglesias y frecuentes artículos de opinion de militantes y no militantes que sin duda enriquecen la polémica. Es el momento de hablar, de ventilar agravios, de criticar y proponer. Y es lo que están haciendo todos. Quienes saben escribir publican artículos; quienes prefieren lo oral conceden entrevistas o se citan a cenar. Todo el mundo se mueve y eso está bien.

Además de los medios tradicionales (¡quién iba a decir que llamaríamos tradicional a la televisión a los sesenta años de su nacimiento!) está internet. Las fabulosas redes sociales, especie de corralas globales, albergan todo tipo de iniciativas. Los militantes socialistas descubren que están más cerca de los simpatizantes con los que se relacionan en la red que con los otros militantes de su agrupación. ¿Cuáles son los límites de los partidos en el ciberespacio?

Lo abigarrado del debate, sin embargo, no debe hacerlo cacofónico, disonante o incomprensible. Porque, en realidad, el PSOE tiene tres debates que le interesa distinguir por amor a la claridad: a) el de personas; b) el de formas; c) el de contenidos. A Palinuro el importante le parece el tercero pero los otros dos tienen su miga.

Las personas. Todos dicen que no es el momento de hablar de nombres; pero los nombres se cuelan. Hay una especie de acuerdo en retrasar las postulaciones hasta después del debate de investidura para no ponerle las cosas demasiado fáciles a Rajoy. Luego, se hablará de personas. Es inevitable. El congreso se reúne, entre otras cosas, para elegir un secretario general, un líder, en definitiva. Es lógico que se hable de cualidades personales, que se sopesen cualidades físicas, edad, sexo, "tirón", simpatía, seriedad, lo que recomienda cualquier asesor de imagen. Y, salvo que se postule algún otro en el intermedio, se cuenta con las probables candidaturas de Carme Chacón y Rubalcaba. Son dos imágenes muy distintas, aunque ambos se parecen por cuanto son del aparato y han compartido gobierno. Sería de ver si se presenta algún afuereño.

Las formas. No existe un criterio obligado de elección del secretario general. La tendencia va mayoritariamente a que la hagan los delegados en el congreso. Pero hay peticiones, nada fáciles de ignorar por lo nutrido, de que se vaya a elecciones primarias. En concreto, una plataforma de militantes que se llama Bases en red y que, según la prensa, cuenta con 25.000 seguidores y que está promoviendo un debate abierto desde la base, de forma espontánea que recuerda mucho las del movimiento 15-M. Es, en realidad, una asamblea virtual. Pero da la impresión de que mucho más operativa pues parecen saber a dónde van. Han convocado una reunión el 29 de diciembre en Jun, Granada, para "exigir primarias abiertas". Nadie parece haber caído en la cuenta de que Jun es un lugar especial, su alcalde socialista José Antonio Rodríguez Salas es el político más seguido en twitter en Andalucía y el quinto en España. ¿Y ello por qué? Porque su gobierno municipal está volcado en la red, porque el hombre tiene un blog que atiende personalmente, porque su gobierno es transparente y responde a los ciudadanos, porque hace ciberpolítica 2.0 ¡Estas malditas redes...! Mírese por dónde Salas podría ser un buen candidato en el caso de las primarias. En todo caso no está de más señalar que unas primarias no son más ni menos democráticas que una elección congresual por lo mismo por lo que una votación parlamentaria no es más ni menos democrática que un referéndum. Ambas fórmulas tienen ventajas y defectos. En todo caso, será el congreso el que decida porque sólo él, supongo, puede pronunciarse por las primarias.

Los contenidos. Conviene separar los debates porque, siendo los de personas y formas generalmente tan temperamentales, oscurecen las cuestiones importantes, que son las de contenido. El PSOE no ha perdido las elecciones porque su candidato fuera mejor o peor o porque sus formas sean más o menos oligárquicas, sino porque la crisis lo ha dejado sin programa y sin discurso. No hay nada más simbólico que el hecho de que Zapatero esté hoy defendiendo en Bruselas la política del PP. Ciertamente es lo que le corresponde como presidente en funciones; pero es simbólico. Y lo es porque, en apariencia, la política es la misma. Lo viene siendo desde que comenzó la crisis.

Es muy posible que no haya otro remedio, que Zapatero y el gobierno no pudieran hacer otra cosa que lo que hicieron en mayo de 2010. Es casi seguro. Bsta con pensar en qué posibilidades de aplicación real tenían (y tienen) los programas de la izquierda que proponen aumentar el gasto público. No es seguro siquiera que Zapatero contara con la mayoría parlamentaria necesaria. Tendría que llevar la confrontación a la calle y no parece que el PSOE albergue designios de este cariz.

Una vez hecho lo hecho, el PSOE necesita ahora diferenciarse de la derecha en el contexto de una Europa más estricta, con mayores funciones de vigilancia y fiscalización, menos libertad de acción de los gobiernos y dominio apabullante de las políticas neoliberales. No tengo duda de que la urgencia ahora es la redefinición de la socialdemocracia en las nuevas condiciones: cómo defender el Estado del bienestar, cómo recuperar el terreno perdido en materia de derechos laborales (luego de haber contribuido a su depreciación), como avanzar en la ampliación de los derechos, la igualdad, etc. Pero sobre todo, lo que entiendo más importante es la formulación de un cambio en el modelo productivo, tantas veces enunciado y nunca propuesto, un programa de reforma del capitalismo a escala europea (que ya debería tener proparado el Partido Socialista Europeo) y a escala española. Esto último es lo que me parece más difícil.

(La imagen es una foto de jl.cernadas, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 8 de desembre del 2011

El exilio y el reino.

El Rey ha decidido, al parecer, que las infantas Elena y Cristina y el marido de ésta, Iñaki Urdangarín, no pertenezcan a la Casa Real o, mejor dicho, no sean la Casa Real. A primera vista, una medida muy dura, extrema, prácticamente un repudio en toda regla. Mal, realmente mal, deben de estar las cosas para Urdangarín procesalmente hablando para que se decida algo así. La Reina ha ido de emisaria de los días nefastos a explicar a la pareja en Washington la situación, momento que ha captado la revista ¡Hola! que añade una pizca de marujeo al asunto, siempre de prometedoras ventas. Al fin y al cabo se comprueba que los reyes y sus allegados son como todo el mundo, que la familia real es como todas las familias en las que siempre hay gente honrada y algún pillastre que otro. Eso parece hacer populares a los Reyes que son humanos al fin y al cabo.

Está claro: el Rey ve a su yerno en el banquillo y se le abren las carnes pensando en el porvenir de la Monarquía, una institución prendida con alfileres en la camisa que tú bordaste en rojo ayer. Sin embargo es posible que la medida, con todo lo tajante que es en apariencia, llegue tarde. Viene a ser como si la Corona quisiera decir que Urdangarín ha abusado de la buena fe de su suegro y que, tan pronto éste se ha enterado, ha tomado una decisión drástica, a la altura de su condición. Lo malo es que hay por medio una fulminante marcha al extranjero de la pareja hace tres años que ahora es obligado interpretar a la luz de los hechos posteriormente revelados. Y el Rey tendrá que explicar qué motivo aceptó por bueno que justificara aquella repentina expatriación que semejaba una huida y si eso no es colaboración o encubrimiento del delito. Y aquí entramos en un terreno metafísico, el de la responsabilidad del Rey al que, a lo mejor, vistas las cosas, se le ocurre abdicar en su hijo.

