divendres, 6 de març del 2009

La Europa poliédrica (y dos).

Continúa la reseña del número 31 de la Revista Internacional de Filosofía Política.

El siguiente trabajo de José María Zufiaur (El modelo social en la cuneta) pone de manifiesto que no hay un modelo social europeo. La evolución de la política social europea se ha hecho en tres fases: a) años sesenta y setenta, cuando se impuso la lógica del mercado; b) años ochenta y noventa, cuando lo hizo una lógica contradictoria: de un lado flexibilización y desregulación del mercado de trabajo y, de otro, un Mercado Único en 1992 que tuvo que implantar medidas complementarias en el ámbito social; c) paulatino deslizamiento del derecho social europeo hacia la gobernanza de las políticas públicas racionales (p. 110). El estancamiento actual de la Europa social obedece a varias causas: cambios en el sistema productivo, transformaciones sociológicas, como la explosión del modelo de familia, la globalización (p. 113). En la europa de los veintisiete miembros el modelo tiende a desplazarse desde el de soberanía compartida al concurrencial (p. 115). La perspectiva de futuro, dice el autor, supone: 1º) reforzar la Europa política y 2º) consensuar un nuevo plan social que detalla en la enumeración de reivindicaciones que plantea la Confederación Europea de Sindicatos) (p. 118).

Miren Etxezarreta presenta un trabajo (La evolución (perversa) de la política social de la Unión Europea) que me ha parecido especialmente claro, conciso y convincente. Su idea es que el marco de la política social europea hace que: a) se vea la política social sólo como un coste; b) se pretenda que el gasto social se convierta en un ámbito que proporcione beneficios; c) se vea la política social como un medio para disciplinar a la fuerza de trabajo (pp. 123/124). El capitalismo tiene una política social muy limitada (p. 124) que pone en peligro el modelo social europeo (p. 128) con una política social que parte de una reconsideración del "pleno empleo" que ya no significa lo que significaba (p. 131) y que, en relación con el Estado del bienestar, hace más hincapié en las posibilidades de empleo que de bienestar (p. 133) y trata de privatizar los elementos más importantes de la política social como gestión o prestación de servicios públicos (p. 134)

El trabajo de Patruno (La "lucha por la hegemonía" en la formación del derecho comunitario europeo) es, como su título avisa, una perspectiva marxista al problema de la juridificación de la Unión Europea. Sostiene que aporta una visión intermedia entre dos perspectivas que rechaza: a) la del expolio de la actividad normativa del Estado constitucional a favor de imperativos técnicos y económicos globales; b) la ampliación del algunos derechos, como la libertad al ámbito supranacional (p. 139). Justifica el empleo de la expresión "lucha por la hegemonia" de raíz gramsciana. Toma en cuenta la penosa realidad social europea y los dos modelos teóricos fundamentales de la teoría constitucional europea: a) la aproximación crítico-comunicativa y b) la aproximación neo-institucionalista (pp. 150/152). Su conclusión es que la geometría constitucional europea es incompatible con el Estado de derecho de legitimación democrática. (p. 159)

El trabajo de Yves Salese (Sobre la cuestión constitucional europea) también desde un punto de vista constitucionalista plantea el problema en ocho claves de carácter reivindicativo: 1) necesitamos una europa para responder a la mundialización; 2) no la tenemos; 3) el derecho d Europa es en lo esencial el derecho de la competencia; 4) porque las fuerzas hostiles a la Europa política son muy fuertes; 5) no hay una acumulación europea de capital; 6) el funcionamiento intergubernamental no contrarresta las fuerzas hostiles a la Europa política; 7) hay que romper con los límites en vigor: primacía del mercado e intergubernamentalismo; 8) el debate pro o contra Europa carece de sentido. De lo que se trata es de debatir sobre qué Europa (p. 166). Propone un nuevo proceso constituyente europeo (p. 175) y rechaza las objeciones que se le plantean (p. 176).

Xosé M. Núñez Seixas ( Los nacionalismos subestatales, la unificación europea y el mito de la soberanía: algunas reflexiones) es un trabajo soberbio que analiza en breves y condensados párrafos cuestiones de gran complejidad y las aclara considerablemente. No se ha producido, dice, la anunciada crisis del estado nación sometido a la teoría del "sandwich" por varias razones retardatarias que analiza (p. 181). Cuando se proponen paralelismos entre lo sucedido en la Europa central y oriental y la accidental los refuta por ser situaciones muy distintas (p. 182). Levanta constancia, sin embargo, de una expansión de las ideologías nacionalistas y ensaya un modelo explicativo base de cuatro causas que no está mal, entre las que se cuentan el argumento de la crisis del Estado nación, la aparición de multiplicidades identitarias, la mundialización, el euroescepticismo, el soberanismo (p. 190). No obstante sostiene que no existe un modelo del derecho a decidir (la autodeterminación, en definitiva) por razones muy convincentes (p. 193). Muy convincentes, sospecho, si no se acepta la idea de que el "derecho a decir" no puede estar regulado o previsto (por eso no hay modelo) porque forma parte del poder constituyente, que no depende de ningún poder constituido y el ejercicio de ese poder constituyente lo reconoce la nación de la que la otra quiere autodeterminarse o la parte que quiere autodeterminarse lo impone por la violencia. La primera vía es la reforma, la segunda la revolución. En el medio está el no hacer nada por si los problemas se resuelven por inspiración divina. Estas situaciones pueden ser más o menos apetecibles, pero el estudioso debe dar cuenta de ellas.

Por ultimo, el trabajo de Henri Pena - Ruiz (Los retos del laicismo y su futuro), ya dije en la primera parte de la reseña debía leerse como contraste al de Díaz Salazar. Eso es lo que recomienda también Jaime Pastor en su introducción. Pero como él ha de guardar la cortesía del editor, se limita a decir que se relacionen pero no dice por qué. Yo puedo decirlo: porque los dos son estudios normativos, de lo que debe ser (tanto si lo confiesan como si no) pero el de Díaz - Salazar, entiendo, se deja seducir o él mismo pretende seducir con esa cuestión de la "nueva laicidad" que no me parece otra cosa sino un intento de meter por la puerta de atrás de la sociedad laica a los curas que ésta echó por la de delante. De otro lado, el de Pena Ruiz está al servicio de lo contrario, esto es, de impedir el paso a los "nuevos" laicos que no son más que los clérigos de siempre. Su idea, bellamente expuesta es que el humanismo de la inmanencia es tan legitimo como el humanismo de la trascendencia (204). Está muy bellamente expuesto y no obstante yo al de la trascendencia no lo llamaría humanismo porque el humanismo consiste en la idea de que lo humano no es trascendente sino inmanente. Pero se entiende lo que quiere decir y lo suscribo por entero. La Iglesia, el clero, la religiosidad siguen teniendo enormes privilegios en las sociedades occidentales, incluida la laica Francia, privilegios que son irritantes desigualdades. Hemos llegado hasta aquí en lucha contra la violencia en la historia del clero (p. 207). Hay que impedir que vuelva a imponerse en la sociedad. La religión es un asunto estrictamente privado, diga lo que diga la nueva laicidad. Por eso hoy hay unos retos que es preciso asumir: 1) promover la separación jurídica completa entre los Estados y las Iglesias; 2) mostrar el papel imprescindible de la laicidad para la integración de poblaciones con diferentes orígenes culturales y religiosos; 3) hacer una crítica metódica de una terminología que es antilaica, pero que no lo parece. (p. 217) ¿A que se entiende muy bien?

dijous, 5 de març del 2009

Palinuro se retracta.

Este Palinuro es un infeliz. ¡Mira que dejarse engañar por la simulada lealtad de la derecha a los usos y convenciones democráticos! El pobre se emocionó tanto escuchando cómo el PP se ofrecía incondicionalmente al señor Patxi López y cómo el señor Rajoy prometía mano dura con aquellos de quienes se probase que se habían lucrado a costa del partido, que se tragó el veneno. Es verdad que le quedó cierta comezón con eso de que "se hubiesen lucrado a costa del partido" que deja abierta la posibilidad de que se lucren a costa de la administración local, por ejemplo; pero se dijo que no debía ser malpensado. Por la tarde, dos comentaristas, más agudos que él, ya lo habían sacado de su error. Y, por si le quedara alguna duda, los propios dirigentes del PP se encargaron de hacer buenas las palabras de aquellos.

De apoyo incondicional, nada: apoyo siempre que se gobierne de acuerdo con sus criterios y se haga lo que ellos dicen. Pero lo que terminó de tirar a Palinuro de su caballo, dándole una ración equina de realismo derechista fueron las declaraciones de la señora María Dolores de Cospedal, diciendo que, si ganaban las elecciones al europarlamento en junio y todo seguía como hasta entonces, empezarían a pedir elecciones anticipadas. La cabra, pensó Palinuro y no refiriéndose precisamente a la señora De Cospedal, siempre tira al monte. ¿Conocen los amables lectores una sola elección que haya perdido la derecha y en la que al día siguiente no comience a pedir elecciones anticipadas? El único caso, precisamente, ha sido el de las pasadas de marzo de 2008 y ello porque el partido no tenía claro que dispusiera de un líder. Ahora que la condición de tal del señor Rajoy se afirma ya están pidiéndolas. Dicen que para después de las europeas de junio pero el hecho obvio es que ya las han reclamado. San Juan Crisóstomo nos regale los oídos porque eso quiere decir que van a estar dando la matraca en sus muchos periódicos, infinitas tertulias radiotelevisadas y sus comparecencias parlamentarias pidiendo las elecciones anticipadas al ritmo aznarino del ¡Váyase señor Zapatero! Uf.

Palinuro se retracta, sí, se retracta totalmente: esta derecha no tiene ni idea de las condiciones morales de lealtad que se requieren para que una democracia pueda funcionar. Si por ella fuera, no la habría.


(La imagen pertenece al vídeo que hizo el PP para la campaña electoral de Galicia).

La dimisión es cultura de la izquierda.

Los malos resultados electorales del pasado domingo se han llevado por delante a los señores Emilio Pérez Touriño y Javier Madrazo y probablemente hagan lo propio con el señor Anxo Quintana, del BNGa. Los malos resultados electorales, igualmente, se llevaron por delante en 2008 a los señores Josep Lluís Carod Rovira y Gaspar Llamazares. Todos de izquierda. En algún caso también dimiten políticos nacionalistas, como el señor Unai Ziarreta de Eusko Alkartasuna este domingo pasado. Pero ya se sabe que los nacionalistas, sólo por el hecho de querer separarse de España, tienen algo de rojos aunque sean más meapilas que los del PNV.

