dimarts, 7 d’octubre del 2008

Pánico al pánico o ¿por qué no se callan?

Encuentro lamentable que estemos gobernados por estos cabezas de chorlitos que no paran de largar, atenazados por el pánico que le tienen a que se desate un pánico bancario. Y, como no paran de largar, acabarán consiguiendo que lo haya. ¿Todavía no han entendido estos frívolos lenguaraces que en las cosas de la confianza bancaria, del crédito, de las finanzas, cuanto menos se hable mejor? ¿Por qué no siguen el ejemplo de don Emilio Botín que no ha dicho esta boca es mía y tampoco asistió ayer a esa tertulia de banqueros que convocó el presidente del Gobierno literalmente para nada, pero envió a un segundo a poner el oído? No es casualidad, por cierto, que Le Monde trajera ayer en primera al señor Botín como ejemplo de banquero que ignora la crisis. Pues no hay manera: inconscientes o estúpidos, sin entender el alcance de sus palabras, siguen lanzando declaraciones en asuntos de los que no tienen ni idea que sólo consiguen poner más nervioso a todo el mundo. ¿Qué pintaba la señora vicepresidenta del Gobierno diciendo el domingo y repitiendo el lunes que los ahorros de los españoles están garantizados cuando ese mismo día el señor presidente del mismo Gobierno decía por la tarde que se iba a aumentar la cobertura de los depósitos bancarios de los particulares? Al mismo tiempo se guardaba muy mucho de fijar la cuantía. ¿No se dan cuenta estos dos mandatarios del desastre que están organizando? Si hoy no empiezan a formarse colas en los bancos ya tienen suerte y si se forman la culpa será estrictamente suya por no saber callarse ni tener los nervios templados.

En su descargo hay que decir que sus colegas europeos no están portándose mucho mejor. La reunión convocada el domingo por el señor Sarkozy se ve ya hoy martes en sus dimensiones reales: la reunión del canguelo y la impotencia. No habían terminado de darse los abrazos de despedida y ya estaban traicionándose mutuamente. La señora Merkel que veinticuatro horas antes había ladrado a la prusiana manera contra los irlandeses por dar cobertura ilimitada a los depósitos bancarios por su cuenta, hacía lo mismo en Alemania sin avisar a nadie por el miedo de que todo el sistema bancario se le viniera abajo. Esto, con el agravante de que los daneses seguían el ejemplo de los alemanes y garantizaban el ciento por ciento de los depósitos, puso a los británicos de los nervios y el Primer Ministro, Brown, llamó por teléfono a M. Sarkozy y hasta al ninguneado señor Rodríguez Zapatero para tratar de conseguir eso que llaman "acción concertada" y nadie sabe qué significa. Porque su problema es que los capitales británicos están fugándose a la vecina Irlanda y su ministro de Hacienda, Alistair Darling, que ya ha aumentado la cobertura hasta 64.000 libras esterlinas (que, digo yo, andarán rondando los 100.000 euros) no ha conseguido frenar la sangría.

Está claro que luego de meses de incubación desde agosto del año pasado, la crisis marcha ahora a una velocidad mucho mayor que la capacidad de los políticos para entenderla y más aun para reaccionar ante ella. Lo cual es tanto más imperdonable cuanto que han tenido catorce meses de preaviso. O sea que, además de lenguaraces, imprevisores e inútiles. Unas joyas, en definitiva. Todos ellos. Porque a estas alturas está ya claro que lo que rechazaban ayer (aumentar la cobertura de los depósitos a una cantidad superior a esos 20.000 euros) se ha quedado corto hoy y ahora lo que se impone es la cobertura ilimitada. Para cuando los políticos hayan comprendido esto podemos encontrarnos en la situación en que se encuentra hoy Islandia, que prepara una ley de excepción para nacionalizar la banca antes de que se hunda por completo. Espero que los lectores disculpen la pequeña vanidad de Palinuro que ya sugirió el paso en un post del dos de octubre titulado ¿Y si nacionalizamos la banca?

Definitivamente no nos merecemos estos políticos livianos, inconsistentes e irresponsables (y, ojo, que los de la oposición aun me parecen peores) que no saben por dónde tirar, incapaces de entender lo que está pasando. Es muy probable que los mercados sigan cayendo hoy y hasta que se den otro batacazo. Me baso en que anoche Tokio abría a la baja con el Nikkei perdiendo los 10.000 puntos por primera vez desde 2003 (Hong Kong no abrirá hoy porque es no sé qué festividad) contagiada por la castaña del Dow Jones el lunes. Así que lo más verosímil (aunque esto nunca se sabe) es que las bolsas europeas sigan bajando. ¿La razón, suponiendo que le interese a alguien? Que el plan de salvamento de los señores Bush/Paulson parece no estar funcionando y que los europeos son incapaces de ponerse de acuerdo. ¿Qué cabe hacer? Pues si no nos decidimos a nacionalizar la banca como los islandeses que, al fin y al cabo, son muy pocos, 300.000, más o menos como los habitantes de Alcalá de Henares, podemos probar a garantizar cobertura del ciento por ciento de los depósitos... y a continuación poner una vela a San Mateo, patrono de banqueros y contables. ¿Por qué? Porque eso tampoco es garantía de mucho ya que, sobre ser inverosímil que pueda realizarse llegado el caso, queda por averiguar qué sucede con los depósitos de la empresas, los propios fondos y otros clientes que no son personas físicas.

En todo caso, dada la magnitud del desastre, quizá lo más sensato, tras asegurar la cobertura ilimitada, sea no hacer nada y esperar (y quizá haya mucho que esperar) a que los circuitos financieros se purguen de todo el papel "tóxico" y el crédito se restaure poco a poco. En todo caso lo que sí es imperativo es que los parlanchines y bocones se callen y dejen de provocar más pánico dando garantías etéreas y sin respaldo real.

(Las imágenes siguen siendo detalles del panel central del tríptico de Hyeronimus Bosch Las tentaciones de San Antonio que se encuentra en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa).

Adiós, adeus, agur, adeu, Gaspi.

El señor Gaspar Llamazares deja la coordinación general de Izquierda Unida (IU), coherente con su promesa de hacerlo tras los pésimos resultados en las elecciones generales del pasado mes de marzo. Lo anuncia ahora y hará efectiva la dimisión el próximo día veinticinco de octubre en un cónclave de la organización en su Asturias natal. Conserva sin embargo el escaño en el Congreso durante el resto de la legislatura.

Tengo la mejor opinión de quien, además de sus dotes personales de simpatía y apertura, supo rescatar a IU del pantano en que la dejó su antecesor, el señor Anguita, con aquella infame pinza junto al PP para desbancar al PSOE con lo cual, lo único que consiguió fue que la derecha gobernara dos legislaturas y, entre otros atropellos, metiera al país en una guerra criminal que ha costado miles de vidas humanas para nada. Ya sé que el señor Anguita quien por entonces hablaba de oídas de un imaginario sorpasso del PSOE por IU niega que hubiera tal pinza. Por supuesto ¿qué va a decir? ¿Va a reconocer, como lo hizo el señor Anson por su parte, que estaba en la pomada de la conspiración con lo más reaccionario de la derecha española? No podía y sigue sin poder. Pero pinza la hubo, y alianza que recordaba los tiempos más siniestros del comunismo acusando a la socialdemocracia de "socialfascismo". Sólo por eso, sólo por el hecho de sacar a IU de ese muladar merece reconocimiento el señor Llamazares.

Pero, al intentar alinear a la organización en una posición netamente de izquierdas no colaboracionista con la derecha, el señor Llamazares se encontró con que no podía diferenciarla por derecho propio del PSOE; que la falta de perfil autónomo de IU la hacía aparecer a remolque del socialismo tanto en la oposición como en el gobierno y esa indefinición juntamente con el voto estratégico de buena parte de la izquierda llevó a los desastrosos resultados de marzo de 2004. A continuación empezaron a removerse las aguas en el interior de la Federación donde se produjo una confrontación interna que lleva ya meses cociendo a la espera de la Asamblea Federal del próximo noviembre en que se dilucidarán las relaciones entre las tres corrientes en que hasta ahora aparece dividida IU: llamazaristas, gente del Partido Comunista de España (PCE) y seguidores de la "tercera vía".

Da la impresión de que los debates, que más parecen enfrentamientos de conciliábulos, versan sobre aspectos orgánicos de la Federación, como el peso del PCE, la representación de otras corrientes, etc o asuntos tácticos, como la forma de diferenciarse del PSOE, la posible política de alianzas, las relaciones con los nacionalismos, etc. Con ello reproducen lo que a mi entender ha sido de siempre el primer defecto de los partidos comunistas: la permanente discusión fraccional interna por asuntos que nada interesan al común de los mortales, los enfrentamientos, las exclusiones, las escisiones siempre al grito de "unidad" (¿cuantas escisiones ha tenido en sus veintidós años de historia esta izquierda que se apellida "unida"?) lo que será muy gratificante para sus miembros pero deja una impresión deplorable entre la gente y sus posibles electores.

Desde sus comienzos en 1986 IU es hasta cierto punto (no del todo) lo que la teoría leninista clásica llamaba una "organización de masas". Digo "hasta cierto punto" porque, para Lenin, las organizaciones de masas estaban dirigidas por el Partido Comunista que, sin embargo, no formaba parte de ellas mientras que en el caso de IU el PCE sí es elemento componente de la organización. Por supuesto ello se debe a la necesidad que siente el PCE (como todos los demás partidos comunistas del mundo) de diluir el impacto del término "comunista" que ya no vende nada en los mercados electorales en una organización más amplia.

Pero esa circunstancia precisamente apunta al problema que aqueja al PCE y a su organización/tapadera al día de hoy: que absorto como siempre en sus debates internos, ajenos a los problemas sociales, económicos y políticos reales de la sociedad, ha dejado por hacer dos tareas que de haberlas cumplido quizá le hubieran permitido ocupar un más vistoso lugar del que tiene y eso al margen de que el sistema electoral sea uno u otro, a saber: a) la necesidad de dar una explicación razonable a la ciudadanía de cómo ve el PCE el hundimiento del comunismo en los países del llamado "socialismo real". Carece de sentido que quienes se pasaron setenta años diciendo que la Unión Soviética era el faro del proletariado mundial, enmudezcan cuando ese faro se apaga y desaparece por el escotillón de la historia como si jamás hubiera existido; b) la necesidad de explicar qué alternativa propone a la sociedad capitalista actual y en qué se distingue de la socialdemocracia porque si acusa a ésta de no ser más que la administradora del sistema capitalista será porque él (el PCE o IU, tanto da) tiene una fórmula distinta pero, hasta la fecha, no ha sido capaz de explicarla.

