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divendres, 16 de desembre del 2016

Presentación teatre Romea (1ª) parte

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Aquí está por fin, el vídeo completo de la presentación de "La República Catalana" en el teatro Romea, Se divide en dos partes. La segunda, más abajo.

Una proeza técnica de mi amigo Bernat.

dijous, 15 de desembre del 2016

Abriendo camino al diálogo

Mañana comparece ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell,  a declarar por una supuesta desobediencia a una providencia del Tribunal Constitucional. Ayer, sin embargo, este mismo Tribunal comunicaba a la misma presidenta que se suspende cautelarmente otra medida de su Parlamento y la apercibía de las desagradables consecuencias, incluso penales, que tendría una nueva desobediencia. ¿Quién dijo que los tribunales son lentos? El Constitucional, como se ve, es raudo como una centella cuando le interesa y también parsimonioso como el olivo cuando le interesa al gobierno. 

Desde que este tomó posesión, viene anunciando una consistente voluntad negociadora. Parece, incluso que hasta se hubiera enterado de que la situación ha llegado a este punto por su obstinación en cerrar toda puerta de diálogo. Quiere evitarla.  Ahora la hay, asegura. Y, para mostrarla se aceleran los procesos judiciales contra todo tipo de independentistas.  Suele decirse que esos procedimientos judiciales no dependen del gobierno y siguen su curso con independencia de este. Es una fábula. Es el gobierno el que insta la acción de los tribunales, bien recurriendo al constitucional todo suspiro del Parlamento de Cataluña, bien instando la acción de la Fiscalía para que "afine" lo que al gobierno le interese.

Por eso no es creíble la oferta de diálogo del gobierno, porque afirma su voluntad de seguir con la acción represiva, a la que llama "cumplimiento de la legalidad" pero no es otra cosa que la legalidad de la "ley del embudo". Es más, el propio gobierno, por boca del presidente, ha enumerado todos los asuntos en las que está dispuesto a dialogar y que coinciden con todos los de su programa electoral y obviamnte, le importan tanto como ese mismo programa. Solo le ha quedado uno en el fondo de la caja, uno sobre el que no está dispuesto a negociar: el referéndum. 

Pues ya está. Se acabó: si no hay referéndum, no hay diálogo. Todos podían haberse ahorrado las consideraciones en público. Pero que no haya diálogo no quiere decir que las partes no sigan actuando. Continúan haciéndolo pero sin hablar. En estas condiciones de intenso diálogo, los independentistas dicen que el referéndum se hará diga el Tribunal Constitucional lo que diga. La verdad es que dada la inexistente autoridad de este órgano, convertido en correa de transmisión del gobierno, no es de extrañar el propósito del independentismo. Y entonces aparece la vicepresidenta del gobierno y virreina de Cataluña, Sáenz de Santamaría a decir, amenazadoramente, que el gobierno dispone de medios para que el referéndum no se realice.

¿Queda claro? No hay diálogo. 

Por eso resulta absurdo el enfado bíblico de los pensadores del Think Tank de la FAES, encabezada por el siempre malencarado Aznar. Acusan al gobierno de haberse entregado ideológicamente a los que quieren romper España. Lo acusan de aceptar un complejo de inferioridad por someterse al mundo conceptual del adversario. O quizá no sea tan absurdo. El "NO es NO" de la FAES  a negociar nada con separatistas o quienes le hacen el caldo gordo es la habitual intemperancia del personaje con su ridícula prosopopeya. Pero sigue siendo lo mismo: no hay diálogo. 

El camino está cegado. Como siempre.

dimarts, 13 de desembre del 2016

"La República Catalana" en el Romea

El acto de presentación de La República Catalana en el teatro Romea de Barcelona estuvo muy bien, aunque no me corresponda decirlo por razones obvias. Lo he leído por ahí, directamente en elMón.cat, que trae información cumplida. Como Salvador Cot, el director, estuvo moderando, la dirección del medio se disparó. Trae incluso una serie de fotos magníficas del gran Jordi Borràs, que lleva camino de convertirse en el mejor fotoperiodista del Estado. Dentro de unos días tendremos un vídeo gracias a la competencia de mi amigo B*** y colgaremos aquí para que el personal pueda hacerse idea de lo mucho que allí se habló. Lo pasé muy bien y creo que los demás también y los intervinientes, Carles Canut, actor y director de la Fundación Romea, Joan Carles Girbés, director de la editorial y los tres que compartimos el escenario, en especial Cot y Puigdemont, como puede verse en la foto. Aunque esa sensación de contento, me parece, es la habitual en el presidente de la Generalitat, dotado de un notorio sentido del humor tras el que se revela una clara y firme voluntad política.

Por mi parte hice una breve exposición del origen del libro, de cómo empezó todo hace más de cuatro años, cuando una mano anónima subió un vídeo a Youtube hecho con mis intervenciones en La tuerka sobre la cuestión catalana y terminó en el libro de marras. Una peripecia que estoy pensando escribir con algo más de detalle porque me sirvió para aprender mucho sobre el terreno. Me pateé literalmente la Cataluña profunda, la del litoral y el interior y sus provincias hasta entender la realidad de un pueblo y una cultura que tienen vida propia, que se expresan en su lengua y que se han mantenido así durante los siglos, a pesar de los intentos sistemáticos de asimilación del poder político y cultural castellano-hablantes. Que tienen conciencia de ser una nación.

En un momento de esta experiencia de aprendizaje, Carles Canut me preguntó hace tres años si quería protagonizar junto a él un diálogo sobre el derecho a decidir en el teatro Romea. Le dije que sí, claro. Como a muchísima gente, me fascina el teatro, y no iba a perderme la ocasión de subirme a un escenario.  Hablamos del título. Él quería que se llamara El dret a decidir porque, por aquellas fechas, todavía se discutía algo tan obvio, particularmente en España, en donde oficialmente se reservaba al llamado pueblo español y se negaba a todos los demás. Para mí, entonces, como ahora, el derecho a decidir era un eufemismo de derecho de autodeterminación, que se quería evitar porque suena muy de batalla. Le propuse La nación como espejo y, al final juntamos los dos, el mío como título y el suyo como subtítulo. Así vivimos una jornada inolvidable. Tres años después, parece, la nación es un espejo; el espejo en el que la nación se mira; su imagen, que es su realidad, pues la nación no es otra cosa que la conciencia que de ella tienen quienes la viven en sus etapas a lo largo de su evolución histórica. Y aquella nación de hace tres años es la que reclama hoy su correspondiente derecho a dotarse de un Estado que proteja su supervivencia.

¿Pudo haber sido ese Estado el Estado español? Pudo, desde luego. Tiempo tuvo todo el que quiso y el catalán es un pueblo muy fier de lui même pero, al mismo tiempo, pacífico y con espíritu de colaboración. Pudo. Pero no lo hizo. Muchos piensan que porque no quiso. Otros, porque no supo. Fuere como fuere, no lo hizo y ahora el independentismo pide que ese Estado sea independiente. Recuérdese que era segunda pregunta de la consulta del 9N, la primera reacción contundente frente a la desafortunada sentencia del Tribunal Constitucional de 2010.

Se trataron muchas otras cosas, pero entiendo que lo más sensato es esperar a que tengamos los vídeos para subirlos y que cada cual se haga su idea. Porque, por supuesto, las intervenciones de Puigdemont son decisivas y merece la pena escucharlas y el ejercicio de profesión periodística de Salvador Cot, también.

dissabte, 10 de desembre del 2016

El diálogo y los radicales

El gobierno está en actitud dialogante. Lo dice su portavoz, que algo sabrá de eso. A todos los efectos prácticos esa actitud dialogante se observa tan solo en que lo dice. Pero hace lo contrario. Los procesos judiciales de una buena cantidad de independentistas siguen adelante. La presidenta del Parlament está citada a declarar ante los jueces el próximo día 16. Puede que haya diálogo, pero será entre imputados, investigados o acusados y jueces. No debe de ser este el diálogo al que se refiere el ministro. Pero el que él dice, no se ve.

Considera el ministro que la convocatoria del Pacto Nacional por el Derecho a Decidir (PNDD), un organismo creado hace unos años a instancias de Artur Mas con la idea de tejer un movimiento cívico-político, es un acto unilateral. Da gusto ser gobernados por gentes tan esclarecidas. Unilateral es todo lo que viene haciendo el movimiento independentista y la Generalitat luego desde hace años. El ministro no puede ignorarlo. El mayor acto unilateral hasta la fecha tuvo lugar el 9N de 2014, cuando él era ministro también, aunque de otra cosa. Unilateral es el proceso independentista y no parece que hasta la fecha el gobierno haya hecho algo para que deje de serlo, es decir para dialogar. Porque, con decirlo, obviamente, no basta.

Y es difícil dialogar con alguien que razona tan malamente. Esa acusación de que la convocatoria del PNDD se debe a la fuerza de la CUP, cuyos diez votos necesita Puigdemont para aprobar los presupuestos mueve a risa. El uso del término "radical" es muy significativo. Tiene gracia escuchárselo a un gobierno que ha dado pruebas de un radicalismo atroz durante cinco años, aunque en un sentido opuesto al que pueda suponerse anima a la CUP. Los radicales acusan de radicales a los demás en cuanto se descuidan un milímetro. De esa forma creen sentar plaza de "moderados", algo que la legislación, la crónica de tribunales y la práctica diaria contradicen. La "Ley Mordaza", por ejemplo, es una ley radical de derechas. Por eso, como todo el mundo sabe, en España no hay un partido de extrema derecha. Está en el PP. Y legisla.

La observación del ministro lleva incorporado el veneno de insinuar que el gobierno de JxS es rehén de la minoría de la CUP, a la que obedece, no por convicción propia sino por conveniencia. Esto equivale a decir que si JxS no necesitara los votos de la CUP, desistiría de su hoja de ruta, se olvidaría del referéndum y, lógicamente, no tendría que convocar el PNDD.