¿Alguien ha visto alguna vez dimitir a algún dirigente de la derecha por cosechar un fracaso y hasta dos fracasos electorales consecutivos? El señor Aznar ganó por los pelos a la tercera vez, habiendo perdido en dos ocasiones antes sin que se le pasara por la cabeza la dimisión. El señor Rajoy parece querer imitarle: ya lleva cumplida la primera parte del reto, dos elecciones generales perdidas; le queda la segunda parte y la más difícil, esto es, ganar la tercera. Pero si no lo hace tengo para mí que tampoco dimitirá; serán los suyos quienes lo echen... y trabajosamente. En la derecha no se dimite porque toda dimisión tiene siempre algo de elegancia caballeresca, la que manda respetar al enemigo caído, no abalanzarse sobre él a dentelladas y de esa la derecha sabe poco.

Tampoco se dimite por otros motivos. En los gobiernos de Felipe González dimitieron, que yo recuerde, los ministros y vicepresidentes siguientes: Alfonso Guerra, José Luis Corcuera, Narcís Serra, Julián García Vargas, Julián García Valverde, Antoni Asunción y Vicente Albero. En algunos casos dimitieron por escándalos de corrupción propia o ajena (Guerra, García Valverde, Albero) y en otros por escándalos políticos de diverso tipo (Corcuera, Serra, García Vargas, Asunción); igual que acaba de hacerlo el señor Mariano Fernández Bermejo en el gobierno actual. ¿Cuántos ministros de los gobiernos de Aznar presentaron su dimisión? Que yo sepa, únicamente el señor Manuel Pimentel y por razones tan confusas que probablemente la mayoría del país le hubiera pedido que se quedara. De los demás, ni uno y no será por falta de escándalos de uno u otro tipo. Por menos de lo que habían hecho los señores Piqué con sus declaraciones de la renta o Zaplana con sus tejemanejes valencianos, los ministros socialistas hubieran dimitido. Y ¿qué decir de los señores Álvarez Cascos y Mariano Rajoy que continuaron en sus puestos literalmente cubiertos de chapapote por su directa (caso del Álvarez Cascos) e indirecta (caso de Rajoy) responsabilidad en el desastre? ¿Qué de Fraga que, aunque no era ministro, era Fraga, toda una institución, cazando, como el señor Bermejo, con las costas a su cuidado repletas de chapapote? Alguno de aquellos ministros aznarinos que hubiera tenido que dimitir si sus puntos de honor se asemejasen a los de los socialistas, que ni de lejos, como el señor Trillo, con sus militares muertos y mal identificados a su espalda, todavía está tiempo de hacerlo pues es tal su inverecundia que, lejos de dimitir, sigue enganchado en el cargo y tratando de aleccionar a los demás... en materia de dimisiones. Y termínese transitoriamente la nómina recordando que cualquier ministro del interior europeo al que le organizan un atentado como el del once de marzo de 2004 en Madrid hubiera tardado menos de media hora en dimitir y todavía hubiera llegado el segundo, siendo precedido por el presidente del Gobierno, señor Aznar López. Sin embargo el señor Acebes siguió en su puesto, perdió las elecciones y continuó en política, tratando de enredar lo que pudo las investigaciones sobre un atentado terrorista del que era él políticamente responsable.

Pero no, la derecha no dimite. Eso no está en su modo de ser. Como no dimite el señor Fabra, ese "ciudadano ejemplar" según el señor Rajoy que acabará siendo el icono por antonomasia de la corrupción y el caquismo. Como no dimitirá el recientemente electo señor Núñez Feijóo a quien el diario Público ha pillado en una situación moralmente peor que aquella en la que él puso demagógicamente al señor Touriño.

La dimisión es cosa de la izquierda. La derecha no dimite jamás. ¿Acaso no está en política para hacer lo que hace?

Y decía la señora Aguirre, la presidenta de una Comunidad cuyos consejeros espían y están involucrados en casos patentes de presunta corrupción, que nada avala la idea de la superioridad moral de la izquierda.

De aquí a Lima, señora, de aquí a Lima. Y deje de hacer trampas con la comisión de investigación y de encubrir a la trama corrupta y espía de su Comunidad.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons).

Europa poliédrica.

La Revista Internacional de Filosofía Política ha dedicado un número monográfico a Europa; no sólo a la Unión Europea, sino también a una perspectiva más amplia a fuer de filosófica de Europa (Identidad y crisis de Europa, nº 31, juio de 2008, Madrid., 320 págs) y de la influencia europea. La coordinación ha corrido a cargo de Jaime Pastor y en él escriben especialistas nacionales y extranjeros de distintos campos del saber, lo que da al número una conveniente pluridisciplinariedad ya que hay perspectivas filosófica, jurídica, política, sociológica y económica. Una visión completa. Los trabajos son desiguales en calidad, aunque la media es bastante alta. Un problema no debe quedar sin mención porque desmerece de la publicación y conviene se vigile en el futuro: las traducciones de los trabajos de estudiosos extranjeros son bastante malas y, en algún caso, en concreto en el del ensayo de Luciano Patruno, tan detestable que consigue hacer ininteligible el texto probablemente porque ya la redacción original era bastante alambicada. Este desprecio de los intelectuales y editores españoles por el resultado de las traducciones sólo revela una lamentable ignorancia que hay que denunciar siempre, guste o no, hasta que se le ponga coto. Otrosí conviene recordar que, siendo la publicación de julio de 2008, probablemente los trabajos se escribieron en 2007 cuando nadie tenía ni idea de la formidable crisis que el mundo en general y Europa en concreto sufrirían a la vuelta de unos meses. Igualmente debe tenerse presente que en ese tiempo ya se sabía que el proyecto de Constitución Europea ha fracasado, pero todavía no que también lo haría (o puede hacerlo) su recuperación a través del Tratado de Lisboa. Es importante recordarlo para poner algunas afirmaciones en el debido contexto.

El número monográfico comienza con el trabajo de Sergio Sevilla, Lecturas filosóficas de Europa que parte de la idea de la reconstrucción de la filosofía en la obra de Husserl que la vincula a lo que llama "la tarea de la cultura europea", idéntica a la teoría de la cultura en general cuya tarea, al paso de su diagnóstico de la crisis europea es una fenomenología eidética en dos momentos: 1º) sólo la ciencia (en definitiva, la filosofía para Husserl) puede proporcionar la teoría de la que depende la reforma racional de la cultura; 2º) cada meditación en profundidad conduce a cuestiones de principio de la razón práctica. Téngase en cuenta que Husserl es el único filósofo que en el siglo XX ofrece una teoría de la razón única que reúne lo verdadero, lo bello y lo bueno en un único sistema del saber (p. 12). La fenomenología es la realización del empeño teórico que constituye la esencia de Europa que entró en crisis en 1911 (p. 14). Procede luego la oposición de Heidegger para quien la nueva fundación de Europa no puede proceder de completar el proyecto de vida que empieza con la filosofía griega y sigue con las ciencias y la epistemología modernas hasta el mundo de la técnica, sino que ha de ser una fundación "post-filosófica" (p. 18). El fracaso del proyecto de Constitución Europea prueba que el ideal filosófico de Husserl no se ha cumplido, sino que lo ha sustituido un pluralismo filosófico. Tomando pie en el análisis que hace Cacciari de esta situación el autor concluye que no se da un sinsentido histórico de la europeización sino que hoy Europa es la organización del vínculo social en los subsistemas económico y político que son la racionalidad realizada (p. 24).

José Antonio González Alcantud (Lo moro revisitado. Dimensión estética, diversidad cultural, función crítica, fantasma social) señala que la presencia del Islam es una constante en la idea de Europa, aunque hoy ésta parezca teñida por la preeminencia de los relatos anglosajones. La realidad multicultural de hoy da lugar a tres discursos típicos en Europa: a) el del multiculturalismo, preferentemente de izquierda; 2) el del rechazo y afirmación de los valores propios; c) y el de la integración basada en el "patriotismo constitucional" (p. 39). Esta multiplicidad de miradas sobre "lo moro" no sólo rechaza las miradas simplificadoras occidentales sino también las que proceden del mundo islámico y tienen el mismo carácter (p. 43).

Françoise Vergés (La memoria como resistencia) es un interesante trabajo, especialmente crítico con Francia. Trata del retorno a la memoria como tema movilizador en Europa. El fantasma que molesta a la conciencia europea es, por supuesto, el colonialismo. El caso francés es proverbial por el carácter "invisible" de la esclavitud hasta el punto de que la autora señala que es el único país que ha tenido que proceder dos veces a la emancipación de los esclavos. En Francia y en Europa en general hay una abrumadora actitud cultural contraria a lo "negro", que está en todas partes, en el lenguaje, los prejuicios, la realidad objetiva, lo negro es lo inferior, lo visto como esclavo, etc (p. 55). El racismo es una condición europea. La autora cifra esperanzas en el valor ejemplificador que pueda tener un proyecto de Casa de las Civilizaciones y de la Unidad Reunionera" (MCUR en las siglas en francés), que quiere servir de base para los trabajos de la memoria en el siglo XXI (p. 62).

Rafael Díaz-Salazar (Laicismos europeos y nuevos debates sobre laicidad) presenta una especie de alegato en favor de la "nueva laicidad", corriente de fresca aparición en Francia. Hay bastantes diferencias entre los países europeos en este territorio pero también se da una base mínima común de "laicidad europea" que según Salazar consta de: a) la neutralidad del Estado; b) libertad de conciencia y libertad religiosa; c) igualdad jurídica de opciones religiosas y no religiosas; d) espacio público que garantiza el pluralismo; e) reconocimento de la dimensión pública de la religión en el ámbito civil; f) diversas formas de cooperación entre el Estado y las confesiones religiosas. Las relaciones entre los Estados y las confesiones religiosas se atienen a tres modelos en el continente: 1) concordato; 2) estatutos específicos de relaciones entre las iglesias y el Estado; y 3) inserción de las confesiones religiosas en el derecho común de asociaciones (p. 69). La "nueva laicidad" francesa cuenta con una serie de elementos entre los cuales los más importantes son: va en contra del orden burgués del laicismo liberal y sus clérigos; busca nuevas formas de socialización moral a la vista de las experiencias; quiere superar el laicismo cientificista; se propugna una "laicidad abierta" a la religión; se crea un nuevo vínculo social intercultural al reconocer identidades diversas y migraciones; se admiten los símbolos comunitarios en el espacio público; se sostiene que la religión no es un asunto privado; se propugna la cooperación entre el Estado laico y las comunidades religiosas; hay una interacción entre la ética pública y la éticas privadas; su defiende una laicidad basada en la ética de la deliberación y el debate; se admite la enseñanza de la religión en la escuela pública; los laicos aprecian la labor educativa de los colegios católicos; hay un trabajo conjunto de organizaciones laicistas y comunidades religiosas (pp. 72-82). Reléase todo lo anterior detenidamente y dígase si no suena a retorno del dominio público clerical so capa de cuestiones propias de la modernidad; o dicho con más contundencia: reconquista clerical de los espacios perdidos gracias a la laicidad. Al respecto es recomendable ver el último trabajo de este número, de Henri Pena-Ruiz que ya previene frente a estos aparentemente racionales y liberales intentos de volver a imponer la religión en la sociedad laica, incluida la enseñanza.