Es evidente que la Asamblea Federal del próximo noviembre presenta una ocasión única para abordar estos dos asuntos pendientes y que sin exageración, me parece que interesan más a la ciudadanía que unas peleas, normalmente fraccionales y personalistas, de las que quienes no están en el ajo (el 99% de la sociedad española) no sabe ni quiere saber nada. La Asamblea no puede estar para lavar los trapos sucios y tirarse los trastos a la cabeza, sino para ofrecer a la sociedad lo que la sociedad demanda a cambio del voto que se le pide: exactamente qué ofrece IU que no ofrezca el PSOE.

Entre tanto, adiós señor Llamazares: ha hecho Vd. lo que ha podido y cuenta Vd. con el reconocimiento y el aprecio de mucha gente, incluido este bloguero.


(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 6 d’octubre del 2008

La crisis de allí y la de aquí.

Poco a poco va abriéndose paso la conciencia de que esta crisis bancaria es de una gravedad inusitada, que tendrá efectos devastadores a medio y largo plazo y no solamente en los Estados Unidos sino en Europa y en el resto del mundo. Se ha dicho que es la más grave desde la IIª Guerra Mundial y también que es como la de 1929; valoraciones excesivamente pacatas porque tiene pinta de ser la peor jamás padecida por el capitalismo.

Como se sabe, el primer acto de este descalabro descomunal se produjo en agosto de 2007. Por aquel entonces y aunque el mundo está lleno de competentes economistas, ni uno solo la había previsto y, una vez iniciada ni uno solo tampoco consiguió aportar una explicación aceptable. Mejor dicho, me engaño: todos la habían previsto y anunciado tiempo atrás pero, pobres Casandras, nadie les hizo caso; y todos tenían una teoría explicativamente impecable, algunos, incluso dos y todas ellas contradictorias entre sí.

Desde entonces hasta hoy la mera observación del discurrir de los hechos nos ha llevado a algunas conclusiones que nadie discute y otras que son muy discutidas todavía. Las primeras son: a) la crisis es una crisis del corazón mismo del sistema capitalista que es el crédito; es una crisis de confianza, razón de ser del capitalismo; b) ha sido obra de una actividad especulativa desregulada, sin vigilancia, inmoral y enloquecida consistente en sobrevalorar los activos (principalmente los inmobiliarios) y construir una febril torre crediticia sobre tales activos sobrevalorados, en gran medida créditos incobrables, que se empaquetaban como atractivos productos financieros y se repartieron por todo el mundo en los años noventa y primeros de este siglo, pudriendo así el sistema financiero global; c) esta actividad inmoral si no directamente delictiva llegó a rizar el rizo del disparate creando cosas como los credits default swaps, productos crediticios basados en la posibilidad de que la entidad que los ofrecía no pudiera cobrar los otros créditos ya librados. Por cierto, quien quiera saber más sobre estos disparates y tener una buena información sobre las causas de la crisis, que lea el magnífico artículo de Walden Bello tituladoTodo lo que usted quiere saber sobre el origen de esta crisis pero teme no entenderlo, publicado en la revista digital Sin permiso, una revista de izquierda crítica, documentada, bien hecha, con artículos de altura y en la que no se sueltan las habituales chorradas de secta o grupúsculo que no hay dios que soporte ya.

Las conclusiones controvertidas no son menos contundentes pero no gozan del mismo grado de coincidencia. La principal de todas es que la crisis es el resultado de las políticas neoliberales iniciadas en el decenio Thatcher/Reagan y proseguidas al día de hoy por los think tanks y los medios neoconservadores que repiten como loros las habituales estupideces de que hay que reducir el Estado, eliminar regulaciones, jibarizar lo público, privatizar a toda caña, reducir impuestos, bajar el gasto público especialmente el social (no, por supuesto, el militar) y desmantelar el Estado del bienestar. Como estos rapaces son inasequibles al desaliento y además cobran suculentos emolumentos por ello, seguirán batiendo el cobre de fuera el Estado y viva el mercado hoy, cuando es evidente que un mercado desregulado lleva a la catástrofe y, además, ironías de la existencia, tiene que pedir auxilio al denostado Estado.

Al saltar el charco y llegar a Europa la crisis se ha mostrado como lo que es: la podredumbre del motor mismo de la actividad capitalista, el crédito. Los bancos se hunden, los que no se hunden no se fían unos de otros, nadie da crédito, no hay liquidez en el mercado, la economía real se va paralizando y, como se trata de un círculo vicioso, la preocupación (a punto ya de convertirse en pánico) se apodera de los inversores, los impositores y los clientes de los bancos con lo que, si se produce una estampida, lo que llaman los ingleses un run on the banks, la catástrofe puede ser total. Para impedirlo Irlanda primero, después Grecia, luego Alemania (und morgen di ganze Welt ("y mañana el mundo entero")) han pasado a garantizar el ciento por ciento de los depósitos de los clientes. Seguramente esta garantía será suficiente... a estas alturas de la evolución de la crisis; pero habrá que esperar ya que va a ser larga y a nadie se le escapa que a medio o largo plazo es de imposible cumplimiento la haga quien la haga, el Estado, los bancos o la Santísima Trinidad. Pero así están las cosas en el mundo.

Y ¿por qué están así? Porque en el capitalismo neoliberal de la alegre desregulación, la falta de escrúpulos y de moral sigue campeando en medio de la crisis. El plan de rescate de Mr. Paulson en los EEUU estaba pensado para seguir enriqueciendo a los tiburones de Wall Street. El Congreso lo limó bastante antes de aprobarlo y aun así, lean lo que dice el señor Paul Stiglitz de cómo “Para lograr aprobar el Plan Paulson, lo que han hecho ha sido proceder por la inveterada vía del soborno y la corrupción”. ¿Y en la vieja Europa? Tres cuartos de lo mismo. ¿Qué explicación tiene que el plan de rescate de Hypo Real Estate acordado en firme el jueves por 35.000 millones de euros se venga abajo el sábado sin explicación aparente y sólo pueda reemerger el domingo reconvertido en uno de 50.000 millones? ¿Cómo se puede hacer un plan de rescate y "equivocarse" en 115.000 millones de euros (hasta los 50.000 en 2008 y 100.000 en 2009 que no aparecían en el primer cálculo)? Vds. lo verán como quieran; a mi me parece un intento evidente de timar al Estado y al consorcio de bancos que firmó el primer plan de 35.000 millones y hubo de retirarlo al enterarse de que eran muchos más miles de millones.

En España no estamos mejor aunque pueda parecerlo dada la tenaz tendencia del Gobierno a disfrazar la realidad como puede. La base de la argumentación de los gobernantes del PSOE, ahora que ya admiten que hay una crisis, es que no tiene por qué afectarnos pues nuestra banca es sólida por cuanto las regulaciones del Banco de España se han cuidado siempre de que nuestras entidades no se vieran arrastradas en el amok de las hipotecas basura y otras prácticas dañinas. Correcto. Es posible que sea así. Pero la crisis está golpeando al país con una fuerza inusitada, muy superior a la de nuestros vecinos porque España dependía más del ladrillo y, desde luego, el turismo, dos actividades que están sufriendo un gran parón. Y con el vertiginoso aumento del paro es posible que lo que en un principio fueron hipotecas "sanas" se conviertan por la necesidad de las cosas en hipotecas "basura" porque lo que convierte en "basura" a las hipotecas no es cómo se concedieron sino el hecho simple de si los hipotecados pueden pagarlas o no. Y aquí viene la dificultad porque con un interés del capital hipotecario muy alto, cercano ya al seis por ciento y unas tasas de paro en aumento galopante, la morosidad se está disparando. La cuestión es: ¿cuánta morosidad pueden aguantar los bancos? ¿El diez, el quince por ciento?

Las autoridades insisten en que el sistema bancario es sólido, lo que ya escama porque si lo fuera tanto no sería preciso publicitarlo y en que los clientes deben confiar en él. Como ya he dicho en un post anterior, encuentro insólito que se pida a la gente que confíe en unos bancos que a su vez no confían los unos en los otros. Y como no se fían mutuamente, el euribor sigue subiendo. Al subir el euribor, las hipotecas se encarecen de forma que nos encontramos con la curiosa situación de que la desconfianza mutua de los bancos la pagan los clientes a quienes, sin embargo, se les pide que confíen en aquellos, sabiendo, encima, que si hay algún problema, sólo tendrán cubierto hasta 20.000 euros de sus cuentas o cartillas de ahorro. Francamente me parece excesivo y si el Estado se niega a subir la cobertura como están haciendo los demás, entiendo que todo lo que la gente tenga en los bancos por encima de los 20.000 euros por titular y entidad estará más seguro en sus bolsillos.

(Las imágenes son detalles -panel central y panel izquierdo- del tríptico de Hyeronimus Bosch El juicio final (1505/1506) que se encuentra en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa).

A la salvación por la barbarie.

Rafael del Águila (Crítica de las ideologías. El peligro de los ideales. Madrid, Taurus, 2008, 207 págs.) es uno de los más interesantes politólogos españoles actuales que lleva años profundizando en cuestiones de Teoría Política, campo en el que ha hecho aportaciones fundamentales. Es memorable una obra anterior, en la que ya se prefigura ésta (La senda del mal. Política y razón de Estado.Madrid, Taurus, 2000) y en donde, entre otros hallazgos, acuñaba una pareja de conceptos, el pensamiento implacable y el pensamiento impecable, que encuentro muy significativos.

En esta obra parte del supuesto de que las brutalidades que los seres humanos hemos puesto en práctica en los siglos XIX y XX surgen del corazón mismo de nuestras creencias (p. 24). No son resultado de alguna enajenación o degradación colectivas sino que proceden de los ideales que atesoramos, llámense Patria, democracia, raza, mercado, etc (p. 35). Cita en su apoyo un texto de Solzhenitsyn en que éste acusa a las ideologías de las barbaridades de nuestro tiempo (pp. 36/37). Doy toda la razón al autor de El gulag pero al mismo tiempo no puedo dejar de pensar que él mismo, víctima de las más crueles represiones, era un ideólogo del renacimiento de la Santa Rusia. Del Águila lo deja claro: "El peligro está en los optimistas armados de ideales, de una teoría consoladora, y dispuestos a legitimar implacablemente los medios transgresores necesarios para su realización." (p. 41).