Y eso no sé de dónde se lo ha sacado el ministro.

El mismo gobierno que presupuesta una partida para el referéndum es el que se apresta a organizarlo con tiempo suficiente para que le salga bien.

dilluns, 5 de desembre del 2016

Visión de la independencia de Cataluña

Albert Carreras (2015) Volem l'independència? Reflexions per al futur immediat. Barcelona: Base, 142 págs.
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La polémica sobre la independencia de Cataluña es la cuestión política de mayor envergadura que se debate hoy -y desde hace bastantes años- en el Estado español. No querer verlo es uno de los más claros síntomas de la incompetencia de la clase política estatal.  En efecto, es tema que se elude, no se menciona, se evade. El contencioso apenas cuenta con bibliografía en España, pero sí la tiene y abundantísima en Cataluña. Los políticos españoles no quieren encarar el problema. Sus intelectuales, que se piensan clase "universal", prefieren enmudecer antes que decidir entre su "universalismo" y su "nacionalismo".  La ciudadanía, abundantemente desinformada por unos medios sesgados a extremos inverosímiles, tiene un grado de desconocimiento asombroso. 

En Cataluña, en cambio, es al revés. La independencia es el "tema de su tiempo", la que orienta la actividad de sus instituciones, alimenta el debate público y es motivo de atención preferente en sus medios de comunicación Y muchos de sus intelectuales, directamente implicados, producen abundancia de libros desde todas las perspectivas y analizando todas las circunstancias, explicaciones, cálculos, previsiones y consecuencias.  Albert Carreras, catedrático de Historia de las Instituciones Económicas de la Universidad Pompeu Fabra y convencido independentista, aporta el suyo.  Es un libro breve, sucinto, que va al grano y expone en términos claros las razones del independentismo y los medios políticos de que ha de valerse para conseguir su objetivo. Es casi un libro programático.

Carreras sintetiza en tres bloques las razones de la independencia: 1) la identidad nacional; 2) los  agravios económicos; 3) la hostilidad del Estado español. La identidad nacional (la lengua, los usos, las costumbres, la cultura, etc) solo puede salvagardarse disponiendo de un Estado propio. Como historiador echa mano del conflicto de 1640 y concluye que a Portugal le salió bien lo que a Cataluña no y de ahí se siguen los acontecimientos posteriores hasta el día de hoy.

En cuanto al desequilibrio económico territorial, Carreras entra en un terreno que normalmente no se menciona por razones políticas tácticas. En efecto, además de señalar la desigualdad de trato en materia de déficit fiscal contemporáneo, como hace la mayoría de los análisis de este tipo, plantea a las claras la situación de privilegio del Concierto vasco y el Convenio navarro (p. 34), asunto en el que incide varias veces para llevar al lector a la convicción de que, en el fondo, la cuestión es de mala articulación del Estado español en su conjunto puesto que si el Concierto y el Convenio se extendieran a todas las Comunidades, el país sería inviable. El coste de hacerlo viable, viene a decir Carreras, es someter a Cataluña a un régimen de práctico expolio no reconociéndole derecho a concierto alguno.

Así, mientras el PV y Navarra son fiscalmente independientes, la financión de la Generalitat es siempre insuficiente (p. 51) porque los cálculos (las famosas cuentas territorializadas) son siempre perjudiciales para Cataluña y muy favorables para Madrid que se beneficia del efecto capitalidad. Y sobre todo por la permanente hostilidad del Estado hacia Cataluña, cosa que se observa en las prioridades de gasto, inversiones, obra pública, etc. Ejemplos recientes apabullantes, las decisiones de AENA respecto a los aeropuertos del Prat y de Barajas y el AVE (p. 64). 

La ruptura del "consenso de la transición" con la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010, que niega la condición nacional a Cataluña y ya había comenzado con el hostigamiento desde el PP a partir de 2010 (p. 71), es el acicate que impulsa la nueva reivindicación independentista hasta acercarse al 50% del electorado. Parece un buen momento para conseguir el Estado propio. Y, justo ahora (el libro está escrito en 2015) las fuerzas independentistas se dividen. En la disyuntiva de primar el eje nacional frente al social, los independentistas, lamenta Carreras, prefieren el segundo al primero. Y sin unidad de esas fuerzas independentistas, tanto en las instituciones y partidos como en la sociedad civil, no habrá independencia ni, por tanto, Estado propio, ni cuestión social que atender.

A ese objetivo se dedica la segunda parte de su libro titulada "Estrategias de la independencia" y que, en realidad, se reduce a una sola recomendación: mantener la unidad, formar una sola candidatura en todos los procesos electorales: elecciones locales, autonómicas, generales o europeas. Hay que estar en las instituciones españolas pero hablando con una sola voz, la de la petición de un referéndum.

Después de una especie de digresión sobre la robusta historia del nacionalismo catalán, con expresa remisión a la obra clásica de Pierre Vilar Cataluña en la España moderna y una mención a las enseñanzas de la experiencia escocesa, el autor considera todos los procesos electorales mencionados uno a uno para argumentar que la unidad es indispensable en todos ellos. ¿Qué harán los catalanes en Madrid? Luchar por el referéndum. La voluntad independentista ha de mostrarse en todas las elecciones. Ganándolas todas. Hasta conseguir ese objetivo del referéndum (p. 132). El independentismo se presenta pacífico y democrático. Y viable.

En algún momento considera Carreras la posibilidad de que, por las razones que sean, el Estado se avenga a negociar y, al final, en efecto, se negocie algo, tipo Concierto, por ejemplo. Es una hipótesis que se maneja mucho, aunque con escasa base porque el Estado no ha mostrado hasta la fecha voluntad negociadora alguna. En todo caso, Carreras que, como economista, es hombre práctico, recomienda aceptar lo que se negocie. Como hombre realista, al mismo tiempo, también recomienda insistir en la reclamación del referéndum porque recuerda que los pactos con el Estado español deben blindarse ya que depender de su voluntad es, en realidad, estar vendido.

diumenge, 4 de desembre del 2016

El Desconcierto

Las relaciones entre el nacionalismo vasco y el catalán han sido siempre complicadas. Y, como se ve, seguirán siéndolo. Su sistema de alianzas es muy variable, según de qué asuntos se trate. Pero en el fondo de la cuestión se encuentra siempre la de la independencia. A pesar de los "años de plomo", el País Vasco no tiene una vocación tan independentista como Cataluña. En realidad es legítimo pensar que precisamente esos "años de plomo" fueron rémoras en las alas independentistas.

Ahora Urkullu sostiene que la independencia es imposible. En un mundo globalizado. Dicho así, en términos filosóficos, solo cabe asentir. En la globalización somos todos interdependientes y nadie puede ser independiente. Sí, es una verdad general; tan general que no significa nada. El significado está en el contexto: Urkullu avisa a los independentistas catalanes de que la independencia es una quimera y se ofrece como mediador entre las dos partes, el Estado -de quien espera una reconsideración drástica de su negatisvismo- y Cataluña -de la que espera acepte una solución no independentista.

La cuestión aquí es la de la propia autoridad de Urkullu para postularse como mediador. En realidad, a todos los efectos prácticos, el País Vasco y Navarra son independientes pues se autofinancian mediante el concierto y el convenio económicos respectivos. Regímenes de privilegio que todo el mundo evita mencionar como tal. Pero lo son y la prueba es que, si el concierto/convenio se generalizara a todas las CCAA, el país no podría financiarse.

Así que bienvenida sea la invitación al diálogo de Urkullu y ojalá convenza al gobierno de Rajoy de adoptar una actitud dialogante, pero no es realista que pida a los independentistas que renuncien a su objetivo en función de un criterio filosófico. Sobre todo porque él está instalado en una cómoda independencia de facto a la que otros han aspirado sin que se les haya permitido.

dimecres, 23 de novembre del 2016

La inútil represión

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado "L'ésser i el voler ser", en el que sostengo que el diálogo aparentemente ofrecido por el gobierno central a la Generalitat es falso pues ni siquiera tiene el gesto de paralizar los procedimientos penales que él mismo pone en marcha. El artículo glosa el caso del juez Vidal, a quien el Supremo confirmó ayer su pena de tres años de suspensión de empleo y sueldo. En él se sostiene que afrontar la cuestión catalana como un problema de orden público con medios exclusivamente represivos no servirá para nada al nacionalismo español y, al contrario, avivará el independentismo catalán.

No había terminado de escribir el artículo y ya se conocían los siguientes pasos en este peculiar diálogo en dos dimensiones absolutamente distintas, como en diferentes galaxias. El juez Vidal, trocado en senador Vidal, intervino en la sesión de ayer en presencia del gobierno y pronunció un alegato impecablemente razonado, con lógica judicial, de la absoluta falta de legitimidad del gobierno y el Estado españoles en materia de independencia de la justicia. Un alegato demoledor, avalado por el hecho de que quien lo pronunciaba es víctima directa de lo que denuncia. Merece la pena ver el vídeo del juez Vidal y las caras y los gestos de Rajoy y Sáenz de Santamaría.

Pero no se quedó ahí la cosa. Ayer, el Congreso votó en votación secreta conceder el suplicatorio para que el Tribunal Supremo proceda contra el diputado Homs por presunta desobediencia, creo. Si no he leído mal vino Puigdemont a Madrid a apoyar a Homs. Eso es mucho. El gobierno y toda la clase política debieran pensar a dónde conducen el país por la senda del sostenella y no enmendalla. Porque ahora viene otra andanada mediática: Forcadell citada a declarar en el procedimiento que también se le sigue y del que puede resultar una inhabilitación. La única respuesta que tiene el Estado a la demanda de un referéndum sostenida por más del 70% de los catalanes es procesar a sus representantes, democráticamente elegidos por cumplir el mandato de sus electores. Y eso no tiene salida. Solo la unilateral. 

A continuación, la versión castellana del artículo.