Etienne Balibar (Del cosmopolitismo a la cosmopolítica) procede a un análisis del concepto de frontera que reputa esencial a través de tres desarrollos: 1) antítesis de guerra y traducción o modelos polemológicos y filológicos de la frontera; 2º) la equivocidad de la categoría de extranjero y su reducción a la de "enemigo"; y 3) la "doble alteridad" que afecta a la representación y el estatus de los extranjeros en Europa (p. 89) y ello tras haber equiparado la construcción europea que propone Habermas entre el nacionalismo y el venidero orden político cosmopolita con la disyuntiva que se dió en la Unión Soviética en los años veinte como "socialismo en solo país" y "fase de transición" entre el capitalismo y el comunismo. Comparación ingeniosa, que habla mucho sobre las raíces formativas de Balibar pero no me parece muy productiva. Pueto a hablar de "fronteras" yo hubiera llevado la comparación al tándem Unión Europea- Estados Unidos a través de la muy acrisolada doctrina de la frontera como mecanismo de origen de los EEUU de Frederick Jackson Turner. Los EEUU se forman como Estado merced a una frontera abierta. La unión Europea trata de constituirse en un territorio de fronteras cerradas que, no obstante, son cambiantes.

(La reseña de la RIFP continuará mañana, con trabajos de Zufiaur, Extezarreta, Patruno, Salesse, Núñez Seixas y Pena-Ruiz).

dimecres, 4 de març del 2009

Rajoy se crece.

Estimado/a Lector/a: entenderás que Palinuro, que terminaba su entrada de ayer, titulada Recuelo diciendo: "El hecho de que este partido (el PNV) invoque a Dios en su lema no quiere decir que lo sea. Ni que el señor Ibarretxe sea su profeta", derramara gruesos lagrimones al oír al señor Patxi López decir que "El PNV no es el régimen ni la religión de Euskadi. Es un partido más". En efecto, señor López, un partido más y no el alma misma de Euskadi. Está usted ganando muchos puntos a ojos de la ciudadanía española con su claridad de ideas y buen criterio porque ¿cómo leñe, en virtud de qué empanada mental puede una organización que se llama partido identificarse con el todo del organismo? Será parte, desde su punto de vista la mejor y más noble, probablemente, pero parte y nada más que parte y hay otras partes, otros partidos con iguales derechos. Lo dicho, querido/a lector/a: gruesos lagrimones de alegría derramaba ayer Palinuro.

Pero he de decir que, con todo, el día fue sin duda del señor Rajoy quien tuvo dos gestos que lo consagran como el dirigente, el leader que merece la derecha... y más que la derecha, el leader de la derecha que merece el país: por el primero quedaba claro que los diputados vascos del PP en el parlamento de Vitoria apoyarán la candidatura del señor López a lehendakari sin condiciones y sin contraprestación alguna. Eso se llama poner los intereses del Estado por encima de los del partido y merece un aplauso... y más lagrimones de Palinuro que tuvo ayer un día que se salía por las costuras. Porque ¿qué más queremos los ciudadanos que ver cómo los partidos hacen causa común en los asuntos de Estado y no se dedican a jugar con fuego?

El segundo gesto del señor Rajoy fue anunciar que se tomarán medidas contundentes con todos/as aquellos/as de quienes se demuestre que se han aprovechado del partido para su medro personal. Cómo sería la cosa que la señora Aguirre, que llevaba unas cuartillas preparadas para soltar su habitual alegato de ataque al PSOE y defensa de la manga de presuntos corruptos, espías y sinvergüenzas que tiene el dudoso honor de presidir, prefirió callarse y reservarse para mejor ocasión. Si el señor Rajoy continúa por la senda de firmeza que ha emprendido, si no flaquea, si no cede a las presiones que estos sátrapas de autonomía estrecha y esos comunicadores dedicados al chantaje y al terrorismo moral, no habrá mejor ocasión para la señora Aguirre ni para el señor Camps. Y tampoco para el señor Fabra.

Realmente, la piedra de toque de la determinación democrática y regeneracionista del señor Rajoy es el mencionado señor Fabra, cuyo comportamiento provocador es inadmisible en democracia. En este momento procesal es la ocasión para que el señor Rajoy se deshaga de esta fuente de desprestigio para su partido. Si sucede algo así no digo que yo votaré a la derecha porque creo que no votaré jamás a la derecha ni aunque me arranquen el pellejo a tiras, pero hablaré bien de ella, como merece y como lo estoy haciendo en esta entrada.

Créalo, señor Rajoy, ha ganado usted muchos puntos entre los demócratas de este país.

(La imagen pertenece al vídeo que hizo el PP para la campaña electoral de Galicia).

Democracia a la cubana.

El compañero Raúl Castro ha decidido remodelar su gobierno y, tras consultarlo con su hermano Fidel, en una prueba más de que, así como hay patriarcados y matriarcados en el mundo, también hay adelfocracias, ha decidido prescindir de los servicios de algunos ministros (el de exteriores, Felipe Pérez Roque, y el Vicepresidente del Consejo de Estado, Carlos Lage entre otros), reorganizar ministerios e incorporar caras nuevas al ejecutivo. Hasta aquí, todo en orden: en cualquier país hay renovaciones ministeriales; unos van, otros vienen y la nave del Estado sigue. Lo peculiar en Cuba, como en todas las dictaduras, es que, aunque haya habido rumores con antelación, esta es la hora en que nadie sabe de cierto por qué estos buenos hombres, hasta hace poco ejemplares fidelistas, revolucionarios de pro y faros de la ciudadanía, han caído en desgracia. Ni lo sabrán. Esto es lo que se llama trasparencia y rendición de cuentas revolucionarias.

Las autocracias toman las decisiones en secreto y los ciudadanos, a especular. Todo lo que se sabe sobre las dos principales destituciones (la de Roque y la de Lage) es un críptico párrafo que el Comandante ha tenido a bien incluir en su acostumbrada homilía en el periódico Granma para ilustrar a su amado pueblo de título Reflexiones del compañero Fidel. Cambios sanos en el Consejo de Ministros, ni más ni menos, y que dice así textualmente: "Ninguno de los dos mencionados por los cables como más afectados, pronunció una palabra para expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos". Así que ya lo saben los cubanos: sus ministros son destituidos por "indignos" y sin rechistar. Esto último no me extraña, visto el clima de libertad de expresión que reina en la perla del Caribe, pero no se negará que ya es fuerte que a uno lo pongan de patas en la calle sin agradecerle los servicios prestados (se ve que Franco no acabó de enseñar maneras a Fidel) y llamándolo indigno. Por cierto, el resto del artículo del señor Castro en Granma va dedicado a jalear al equipo cubano de baseball que, según dice, ganará a los venezolanos de Chávez, que es lo verdaderamente importante y no esas futesas de los Roques y los Lages.

Democracia revolucionaria, sin duda alguna. Supongo que los habituales apologetas de la dictadura castrista, que hasta ayer ensalzaban la fidelidad, integridad y otras cualidades de los destituidos Roque y Lage, descubrirán ahora que, en el fondo, eran unos "indignos". Algo así como cuando Carrillo descubría de repente que su compañero de partidas de tute de toda la vida era un trotskysta, un "socialfascista" o un asqueroso "titista". Democracia proletaria. No la falsa "democracia" burguesa.


(La imagen es una foto de BalaSub, con licencia de Creative Commons).

Metáfora de Hobbes.

Ayer fue la première en Madrid de la peli del brasileño Fernando Meirelles A ciegas, sobre la novela de Saramago Ensayo sobre la ceguera. Se hizo en el cine Capitol y contó con la asistencia del director y del productor, aunque no con la del propio Saramago que estaba anunciada pero no pudo ser a causa de un inoportuno resfriado. Conseguimos la entrada gracias a mi cuñada, Mabel Redondo, si no hubiéramos tenido que esperar a su estreno oficial el próximo 13 de marzo.

Tenía interés en ver qué tal da Saramago en el cine pero me quedé con las ganas porque, aunque he leído bastantes novelas del autor portugués, me falta ésta. No obstante puedo hacerme una idea porque el argumento es típico de Saramago: qué sucede en la vida normal cuando se da un factor insólito que todo lo altera. En este caso, una epidemia de ceguera que acaba afectando a toda la población de una ciudad sin especificar pero de hoy, probablemente una de Brasil. El acontecimiento es como una metáfora hobbesiana: falla uno de los elementos sobre los que descansa este tenue orden social que hemos tejido y la sociedad retorna al estado de naturaleza, a la guerra de todos contra todos, a la ley del más fuerte.

El otro aspecto que es absolutamente peculiar de Saramago, su inimitable forma de narrar, mezclando perspectivas y relato con diálogos (y es fama que en esta novela los personajes no se identifican por sus nombres) es de imposible trasposición cinematográfica. De haberlo intentado el director hubiera introducido aun mayor confusión de la que ya hay en una historia en la que parte de ella sucede en negro o en un blanco cegador (es el síntoma de los aquejados por la ceguera: sólo ven un resplandor lechoso) o entre formas y figuras confusamente entrevistas. La historia descansa sobre el único personaje que no pierde la visión, la mujer de un médico oftalmólogo que sí queda ciego, pero que simula perder la vista para poder auxiliar a su marido y, más tarde, a una serie de compañeros de infortunio todos ellos encerrados en cuarentena por las autoridades en un antiguo manicomio abandonado. Prácticamente toda la película transcurre en este recinto, en el que un puñado de ciegos, dirigidos por uno de verdad (un "profesional" diríamos) se hace con el poder y tiraniza a los demás y los hace objeto de todo tipo de sevicias hasta que la situación se resuelve de una forma bastante horrible. Sale entonces el grupo a la gran ciudad, en donde reina un caos muy al estilo de las películas de Mad Max.