El autor concentra su análisis en tres campos ideológicos distintos (aunque en la realidad aparezcan a veces entrecruzados) caldos de cultivo de masacres y genocidios. El primero es el del pensamiento emancipador, revolucionario, el de las rebeliones milenaristas que "tratan de atraer el cielo a la tierra", dice Del Aguila (p. 46) en una construcción en la que suena lo que dice Hyperion a Belarmino en el primer libro del Hyperion de Hölderlin: "Lo que ha hecho del Estado un infierno es el intento del hombre de convertirlo en el cielo." No ofrece mucha duda esta causación histórica. Del Águila menciona un texto de aquel gran genocida que fue Stalin: "...afirmo que la producción de almas es más importante que la producción de tanques." (p. 53) También este texto parece reproducir una famosa alocución de Goebbels en 1934, en el III Congreso del Partido Nazi cuando decía (cito de memoria): "Está bien contar con un poder que descansa sobre los fusiles; pero está mejor y es más satisfactorio ganarse el corazón de los seres humanos y conservarlo."

El segundo terreno en que Del Águila investiga la fuerza destructiva de las ideas es el de la identidad o el nacionalismo, la búsqueda de las raíces, el pasado y la autenticidad, en cuyo nombre se han cometido crímenes sin cuento. Hay aquí una precisión que hace el autor de pasada y que encuentro de la máxima importancia a la hora de examinar las relaciones entre Nación y Estado que tanto nos atribulan hoy día. Dice Del Águila: "No es que cultura o nación pongan en marcha reivindicaciones políticas. Es que los intereses políticos movilizan, por ejemplo, exigencias nacionalistas o culturalistas para expresarse." (p. 62) Subscribo: el nacionalismo es siempre un proyecto político. Entiende nuestro autor que el nacionalismo sólo puede articularse a través de cuatro oposiciones (al individuo, al mundo real, a la democracia y a lo contingente) (pp.65/66) lo que explica que haya tantos puntos de contacto entre nacionalismo radical y fascismo (la cursiva es mía para subrayar que, obviamente, Del Aguila no postularía similar contacto con el nacionalismo "moderado"), lo que ya se ve en la idea profética de Hegel de pueblos "elegidos" por la historia (p. 68). Sin olvidar, claro es, que para pueblo elegido, el judío en la Biblia. El virus nacionalista (si puedo expresarme así) ataca también a la izquierda postmoderna según Del Águila que ve cómo ha mutado desde el internacionalismo a la prioridad absoluta de lo nacional (p. 71). Me parece muy cierto y añadiría que ese viraje empezó ya en los años 60, con los movimientos de liberación nacional. Es el contenido de la obra de autores como Frantz Fanon. El autor añade dos configuraciones de identidades que vienen aquí muy al caso, los fundamentalismos cristiano e islámico. Del cristiano me ha parecido especialmente interesante su confrontación con las ideas del Papa Ratzinger sobre la relación entre la fe y la razón pues coincido con él en que, al margen de la cuestión (que, por cierto, me parece mal planteada por SS) "lo que no se puede condonar es que en nombre de estas afirmaciones, movimientos católicos, obispos u otras jerarquías eclesiásticas invadan la esfera pública." (p. 79).

El tercer territorio (y el más interesante a mi entender) en que el autor analiza la relación entre ideales y barbarie es el de la democracia (o sea, el "nuestro") cuya misión pareciera ser "civilizar" y "globalizar". Entiende Del Águila que los imperialismos han buscado siempre una justificación (arranca de la de Ginés de Sepúlveda para el imperio español (p. 95)) y pasa revista luego sin conmiseración alguna a autores muy respetables por otros conceptos pero no por estos, como Kant, Stuart Mill o Locke. De hecho concluye que los imperialismos liberales de la belle époque allanaron el camino a los campos de concentración del siglo XX (pp. 107-108). La "teoría de la frontera" de Frederick Jackson Turner (p. 109) aparece como una justificación de la gigantesca limpieza étnica que fue la "conquista del Oeste" en los Estados Unidos y aprovecha para encontrar en estas guerras de exterminio una excepción a la célebre teoría de la "paz democrática" de J. R. Rummel, el creador del concepto de democidio (p. 113) Su punto de vista es que las sociedades indias eran democráticas, pero no estoy muy seguro de que sirva para falsar la teoría de Rummel.

La última parte del capítulo sobre democracias y masacres está destinada a analizar las actividades del gobierno del señor George W. Bush. La política cae aquí dentro del ámbito del fundamentalismo cristiano y al autor analiza con gran acierto lo que llama "los neocons y sus guerras". Esta actividad, movida por la National Security Strategy como doctrina esencial de la administración estadounidense (p. 131) justifica aberraciones como la guerra preventiva, la guerra basada en mentiras del Irak (pp. 137/138), el recurso a la tortura o las prácticas injustas y criminales como el centro de detención de Guantánamo (p. 143). Es decir, el fundamentalismo neocon no solo trae matanzas sin cuento en el Irak, una especie de genocidio, sino también un ataque a los derechos y libertades de los ciudadanos en los EEUU.

Los dos últimos capítulos son de recapitulación y reflexión. En el penúltimo, sobre Modernidad y democracia, razona Del Águila de forma brillante y convincente sobre el origen de la barbarie contemporánea. La teoría arranca de la famosa "jaula de hierro" weberiana (pp. 150-151) y acaba culpando del mal a la "razón instrumental" punto en el que coinciden todos: los frankfurtianos, Zygmunt Bauman, Foucault, Agamben, etc (p. 152). Sin embargo, dice Del Águila (y dice muy bien y es bueno que se diga) "Me parece que esta línea nítida que conduce de la Ilustración al exterminio constituye una típica exageración teórica." (p. 153) Y yo añadiría: una exageración teórica que además no es cierta. Culpar a la razón instrumental es, en definitiva, acabar culpando a la técnica en una actitud que no es racionalmente defendible por cuanto, aburre decirlo, la técnica es neutral. Son los hombres que aprietan los botones los responsables de la crueldad y si no hubiera botones, apretarían garrotes o hachas de silex. Por eso me parece que Del Águila desanda parte del camino tan audazmente andado cuando dice: "Por decirlo de nuevo con los frankfurtianos: técnica e instrumentalidad nos han convertido en "bestias de alcance más vasto" (p. 157). Si por tal entendemos un criterio meramente cuantitativo, de acuerdo; si es cualitativo, en absoluto. No es la modernidad la que "tiene el triste privilegio de haber innovado aquí. Los proyectos de eliminación de poblaciones por motivos raciales, étnicos, religiosos, de clase, ideológicos... surgen con ella." (p. 158). No es así. Están ya en la Biblia. Por no citar más que un ejemplo, cuando Saúl pregunta si ha de guerrear contra los amalecitas, Dios le dice por boca de Samuel: "Ve y golpea a Amalec y destrúyelo por entero: no lo perdones y no codicies nada de lo que tiene sino extermina a los hombres y a las mujeres, a los niños, incluso a los lactantes, a los bueyes, a las ovejas, a los camellos y a los asnos" (1Sa 15:3). No es cuestión de modernidad o de técnica; el exterminio, como el mismo Del Águila dice, está en el corazón de los hombres cuando creen que Jehová los habla, como decía Mr. Bush que había hecho con él (p. 124). A propósito de la dialéctica negativa y la comparación con el "Gran Hotel Abismo", dice Del Águila (nota 13, p. 206) que no recuerda si la expresión es de Fernando Vallespín o Gyorgy Lukàcs: es de Lukacs cuando dice que Adorno estaba "instalado en el Grand Hotel Abismo", creo que en la Teoría de la novela.

En el último capítulo Del Águila sistematiza y visibiliza a través de unos cuadros sinópticos los peligros de los ideales (pp. 170/173) y hace una especie de recapitulación positiva. Propone una política que llama "de mesura", basada en Aristóteles y Maquiavelo, una especie de "término medio", una templanza y moderación al estilo griego (p. 177). Concluye el autor su magnífico libro con tres consideraciones que, sobre obligarnos a pensar más, dejan abierta la continuidad de su obra: a) el peligro de los ideales no consiste en tenerlos sino en cómo se tienen; b) no somos infinitamente maleables; c) el hecho de tener convicciones -y hasta dar la vida por ellas- no significa que uno no pueda relativizarlas o hasta ironizar a su costa (pp. 180/181). Muy cierto. Siempre he defendido la causa de la revolución pero nunca he creído que fuera a triunfar.

diumenge, 5 d’octubre del 2008

Europa en crisis.

Al principio del mandato del señor Sarkozy anduve yo algo despistado pensando que era un hombre de más categoría, con iniciativa y audacia. Tengo que rendirme a la evidencia de que no solamente no da la talla para el cargo sino de que es un bocazas. La reunión de los cuatro países europeos miembros del G8 que convocó ayer en París con la intención de refundar el capitalismo fue un cómico cónclave en el que cada cual aireó sus cuitas o se retrató pero en donde no se llegó a más conclusión sustancial que dejar que cada país afronte por libre la tarea de salvar sus bancos como el espíritu de Jean Monet y Robert Schumann le dé a entender. Por supuesto esas acciones estarían "coordinadas" entre sí lo que, como se ve claramente, no quiere decir nada.

Cada uno de los cuatro mandatarios dejó dicho algo que merece cierto comentario. El más divertido, sin duda, fue el señor Berlusconi quien sostuvo con todo el papo que lo que necesita el sistema financiero europeo es... ética. Así, como suena, il cavaliere recomienda ética a los demás. No se quedó muy atrás el señor Sarkozy quien, tras haber propuesto un fondo europeo común de 300.000 millones de euros para salvar bancos y, como se tropezara con la feroz oposición de Frau Merkel acabó afirmando que él jamás había propuesto plan alguno. Por su parte Mr. Brown atacó a los irlandeses por garantizar la totalidad de los depósitos de los seis mayores bancos de la república. Es lo que pasa con estos ladinos Irish: empiezas con el Home rule y, al final te la juegan. Por último, la señora Merkel, tras cargarse el plan de rescate, empezó a decir que había que pedir responsabilidades a quienes llevaron al sistema a la situación actual. Muy alemán esto de buscar culpables y castigarlos.

