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divendres, 3 d’agost del 2018

Unidad de acción y unidad de reacción

Pablo Casado no está en situación de exigir mucho. Primeramente tendrá que salir limpio de sus líos procesales y estos pintan oscuros para sus ambiciones, incluso descontado el bajísimo umbral de tolerancia del PP. Tampoco Sánchez está en posición de resistir muchas presiones. Con 85 diputados no puede sacar adelante propuesta alguna sin el apoyo de la oposición. 

Junto a estos, los otros dos partidos estatales, Podemos y C's, no salen mejor parados. Según el barómetro del CIS, C's comparte incómodo ascensor descendente con el PP y Podemos se despeña a las bajuras del mejor Anguita en los últimos años de la guerra contra los Sarracenos. Barrunto granizada de críticas al CIS, bajo dominio de la alta cocina de Tezanos, encargado de certificar demoscópicamente el fin del Sorpasso. 

No obstante, no es esto lo significativo del caos político en que se encuentra España sino el hecho evidente de que, por descompuestos que anden los partidos españoles, recuperan férrea unidad a la orden del mando frante al independentismo catalán. Los tres partidos dinásticos forman una piña unionista, recubierta de una tenue capa de posibilismo de Podemos. Santiago y cierra España. La unidad unionista es única.

Y ¿qué pasado con la unidad independentista, hasta ahora la gran baza, el elemento esencial del republicanismo catalán? No se encuentra en su mejor momento. Frente a la unidad del nacionalismo español, lo peor que puede ofrecer el independetismo es la ruptura de su unidad. Eso es lo que su adversario lleva años tratando de conseguir.

El escrache de los CDR ayer a la sede de ERC no ayuda a consolidar y hacer más efectiva la unidad independentista. Nadie niega el derecho a reclamar lo que reclaman: desobedecer o dimitir. Pero eso no es cosa que pueda producirse así, con intimidación. Sobre todo porque los destinatarios de esa exigencia representan unas organizaciones con unos militantes que los substituirán por otros de muy similar pensamiento y actuación. Y sin contar el efecto que estos actos tienen en la represión que sufren los presos y presas. La aparente rapidez y contundencia de una actitud adoptada sin elementos materiales reales acaba siendo la mejor forma de entrar en una espiral de confusión dañina para el conjunto del movimiento. A la hora de tomar decisiones deben estar todos y sin coacciones. Es mucho lo que está en juego.

Tampoco ayuda la declaración de Rufian de que si él hubiese sido Puigdemont se hubiera quedado en Catalunya. Pudiera ser, desde luego, pero se trata de una cuestión contrafáctica, dado que Rufian no era ni es Puigdemont. La cuestión es el fondo del asunto y desde qué perspectiva se invoca. Si se hace desde una visión personal, poco hay que decir. Cada cual es cada cual. Si se hace desde una perspectiva política, el asunto cambia porque equivale a decir que el exilio de Puigdemont ha sido un error. Sin embargo, si algo ha quedado claro en el último año es que dicho exilio ha internacionalizado el procés y abierto el paso a la victoria del presidente sobre el Estado español y, en buena medida, a la de la República Catalana independiente. Y ello sin desmerecer un ápice el valor, la importancia y la eficacia de quienes están en la cárcel. Nadie es más que nadie en el viaje cap a la República.

Un viaje que solo llegará a feliz término si todos los independentistas viajan en el mismo tren, aunque sea en vagones distintos.

dimarts, 22 d’agost del 2017

Del Rey abajo, todos

Los de la CUP son muy doctrinarios. Pero cuentan con la ventaja de su imprescindible aportación parlamentaria. Esta obliga a los otros a tomarse en serio el doctrinarismo en lugar de rechazarlo displicentemente, metiéndolo en el saco del "radicalismo", como suele suceder. Como hace Rajoy, quien rechaza por radical todo aquello que no comprende.

En el caso del Rey, el doctrinarismo ha saltado como un resorte, impulsado también por esa escenificación de pompa rosa a costa de los heridos hospitalizados para consumo de masas. El Rey no está (ni falta que hace) en los momentos difíciles, pero sí aparece a hacerse fotos con los damnificados. Añádese a ello la consideración doctrinal del sentido de una manifestación de protesta (y unidad y etc.) contra un terrorismo financiado por Estados con los que hace negocios el Jefe del Estado que la preside. El asunto no es muy lógico pues la monarquía saudí no pasa las armas que compra en España a los terroristas del Daesh, sino que los financia. Pero, en todo caso, de negocios se trata con quien no respeta los derechos humanos y financia terroristas. Y realizados por quien, siendo Rey, contradice el espíritu republicano no solo de la CUP sino del conjunto del independentismo.

La doctrina parece haber vencido y el Rey no irá a la manifestación o, de ir, no la encabezará. Dadas las circunstacias, es lo más sensato que puede hacer. Pero, al mismo tiempo, la Casa Real y el gobierno no parecen calibrar la conclusión obvia de que la monarquía ha dejado de existir en Cataluña. Durante el atentado y sus turbulencias posteriores el que hizo acto de ausencia fue el gobierno y, con él, el Estado en su dimensión institucional. Los catalanes se bastaron para gestionar la crisis con eficacia y rapidez y los ministros del gobierno central -buen ejemplo ese Zoido de Interior- se limitaron a hacer el ridículo. 

Ahora, el que se declara ausente es el Estado en dimensión simbólica. Cataluña es una República y el Rey de España asiste a sus actos como un ciudadano. Algo absurdo desde el punto de vista monárquico. Pero es que el punto de vista monárquico cuenta ya poco o nada. 

Esa es la conclusión del doctrinarismo de la CUP: el cuestionamiento de la institución monárquica que lleva años bajo mínimos en la opinión pública. Solo sostenida por el compromiso de los dos partidos dinásticos y casi todos los medios de comunicación. Carece de legitimidad, no tiene prestigio ni es eficaz. 

¿Por qué se mantiene? Esencialmente por la inercia de un sistema político en crisis y la cobardía de una izquierda que nunca ve llegado el momento de plantear la necesidad de una República mediante un referéndum. 

Justamente, ese es el resultado del doctrinarismo de la CUP: señalar que el Rey está desnudo y abrir de paso un debate sobre el sentido de la Monarquía actualmente en España. En Cataluña está ya decidido. La atrocidad de la Rambla puede haber puesto en marcha el desmantelamiento del sistema político de la tercera restauración.

diumenge, 23 de juliol del 2017

El fracaso de la izquierda

Los dos partidos, PSOE y Podemos, dicen ser de izquierda. En ambos hay militantes muy críticos con el otro; con el PSOE por neoliberal y con Podemos por populista. Pero no es el mayor problema al que los dos se enfrentan. Sus respectivas circunstancias internas no reflejan la unidad de criterio esperable en los partidos. El PSOE sigue bastante fracturado después de las primarias. La victoria de Sánchez no ha pacificado del todo la organización. Se mantienen federaciones y agrupaciones conflictivas y enfrentadas en controversias personales, ideológicas y estratégicas, todas mezcladas. 

Podemos, a su vez, aun está más fragmentado. No es un partido al uso, sino un mosaico irregular, compuesto con teselas de distinta naturaleza en las que, además de las personales, ideológicas y estratégicas, se dan las orgánicas, pues se trata de una amalgama de confluencias, fusiones y semifusiones. Paradójicamente el factor que mantiene la unidad de esta organización surgida de un espíritu antisistema es el hecho de haberse integrado en ese sistema y estar actuando a través de cargos públicos. La unidad la procuran las instituciones. Veremos si se mantiene en periodo electoral.

Este aspecto apunta a la razón del fracaso, al menos por ahora, de la colaboración y unidad entre las izquierdas. Es decir, la razón no reside en las discrepancias y regañinas por asuntos concretos. Con todo y ser estos importantes pues, en efecto, el comportamiento del PSOE en la comisión de investigación sobre las fechorías de Interior no es de recibo, no son decisivos. Nada que no se pudiera arreglar o convenir para el futuro en una colaboración que recién empieza. 

La razón de este fracaso es de otra índole y tiene mas que ver con la acción institucional de ambas fuerzas y, sobre todo, con el hecho de que las dos la articulen en el terreno legal de las elecciones, lo que plantea unas exigencias de moderación del mensaje para no ahuyentar a los votantes. La moderación suele darse al precio de la imprecisión, la confusión más o menos deliberadas. En verdad, ninguna de las dos partes tiene un programa claro y coherente de carácter general (eso que suelen llamar "el proyecto" y siempre lo mencionan para acusar al otro de carecer de él) y esa falta no se compensa desgranando listas interminables de medidas concretas habitualmente ilusorias. 

La situación de carencia es la misma en las dos formaciones de la izquierda, y responsable principal de la falta de entendimiento. Ciertamente, hay diferencias cuantitativas. La estrategia del PSOE es más imprecisa que la de Podemos, pero ambas se circunscriben al mismo terreno de juego; solo que una juega más en el extremo que la otra y su frase es más radical. Dicho en plata, los dos son ya partidos dinásticos, aunque con algunas diferencias retóricas. 

Es fácil demostrar la concomitancia de ambas en la dinámica del sistema. Basta atender a sus discursos y ver cómo ambos propugnan reformas sin cuestionar los fundamentos ideológicos mismos que las sostendrán, el postulado de una nación española coincidente con el Estado y con la forma política de este.

Justamente, este es el punto más significativo (aunque no el único ni mucho menos) de la discordancia: la República. Las dos organizaciones están compuestas en su inmensa mayoría por republicanos. Sin embargo, la opción republicana es explícitamente rechazada en el caso del PSOE y deliberadamente olvidada en el de Podemos. La República no es una prioridad.

Pero es un elemento constitutivo esencial, prioritario, del independentismo catalán que, al plantearse como republicano pone a la izquierda española ante el espejo de sus propias vergüenzas. Tanto más cuanto que la dinastía reinante en España, por el origen reciente y por su ejercicio, no puede aspirar ni de lejos al grado de apoyo popular que tienen otras monarquías europeas.