La metáfora hobbesiana está modulada por el recurso a la familia: la esposa que no abandona al marido en el infortunio y, luego, el pequeño grupo humano que sobrevive defendiéndose frente al exterior a través de la solidaridad. Cuando el orden social se hunde, sobrevive su célula esencial que es la familia. No sé si eso puede despacharse, como he visto por ahí, hablando del "pesimismo de Saramago". Hay, ciertamente, una fuerte crítica a bastantes hipocresías sociales y una cruda exposición de muchas miserias, cobardías y suciedades humanas en situaciones límite pero, en último término, la lección es la del valor del sacrificio y el amor conyugal, capaz de sobrevivir a sus más fuertes peligros: la violación y el adulterio. Por no enjuiciar el hecho, altamente simbólico, de que, atravesando una ciudad en la que los habitantes ciegos caminan sin rumbo, en la que reina el pillaje y podemos contemplar escenas espantosas, el pequeño grupo dirigido por la mujer vidente, se refugia en el hogar de la pareja en donde hacen honor a los alimentos saqueados en un supermercado con una cena perfectamentamente convencional, tanto que uno de los personajes ciegos que en la vida anterior era un pordiosero tuerto confiesa ser feliz.

A partir de cierto momento la peli se me hizo lenta y monótona. Imagino que el encanto de la novela está en el estilo literario inimitable de Saramago y en sus frecuentes digresiones de todo tipo que, como decía más arriba, deben de ser imposibles de traducir al lenguaje cinematográfico.

dimarts, 3 de març del 2009

Recuelo.

Las elecciones, dícese, son los momentos más solemnes de la democracia porque por ellas habla el pueblo soberano al que han de escuchar los poderes públicos. Cierto pero eso no es muy entretenido. Lo entretenido, lo que muchas veces llega a ser cómico, es lo que sucede después de ese momento solemne. Claro que no en todos los sistemas políticos. En los presidencialistas y/o mayoritarios, el tal momento solemne no deja lugar a duda alguna: habla el pueblo, elige a un presidente o una mayoría parlamentaria y ya está. Lo divertido es en los sistemas parlamentarios y/o proporcionales como el nuestro y como el de la mayoría de los países europeos: habla el pueblo soberano pero rara vez lo hace de modo concluyente de forma que deja una situación complicada en la que los partidos tienen que hacer equilibrios y volatines para conjugar mayorías y componer gobiernos de coalición que a veces requieren recuelos o trabajos como encaje de bolillos. El penúltimo gobierno en Bélgica tardó seis meses en componerse y eso que en estos países que, como Holanda, no han conocido un sólo gobierno monopartidista desde el año de 1900, suelen contar con una figura especial que tiene diversos nombres como "facilitador" o "componedor" y cuya misión es exclusivamente dedicarse a armar gobiernos con los habitualmente imposibles resultados electorales que haya dejado el ínclito pueblo soberano.

Larga introducción para explicar por qué el País Vasco y Cataluña son las Comunidades Autónomas españolas que más se parecen a los países europeos mencionados. Especialmente el primero en cuya sociedad se da una cantidad de fracturas o contradicciones (cleavages) similar a la que se da en Bélgica: lingüísticas, culturales, territoriales y políticas. Así resulta que componer gobierno en Euskadi es tarea tan ardua como en el viejo Flandes español. Tiene el parlamento de Vitoria 75 y escaños y cuenta con siete partidos representados y un fantasma que arrastra sus ilegalizadas cadenas por los pasillos y lobbies de la cámara vasca. Esto da una media de trece escaños por partido, algo más de nueve si contamos al fantasma, lo que indica cierta fragmentación parlamentaria, fiel reflejo de la que hay en la sociedad.

Frente a la situación vascona, la de Galicia, con todo y ser una sociedad también plural con un hiato lingüístico, casi parece de sistema mayoritario y régimen presidencial. El señor Feijóo, a pesar de ignorar el sexo de las vacas, animal totémico galaico, ha restaurado la tradición conservadora de las mayorías absolutas que, cuando las conseguía el señor Fraga, eran absolutísimas. Y aquí paz y después gloria. La izquierda se llevó el domingo un buen y probablemente merecido revolcón y el lunes el señor Touriño hizo lo único que cabe hacer en democracia en estas o parecidas circunstancias cuando se está en política por convicción: dimitir. Cuando se está por otros motivos no se dimite ni aunque lo pasen a uno por la quilla, como demuestran los casos del señor Rajoy, perdedor de dos elecciones legislativas y de la señora Aguirre, el señor Camps, el señor Fabra y los demás señoras y señores del PP, presuntamente implicados en presuntos escándalos de presuntos delitos y que no dimiten hasta que no se los llevan los alguaciles y eso si no tratan de comprarlos, presuntamente, claro es.

Volviendo al País Vasco detecto cierta contradición entre las necesidades de una compleja política de alianzas florentinas y las capacidades que me parece posee el señor Patxi López. Claro que si el señor Ibarretxe, que se me antoja mucho más romo que el señor López, pudo estar más de once años haciendo equilibrios al frente de sucesivas coaliciones, no se ve por qué no podrá hacerlo también el socialista. Y hacerlo, incluso, en el más difícil todavía: sin coaliciones, sobre todo teniendo en cuenta que no trae proyecto alguno para "portorriquizar" al País Vasco .

Ha bastando que haya una posibilidad de que el PNV abandone el palacio de Ajuria Enea, el poder y su compleja red de influencias sociales, económicas, religiosas para que empiece a expectorar dislates de penosísimo estilo. Esa amenaza de que una alianza entre el PSE y el PP, perfectamente legítima por lo demás, sería considerada como una "agresión" parte del supuesto propio de todos los matones de barrio (y no quiero ofender) de que son ellos quienes definen el alcance de las situaciones: hay una agresión donde ellos dicen que la hay; no en donde la haya objetivamente. Resumen: al margen de si el señor López pacta de una u otra forma con el señor Basagoiti en el País Vasco y al margen de si tal pacto es bueno o no para la estabilidad parlamentaria del gobierno del señor Rodríguez Zapatero, está claro que el PNV necesita una pasada por la oposición y una cura de modestia y humildad. El hecho de que este partido invoque a Dios en su lema no quiere decir que lo sea. Ni que el señor Ibarretxe sea su profeta.

(La imagen es una foto de 20 Minutos (b), con licencia de Creative Commons).

Expiación.

Fui el otro día a ver esta preciosa película (El lector) de Stephen Daldry a la que he quedado enganchado. Una delicada obra de arte en la que se cuenta una historia de amor que prende repentinamente entre dos seres humanos que, a causa de su diferencia de edad, han vivido, están viviendo y vivirán después tiempos muy distintos, lo que marcará sus vidas definitivamente por las muy diferentes formas que tienen de encarar su pasado.

El caso es que estaba reflexionando sobre la peli y cómo abordaría su comentario cuando recibí uno de mi amigo Pablo Iglesias Turrión quien, habiendo ido a ver el mismo film, estaba debatiéndolo con un profesor amigo suyo y me enviaba el enlace a su blog El gesto de Antígona en el que hay una entrada cuyo título lo dice todo: El Lector y el Holocausto. Un diálogo con mi amigo Norman Radcliffe en el que puede verse cómo ambos debatientes discrepan acerca del transfondo de la historia, pero no de la historia misma que se cuenta en la película ni del juicio estético o moral que les merezca o, cuando menos, yo no lo he visto. Por eso, tras responder a Pablo que Palinuro hablaría de la peli y de su comentario enlazando a su blog, decidí seguir adelante con el mío y referirme al final a su muy interesante debate.

A mi modesto entender El lector cuenta una historia de amor profundísima entre dos seres humanos ordinarios, casi vulgares, desde esa perspectiva que a veces toma el arte y que tanto se parece curiosamente a la del derecho penal: la perspectiva estrictamente individual: se habla de estos seres humanos concretos en este tiempo concreto, de personas físicas hic et nunc y no de principios, símbolos, emblemas, ideologías o personas morales. Y en ese contexto histórico-biográfico determinado la historia es muy sencilla: la del primer amor entre un adolescente, Michael, y una bella joven cobradora de tranvía en Berlín, Hanna, como quince años mayor que él, de cuyo pasado nada sabemos, mientras que sí se nos ilustra sobre la clase social y circunstancias del joven en el Berlín de los primeros años cincuenta.

La peli me parece estupenda, aunque tiene algún momento poco logrado en la ambientación de los años sesenta (que también recorre), pero eso importa poco. Sólo las breves escenas en que Michael y Hanna salen de excursión por el campo (obviamente, antes de la construcción del muro) son tan deliciosas y típicamente alemanas en el espíritu de los Wandervögel que uno perdona algunos errores livianos. La fotografía está muy bien, la interpretación de Kate Winslet es extraordinaria y el núcleo del guión, lo que el guionista ha hecho de modo magistral, esto es, narrar dos historias en tiempos distintos en una unidad de acción sólo puedo calificarlo de maravilloso. Me quedé prendado.

El lector es, entre otras cosas, probablemente, una metáfora sobre la grandeza de los sentimientos de la gente sencilla, pequeña, la gente indefensa frente a las grandes maquinarias ideológicas, conceptuales, que definen el tiempo en el que viven y que, como monstruosos Molochs verbales las destruyen sin que tengan posibilidad alguna de defenderse; es más, sin que lleguen a entenderlas. ¿Cree alguien que la condición de Hanna (que no especifico aquí por no reventar la peli a quien no la haya visto) es inocente a la hora de enjuiciar qué posibilidades reales tuvo ella, Hanna Schmiz, de sobrevivir con una u otra dignidad a su tiempo? ¿No es obvio que la definición de todos los seres humanos como "seres en el tiempo" sólo puede ser excogitación de algún gran filósofo que, por añadidura, era nazi? ¿No hay una distancia abismal entre las posibilidades de Hanna y las de Hitler frente a su tiempo, que fue el mismo? ¿No es obvio, patente, palmario que si Hitler hubiera muerto prematuramente la vida de Hanna hubiera sido radicalmente distinta mientras que si Hanna hubiera muerto prematuramente la de Hitler hubiera sido la misma? ¿No es cierto que la relación hombre-tiempo es muy distinta según de qué hombres estemos hablando?

En cuanto a la culpabilidad, cuestión central en la película, desde luego, hay dos. Pero la esencial, la que constituye el meollo moral de la historia e invita a una atribulada reflexión no es la responsabilidad por el Holocausto (sin ser ello cosa baladí, desde luego) sino la que se deriva del hecho de que Michael, que sabe la causa verdadera por la que Hanna Schmiz admite haber redactado el informe incriminatorio, calla y permite que sea injustamente condenada. ¿Venganza por su primer amor frustrado? ¿Complicidad con la llamada justicia del vencedor? ¿Confabulación con la hipocresía que tan gallardamente denuncia su compañero de seminario? ¿Castigo suplementario de Hanna por haber tenido el pasado que tuvo? ¿Respeto a la decisión de ésta, libremente tomada en un sentido, en fín, heideggeriano? ¿Consumación de su amor mediante renuncia al ser amado? Que cada cual decida en un complejo problema moral que afronta un individuo concreto. Pero que no se olvide que siempre, siempre, que hay un problema moral, al final, decide un individuo; no una idea, un partido, una doctrina o un valor. Un individuo.