El ser y el querer ser

El Tribunal Supremo mantiene la sanción al juez Vidal de tres años de suspensión de la carrera judicial por haber contribuido a la redacción de un proyecto de Constitución para la República Catalana. No se han considerado sus razones de que la sanción no tiene fundamento jurídico sino ideológico y de que, en todo caso, la posible falta ya había prescrito cuando se le sancionó. Por supuesto, lo esencial es la primera razón, si motivaciones jurídicas o ideológico/políticas.

Para decidir habría que saber qué carácter reviste ese proyecto de Constitución, si es un panfleto, un comunicado, un llamamiento a la movilización. Teniendo en cuenta que es una Constitución de la República Catalana, es decir, un futurible, hasta podría tratarse de una utopía. Las utopías no han gustado nunca al poder. A modo de aviso, el fundador del género, Tomás Moro, murió decapitado.

Hasta aquí no se llegará en la presente ocasión, pero es conveniente saber hasta dónde se llegará. Por supuesto que en la sanción al juez Vidal hay una gran carga ideológica. Pero es una ideología básica del Estado español, que lo ve como única nación y a la mayoría de los jueces no le parece ideología sino el fundamento mismo de legitimidad de su actuación. Lo mismo le sucede, aparentemente, al juez Vidal, tan movido por su idea de la legitimidad de la nación catalana como sus colegas sancionadores por la española.

Es un conflicto de legitimidad que se está dirimiendo en un terreno de legalidad, mucho más estrecho. En este, cada una de las partes no puede sino hacer lo que hace. El juez Vidal propugnar la independencia de Cataluña; los tribunales españoles sancionarlo por ello. Los dos saben que es un proceso de acción-reacción que se autoalimenta hasta conducir a situaciones (más) indeseables. Pero no pueden evitarlo, como en las tragedias griegas.

Actualmente el juez Vidal es senador. Desde el Senado, en representación de ERC, seguirá argumentando en pro de la independencia de la República Catalana. Es más, al encontrarse “suspenso” de la carrera judicial, podrá intervenir también en la vida pública catalana, incluso reanudar sus tareas redactoras del proyecto. Habrá quien sostenga que, estando “suspenso”, sigue en la carrera judicial y, por lo tanto, podría solicitarse ya su expulsión completa. Pero eso sería una arbitrariedad ya que el senador podría argumentar que está redactando un proyecto de Constitución de la República Catalana para presentarlo a la consideración de las Cortes españolas, por si tuvieran a bien aprobarlo. Entra dentro de lo filosóficamente imaginable que el Estado que es, deje lugar para el Estado que quiere ser.

Es obvio que la política meramente represiva no va a bastar para aquietar el impulso independentista. Al contrario, va a avivarlo. La experiencia, el sentido común, el realismo, así lo muestran. El independentismo se ha ganado el ser tratado como una cuestión político-constitucional que está pidiendo negociación bilateral urgente. El considerarlo, cual ha hecho hasta ahora el gobierno central, como un mero problema de orden público, solo da como resultado aumentar la movilización independentista fabricándole un panteón de héroes y mártires, Vidal, Mas, Forcadell, etc, tienen una enorme proyección simbólica, son referentes que focalizan una voluntad colectiva.

Parece atisbarse un nuevo talante en el gobierno del PP, un mayor empeño por entenderse con Cataluña y la Generalitat lo ha acogido con gran celeridad por iniciativa del vicepresidente. Justamente ahí parece haberse introducido un equívoco, si es un equívoco y no una manipulación infantil cuando se insinúa que los independentistas cambiarían la hoja de ruta y el referéndum por unas conversaciones del nivel que fuera con el Estado.

La negociación posible que el gobierno apunta y la Generalitat acepta tendrá que empezar con la cuestión del referéndum ¿Con qué, si no? La feroz oposición de principio del PP del “carácter innegociable de la soberanía nacional” se elimina a base de negociar un referéndum catalán y someterlo a la aprobación de las Cortes españolas, que son las depositarias de dicha soberanía. Si el gobierno se presentara ante el Parlamento con un proyecto de referéndum negociado, con una pregunta binaria clara, “sí” o “no”, las mayorías necesarias también negociadas y negociado asimismo el plazo de carencia hasta el siguiente referéndum, ¿por qué no iba a aceptarse si es la única forma democrática y civilizada de encauzar este conflicto?

dimecres, 9 de novembre del 2016

El estado del gobierno del Estado

Aquí mi artículo de elMón.cat de hoy, L'estat del govern de l'Estat. Su objetivo es averiguar qué puede traer de nuevo para Cataluña el recién jurado gobierno de la derecha neofranquista, el más reaccionario y nacionalcatólico de toda la transición. En apariencia, mucho. En realidad poco. Lo más significativo es que se ha encomendado a la ratita hacendosa, Sáenz de Santamaría, la tarea de coser España. Muy femenino. ¿No se propone la Lady Macbeth de Carmona coser el PSOE? Pues la vicepresidenta quiere a su vez coser España. Algunos medios ven en este movimiento un buen augurio de recomposición de relaciones con Cataluña, pues descubren en la segunda de Rajoy capacidad, voluntad y seguridad de entendimiento con el independentismo catalán. Lo deducen de sus relaciones personales, su buena sintonía con Junqueras y Tardà y -me imagino- su buena suerte con el tarot. Todo eso es posible. Ignoro qué amistades o enemistades tiene esta señora entre las gentes de Junts pel Sí. Me rijo por la experiencia: como buena e impenitente franquista, Sáenz de Santamaría ha sido el puntal de la política "catalana" del gobierno de Rajoy, consistente en negarse en redondo a toda negociación y en recurrir sistemáticamente a la represión. ¿Voluntad de recomponer con Cataluña? Ninguna. Es posible que esta señora, ejemplo sumo del filisteísmo de la derecha católica, haya visto la luz de la verdad como Saulo camino de Damasco, pero habrá sido hace 24 horas. Hasta ese momento, fue el puntal más catalanófobo del gobierno.

Mientras los hechos no demuestren lo contrario, el nuevo ejecutivo del PP es más hostil y más agresivo contra Cataluña que el anterior y su política será provocar una confrontación con el Principado para tener una excusa y aplicar una política de sojuzgamiento. Parece que la Ratita Hacendosa ya ha dicho que Cataluña es el problema principal del Estado español. No es rápida la moza precisamente. Eso era evidente hace años. Claro que quienes la rodean no dan pruebas de ser más espabilados. Ni el gobierno ni la oposición. Todos han dejado pasar años y años, simulando no estar afectados por el desarrollo del independentismo catalán, intentando sepultarlo bajo el olvido, el infundio y la calumnia. Y, al final, no les queda otro remedio que reconocer las cosas como son.

Aquí la versión castellana del artículo:

El estado del gobierno del Estado

Por fin hubo gobierno. Cambian algunas caras, pero se mantiene sin variación el eje económico, prueba de que se seguirá aplicando la misma política económica de recortes y recetas neoliberales. Se refuerza el poder del Opus Dei con todos los ministros jurando la Biblia, no por la Constitución. Y eso que es la suya. Cesan los ministros más abrasados por la pirotecnia de su incompetencia, el de Exteriores y el del Interior. Los dos que llevan más de cuatro años fustigando el proceso independentista, a veces con medios presuntamente ilegales, y sin conseguir otra cosa que consolidarlo y adelantarlo. Los dos sustitutos se inscriben en la línea de belicosidad anticatalana. El señor Zoido (Interior) ya ha avalado la actitud de su antecesor en relación con sus conversaciones presuntamente ilegales contra sus adversarios políticos. El del abigarrado García Margallo parece dar un perfil de mayor competencia a la hora de cortocircuitar la acción exterior de la Generalitat. Es algo buscado. Por lo menos, para dejar de hacer el ridículo en los foros internacionales, algo garantizada con el ministro anterior.

Cataluña está muy presente en el nacimiento de este gobierno. Sin decirlo, por supuesto, ya que la política oficial sigue siendo negar la existencia de algo más que un problema de orden público. La nueva configuración de la vicepresidencia así lo prueba. Sáenz de Santamaría se desprende del cargo de portavoz y se dedicará primordialmente a Cataluña. Dispone de recursos formales al conservar el ministerio de Administraciones Territoriales y materiales muy potentes, al tener el CNI a sus órdenes.

Hasta ahora, la vicepresidenta ha sido quien ha arbitrado la acción del gobierno ante el independentismo catalán, acción con dos vertientes: negativa cerrada a todo planteamiento de diálogo que suponga aceptación directa o indirecta de un referéndum, y recurso sistemático a la vía represiva ante todo tipo de actos de las instituciones catalanas, desde el Parlamento a los ayuntamientos. Su dedicación a tiempo completo parece indicar un propósito de perseverar en las dos vías. Cuenta para ello con un implícito apoyo parlamentario de la oposición, al menos de Ciudadanos y el PSOE, en una especie de unión sagrada que ya se ve a la hora de propiciar o no el suplicatorio para el procesamiento de diputados independentistas. Si la mayoría de la oposición avala la actitud de cierre a toda negociación, es decir, a toda solución política; si se niega a debatir sobre legitimidad, la cuestión queda reducida al ámbito de la legalidad.

Es decir, represión y acción de los tribunales, pero sin solución visible. A cualquiera le llega que el grado de apoyo social e imbricación en las instituciones que ha conseguido el independentismo no se puede tratar como un problema de orden público bajo pena de enquistarse en un círculo de acción-reacción, de desobediencia y represión hasta que una de las dos partes o quizás las dos, estén al límite de sus posibilidades. El sentido común y la experiencia muestran que una situación de confrontación sostenida en el tiempo con recursos y contrarrecursos permanentes, realmente disminuye y mucho la capacidad de acción de las instancias enfrentadas. Sin embargo, la decisión de confiar la política "catalana" a una sola persona de talante tan autoritario como la vicepresidenta muestra la voluntad de tratar el conflicto con la mentalidad impositiva de siempre. Si hubiera el menor ánimo de buscar una solución negociada habilitaría un órgano ad hoc, como un consejo o una comisión interministerial que pudieran canalizar alguna forma de entendimiento.