Porque Urdangarín puede haber hecho algo más que abusar del buenazo de su suegro. Ha montado presuntamente una verdadera empresa de estafas millonarias con la supuesta ayuda de dos ex presidentes autonómicos hoy imputados en otros procedimientos, Camps y Matas, dos personajes, desde luego, de cine de Costa-Gavras. De ser cierto, eso es más que un abuso de la buena fe; es montar un racket, una banda de delincuentes. No es de extrañar, pues, que la medida haya sido tajante: fuera de casa, a la intemperie, a la noche y la niebla, presa de los jueces y del ¡Hola!

Pero la medida es muy rara por otros conceptos. En primer lugar ¿qué quiere decir que no formen parte de la Casa Real? Solamente que no se les encomendarán funciones representativas ni tendrán acceso a los fondos nutricios del presupuesto. Pero seguirán siendo miembros de la Casa Real desde el momento en que no existe una definición de qué sea la tal Casa. No hay una Ley de la Casa Real. Aparece mencionada en la Constitución, pero no definida. Por tanto, lo más sensato es entender que la Casa Real es la familia real, que es de la que habla la legislación vigente. Y esta es la que es y lo del repudio y privación de derechos es más complicado de lo que parece.

Cabe pensar que, a falta de una ley que le permita hacer lo que le dé la gana, el Rey ha decidido acudir a la jurisprudencia romana más arcaica, la anterior a la compilación de Justiniano, y reverdecer la Patria Potestas, que daba al padre poder absoluto sobre los hijos y absolutísimo sobre las hijas. De este modo las excluye de la familia como podría venderlas en un mercado de esclavas. Además, al apartarlas de la Casa Real, según dice, las priva de sus derechos sucesorios. Así, al recuperar la ley sálica se va más lejos que el derecho romano, se va al de los francos salios, por el que las mujeres no tenían derecho a heredar nada. Menos mal que la Monarquía es una institución moderna.

Hilando más fino hay otra cuestión pendiente. La expulsión alcanza también a la infanta Elena por la muy inconfesable razón de que, de no ser así, significaría un reconocimiento prematuro de la culpabilidad de los duques de Palma. Incluyendo a la susodicha infanta, lo cual es una injusticia porque ella no ha hecho nada y no parece haber estafado a nadie, la cosa se viste de racionalidad administrativa y orgánica, sobre todo en tiempos de ajustes. Para estar a tono con la época, la Casa Real recorta el cien por cien del salario de las dos infantas y, además, las despide, privándolas de sus derechos. Por ser mujeres. Y eso no es de recibo.

En cuanto a Urdangarín, la cosa es más fácil. Se le puede pedir el divorcio de la Infanta Cristina. Al fin y al cabo, y ya puestos a ser modernos, uno de los poderes del Pater Familias era divorciar a los hijos, quisieran estos o no. Hay ¡Hola! para rato. Es preferible la República.

dimecres, 7 de desembre del 2011

Achtung! Europa, chapuza.

La teoría de Palinuro de que la Unión Europea se hace mediante chapuzas se confirma. El acuerdo a que están llegando Merkel y Sarkozy es otra de éstas. Pero seguramente funcionará como lo han hecho las anteriores. Y es lógico. La unión europea es algo nuevo, carece de precedentes, no hay modelo y va construyéndose a medida que se resuelven los problemas que la ponen en peligro como buenamente se puede. Si procediéramos con modelos y protocolos fijos la tal unión ya se hubiera deshecho. Esta nueva chapuza nominalmente francoalemana pero en realidad germanofrancesa prosperará porque media Europa está con el agua al cuello y no tiene más remedio que aceptar las píldoras de caballo.

Los periódicos, que aman los términos fuertes, ya han caracterizado la situación cuando, como hace Público, utilizan el verbo acatar, cuyo significado, según el DRAE, deja bien clara la posición en Europa de esta gran nación que es España, al reiterado decir de Rajoy. El acuerdo en cuestión es una especie de Diktat a los países en dificultades y a todos los demás para que acepten un derecho de supervisión (y veto, ya veremos en qué términos) sobre sus presupuestos. Además quiere fijar castigos automáticos a los países que no respeten el techo del déficit. Eso ya estaba previsto pero no funcionó cuando fueron Alemania y Francia quienes rompieron el techo del tres por ciento de déficit y no les pasó nada. Los demás pensaron entonces que ancha es Castilla pero descubrieron sobre sus lomos que sólo para unos y no para todos.

La prevista reforma de los Tratados se hará previsiblemente por acuerdo entre los Estados y no se convocará referéndum alguno. La chapuza es completa pero, al mismo tiempo, muy racional, con la irritante racionalidad de la Realpolitik. La UE ya está actuando de hecho como una unidad política. Otra cosa es que lo haga mejor o peor o a gusto de unos pero no de otros. Y una unidad política no puede depender del resultado de un hipotétiuco referéndum en alguna de sus partes. Una consideración para quienes creen que el referéndum en una parte de un conjunto y que puede invalidar la acción de éste, es ya de por sí una prueba de democracia: si, por ejemplo, se convocaran sendos referéndums sobre la reforma de los Tratados en España y Alemania es posible que ambos fueran negativos pero por motivos diametralmente opuestos; para los alemanes la reforma sería demasiado; para los españoles, demasiado poco.

La conclusión a que llegan los dos mandatarios españoles, el que viene y el que se va, Rajoy y Zapatero es coincidente, lo cual tranquiliza. España hablará por fin con una sola voz en Bruselas; un voz para acatar, pero una sola. Antes, cuando gobernaba Zapatero, España hablaba con dos voces, la del gobierno adquiriendo compromisos y la de la oposición de Rajoy saboteando y diciendo que no los cumpliría. Ahora el mismo Rajoy sabe que tiene y tendrá el apoyo de la oposición en sus negociaciones con la UE. Eso quiere decir algo y la gente debe entender qué significa. Simplemente que la izquierda sabe hacer una oposición constructiva.

Produce un poco de inquina la injusticia de la situación. Pero todavía queda por pasar a través de las toneladas de basura que el gobierno del PP verterá en sus primeros meses sobre la acción del anterior, especialidad de la casa que la batería de medios de la derecha utilizará sin descanso para seguir castigando las posiciones de la izquierda. Es ley de vida. La derecha no es mayoría en el país, pero la respalda un sólido treinta por ciento del electorado. Franco tenía un respaldo mucho menor. Esta derecha, que es su heredera ideológica, llega hasta el treinta por ciento y con eso le basta para imponerse sin miramientos o "sin complejos", como suele decir. La izquierda tiene similar apoyo, incluso algo mayor, pero es más fácil de desmovilizar.