Para mí, Michael comete una acción repugnante, es culpable de una verdadera injusticia pues, estando a su alcance evitarla, no lo hace y permite que se condene a una inocente. Porque, haya hecho lo que haya hecho, Hanna es inocente en ese punto concreto y el primero que tendría que señalarlo es el futuro jurista Michael. Si hay una definición de injusticia que todos los seres humanos admitimos sin sombra de duda es la de que se castigue a un inocente sabiendo que lo es. Por eso creo no exagerar si interpreto que todo lo que sucede después en la vida de Michael, su fracaso matrimonial, su distanciamiento de su hija, su soledad e inadaptación es el resultado de su arrepentimiento por aquel hecho indigno que lo lleva a expiarlo como lo hace, pero no le impide coronar la historia con el fracaso definitivo que acaba como acaba.

Para mí estos son el mérito y la originalidad de la película. Vuelvo ahora sobre el asunto del Holocausto que, sin duda es importante, pero aquí sirve únicamente como telón de fondo para que comparemos dos formas del mal e, irónicamente, dos formas de víctimas. Estoy de acuerdo con Pablo Iglesias en adjudicar a la ejecución del Holocausto (no así también a su planeación) una dimensión funcionarial, administrativa, burocrática, y arrebatarle todo tinte épico. Pero eso tampoco aminora la calificación moral del plan en su conjunto como la acción del mal absoluto, trascendental, sobre la tierra, lo inconmensurable e inaprensible para la conciencia del ser humano. Lo inhumano absoluto ejecutado con la seriedad y eficacia de los funcionarios prusianos, la indiferencia de los burócratas kafkianos. Precisamente ese el punto de vista de la famosa peli de Stanley Kramer, Nurnberg en su título original que aquí se llamó, vaya por Dios, Vencedores o vencidos. Como se recordará se trata de un proceso a cuatro jueces nazis, cuatro hombres cultos, con claro discernimiento moral. Uno de ellos, escandalizado de que se les acuse de haber posibilitado el exterminio de cientos de miles, millones de judíos, en un momento se acerca a otro preso, un funcionario que estaba a cargo de los hornos crematorios, y le pregunta si fue posible aquello y el otro, sin perder su compostura, le dice que ciertamente, que todo depende de la logística de los campos, la cantidad de hornos, la rapidez y eficacia de su funcionamiento. Burócratas, desde luego. Obediencia debida, desde luego. Pero cegarnos al extremo de no ver que no todos eran iguales no nos lleva muy lejos: el cerebro que concibió aquella monstruosidad tiene una responsabilidad; quienes desde los puestos de mando de la sociedad, los jueces, los filósofos, los juristas, los profesores de Universidad, la explicaron, justificaron y aplicaron tienen otra (aunque no sea más que por el hecho, también señalado en la peli de Kramer, de que una negativa suya hubiera tenido un valor testimonial y moral que no hubieran tenido otras) y quienes llevaban a cabo las tareas rutinarias tenían otra. Señala Pablo muy bien lo tremendo de la pregunta de Hanna al juez: ¿qué hubiera hecho Vd. en mi lugar? Pero no sé si por modestia o reparos, no la lleva a sus últimas consecuencias que son que esa pregunta se nos hace a nosotros. ¿Qué hubiera hecho yo? Repito, al final somos los individuos los que tenemos que actuar solos y bajo nuestra responsabilidad.

Por último, lo de que la justicia es la justicia del vencedor siempre (a lo que hacia referencia la torticera traducción del título de la peli de Kramer al español durante la dictadura de Franco) es tan obvio que siente uno un poco de incomodidad al hablar de ello. ¿Acaso no es la justicia la aplicación de la moral del momento respaldada por la coacción, por la fuerza? ¿Y no es obvio que sólo puede haber fuerza allí donde no hay otra que la supere pues en tal caso es ella la fuerza? La justicia sólo es posible si está respaldada por la violencia que sólo es tal si no hay otra mayor que ella. Tal es la razón por la que, si no recuerdo mal, Anatole France encontraba absurdo que en el mundo hubiera más de un ejército ya que, al haber dos, uno tendría que ser inferior al otro y quedar eo ipso vencido. La justicia del vencedor es, en realidad, un pleonasmo. Sólo hay un modo de concebir una justicia que no esté respaldada por la fuerza, que no sea del vencedor: la de una sociedad anarquista.

dilluns, 2 de març del 2009

Igualdades y diferencias.

Las elecciones de ayer en Galicia y el País Vasco, que dejaron al señor Touriño el rostro que se aprecia en la foto, tienen un par de elementos en común y todo lo demás es peculiar de cada una de ellas como corresponde a dos subsistemas políticos tan diferentes uno del otro.

De los elementos en común, el primero y más notable es el fenomenal mentís que el comportamiento de la abstención ha lanzado a la sabiduría convencional al respecto. En los últimos días venía oyéndose con enfadosa insistencia esa peregrina teoría de que la alta abstención favorece a la derecha porque la izquierda está poseída, al parecer, de una especie de abulia electoral. Así se han podido escuchar encendidas loas a la participación electoral de boca de los candidatos, de sus seguidores y hasta del presidente del Gobierno de España. La participación en Galicia ha sido de más del 70 por ciento, algo sin precedentes, seis puntos porcentuales por encima de la de las elecciones de 2005 y la victoria del PP clara y holgada, como clara y holgada ha sido la derrota del centro izquierda socialista y la izquierda nacionalista. Por el contrario, en el País Vasco se ha dado la circunstancia inversa. La participación ha sido de dos puntos porcentuales inferior a la de 2005 pero los socialistas han pegado un salto considerable y por primera vez en la democracia española es posible que los nacionalistas (entre los que hay de todo, ciertamente pero especialmente derecha) pasen a la oposición y haya un López en la Lehendekaritza igual que hay un Montilla en la Plaza de Sant Jaume. Ojalá sirva esto para no volver a escuchar esas teorías que vinculan la propensión abstencionista a las ideologías políticas. Que los ciudadanos se movilicen o no, vayan o no a votar, depende de muchos factores normalmente contingentes y circunstanciales que afectan a todas las tendencias políticas. Que no es genético, vaya.

El segundo factor en común en el País Vasco y Galicia es la desaparición de Izquierda Unida. En Galicia ya era extraparlamentaria antes y sigue siéndolo ahora con un ridículo porcentaje del voto que no llega al uno por ciento. En el País Vasco la experiencia de Ezker Batua del señor Madrazo parece tocar a su fin: ha perdido dos escaños, queda reducido a uno y ni siquiera es el del propio señor Madrazo. No sé si estos datos son bastantes para mover a una reflexión en Izquierda Unida, tan aficionada a reflexionar sobre sí misma pero lo cierto es que su situación de irrelevancia absoluta quizá debiera actuar como un acicate para un reexamen acerca de lo que ha hecho y sigue haciendo mal, muy mal; entre otras cosas seguir hablando como si fuera imprescindible en una sociedad que se obstina en ignorarla.

En la parte que toca a cada una de las dos Comunidades por separado la situación es muy disímil. En Galicia no hay dificultad alguna porque son habas contadas. Con su flamante mayoría absoluta recuperada el PP formará gobierno monocolor los próximos cuatro años que serán los que tengan el PSOE de Galicia y el BNG del señor Anxo Quintana para reflexionar sobre lo que hicieron mal. Porque si la crisis económica trabajaba en contra de las expectativas de la izquierda en el Gobierno, los escándalos de corrupción y espionaje y los problemas de liderazgo del señor Rajoy lo hacían en contra del PP. Hay quien dice que si el señor Rajoy no hubiera sido gallego el PP hubiera perdido las elecciones; es posible pero indemostrable. Así que lo mejor que puede hacer el tándem Touriño-Quintana, además de pensar en una siempre posible y elegante dimisión, es recapitular sus cuatro años de gobierno y contarnos a los ciudadanos qué creen ellos que hicieron mal. Sería un buen ejercicio y muy ilustrativo porque ese voto gallego tiene un aspecto de voto de castigo al Gobierno saliente que no puede despacharse con el relativismo de "hoy se pierde, mañana se gana", como intenta hacer el señor Touriño.

Por último, todo lo que es claridad, linealidad, nitidez en el caso gallego es tumulto, confusión y lío en el caso vasco. Los nacionalistas no pueden repetir experiencia de gobierno sumando a Aralar porque les falta un escaño. Pero tampoco está tan claro que pueda gobernar el PSE que tendría que sumar los escaños del PP y el de UPyD. Por cierto, menos mal que UPyD ha dicho que apoyará a un gobierno no nacionalista; en otro caso resultaría la llave absoluta de cualquier formación de gobierno en el País Vasco: un solo diputado puede decidir el color de la mayoría de la cámara. Con todo, ésta puede ser una situación transitoria. Es posible que, cuando se escruten los votos por correo, el PSE consiga un diputado más a costa de EA que lo ha ganado por una diferencia de ocho votos. En tal caso PSE y PP no necesitarían a la señora Díez pues tendrían 38 diputados, mayoría absoluta. Pero eso no quiere decir que ya haya Gobierno en el País Vasco ni mucho menos. La alianza de los socialistas con la derecha españolista que fue en cierto modo la fórmula que impuso el PSOE en Navarra el año pasado al permitir el gobierno de UPN puede ser aquí disfuncional ya que desplazaría al PNV de cuyos votos depende muchas veces el Gobierno en el Congreso de los Diputados. Ello sin contar con la dificultad de cohonestar una fórmula de gobierno viable entre dos posiciones tan opuestas como las del PP y el PSE. Tal alianza, una extraña fórmula que contradice la política del Estado, tendría además un irremediable tufo frentista de "españoles" contra "vascos", "nacionalistas españoles" contra "nacionalistas vascos" o "constitucionalistas" frente a "nacionalistas", que es como lo designa el aparato mediático español.

La otra posibilidad sería retornar a la vieja fórmula de la alianza entre el PNV y el PSE (que contaría con 54 escaños, cómoda mayoría) y que los nacionalistas reventaron, pensando que para siempre, cuando se embarcaron en la aventura de Lizarra-Garazi siguiendo al flautista Egibar y el gran estratega Arzallus. Mucha gente cree que esta fórmula que sería muy bien vista en Madrid es la que más conviene. Pero tropieza con una dificultad que se deriva del puro sentido común: ¿cómo podría ser lehendakari de ese gobierno de coalición el dirigente con menos votos? ¿Puede el PNV permitir eso?