El enroque del Estado, sin ninguna iniciativa, en una actitud de negación permanente, no deja otra posibilidad a las autoridades electas con un mandato independentista que seguir adelante de forma unilateral con su hoja de ruta. La legitimidad de esta manera de hacer no deriva sólo de su propia intención sino de que el interlocutor rechaza toda solución que no sea la abierta hostilidad. De aquí sólo puede surgir una situación de desobediencia civil de los cargos públicos electos que abre un evidente panorama de inestabilidad e ingobernabilidad.

Dos riesgos apuntan al horizonte independentista. En primer lugar, el alcance de la desobediencia. Esta corresponde del todo a los cargos públicos electos. No hay que exigírsela a los funcionarios. Se trata de una situación de doble poder, como la que se da en los procesos revolucionarios. Pero esta, a pesar de ser revolucionaria en el fondo, no lo es en la forma en la que debe prevalecer el carácter pacífico y el imperio de la ley. El proceso es cosa de los políticos. Los funcionarios, como el conjunto de la población, deben quedar protegidos. Su participación será voluntaria e individual pero de ninguna manera obligada.

El segundo riesgo es de carácter más político y nace de la propia dinámica catalana. Nace de este nuevo partido de la izquierda soberanista, hecho desde En Común, dirigido, al parecer por el señor Domènech y bajo inspiración general de la señora Colau. Por mucho que sus fundadores envuelvan sus manifestaciones en confusiones de carácter soberanista, será imposible disipar la sospecha de que su razón de ser, en gran medida, es servir de voz a un electorado catalán de izquierda que no es independentista.

Conservar la estabilidad, sin fracturar la gobernación y mantener la ventaja sobre las ofertas unionistas son las tareas del independentismo que el nuevo gobierno del Estado intenta frustrar

dimecres, 2 de novembre del 2016

El reestreno

Merced a la implosión del PSOE, Rajoy ha vuelto a ser investido presidente del gobierno y ya ha jurado el cargo ante la Biblia, la Constitución, un crucifijo y varios personajes de esta ridícula comedia de la política española: el que hace de Rey, el que de ministro, el que preside el Senado, etc. Algún día habrá que analizar la naturaleza podrida y repulsiva del catolicismo español: una religión que admite que un embustero complusivo, un mentiroso sin escrúpulos, un falsario incapaz de cumplir una sola de esas promesas que va lanzando por ahí pueda jurar solemnemente delante sobre los Evangelios. Se me dirá que ese es asunto de la conciencia de cada cual y que el catolicismo como creencia colectiva es posible. Pero no basta. La vida de Rajoy es de dominio público y todo el mundo sabe que es un embustero, un cínico, un tipo capaz de engañar a la colectividad y provecharse de ella. ¿Imagina alguien algo más anticristiano que privar a los dependientes de las subvenciones que le corresponden pero financiar la atención al propio padre con el dinero público, como hace Rajoy? ¿Algo más inmoral y repugnante? No, el asunto no se zanja hablando de la "conciencia de cada cual". Aquí hay algo más: la complicidad de los católicos con estas odiosas prácticas. Por eso votan a Rajoy las monjas, los curas, todo el nacionalcatolicismo.

En realidad, mi artículo de hoy en elMón.cat versa sobre el primer encontronazo que ya se ha dado entre el recién estrenado presidente español y el catalán. Puigdemont pide una entrevista de presidente a presidente para tratar del referéndum, ese del que Rajoy no quiere oír hablar y Sánchez comienza a considerar tras liberarse de la retardataria y reaccionaria influencia de Rubalcaba.

Muy probablemente llega tarde. En esta legislatura de la derecha se producirá el definitivo encontronazo con Cataluña.

Aquí, la versión castellana del artículo:

LA INAUGURACIÓN

Tras la investidura de Rajoy por K.O. de los socialistas, vino la solemne toma de posesión en envenenado por la petición Puigdemont de celebrar una reunión de presidente a presidente para tratar la cuestión del referéndum y otras cuarenta más. Digamos que es una forma catalana de convertir un gesto protocolario como una felicitación por la investidura en algo de contenido práctico. Se invita al recién nombrado presidente del gobierno a ejercer sin más dilaciones su pleno Halloween y el juramento tuvo algo de “truco o trato”. Pero el momento estaba autoridad abordando una negociación urgente, indebidamente aplazada durante diez meses.

Todos los caminos conducen a Roma pero, para llegar hasta allí, hay que recorrerlos. El de Madrid, también. Cuantas veces haga falta. Para que quede claro que se han hecho todos los intentos posibles de diálogo y negociación. Es acumular bazas. Para reforzar la posición de la Generalitat, Puigdemont no asistirá a la reunión estatal de presidentes de CCAA sobre financiación autonómica que lleva ya tres años de retraso Acostumbrado a dejar pudrir los problemas sin que nadie proteste, Rajoy se encuentra que no puede aplicar esa táctica con Cataluña. El Estado no puede obligar a Puigdemont a asistir a la reunión y, sin Cataluña, poca será la financiación que acuerden los demás. Cataluña ejerce ya su soberanía de hecho negativamente.

La respuesta del gobierno de la derecha es sabida de antemano: la condición del referéndum es inaceptable y ello no imposibilita pero sí dificulta las negociaciones en otros ámbitos. Quizá sea una suposición prematura. No es de esperar que el nuevo gobierno modifique los criterios básicos de Rajoy pero quizá sí que los modifique el mismo Rajoy. Muchas veces le habrán dicho que tenga en cuenta el caso escocés que resta toda validez a la negativa española a hacer lo mismo en Cataluña. Pero eso es poco probable por razones hasta caracteriológicas.

El gobierno se siente fuerte pues cuenta con el bloque constitucionalista, de PP, PSOE y C’s. Mayoría parlamentaria abrumadora. La Generalitat también se siente fuerte, con un gobierno respaldado por una mayoría absoluta. No es previsible que ninguna de las partes ceda en su pretensión inicial referéndum sí, referéndum no. En consecuencia solo cabe augurar un futuro a corto y medio plazo de mayor confrontación, un tiempo en el que las dos partes van a medir hasta dónde está dispuesto a llegar el Estado y hasta dónde a resistir el Parlamento catalán.


Entre tanto, el tiempo pasa. La desconexión catalana se consolida. Y el Estado sigue sin hacer propuesta alguna, no ya constructiva, sino mínimamente alentadora. Ninguna iniciativa cívica o política en España a favor de una solución pactada con Cataluña. Ni un foro, diálogo o encuentro promovido por esos intelectuales siempre tan activos en defensa de los derechos de los saharauis o los tibetanos. El cierre es total. En el caso del PP, el no rotundo desde el inicio al derecho a decidir no solo se ha mantenido sino que se ha hecho vociferante. Rajoy no quiere oír hablar de referéndum. Literalmente. Negociaciones sobre reformas del sistema de financiación siempre que no haya demanda de referéndum, las que se quieran. Nos quedamos como estamos y toda ruptura de la legalidad vigente con la motivación que sea será tratada como una cuestión de orden público por la vía penal.

En el PSOE, el discurso no es muy diferente. Los socialistas comparten el recio nacionalismo español del PP pero, el mismo tiempo, son favorables a formas etéreas de descentralización política, como el federalismo. La fórmula ha perdido toda credibilidad teniendo en cuenta que necesita la reforma de la Constitución. Por eso, Sánchez, dejó entrever de que la solución vendría “votando” y sobre una “reforma constitucional”. El federalismo era tan eficaz como el bálsamo de Fierabrás. La mención al voto apunta elípticamente al referéndum como si fuera una gran concesión. Sin embargo, al tratarse de una reforma de la Constitución, el referéndum es obligado, en unos casos por razón de lo que se reforma y en otros si así lo decide una décima parte de los diputados o senadores. Eso no es aceptar el referéndum catalán sino tratar de pasar el español de matute.

Los dirigentes españoles no tienen una idea clara del problema a que se enfrentan y sus recursos son muy limitados, pues ni siquiera cuentan con un proyecto común. No son un peligro real para el avance del proceso independentista. Ese peligro está comenzando a tomar forma en el interior de Cataluña, a través de la formación de un nuevo partido de izquierda que, no siendo independentista, puede propugnar diferentes grados de soberanismo.

dilluns, 31 d’octubre del 2016

La tertulia de Gràcia del pasado 14 de octubre



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Hubo problemas de sonido con el streaming y hasta hoy no ha estado disponible el vídeo que comparto. Recuérdese: es de hace 15 días y, a la velocidad que van la cosas, podrían ser 15 meses.



divendres, 28 d’octubre del 2016

Palinuro, hoy en Mollerussa

Y digo bien, Palinuro, porque los convocantes han tenido el detallazo de invitarlo a él también. A Palinuro, digo. Está en el cartel. Es la primera vez que le pasa. Casi rompe a llorar de emoción. Y yo muy contento de que mi otro yo tenga tan buena prensa. Troya puede esperar. Primero hay que hacer en Cataluña.

El acto consistirá en una animada charla con Josep Miquel Varea y Josep Labranya y todos cuantos quieran acercarse a compartir coloquio. El tema es una reflexión sobre la actualidad, el presente, de forma que ya sabemos más o menos de qué hablaremos: el gobierno del PP, con Rajoy siendo investido el día siguiente, el terremoto en el PSOE, el amago de divorcio entre el PSOE y el PSC, la llamada nueva ventana de oportunidad de Podemos, el proceso catalán (el político en el Parlamento y el judicial en los tribunales), el RUI, la DUI, la reacción del Estado español, la previsible desobediencia catalana, la correlación de fuerzas en el independentismo, con la CUP en el horizonte, la estatua der Franco en el Born y el nacimiento del partido de Colau - Comunes, así como su incidencia en el proceso, la República Catalana. 