Y esa es una de las dos razones por las que las izquierdas españolas (que tampoco se ponen de acuerdo entre sí) no consiguen entenderse con los independentistas catalanes. La otra, por supuesto, es el propio independentismo y el nacionalismo español elemento común a ambas izquierdas hispanas. 

El programa independentista tiene, claro, una faceta nacional, pero también la tiene política y social. En definitiva, es una revolución. De nuevo tipo, pacífica y democrática, pero revolución. Y la falta de entendimiento con las izquierdas españolas, al menos con la que dice ser la "verdadera", prueba que la actividad institucional ha hecho perder a esta el olfato revolucionario del que presumía.

La falta de entendimiento con el independentismo catalán es en lo único en que las dos izquierdas españolas coinciden, aunque con matices. En todo lo demás, discrepan. No pueden entenderse porque cada una desconfía de los objetivos estratégicos de la otra y con razón pues ninguna de ellas tiene claros los suyos. 

Y no los tienen porque las dos han aceptado jugar en el terreno marcado por la derecha.

dissabte, 1 d’abril del 2017

Las izquierdas y el unicornio

Los partidos de la izquierda son muy variados, tienen orígenes distintos, formas de organizarse diversas y, los de ahora, echan imaginación al asunto y se adjudican nombres infrecuentes: Podemos, En común, En Marea, Compromís. Los otros, los viejos, el PSOE y el PCE tienen nombres clásicos que tampoco dejan mucho campo a la fantasía: Partido Comunista Democrático, por ejemplo, suena como una broma y Partido Socialista Español parecería una traición a ese núcleo obrero que ya no pinta mucho en un partido tan institucionalizado, pero sigue existiendo.

El caso es que, aun con estas diversificaciones, con esta realidad magmática de las izquierdas, todas ellas tienen dos elementos en común: 1) se llevan a matar entre sí y 2) se pasan el día hablando de unidad. Respecto a cómo incide en la práctica real la presente bronca del PSOE diremos algo mañana cuando se sepa qué ha decidido el Comité Federal y tengamos alguna pista sobre si la caudilla Díaz piensa presentar las cuentas de sus gastos.

De momento hacemos alto en el camino a ver qué se cuece en el pandemónium que tiene organizado Podemos con sus tres listas (pablistas, errejonistas y fachinistas) con las que concurre, en encomiable espíritu unitario, al órgano dirigente de los Comuns que lideran Colau y Domènech, cuyas relaciones con la sede central de Podemos son problemáticas. La espantada de Dante Fachín pone la peripecia catalana en situación similar a la de En Marea hace unas fechas. Los podemistas gallegos se negaron a integrarse y la epifanía repentina de Pablo Iglesias los recondujo al redil. Pero eso es muy difícil en Cataluña, por no decir, imposible. Hasta el punto de que el reportaje de El Confidencial da por desaparecido a Podemos en Cataluña. Quizá sea prematuro, pero ese camino lleva por los dos atajos de toda izquierda española: el atajo de sus permanentes peleas internas y el atajo de su falta de comprensión de la realidad fundamentalmente fragmentada de España. Creyeron que bastaba hacer concesiones de boquilla a las izquierdas nacionalistas, como suele suceder en la Meseta, y todo se arreglaría. No es así ni lo será nunca.

Es muy de sañalar cómo, al comienzo de su fulgurante andadura, Podemos trajo un discurso que pretendía innovador por consistir en una mezcla de conceptos gramscianos y del neopopulismo de Laclau. ¿Qué se quería conseguir con esto? Un bloque mayoritario nacional-popular capaz de ganar elecciones. La expresión más de moda llegó a ser "construir pueblo", como el que hace un dique. Héteme aquí, sin embargo, que la dura realidad no puso en tela de juicio la eficacia de ese "construir", sino el contenido del vocablo "pueblo", aquí y ahora. ¿De qué pueblo se habla? Y, ya puestos, ¿de qué nación?

Inventarse una nación española capaz de incluir a las otras de modo voluntario, supuesto que pudiera lograrse, no se hace de la noche a la mañana. Y menos a base de una consigna de vuelo teórico en otras latitudes e ignorando el sempiterno conflicto del país en los últimos ciento cincuenta años que raramente se reconoce en la historiografía oficial.

Pero tampoco sirve de nada seguir manteniendo la ilusión del partido-instrumento, unido y firme bajo la guía de un líder esclarecido, que recoge la tradición leninista que el actual secretario general alienta gracias a los consejos de sus asesores comunistas, Garzón, Monereo, Anguita. Ese partido neobolchevique en España es imposible y no porque el esclarecido líder sea el peor valorado sistemáticamente en todos los barómetros sino porque el carácter fragmentario, de mosaico, de la izquierda española lo impide. En Cataluña habrá Comuns; en Galicia, En Marea; en Madrid, Podemos (y no en todo Madrid; el ayuntamiento va por su cuenta); en Andalucía, algo distinto. Lo cual está muy bien para hacer justicia a estos pueblos tan variopintos, pero parece tener escasas perspectivas en unas elecciones generales como oferta unitaria.

Sí, la unión (o unidad, que hasta en eso discuten las izquierdas, como los dos conejos de la fábula) de la izquierda es muy deseable, absolutamente deseable. Y la tenemos ante nosotros, en el horizonte. 

Y ahí seguirá, como el unicornio.


diumenge, 19 de febrer del 2017

Giro del PSOE

La junta gestora se ha lucido en todo el trayecto. Empezó creyendo que el golpe de mano del 1º de octubre sería aceptado por la militancia y no ha sido así. Ha sido al revés: ha provocado una rebelión que se ha articulado con la espontaneidad y flexibilidad que hoy se llevan y tanto propician las redes. Continuó pensando que su labor de oposición sería crucial y así podría dulcificar la amargura de la defenestración del SG. Ha resultado ser irrelevante, rehén del chantaje de elecciones anticipadas, y la gente no se traga el relato de la exigente oposición. Siguió preparando el camino a la candidatura de Susana Díaz de la que, en el fondo, la gestora es una especie de emanación, de ectoplasma y, para ello, postergó la convocatoria de primarias y congreso cuanto pudo. Se encontró, sin embargo, con que la prolongada campaña de primarias que abría iría en favor de los candidatos alternativos a la señora Díaz.

No ha dado ni una.

La campaña, por lo demás, tampoco es tan larga. Cuando quieran percatarse del todo, ya estarán votando las bases. Las temibles bases. Se las ve bastante entusiasmadas con la candidatura de Sánchez. Claro. Es requetesabido: la víctima de una injusticia como fue la defenestración de octubre tiene mucha fuerza atractiva, mucho carisma. Y que fue una injusticia se reconoce implícitamente en esa propuesta de Patxi López de que al SG solo pueda deponerlo la militancia. No cuatro burócratas. Claro que la mejor manera de asegurar el triunfo de esa propuesta es elegir a quien fue víctima de la injusticia que ahora se quiere remediar. López debe asesorarse con comunicadores políticos menos ingenuos o más avisados. Añádase a ello que Sánchez tiene buena imagen. Se nota en que las cámaras lo buscan. Cultiva, además, el romanticismo del beautiful loser.

La larga campaña tiene visos de larga marcha durante la cual los candidatos se verán obligados a formular su programa para el partido y para España, a contrastarlo ante la militancia y la opinión pública en general. Dato este último nada desdeñable. En las primarias los militantes tienen voz y voto, pero la opinión pública tiene voz. Y se oye. El hecho de que el electorado del PP sea mayoritariamente favorable a Susana Díaz en el PSOE tiene dos lecturas: es muy perjudicial o muy beneficioso para Díaz, según el punto en que el lector se encuentre, si es partidario de la gran coalición de hecho o de una unión de la izquierda.

Ese, el de la izquierda, dice el medio, "sin complejos", es el campo de Sánchez que los otros dos, López y Díaz no parecen dispuestos a reñirle. Dado que López trae porte y maneras de centro superultrarequeteconciliador, a Díaz solo le queda la derecha. No se ha hecho de necesidad virtud, sino de virtud necesidad. Pero eso lo borda la presidenta andaluza con ese ramalazo peronista que suele lucir.

Hasta ahora por "izquierda" parece entenderse aquí el distanciamiento del PP y un propósito, por cierto muy grato de oír, de unificar la izquierda para derrotar a la derecha. Pero en los meses que se avecinan, será preciso llenar de contenido esos enunciados. En el aspecto negativo, en qué cristalizará la nueva oposición al PP. En el positivo, qué medidas van a tomarse en los asuntos que afectan a la ciudadanía: desempleo, dependencia, condiciones laborales, impuestos, pensiones, etc. Dejo para el final la espinosa cuestión de qué se propone en relación a Cataluña ahora que, según parece, el gobierno central va a hacer una propuesta de mayores competencias e infraestructuras a cambio de suprimir el referéndum. La respuesta más probable de la Generalitat será la negativa. Pero, a su vez, sin duda, responderá con otra que incluirá el referéndum pactado. Con lo cual el gobierno habrá de responder a su vez. Eso se llama negociar y para algo servirá.

El distanciamiento del PP es fácil de realizar y de justificar. No es de recibo que el gobierno siga actuando prácticamente como en la legislatura anterior, cuando no había oposición digna de este nombre.

Lo interesante es la propuesta explícita de unificar a las izquierdas. Se trata de un punto de tensión tanto dentro del PSOE (en donde muchos abominan de cualquier relación con el neocomunismo de Podemos) como entre el PSOE y Podemos, cuyo objetivo primordial sigue siendo el sorpasso. La justificación de la política unitaria está al alcance de la mano con solo mirar el gobierno de la izquierda en Portugal. No hay ninguna razón racional para que no suceda lo mismo en España. Hay razones irracionales que debieran ser suprimidas.