Las otras opciones son todavía más abracadabrantes: por ejemplo, un gobierno en minoría del PSE, dependiendo de apoyos puntuales repite la pregunta de ¿por qué del PSE y no del PNV que tiene más diputados? A partir de esta consideración, todas las conjeturas son posibles pero lo que está claro es que estas elecciones tan plácidas en Galicia han dejado un panorama de ingobernabilidad en el País Vasco. Por descontado lo más grato de todo esto es que los etarras y su mariachi se han dado una buena media castaña.

Una última observación en la que coinciden hoy todos los analistas, comentaristas y tertulianos: el señor Rajoy ha salido fortalecido de la prueba y ahora puede afrontar con seguridad el futuro cuando menos a medio plazo: sus enemigos están tocados por los asuntos de corrupción que, como los excrementos, volverán de inmediato a la superficie de las aguas políticas; sus posibles sustitutos, al estilo del taimado señor Rato, retornarán a la oscuridad de sus covachuelas multimillonarias y él tendrá tiempo suficiente para preparar sus próximas elecciones al Parlamento Europeo en las que tampoco puede permitirse un fracaso.

(Las imágenes son sendas fotos de 20 Minutos (a) y 20 Minutos (b), ambas con licencia de Creative Commons).

La obra del Viejo Profesor

En una decisión que ya empezaba a retrasarse demasiado varias meritísimas instituciones como el Ayuntamiento de Madrid, la Universidad Autónoma de Madrid, el Instituto de Derecho Local y la Editorial Civitas han comenzado a publicar las obras completas de don Enrique Tierno Galván, cuyo primer tomo reseña hoy Palinuro (Obras completas. Tomo I (1945-1955), Civitas, Madrid, 2008, 1.219 págs) y al que, según plan previsto, seguirán otros cinco, uno de ellos en dos volúmenes. La cuidada edición corre a cargo de Antonio Rovira, Catedrático de Derecho Constitucional y digno discípulo del maestro, que se apoya en un valioso equipo de investigación compuesto por un plantel de jóvenes valores, así como en un Consejo Asesor en el que figura una larga serie de personalidades de la Academia.

La idea del editor (editor en el sentido inglés del término, no en el español), avalada por las consideraciones tanto del Rector de la Universidad Autónoma como del Alcalde de Madrid que publican unas páginas a modo de prólogos, es que el Viejo Profesor cuente con una edición digna de sus obras completas por cuanto que es el último de los intelectuales de su generación y talla que carecía de ella, a pesar de haber fallecido hace ya más de veinte años. A este particular descuido han contribuido probablemente varias causas. En primer lugar el carácter asistemático, casi diríamos posmoderno y con una punta de anarquista del propio autor, quien siempre huyó de formar doctrinas y escuelas y mucho más de fabricar una obra metódica que facilitara la tarea de la recopilación pues aquella fue apareciendo a lo largo de los años en multitud de lugares y bajo una diversidad de formas que casan perfectamente con el título que, muy intencionadamente, eligió para sus memorias: Cabos sueltos. En segundo lugar al contagio que esa forma de ser del maestro se produjo en los discípulos, seguidores y allegados, todos los cuales transitamos por la vida con idéntico afán de singularidad, individualidad y rechazo de todo ánimo grupal o gregario que caracterizó al maestro, primera víctima por tanto del carácter opuesto a la escolástica de su escuela. En tercer lugar, en lógica conexión con los dos factores anteriores, la ardua dificultad, muchas veces rayana en lo heroico, de encontrar unos textos que en buena medida se publicaron aquí y allá, al albur de circunstancias políticas cambiantes que muchas veces exigían que los textos fueran anónimos para evitar la persecución del régimen de Franco o se plasmaban en publicaciones clandestinas de exiguas tiradas de las que suele ser milagroso que se conserve algún ejemplar.

Pues bien: cuenta en los méritos de Antonio Rovira su empeño escrupuloso en conseguir que las Obras completas de Tierno Galván sean lo que dice su título, esto es, completas e incluyan desde los textos más académicos, los estudios históricos, filosóficos o jurídicos, hasta las octavillas volanderas de agitación política pasando por las ponencias en congresos científicos y la inimitable literatura de sus bandos municipales. Un trabajo ímprobo por el que los futuros investigadores habrán de estar agradecidos al profesor Rovira siendo natural que parte de ese futuro agradecimiento ya lo reciba por adelantado, figurando en lugar de honor en el comienzo de esta reseña. Gracias, Antonio, en nombre de todos quienes conocimos a Don Enrique y nos beneficiamos de su inteligencia, cultura, rigor y... magisterio.

Este primer tomo recoge los trabajos iniciales de don Enrique, su tesis doctoral, una serie de primeros ensayos publicados en revistas académicas y anales de la Universidad de Murcia entre los años de 1949 y 1955 más o menos, algunos de los cuales aparecieron posteriormente en recopilaciones de otros trabajos académicos o antologías y son por ello justamente conocidos y valorados. El tomo se complementa con una recopilación de todas las reseñas bibliográficas que don Enrique publicó en la Revista de Estudios Políticos de aquellos años: cientos de libros en español, alemán, inglés, francés o italiano sobre una gran variedad de temas, de Derecho Contitucional, Ciencia Política, Filosofía, Sociología etc. Se incluyen asimismo los miles de reseñas de artículos de revistas en todos esos idiomas que publicó en aquella época. Pero sobre esto volveré al final de la reseña por las razones que allí se explicarán.

El primer trabajo de empaque que se recoge en el tomo I es la tesis doctoral, publicada en la Universidad de Murcia en 1948 y que ya tuvo cierta resonancia por entonces, El tacitismo en las doctrinas políticas del siglo de oro español. Tácito era muy conocido en siglo XVII en Europa y España. Aparte de los grandes humanistas que lo comentaron y elaboraron, como Arias Montano, Alciato o Lipsio, que contribuyeron a inculcar temas fundamentales del pensamiento antiguo en el concepto de "Razón de Estado" (p. 66), Tierno encuentra abundancia de traductores y comentaristas en España a los que divide en "mayores" (el principal de los cuales será Álamos de Barrientos) y "menores". La recepción de Tácito en España se da en un clima doctrinal en el que hay que distinguir dos contrarreformas: la que se abre hacia 1500, de carácter fundamentalmente religioso y la que se incia hacia 1600 que ya tiene naturaleza claramente política. En ambas se combate el trío Maquiavelo, Bodino, Tácito de forma tan unitaria que hasta se confundían las acusaciones. La primera reacción contraria, la religiosa, fue la más cerrada y tomaba pie en lo que consideraba que era la falta de lealtad hacia la Iglesia (p. 75). Sin embargo, al llegar la segunda oleada contrarreformista fue ya necesario admitir a Maquiavelo y a Bodino por cuanto ya se hacía muy difícil mantener la repulsa absoluta de la "razón de Estado" y de lo político como algo autónomo respecto de lo ético (p. 83). Ahí es donde aparece el tacitismo como muestra de la influencia italiana que Toffanin considera como una forma de maquiavelismo borroso y disfrazado (p. 84). También aparece por entonces un grupo de escritores intermedios entre los tacitistas y los tradicionales, más apegados a la obra de Botero (p. 87). El panorama se divide así en tres grupos: a) la tendencia tradicional para la que la política es ancilla moralis theologicae; b) los teorizantes intermedios, de origen italiano, que conceden cierta autonomía a la política pero sin olvidar que, como decía Diego Enríquez de Villegas, para "ser buen político es preciso ser buen católico"; y c) los tacitistas, escasos de número que intentan una rigurosa ciencia política, reducen la ética al fuero interno y la separan de los asuntos de Estado, que son de otra índole con tecnica propia. (p. 90). El tacitista más famoso e importante fue Baltasar Álamos de Barrientos, con el que Tierno concluye su estudio, quien consideraba a la política dividida en dos partes: una psicológica y subjetiva y otra objetiva, estructural y ambas conexionadas por la voluntad (p. 114) y busca el fundamento de la ciencia política en la historia muy en la línea de Furió Cerol (120).

El trabajo Saavedra Fajardo, teórico y ciudadano del Estado barroco, estudia la figura del autor a partir de la distinción orteguiana entre ideas y creencias y subraya cómo para Saavedra el Estado debe fundamentarse en las virtudes cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza (p. 157).

El estudio Formas y modos de vida en torno a la revolución de 1848 es un trabajo muy original que aplica a la investigación historiográfica los postulados simmelianos de la sociología formal y la moda. El siglo XIX se divide en dos etapas, la romántica y la positivista y la línea de fractura es precisamente la revolución de 1848. Considero que este punto de vista es una de las ideas perspicaces que caracterizaban a Tierno en sus estudios sobre la historia de la cultura. La época romántica consagra la máxima libertad del atuendo masculino (conjuntamente con la moda del dandysmo) , mientras que fue mucho más restrictiva para la moda de las mujeres a las que mantuvo en la tradición del atuendo helénico (p. 175). En la fractura de 1848 subraya Tierno la importancia del periodismo en todos los órdenes de la vida (p. 182), de nuevo una idea pionera que luego encontraremos en innumerables estudios sobre el origen de la comunicación burguesa. El positivismo de la segunda mitad del siglo, abriendo la ideología del progreso hace a éste compatible con lo que llama una creciente "cosificación" de la mujer (p. 196).

El trabajo Jerónimo de Merola y su república original sacada el cuerpo humano es un magnífico estudio sobre la genealogía del organicismo. Merola, médico y humanista, hombre típico del Renacimiento, fue contemporáneo de Huarte de San Juan, aunque mucho menos conocido que él y como él llevó las fuerzas de la biología a los campos político y social (p. 210). Como médico creía que toda cosa hecha e inventada por los hombres se ha hecho a imitación del cuerpo, de donde surge su claro organicismo (p. 215). Merola parte de una idea de la naturaleza regulada por leyes dadas por Dios (p. 217), utiliza el método experimental y su obra aparece delicadamente definida porTierno en clara síntesis de sus dificultades entre el dogma y la ciencia como "un grito dado por boca de un católico en el umbral de la ciencia moderna" (p. 222). No me resisto a incluir aquí el esquema del paralelismo organicista entre el cuerpo humano y la República de nuestro autor que extraigo de la página 225 del libro de Tierno. La idea no era especialmente original y tuvo recorrido en la Edad Media, pero sí resulta clara y sistemática en la obra del médico español que favorecía como mejor forma de gobierno una aristocracia gobernada por un Rey hereditario y se oponía absolutamente a la oclocracia, considerada como una democracia degenerada (p. 231). La relación entre el cuerpo humano y la sociedad se postula de varios modos en la Edad Media como se recoge en la obra de Gierke y aparece en el Renacimiento en la obra de Merola (p. 245), prolongándose luego en el siglo XVII en una especie de organicismo cósmico en la obra de Lerín y García, Anathomia del mundo de 1621 (p. 248), hasta difundirse luego por toda Europa en el organicismo del siglo XIX (p. 249).