Los cuatro dignatarios han acudido de nuevo a la acreditada práctica de la chapuza, tan entrañablemente europea. Su compromiso de salvar cada uno sus bancos viene acompañado de algunas medidas que pretenden resolver el problema de la crisis bancaria y que según Le Monde son las siguientes:

a) mecanismos de vigilancia de las instituciones financieras, incluidas las agencias de calificación de riesgos. Ya era hora;

b) cambio en los sistemas de retribución de los ejecutivos. La verdad es que no sé si habrá un mecanismo más absurdo que este de retribuir con indemnizaciones astronómicas a los directivos que sea preciso despedir. Cualquiera que esté en esa situación hará lo posible porque la empresa se vaya al garete y a él tengan que echarlo porque entonces se forra;

c) revisión de las normas contables para impedir otras burbujas financieras o crisis de liquidez;

d) más control político sobre las instituciones internacionales, lo que suena bastante a wishful thinking;

e) creación de un grupo de trabajo entre los supervisores, los bancos centrales y los ministerios de Hacienda.

Todas estas medidas serán mejores o peores, más o menos eficaces pero sin duda no resolverán el problema entre otras cosas porque todavía están en bruto y hay que refinarlas; para entonces ya veremos a dónde ha llegado la crisis.

Lo que sí puede ayudar a resolverla es el recurso a la chapuza, aquí consistente en pedir que se flexibilicen los criterios de Maastricht, en concreto la estricta prohibición de mantener el déficit público por debajo del tres por ciento del PIB. El verbo "flexibilizar", como ya aprendimos cuando se habla de relaciones laborales con expresiones como "flexibilizar" la plantilla, quiere decir "deshacerse de", prescindir de". Los países miembros quieren que les quiten el límite y recurrir a las deudas para salir adelante en la crisis siguiendo una receta típicamente keynesiana. Hoy se han hecho keynesianos todos, hasta el presidente Bush.

La cuestión consiste en saber ahora si este recurso a la chapuza llega a tiempo o no. El plan de rescate del Hypo Real Estate parece haber fracasado porque no alcanzaba a las necesidades totales del banco que, para fines de 2009 podrían llegar a 100.000 millones de euros, lo que contrasta grandemente con los 35.000 millones previstos para el rescate. La situación de la entidad es ahora desesperada y si no encuentra salvación hoy domingo, el lunes quizá tenga que declararse en quiebra. Y eso no es lo peor; lo peor es que puede arrastrar a todo el sistema bancario alemán.

Está claro que muchos políticos todavía no han entendido de qué va esta crisis. La señora De la Vega, por ejemplo, en una entrevista en El País dice que Los ciudadanos tienen que saber que sus depósitos están garantizados. La situación es complicada, pero estamos en buenas condiciones para hacerle frente, porque partimos de un sistema financiero que funciona bien, más garantista que el de otros países. Es decir, según los políticos los ciudadanos tenemos que confiar en los bancos que, a su vez, desconfían los unos de los otros.Y eso sin contar con el misterio del significado del verbo "garantizar" en un país en el que el máximo de cobertura de las cuentas de los ahorradores es el mínimo europeo: 20.000 euros.

(La imagen es una foto de rockcohen, bajo licencia de Creative Commons).

Vicky Cristina Barcelona.

Si no llega a ser porque en el título aparece Barcelona, no hubiera ido a ver la película porque no me gustan las de Woody Allen. Lo digo en serio; no pretendo sentar plaza de original ni de misántropo, ya que parece que le gustan a todo el mundo. Nada de eso. En general no me gustan las películas de Woody Allen porque me parecen historias sin interés con toda esa amalgama del héroe-antihéroe para hablar al "hombre medio", el listen little man con el que obviamente se identifican millones de individuos. Todas esas neurosis del hombre anodino y las relaciones humanas basadas en los comadreos me atacan los nervios.

Y efectivamente hubiera hecho mejor no yendo a verla por mucha Barcelona que haya en el título. Me pareció una historia trivial a la par que inverosímil y artificiosa. Esos expatriados gringos en Barcelona semejan una élite colonial. De la persona de Vicky que está haciendo una tesis sobre la identidad catalana pero no habla una palabra de catalán, ni siquiera de español, es mejor callar. Como del joven pintor de éxito que viaja a Oviedo en una avioneta que le presta un amigo y se desplaza por la ciudad condal en descapotable rojo cuya marca no aprecié pero podía ser un Aston Martin.

Esto del descapotable me lleva a un aspecto que me parece evidente en la película: que recuerda a Vacaciones en Roma como a cualquier otra película que pretenda ensalzar una ciudad. Uno se queda pensando si el señor Allen no ha rodado una especie de publicidad de las ciudades de Barcelona y Oviedo. Desde el punto de vista del fomento del turismo probablemente estará muy bien pero la imagen que presenta de ambas ciudades es un poco de risa.

En cuanto a la historia de la temperamental Penélope Cruz, la tempestuosa relación con Juan Antonio, la aventura veraniega de las dos gringas en busca de su verdadero ser y el contraste entre la vida bohemia de los creadores artísticos y la superficialidad, convencionalismo e hipocresía de los matrimonios burgueses está más vista que la Cibeles. Por cierto en esta relación tan apasionada como extraña suena un eco de Jules et Jim, incluida la narración en off y en algún plano en concreto, por ejemplo, el paseo de Cristina, Maria Elena y Juan Antonio en bici, más que un eco.

A todo esto no estoy diciendo nada de los actores. Están todos fabulosos, Bardem, Cruz, Johanson, fabulosos. Y es muy de notar que, con la cantidad de veces que follan, no haya desnudos. El problema no son los actores, el problema es el guión y la historia o la falta de historia.

(La imagen es una foto de MorBCN, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 4 d’octubre del 2008

Lo han conseguido.

Lo más irritante de la situación creada en Wall Street es el chantaje a que la banca estadounidense ha sometido al país entero y, por extensión, a todos los demás del planeta. Es como si hubiera anunciado a las cuatro vientos el mensaje siguiente: "Es verdad que os hemos estafado y expoliado, que hemos llevado a muchos a la ruina, que por nuestra culpa el país vive una oleada de embargos por impago de hipotecas; es verdad asimismo que hemos exportado esta catástrofe a otras partes del mundo en las que hemos vendido con gran provecho para nuestros bolsillos la estafas que imaginamos en diversas formas, que hemos contagiado otros sistemas bancarios en el mundo y que hemos generado una crisis que todos habréis de pagar, estadounidenses y extranjeros., con hundimiento de las economías reales y empobrecimiento generalizado. Todo eso es verdad. Pero ahora no tenéis más remedio que ayudarnos y sacarnos a flote con vuestro dinero porque, de otro modo, la crisis será aun mayor, el conjunto del sistema financiero estadounidense puede venirse abajo y desde luego, lo hará sobre vuestras cabezas. El coste del rescate será de 2.000 dólares por cada ciudadano".

Esta historia resume perfectamente el sentido de las doctrinas neoliberales con las que las derechas han estado machacando a la gente en los últimos tiempos, desde la crisis del Estado del bienestar en los años setenta del siglo pasado: fuera el Estado, todo el poder al mercado, privatización, desregulación, eliminación de impuestos, el mercado se regula solo. Lo malo de estas doctrinas no es que sean erróneas, es que son falsas, son mentiras dichas para engañar a la gente con una apariencia de prosperidad y aprovecharse de ello para robar a mansalva, acumular riquezas sin cuento en la minoría y despojar a la mayoría. Los que las formulaban -igual que quienes las formulan hoy, como la señora Aguirre o la señora Sarah Palin- saben que lo que dicen es mentira, que el propósito de sus recetas no es aumentar la eficiencia, ni que funcionen los servicios públicos, ni generar más puestos de trabajo, ni mejorar el nivel de vida de las clases populares. Saben que su propósito es que los ricos se enriquezcan más y que los pobres paguen por ello.

Por eso, porque su discurso es falso y cínico, no les cuesta nada cambiar el relato y justificar el gran chantaje de la banca diciendo, como dice ahora el señor Bush que él ha sido y es partidario acérrimo de la libre empresa pero que hay veces en que la intervención del Estado es inevitable para salir de una crisis. Quiere decir que la intervención del Estado es imprescindible para estabilizar el sistema financiero después de un desastre de este tipo y volver a tasas de explotación elevadas que es lo que caracteriza al capitalismo en los EEUU, en el Japón, en China o en cualquier otro lugar.

Viendo el debate entre los dos candidatos a vicepresidentes la noche del jueves, se pudo escuchar a la señora Palin repitiendo la misma vieja historia otra vez, como si nada hubiera ocurrido. Decía la gobernadora de Alaska: "Necesitamos que el sector privado conserve más de lo que ganamos y producimos. Y el Gobierno tiene que aprender a ser más eficiente y a vivir con menos recursos." Exactamente la vieja melopea de menos Estado más mercado... ¡exactamente en el momento en que el Estado tenía que acudir en socorro del mercado! No creo que se pueda ser más estúpido y habla muy poco a favor de la rapidez de reflejos del señor Biden que no lo hiciera notar.

El proyecto de Ley de estabilización económica de emergencia que aprobó ayer la Cámara de Representantes por 263 votos a favor (172 demócratas y 91 republicanos) y 171 en contra ya no es el original proyecto de tres folios que presentó el ministro de Hacienda, señor Paulson, en una especie de trágala, pidiendo 700.000 millones de dólares y plenos poderes para administrarlos como le diera la gana, esto es, para llenar los bolsillos de sus amigos, sino que ha incorporado muchas medidas favorables a la gente, como un aumento de las cuantías de las cuentas bancarias garantizadas desde 100.000 a 250.000 dólares, exenciones fiscales, protección a los prestatarios de hipotecas, adquisición de acciones en los bancos rescatados para recuperar parte del dinero cuando la situación esté saneada y prohibición de pagar indemnizaciones millonarias a los ejecutivos sinvergüenzas que han ocasionado la crisis de las entidades que gestionaban y un enorme descalabro entre la gente.