Así las cosas Rajoy no tiene empacho en presumir de que España y Alemania son las únicas que han cumplido el requisito de la reforma constitucional, siendo así que fue una iniciativa de Zapatero a la que él se sumó con todo género de reticencias. Es también estilo de la casa. Cuando Zapatero, entonces en la oposición, propuso el Pacto antiterrorista, Rajoy, entonces en el Gobierno, lo calificó de "conejo sacado de la chistera". Un par de años más tarde él era el principal defensor del conejo y Zapatero, en cambio, quería despellejarlo o algo así.

Lo mismo va a pasarle con todo lo que dijo en la campaña electoral que se convertirá ahora en la fiesta del lindo don Digo Diego. Lo más llamativo viene con los impuestos. No iba a subirlos pero sí, sí que va a hacerlo y mucho. Él no querría pero es Europa la que lo obligará a hacerlo, es Alemania, la misma Alemania que protestaba cuando Aznar pedía fondos de cohesión para España y, al mismo tiempo, bajaba los impuestos. Ese tipo de pillerías ya no podrá hacerse. En definitiva las chapuzas acaban siendo productivas.

dimarts, 6 de desembre del 2011

La renovación del PSOE.

Leo en Público que los históricos del PSOE se dan cita para reflexionar sobre el futuro de su partido. Ciertamente, después de los batacazos electorales de mayo y noviembre es llegado el momento de recapacitar, de reflexionar, de ver qué se haya hecho mal y tratar de enderezarlo. En la hora de la reflexión no sobra nadie y menos que nadie los dirigentes históricos que aportan mucha experiencia y están tan interesados como los demás en mejorar las fortunas de su partido. Pero tampoco cabe olvidar que la experiencia suele pagarse al precio de un mayor conservadurismo. Algunos de estos históricos ya eran conservadores antes de adquirir la experiencia por lo que es de suponer que ahora lo serán doblemente.

Sin duda las aportaciones de los históricos son necesarias, pero la reflexión sólo será útil si genera renovación y la renovación no puede ser conservadora. Tiene que ser avanzada, progresista y estos rasgos, casi por definición, son patrimonio de los jóvenes, las nuevas figuras sin ruptura con las anteriores que, me parece, fue el gran error de la renovación encabezada por Rodríguez Zapatero.

No habrá renovación sin un diagnóstico claro de las causas de los fracasos electorales. La primera y general ha sido la crisis que ha tumbado casi todos los gobiernos europeos del signo que fueran. La segunda y específica de España ha sido que el gobierno la abordara con políticas neoliberales, de la derecha. Que fueran o no inevitables no es ya asunto primordial. Ahora corresponde formular las políticas socialdemócratas, las propias del socialismo democrático, de la izquierda que es el terreno en el que el PSOE ha perdido claramente las elecciones. Para recuperar la izquierda hay que presentar un programa de izquierda.

La nueva fórmula debe articularse en cuatro ámbitos claramente diferenciados: el mundial, el europeo, el nacional y el autonómico. Claramente diferenciados porque, si bien el programa socialdemócrata debe estar presidido por una única línea general, que es la defensa y ampliación del Estado keynesiano del bienestar, la economía social de mercado adaptada a las nuevas condiciones medioambientales (en lo político y en lo ecológico) cada uno de ellos tiene particularidades propias para las que hay que proponer políticas específicas.

En el ámbito mundial hay que proponer reformas institucionales en favor de órganos internacionales de adopción de decisiones más incluyentes, democráticos y eficaces que el actual y anquilosado sistema de las Naciones Unidas. La perspectiva de un nuevo orden económico mundial bajo el criterio de la economía social de mercado viene favorecida por el hecho de que los países emergentes cuya competencia, en buena medida, prolonga la crisis, al mismo tiempo suponen enormes mercados emergentes que tirarán de las economías en dificultades si éstas saben cómo satisfacer la creciente demanda de aquellos. Y juntos, emergentes y consolidados, deben aplicar políticas de estímulo real a las zonas más atrasadas de América Latina y el África.

En el ámbito europeo la reconstrucción de la socialdemocracia es tarea perentoria. La derecha carece de afán europeísta genuino. Su interés es la prosperidad de sus respectivos países en el marco de una UE debilitada o, si tiene que reforzar ésta, cual es la necesidad actualmente, hacerlo en condiciones de desigualdad entre los países en que unos controlan a otros. La socialdemocrcia tiene que defender una idea de Europa con mayor integración, con economía social de mercado en la que reine la igualdad y la solidaridad. Si se lee la intervención del sábado del ex-canciller Helmut Schmidt en el congreso del SPD, se verá que ese es el ánimo de la socialdemocracia alemana, como siempre una referencia del socialismo europeo. Al serlo también del socialismo francés y otros países, parece absurdo no postular unas líneas comunes de acción.

En el ámbito nacional, la renovación del PSOE es relativamente sencilla si ha de hacerse en el terreno de la izquierda. Consiste en defender el Estado del bienestar, ahora atacado por la derecha; en ampliar y profundizar las políticas sociales de protección de derechos cívicos, igualdad, dependenci, memoria histórica; en presentar un compromiso y un plan claro de separación de la iglesia y el Estado; en fortalecer la democracia mediante reformas del sistema electoral, del poder judicial, del bicameralismo; en abrir el partido a la sociedad mediante el empleo prioritario de la política 2.0; en postular un referéndum para que los españoles pueden decidir por fin entre monarquía o república. Ya imagino que esta última propuesta no tendrá mucho apoyo, pero algún día habrá que hacerla.

El ámbito de las Comunidades Autónomas debe ser objeto de consideración especial por el conjunto del partido, cosa que nunca sucede porque rige el prejuicio de que los socialistas de cada una de ellas deben ser autónomos. Sólo hasta cierto punto. La crisis está en el origen de la derrota electoral del PSOE pero la verdad es que éste lleva perdiendo elecciones desde mucho antes an algunas Comunidades Autónomas, como Valencia y Madrid. No es razonable que el partido en su conjunto no considere las causas por las que los socialistas valencianos y madrileños hace veinte años que no consiguen ganar elecciones y no les ponga remedio, como si no fueran con él, como si lo que sucede en estas comunidades sólo fuera competencia de ellas. Esa es la fórmula para perpetuar el fracaso. La política del PSOE en cada comunidad autónoma debe ser específica de ella pero propia de todo el partido que es el único que puede poner fin a un marasmo producido por unas organizaciones autonómicas viciadas por las oligarquías y el clientelismo.

dilluns, 5 de desembre del 2011

La Gürtel se come la monarquía.

La ya legendaria trama Gürtel, cuyas ramificaciones son más frondosas cada día que pasa, parece haber sido la más potente forma de delincuencia organizada en los últimos años, con participación de empresarios sin escrúpulos, funcionarios y cargos electos del PP presuntamente corruptos. Una especie de mafia dedicada a esquilmar los dineros públicos cada vez que se movían. La reaparición de Francisco Camps, el de los trajes impagos, quien supuestamente se valió de Urdangarín como pantalla para trajinarse los euros a millones, reorienta las andanzas del duque de Palma hacia la ciénaga gürteliana en la que éste corre peligro de quedar sepultado.