Como siempre, nos faltará tiempo porque son muchos los temas. El presente, la actualidad, estan preñados de un futuro emocionante. Nunca estuvo tan claro que depende de que nos lo ganemos ahora.

A las 21:00 en el Saló d'Actes del Centre Cultural.   

dijous, 27 d’octubre del 2016

Palinuro mañana en Mollerussa

Y digo bien, Palinuro, porque los convocantes han tenido el detallazo de invitarlo a él también. A Palinuro, digo. Está en el cartel. Es la primera vez que le pasa. Casi rompe a llorar de emoción. Y yo muy contento de que mi otro yo tenga tan buena prensa. Troya puede esperar. Primero hay que hacer en Cataluña.

El acto consistirá en una animada charla con Josep Miquel Varea y Josep Labranya y todos cuantos quieran acercarse a compartir coloquio. El tema es una reflexión sobre la actualidad, el presente, de forma que ya sabemos más o menos de qué hablaremos: el gobierno del PP, con Rajoy siendo investido el día siguiente, el terremoto en el PSOE, el amago de divorcio entre el PSOE y el PSC, la llamada nueva ventana de oportunidad de Podemos, el proceso catalán (el político en el Parlamento y el judicial en los tribunales), el RUI, la DUI, la reacción del Estado español, la previsible desobediencia catalana, la correlación de fuerzas en el independentismo, con la CUP en el horizonte, la estatua der Franco en el Born y el nacimiento del partido de Colau - Comunes, así como su incidencia en el proceso, la República Catalana. 

Como siempre, nos faltará tiempo porque son muchos los temas. El presente, la actualidad, estan preñados de un futuro emocionante. Nunca estuvo tan claro que depende de que nos lo ganemos ahora.

A las 21:00 en el Saló d'Actes del Centre Cultural.   

dimecres, 26 d’octubre del 2016

Desobediencia civil

En Cataluña se dibuja un horizonte de desobediencia civil generalizada alimentada no tanto por el afán de la población por buscarse problemas como por la obstinación de la derecha de considerar que el independentismo catalán es un problema de orden público que se resuelve con cuatro guantazos o, como dicen en público, aplicando la ley. La ley de la porra, se entiende. En este actitud, tan autoritaria y absurda, la derecha cuenta con la entusiasta complicidad del PSOE, capaz de suicidarse al pie de la gloriosa nación hispana. O de lo que queda de ella después de que la la inepta y corrupta oligarquía española haya ido dejándose a lo largo de los siglos jirones del mayor imperio que vieron los tiempos, hasta quedar reducido a una parte de una península en la periferia de Europa y a punto, además, de perder su propia periferia. Porque "Castilla miserable ayer dominadora...", etc. De eso trata mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado, Comença el ball y cuya tradución al castellano viene a continuación.


Comienza el baile

Mientras en Madrid el PSOE obedecía al destino, en Vic, un concejal de la CUP obedecía a su conciencia. Por su parte Rajoy aseguraba que lo que hay que obedecer es la ley, de la que él es y será legítimo guardián.

Cualquiera ve que este es el inicio de una actitud colectiva que, probablemente, irá a más. Cuando un concejal actúa según su conciencia y, con ello, se sitúa fuera de ley despierta más simpatías que otro que, por ejemplo, se haya puesto fuera de la ley por haberse apropiado indebidamente unos cuantos millones. Con el primero se solidarizan muchos ciudadanos y algunos hasta lo manifiestan; con el segundo no suele solidarizarse nadie ni manifestarse, aunque a veces pasa, pues España es un país peculiar.

La insistencia de Rajoy en obedecer y hacer obedecer la ley es una perogrullada. Los gobiernos están para eso. Pero también están para aplicar soluciones políticas, negociadas que permitan mejorar la ley cuando esta es cuestionada por medios pacíficos por una colectividad con sus instituciones a la cabeza. De eso, sin embargo, no hay nada en el discurso de la derecha. Y no lo hay porque, para ella, los actos movidos por la conciencia independentista son un mero problema de orden público. Y el orden se mantiene con la aplicación estricta de la ley.

Este criterio convierte toda la política del Estado en relación al independentismo catalán en política represiva. Se moviliza la policía, los tribunales y, si es, necesario, se preparan las cárceles. En ese hilo procesal se encuentran ya un diputado de las Cortes, un expresidente y dos exconsejeras de la Generalitat y la actual presidenta del Parlament. Es difícil no ver que estas actuaciones son contraproducentes para el objetivo de hacer desistir a los independentistas. Cada nuevo acto de represión generará mayor respuesta de desacato y desobediencia, con más frecuentes llamadas a las fuerzas del orden autonómicas a desobedecer a su vez.

Teniendo en cuenta que el gobierno de la Generalitat tiene propósito de seguir con la hoja de ruta, como ha manifestado Homs al Rey y que el bloque independentista en el Congreso votará “no” a Rajoy, lo que se prevé es una escalada de acción (represión) – reacción (desobediencia) de consecuencias imprevisibles. Alguno de los posibles escenarios es que se produzca algún tipo de intervención exterior en forma de mediación, cosa que beneficiará a los independentistas y enfurecerá a los nacionalistas españoles.

De hecho, estos ya han cavado sus trincheras gracias a la abstención del PSOE y formado una línea defensiva de los partidos de la “unión nacional”. Una gran coalición disimulada como gobernabilidad de España. Y con eso se prueba que la situación está tan bloqueada como siempre. Esta vez no por un enfrentamiento entre la derecha y la izquierda, sino entre España y Cataluña.
Imposible abordar esta cuestión con el código penal en la mano. No es un problema de legalidad, sino de legitimidad, que requiere soluciones políticas negociadas y pactadas. La más evidente de todas, la que lleva planteándose desde el inicio es la realización de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Es algo tan evidente, sobre todo después del ejemplo de Escocia, que no se explica por qué no se ha realizado ya.

Pero el hecho es que no se ha producido y la situación sigue tan bloqueada como antes. Hay una evidente crisis constitucional. Está claro que los políticos llevan el asunto a la confrontación. A lo mejor sería razonable que interviniera el Rey. Al fin y al cabo, está para eso, para arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones. Y quizá una buena forma de conseguirlo sea sugerir a los partidos nacionales españoles la idea de que es mejor un referéndum pactado que uno sin pactar.

dilluns, 24 d’octubre del 2016

Entrevista de Palinuro en "elMón.cat"

Esto de vivir en dos países tiene sus encantos y sus peplas. Se vuelve uno un poco esquizofrénico si uno quiere -y uno quiere- tomarse los dos países, España y Cataluña en serio, considerar como propias sus problemáticas, entender las situaciones y aportar lo que pueda de buena fe al bien común. Ver España con ojos de español y Cataluña con ojos de catalán lleva su esfuerzo. Pero tiene enormes compensaciones. La primera de todas, la libertad y la posibilidad de seguir aprendiendo en la vida y también la seguridad de que no habla uno a humo de pajas. Claro que el eco que se consigue es muy distinto en uno y otro lugares. Lo señala muy bien mi entrevistador, Bernat Vilaró,cuando dice que el que encuentro en Cataluña se corresponde con el silencio en España. Nadie es profeta en su tierra, de acuerdo. Pero si el profeta ha viajado a otras tierras y tiene noticias interesantes sobre ellas, negarse a saberlas, silenciarlas solo prueba el ánimo de los españoles de no darse por enterados del fenómeno más importante que llama a las puertas de Estado: la República Catalana, frente a la que no saben qué hacer. Es una actitud infantil y absurda: no otorgar carta de naturaleza a una realidad que es independiente de ellos.

Allá ellos.

Incluyo la entrevista en versión castellana:

Cotarelo: "Hay que llevar el proceso al Tribunal de La Haya para que quede salvaguardado"

Entrevista al escritor y politólogo madrileño, que acaba de publicar 'La República Catalana'. Defiende que una DUI "es más estratégica que el referéndum"

por Bernat Vilaró 23 / 10/2016

Ramón Cotarelo (Madrid, 1943) viaja de vez en cuando a Catalunya, a varias tertulias de televisión, hace conferencias que organiza la ANC, y en todas partes donde lo llaman da su punto de vista sobre el proceso soberanista, sin pelos en la lengua. En Madrid, sin embargo, los medios de comunicación no lo llaman. Catedrático emérito de Ciencia Política y de la Administración de la UNED, acaba de publicar La República Catalana (Ara Llibres, 2016). El politólogo también escribe en elMón.cat y en su blog Palinuro.

El título del libro es simple: La República catalana. Con la obra busca hacer pedagogía en España sobre lo que está pasando en Cataluña?
Sí. ¡Claro! Ya está, primera pregunta superada [ríe]. 

Y por qué cree que existe esta necesidad de hacer pedagogía?
La intención del título realmente es poner la palabra República. Los españoles no acaban de entender la cuestión catalana, en absoluto. Normalmente es que no quieren, pero es que aunque quisieran hacerlo, no podrían. Les falta perspectiva, datos, no conocen su propia historia ... piensa que las mejores historias de España las escriben ingleses! Y esto no es casualidad. Los historiadores españoles no construyen historia, construyen ideología. Y por eso los españoles no conocen su propia historia. Y cuando ésta engloba Cataluña, se nota que se desconocen las relaciones entre españoles. Se han tragado una ola de propaganda y mentiras. Y hay un orgullo herido en España de ver que "estos al final se lo han podido arreglar solos".

"En Cataluña se lo han podido arreglar solos y, encima, son republicanos". ¿Verdad?
Exacto. No sólo es una minoría nacional que aspira a ser reconocida como tal, y ejercer los derechos que tiene, sino que ¡además es republicana! A mí me interesa especialmente subrayar esto. En Cataluña no hay debate, no ha habido nunca monarquía. La emancipación de los catalanes es, además, un programa republicano. Y hay que remarcar que en España la República ha fracasado dos veces, y ahora están resignados a tener una monarquía eternamente. Y ningún proyecto español actual para impedir la independencia de los catalanes puede funcionar: no hay monarquías federales. Las federaciones que conocemos son todas republicanas.