Al margen de los líos en cada una de ellas (ya veremos cómo se toma el personal ese shadow cabinet que ha montado Iglesias), las dos izquierdas tienen una obligación de unificar su acción. La forma más clara de reconocerla y aplicarla sería nombrar una comisión paritaria para establecer un programa común de la izquierda. Se trataría de copiar lo que hicieron los franceses a fines de los 70 y primeros 80 para acabar copiando lo que han hecho los portugueses. Sencillo. Por lo demás, eso no impide que ambas fuerzas, socialdemocracia y neocomunismo, sigan criticándose mutuamente. Las críticas escuecen, pero ayudan a mejorar. Y cuanto más duras, mejor. Lo que no debe practicarse es juego sucio.

 Por supuesto, todo ello en el caso de que salga SG Pedro Sánchez. Si sale otro, de unidad de la izquierda, nada y, por lo tanto, probable nuevo gobierno del PP quién sabe con qué mayoría.

dimecres, 16 de novembre del 2016

Una nación imaginaria

No arriendo la ganancia al gobierno. Si no fue capaz de ver la que estaba organizando cuando desgobernaba con mayoría absoluta, menos podrá ahora poner remedio. No entiende el país que gobierna y, además, no tiene fuerza para imponer su falta de entendimiento, como antes. Se ha quedado solo, con el grumete de C's, señoreando una "gran nación española" que solo existe en los aburridos alegatos de Rajoy. En el país, esa "nación española", grande o chica, está en pugna con otras que le niegan el ser.

Los dos partidos de la izquierda, PSOE y Podemos, acusan sobremanera la mordida de la cuestión nacional. El PSOE se ha partido por eso. El golpe de mano de Vendimiario se hizo por la sospecha de que Sánchez estuviera negociando algo con los indepes catalanes. Luego se ha coronado la cuestión montando una crisis con el PSC que tiene un origen obviamente nacional. Justo en el momento en que Felipe González desembarca de nuevo, como Arturo retornando de Avalon, para amparar y aupar la protocandidtaura de Lady Macbeth del Sur, se llega a una tregua con los díscolos socialistas catalanes que se obstinan en ir por libre, aunque luego hagan acto de ardorosa fe española. Como Iceta, para quien "nación no quiere decir ni Estado ni soberanía". He aquí otro concepto de "nación", imposible saber si grande o pequeña porque es etérea, incorpórea, sin conciencia de sí misma. Es una nación apendicular. Al menos en comparación con la gran nación "hispano-andalusí" que prepara el tándem Díaz-González con las bendiciones del cruzado Rubalcaba.

La cuestión nacional muerde en Podemos con mucha mayor fuerza. La decisión de Teresa Rodríguez de proclamar unilateralmente a Podemos Andalucía autónoma respecto al Podemos "nacional" pone al descubierto una realidad más o menos oculta: un Podemos que es un conglomerado de partidos nacionales no nacionalistas o no independentistas. A esa realidad se ha sumado Rodríguez proclamando el carácter de "nacionalidad histórica" de Al-Ándalus. Un conglomerado, mosaico, batiburrillo, laberinto, conjunto, concierto (cada cual lo calificará como le guste) articulado en torno al eje nacional. Y el principal problema de los partidos nacionales que lo integran es cómo ser "nacional" sin ser nacionalista y, en último término, independentista. Ese es el factor de inestabilidad de una organización que refleja en su estructura la realidad de un territorio "plurinacional" en el que dice creer. Y es problemático si de ese conglomerado sale una idea de nación española inteligible que no sea reducirla a la nación castellana. Es todo muy real a la par que imaginario.

En la derecha, la tensión nacional/nacionalista se resuelve a su modo. En dos de las naciones históricas, (Cataluña y País Vasco) su existencia es precaria. En la tercera, en cambio, Galicia, es hegemónica, pero no con hegemonía nacional gallega, sino española. Galicia es así un ejemplo de cómo se articulan las tensiones que otros llaman "nacionales" con la fe en la nación española, única e indivisible. Más o menos por la vía del caciquismo. Los distintos territorios se adaptan a la definición de Joaquín Costa del gobierno de España, como "oligarquía y caciquismo". En la parte que toca de más nacional-español al PSOE, a los caciques los llaman "barones". Pero la idea es la misma: prohombres con poder local. El poder solía venir de la fortuna personal pero, con el sistema de financiación pública de los partidos, ahora viene de la gestión de esos caudales del común

C's es, en realidad, un producto del nacionalismo catalán o, mejor dicho, de la lucha contra el nacionalismo catalán. Es su sola justificación. Pero fuera de Cataluña no tiene tirón. Sin duda los de C's fabulan su propia nación española como una comunidad liberal, abierta, libre de corrupción. Una nación tan inexistente como las otras y más difícil de predicar porque contradice la experiencia directa, cotidiana, de la gente.

Definitivamente, no arriendo la ganancia al gobierno y tampoco a la oposición. Esta no parece ponerse de acuerdo más que a la contra, para rechazar iniciativas pasadas o presentes de aquel. Su función es no dejar gobernar pero, al mismo tiempo, debería ser capaz de hacerlo ella. Sin embargo eso es imposible porque solo se pone de acuerdo a la contra. Excepción hecha de la cuestión catalana en donde parte de la oposición se pasa al lado del gobierno. 

Incidentalmente: la crisis del PSOE se complica. Uno de los posibles candidatos a SG de más peso ha desaparecido. Un juez ha procesado a Borrell imputándole un presunto delito societario. Justo el mismo día en que el interesado denuncia que le han timado no sé cuántos miles de euros en uno de esos tocomochos de la red. Realmente es toda una peripecia. Pero, en suma, estrecha el abanico de opciones del PSOE de momento a tres: Díaz, López y Sánchez.

dilluns, 22 de febrer del 2016

No quieren unidad. Quieren elecciones

Estos se reían de los catalanes porque, a los tres meses de las elecciones, no habían conseguido formar gobierno y solo en el último momento consiguieron pactar y evitar unas elecciones que ninguna de las formaciones independentistas quería. Ahora están ellos en la misma situación. Las izquierdas no consiguen ponerse de acuerdo para la formación de un gobierno de progreso.

Todos los que llevamos meses pidiendo la unidad de la izquierda y, especialmente la coalición de PSOE y Podemos, habíamos advertido de buena fe contra los elementos que dificultarían este proyecto de unidad. Habíamos advertido frente al narcisismo de los líderes, su falta de consistencia, su actitud insolidaria y revanchista, su incapacidad para negociar, su precipitación, su demagogia. Pero no habíamos tomado en cuenta su indecisión, su ambivalencia, su incapacidad para mantener una línea de acción, su afición a la ambigüedad.

Porque ¿qué es exactamente lo que impide que las izquierdas se entiendan? Parece bastante claro: que, al menos por parte del PSOE y de Podemos no hay voluntad de entendimiento. Ambos ponen dificultades y obstáculos para impedir el acuerdo pero sin decirlo claramente. De un lado, el PSOE juega con la posibilidad de la cuadratura del círculo, sosteniendo que puede haber algún tipo de coalición que lo incluya a él, a C's y al resto de la izquierda, cosa que este resto no da por posible. A su vez, Podemos insiste en mantener sus exigencias, sabiendo que el PSOE no las considera asumibles.  Y los dos se dispensan un trato mutuo bastante inaceptable.

En el fondo, los dos partidos, PSOE y Podemos, que andan buscándose las cosquillas recíprocamente, no están interesados en que se llegue a un acuerdo de gobierno del tipo que sea. Al contrario, están más interesados en la convocatoria de nuevas elecciones, pero sin que parezca que las han provocado ellos porque temen, con cierta razón, que el electorado castigará al partido que se vea como responsable. En realidad, los dos partidos están enfrentados en una pugna interna por la hegemonía de la izquierda, cosa que, es de esperar, podía dilucidarse en otras nuevas elecciones. Por eso es bastante probable que las haya, sobre todo habida cuenta de que el PP parece dispuesto a suicidarse presentando como candidato al hombre más desprestigiado del Reino, el Sobresueldos.

El PSOE se presentará como partido responsable, con sentido de Estado, centrado, que es capaz de forjar acuerdos con el centro derecha y de tender la mano a la izquierda. Así pretende  utilizar la famosa centralidad política que Podemos quiso arrebatarle sin conseguirlo. A su vez esta formación calcula llegar a las elecciones sosteniendo que estas han sido inevitables porque el PSOE tiene más puntos en común con la derecha que con la izquierda.

Como suele suceder siempre que hay una posibilidad de entendimiento entre PSOE y Podemos, se oye la voz de Anguita (el referente intelectual de Podemos según confesión del propio Iglesias) con ánimo de aniquilarla. El único PSOE bueno para Anguita es el PSOE muerto y a esta tarea de aniquilar a la fementida socialdemocracia española ha dedicado el veterano líder comunista su muy poco fructífera existencia. Ahora dice con toda claridad que Pablo Iglesias ha conseguido lo que yo quería: crecer a costa del PSOE y, con ello, obviamente, aspira a ahondar el abismo entre el PSOE y Podemos, de forma que no haya unidad de la izquierda. En eso, Podemos lo seguirá como un monaguillo pues está dispuesto a sacrificar sus urgencias por remediar la calamitosa situación de España a cambio de conseguir lo que siempre ha pretendido: destruir al PSOE para ponerse en su lugar.

Es muy probable que, no siendo catalanes los españoles, y no teniendo capacidad, temple y experiencia suficientes para ello, no pueda constituirse gobierno de la izquierda y sea preciso ir a nuevas elecciones. Entre tanto, a la gente, que le vayan dando.

Volveremos a hablar de ello llegado el caso.

dimecres, 17 de febrer del 2016

La unidad de España

A punto de irse al otro barrio, el decrépito dictador agarró la mano del Borbón y encomendó a su cuidado la unidad de España. Cuarenta años más tarde, la unidad de España se tambalea más que nunca y lo único que ha guardado el ex-rey, al parecer, es la unidad de caja porque se ha retirado con una fortuna que el New York Times estimaba en 2012 en unos 1.800 millones de euros. Hasta la fecha la Casa Real no ha desmentido el dato ni ofrecido explicación alguna de cómo cabe amasar tamaño caudal cobrando un sueldo de Rey, alto desde luego, pero no tanto.