Mucho interés tiene asimismo una especie de Review article que publica Tierno en estos años sobre la obra de Nietzsche, titulado Discusión en torno a Nietzsche en el que se plantea el alcance del nihilismo nietzscheano. Este procede del protestantismo que rompe las estructuras jerarquizadas y toda subordinación espiritual a normas objetivas (p. 259). El nihilismo de Nietzsche dependerá de lo que el filósofo entienda por valores cuando, al preguntarse ¿qué es el nihilismo? se responde: que los valores supremos han quedado sin valor. Este concepto de valor que está por determinar es la clave de su metafísica (p. 266). Para Heidegger la "muerte de Dios" es la última expresión de la metafísica occidental, es el primado de la voluntad que pone los valores. El nihilismo es la esencia metafísica de la historia de Occidente (p. 267), lo que es una forma contundente de definir el existencialismo.

Se contienen en este primer tomo otros trabajos de interés, de los que resalto para terminar el de Benito Cereno o el mito de Europa, que siempre me ha parecido un ejemplo brillante de análisis literario aplicado a cuestiones políticas de actualidad. Lo que no sabía era que, al parecer, fue Carl Schmitt quien regaló a Tierno el ejemplar de Benito Cereno, asegurándole que era una metáfora de su propia existencia (p. 334).

No debo dejar pasar la ocasión de señalar que también en encuentran su lugar en este primer volumen las famosas Tesis sobre el funcionalismo europeo, doce tesis de las que son especialmente relevantes la cuarta, séptima y undécima, para entender el sentido de la acción política de Tierno en aquellos años.

El resto del tomo, como he dicho, lo ocupan las reseñas bibliográficas que publicó Tierno en la Revista de estudios Políticos y las reseñas de artículos de revistas, que son miles. De hecho, las de libros ocupan unas trescientas páginas y las de revistas, unas cuatrocientas (desde la 763 a la 1170). Quedé en comentar algo sobre estas reseñas: se trataba de breves notas en las que se resumía el contenido de los artículos de las principales revistas académicas del mundo en materia de Derecho, Filosofía, Sociología sobre todo para nutrir una sección especial de la Revista de Estudios Políticos que ya ha desaparecido. No eran propiamente abstracts, sino resúmenes condensados completos de los artículos. Obviamente, dedicarse a dicha actividad permitía al Viejo Profesor que por entonces era un joven profesor en la treintena, mantenerse al día en lo más reciente de muy diversos campos de conocimiento, al tiempo que sobrevenía a sus necesidades porque, aunque módico, aquellas reseñas llevaban un estipendio con el que se complementaba el siempre enteco salario del profesor principiante. Tenía que comentarlo porque años más tarde, cuando también yo pasé por el Instituto de Estudios Políticos, del que dependía la dicha revista, se me encomendó la misma tarea, con lo cual también yo escribí cientos (no creo que llegara a miles) de aquellas reseñas de revistas en alemán, inglés, frances, italiano y portugués y ocasionalmente en español, lo que igualmente me permitía mantenerme al día de los avances en diversas disciplinas, pero todas conexas. En mi caso el ejercicio fue de mucho menos provecho intelectual, aunque el módico estipendio también me vino muy bien.

diumenge, 1 de març del 2009

¿Por qué insultan?

Todo el mundo sabe que el discurso político español está trufado de insultos y que los políticos y comunicadores españoles son de insulto fácil y frecuente. Mucho más que en otras latitudes. Y dentro de esa costumbre general del insulto, la injuria y hasta la calumnia, la derecha se lleva la palma con creces. La derecha española y españolista porque las derechas nacionalistas, al estilo de CiU y el PNV no suelen recurrir al insulto; al contrario, los reciben de sus correligionarios mesetarios. Y en cuanto a la izquierda, por cada alcalde de Getafe que llama "tontos de los cojones" a los votantes del PP o por cada comunicador que, como la señora Maruja Torres, los llama "gilipollas", hay diez políticos y comunicadores del PP barbotando insultos contra los votantes, los militantes del PSOE, los políticos y comunicadores de la izquierda, o contra las gentes sin más en quienes ellos suponen esas tendencias, día y noche, sin parar, desde sus columnas de prensa, espacios radiofónicos o programas de televisión. En la foto puede verse al señor Luis Herrero, periodista y europidutado del PP, llamando "golfo" al juez Garzón en un programa de Telemadrid dirigido por el señor Sáez de Buruaga que es un prodigio de manipulación. Este señor Herrero es un insultador compulsivo. Hace poco, desde los micrófonos de la COPE llamaba "cabrón con pintas" al mismo juez Garzón. Quien desee escucharlo en su salsa insultona (no es espectáculo agradable), que eche una ojeada al vídeo a continuación.

No se crea que el señor Herrero es lo más injurioso que hay en lo pagos de la derecha. La COPE es una máquina de insultar y vilipendiar, El Mundo hace lo mismo, el grupo Intereconomía no se dedica a otra cosa en sus distintas variantes. Insultos, ofensas, injurias sistemáticas. ¿Hace falta recordar la batería de insultos que el señor Rajoy dedicó al señor Rodríguez Zapatero durante los cuatro años de la legslatura anterior? Bobo solemne, Bambi, incompetente, irresponsable, antojadizo, indigno, cobarde, perdedor complacido, traidor a los muertos, inútil, maniobrero, chisgarabís, sectario, vacío, insensato, frívolo, incapaz, acomplejado... Y con el señor Rajoy, casi todos los cargos de su partido y los plumillas que tiene repartidos por la prensa afín, desde La Razón a Libertad digital.

La pregunta es: ¿por qué insultan? ¿Por qué son tan agresivos, tan broncas, en definitiva, tan insoportables? La respuesta no es difícil: porque no solamente no son demócratas ni respetuosos con el Estado de derecho (ya que éste último requiere, cuando menos, respetar el derecho al honor de los demás, cosa que, por ejemplo, el señor Jiménez Losantos no hace, como se acredita con reiteradas sentencias judiciales en su contra) sino que ni siquiera son políticos. Que no quieren que haya política, que prefieren la dictadura, en una palabra, y por ello llevan el debate siempre al terreno de la provocación, para desestabilizar cuanto puedan y acabar con la democracia y el Estado de derecho. Ambos, democracia y Estado de derecho son reivindicaciones de la izquierda, no de la derecha. Por supuesto, ésta protesta siempre con grandes aspavientos y de modo bien sonoro su fe en la democracia, dado que hoy no es posible ganar elecciones diciendo que no se cree en ella. Pero su compromiso democrático es inexistente.

¿Pruebas? Muy sencillo: ¿en dónde estaba la derecha durante la Dictadura? En el Gobierno del dictador. ¿Partidos clandestinos de la derecha durante la Dictadura? Ni uno. Un par de cenáculos y grupos de amigos monárquicos y pare usted de contar. ¿Persecuciones de la Dictadura a la derecha por oponerse a ella? Ni una. Nada parecido al Partido Comunista de España, que tenía las cárceles de Franco perpetuamente a rebosar de presos políticos; nada al PSOE, también presente, aunque mucho menos activo que los comunistas. La derecha nacional española jamás se opuso ni resistió a la Dictadura sino que, al contrario, colaboró y se identificó con ella. Era ella misma. La derecha no necesitaba partidos políticos porque su partido político era la propia Dictadura con cuya ideología de "no se metan en política" de Franco comulgaba entonces y comulga ahora.

La derecha se organiza como partido político cuando se acaba la Dictadura y España toma un rumbo democrático, y la organiza un ex-ministro franquista que, en un primer momento, llega a tener a su lado hasta otros seis ministros de Franco. El puro sentido común dice lo demás: ¿a qué aspiraban esos viejos franquistas? ¿A qué podía aspirar Fraga? A volver a la Dictadura a la que tan fielmente habían servido, cuando no era necesario argumentar ni razonar las posiciones porque los adversarios estaban todos en la cárcel o bajo tierra.

¿A qué aspiran ahora? Pues a lo mismo. ¿A qué, si no? Por supuesto, no pueden decirlo con claridad. No pueden decir que prefieren la dictadura a la democracia porque no está el horno para bollos ni los cuarteles para filigranas y, aunque la Iglesia parece a punto de caramelo y volvería encantada a hablar de "cruzada", sin fuerza militar no es posible acabar con la democracia y hay que ganar elecciones. Pero cada vez que barbotan sus sartas de insultos e injurias, cada vez que el señor Baltar llama "mariconazo" a un adversario, cada vez que el señor Fabra dice que va a mear en la sede de IU, cada vez que se lanzan de lleno a la agresión, utilizan la vieja táctica de la extrema derecha de la provocación, a ver si el otro salta y se puede dar una patada al tablero democrático con la excusa de que la política es "irrespirable" que todos los políticos insultan, etc, etc. Mentira, todo mentira. La política no es irrespirable, sino que la hacen ellos irrespirable; los políticos no insultan; son ellos quienes lo hacen.

Así que quede claro: ¿por qué insultan? Porque no son democrátas, no lo han sido jamás, no tienen respeto por el Estado de derecho y prefieren la dictadura, en donde viven mucho mejor.

Una última e incómoda pregunta a todos esos/as conversos/as de la izquierda a la derecha que coadyuvan hoy a sostener el clima de agresividad, enfrentamiento y ataque al espíritu dialógico de la democracia: ¿qué creen que pasaría con ellos si esta derecha agresiva, insultante, injuriosa, antidemocrática, consiguiera sus objetivos reales, no los simulados? ¿Creen que les perdonarían su pasado en atención a los servicios prestados hasta la llegada de la nueva regeneración nacional de la España una, grande y "libre" con la que sueñan?

¡Llueven cerdos voladores sobre Euskadi!

¡San Sabin Arana nos coja confesados y envueltos en la gloriosa ikurriña! A día de hoy, los cielos de nuestra amada patria vasca están llenos de cerdos maketos voladores, todos con el bocata pagado por las casas del pueblo que aún funcionan. Y nadie se hace responsable si alguno de estos gorrinos le cae en la txapela a un auténtico vasco, de los de toda la vida.

(Interpretación libre de una idea que tomo del blog de Joaquim, Aventura en la tierra).

(La imagen es una foto de hakaider, con licencia de Creative Commons).

Peregrino de la memoria (XLVI)

Una visita de Estado.

(Viene de una entrada anterior de Peregrino de la memoria (XLV), titulada Gratos recuerdos).