Y ¿como sienta esto entre la gente española, republicana y de izquierdas? En Cataluña hay un proyecto para hacer una República, que además podría ser de izquierdas
No, es que las personas de izquierdas en España no entienden nada, en absoluto. Porque la izquierda española antes de que izquierda es española. Y tanto española que ni siquiera se plantea sus principios. Porque la condición nacional queda por delante de estos principios de la izquierda. Además, ¿de qué principios hablamos? ¡Si no se ha cumplido ninguna! "Mi partido respetará el derecho a la autodeterminación"? Esto ya lo decían los socialistas y los comunistas al principio.  Y ha desaparecido. Y no se ha vuelto sobre ello. La actitud de la izquierda y de la derecha, con respecto a Cataluña, es la misma. La derecha tiene claro que lo mejor que se puede hacer con los catalanes es ignorarlos, no escuchar lo que está pasando. Y si hay mucho ruido, se bombardea. Y esta no puede ser la actitud también de la izquierda ... pero es la que es. Primero, porque tampoco escucha. Y segundo, no se molesta por entender que, para una persona de izquierdas (que debería ser tolerante), debería estar claro que al menos habría que escuchar a quien diga que se siente parte de otra nación. Porque podría ser que en un mismo espacio jurídico estuvieran conviviendo varias naciones. Pero todo esto ni se ha planteado en la izquierda española.

 ¿Y por eso Ramón Cotarelo entiende el clamor independentista en Cataluña?
Sí, pero yo no soy independentista. Yo seré lo que diga la ciudadanía de la nación catalana que quiere ser. Suscribo lo que los catalanes hagan. Al principio de todo este proceso, cuando debatía con Pablo Iglesias hace cuatro años, él me decía que los nacionalismos periféricos deben ayudarse  entre ellos. Y yo le decía que no era partidario de la independencia de Cataluña, pero sí que estaba a favor de un referéndum, y que se aplicara el resultado fuera como fuera. Esto en 2012. Cuatro años más tarde, lo que decía yo cuatro años atrás es lo que dice él en 2016. Y yo ahora ya añado algo más: "Si yo fuera catalán, sería independentista, sin lugar a dudas". Pero como no soy catalán tampoco quiero meterme mucho. Pero es evidente. La independencia es el mejor para todos, y también para España.

Así, Podemos avanza poco a poco, pero avanza
Pero los de Podemos se han quedado atascados. Un referéndum, sí, pero decían que no se daban las condiciones legales, y ahora todavía se arrastran ... pero hay que tener en cuenta que, hoy en día, no está claro si los de Podemos apoyarían un referéndum en contra del gobierno español, es decir, un referéndum unilateral. Y el PSOE está claro que se ha rendido ya a dejar el gobierno en manos del PP por ninguna otra razón que a causa de Cataluña. 

Usted propone al libro un referéndum en toda España con una triple respuesta sobre la independencia de Cataluña: "Sí", "No", y "Que hagan lo que crean oportuno". Pero la izquierda española ni siquiera ha insinuado una propuesta como esta
Estoy convencido de que la tercera opción tendría muchos votos, y que podría ganar. La gente diría: "Mira, tú, sus razones tendrán ...". Lo que sería importante aquí es dejar claro qué pasa con los Síes y los Noes a la hora del recuento. Porque habría proporciones inversas. Quizás hay un 70% de “No” en España, y un 70% de “Sí” en Cataluña. El referéndum, de función orientativa, debería determinar qué hacer a continuación. No puedes seguir ignorando un territorio donde el 70% de la población vota al contrario de lo que vota el resto.

 Sea como sea, el presidente Puigdemont ha planteado la fórmula del "referéndum o referéndum". Sin acuerdo con el Estado, ¿el principal obstáculo es la validación internacional?
La comunidad internacional y la Unión Europea -o lo que quede- deberá involucrarse tarde o temprano. Esta situación puede ser involuntaria u obligada por las circunstancias. Y los procesamiento de Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau apuntan en esta línea. Es una situación diferente a que Europa intervenga por realizarse un referéndum unilateral. Son dos cosas diferentes: una intervención anterior o posterior al referéndum. Es muy diferente. Yo creo que la internacionalización del conflicto interesa mucho en Cataluña, pero no interesa nada en España, como es evidente. Todo el esfuerzo se debe poner en la internacionalización del proceso, por que aliados en España no habrá. Los de Podemos antes son españoles que de izquierdas. Pero es que ... [piensa] lo primero que hay que hacer es dilucidar si es mejor un referéndum o una declaración.

 Explíquese
Un referéndum unilateral plantea un conflicto interno. Y siempre habrá gente en Europa que dirá: "Bueno, esto sólo es un asunto interno". En cambio, si haces una declaración unilateral de independencia, y de inmediato la llevas a la Corte Internacional de La Haya, ya lo hasinternacionalizado de golpe. Y tienes muchas más probabilidades de ganar apoyos a la declaración si la gestiona un organismo jurídico y judicial internacional. Después ya se corroboraría la declaración con un referéndum. Pero si te enfrentas al Estado con un referéndum unilateral, mucha gente en el exterior dirá que nada, que esto es sólo un asunto interno de los españoles. El referéndum cede en importancia estratégica en comparación con la declaración de independencia. 
¿Aunque la declaración tenga lugar justo después del referéndum, en caso de victoria del Sí?
Ya, pero fíjate que el referéndum debe tener unos requisitos, y ya es evidente que no será acordado con el Estado. Y una declaración no podrá ser automática después del referéndum, porque habrá que hacer el recuento, realizar el escrutinio, depurar, llegar a acuerdos, recibir los recursos pertinentes del señor Xavier García Albiol, etcétera. Y pasará un cierto tiempo. Y, sobre todo, encontrarás que el Estado venderá que se ha cometido una ilegalidad, y pondrá en marcha toda la maquinaria administrativa, y si puede inhabilitará todas las instituciones catalanas, aplicará el artículo 155 de la Constitución, y sencillamente volverá a liarla. Y ¿qué haces? ¿A toda prisa declaras la independencia? ¡Pues más vale hacerla antes, y se acabó! 

Habría una tercera opción? El Gobierno apuesta por el referéndum unilateral, pero el embate del Estado contra las instituciones catalanas (antes del día del referéndum) empuja el ejecutivo de Puigdemont a  declarar la independencia
Sí, pero eso te lleva a una dinámica que no se controla. No sabes qué reacción tendrá el Estado, no se puede calibrar. Y pones a prueba la resistencia de la población catalana, sobre todo los funcionarios y las fuerzas propias de seguridad. Que yo sepa, los Mossos están divididos prácticamente al 50%. Habría un lío. Además, te saltas tu propia promesa de ir de ley a ley. Eh, que puede salir bien eh, pero también puede salir mal. Y no veo la necesidad de jugártela así, cuando tienes una vía más tranquila, la de la declaración unilateral de independencia, directamente. El referéndum no se podrá negociar, por lo que si lo quieres hacer te tienes que declarar en rebeldía. Y la convocatoria del referéndum ya está impugnada, desde el primer momento.

¿Y qué pasa después de declarar la independencia? Habrá ejercer de Estado, y que la gente se movilice de manera permanente para asegurar la independencia desde la calle
Sí, sí, pero si haces un referéndum unilateral todo esto también habría que hacerlo, pero en una situación peor, porque si haces una declaración tienes la vía de seguridad y amparo de llevar el conflicto a un organismo internacional. Que es el punto esencial de toda esta cuestión. Si llevas el conflicto al Tribunal de La Haya, la primera consecuencia es que se paraliza todo. Quedas salvaguardado. Todo está en suspenso hasta que haya una decisión. Hay una especie de tregua que evita un escenario de casi guerra civil. 

¿Qué papel tendrán los partidos no independentistas en el Parlamento?
Si el Parlamento hay una mayoría abrumadora que niega el desafuero de diputados para que puedan ser procesados, ya se niega el procesamiento. Por lo tanto, si realmente quieren insistir en procesamientos contra diputados, quienes deberán desobedecer las leyes serán ellos, en contra de la voluntad del Parlamento. Y la mayoría del No a estos hipotéticos procesamientos contra cargos electos ya está: JxSí y la CUP tienen mayoría absoluta. Y habría que ver qué hacen CSQP y el PSC
CSQP tiene la clave para que haya una mayoría aplastante contra la persecución de las instituciones
Sí, claro. Y esto es muy importante y significativo. Incluso el PSC, que a ver si finalmente se independiza del PSOE. Se calibrarán como están estos partidos, y los involucras en un proceso donde no quieren entrar. 

Pero estarán obligados a responder
Y tanto. Y deberán votar. También pueden abstenerse, y en eso los socialistas ya se están especializando [ríe]. Deben decir Sí o No en caso de procesamientos contra diputados, si llega el caso. Si CSQP y PSC votan No a estos procesamientos, habrá un frente común muy potente para trabajar a favor del referéndum. Parece que me contradiga, pero es diferente oponerse a un referéndum en Cataluña si la convocatoria la articula un 80-90% del Parlamento, y dejas fuera sólo C 's y PP. Esto es mucho más potente que un referéndum con el apoyo sólo de los 72 diputados independentistas. ¿Qué importancia tendría esto? Pues dependerá del momento político de aquel instante. Si todo el mundo está ya con las municiones a punto, no tendrá ninguna importancia. Pero si llega en un momento donde todo el mundo está todavía debatiendo y buscando soluciones, pues será un solución. Y gente de Podemos y el PSOE lo puede ver con otros ojos. Y, si me apuras, también gente del PP lo puede ver de otra manera. 