Y, sin embargo, nada está garantizado. El Gobierno dispone ahora de unos 350.000 millones de dólares (la otra mitad la librará el Congreso tras examinar como se ha administrado la primera) para comprar unos activos cuya cuantía y características ignora. Ya lo he dicho en otra ocasión: conociendo la falta de escrúpulos de los bancos, ¿qué nos jugamos a que van a aparecer activos basura de debajo de las piedras? ¿A que los bancos van a tratar de colar todas sus deudas ,. estén o no relacionadas con los créditos incobrables para hacer negocio de la situación de crisis?

En resumen está por ver que el plan de rescate tenga éxito, cosa que se averiguará en un par de meses. Si lo ha tenido no pasará nada pero si no lo ha tenido, la catástrofe puede ser mayúscula.

(La imagen es una foto de Image Editor, bajo licencia de Creative Commons).

El fundamento moral de la comunidad (y III).

En esta tercera entrega de la reseña de Michael J. Sandel, (Filosofía pública. Ensayos sobre moral en política Barcelona, Marbot ediciones, 2008, 366 págs) se dará cuenta de la crítica de Sandel a la Teoría de la justicia de Rawls en un terreno más filosófico e incluso lógico. Si, como dice Whitehead, la historia de la filosofía no es más que una serie de notas a Platón, puede afirmarse que la de la filosofía política contemporánea no es más que una serie de notas a Rawls. Ya sólo fijar la posición de un filósofo contemporáneo por relación a Rawls es como conocer las coordenadas para averiguar en dónde se encuentra un navío en su derrota. Y a esta tarea, de aclararse a sí mismo por referencia a Rawls es a la que dedica Sandel la mayor parte de la tercera y será lo que se vea ahora. Hay también dos interesantes capítulos en los que no puedo entretenerme para no hacer este post excesivamente largo: en uno se explica cómo el liberalismo basado en derechos (Rawls, los "progresistas") ha intentado capitalizar la figura de Dewey a través de una interpretación sui generis del pragmatismo que Sandel ve más cercano a las tesis del comunitarismo, por raro que pueda parecer y el otro es una crítica al Liberalismo político, la otra obra crucial de Rawls y la última, en la que el filósofo reajustaba su teoría de la justicia y se defendía de las críticas. No está mál, pero lo interesante es ver cómo Sandel brega con Teoría de la justicia que es el verdadero gigante/molino de nuestro tiempo

Sandel empieza por sostener que la defensa relativista del liberalismo es una contradicción insalvable ya que si no cabe pronunciarse sobre los valores sino ser neutral frente a ellos, lo mismo cabe decir de los valores liberales como tolerancia, libertad y equidad que son también valores y carece de sentido defenderlos asegurando que son meramente subjetivos. Tradicionalmente la defensa de los valores se encargó al utilitarismo, cosa que hace Stuart Mill. Sin embargo esa defensa es problemática porque no garantiza los derechos de las minorías. Se plantea así el retorno a la crítica kantiana que ve en el utilitarismo una instrumentalización de unos seres humanos por otros, lo que es rechazable. Los valores se defienden desde la perspectiva del sujeto trascendental (p. 207). Pero eso no le parece suficiente a Rawls, quien propugna "desligar la fuerza y el contenido de la doctrina de Kant de sus orígenes en el idealismo trascendental y reformularlos dentro de los cánones de un empirismo razonable." (p. 219)

Frente a esa actitud del liberalismo, los comunitaristas "sostienen que no podemos justificar ninguna disposición política sin hacer referencia a unos propósitos y unos fines comunes, y que tampoco podemos concebirnos a nosotros mismos sin hacer referencia a nuestro papel como ciudadanos, como participantes en una vida común." (p. 209). A la crítica obvia de que esta actitud justifica una sumisión del hombre al Estado, un estatalismo, Sandel advierte que los comunitaristas deben no caer en peligro del chauvinismo pero que "sugerir que la solidaridad es un camino casi seguro hacia el estatalismo es una caricatura de tremendas proporciones." (p.244)

Sin embargo, se me ocurre que las críticas al comunitarismo y a la crítica comunitarista al liberalismo son de otra condicion. En primer lugar no me parece aceptable decir que el sujeto trascendental no es compatible con la concepción liberal del neutralismo valorativo ya que ese sujeto empieza por reconocer que, como todos los valores son subjetivos, los suyos también y que precisamente el debate consiste en que cada cual defiende los valores subjetivos que profesa. Luego la comunidad decide. En segundo lugar entiendo que la reducción de la persona al producto de la comunidad (por decirlo con algo de rudeza) presupone que nunca haya antagonismo o enfrentamiento entre la comunidad y sus miembros, negando a estos la posibilidad de enfrentarse a ella. Muchas veces hay una comunidad territorial, histórica si se quiere, que no va acompañada de comunidad personal o de conciencia de comunidad personal. La teoría no da cuenta de los que se desvinculan de su comunidad, de los que niegan que ésta tenga algún valor y, si lo tiene, niegan que vaya con ellos.

Por lo demás exageraciones hay en todas partes porque si exageración es, según Sandel, tildar de estatismo las concepciones comunitaristas, cabe preguntarse qué será la afirmación que Sandel atribuye a los comunitaristas y comparte con ellos de que "la intolerancia florece con más fuerza allí donde los modos de vida están desubicados, donde las raíces son poco firmes y donde se anulan las tradiciones," llegando a insinuar que el relativismo liberal tiene que ver con el totalitarismo. (p. 212) Un tipo de discurso que, con todos mis respetos, recuerda bastante a las tonterías periódicas de los Papas, advirtiendo de la depravación de las costumbres modernas y del vicio del relativismo moral, frente al cual también nos previene la papisa de la Comunidad de Madrid, señora Aguirre, universalmente conocida por su fuerte fibra moral.

La conclusión de Sandel es lúcida a la par que algo amargada. Sostiene nuestro hombre que la filosofía moral y política de nuestro tiempo cuyo exponente principal es Rawls y cuya tradición venerada es Kant presenta tres hechos sorprendentes: 1º) la doctrina goza de un poderoso atractivo filosófico; 2º) con todo, la pretendida prioridad de lo "correcto" sobre lo "bueno" es insostenible; y 3º) a pesar de su fracaso es la doctrina conforme a la cual vivimos hoy día. (pp. 214-215). No parece pasársele por la cabeza a Sandel que, si es la doctrina conforme a la cual vivimos hoy día a lo mejor es porque no ha fracasado. Entre otras cosas no me parece que lo que él apunta como alternativa válida al liberalismo sea tal porque se me antoja una concepción colectivista con una clara deriva gregaria, orgánica que me da muy mala espina. Sandel se pregunta si podemos concebirnos realmente como sujetos independientes en cuanto que nuestra identidad no esté ligada a nuestras metas y vínculos y se responde ominosamente a mi juicio: "no creo que podamos; al menos, no sin que ello comporte un coste para aquellas lealtades y convicciones cuya fuerza moral consiste, en parte, en que vivir conforme a ellas es inseparable de entendernos a nosotros mismos como las personas particulares que somos como miembros de una familia, una comunidad, una nación o un pueblo, como portadores de su historia, como ciudadanos de esta o de aquella república." (pp. 226-227) Lo dicho, la Gemeinschaft de Ferdinand Tönnies, la comunidad del corazón, la ley de la sangre.

Más adelante, en el capítulo de análisis del Liberalismo político rawlsiano, Sandel corrige el tiro y responde a la crítica del estatismo afirmando que el comunitarismo no consiste en sostener que los derechos descansen sobre los valores y preferencias de una sociedad sino en preguntarse si cabe identificar y justificar esos derechos de forma que no presuponga una concepción previa y particular del bien. (p. 283). Además "quienes han criticado la prioridad de lo correcto se han opuesto a la idea de que seamos capaces de dar sentido a nuestras obligaciones morales y políticas en términos puramente voluntaristas o contractuales" O sea, la Gesellschaft del viejo Tönnies a su vez a la que se priva (arbitrariamente a mi ver) de toda capacidad de generar consensos que fundamenten formas de vida.

No me parece que el comunitarismo sea un paso adelante en relación con el liberalismo rawlsiano; antes bien, creo que es un intento de contraponer a éste el valor de las oscuras pulsiones de lo colectivo que además se arroga el derecho a zanjar las cuestiones sobre el bien y el mal forzando de paso el juicio individual. Por lo demás, ¿qué tipo de crítica es esa que reprocha al sujeto autónomo la incapacidad para defender sus opciones mediante un debate substantivo sobre principios morales objetivos cuando el propio crítico tiene que reconocer que estos sólo pueden establecerse mediante convención o acuerdo?

El último capítulo (En qué se equivoca el comunitarismo) pretende marcar las distancias tantas veces señaladas con el comunitarismo pero es un trabajo bastante encomiástico de la situación tal cual es en la doctrina, matizando luego lo que se le antoja un error de la corriente (y el único que yo haya podido apreciar), en concreto que el comunitarismo se equivoca al no ver que hay diferencias en la valía moral de las distintas comunidades. (p. 338)

divendres, 3 d’octubre del 2008

No dejéis que los niños se acerquen a ellos.

La policía ha desmantelado la enésima red de pedófilos en internet. En una investigación de meses ha descubierto 18.000 conexiones en 75 países. 1.600 conexiones en España en donde se ha detenido a 121 personas y hay 96 imputadas por distribuir pornografía infantil a través de la red. Según EFE, entre 2003 y 2007 se detuvo a 974 personas en España por idéntica actividad y en lo que va de 2008 llevamos ya 359. Digo esto porque lo primero que me llama la atención de este delito es la cantidad de gente que lo comete. Y siempre hombres. Da que pensar, aunque no estoy nada seguro de llegar a conclusión alguna. ¿Por qué sólo hombres?

Según parece la pornografía adulta tiende también a ser masculina si bien según mis noticias la hay asimismo para consumo femenino. Esta pornografía de mayores se entiende porque aunque deformada o "viciada" tiene su arranque en el erotismo, aquella fuerza de universal imperio a la que Hesiodo atribuye en parte la responsabilidad por el origen del mundo, de los dioses, de todo. Pero encuentro imposible de entender la pornografía infantil, aunque no toda. Parte de ésta arranca también del erotismo de los adolescentes e impúberes que es asunto complicado que ha pasado por distintas etapas en la historia. Algunas culturas (Grecia, Egipto) no han visto mal las relaciones sexuales de adultos con adolescentes y en muchas otras, como la cristiana occidental sin ir más lejos, se han admitido hasta hace relativamente poco matrimonios de adultos con niñas de doce o trece años y eso parece no ser infrecuente hoy entre los musulmanes si no ando equivocado.