Los últimos acontecimientos, el retorno a la condición de procesado imputado de Carlos Fabra (cuyos supuestos delitos no han prescrito), la inmediata comparecencia de Camps en la causa por cohecho impropio y las nuevas revelaciones sobre los posibles chanchullos de la Generalitat valenciana bajo su mandato, hacen inexcusable que el PP afronte sus responsabilidades con ese nuevo código de buenas prácticas que, no bien se publicó, cayó en desuso. No es aceptable que ningún político procesado en causa penal ostente cargo público alguno. Fabra, Camps y todos los que, en su situación, tengan responsabilidades oficiales deben abandonarlas ipso facto. De no ser así, el PP acabará siendo corresponsable de sus posibles fechorías a ojos de la opinión pública.

Pero el daño mayor de la presunta implicación de Urdangarín en este fenomenal contubernio de corrupción, expolio, despilfarro y malversación lo sufre y lo sufrirá la monarquía española. He leído a algunos expertos afirmar que la Corona no tiene que temer daño alguno, que no hay implicación de hecho en nada delictivo, que el asunto afecta personalmente a Urdangarín y otras interpertaciones de exoneración que carecen de valor porque no hacen al caso. Si hay o no implicaciones directas de la Casa Real (por ejemplo, la infanta Cristina) en las presuntas ilegalidades del yerno del Rey es cosa que los tribunales determinarán en su día pero, para entonces, el daño estará ya hecho.

La Corona carece de poder real; su importancia, fundamental por lo demás, es meramente simbólica. Y lo simbólico se mueve por reglas distintas a las procesales. El Rey ennobleció a Urdangarín haciéndolo duque y el duque, según parece, aprovechó su ducado y el nombre del Rey para enriquecerse por medios fraudulentos a toda velocidad pero no tanta que al jefe de la Casa Real no le diera tiempo a indagar por el origen de los ingresos de su yerno que le permitieron comprar un buen puñado de inmuebles, incluido un palacete en Barcelona en dos o tres años.

Los partidarios de la monarquía, de la dinastía, del Rey, afirman que nada de lo sucedido afecta a la institución, pero no es eso lo que piensan los ciudadanos cuya valoración de la Corona es cada día más baja y hasta hoy se sitúa por debajo del suspenso. No quiero ni imaginar en dónde estará cuando se les vuelva a preguntar. Es comprensible que esos monárquicos, de izquierda o de derecha, socialistas o populares, traten de evitar al país el inevitable trastorno que se seguiría del fin de la monarquía.

Comprensible pero no justificable. Esa monarquía fue instaurada por Franco y es lógico pensar que hereda la falta de legitimidad y de ética cívica que caracterizó a aquella dictadura. Es un baldón de origen que se refuerza con el comportamiento de sus allegados. La República nunca ha tenido ocasión de demostrar su superior legitimidad. Y es hora de que la tenga.

Una Medea de risa.

El mito de Medea es uno de los más trágicos, de los más profundos y misteriosos. No solamente porque trate temas como la venganza, la muerte, la culpa, la locura, el amor y el odio más devastador sino porque también se enfrenta a algo tenido como sacrosanta ley de la naturaleza: que las madres no asesinan a sus hijos. Interpretarlo es tarea de enorme dificultad y muy pocos trágicos de renombre lo han intentado. Cuando lo han hecho, absorbidos por la fascinación que ejerce un personaje tan extraordinario, una ménade alucinada e irracional que actúa impulsada por fuerzas diríase telúricas, han intentado encontrarle alguna explicación, en cierto modo racionalizarla, aunque siempre tratando de atender a la fuerza de unos sentimientos que hunden sus raíces en lo más profundo de la especie. Medea no sólo asesina a sus hijos sino que atrae el resto de la acción y lo abrasa en el fuego de sus pasiones quedando ella sola como símbolo de un misterio insondable.

Shakespeare, Racine, el conjunto del teatro romántico soslayaron el tema. Sólo recuerdo un Vellocino de oro, de Grillparzer, un tema mucho más frecuente en el arte, igual que el de Jasón y la expedición de los argonautas; y en el siglo XX sé de la película de Pasolini, Medea, sobre la tragedia de Eurípides. Éste, Séneca y Corneille fueron los únicos que escribieron tragedias, dando versiones diferentes de Medea, de sus motivaciones y otras circunstancias. Pero en todas ellas (quizá algo menos en Corneille) se hace justicia a la extraordinaria complejidad de la maga de la Cólquide, atormentada por sus pasiones, víctima de sí misma.

Recuérdese que en el Caixaforum de Madrid hay una exposición de Delacroix, sobre la que ya habló Palinuro (La belleza de la violencia), en la que puede admirarse su maravillosa Medea, pintada en pleno arrebato, a punto de cometer su crimen. Tampoco son muchos los pintores que se han atrevido con la escena. Un par de dibujos de Poussin, una Medea de Frederick Sandys, un prerrafaelita que sólo ve en ella a la hechicera y otra de Anselm Feuerbach, que omite toda la tragedia y la fía a la imaginación del espectador. Medea es un personaje maldito.

Parecería imposible trivializarlo y convertirlo en una pieza más de una trama artificiosa, sobrecargada de pretensiones, algunas bastante lamentables, pero Ariel Dorfman lo ha conseguido en el Purgatorio que se representa en el Matadero de Madrid con interpretación de Viggo Mortensen y Carme Elías bajo la dirección de Josep María Mestres.

Dorfman sitúa la acción no en el crimen sino en las consecuencias del crimen en el más allá, lo que desvía la atención hacia un aspecto metafísico, una especie de pegote que viene a ser la prueba de que el autor está desbordado por la dimensión del personaje. El más allá, ubicado en el purgatorio, da a la obra un toque cristiano de expiación y salvación/condenación casi al borde del absurdo. La situación se parece mucho al Huis clos sartriano en la creación de un espacio vacío habitado por unos personajes que no entienden porqué ni para qué están allí y, en este caso, sin reconocerse, pero condenados a repetir su sufrimiento por los siglos de los siglos.

Buena porción de la historia se remite al tema mundano de la dificultad y la angustia de las relaciones de pareja mal avenida que, a fuerza de no entenderse, provoca su destrucción. Ambas partes de la relación, Medea y Jasón son tratadas por igual en una especie de ejercicio de justa neutralidad subrayado por el hecho de que la acción transcurre simulando ser sesiones de un tratamiento psiquiátrico. Ahorro al lector chistes fáciles y me limito a señalar que cualquier paralelismo entre el argonauta y la princesa hechicera es un lamentable desatino. Añádase a ello una esquinada referencia a la Malinche y el desatino se hace completo. Quizá quepa equiparar a Cortés con Jasón pues ambos van buscando oro, aunque con motivos distintos y consecuencias muy diferentes ya que Jasón no pretende conquistar la Cólquide. Pero la distancia entre Medea y la Malinche es abismal. Y, por si fuera poco, la sombra de la culpa y la expiación en los crímenes de la dictadura pinochetista también hace acto de presencia. Es mucho, demasiado para guardar algún tipo de equilibrio.