Por otra parte, ¿como ha de responder la ciudadanía el día del juicio a Mas, Ortega y Rigau?
Si ellos tres se niegan a asistir a su propio juicio entras en un territorio de imponderables, porque después llegaría un procesamiento por desobediencia. Es muy complicado. Los tres deben tener asumido que se les condenará. Si no hay vía de impedir legalmente el juicio, lo más sensato es que comparezcan al juicio, que se les condene, y que la gente reaccione de manera espontánea. Y no se puede desaprovechar la circunstancia de contar, como ya hace Carles Puigdemont constantemente, que en Cataluña hay siempre una actitud pacífica y democrática, y que el Estado responde con represión judicial. Hay que convertir esta represión en un instrumento de propaganda internacional. Y habrá más procesamientos eh, y atención porque en el caso de Carmen Forcadell habrá un auténtico choque institucional, porque es la presidenta del Parlamento.

Pero ¿hasta qué punto se ha de mantener la presión en la calle?
Mira, meses antes de que encarcelaran Arnaldo Otegi el debate que había era muy parecido. "No se atreverán a encarcelar Otegi, esto tendrá consecuencias", se decía. Y sí, sí, se atrevieron, lo encarcelaron, y no ha pasado nada. Es decir, que ... ¡cuidado! La población catalana lleva años movilizada, y les pides un sacrificio grande a lo largo del tiempo. Se ha mantenido una unión esencial, entre partidos, instituciones y sociedad civil. Esto ha permitido que el movimiento tenga esa fuerza. Pero si el Estado te introduce una fisura y alguien se separa, la población se asusta. Si las instituciones o los partidos se disgregan, se ha hecho un mal negocio. Por tanto, no se me ocurriría dar recetas sobre qué hacer. Sólo sé que hay que estar atentos y hacer dos cosas. 

¿Qué?
En primer lugar, recordar que el objetivo estratégico es esencial, y que se basa en la conservación de la unidad de acción, el carácter transversal y la movilización ciudadana. Y, por otra parte, es necesario que el destino de las personas que están dando la cara por la población sea lo más importante para la sociedad. Es necesario estar dispuesto a salvar y demostrar el apoyo a estos dirigentes. Porque se lo merecen y lo necesitarán. Hay que conjugar estos dos factores y hacerlos coincidir. Y no formular consignas que después te puedan maniatar: "Reuniremos la gente ante el tribunal ..."? No. Porque tendrás todo el Estado diciendo que están coaccionando a los jueces, que no hay respeto por la independencia judicial, etcétera. Y eso no es lo más interesante estratégicamente hablando. Se debe tener claro el objetivo, el procedimiento, el carácter unitario popular, y recordar que la gente es débil. ¿Cuánta gente se te desmovilizará al ver que el Estado es capaz de sentar en el banquillo de los acusados ​​todo un ex presidente de la Generalitat y condenarlo a una inhabilitación? Hay que tener en cuenta este peligro. Esto se puede aprovechar para hacer pedagogía en el exterior, sí, y se debe hacer y se está haciendo. Pero es mucho trabajo. Combates contra un enemigo extraordinariamente hábil. Y encima, todo esto es territorio nuevo, estamos abriendo camino. No sabes donde puedes poner un pie y encontrarte una mina. Pero al menos sabes que en algún lugar están, eso seguro. Nadie facilitará nada.





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dilluns, 17 d’octubre del 2016

La República Catalana y Palinuro en TV3

Aquí está el vídeo del programa de TV3, Divendres, dirigido por Helena García Melero. Participaban Jaume Barberà, Àstrid Alemany, Vicent Sanchis, Tian Riba y Palinuro, además de la presentadora, claro. En él se habló de la República Catalana  y también de muchas otras cosas de rabiosa actualidad y de actualidad no tan rabiosa en un clima sosegado y afable. Todos los participantes se expresaban en catalán, excepto el invitado mesetario, Palinuro, que lo hizo en castellano sin que nadie se enfadara ni desde luego lo multara. Se expusieron interpretaciones y puntos de vista de interés, de los que Palinuro aprendió mucho. Fue un privilegio participar.

Merece la pena verlo para convencerse de que este tipo de programas de debate tienen una altura distinta en las televisiones españolas o estatales y la TV catalana. Son estilos diferentes, mundos diferentes, países diferentes. 

divendres, 14 d’octubre del 2016

Hoy, conferencia de Palinuro en Gràcia

Como siempre, viajo hoy a Barcelona encantado. Cataluña es mi tierra y los catalanes, mi gente. Por libre elección de mi parte y adopción por la suya. Aquí hay un proyecto, una idea en marcha, una lucha con sentido. Hay vida. Es un privilegio sentirse admitido por un poble tossudamente alçat. Justo lo que la leyenda venía diciendo del conjunto de España y los españoles: que es un pueblo bravo, orgulloso de sus libertades al que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de águilas y cordilleras de toros, según aquel gran poeta asesinado por el fascismo. Pero eso se quedó en leyenda. Cuarenta años de dictadura genocida y otros cuarenta de adocenada, paticorta, timorata y rácana democracia  han cambiado a los leones en zalameros gatitos, las águilas en sobresaltadas gallinas y los toros en mansos bueyes.  Y todos aterrorizados ante la aventura a que se han lanzado estos catalanes de emancipar su nación y dotarla de un Estado republicano.

Ayer mismo volvieron a resonar las fanfarrias conquistadoras, la unidad de destino en lo universal, la lengua del imperio y la habitual sarta de memeces de oropel y cartón piedra. Todo con lo que el franquismo destrozó dos o tres generaciones de infelices españoles y estos neofranquistas que gobiernan en los ratos libres en que no roban han tratado de enjaretarnos con la contumacia que caracteriza sus procesos diz que mentales. Pero, por fin, times they are a-changin, como cantaba ese al que dieron ayer el premio Nobel ante la indignación de los arzobispos de las letras, incapaces de entender el alma de la literatura si no viene encuadernada con las ordenanzas de rigor.

Y el cambio, aquí, se llama la República Catalana, la única esperanza de que algo se mueva en esta bloque monolítico de España que no es "neofranquista" porque le sobra el "neo", y no el de Matrix. Un país del siglo XXI gobernado por esta calaña de sujetos, constituidos en una presunta asociación para delinquir y mandados por un hombre responsable político de todos los gatuperios y cobrador él mismo de los sobresueldos en B de Bárcenas, en realidad, no es un país, sino una aberración. Y si a ello se añade que el principal partido de la oposición está dispuesto a mantener en el gobierno a la presunta asociación de delincuentes a pesar de las barbaridades que se oyen en sede judicial todos los días, se entenderá que una colectividad que puede organizarse de otra forma y librarse del abrazo de este absurdo ente agonizante (recuérdese a Valentí Almirall) lo haga, como lo está haciendo Cataluña.

El proceso que la ciudadanía catalana lleva adelante se acelera porque, por circunstancias de todos conocidas, en España hay un tremendo vacío de poder político. Nadie, ni un dirigente, ni un líder, ni un teórico, intelectual  o ideólogo es capaz de articular una iniciativa, un proyecto que pueda medirse con el catalán y servirle de contrapeso.

Con el procesamiento de Mas, lo único evidente es que en España ya solo funciona el aparato represivo y que su discurso es el de la policía, los tribunales, las condenas. Como siempre. 

De eso hablaremos hoy en Gràcia a las 20:00 en el local del orfeó gracienc, carrer Asturies, 83.

Allí nos vemos.

dimecres, 12 d’octubre del 2016

El vacío de poder en España

Dicen los medios imperiales que las autoridades, la clase política en su conjunto en Madrid hizo el vacío a Puigdemont cuando este llegó a la Villa y Corte a exponer su punto de vista y pedir una negociación sobre el referéndum catalán. No es del todo exacto. En Madrid hay un gobierno en funciones que no gobierna y una oposición provisional, a cargo de una Comisión gestora que no se opone. O sea, no hay gobierno ni oposición. Hay un vacío. La ausencia de miembros del gobierno y personalidades políticas simplemente intentaba trasladar al lugar de la conferencia de Puigdemont la situación en que vive el país desde diciembre de 2015. Y como ya se sabe que la naturaleza tiene horror al vacío, el lugar se llenó en cambio de una nutrida representación del cuerpo diplomático europeo (y no solo europeo) acreditado en Madrid. Según los nacionalistas españoles (del gobierno y de la oposición) a nadie interesa lo que venga a decir a la capital el independentismo catalán. Según los embajadores presentes sí interesa en Francia, Inglaterra, Holanda, Suecia, etc. A cualquiera se le alcanza que es una táctica verdaderamente inepta. De eso va mi artículo de hoy en elMón.cat, cuya versión castellana incluyo aquí:

La mejor defensa es una buena huida


La visita de Puigdemont a Madrid, nuevo episodio del desencuentro entre el gobierno español y el de la Generalitat. Más que con el gobierno, el desencuentro es con el sistema político español en su conjunto. En el auditorio, en la sala, ni un miembro del gobierno, ni dirigente de su partido, ni del PSOE, salvo Gabilondo, nadie de C’s y nadie de Podemos, aunque luego almorzaran juntos los jefes, a modo de desagravio culinario. Es como si, en lugar de llegar a la capital y corte un presidente de una Autonomía en la que hay un proceso independentista en marcha, fuera un leproso llamando a las puertas de una ciudad. Nada de recibirlo, nada de tocarlo, ni escucharlo.

Pero Puigdemont no fue a Madrid a predicar en el desierto. Aunque a las autoridades no parezca interesarles qué tenga que decir el presidente de la Generalitat sobre el contencioso territorial más grave a que ha enfrentado España en mucho tiempo, había una nutrida representación del cuerpo diplomático, tanto de la UE como de fuera de ella. Le habrá costado un berrinche al ministro de Exteriores, pero allí estaban los embajadores de Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Holanda, Bélgica Dinamarca y Suecia y otros. Con ello se envía un delicado aviso a los gobernantes y a la clase política española, muy nacionalista: los países europeos están ojo avizor con lo que suceda en Cataluña. Será difícil que pretexten asuntos internos si el conflicto toma aires poco tranquilizadores. No estamos jugando al parchís; estamos jugando con la estabilidad y la seguridad de la gente. Ningún gobernante despreciaría la ocasión de informarse de primera mano de los planes de su adversario o de medirse dialécticamente con él en público. Bueno, si es español, quizá sí.