Gran parte de los países occidentales ha situado la mayoría de edad para relaciones sexuales "legales" en torno a los dieciocho años, si bien todos sabemos que en muchísimos casos la iniciación sexual de los adolescentes de ambos sexos se produce antes, entre los catorce y los dieciocho. Se trata de una de esas típicas situaciones en que la norma regula una realidad social rebelde y probablemente sea sensato (es decir, conservador que es lo que quiere decir "sensatez" en este contexto) seguir así.

Sucede además que esa realidad social rebelde viene alimentada o se alimenta ella misma de una idealización literaria y artística de la sensualidad y el erotismo de la adolescencia. No es necesario ir al Marqués de Sade para dejar constancia de ello. A lo largo de la tradición cultural europea, desde el mito de Ganimedes hasta la Lolita de Nabokov, hay un retorno permanente a ese territorio oscuro y también fascinante del atractivo adolescente. Considérese a la derecha el San Juan Bautista adolescente de Michelangelo Merisi (Caravaggio), obra pintada hacia 1600 con un evidente regodeo en los aspectos más carnales de la imagen que es erótica pero no pornográfica en modo alguno. O piénsese en algunas de las figuras impúberes de Balthus o en las de su hermano Pierre Klossowsky sobre quienes Palinuro posteó en su día.

Por supuesto, al tratarse de cuestiones de juicio estético no hay modo de resultar convincente en la materia salvo para quienes estén de antemano de acuerdo con uno. Si al juicio estético se le añade como en este caso el ético esa imposibilidad se convierte en algo absoluto. Traigo un nuevo ejemplo: contémplese más abajo el cuadro del cursi de Bougereau titulado Admiración (1897). Eso sí que me parece detestablemente pornográfico en su relamida y falsa ingenuidad. Así que como el asunto es opinable, hay tradiciones y tendencias para todos los gustos y las cosas no están muy claras es acertado mantener la edad de los dieciocho años como límite y perseguir a quien se lo salte.

Pero es que en el caso que nos ocupa aquí no solo se trata de adolescentes, impúberes, en definitiva, menores de edad pero mayores de ocho o diez años, no; es que se trata de bebés, de niños de meses, de uno o dos años. Y esto sí que me deja atónito y confieso ser incapaz de comprender que alguien encuentre sexualmente atractivo a un bebé. Ciertamente que éste es un territorio muy complejo en el que hay que tener mucho cuidado a la hora de calificar unos u otros comportamientos como "aberrantes", "degenerados" o lindezas de ese tipo. Es más, me niego a admitir que haya comportamientos sexuales "aberrantes" o "degenerados" desde el punto de vista del que los practica porque, de admitirlos, abrimos la puerta a que la autoridad nos diga qué podemos y qué no podemos hacer en la cama. Otra cosa es, por supuesto, el interés de aquel sobre el que se ejerce ese comportamiento que, tratándose de niños prevalece sobre cualquier otra consideración. O sea que, aunque yo sea incapaz de comprenderlo, el comportamiento del pedófilo no será "aberrante" o "degenerado", pero es un delito, un crimen especialmente odioso.

Y vuelvo a la pregunta del comienzo: ¿qué punto oscuro tenemos los hombres para que ese delito sea específicamente masculino? ¿Qué diablos tiene en la cabeza un hombre cuando visiona complacido pornografía infantil o abusa sexualmente de un niño? Si, como dice el poeta, "en el niño sólo hay libertad" ¿qué lleva al pedófilo a arrebatársela?

(La primera imagen es una foto de Southworth Sailor, bajo licencia de Creative Commons).

El fundamento moral de la comunidad (II).

Vamos con la segunda entrega de la reseña del interesante libro de Sandel (Filosofía pública. Ensayos sobre moral y política, Barcelona, Marbot ediciones, 2008, 366 págs), la que se refiere al modo en que la jurisprudencia constitucional del Tribunal Supremo (TS) estadounidense ha tratado dos cuestiones morales que son decisivas en el debate con el liberalismo "basado en los derechos", el aborto y la homosexualidad. Me parece asimismo la parte más brillante de la obra en la que el autor toma la decisión que autoriza el aborto en la famosa sentencia de Roe v. Wade (1972) como punto de referencia para la jurisprudencia sobre la homosexualidad. De ahí que, aunque afirme que tratará ambas cuestiones, la reflexión versa casi exclusivamente sobre la homosexualidad.

Afirma Sandel de entrada que hay dos modos de condenar tanto el aborto como la homosexualidad, el que él llama "ingenuo", consistente en afirmar sin más que ambas prácticas son moralmente malas y el "sofisticado", según el cual la decisión sobre si autorizarlas o no debe reservarse a la de la mayoría sin pronunciamiento alguno previo sobre su bondad o maldad (p. 171).

El arranque del tratamiento aparece en el caso Griswold v. Connecticut (1965) en el que el TS anulaba una ley de Connecticut que prohibía el uso de preservativos argumentando que violaba el derecho a la intimidad del demandante y negando el del Estado a inmiscuirse en ella. Es decir empleaba la vía "sofisticada" en lugar de la ingenua y no se pronunciaba sobre la cuestión de fondo. Posteriormente en un caso parecido (Eisenstadt v. Daird, 1972), el TS anulaba otra ley estatal que no prohibía el uso de preservativos pero sí su distribución y daba un paso muy significativo en el entendimiento de la intimidad puesto que afirmaba el derecho de los particulares a tomar las decisiones que quisieran en el ámbito de su privacidad; es decir había un comienzo de una valoración moral positiva de la intimidad lo que, a juicio de Sandel abría ya el camino a Roe v. Wade (1972) (p. 180). En el mismo sentido había ido otra sentencia en el caso Stanley v. Georgia (1969) que afirmaba el derecho de los ciudadanos a tener materiales obscenos en la privacidad de sus hogares. Se deducía de todo ello que para el TS la intimidad está protegida por el principio de autonomía (p. 187)

Sin embargo cuando se volvió a plantear en este contexto el problema de la homosexualidad o sodomía el TS adoptó una actitud más estricta y en Bowers v. Hardwick (1986) afirmó que aquel principio de autonomía que cubría la intimidad afectaba a la pornografía, el uso y/o distribución de preservativos o el aborto, pero que nada se había dicho de la sodomía, que continuaba siendo un comportamiento vituperable y delictivo. Bowers v. Hardwick contó con un interesante voto particular discrepante del juez Blackmun que argumentaba que pues el derecho de intimidad en las relaciones sexuales protegía la libertad del individuo para elegir la forma que quisiera darles, ese derecho tenía que amparar también las relaciones homosexuales. (p. 184)

Hasta aquí llegaba la construcción jurisprudencial del TS del derecho a la intimidad, argumentada en función del principio de autonomía enarbolado por el liberalismo "basado en derechos" que a nuestro autor le parece criticable por dos razones: 1ª) porque no está claro que se vaya a alcanzar siempre un acuerdo suficiente para la autonomía y siempre ha de haber algún tipo de acuerdo y, sobre todo, 2ª) porque la calidad del respeto que garantiza a ese derecho que dice proteger es muy baja. Asegura Sandel, con mucha razón: "el intento de dejar al margen las cuestiones morales topa con sus propias dificultades, unas dificultades que dan la razón a la visión "ingenua", según la cual la justicia o la injusticia de las leyes contra el aborto y la conducta homosexual tiene algo que ver finalmente con la moralidad o la inmoralidad de las prácticas en cuestión (p. 195)

Por si lo anterior parece algo abstracto, Sandel da cuenta de cómo Bowers v. Hardwick fue revocada por la decisión Lawrence v. Texas (2003) que anulaba una ley del Estado de Texas que penalizaba lo que llamaba "relaciones sexuales desviadas" (p. 196) afirmando a las claras, no ya el derecho de cada cual a hacer de su capa un sayo en el seno de su intimidad, sino la legitimidad moral de la homosexualidad (p. 197), esto es, el hecho de que los bienes morales que se procuran (y hay que proteger) con las relaciones heterosexuales son los mismos que los que se procuran con las homosexuales. Por eso concluye triunfantemente Sandel que: "...ni la tolerancia liberal ni la sumisión al principio de la mayoría pueden evitar la necesidad de la argumentación moral sustantiva" (p. 198) que, además de coronar el debate sintetiza admirablemente el punto principal de contradicción que el autor tiene con los liberales estilo Rawls.

Queda para mañana ver sí en el terreno más estrictamente filosófico-político Sandel se impone tan bien como en el filosófico-jurídico.

dijous, 2 d’octubre del 2008

¿Y si nacionalizamos la banca?

Finalmente por 74 votos a favor y 25 en contra una coalición bipartidista de senadores aprobó el plan de los señores Bush y Paulson con la evidente intención de animar a la Cámara de Representantes a que haga lo mismo mañana. Para ganarse su favor ha introducido más enmiendas en el proyecto de ley, entre ellas, 150.000 millones de dólares para exenciones fiscales y un aumento de la cuantía de las imposiciones bancarias aseguradas desde los 100.000 dólares actuales (unos 63.000 euros) actuales hasta los 250.000 (unos 150.000euros). A la vista de lo que ha pasado ya y de lo que está pasando es de celebrar que los políticos, tanto los parlamentarios como los ejecutivos y tanto aquí como allí se hayan dado cuenta de que éste es un aspecto vital si se quiere que el personal no se ponga nervioso. Porque repito mi pregunta final del post de ayer: si los bancos no confían unos en los otros ¿cómo quieren que los clientes confiemos en ellos? Por supuesto no es que los banqueros no conozcan la respuesta ya que si fueran tan tontos no serían banqueros; es que su codicia no les deja formularla pues consiste simplemente en asegurar los depósitos de los clientes. Lo han hecho los políticos; lo han hecho los gringos y están pensándoselo los europeos. Al respecto es enternecedora la actitud de los gobernantes españoles: aseguran que la banca patria es más sólida que el fuerte de El Morro, cosa que dice el señor Solbes. Sí, sí, exactamente, el señor Solbes. Así les parece que la gente se quedará tranquila con ese seguro de 20.000 euros por impositor y entidad, el más bajo de Europa. Veremos qué sucede al primer tropiezo que haya y si no se produce una estampida.