La cuita por la unidad de España, entretanto, ha pasado a los plebeyos. Susana Díaz, presidenta de Andalucía, tiene preparada una campaña en defensa de la unidad de este viejo reino, amenazada por separatistas que quieren llevarse el santo y la limosna. Sobre todo, la limosna. Culminará la cruzada a fines de mes para impedir que Pedro el disoluto se entregue en las garras de Podemos, gentes sin ley ni moral, capaces de someter a referéndum la integridad de la Patria. De tanto ir con el cirio tras la imagen de la Dolorosa a esta señora no le queda tiempo de leer la prensa y no se ha enterado de que su secretario general jamás pactará con Podemos a causa del referéndum catalán pero sí parece dispuesto a hacerlo con Rivera, de C's, enemigo acérrimo del referéndum catalán como buen catalán mucho español. La unidad de España bien vale un Cara al sol.

Rivera tratará de conseguir la abstención del PP en la investidura de un gobierno de PSOE y C's. Solo así podría salir ese gobierno porque si le votan en contra PP y Podemos, más los 17 independentistas catalanes, no tiene posibilidad alguna.

¿Y qué se hizo de ese gobierno de la izquierda PSOE + Podemos + IU + Compromís, con el que Palinuro se las prometía muy felices? Ahí tienen ustedes a Pablo Iglesias, colgado del referéndum en el vacío y soltando baladronadas poco menos que llamando a Sánchez a su vera como el que llama a la mascota. Es imposible que un hombre tan pendiente de su imagen pública ignore que su petulancia produce general rechazo. A lo mejor dan en el clavo quienes dicen que, en el fondo, Podemos no quiere pacto sino nuevas elecciones y por eso insiste en el referéndum sabiendo que es inaceptable para el PSOE. Puede que, en efecto, la intención latente de Podemos sea forzar las elecciones, pero ello no viene de la reivindicación del referéndum  sino, precisamente, de esa cargante petulancia producida por la inseguridad.

Podemos tiene perfecto derecho a pedir un referéndum -una reivindicación democrática y muy razonable que también piden ERC y DiL- y no se ve por qué esto hace más difícil el pacto con el PSOE que el hecho de que este lo rechace en redondo. ¿Por qué es más intransigente pedir un referéndum que negarse a hacerlo? Sobre todo cuando los estrategas de Podemos vienen presumiendo de que, en su maquiavélica inteligencia, al pedir el referéndum, son los verdaderos garantes de la unidad de España.

Así las cosas, es probable que haya elecciones y también lo es porque PP y Podemos voten juntos en contra de un gobierno de PSOE y C's, en cuyo caso no arriendo el resultado ni a Podemos ni al PP. 

Por fortuna, la unidad de España cuenta con defensores quizá no más agraciados o inteligentes, pero sí más aguerridos y conscientes de su deber ante la historia y la memoria del Caudillo. El gobierno ha recurrido ante el Tribunal Constitucional la Consellería de Exteriores de la Generalitat y el alto organismo, que no tenía previsto tratar el asunto, se ha apresurado a dar satisfacción a su señor natural, admitiendo a trámite el recurso y suspendiendo la actividad de ese miniministerio de exteriores catalán. Desde el punto de vista de la legalidad española, esta decisión seguramente es irreprochable y quizá ahorre al reino algún bochorno porque, con el sentido del humor de estos catalanes, no podía descartarse la posibilidad de que nombraran un embajador en Madrid, considerando España el extranjero.

La cuestión no está en el hecho en sí sino en la tendencia que apunta: unas relaciones entre España y Cataluña montadas sobre un conflicto permanente, in crescendo, que trastornará la vida ordinaria del Estado de modo sistemático y será una fuente permanente de quebraderos de cabeza. Como lo ha sido hasta la fecha, pero mucho más, porque esta movilización social ya no se para ni hay tribunal constitucional, por sumiso que sea al poder, que pueda pararla.

Y todo por no querer admitir algo elemental: el derecho de los catalanes a decidir por su cuenta mediante un referéndum, como han hecho los escoceses o los quebequeses. Una negativa por la que el PSOE está dispuesto a no llegar a un pacto de gobierno de izquierda o de progreso. Podría refundarse con el nombre de PSOME o Partido Socialista Obrero Mucho Español.


diumenge, 14 de febrer del 2016

Pleno del soviet de Las Rozas

Consciente de su responsabilidad ante los dioses de la historia, el soviet de Las Rozas se reunió ayer en animada sesión para deliberar sobre la coyuntura del país. En el habitual guirigay en el que cada cual defiende vehementemente sus posiciones, llegóse a la conclusión de que urge la formación de un gobierno de izquierda en España sin dilaciones ni titubeos. Urge desalojar a esta banda de malhechores que lleva años cometiendo fechorías y esquilmando el país. Urge acabar con esta involución neofranquista y devolver al país al contexto democrático de derechos y libertades, del que el PP le ha privado.

 También se llegó a la conclusión de que, cuando hay voluntad de hacer las cosas, pueden hacerse sin mayores problemas, incluso con gentes de muy diversas adscripciones ideológicas. El requisito es muy sencillo: basta con que dichas gentes se conozcan y se aprecien. El mutuo aprecio, la amistad, el respeto son factores que allanan todos los caminos. Por eso, cuando vemos a las delegaciones de los respectivos partidos aprestarse a negociar con rostros enojados, ademanes bruscos, miradas torvas y propósitos muchas veces insolentes solo nos queda recomendarles limar asperezas según el acreditado método del Soviet de Las Rozas: amistad, buen trato, distensión, llegar a conocerse, entender al otro. El tiempo dedicado a desbrozar el camino se gana luego transitando por uno más grato. Hágannos caso: búsquense, siéntense, rompan las barreras y descubrirán que tienen muchas cosas en común.

Por cierto, aprovecho para trasladar al amable público la convocatoria para el próximo martes que, bajo el título ¡entenderos! promueve la revista Trasversales y José María Roca, uno de los asistentes al Soviet de ayer. Es a las 19:00 del martes, 16 de febrero en el Centro Cultural Galileo, calle Galileo, 39, Madrid. Y responde al mismo ánimo que embargaba ayer el soviet: queremos un gobierno de izquierda en España. Y lo queremos ya.

diumenge, 15 de novembre del 2015

Las siglas y los siglos.

Comparece Anguita tocando a difunto por la unidad de la izquierda con su prosopopeya habitual: ¡malditas las siglas! declama, haciéndolas responsables de la desunión. Más parece al revés: hay siglas porque no hay unidad y no a la inversa. Como sea, el llamado califa anuncia su silencio hasta el día 21 de diciembre en que comparecerá de nuevo, probablemente a leer el catón a los perdedores. No juzga imprescindible su presencia ya que no parece haber riesgo de que nadie pretenda buscar unidad con la bicha del PSOE.

No ha habido unidad de esta izquierda que a sí misma se considera "verdadera" o "transformadora" para distinguirse de los acomodaticios socialdemócratas porque la presencia del comunismo en el núcleo de IU la hace imposible. Es cierto que hubo intentos de forjar una unión entre IU y Podemos en un principio, pero se desvanecieron prontamente. En Podemos había una clara conciencia de que la ventaja que le daba su relativa novedad, su frescura, su impronta de 15M se disiparía si la gente lo veía asociarse con el viejo comunismo. Lo cual es cierto. El comunismo no es buen cartel electoral y los propios comunistas lo saben. La prueba es que hace años que concurren a las elecciones camuflados bajo otras siglas. Pero todo el mundo sabe que el alma de IU es el Partido Comunista y eso es una losa pesada sobre sus expectativas electorales. El único a quien no parece alcanzarse algo tan evidente es Alberto Garzón, a causa sin duda de su mucha juventud y escasa experiencia.

Algunos dirigentes de Podemos, en cambio, lo han visto con claridad y lo han encajado en su discurso de la necesidad de superar la cultura de la derrota, la de salir a ganar, para lo cual es altamente recomendable evitar toda asociación con los sempiternos cenizos perdedores, los comunistas. Garzón tenía un sitio en Podemos como individuo físico, pero no lo que representaba.

Librarse del abrazo del zombi comunista era una necesidad de supervivencia de Podemos. Queda por ver si esta precaución es suficiente para garantizar su éxito electoral, cuyas previsiones hace un año eran altísimas y ahora están en claro retroceso. Y no lo parece por tres razones:

a) su confusión programática. Entre el radicalismo de los primeros planteamientos y las propuestas que van desgranándose en el programa hay una considerable rebaja por vía de la moderación. Una visión menos tajante, más conciliadora, negociadora, pactista, de lo que se intuía en un comienzo. La política fiscal se hace más conservadora, igual que la política exterior; de la República no se habla; del aborto, tampoco; el proceso constituyente se ha reducido a una propuesta de reforma constitucional con cinco puntos. El ejemplo más palmario de esta recogida de velas en todos los sentidos es el de cómo se aplica el propósito de renovación generacional. Los nombres de Carmena, Rodríguez, Pérez Royo, el del ex-presidente de las Cortes de Castilla y León y el del juez Castro quien, finalmente, no fue en la lista porque le alargaron la vida laboral, suman 350 primaveras. Es sensato echar mano de gentes experimentadas y darle valor simbólico a bombo y platillo mediáticos, pero de renovación generacional aquí hay poco.

b) su relación con los medios. Podemos es, en realidad, un partido surgido por y para los medios. A partir de su postulado nuclear originario, según el cual es preciso conquistar la hegemonía a través de los medios de comunicación, el partido ha alcanzado un grado alto de interpenetración con ellos  de forma que, para informarse de sus posiciones, suele ser más práctico mirar las parrillas de las televisiones que los puntos del programa. La plana mayor del partido está en permanente exposición mediática, ganando extraordinaria relevancia pública, y su dirigente principal es una figura ubicua en el universo audiovisual. La cuestión es si ese predominio mediático se traduce automáticamente en aumento de votos. Por ahora, los datos lo niegan. Es posible que, de aquí a las elecciones, cambien las tornas y la sobreexposición a los medios dé buen resultado. Pero también es posible que no.

c) su funcionamiento, estructura interna, procesos de adopción de decisiones. El espontaneísmo y asamblearismo de los primeros momentos ha dejado paso a una estructura jerárquica y disciplinada de partido, casi en aplicación del principio bolchevique del centralismo democrático.  Tal cosa está haciéndose patente en la confección de las listas para las elecciones, en la que se dan las prácticas y problemas habituales en estos casos en los partidos institucionales tradicionales. Pero eso provoca contradicciones internas en la organización, crisis y conflictos que debilitan sus perspectivas electorales.