Esta estridente disonancia, esta falta de cortesía y de talante democrático es patente. La tradición en Madrid es que el poder no transige, no negocia, no pacta. Se impone y ya está. Para ello se invoca la ley que, aparte de ser interpretable, es un puro juguete en manos del poder político orientado en contra del independentismo catalán. El mensaje que envía esta ausencia, mezcla de desplante y huida es de inseguridad, desconcierto y soberbia herida. ¿Cómo vienen estos catalanes en el siglo XXI a agitar espantajos del XIX?

Justamente, esa deserción colectiva invita a la consabida comparación con el avestruz que esconde la cabeza bajo tierra ante el peligro, una historia muy injusta con las avestruces pues en modo alguno hacen esa tontería, como no la hace ningún animal, sabedores de que no interesa perder de vista al enemigo. Los animales, no, pero la derecha, sí. ¿Qué Puigdemont va a Madrid como Moisés bajaba del Sinaí con las tablas del referéndum de la época? Con no estar allí, ojos que no ven y oídos que no escuchan no tienen por qué darse por enterados de lo que aborrecen y temen o temen y aborrecen al tiempo.

Pero los diplomáticos tomaron buena nota y ya habrán informado a sus cancillerías de que el líder independentista catalán se ha presentado en Madrid con ánimo conciliador y una propuesta de negociarlo todo. Excepto la celebración del referéndum en sí misma. Es referéndum sí o sí y dentro de uno de los síes está negociar todos los aspectos de pregunta, cómputo de votos, requisitos de participación, plazo para la celebración de un referéndum subsiguiente, etc. Si no hay nadie del gobierno español, ni siquiera de la oposición para darse por enterado, está claro que la contestación a las propuestas de Puigdemont solo puede entenderse como un “no”. “No” por ausencia, por deserción, por huida, pero “no” al fin y al cabo. Y ese “no” quedará apuntado en el haber del independentismo y en el debe español a la hora de sopesar los argumentos de una y otra parte ante alguna instancia neutral.

En el proceso de internacionalización del conflicto, que los independentistas llevan muy adelantado, han ganado importantes bazas a la hora de suscitar opinión popular e institucional en los países europeos. Los independentistas catalanes suman; los nacionalistas españoles restan.

Al no haber asistido ningún miembro del gobierno, este no se sentirá obligado a hacer siquiera mención de la presencia del Presidente de la Generalitat en Madrid y menos una declaración. Puigdemont se ha presentado en el palenque, pero el adversario no ha comparecido. Es un misterio cómo piensa el PP y el gobierno de Rajoy si, por fin, los socialistas lo hacen presidente, que se recoge la información, se intercambian las opiniones y los criterios si no es dialogando siempre que se tenga oportunidad.
Ya se ve: no hay interés por saber, informarse, discutir, negociar, llegar a un acuerdo. Lo hay por vigilar estrechamente, reprimir, procesar, quizá encarcelar. Y así hasta el fin de los tiempos. Es obvio que ningún país puede sobrevivir a la larga con un enfrentamiento de este calibre en su interior. Es obvio para todo el mundo excepto para el nacionalismo español que hay se alimenta de sus dos fuentes principales, la derecha y la izquierda.


dimecres, 5 d’octubre del 2016

De mal en peor

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La legitimació de l'adversari versa sobre la petición de la fiscalía de 10 años de inhabilitación para Mas y nueve para las consejeras Ortega y Rigau. Todas por poner las urnas el 9 de noviembre de 2014 para consultar a la ciudadanía catalana acerca de su futuro por cuanto el Estado español se negaba -y se niega- a permitir un referéndum. La idea es sencilla: considero que en el conjunto de dislates que ha sido la política del Estado en relación con Cataluña, ya desde los tiempos de Zapatero pero muy acusadamente en los de Rajoy, el recurso a la vía represiva, sea administrativa, judicial civil o penal, es mayor desatino si cabe por dos razones: 1ª) porque da por agotada la vía del diálogo y la negociación cuando ni siquiera se ha iniciado; 2ª) legitima la figura de Mas, le presta la aureola simbólica del sacrificio por la Patria catalana. Como sabemos desde siempre, lo peor que puede hacer quien pretende sofocar un movimiento popular es proporcionarle un mito, un héroe que contribuya a crear un relato justificativo. Exactamente lo que hace el gobierno español instigando a la fiscalía a pedir el procesamiento del más significado independentista, y su condena. Desde los ámbitos gubernativos se nos dirá que en España la justicia es independiente y el gobierno no instiga en absoluto al ministerio fiscal. No es necesario siquiera tomarse en serio la enésima patraña de este gobierno de embusteros redomados. De sobra sabemos que, según su ministro del Interior, la Fiscalía afina por su cuenta lo que interesa al poder,

A continuación, la versión castellana:

La legitimación del adversario

La petición fiscal de diez y de nueve años de inhabilitación para Mas y Ortega y Rigau respectivamente es coherente con la actitud que el gobierno español ha adoptado frente al proceso independentista catalán. Invocado desde el principio el principio de que la soberanía nacional no se negocia, obviamente, no hay negociación posible. La soberanía reside en el conjunto del pueblo español, compuesto este por españoles iguales. Otro principio que tampoco se negocia, el de la igualdad hispánica. No hay nada que negociar Y, ante la porfía de los soberanistas catalanes solo queda la vía de la represión administrativa, judicial y penal si a ello ha de llegarse.
Eso en el ámbito de la legalidad. En el de la alegalidad y hasta la ilegalidad, la vía represiva toma tintes aun más sombríos. Las supuestas conversaciones grabadas al ministro del Interior con un hombre de su confianza en Barcelona con el objetivo de jugar sucio con los adversarios políticos, fabricando escándalos van en el mismo sentido. Como lo hacen las demás actividades, conocidas o por conocer de las cloacas del Estado, desde las cuales se puede destrozar el sistema sanitario del prójimo.

El proceso, a su vez, sigue su curso. Conseguida la confianza de la cámara, Puigdemont se ha comprometido a un calendario que se corona, más o menos en un año, en una República Catalana, Estado nuevo en Europa. Se estará o no de acuerdo con la razón de ser o la oportunidad del proyecto, sobre todo teniendo en cuenta que se plantea como una transición de la legalidad a la legalidad. Pero no cabe duda de que es algo nuevo, que carece de precedentes y plantea el debate en términos políticos, esgrimiendo la legitimidad frente a la legalidad vigente.

Habiéndose perdido la opción de un gobierno de izquierdas en España, merced al golpe de mano de los barones del socialismo nacionalista español, solo se prevé el gobierno de la derecha. En el habitual contexto de rigidez y negativa a negociar nada, esto es, la confrontación con Cataluña. La idea, siempre la misma: mover al resto de España en contra de los catalanes. La dialéctica de la hostilidad que no soporta ni la conllevancia orteguiana. Un comportamiento que da réditos electorales al que se apoya en proclamas de amor a Cataluña mientras se aviva la catalanofobia por cualquier motivo, desde una reforma del Estatuto hasta el ejercicio de su derecho de autodeterminación.

Ahora ya no es solamente cuestión de la rígida negativa de la derecha, sino de la no menos rígida del nacionalismo español, porque se ha sumado el PSOE. El fin último del golpe de los diecisiete en Ferraz, es ajustar el paso del PSOE al del PP al abordar la cuestión catalana, cuyo punto de confrontación abierta se vislumbra en el horizonte. No es posible llegar a un gobierno de gran coalición como siempre había propuesto la derecha porque el PSOE se oponía. Los tiempos y las necesidades han cambiado. Ya no ha lugar a una gran coalición, pero sí a encontrar un terreno compartido de acción parlamentaria en lo que se refiere a Cataluña. Mostrar un punto de unión y acción común del nacionalismo español, sea de derechas o de izquierdas. El apoyo a distancia del PSOE permitiría al PP actuar como un gobierno de salvación nacional, dándole legitimidad a los ojos de los españoles.

El precio de todo ello está siendo la destrucción, la fragmentación del sistema político español: el PP, con su mayoría absoluta en Galicia y muy grande en Castilla y León, Murcia, MadridLa Rioja, etc, s prácticamnte extraparlamentario en Cataluña o País Vasco y es muy difícil que remonte en Andalucía. El PSOE, prácticamente extraparlamentario en Cataluña y Euskadi conserva mayorías substanciales, aunque mermantes, en el Dur peninsular. C’s solo puede tener presencia allí en donde el discurso anticatalanista tiene algún eco, esto es, Cataluña (curiosamente) y Madrid. El caso de Podemos aún no está claro. Si el PSOE termina de suicidarse, es posible que este otro se consolide. Si no, pasará a un segundo plano menos que discreto y los que iban a asaltar los cielos se quedarán en el purgatorio y los más infelices, en el limbo.

En Cataluña el proceso, además de la vertiente parlamentaria e institucional, tiene otra de carácter simbólico, emotivo. La movilización transversal de la sociedad ha aportado muchos elementos sentimentales para fortalecer el movimiento. La petición fiscal de inhabilitación de Mas es un paso decisivo en la construcción de un relato simbólico del nacimiento de la República Catalana. Es claro que el procesamiento del expresidente lo saca del segundo plano en que él mismo se había situado y lo empuja ya abiertamente hacia lo legendario. Al perseguirlo, el Estado español ha dado a Artur Mas la legitimidad que necesitaba para cambiar su figura mosaica de cuando era presidente que dirigía a su pueblo hacia la independencia por otra prometeica al encontrarse procesado, quizá condenado por haber dado la palabra a la gente, que es como quitar el fuego a los dioses.

El apoyo de que goce Artur Mas debiera dar al Estado una pista de en qué medida ha calado entre la población catalana el propósito de desobedecer al ordenamiento jurídico español. Porque el problema para este nacionalismo no está en los actos de los dirigentes sino en el respaldo que les dé la población.