Lo que está quedando cada vez más claro en esta crisis de "confianza", de "crédito", de "liquidez", de lo que sea es que en el gremio de los banqueros, como en la viña del Señor, hay de todo. Muchos, además de estafadores e ineptos son sanguijuelas; no todos, pues hay otra banca que me resisto a calificar de "honrada" en el sentido en que llamamos "honrado" al sastre o al frutero pero sí "legal". Y todos en general dicen a la gente que confíe en ellos, que no se ponga nerviosa pues ya viene el 7º de caballería en su auxilio, pero que no conceden hipotecas ni créditos. Es decir, quieren tu dinero, están locos por captar fondos, pero no te prestan el suyo. Y hay más y todavía peor: como los bancos no confían unos en los otros, suben el tipo de interés a que se prestan entre sí el dinero, lo que hace que suba a su vez el euribor que es lo que se toma como base para calcular las hipotecas. O sea, como los bancos no confían entre ellos, esa desconfianza la pagan los clientes. No está mal, ¿eh?

Es bastante probable que la Cámara de Representantes vote a favor del plan el viernes pues, si no lo hace así, el lunes siguiente puede haber un terremoto que no se llevaría por delante al capitalismo porque nadie sabe con qué sustituirlo pero lo dejaría muy tocado y en manos de intervencionistas impenitentes. Pero aunque el Congreso en pleno salve el plan, lo que ya no tiene remedio es la recesión de la economía norteamericana, la real, la tangible, de la que vive el noventa y cinco por ciento de los ciudadanos. Noventa mil personas han perdido ya sus casas por impago de hipotecas y muchas más las perderán si el plan no actúa con la suficiente celeridad para impedirlo (puesto que prevé medidas para hacerlo), el índice de producción industrial ha descendido por segundo mes consecutivo, para el viernes se esperan malas noticias en el empleo, no hay crédito y los fondos de pensiones están en el alero. Una recesión en los EEUU en un mundo globalizado puede ser una recesión en todo el planeta. En definitiva, un desastre del que nadie aventura que podamos salir antes de 2010.

En medio de tal desastre, la única buena noticia es que, según parece, el senador Obama ha recuperado la línea ascendente en los sondeos y ya saca nueve puntos de ventaja al senador McCain. Mira por dónde va a resultar al final que el desastre del mercado ya no lo arregla mano invisible alguna en la que dicen creer los neocons (y digo "dicen" porque está claro que no es así, que no creen en ella más de lo que creen en el paño de la Verónica) sino la mano bien negra y visible de un presidente intervencionista. Veintiocho años después de la elección de Mr. Ronald Reagan resulta que el problema sí es el mercado y la solución sí es el Estado. Por eso, ¿qué tal si nos animamos y pensamos que la solución que vale para tiempos de crisis, esto es, la nacionalización de la banca, puede valer para los más tranquilos? ¿Qué tal si nacionalizamos la banca? Porque está claro: la nación se queda con la banca o la banca se queda con la nación.

(La imagen es una foto de jcolman, bajo licencia de Creative Commons).

El fundamento moral de la comunidad (I).

Sandel (Filosofía pública. Ensayos sobre moral y política, Barcelona, Marbot ediciones, 2008, 366 págs) es uno de los más interesantes filósofos políticos contemporáneos. Pertenece a la corriente comunitarista, cosa que se echa de ver en que, como todos los comunitaristas, no está conforme con el calificativo.

En este libro reúne una serie de ensayos y artículos, unos extensos y otros muy breves que han venido apareciendo en distintos lugares desde el decenio de 1980 hasta hace poco. Los ha recopilado siguiendo un criterio de unidad de contenido o intencionalidad y lo ha conseguido tanto que a veces es un poco reiterativo. Por ejemplo, una descripción de la evolución digamos "político-filosófica" de los EEUU desde la "nacionalización" del país en tiempos del primer Roosevelt al New Deal del segundo aparece como tres veces en distintos apartados. No obstante estas repeticiones, cuando son teóricas en lugar de meramente históricas, son bien venidas porque ayudan a entender mejor el pensamiento del autor que es denso y profundo. Por ejemplo, la mención sobre las dos formas primeras del liberalismo anterior al liberalismo "basado en los derechos" o "progresista" de John Rawls, en concreto la utilitarista y la kantiana aclara bastante su perspectiva de crítica al primero, cuestión a la que ha dedicado buena parte de su vida y la tercera de este volumen.

Los otras dos, de las que me ocuparé en esta primera entrega de la reseña, esto es, La vida cívica estadounidense y Argumentos morales y políticos versan sobre aspectos más concretos y prácticos y se dan en territorios históricos, hasta periodísticos e incluso jurídicos. En el jurídico me entretendré algo más porque es muy interesante al versar sobre el tratamiento constitucional en jurisprudencia del Tribunal Supremo de los EEUU de la cuestión del derecho de aborto (esa sentencia Roe v. Wade de 1972 que al parecer es la única con la que la gobernadora Palin no coincide) y la no menos controvertida de la homosexualidad.

Es curioso comprobar que Sandel, que es hombre de concepciones que pueden llamarse "progresistas" en el ámbito moral, sólo polemiza con filósofos liberales-progresistas, muy poco con liberales-libertarios (Nozick, por ejemplo, al que acusa de haber instrumentalizado el pragmatismo de Dewey en favor de su liberalismo de neutralidad moral del Estado) y nada con los conservadores por no hablar de los neoconservadores.

En su polémica con los liberales "progresistas", si lo he entendido bien, sus argumentos son:

**que los liberales "progresistas" parten de una idea equivocada del ser humano como ser dotado de autonomía en cuanto que competente para determinar sus propios fines, lo que tiene todo el sentido kantiano, pero no sólo kantiano ya que dicha autonomía también se entiende como condición primera, siendo así que, para Sandel, en el ser humano importa mucho su comunidad de origen que no entra en su autonomía;
**que ese ser autónomo a veces incurre en conflicto con el creciente poder de otras instancias, como empresas, etc (pp. 31, 77/78) que amenazan su autonomía. Las respuestas, entiende Sandel en el campo práctico fueron la "nacionalización del país" a cargo de Teddy Roosevelt, el New Deal a cargo de Franklin D. Roosevelt (p. 57) y ahora estamos en el tercer conflicto de la globalización y habrá que ver cómo se resuelve la propuesta cosmopolita que duda Sandel pueda generar la suficiente lealtad cívica, condición necesaria para mantener un orden político democrático (pp. 50/51);

**que, consecuencia de estos errores, se produce otro cuando los liberales progresistas tratan de resolver problemas morales sosteniendo que, como no tienen solución, el Estado democrático debe ser neutral (p. 35), cosa que Sandel considera tan poco posible (amén de no recomendable) que, en un momento, recaba de los demócratas (del Partido Demócrata) que dejen esa posición de neutralidad moral (p. 67) y que la dejen porque es indefendible a su juicio a nada que uno se pregunte por qué en cambio el Estado no puede ser neutral también respecto a determinados valores del liberalismo como la tolerancia o la imparcialidad del propio Estado (p. 207);

**que estos errores proceden de que los liberales "progresistas" (y mucho menos los libertarios) no entienden las ideas básicas del comunitarismo que consisten en sostener que los seres humanos son en buena medida producto de la comunidad en que nacen, se hacen en ella y conservan siempre una peculiar relación con ella. Así, en la controversia sobre qué tipo de normas son justas, cuando Rawls dice que las que no tienen nada que ver con comunidad o sistema alguno de valores, Sandel dice que sí, que las de la comunidad en que se da esa justicia. Pero, a diferencia de Rawls, que es tajante, él mismo se mantiene en la ambigüedad ya que tampoco está dispuesto a sostener que justicia sean simplemente las normas de la comunidad;

**que en todo caso, en los conflictos morales no ve por qué no cabe atender a la existencia de algo en lo que pueda haber acuerdo que se llame "bien común" y no que sea bien común porque haya acuerdo, sino que haya acuerdo porque sea el bien común, para lo cual tiene sentido preguntarse por el valor intrínseco de las cuestiones morales;

**los seres humanos, así "comunitarizados", digamos, cuentan con unos "cuerpos intermedios", se entiende entre el individuo y la colectividad, trátese esta de la nación o de la cosmópolis. Echa Sandel mano de Robert F. Kennedy, el asesinado hermano del asesinado presidente John F. Kennedy, para probar que el comunitarismo está más extendido de lo que se cree: La veta cívica de la política de Kennedy le permitía abordar las mismas inquietudes de finales de los sesenta que han perdurado hasta nuestros días: la desconfianza hacia el gobierno, la sensación de pérdida de poder e influencia, y el temor de que el tejido moral de la comunidad se esté desintegrando." (p. 93) (Negritas, mías). De todas formas, cada vez que oigo hablar de "cuerpos intermedios" me acuerdo de los hugonotes de la Vindiciae y luego del siglo XVIII y de ahí no paso. Porque suena raro eso de los "cuerpos intermedios", suena a corporativista y pian piano a orgánico. La verdad es que eso del "comunitarismo", que tanto trae también a la memoria la Gemeinschaft de Tönnies no tiene buen cartel en la tradición liberal se entiende;

**que hemos de preguntar siempre por las cuestiones del bien común, los valores morales, porque somos de la comunidad. Supongo que en la medida en que el neoconservadurismo tiene mucha herencia de la actitud de Leo Strauss hacia las cuestiones morales ("No existe la moral, ni el bien ni el mal; y desde luego toda noción de un más allá es un cuento de viejas"), Sandel no podría ser jamás un neoconservador;

**que estas ideas, postulados, teorías comunitaristas tienen algunos efectos prácticos. Por ejemplo:

***las loterias del Estado son inmorales (p. 103);

***la publicidad en las aulas fomenta la corrupción y de los chavales (p. 110);

***es absolutamente condenable que el deporte, que es un elemento vital en la formación de la identidad cívica de los ciudadanos, esté convertido en un negocio (p. 119);

***la discriminación positiva que, si se argumenta según criterios de liberalismo basado en derechos queda sin defensa posible, resulta sin embargo convincente y sólida si se entiende como elemento importante para el bien común (p. 148), es decir, en perspectiva moral;

***el suicidio asistido, defendido como "derecho" por un impresionante elenco de filósofos liberales (Dworkin, Nagel, Nozick, Rawls, Scanlon y Thomson) no acaba de convencer, no tiene defensa a secas y, si no ando errado, sólo puede argumentarse de modo casuístico (p. 163);

Hasta aquí la primera entrega de esta reseña que tendrá tres. La de mañana, sobre la jurisprudencia del Tribunal Supremo de los EEUU en materia de aborto y homosexualidad. La de pasado, sobre el examen y crítica de Rawls por obra de Sandel.