Ciertamente el acervo clásico está ahí para servirse de él, reinterpretarlo, adaptarlo, valerse de su carácter perenne a fin de iluminar nuestra condición, no para respetarlo como si fuera una señal de "stop" y Dorfman hace muy bien al emplearlo para ensalzar su idea de su tiempo, encajándola en los elementos sempiternos de la naturaleza humana. Pero lo hace de modo tan abigarrado, acumulando tal cantidad de facetas inconexas, presentando tantos conflictos apenas desarrollados que el resultado es una nada tumultuosa. Tampoco ayuda mucho que los dos personajes pasen buena parte de la obra dando gritos y carreras por el escenario y sobreactuando de manera harto fatigosa que apenas permite pensar al espectador. Y, cuando Medea afirma que su hijo mayor ve con espanto cómo su madre va a matarlo con un cuchillo que no está limpio, es imposible tener la risa.

Quizá por todo ello un público absolutamente entregado aplaude a rabiar y ovaciona puesto en pie esta especie de melodrama contemporáneo. Lo melodramático ha sido siempre muy popular.

diumenge, 4 de desembre del 2011

Una interpretación de Europa

Europa es un lugar asombroso. En algo más de la mitad de Rusia conviven 49 Estados, esto es, sin contar la propia Rusia. Sus formas políticas van desde la teocracia vaticana al cantonalismo suizo, pasando por monarquías y todo tipo de repúblicas y, hasta hace poco tiempo, también dictaduras. Hay una enorme variedad de lenguas, fundamentalmente germánicas, eslavas y romances y algunas de imposible clasificación como el vascuence y las lenguas ugro-finesas que tampoco son indoeuropeas; tres religiones mayoritarias, la católica, la ortodoxa y las protestantes, y otras minoritarias como el islam o la religión mosaica, sin contar un buen puñado de ateos; tres alfabetos, el griego, el cirílico y el latino y varias unidades de pesos y medidas; y no hablo de equipos de fútbol y festivales de cine. Lo característico de Europa es su inmensa diversidad que convive alegremente con una clara conciencia de unidad. Europa no es sólo el mito de la mujer de ese nombre, sino que se siente a sí misma como una unidad civilizatoria; unidad que ha pretendido institucionalizar políticamente a lo largo de los siglos con escaso resultado hasta la fecha.

Esa conciencia unitaria (que no es nacional pues Europa no es un Estado/nación pero sí tiene algo de nacional/continental) va aparejada con cierto complejo de superioridad. Europa se piensa el centro del mundo. ¿No pasa el meridiano cero por Greenwich y Castellón, entre otros lugares? Esa seguridad de los europeos en sí mismos, esa conciencia de su superioridad los lleva a convencer a los demás de que hasta sus errores son certidumbres. ¿Hay algo más absurdo que el hecho de que Europa se vea a sí misma como un continente y haya convencido a todo el mundo de que lo es cuando no lo es a tenor de la definición más general de la palabra? En términos de estricto realismo geográfico Europa es una península de Asia. Grande, pero península.

Ha habido sucesivos intentos de conseguir la unidad política de Europa. Siempre por las armas y siempre frustrados. Lo pretendieron los romanos hasta cierto punto ya que a ellos les interesó siempre más el Mediterraneo en todas sus orillas. Los árabes lo hubieran intentado también de no haber sido rechazados por Carlos Martel. Luego, los españoles, aunque con escaso empeño. La casa de Austria fue más europea que española y, cuando se hispanizó, se volcó en América. La siguiente acometida fue la de Napoleón y la ultima, por ahora, la de los alemanes, que desembocó en la segunda guerra mundial.

El desastre de la guerra llevó a algunos europeos en los años cincuenta del siglo XX a intentar la unidad por la vía económica, comercial, mercantil, o sea, pacífica. Y así surgió el Mercado Común que, de seis miembros originarios llegaría a veintisiete hoy y que parecía ser capaz de llevar a cabo lo que los militares de unas u otras naciones no habían conseguido en veinte siglos. El proyecto se adornaba trayendo a colación todos los sueños europeístas que los pensadores, clérigos, filósofos y filántropos han venido formulando, desde Pierre Dubois en el siglo XIV hasta el conde Coudenhove-Kalergi, un mestizo de europeo y japonesa, en el siglo XX. Una larga historia.

Que jamás había cristalizado hasta la creación de la Unión Europea. Esta traía la renuncia al uso de las armas (para eso se creó en primer lugar la CECA, que ponía en común el carbón y el acero, los dos pilares de las guerras hasta entonces) y el propósito de cimentar la unidad en el estrechamientos de lazos comerciales, económicos, financieros. ¿No son los mercaderes los que siempre han relacionado a los pueblos entre sí y los han acercado?

Pero. entretenidos con la creación del mercado único y, luego, la aventura de la moneda única, Europa pareció olvidar que no hay más unidad que la que se constituye políticamente, lo que quiere decir que erige un poder político a ser posible legítimo, esto es asentado sobre el consentimiento de los gobernados. Pero unos mercados en los que rige la ley del más fuerte, que a fuerza de no conocer Estado se encuentran en uno de naturaleza, hicieron recordar de pronto aquella verdad elemental: sólo el poder político garantiza la armonía y la unidad.

Esa convicción es la que late bajo las palabras de Angela Merkel de avanzar hacia una mayor unidad fiscal de Europa. Es un modo esquinado y disimulado de hablar de una mayor unidad política. Lo que sucede es que ésta amanece bajo el imperio alemán que, como toda concesión sólo parece dispuesto a compartir su hegemonía con Francia y algunos países de su influencia como Austria o Dinamarca. No deja de ser interesante que el país que perdió la segunda guerra mundial, que quedó arrasado, que vivió durante treinta y cinco años dividido y parcialmente ocupado, sea el que dicta las condiciones de la paz sesenta años después. No es el poder militar (Alemania no es potencia nuclear; Francia y el Reino Unido, sí) sino el poder económico, el financiero el que puede imponer la unidad política del continente.

Qué forma política adopte la UE si consigue sobrevivir a esta enésima amenaza a su misma existencia es imposible predecirlo. Probablemente será una chapuza, por recordar la teoría de Palinuro de que la unión de Europa avanza a golpe de parches, de improvisaciones, de soluciones in extremis y no mediante la aplicación de sesudos planes racionalistas que jamás prenden. Pero eso tampoco tiene nada de extraño. Por un lado Europa ha sido la inventora de todas las formas políticas. ¿Por qué no una más? Algo que no es un Estado, ni una federación, ni una confederación, ni una organización internacional. Algo distinto.

Por otro lado los alemanes, cuya conciencia europea es patente, son especialistas en esto de organizar institucionalmente la diversidad. Durante casi nueve décimas partes de su historia, Alemania ha sido una unidad cultural pero no política. De hecho sigue sin serlo desde el momento en que Austria es independiente. Hasta el Imperio no fue otra cosa que una aglomeración de entes políticos autónomos, desde ciudades libres hasta monarquías extensas. Al final es posible que la unidad política de Europa sea una especie de aggiornamiento del Sacro Imperio Romano-Germánico.