Aprovecho el momento en que estoy inspirado y sin sueño para contarte una historia que tengo muy presente de aquellos tiempos. Andaba yo por los dieciséis años recién cumplidos y se había anunciado la visita a España del presidente de los Estados Unidos, Eisenhower, el héroe de la Segunda Guerra Mundial acerca de la cual mis conocimientos eran por entonces un batiburrillo de datos de historia de bachillerato, cosas que me habían contado en casa (los canallas de los alemanes, lo heroicos maquisards franceses, con los que habían colaborado mis padres) y tebeos de Hazañas bélicas en los que las jerarquías eran claras y acentuadas: en la cúspide estaban los estadounidenses, que representaban el bien en todas su formas. Por debajo de ellos se encontraban los nazis alemanes (los fascistas italianos no salían nunca), que representaban el mal, pero no el mal absoluto, como se ha llegado a decir después, sino el mal relativo ya que el absoluto era un honor que quedaba reservado a los soviéticos y a los japoneses, aunque no necesariamente por ese orden. Así veía las cosas entonces. Aquella visita era para mí era una noticia emocionante. Podría ver en carne y hueso a Franco, de quien sólo había oído barbaridades en casa y a Eisenhower, acerca del cual los juicios de mi familia, sin ser encomiásticos, eran más benévolos. El régimen había hecho una gran despliegue propagandístico y tiempo después pude comprender todo el alcance de aquella visita que venía a ser como un espaldarazo internacional del llamado "mundo libre" a la zarrapastrosa dictadura militar en España, a la que Europa y los Estados Unidos habían tratado como apestada desde el fin de la guerra hasta 1953 o 1955.

Para garantizar la seguridad, el Gobierno había ordenado la detención preventiva de todos los rojos y elementos desafectos. Tiene gracia: recuerdo ahora una novela de Manuel Rico que se llama Los días de Eisenhower en que se relata esta visita del mandatario estadounidense con la mirada de un adolescente que podía ser perfectamente yo, que fui a verlo. En la novela de Rico se habla de una conjura de los comunistas para aprovechar la ocasión y matar a Franco. Eso era lo que la policía había pensado mucho antes de que Manolo naciera y, por supuesto, escribiera su magnífica novela. Formaba parte rutinaria del protocolo de preparación de los viajes de Franco a cualquier ciudad. ¿Que se anunciaba la visita del Caudillo a, digamos, Jaén? Los rojos que estuvieran en libertad condicional (lo cual es una forma de decir porque en aquellos años todo el mundo en España estaba en libertad condicional) ya tenían preparado su petate dos días antes porque estaban seguros de que la policía vendría a llevárselos para alejar de ellos cualquier tentación que sólo años después tomaría forma en la imaginación de Manolo Rico. Así vinieron por mi padre y se llevaron una sorpresa cuando les dijimos que se había marchado al extranjero y que vivía en Colombia. Uno de aquellos sujetos, un tipo malencarado con el típico bigotito fascista masculló que ojalá todos los rojos hijos de puta se fueran a freír puñetas al extranjero, mejor que nada a Rusia; y se marcharon por donde habían venido, no sin dejar dicho que volverían cualquier día menos pensado a hacernos una visita. La redada de republicanos, comunistas, socialistas, anarquistas fue bastante completa, según nos contó un viejo militante del PSUC que se había trasladado hacía poco a vivir a Madrid y como la policía no lo sabía no fue a detenerlo.

La visita tuvo lugar los días 21 y 22 de diciembre de 1959 y duró menos de veinticuatro horas, casi una escala técnica para resolver un mal trago diplomático: el dirigente del "mundo libre" abrazando a la criatura de Hitler y Mussolini. Ike aterrizó en la base de Torrejón a donde acudió Franco a recibirlo vestido de militar mientras que el estadounidense llegaba de civil. De allí fueron a Madrid en un helicóptero estadounidense y después se organizó una cabalgata de coches desde la Puerta de Alcalá, pasando por la Gran Vía, subiendo por Princesa y terminando en La Moncloa. Además de escenificar el ascenso internacional del "paria" España, para acallar las críticas nacionales e internacionales, Eisenhower trató de entrevistarse con "la oposición", cosa que no fue posible porque no la había, como le explicó amablemente el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella. El general gringo traía asimismo otra petición que repitió a Franco un par de veces: que el régimen aligerara la represión de los protestantes españoles, sin conseguir otra cosa que sonrisas del Caudillo, católico tridentino de remate, y un par de vagas promesas que jamás se cumplirían. Elló irritó sobremanera al estadounidense e hizo que la visita no diera otro fruto que aquella consagración internacional de España como correveidile y mucama de de los Estados Unidos en relaciones bilaterales, puesto que el resto de Europa seguía sin querer saber nada de Franco.

Estábamos de vacaciones por Navidad. El día 22 los niños de San Ildefonso cantaban los números coincidiendo con la marcha de Ike, quien dijo algo sobre la aportación de España a la defensa del mundo libre pero se negó a una declaración conjunta porque estaba irritado con la resistencia cazurra de Franco a abrir la mano en relación con los protestantes españoles. Poco podía suponer el vencedor de la Segunda Guerra Mundial que, en su fuero interno, el caudillo lo consideraba un repugnante masón. El gordo de la lotería, recuerdo, cayó en Valencia. El 21, cuando estaba prevista la cabalgata, hacía mucho frío. Mi madre me hizo ponerme un abrigo larguísimo, que casi me llegaba a los tobillos, de solapas muy anchas que me hacía parecer el judío Suss, y una bufanda a cuadros con la que nunca sabía qué hacer y que acababa metiendo en un bolsillo. Vino a recogerme mi amigo Ernesto del colegio, al que tú también conoces, igual que conoces a sus hijos y nos fuimos andando para instalarnos con tiempo en el parapeto de la plaza de Cristino Martos que da sobre la calle Princesa, justo pegando al Palacio de Liria y desde el que tendríamos una vista inmejorable. Ernesto llevaba una cámara fotográfica que había comprado su padre de contrabando pero, por algún motivo que no entendimos, las fotos no salieron. Yo me había hecho con unos prismáticos de campaña que habían pertenecido al mío y que nos dieron excelente resultado

Tienes que hacer un esfuerzo para imaginarte el Madrid de 1959 que era todavía una ciudad bastante cochambrosa. En concreto, el trayecto desde San Bernardo a Cristino Martos, yendo por Noviciado, que tenía un mercado churretoso, cruzando Amaniel, una calle estrecha, tortuosa y empinada para ir luego por San Bernardino hasta enlazar con la Travesía del Conde Duque, en donde terminaba un cuartel enorme de ese nombre (Conde Duque) que todavía albergaba por entonces un regimiento de remonta y hoy es un centro cultural de la Villa, era como un trayecto por las secuelas de la guerra civil, pero veinte años más tarde. El tiempo se había congelado en los adoquines de la calle y el forjado polvoriento de las ventanas del cuartel. La Plaza de Cristino Martos era una especie de descampado. Cuando llegamos había ya muchísima gente en los bordes de la calzada, abajo, esperando, pero pudimos coger muy buen sitio en la balaustrada de la plaza. Se oían vivas a Franco, cantos, un rumor poderoso de muchedumbre compuesta sobre todo por gente de paisano detrás de dos filas de soldados en uniforme de gala, una a cada lado de la calle. Se hacía raro no ver el azul de las camisas y el rojo de las boinas de los falangistas. Allí nos apostamos, preparando la cámara, que era un Kodak con estuche de cuero marrón oscuro y que luego nos dejó tirados probablemente por nuestra falta de pericia. Al cabo de una media hora, los sonidos lejanos de los aplausos que iban aproximándose nos indicaron que la comitiva se acercaba. Unos minutos más tarde irrumpían los motoristas formados en triángulo sobre sus máquinas relucientes, detrás venía un par de autos, creo recordar, aunque no estoy muy seguro y, luego, flanqueado por la guardia mora, el Cadillac descapotable en el que iban de pie los dos Jefes de Estado, Ike a la derecha de Franco que caía de nuestro lado, saludaba muy ufano en su uniforme y sonreía con mirada complacida. Estaba muy intrigado por ver sus rasgos de cerca y, gracias a los prismáticos, pude contemplarlo con bastante nitidez. Tenía exactamente el mismo rostro que estaba harto de ver en los sellos de correos y las pesetas llamadas "rubias". Me pareció anodino, sin expresión, con el pelo ralo peinado hacia atrás, el sempiterno bigotito y el belfo algo caído que, no sé por qué, supongo que por prejuicios, siempre identifiqué como de médico de pueblo. Imagino que si lo viera hoy por primera vez tendría una impresión distinta. Pero puedo asegurarte que para un chaval de dieciséis años fue algo emocionante. Ernesto hizo unas ocho o diez fotos a toda velocidad y luego me quitó los prismáticos para mirar a Eisenhower pero después me dijo que sólo pudo verle el cogote. Algo vio, desde luego porque el Presidente iba descubierto, con el sombrero en una mano mientras que Franco llevaba calada su gorra de plato.

Cuando quisimos darnos cuenta, la comitiva iba ya Princesa arriba y se llevaba con ella, como si los arrastrara, los aplausos, vítores y el inevitable ¡Franco, Franco, Franco! que los de mi generación y tres o cuatro anteriores y posteriores oiremos ya en nuestras pesadillas hasta el fin de nuestros días. Supongo que Franco estaría convencido de haber demostrado al yankee cuánto lo amaba su pueblo. A saber cómo se las habían arreglado la autoridades para concentrar aquel gentío; supongo que trayéndolo en autobuses.

Yo me quedé algo desconcertado porque la emoción, tan intensa unos segundos antes, se desvaneció en un santiamén. Se suponía que acaba de asistir a un acontecimiento histórico de primer orden, pero ya no tenía esa sensación. Mientras volvíamos a casa le pregunté a Ernesto qué creía él que había venido a hacer Eisenhower a Madrid y él me contestó que no tenía ni idea pero que su padre decía que los americanos admiraban a Franco porque había derrotado al comunismo y la verdad es que los dos nos reímos. Luego he de confesarte que habíamos quedado con dos chicas con las que salíamos juntos, dos muchachas que estudiaban en el Instituto femenino Lope de Vega que estaba enfrente de mi ventana en la calle San Bernardo. Todavía me acuerdo de cómo se llamaban y hasta podría describírtelas, pero no es de eso de lo que trata este correo, sino de cómo era el país, la capital, Madrid, la cutrez de la época, las bostas de caballo en la calle del Conde Duque y los tranvias destartalados que bajaban como si fueran a estrellarse por la calle de San Bernardo y la subían renqueando. Madrid en los años cincuenta. Un pueblo polvoriento.