La obra de Sandel es muy interesante, vista como una especie de comunitarismo progresista. Su crítica al liberalismo es una crítica llena de empatía. Coincide con éste en muchos fines, pero muy poco en los medios. En general y como nos pasa a todos, es mucho mejor en la crítica que hace que en la defensa de su propia posición. Si lo sabrá él que la niega por suya (como Pedro negó al Señor tres veces) y que cierra su obra con un capítulo sobre Los límites el comunitarismo.

dimecres, 1 d’octubre del 2008

Lógica de la catástrofe.

El lunes, cuando todo el mundo daba por aprobado el plan de rescate del señor Bush, las bolsas se despeñaron. El martes, cuando el plan había sido rechazado en votación negativa en el Capitolio, las bolsas subieron. ¿Alguna explicación? A estas horas hay cientos. Cada cual puede escoger la que mejor le parezca. La que más me gusta es la que dice que los tiburones de Wall Street fueron a la baja el lunes para presionar a los representantes y obligarlos a aceptar el plan que venía precedido por la apocalíptica oratoria del presidente: aceptad lo que os proponemos o ateneos a las consecuencias. Como el chantaje no tuvo efecto, el martes era jornada ordinaria con algunas ganancias a la espera de posteriores momentos de tensión.

Mientras tanto la crisis cruzaba el charco y empezaban a caer las primeras torres financieras del viejo continente, con unos gobiernos que no perdieron ni un segundo en correr en auxilio de los que vacilaban y en nacionalizar lo que hiciera falta. Al propio tiempo todos miraban enfurecidos a los EEUU y algunos exigían en tono perentorio a los gringos que aprobaran sin dilaciones el famoso plan de rescate, por ejemplo Frau Merkel muy irritada además por el desastre electoral del partido hermano en Baviera (los alemanes de la CSU llaman "desastre" electoral a perder la mayoría absoluta por primera vez en cuarenta años) y la inestabilidad en su país.

Lo que temen las autoridades europeas, tanto políticas como financieras, es una extensión de la crisis en Europa que pueda tomar la forma de un pánico bancario si la gente empieza a pensar que el dinero no está seguro en los bancos. De ahí que se hayan multiplicado las declaraciones tranquilizadoras aun a riesgo de que produzcan un efecto contradictorio. Algunos han sido más contundentes. Un gobierno tan ultraliberal como el irlandés ha salido a tranquilizar al personal garantizando los depósitos para los dos próximos años.

Nadie parece tener idea clara alguna sobre la naturaleza de esta crisis fuera de las explicaciones sobre las subprime que se repiten de artículo en artículo y que tienen una fuerza aclaratoria bastante limitada. Parece que si las presiones, chantajes y amenazas de los tiburones financieros y la Casa Blanca producen su efecto, el Congreso aprobará finalmente el plan de rescate propuesto por la Administración Bush... si bien ya no es el viejo plan de rescate porque ha sido enmendado para que en lugar de ser una pura estafa, se parezca algo más a un plan con garantías para quienes en último témino van a pechar con su coste que son los contribuyentes estadounidenses y por fatal extensión de las cosas, los del mundo entero.


Digresión.Tiene gracia por arrobas, ¿Se acuerdan del lema con el que empezó la guerra de independencia norteamericana de no taxation without representation? Eso es exactamente lo que está pasando ahora: los congresistas norteamericanos van a votar sí o no a un gigantesco plan de salvamento financiero con dineros públicos que habrán de aprestar los contribuyentes norteamericanos y todos los demás. Con sus escasas luces, Mr. Matorral lo dijo ayer claramente desde la Casa Blanca: I am disappointed by the outcome, but I assure our citizens and citizens around the world that this is not the end of the legislative process ("Me ha decepcionado el resultado" -de la votación en el Capitolio- "pero aseguro a nuestros ciudadanos y a los ciudadanos de todo el mundo que éste no es el final del procedimiento legislativo"). Tal cual.


Para mayor perplejidad, ya hay voces autorizadas que dicen que, aunque el plan se apruebe, no dará resultado. Lean, si no, el artículo de Paul Stiglitz que publica hoy El País, titulado El 'blues' del rescate de Wall Street. Nadie entiende nada allí y nadie entiende nada aquí. Sólo sabemos que estamos al borde de un pánico bancario que puede acabar en un "corralito" global. Y eso que los mercados, según repiten como loros los neoliberales, se autorregulan; si no, íbamos apañados. Así que las continuas intervenciones "tranquilizadoras" de las autoridades sólo consiguen poner más nervioso al personal; por ejemplo, ayer el señor Solbes, diciendo casi para su coleto que "no tenía duda alguna de que los ahorros de los españoles están muy seguros". Porque si esta crisis es de crédito, de confianza, si no hay liquidez porque los bancos no se fían unos de otros ¿cómo quieren que los clientes se fíen de ellos?

(Las imágenes son sendos grabados de George Grosz llamados Die Besitzkröten ("Los sapos poseedores") 1920/21 el primero e Inflation (inflación), 1923, el segundo.)

Hitler era austriaco.

Ya, ya sé que no hay que exagerar ni ponerse nervioso pero es que el resultado de las elecciones legislativas austriacas del domingo es muy desagradable y deja ver que entre estos "alemanes del Este" siguen siendo muy fuertes las tendencias a la extrema derecha. Ya en las elecciones parlamentarias de 1999, el llamado Partido Liberal Austriaco (FPÖ) que de liberal no tenía nada al estar dirigido por el nazi hijo de nazis Jörg Haider, quedó segundo después del Partido Socialdemócrata Austriaco (SPÖ) y por delante del Partido Popular Austriaco (ÖVP), demócrata cristiano muy de derecha. Hubiera correspondido entonces renovar la gran coalición entre socialdemócratas y democristianos para cerrar el paso a los nazis, pero las negociaciones fracasaron boicoteadas por el Partido Popular y, así, el entonces presidente de Austria, Thomas Klestil, como en su día Von Hindenburg en Alemania, tuvo que dar paso a los nazis en el Gobierno. Es cierto que, a diferencia de lo que pasó en 1933, los nazis austriacos llegaban en coalición con los democristianos y, a pesar de tener más votos que estos, hubieron de aceptar la vicecancillería ya que canciller fue nombrado Wolfgang Schüssel, quien conservó el cargo hasta las pasadas elecciones de 2006. De todos modos el FPÖ consiguió lo que se proponía: que habiera nazis en un Gobierno europeo por primera vez desde la IIª Guerra Mundial. Los otros países de la UE protestaron, levantaron un cordón sanitario en torno al gobierno austriaco pero, al final, acabaron por ceder y hacer negocios con él.

En el ínterin, dada la turbulenta personalidad de estos nazis hubo escisión en el FPÖ, del que se separó Herr Haider, por entonces gobernador del Land de Carintia, quien formó un nuevo partido nazi, la Alianza por el Futuro de Austria (BZÖ). De las elecciones de 2006 salió una incómoda renovación de la gran coalición socialdemócratas-democristianos, continuamente boicoteada por el ala conservadora de éstos, dirigida por el inevitable Schüssel, hasta que, tras dieciocho meses de gobierno, hubo que convocar las elecciones anticipadas cuyo resultado vimos el domingo pasado y que es el siguiente:

Socialdemócratas: 29,7% del voto (35,3% en 2006) = 58 escaños (68 en 2006).

Democristianos: 25,6% del voto (34,3% en 2006) = 50 escaños (66 en 2006).

"Liberales" (o sea, nazis 1): 18% (11% en 2006) = 35 escaños (21 en 2006).

Alianza (nazis 2): 11% (4,1% en 2006) = 21 escaños (7 en 2006).

Verdes: 9,8% (11,1% en 2006) = 19 escaños (21 en 2006).

Es decir, derrota sin paliativos para los dos partidos mayoritarios que recogen sus peores resultados en la historia de la República, retroceso para los verdes y desaparición de dos partidos menores (el Foro Liberal y el Partido Tirolés) que no superan el 4% de barrera legal. Triunfo indudable de los dos partidos nazis, esos que quieren limpiar Austria de "basura extranjera" y otras lindezas. Queda para otro post explicar la curiosa mezcla ideológica de estos nuevos nazis que en Austria, como en Alemania, conjugan un discurso ecologista, partidario del viejo Estado del bienestar (ahora que hasta los socialdemócratas parecen abandonarlo) con la habitual diatriba ultranacionalista y xenófoba de Austria para los austriacos, los empleos, la seguridad social y el aire limpio para los austriacos, bla, bla, bla. Algo así como lo que ya estaría diciendo aquí el señor Rajoy si no se le echara encima la prensa masona. Queda para otro post pero no quepa duda de que con la mezcla de ecologismo, Estado del bienestar y ultraderechismo ocurre como con la conjugación hitleriana de nacionalismo y socialismo, esto es, que lo del socialismo era mentira; como aquí el ecologismo y el Estado del bienestar.

Teorías aparte, la cuestión más urgente ahora es quién va a gobernar en Austria. Los socialdemócratas quieren volver a la gran coalición con los demócratacristianos; pero no está claro qué quieran estos pues piensan que tal coalición fue la gran derrotada en las elecciones. Ha habido renovación en ambos partidos. El candidato socialdemócrata a la cancillería, Werner Faymann, sucede al ya excanciller Alfred Gusenbauer y el candidato democristiano, Joseph Pröll, sucede al anterior secretario general, Wilhelm Molterer, quien dimitió de repente el lunes para ver de cortocircuitar al siempre poderoso Wolfgang Schüssel e impedir que consiga imponer una nueva coalición de la derecha con la extrema derecha nazi. La cuestión es si, a la vista de los resultados, eso puede impedirse, ya que, fuera de la gran coalición, la única posibilidad que queda a los socialdemócratas es un gobierno en minoría que seguramente no cumpliría ni los cien días de cortesía.

(La imagen es un cartel alemán de propaganda de 1936).