La ciberrealidad

Antonio Gutiérrez-Rubí es un gurú de internet. La aplica a su oficio de comunicación política, en el que se le reconoce verdadera autoridad. Es fácil encontrarlo en múltiples foros y siempre ofreciendo ideas y diciendo cosas que muestran un gran dominio de una materia magmática y una capacidad de estar al día que muy poca gente tiene. Es un encendido digitalófilo, un espíritu profético que predica las excelencias de una nueva era. Y su libro (La política vigilada. La comunicación política en la era de WikiLeaks, Madrid, UOC, 2011, 158 págs) está escrito con auténtico entusiasmo. Como eso es algo que Palinuro, digitalófilo confeso comparte, se lo ha pasado muy bien leyendolo y espera sacar provecho de las muchas ideas que en él bullen.

Es una prosa encendida, llena de metáforas, rápida, galopante, como si el autor tuviera prisa en contar todo lo que quiere para que coincida con lo que está viendo. En ella se nos explican las vivencias que tenemos y se hace en un espíritu muy digital, algo así como está pasando, te lo estoy contando. Casi todas las citas remiten a páginas web. Es un libro que hay que leer conectado a la red. Gutiérrez-Rubí vive en un mundo digital y escribe para lectores digitales. Quien no lo sea probablemente no entenderá gran cosa de lo que lee.

Su idea básica es que internet ha revolucionado la política. Y no es lo único que ha revolucionado. Ha influido decisivamente y cambiado muchas otras cosas, desde los hábitos de lectura hasta el consumo de pornografía. Hay quien dice que internet es un acontecimiento sólo comparable a la invención de la imprenta y si la galaxia Gutenberg fue una revolución, internet lo será con mayor motivo.

Internet es responsable de eso que llama el autor política vigilada y que viene aparejada con una demoracia vigilante. El poder político está fiscalizado de continuo, sus secretos son del dominio público, sus fuerzas de seguridad y militares no tienen impunidad pues sus actos son escrutados por la gente gracias a los vídeos y los smartphones. Todos los gobiernos se han volcado en la red y la transparencia de la acción administrativa es cada día más extendida.

Los defectos e insuficiencias institucionales de las democracias se hacen patentes a ojos de los gobernados, no merced a la función crítica que siempre se atribuyó a los medios de comunicación tradicionales (y que estos cumplieron o no, según los casos), sino a cuenta de la generalización de la producción de la información. Cualquier persona con un móvil en la mano, capaz de conectarlo a la red es un creador de exclusivas, un posible denunciante político, un periodista ciudadano, un agitador de masas. Y además, puede permanecer anónimo. El ciberespacio es un territorio de anonimato y también de espontaneidad.

Gutiérrez-Rubí critica la inercia de los partidos políticos tradicionales, aferrados a sus viejos usos y dessconectados de las generaciones digitales. Llega, incluso a imaginarse una democracia sin partidos, a través de la acción consciente de las multitudes, coordinadas reticularmente. Cuando las multitudes actúan políticamente por medios digitales son capaces de derribar no ya partidos sino longevas tiranías. La idea es sugestiva. Hasta ahora se ha creído que la existencia de la democracia está vinculada a la de los partidos y por eso mismo a estos se los ha constitucionalizado. Sin duda pueden desaparecer. Pero alguien o algo tendrán que sustituirlos en el cumplimiento de las funciones que tienen encomendadas y que no son menores; por ejemplo, la formación de gobiernos.

La acción política en la red ha tomado formas muy interesantes que el autor menciona y considera, como las primaveras árabes, WikiLeaks o el movimiento 15-M. Pero un dato es muy significativo: nadie ve el 15-M formando gobiernos.

Hay muchas otras ideas en el ensayo de Guiérrez-Rubí muy provocativas y no es posible mencionarlas todas. Basta mencionar la que cierra el libro, la cita de Joichi Ito, del MIT, de que "las voces serán más importantes que los votos". Quizá sea así aunque suena un poco romántico y no muy tranquilizador. La voces serán muy importantes, pero no cabe contarlas y los votos, sí. Y contar es esencial para saber en dónde está la mayoría, la única que puede tomar decisiones legítimas en una democracia. A ver si va a venir una potente voz a tapar las decisiones de la mayoría. Porque ese final ya nos lo conocemos.

dissabte, 3 de desembre del 2011

Tiempos difíciles, duros, sombríos

Como es sabido, Carlyle bautizó la economía de ciencia triste (dismal science), nombre que reaparece cuando la realidad se vuelve sombría, cuando aumenta la pobreza, la miseria, cuando crecen las diferencias entre ricos y pobres y estos no ven fin a sus desgracias, ni salida a la situación. Pero no es la ciencia la triste sino la misma realidad que quiere retratar y explicar, pues obviamente es incapaz de mejorarla.

Todas las noticias, que son como enunciados definitorios de los distintos aspectos del mundo, trazan un cuadro siniestro de dificultades y estrecheces que, además, durarán años, según Angela Merkel. Los datos que hablan de deuda, déficit y ruina son incontrovertibles y sobre esa situación fatal sube al puente de mando de toda Europa la derecha con un programa último de desmantelamiento del Estado del bienestar.

Tras las duras medidas y recortes aplicados por CiU en Cataluña, vinieron ayer los del PP en Castilla-La Mancha, que no se quedan atrás y permiten calibrar el alcance de los que estará preparando Mariano Rajoy. El PSOE ya ha acusado a Cospedal de "dinamitar" el Estado del bienestar y los sindicatos anuncian acciones en la calle. Es decir, parece estar fraguándose una confrontación social. Pero ésta probablemente no será muy intensa por tres razones. La primera porque el PP llega con la legitimidad reforzada de la mayoría absoluta que le asegura la estabilidad parlamentaria pase lo que pase en la calle.

La segunda razón es que los datos, además de abrumadores, son objetivos. La situación es la que es: no hay dinero (en el mercado), no hay crédito, no se invierte, no aumenta el PIB (incluso quizá vuelva a retroceder), no se genera riqueza, no se pueden remediar las situaciones de carencia. Todo esto son hechos. Los hechos, claro, son susceptibles de interpretación pero, de momento, la única que se escucha y en la que se basan las medidas que están tomándose, tanto en España como en el resto de Europa, es la de la derecha neoliberal. Apenas hay interpretación alternativa, de izquierda.

Esa es la tercera razón. Es muy difícil que prosperen las movilizaciones extraparlamentarias cuando no están integradas en una teoría viable que dé una explicación de las circunstancias y muestre un proyecto de salida con un objetivo claramente expuesto. En la izquierda reina la confusión. Desde el momento en que no plantea la sustitución del modo de producción, del capitalismo, por otro, sus propuestas sólo pueden ser de reformas de aquel. Pero reformas son también las que hace la derecha, lo que quiere decir que el enfrentamiento entre ambas no es antagónico sino de matices. La dos, izquierda y derecha, plantean la salida de la crisis sin cambiar el modo de producción. No es suficiente acicate para mantener vivas las protestas callejeras y para que éstas tengan algún impacto en las medidas del gobierno.