Por último, el asunto crucial de la unidad de la izquierda sigue siendo este empeño de la llamada izquierda "transformadora" de no admitir ninguna relación con el PSOE que no sea el quimérico sorpasso. Más que un empeño, una obsesión. El dictamen de "el PSOE no es de izquierda", con el cual no están de acuerdo, obviamente, ni los socialistas ni sus votantes, impide todo acercamiento a una fuerza política cuyo suelo es un veinte por cien del voto y sin el cual es imposible pensar si quiera en un gobierno de izquierda. Es absurdo. El intento, algo más ladino, de distinguir entre la dirección socialista y los militantes y votantes, en los que se presume una verdadera alma socialista frente al aburguesamiento de aquella viene de los tiempos de la IIIª Internacional y es tan insultante e inverosímil hoy como entonces.

Esta incompatibilidad absoluta entre el PSOE y la izquierda "transformadora", o sea, los comunistas y neocomunistas, según parece, es puramente española. En Portugal, en donde ya está en ciernes un gobierno de unidad de la izquierda, esa incompatibilidad no se da. 

Por qué en España sí es un misterio. En el pasado del PSOE hay luces y sombras. Por qué son determinantes las sombras es un enigma.  Y así llevamos casi un siglo.

dijous, 8 d’octubre del 2015

El yo dividido.


¡Ah, la izquierda verdadera, la izquierda transformadora, la auténtica izquierda, que todos estos nombres se da a sí misma la izquierda que se quiere a la izquierda del PSOE! ¿Qué idéntica a sí misma es! Tanto que, según se reconoce como izquierda, se escinde y así vive, de la energía que libera la fisión del núcleo del átomo. Que a eso aboca el yo dividido descubierto hace mucho por la antipsiquiatría. La izquierda tiene el yo dividido, es desunión esencial y enfrentamiento. Por eso es izquierda.

Y por eso también el principio de unidad aparece como mandato último de su libro santo, el Manifiesto Comunista. "¡Proletarios del mundo, uníos!" Es el grito de guerra más sostenido y fracasado de la historia. El proletariado no se ha unido jamás y las fuerzas políticas que lo han representado tampoco, salvo escasos y brevísimos episodios aquí o allí. Cada vez que la izquierda ha postulado la unidad lo ha hecho para justificar una nueva escisión. La izquierda debe de ser el único ámbito en el que alguien se separa al grito de "unidad".

En España, según costumbre, IU nació en 1986 con esa visión unitaria. El PCE aglutinaba a todas las fuerzas políticas de la izquierda que habían estado en contra de la OTAN y daba forma a un ente algo amorfo pero dirigido desde el núcleo comunista que llamó así IU, unida. La manía de la unión. Esa IU aspiraba a superar al PSOE como la fuerza hegemónica de la izquierda y no lo consiguió jamás ni por asomo.  Así cristalizó una opción política de origen comunista con una escasísima representación parlamentaria, casi irrelevante, que vegetaba sin hacer realidad su histórico deseo de sorpasso.

De pronto iluminó el horizonte de la resignación la llamarada de Podemos. Esta organización neocomunista reverdecía la promesa del sorpasso, aunque con una condición lógica: la de no parecerse a los tristes de IU, que llevaban años fracasando. Por eso Iglesias, que tiene un verbo sentimental e intuitivo, decía que su partido no sería tabla de salvación de nadie y llamaba a los de IU pitufos, siendo especialmente cruel con el bueno de Garzón. No lo llamaba momia y senil porque el de IU es más joven que él. Pero se le veía en el gesto. Curiosamente no calificaba así a Anguita, a quien bien pudiera, porque, por razones complicadas, el cordobés seguía teniendo peso e influencia él personalmente en la gente de Podemos. Y este fue el origen de la dislocación de esta organización, de la fisión nuclear: romper con IU, arrastrarla por el lodo, pero considerar un referente a Anguita, un comunista de catón que vive en los tiempos de la IIIª Internacional.

Podemos fue el producto contingente y transitorio de una conjunción casual: las elecciones europeas de 2014, la crisis económica, la crisis de liderazgo del PSOE y la atonía de IU. Su esencia era la del huracán: transformar el sistema de la Restauración de raíz en un movimiento social universal e imparable. Mientras esa opción fue posible, el élan vital de Podemos era arrebatador. En unas elecciones en enero de 2015, hubiera arrasado con el 30 por ciento del voto o más. No hubo elecciones generales, pero sí andaluzas, municipales y catalanas y, a la vuelta de ellas, Podemos descubrió que su puesto viene siendo un triste cuarto lugar en la jerarquía de partidos, un acomodo a una realidad continuista y una renuncia a sus anhelos, los flamígeros y hasta los templados.

La cura de amarga realidad de las tres consultas, sobre todo de la catalana, en la que Podemos no solo no ha sumado votos a los resultados de EU sino que los ha restado, ha hecho que IU haya retomado aliento y plantado cara a las exigencias hegemónicas del socio putativo. El yo sigue tan dividido como al comienzo. Cuando Garzón e IU acusan a Podemos de ruptura unilateral, en el fondo, le están haciendo un favor porque eso es precisamente lo que estos quieren: proyectar la imagen de que están dispuestos a lo que sea, hasta a medidas unilaterales y arbitrarias con tal de que no se les confunda con IU y con el comunismo, porque ellos lo que quieren es ganar las elecciones. Justo esa es la base de la acusación de Garzón. A su juicio, Podemos se ha convertido en una máquina para ganar las elecciones. El hombre es casi tan simple como Rajoy. No parece si no que él prefiera una máquina para perderlas.

Estos dos personajes, incapaces de mirarse a la cara y de resolver la esquizofrenia de su yo dividido, se enfrentan al PSOE por arriba y son hostigados, acosados, por abajo por una miríada de organizaciones personalistas, animadas por dioses menores que también quieren brillar en la fragmentada constelación de la izquierda. A esta le sucede lo que suele pasar con el ejército español: que tiene más generales que soldados. Y así no hay modo de ganar una guerra. Ni unas elecciones.

Comprendo que irrita mucho, a mí en primer lugar, pero pido que cada cual se ponga la mano sobre el corazón y se pregunte qué se puede votar aquí para echar a la derecha neofranquista.


diumenge, 4 d’octubre del 2015

Peor, imposible.

La izquierda es un gallinero lleno de gallos. Una pelea de saloon en una película del Oeste. Una reyerta de beodos a la luz de la luna. ¿Nadie se para a pensar en el glorioso ridículo que están haciendo las distintas opciones? ¿Creen sus estrategas que la gente no tiene otra cosa que hacer sino seguirlos en sus enfrentamientos, acuerdos, disensiones, peleas y cambios de denominaciones? Ultimas noticias de este hervidero en el que los insultos tienen más peso que las ideas.

Gaspar Llamazares, de Izquierda Abierta, causa irritada baja en Ahora en Común, plataforma de IU y Alberto Garzón, pretextando algún agravio. Acto seguido se reúne con media docena de relevantes personalidades de la izquierda entre las que se da una carga elevada de narcisismo. El ex-juez Garzón los ha convocado con la intención de constituir una nueva plataforma de confluencia de la izquierda, mirabile dictu, libre de "personalismos". Éramos pocos... y todos cabezas de ratones; de ratones mediáticos. Si los hados no lo impiden, de esta corrala sale una nueva oferta electoral de izquierda que solo servirá para restar votos a las otras.

A su vez, esas otras parecen presas de un frenesí autodestructivo. Garzón el joven se enfrenta en singular combate con Pablo Iglesias. Y, por si Ahora en Común no le funciona, ha inscrito en el registro como partido una Unidad Popular en Común. Unidad. Popular. En Común. Términos de moda, probados, con connotaciones positivas al estilo moderno. Pero lo que hay detrás de esa expresión es la vieja IU y, dentro de IU el más viejo rockero del PCE de los Gulag Boys. Ese fondo es el que lleva a Garzón a decir que el enemigo es el PSOE, lenguaje y propósito de los tiempos de Dimitrov y la IIIª Internacional. Nombres nuevos para corazones viejos.

Los de Podemos, ya que no los cielos, asaltan los medios que, para muchos, son los verdaderos cielos. Iglesias y Errejón explican su fracaso catalán con una carta abierta a los militantes, puesto que va dirigida a l@s querid@s compañer@s. Está bien esto de rendir cuentas vía epistolar. Tiene algo de caudillista y no es convincente. Los autores dicen haber sabido desde el principio que Cataluña era algo distinto pero que los elementos no les dejaron obtener el buen fruto que su atinada posición merecía. No es cierto. Fueron a Cataluña cargados de dogmas y prejuicios sobre la nación y la patria, y sin tener ni idea en dónde se metían. El resultado es el que se merecen. El resto de la carta, por el estilo: arrogancia injustificada y pedantería a raudales. La conclusión: que la marca Podemos prevalece y es el lábaro indudable de la victoria al que todos los demás están cordialmente invitados a sumarse. Sin más.