En realidad, el movimiento 15-M es una especie de manifestación previa de esta situación. Su generalización apunta a la existencia de motivos para la protesta. Pero su inoperancia prueba que, si bien es relativamente fácil criticar lo existente, es mucho más complicado formular alternativas. Podría tratarse de tiempos de revolución. En verdad la palabra aparece de vez en cuando (por ejemplo, la spanish revolution), pero no encuentra revolucionarios que la invoquen ni gentes que la sigan.

Un gato que es un zorro.

Como quiera que este mes Palinuro ha decidido ilustrar su blog con el simpático gato de Chesire, de Alicia en el País de las Maravillas, juzgué que era un buen momento para poner mi grano de arena a la afición felina y fui a ver El gato con botas, la película de Chris Miller, en compañía de mis hijos. Debe saber el amable lector que el gato con botas es un animal icónico en casa. Tiene una estatua junto al televisor lo que, está claro, quiere decir que se le concede gran importancia, porque el televisor en el hogar moderno es el centro mismo del universo.

Por supuesto, los pequeños disfrutaron tanto de la peli como yo me aburrí. ¡Vaya estafa, ya en el propio nombre! Este gato con botas no tiene nada que ver con el gato con botas de Charles Perrault. Ya me extrañaba que se pudiera hacer una película de un cuento tan breve como el que narra en sencillas palabras la forma en que el inteligentísimo gato consigue que el miserable de su amo, tercer hijo de un labrantín cuya única propiedad es esa, un gato, convertido en Marqués de Carabás gracias a la imaginación del felino, haga su fortuna casándose con la hija del rey.

La película de Chris Miller es algo totalmente distinto. Lo único que tienen en común ambos gatos son las botas y ni eso es cierto porque el gato de Perrault las quiere para caminar por los rastrojos sin herirse mientras que el de Miller las calza por pura presunción. Ni marqués de Carabás, ni rey, ni castillo del ogro, ni nada, esta película no es más que un ejercicio de efectos especiales para verla en 3D, llena de vistosas peripecias para que los espectadores disfruten con sus emociones. Practicamente no tiene guión, salvo una historia elemental de una habichuelas mágicas, vagamente conectadas con una oca de los huevos de oro y un relato de honor, valor, venganza y amistad bastante trivial.

Quizá por casualidad, quizá como sutil homenaje al también maravilloso gato de Cheshire, aparece aquí Humpty Dumpty, que pega tanto en el conjunto como una bomba fétida en un rosal. En fin, que este Gato con Botas, plagiario del título, en realidad está moldeado según el estereotipo del personaje del Zorro, un noble de bien que se ve obligado a vivir al margen de la ley pero es habilísimo espadachín (el gato de Perrault no manejó una espada en su vida; se valía de su inteligencia) y corazón generoso. O sea, un petardo. Que la voz sea la de Antonio Banderas, que simula una dicción apache, igual que la de Salma Hayek, únicamente refuerza esta impresión de que al gato le han metido el espíritu del Zorro.

Conozco tres gatos que hablan en la literatura y los tres son de gran inteligencia, sentido del humor y mucho realismo, el mentado gato de Cheshire que consigue desaparecer dejando tras de sí sólo su sonrisa; el Gato con botas de verdad, quien convence al rey de que su amo es el imaginario Marqués de Carabás; y el Gato Murr, propiedad del Maestro de Capilla Johannes Kreisler, creado por E. T. A. Hoffmann, un gato fabuloso que llega a escribir una especie de memorias en la parte posterior de las hojas en las que escribía su amo y que éste creyó oportuno publicar como Vida y opiniones del gato Murr.

Al lado de estos tres felinos, figuras señeras de la civilización, este otro fanfarrón tiene maldita la gracia.

divendres, 2 de desembre del 2011

Estado de corrupción.

En la escala de corrupción percibida que elabora anualmente Transparency International España aparece en el informe de 2011 en el lugar 31 de 183 países en el mundo, en el 17 en Europa occidental y en el 14 de la Unión Europea. Un puesto muy poco satisfactorio. Con una puntuación de 6,2, estamos muy por encima de Italia (3,9) y Grecia (3,4), pero muy por debajo de Dinamarca (9,4), Finlandia (9,4) o Suecia (9,3). Un juste milieu nada honroso.

Es una fortuna que el índice mida la corrupción percibida por la ciudadanía, pues si pudiera medirse la objetiva a lo mejor estábamos más abajo. Porque es un hecho que, en contra de lo que Palinuro siempre quiere creer, la corrupción no pasa factura en las elecciones, algo verdaderamente insólito. Es lógico que, si la ciudadanía no tiene en cuenta la corrupción a la hora de votar, su percepción sea extraordinariamente benévola. Al dar a su país un magro 3,9 probablemente los italianos son más realistas que los españoles.

¿Cómo explicar que el PP obtenga una abrumadora mayoría de votos en la Comunidad Valenciana que está literalmente anegada en (presunta) corrupción que afecta de lleno al PP? Su expresidente Camps responde desde el banquillo en unos días por el inenarrable asunto de los trajes de la Gürtel y hay multitud de cargos políticos implicados en un sinfín de casos penales. Al expresidente de la diputación de Castellón, Fabra, el Tribunal Supremo lo ha puesto de nuevo en manos de los jueces, de quienes estuvo a punto de librarse no por ser declarado inocente sino porque sus supuestos delitos hubieran prescrito. Al parecer Fabra achaca sus golpes de fortuna al hecho de que le toca la lotería casi sistemáticamente, lo cual explica porqué no nos toca a los demás. La suerte está del lado de Fabra. Estaba porque, al fin, van a juzgarlo por delitos contra la Hacienda Pública, que están acompañados de otros no menos vistosos como tráfico de influencias o cohecho continuado. Una joya el, por ahora, último vástago de una dinastía de Fabras casi tan antigua en la Diputación de Castellón como los Borbones en el trono de España. Casualidad tan maravillosa como que le toque la lotería casi siempre.

Lo anterior puede parecer de cine de humor, de película del napolitano Totó que, por cierto, era un príncipe, de verdadero nombre Antonio Focas Flavio Angelo Ducas Comneno De Curtis di Bisanzio Gagliardi. Pero no es nada comparado con la historia del aeropuerto de Castellón, obra emblemática de Fabra que éste inauguró del brazo con Camps, explicando que era un aeropuerto sin aviones. Eso es algo más surrealista que la pipa de Magritte según el cual la pipa no era una pipa; el aeropuerto no es un aeropuerto. Pero resulta que sí es un aeropuerto y cuesta una millonada. Es decir, ¿no es también un delito? ¿No es malversar dineros públicos?