Esta trifulca deja al otro partido de la izquierda dinástica, el PSOE, en una envidiable posición de "centralidad del tablero". Con tres opciones y media para elegir, nunca ha estado tan claro el voto útil. Como se presenta la derecha, en dos bloques que, en realidad, viene a ser uno por tratarse de opciones muy similares, la fragmentación del voto de la izquierda es suicida pues lleva camino de dar las elecciones ganadas al contrincante. Si la derecha gana las elecciones por la desunión de la izquierda, esta debiera cometer hara-kiri. El único que puede vencer al PP es el PSOE (por eso lo considera el verdadero rival) y, en las circunstancias actuales, quizá ello solo sirva para que se dé una coalición PSOE-PP o PSOE-C's y encima hayamos de estar agradecidos.

¿Lo más irritante de esta patológica incapacidad de la izquierda para unirse? La sospecha de que, en el fondo, tampoco quiere hacerlo puesto que las elecciones se pierden pero los puestos, no. Muchos cargos públicos siguen siéndolo y su situación vital apenas cambia. A diferencia de la gente, cuya vida cotidiana se verá muy negativamente afectada por otros cuatro años de gobierno de esta derecha neofranquista.

dimarts, 4 d’agost del 2015

El caso desesperado del socialismo madrileño.


Los manuales de Ciencia Política, que son los del arte de la guerra, parten del supuesto de que la unión de fuerzas es la primera garantía del triunfo en cualquier enfrentamiento y la desunión la primera de la derrota. A dos meses de unas elecciones cruciales como las catalanas y cuatro de unas generales no menos decisivas, el PSM ofrece un espectáculo de desunión, enfrentamiento y división que solo augura derrota.
 
No es nueva. Es la imagen crónica de los socialistas madrileños que llevan más de veinte años en la oposición en el ayuntamiento y la comunidad por su incapacidad para constituirse en una alternativa creíble a unos desgobiernos por mayoría absoluta de un PP que apenas es algo más que una presunta asociación de malhechores para esquilmar las arcas públicas. La ejecutoria del PSM es una triste experiencia de luchas intestinas, zancadillas y maniobras entre burócratas, paniaguados y enchufados de tal o cual corriente. Las razones esgrimidas son siempre opacas y la gente sabe por experiencia que, además, son embustes para justificar descarnas peleas por los cargos y los escasos puestos de mando.
 
No hace falta al PSM aprovechar la experiencia de IU, reducida a la marginalidad y la insignificancia precisamente por las peleas orgánicas en las que los fulanismos y menganismos de unos políticos mediocres pasan por encima de cualesquiera consideraciones de estrategia o ideología. Tiene su propio saco. Un episodio tan vergonzoso como el Tamayazo, caso único de transfuguismo corrupto y falta absoluta de principios solo fue posible en una organización controlada por mafias enfrentadas compuestas por oportunistas, trepas y mediocres incapaces de ver más allá de sus narices, de su interés, de su poltrona, de su nómina.
 
Los responsables de este lamentable espectáculo en Madrid (y los de la Ejecutiva que participan en el pandemonium) parecen ignorar que el PSOE no es patrimonio suyo para hacer con él lo que les venga en gana. No lo es de los dirigentes, ni de los militantes, ni siquiera de los votantes. El PSOE es un partido centenario, patrimonio de todos los españoles y sus actuales gestores en todos los niveles no son más que administradores que habrán de rendir cuentas de sus actos.
 
Lo que hace indigno el gobierno del PP es su convicción de que el país es su cortijo, en el que puede cometer cualquier arbitrariedad y desaguisado con total impunidad porque le pertenece. Por ello, no le importa que sea imposible distinguir en su acción entre lo que es gestión y lo que es puro expolio y saqueo de un patrimonio del que se apropia por todos los medios, incluidos los ilegales. El PSM lleva veinte años actuando de modo análogo con el agravante de que, mientras el PP, siempre en el poder, dispone de privilegios y prebendas que repartir entre los suyos, el PSM, eterno perdedor por su desunión, solo reparte miseria, pucherazos, manipulaciones y puñaladas traperas.
 
Si los responsables de este desastre no ponen los intereses generales por encima de los de sus banderías y siguen agrediéndose al borde del abismo, entregarán en bandeja el gobierno a la derecha que podrá seguir haciendo y deshaciendo a su antojo en este país. O en lo que quede de él.

dilluns, 13 de juliol del 2015

La unidad de las izquierdas.

En España hay unos 46 millones de habitantes. De ellos, aproximadamente 35 millones son electores y, descontada una abstención en torno al 25%, unos 26 millones de votantes. Entre 26 millones de personas tiene que haber de todo en punto a ideas políticas, confesiones religiosas, convicciones filosóficas, lealtades territoriales, aficiones deportivas, etc. Es una sociedad compleja, abierta, un mosaico, caracterizada por lo que Isaiah Berlin llama el pluralismo de valores. La coexistencia de estos es democracia. Lo contrario, el monismo de la  sociedad cerrada, la dictadura, la uniformación, lo inhumano.

En 2011 casi once millones de ciudadanos votaron al PP. Una mayoría. ¿Están hoy de acuerdo casi once millones de personas con un gobierno cleptocrático, corrupto, nacionalcatólico, incompetente, autoritario y represivo? Muchos de ellos parece que sí. Muchos otros, casi la mitad, según los sondeos, están dispuestos a votar otras opciones o ninguna. Procedimentalmente, la democracia consiste en constituir mayorías alternativas. Y la forma de hacerlo es consiguiendo que bloques enteros de electores cambien el sentido de su voto, abandonando una mayoría para constituir otra. Ese es el punto fuerte de Ciudadanos que, presentándose como una derecha menos corrupta y depredadora, quiere atraer los votos de los electores menos ultras del PP, liberales, liberales-conservadores, democristianos. Por eso C's representa un peligro para el PP pero también para el PSOE que, como opción de izquierda moderada, puede beneficiarse de muchos de esos votos centristas.

Por supuesto, aquí se sostiene que el PSOE es un partido de izquierdas dado que estas, como la sociedad en la que viven, son plurales y diferenciadas. No sé si es la verdadera izquierda. Tras haber escrito tres libros sobre esta ideología, confieso no saber qué sea la verdadera izquierda. Eso lo saben mejor los tuiteros que despachan el asunto en 140 caracteres lapidariamente con la necedad de que el PP y el PSOE son la misma mierda. Puede que sean mierda, eso es muy subjetivo, pero, desde luego, no la misma. El PSOE es un partido socialdemócrata, o sea, de socialismo democrático, moderado, reformista, como los que hay en los demás países europeos y que todo el mundo considera también la izquierda en ellos, los laboristas británicos, los socialdemócratas alemanes, los nórdicos, los socialistas europeos. En dichos países la verdadera izquierda (según ella misma) no existe o es insignificante. El PSOE es un partido con vocación (y experiencia) de gobierno. Por su centralidad, es un partido "atrapalotodo" (término que me gusta más que el de "partido de todo el pueblo") que aspira a conseguir votos en la izquierda, el centro-izquierda, el centro y el centro-derecha, como ya lo ha hecho en otras circunstancias. Nuestra sociedad es plural y las mayorías han de forjarse por agregación y consenso. Y si los cielos se toman por asalto (que está por ver), el gobierno democrático solo se consigue por consenso, por el asentimiento de la mayoría de los gobernados, según nos enseñó Locke. Es, además, un partido institucional; no lo fundó una dinastía hace unas lunas, como el PASOK, producto familiar de los Papandreu, sino que lleva camino de celebrar su sesquicentenario. Es, como el PP, una fuerza con una sólida base real que no va a evaporarse de la noche a la mañana por mucha batería mediática que lo castigue.

Luego está IU, los antiguos comunistas refugiados bajo otro nombre para sobrevivir tras el hundimiento del comunismo de los países del Este y su absoluto descrédito en todas partes. Los antiguos comunistas con sus antiguas manías, la más obsesiva de todas y en la que llevan treinta años fracasando, la del sorpasso a los socialistas por la tremenda, tratando de aniquilarlos, incluso a costa de facilitar el gobierno de la derecha. También esta opción de izquierdas tiene un núcleo de votantes, aproximadamente entre el 5 y el 10%, a todas luces insuficiente para influir en la gobernación del Estado y mucho menos de transformarlo. Es obvio que si quiere mermar votos a otras opciones e incrementar los suyos tendrá que cambiar algo. Pero no sabe qué porque el comunismo latente es una losa.

Surge así Podemos, mezclando dos procedencias: IU y el movimiento del 15M y aportando dos promesas que tuvieron un impacto enorme. La primera, el abandono, el olvido del comunismo. La segunda, la formulación de la teoría de una nueva izquierda, distinta de la tradición comunista y la socialdemócrata. El resultado fue llamativo en las elecciones europeas de mayo de 2014 y, sin estar a la altura de las expectativas generadas en aquellas, se ha mantenido por encima del voto tradicional a IU. La consecuencia fue la fagocitación de IU cosa que Palinuro lleva más de un año diciendo. No hay sitio para dos izquierdas radicales. También mordió algo en el ala izquierda del PSOE, pero no mucho. IU, en cambio, de hecho, está triturada. Podemos le gana incluso en su búsqueda del Grial de la hegemonía frente al PSOE. Los comunistas (entreverados de movimiento 15M) ven posible cumplir su sueño, sobre la base de dejar de decirse comunistas. Y lo mejor que puede hacer IU es disolverse en Podemos.

Pero IU se niega a tal cosa y, empujada por la necesidad, trata de actualizarse tardíamente copiando la fórmula de organización ómnibus bajo el nombre de Ahora en Común, cuya única finalidad, a juzgar por las veces que sus dirigentes lo niegan, es ir contra Podemos. No contra el partido, sino contra su propósito de presentarse en solitario a las elecciones enarbolando la bandera de la unidad popular expresión a la que todos rinden culto y no quiere decir nada. El caso es mantener IU y por eso salía al quite el maestro ciruelo, Anguita, hace unos meses profetizando con su habitual prosopopeya que Podemos pagará caro menospreciar a Izquierda Unida. Vamos que, como no haga caso a su enfático verbo, será "flor de un día". Sobre todo si se hace realidad la bicha que él más odia: una colaboración entre el PSOE y Podemos.