Lo del aeropuerto castellonense queda chiquito junto al saqueo de los caudales públicos que, al parecer, perpetraron cargos del PP al frente de una empresa, Emarsa, muy simbólicamente dedicada al tratamiento de aguas fecales y que sufragaba los más costosos caprichos de los tales cargos, desde viajes de lujo hasta francachelas diversas. Seguramente para expiar esta vida de licencia y molicie, las autoridades valencianas propiciaron y financiaron en 2006 una visita del Santo Padre Benedicto XVI quien vendría cargado de indulgencias. Por el camino se se esfumaron al parecer 3,8 millones de euros de un total de 7,4 millones que costó la visita papal al erario público. Más de la mitad de la pastuqui volatilizada y perdida se presume que en los bolsillos de los caballeros del Santo Gürtel.

En esa atmósfera de densa corrupción, no sería de extrañar que el yerno del Rey, marqués de Palma o algo así, se hubiera contagiado de las costumbres locales. Debió de haber un tiempo en el mundo empresarial levantino y balear en que regía la máxima de ¡tonto el último!. Lo malo de Urdangarín es que esté relacionado con la Casa Real y aparezca también presuntamente implicada la infanta Cristina. Mala cosa para la Monarquía española.

Pero es un asunto que pertenece a otra entrada. En ésta se trata de reseñar que el estado de corrupción es el normal en España (recuérdese, número 14 en la UE, por detrás de Estonia y Chipre). Pero que sea normal no lo hace menos indignante. Por su naturaleza la corrupción afecta a empresarios, funcionarios y cargos políticos. Estos últimos carecen de toda legitimidad a la hora de pedir a la gente que se sacrifique, que pierda sus exiguas rentas, que ceda parte de sus bajos salarios.

Así pues la señalada tolerancia frente a la corrupción presenta rasgos de masoquismo colectivo. Puesto que hemos de hacer sacrificios, preferimos que nos los impongan los que se libran de ellos fradulentamente. La corrupción y los recortes son como las guerras: los que las declaran nunca van a ellas.

dijous, 1 de desembre del 2011

La batalla de las ideas.

La pugna por la sucesión de Zapatero en el PSOE está llevándose con guante de terciopelo en el que, por supuesto, puede haber un puño de hierro. Pero, de momento, reinan las buenas maneras. Los militantes de proyección pública se pronuncian en libertad sobre uno u otra candidata. A favor o en desfavor. Con alguna estridencia de vez en cuando, como esa de Bono a gritos en el cuarto de banderas y alguna sabia conseja, como la de López recordando al ex-ministro que su partido ya se llama español. Recordatorio inútil pues Bono tiene muy claro que el PSOE es español; lo que no parece tener tan claro es que, además, es socialista y obrero.

Madina y Vázquez se han retirado y sólo parecen quedar dos posibles candidatos, Chacón y Rubalcaba, si bien ninguno ha dicho nada aún. Personifican dos generaciones distintas en su partido: la de la transición y la de la post-transición. Palinuro insiste en que sería bueno escuchar la opinión de la militancia en general, no sólo la de los jefes, cargos, ministros, representantes, que es también lo que dice Fernández Vara. Nadie estará reprimiendo con traidoras mañas que se formulen esas otras opiniones de forma que, si no se producen, será porque no las hay. Y los dos precandidatos harán bien en seguir en sus intenciones.

Sus declaraciones están siendo correctas. Chacón dice que es el momento del debate de las ideas, después vendrán los nombres. A su vez, Rubalcaba pide una oposición intensa desde el primer momento. Es lo que tiene que hacer porque es lo que le toca. Pero no puede soslayar el "debate de ideas" chaconiano. Sobre todo porque no tiene que hacerlo él sino su partido para llevar sus conclusiones al congreso en el que se elegirá un secretario general para que proponga un proyecto a la sociedad.

No es claro el ámbito de las ideas a que se refiere Chacón. Si es el de la política concreta en España y la oferta electoral hay poco debate entre los dos candidatos pues ambos propugnan lo mismo: la vuelta a un programa socialdemócrata, parcialmente abandonado por la presión de la crisis. Debate cerrado. Vuelve a abrirse, sin embargo, en cuanto alguien pregunte: ¿y qué es un programa socialdemócrata? Pero entonces el ámbito de las ideas en debate cambia. Ya no es la política practica, inmediata, de cómo se ganan unas elecciones, sino la más doctrinal del sentido de la izquierda en nuestro tiempo.

La defensa del programa socialdemócrata ha de hacerse en dos frentes: el de la derecha y el de la izquierda. La diferenciación de la derecha es relativamente sencilla sobre todo desde que ésta se ha ido a las posiciones neoliberales más extremas y se manifiesta contraria al Estado del bienestar. Consiste en defender los servicios públicos universales y gratuitos o casi gratuitos por entenderlos como derechos de las personas, en especial la sanidad y la educación. Política fiscal progresista e intervención justa en los mercados. Todo ello interfiriendo lo menos posible en su funcionamiento, pero no dejándolos a su libre y destructivo albedrío.

La diferenciación frente a la izquierda que se considera a sí misma "verdadera" o "trasformadora" resulta más difícil al PSOE. No consiste en encontrar para sí un lugar al margen de la izquierda, ya que eso situaría al socialismo en el "centro" que, como se sabe, es un lugar inestable, inseguro y algunos dicen que inexistente. Antes bien, consiste en recabar su condición de izquierda de siempre dejando a la llamada "transformadora" la designación de otra izquierda. Habrá quien diga que eso no es suficiente y que es preciso probar que esa otra izquierda en realidad no es tal, recurriendo a la famosa pinza y otras muestras de lo que tradicionalmente ha sido el comunismo, que es el endoesqueleto inconfeso de esa otra izquierda.

En realidad el problema de demarcación lo tiene esa otra izquierda, carente de discurso propio y necesitada de empujar a la socialdemocracia hacia la derecha para ponerse en su lugar. No merece la pena, por tanto, dedicar más tiempo a esta tarea ya que, por cuanto se ve, la otra izquierda no tiene visos de llegar al gobierno que es el único lugar desde el que se transforman las cosas. Su costumbre es cultivar la irrelevancia y, en espera de que las masas vean por fin la luz de la verdad que llevan treinta años ignorando libremente, considerar un triunfo la obtención de once diputados en el Congreso de los diputados. O sea, el 3,1 por ciento.

La diferenciación frente a la otra izquierda la extrae el socialismo de su tradición de socialismo democrático y gran impulsor (aunque no el único) del Estado del bienestar. Esto lo c0mpromete a una extensión de la democracia y ampliación a todos los ámbitos de la sociedad, incluido el económico. Debe haber trabajadores en el control de las empresas y en las decisiones sobre ellas, a cambio de la vinculación de los salarios a la productividad. Tiene que haber una revolución de la fiscalización democrática de todos los actos de las administraciones públicas a través de la política 2.0 y el uso masivo de las redes sociales. Por supuesto la socialdemocracia ha de seguir ampliando los derechos civiles y los derechos de la minorías, apoyando siempre la perspectiva de género y con una clara conciencia medioambiental. En ese orden de ideas hay que moverse.

(La imagen es una foto de Cham (Christian Amet), bajo licencia de bajo licencia de Creative Commons).