Por fortuna, Podemos se mantiene en su criterio. Se cumple la primera de las promesas antes señaladas: nada que ver con el comunismo o su triste sombra. Sin embargo flaquea, y mucho, en la segunda promesa, esto es, la formulación de una teoría de la nueva izquierda. La patente falta de profundidad de sus análisis y sus errados enfoques, muestran una pobreza doctrinal inversamente proporcional a las aseveraciones retóricas. Esa insistencia en disparar contra la dicotomía izquierda/derecha es casi inercial: por separarse del comunismo, tiran el niño con el agua sucia. Sustituyen la dicotomía por otra mucho más pobre, la de los de arriba y los de abajo pero que permite refugiarse entre las brumas de conceptos genéricos, como el pueblo o la gente. La sociedad es plural y no solo hay en ella una dicotomía izquierda-derecha, sino muchas otras que se entrecruzan: creyentes de diversas religiones y ateos, nacionalistas de una u otra nación, monárquicos-republicanos, centralistas-federales, feministas-machistas, conservacionistas-negacionistas, evolucionistas-creacionistas, etc. En realidad eso es el pluralismo, un entrecruzarse de dicotomías. La acción social son opciones colectivas en disyuntivas. Y la política aun más porque en ella se da también la muy importante dicotomía schmittiana de amigo-enemigo.

Los conceptos del pueblo (que parece ser el que ha de legitimar la mítica "unidad popular") y el de la gente son categorías abstractas. El "pueblo" no existe, salvo en las simplezas de Laclau y el empacho gramsciano. Como no existe "la gente". Las decisiones las toman las colectividades, pero las propuestas las hacen los individuos. Así es y ha sido siempre. Solo la mentalidad romántica del siglo XIX dio en imaginar un Volksgeist, un "espíritu del pueblo" que, por la magia del idioma alemán también pasa por "espíritu de la nación". Las consecuencias de estos delirios se padecieron en el siglo XX. No está bien volver a las andadas y caer de nuevo en el monismo, presumiendo que puede haber un único espíritu dominante. El espíritu es atributo del individuo. No existe la creación "popular". Como demostró Menéndez Pidal hablando del Poema del Cid, no existe la "poesía popular". Toda poesía es de autor. Otra cosa es que, al ir como rolling stone, reciba aportaciones distintas, cual sucede con la llamada "materia de Bretaña", y acabe considerándose obra colectiva. Pero no lo es. Su comienzo es de autor y sus modificaciones, asimismo de autor. El pueblo ni la gente pueden sustituir a los dirigentes. Así que, por debajo de estas consignas vacuas, Podemos tiene pendiente una teoría de la nueva izquierda. Y, desde luego, habrá de ser de la izquierda y dejar de hacer distingos artificiosos para ocultar la indigencia doctrinal.

Las dos fuerzas de la izquierda para las elecciones son PSOE y Podemos, las dos que tienen la obligación de ganar las elecciones por mayoría en una sociedad compleja, plural, fraccionada, conflictiva. Están obligadas a imponerse a una derecha que, como se ha visto en esta legislatura, está dispuesta a todo por mantenerse en el poder; dispuesta a vaciar la democracia de contenido, instrumentalizar las instituciones con fines partidistas, poner los medios de comunicación a su ciego servicio y, si llega el caso, cometer todo tipo de desafueros, incluso delitos. Dispuesta a todo. En la campaña electoral, cuya precampaña ha empezado ya de hecho, las dos fuerzas mayoritarias de la izquierda debieran concentrar sus críticas en el desgobierno de la derecha y la necesidad de restablecer la democracia y los derechos sociales, económicos y algunos políticos de los ciudadanos. Al mismo tiempo es lógico y legítimo que compitan entre sí. Es de esperar que en buena lid y sin golpes bajos porque son contraproducentes. Cuando el señor Mayoral, de Podemos, se tira el farol de que a quien teme Rajoy es a Podemos, no solo dice una falsedad sino también una tontería. Es obvio que Rajoy no teme a Podemos ni al PSOE por separado. Lo que teme es que se unan. Y teme con razón. Y por eso es por lo que ambos, PSOE y Podemos, sin abandonar sus singularidades, deben dejar de hacerle el juego atacándose entre sí para hacerle el contrajuego, atacándolo a él. Son cosas elementales.

Las elecciones dirán cuál de las dos fuerzas cuenta con mayores apoyos en la sociedad. Es importante saberlo aunque, para Palinuro, indiferente, pues confía en que ganará aquel de los dos que lo haga mejor. A continuación, habrá una unidad de acción de la izquierda, de toda la izquierda, la moderada y la radical, pues ambas se precisan mutuamente. Y no solo por razón de la cantidad de escaños, sino por la beneficiosa influencia que cada una de ellas ejercerá sobre la otra en el supuesto de que en ninguna de las dos anide esa estúpida pretensión de encontrarse en posesión de la verdad, única y absoluta.

Eso o cuatro años más de gobierno corrupto, neofranquista, nacionalcatólico y depredador.

divendres, 10 de juliol del 2015

Sumar restando.

En las próximas elecciones generales se presentará la derecha unida en torno a  un logo nuevo que es todo cuanto está dispuesta a renovar. No le hace falta más. La fórmula hasta ahora le ha dado un resultado óptimo, pues ha gobernado el país con mayoría absoluta durante cuatro años y de paso, lo ha esquilmado con todo tipo de corrupciones y estafas. Además, ha impuesto su nacionalcatolicismo en una involución ideológica que, en algunos aspectos (como medios de comunicación, orden público, enseñanza, derechos laborales, etc) ha hecho retroceder el país a los tiempos del franquismo. A su vera trata de conseguir algo de relieve una organización de supuesto centro, Ciudadanos, cuya función real es remansar los votos de la derecha que se fuguen del PP.

Frente a este bastión se concentran cuatro columnas de ataque de la izquierda que tratan de conquistarlo, pero cada una por su cuenta. La primera es el PSOE, el viejo y venerable partido de la izquierda dinástica, que comparte con la derecha largos años de memorias y experiencias parlamentarias desde la transición. La crisis y la singular impericia de su dirección lo hundieron en la segunda legislatura de Zapatero y en las elecciones de 2011 sufrió una derrota sin precedentes en estos tiempos de mediocre democracia. Esa crisis y los subsiguientes cuatro años de gobierno cleptocrático de la derecha, provocaron la aparición de un amplio movimiento de protesta cristalizado en diversas fuerzas orgánicas que ahora compiten entre sí por enfrentarse al PP en las elecciones. A día de hoy aparecen Podemos, Ahora en Común y el nuevo partido de Alberto Sotillos, Decide en Común. Pero lo único que en verdad tienen en común es que ninguno considera al PSOE como un "verdadero" partido de izquierda y eso que muchos de los militantes y dirigentes (sobre todo dirigentes) de las nuevas formaciones proceden de él y a pesar de que es con el que están pactando en municipios y comunidades.
El que habla con más claridad, quizá por su juventud, es Alberto Sotillos quien, al frente de un grupo de escindidos del PSOE, ha creado uno de estos partidos nuevos, Decide en Común, cuyo objetivo, formulado con espíritu surrealista, consiste no en restar sino en sumar. Para sumar aquí empieza por restar en su antiguo partido. Claro que este no es de izquierda. ¡Si lo sabrá él, que viene de allí! Y, para que se vea su voluntad de sumar, apenas se ha  constituido como partido y ya está llamando a la puerta de Podemos.  
A la puerta de Podemos llama también una nueva formación que está gestándose estos días, Ahora en Común. Es el último intento del sector garzonita de IU de poner en pie una plataforma de acuerdo, una organización unitaria que amalgame en feliz unidad de acción a todas las fuerzas a la izquierda del PSOE. Su pretensión es enfrentar con un hecho consumado unitario a Podemos, siendo así que estos ya han anunciado que, viendo con buenos ojos todo proceso de confluencia, el referente siguen siendo ellos y solo ellos. No es probable que esta disyuntiva se resuelva en un sentido u otro antes de las elecciones, pero sí lo es que, si Ahora en Común consigue consolidarse, restará votos y quien sabe si militancia, a Podemos. Esta organización presenta un aspecto monolítico, con unidad de mando, y se revela incompatible con la articulación de un movimiento que refleje la rica variedad de la izquierda española, un firmamento en el que luce una pluralidad de cuerpos celestes.
En resumen, la izquierda aparece aquejada del viejo vicio del ejército español: demasiados generales para tan pocos soldados. Demasiados jefes para tan escasos militantes. El ejército español no ha ganado una guerra internacional de cierto fuste hace más de trescientos años y una izquierda tan atomizada lleva camino de repetir la hazaña en las elecciones.
Este fraccionamiento con rabiosos toques de narcisismo y egocentrismo es el que está favoreciendo más la recuperación del PSOE como alternativa verosímil a un PP tan desnortado que imita a Podemos en su nuevo logo.

diumenge, 19 d’abril del 2015

Sostenella, no enmendalla.


Podemos emergió de repente en un florido mes de mayo con la promesa de una primavera eterna. Recogía el espíritu del 15M y lo convertía en un rotundo triunfo electoral en las europeas que, de paso, conmocionó el entero sistema de partidos. En el contexto de la crisis, con desafección ciudadana, desprestigio de las instituciones y corrupción generalizada, los cinco diputados podémicos  aparecieron en Bruselas como los adelantados de una invasión vikinga. En España, una encuesta tras otra elevaba sus expectativas de voto a ser la primera fuerza en el Parlamento. Eran una ola. En poco tiempo llegarían a la cima.

De inmediato se produjo un efecto sifón. A Podemos transfirieron su intención de voto muchos electores del PSOE y muchísimos más de IU. Los recién llegados estaban fagocitando a los veteranos. Lo malo es que, con los electores y militantes, empezaron a pasarse o manifestaron deseos de hacerlo, los dirigentes que veían que se quedaban sin respaldo electoral. Y, con los dirigentes de IU llega inevitablemente la trifulca. Esta ha empezado a afectar también a la organización de acogida, que no ha podido mantener incólume su imagen de otro tipo de movimiento. Aunque los dirigentes hagan logomaquias con la izquierda y la derecha, el abrazo de una IU en descomposición y hundimiento, los lleva al sempiterno campo de batalla de la izquierda mal avenida; su virginal fulgor aparece ya tiznado con el barro y la sangre de la mêlée cainita de los comunistas, los excomunistas, los criptocomunistas y los neocomunistas. Todos ellos la verdadera izquierda, por descontado.

A estas alturas muchos electores ignoran cómo son las relaciones entre Podemos (con o sin otros coaligados) e IU, en dónde hay convergencia y en dónde no y, por supuesto, cuáles sean las razones para lo uno o lo otro. Habrá ocasiones en que, a falta de mayor información, decidan el voto a cara o cruz.

El momento es decisivo. Desde las ocultas cavernas de los viejos dioses ctónicos surge apocalíptica la figura de Anguita: es "ahora o nunca"; hay que acabar con el bipartidismo . En definitiva, para ser más claros, hay que alejarse del PSOE. No pasan los años. El PSOE sigue siendo la bestia negra. Tanto que está de nuevo dispuesto a destruir lo que tiene si con ello destruye también a su taimada enemiga, la socialdemocracia. Y ¿con qué fuerzas cuenta Anguita para este asalto final? Con Podemos, Equo, las PAH y otras formaciones, entre ellas la suya, Foro cívico somos mayoría.

El abrazo de Anguita a Podemos con anhelos de fusión en nombre de IU es mortal para la formación de los círculos. Basta con ver cómo el Califa lo coloca en pie de igualdad con otras organizaciones, como en una traílla.  ellos, que venían a ocupar "la centralidad del tablero" porque sí y con su habitual modestia. Calíbrese por lo demás en qué medida contribuye Anguita a trasmitir la imagen de la nueva política. El Califa no puede hablar por la organización IU puesto que esta tiene sus candidatos y cuenta con un coordinador general, Alberto Garzón, que aspira a la presidencia del gobierno, y no parece muy avisado ir a decirle que se ponga a la sombra de Pablo Iglesias.
 
Pero habla revestido de la autoridad patriarcal del fundador de IU y cuando, preguntado por el destino de Garzón en una hipotética confluencia, embarulla los términos, recuerda un poco la figura de Abraham, dispuesto a sacrificar a su muy amado hijo Isaac-Garzón para apaciguar a Dios. Acabar con el PSOE es requisito imprescindible de cualquier acción de la izquierda. Es un poco maniático, en verdad, con ribetes de neurosis compulsiva, impermeable a los datos de la experiencia y ese monótono discurso antipsoe hace tiempo que da rendimientos marginales decrecientes. Y algo está claro: sacar de paseo la imagen de Anguita  admonitorio, ceñudo, declamatorio debe de habérselo sugerido a Podemos el asesor de comunicación... del enemigo. Presentarse como alternativa de futuro innovador agitando el espantajo de un pasado de perdedor revenido solo tiene sentido si se entiende como una bienintencionada provocación dadaísta pero, a este paso, el asalto a los cielos quedará ya para el próximo plan quinquenal.

Si alguien piensa que lo anterior es una imagen escorada por algún tipo de subjetivismo, animadversión hacia IU, o Anguita o Podemos, aguarde un instante y considere si no es cierto que a la izquierda del PSOE hay un debate a varias bandas entre Podemos, la IU que ha convergido, la que quiere converger de todas todas y la que quiere converger, pero dice no poder hacerlo. Y considere asimismo cómo encaja en el conjunto de este debate la afirmación de Alberto Garzón de que a Podemos le gustaría ser el PSOE, o sea, parte del denostado bipartidismo contra el que lucha a muerte Anguita. Y más aún, que Podemos quisiera ser el PSOE. Menudo anatema. Es posible que Anguita, montando en santa ira, dicte una fatwa contra este enemigo de Alá.

A su vez, a Podemos va sentándole bien el traje PSOE que Garzón quiere cortarle a mala uva para hacerle sentir miserable socialdemócrata. En lo tocante a las enrevesadas cuestiones nacionales, el derecho a decidir, la autodeterminación, la secesión y otros quebraderos de cabeza, Podemos ha decidido que el mensaje del partido sea igual en toda España, en Navarra y en Andalucía. Es el "café para todos" cuarenta años más tarde con elementos de uniformismo típicamente Borbón. Añádanse las ambigüedades en lo tocante a la Iglesia y el Estado, la República y otros gestos y actitudes y se comprenderá por qué la IU garzonita, la que querría converger pero asegura que es imposible por la arrogancia de Podemos, aspira a recuperar los votos que ha perdido cuando los votantes comprendan que la verdadera izquierda transformadora sigue y seguirá siendo IU. Y que, para cambiar a IU por IU, mejor hubieran hecho quedándose en casa, en donde muchos tenían ya grado de chusquero.
 
Las próximas elecciones van a ser decisivas sobre todo porque vienen con un factor de incertidumbre explosivo en Ciudadanos. No crean que esté del todo claro a quién quitará votos Ciudadanos.  

dimarts, 14 d’abril del 2015

La fuerza está en la unidad.


Palinuro no va a perder un solo minuto en argumentar lo obvio: que la unidad es la primera condición de la victoria y la desunión, de la derrota.

La izquierda se presenta desunida a las próximas elecciones. La derrota es segura. Aparecerá mitigada por algunos factores nuevos como el hecho insólito de que la derecha por primera vez también se presenta dividida entre PP y Ciudadanos. Ello da pie para las logomaquias ociosas de los llamados analistas políticos acerca del fin del bipartidismo y otras greguerías. Sigan en ellas distraídos.

Para la izquierda en su conjunto, lo esencial es derrotar a la derecha. Sin embargo, parece ignorarlo porque se presenta desunida. Es más, parte de esta izquierda (IU, Podemos y formaciones satélites) justifica la desunión argumentando que otra parte (PSOE) no es izquierda sino otra forma de la derecha. Este juicio no es solamente injusto, sino tan obtuso respecto a los intereses estratégicos que uno sospecha esté dictado por la derecha que es la única a la que beneficia.

Palinuro ha sostenido siempre que la equiparación PP-PSOE es un dislate desde el punto de vista de una consideración objetiva, cuando no un claro indicador de motivaciones que mezclan el oportunismo con la pura neurosis. Consecuentemente con ello también ha defendido que la mejor opción para derrotar a la derecha es la alianza PSOE-Podemos. Por supuesto, incluiría también a IU si esta consiguiera librarse del odio de los comunistas y su inquina visceral hacia la socialdemocracia. A veces lo ha hecho, por ejemplo, en Andalucía; pero no lo tiene tan claro siempre, como se prueba en Extremadura. Por lo demás, tampoco es imprescindible: IU parece destinada al fracaso, fagocitada por Podemos.

Se impone, pues, una alianza PSOE-Podemos. No va a suceder antes de las elecciones de mayo, en las que las suertes parecen echadas. Pero, según sean los resultados de estas, seguramente se planteará a partir de ellas. Es preciso esperar, por tanto. Pero nada impide ir haciendo algunas precisiones nada gratuitas.

El objetivo estratégico manda. Desalojar a esta derecha franquista, nacionalcatólica, corrupta, presuntamente delictiva, desde su presidente hasta el último monaguillo, es una obligación ineludible de la izquierda. De toda la izquierda. Esta no soportará la responsabilidad de que, por su incapacidad para entenderse, España caiga cuatro años más en manos de unos desaprensivos que no van a dejar ni los huesos. El PSOE debe estar dispuesto a pactar con Podemos y Podemos con el PSOE, dejando ambos de lado sus quisicosas de rencillas, envidias y personalismos.

Palinuro aplaude la voluntad unitaria recientemente aflorada con fuerza en el PSOE. Sin duda, ese es el camino. Felipe González compromete su apoyo "total" a Pedro Sánchez, algo vital y, de este modo, se despeja su camino en un alarde de unidad como candidato único a La Moncloa, con el apoyo de todo el partido. Se trata de un activo extraordinario que contrasta con la desunión y enfrentamientos en las demás corrientes políticas y que refuerza mucho las expectativas de apoyo electoral del PSOE quien puede emerger en las elecciones de mayo como el partido más votado y con mucho porque es el que atiende a una de las necesidades más agudamente sentidas por el electorado.

Para que esta táctica unitaria se refuerce, deben aun darse dos circunstancias. La primera es que, además de González, también el resto de los jarrones chinos, Zapatero, Rubalcaba, Bono especialmente, dejen de enredar, de malmeter, de intrigar y de obstaculizar la labor de Sánchez en este empeño unitario en el que, en el fondo, les va la vida. En román paladino, que dejen de darse pote y de hacer el imbécil, favoreciendo los designios del adversario.

La segunda circunstancia es que Sánchez pruebe estar a la altura del momento, se libere de la sombra envenenada de un político fracasado que hace fracasar todo cuanto toca, como Rubalcaba, y adopte las iniciativas que lo proyecten con la fuerza que el objetivo estratégico reclama: por un lado, que su oposición parlamentaria sea contundente y se visualice con una moción de censura, única forma de que la gente compruebe que la intención de echar a esta derecha parásita va en serio. Por otro, que administre el partido -que no es suyo- con sentido de estrategia y amplitud de miras. Rodearse de pelotilleros y tiralevitas es grato a los oídos pero desastroso para los resultados de la gestión. Excluir a los sectores leales pero críticos, un dislate todavía mayor y más peligroso. Un líder de verdad se apoya en gente con criterio, que no lo halaga y busca el acuerdo de quienes tienen independencia de juicio y lo critican cuando deben hacerlo.

Si un PSOE así gana las elecciones en mayo, nada lo parará en noviembre. Para llegar a ellas sería estupendo que lo hiciera una alianza PSOE-Podemos. Pero, si no es posible porque en Podemos prima el espíritu neocomunista del odio al socialismo democrático de raíz anguitista, que vaya solo dejando claro por qué no ha sido posible.

El resultado puede ser espectacular.