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dijous, 5 de juliol del 2018

Al final, la unidad por encima de todo

Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Cuestión de perspectivas

El gobierno minoritario socialista trata de presentarse como renovador y regenerador de la política española. Pero su margen es muy estrecho; en realidad, inexistente. Sánchez ganó la moción de censura gracias a los votos indepes pero formó un gobierno agresivamente antiindependentista poniendo al "desinfectador" Borrell, el amigo de la SCC, en el ministerio de Asuntos Exteriores, reducido a la dimensión real de "Asuntos catalanes". Un energúmeno con un odio ancestral al catalanismo. Y no solo eso: toda la política del gobierno central va contra Cataluña. Sorprendentemente, aunque rezongando, ERC le vota otra vez a favor para dar la dirección de la RTVE a un enchufado del PSOE.

Se dibujan así los exactos términos de la relación Catalunya - España. Mientras los indepes no sean capaces de votar en contra de un gobierno español que carece de toda voluntad de entendimiento con Catalunya, seguiremos en esta situación ambigua en la que la monarquía española es meramente virtual en Catalunya, pero la República Catalana es meramente virtual en España. 

Con el traslado de los presos políticos catalanes a Catalunya, que el gobierno presenta como un favor y en realidad no es más que el cumplimiento de la ley y racaneando, se abre una nueva posibilidad para que el independentismo haga valer sus derechos. Los presos políticos son hoy, irónicamente, presos al cuidado de la Generalitat. Son las autoridades catalanas independentistas las que tendrán que mantener encarcelados a compañeros suyos que no han cometido delito alguno. Suena a humillación. Si la Generalitat no los pone en libertad ipso facto, al no reconocer la validez del proceso judicial arbitrario seguido contra ellos, cuando menos haga saber a Sánchez que la liberación de los presos políticos es requisito indispensable para empezar a hablar de otras cosas. 

No es cosa de seguir aceptando arbitrariedades, humillaciones y burlas. El mismo día que el BOE publica el ducado de Franco para la nieta del genocida, el "desinfectador" Borrell anuncia su propósito de que España contrarreste lo que llama las "mentiras del independentismo", esto es la afirmación de que España sigue siendo un Estado franquista.

Él es la mejor prueba.

Aquí el texto castellano.


Cuestión de perspectivas

La moción de censura acabó por fin con un gobierno de España en un grado supremo de incompetencia y sostenido por un partido trufado de ladrones y delincuentes, más habitual de los juzgados que de los despachos oficiales. Algunos dirigentes luchan por salvar su pellejo en los tribunales, otros tratan de alcanzar la presidencia en unas primarias irrisorias y otros, por fin, como Casado, ambas cosas. Aprovechando la confusión, los esmirriados vencedores de la moción de censura sacan de Cuelgamuros los restos del mayor genocida de la historia hispana y los del “ausente” Primo de Rivera en una ceremonia llena de suspense que debió producirse hace 40 años.

Hay algo simbólico en este episodio. Una especie de clausura de una decrépita dictadura que se ha sobrevivido a sí misma bajo la sombra de esa gigantesca cruz tan ridícula como siniestra.

En lugar de la banda de malhechores, gobierna hoy el mortecino reino de España un partido minoritario con frágil representación parlamentaria y obligado a una política de alianzas contradictorias. El PSOE divide sus lealtades entre la visión de la unidad de España al estilo franquista que profesan su dirigencia y gran parte de su militancia y la necesidad de presentarse ante el mundo como un Estado democrático de derecho y no como la arbitraria tiranía que es.

El gobierno quiere poner fin simbólico al culto al franquismo, que sigue siendo el núcleo esencial del régimen del 78. Igualmente trata de taponar la herida de la inevitable marcha de Catalunya, expulsada por la actitud opresivamente colonial de aquel, recurriendo a otro gesto simbólico: el acercamiento de las presas políticas catalanas.

Es una cuestión de perspectivas. El acercamiento no es una concesión graciable del gobierno, sino un derecho de los presos políticos, sistemáticamente conculcado por unos gobernantes tiránicos y unos jueces prevaricadores que llevan meses aplicando al independentismo catalán el derecho penal del enemigo. O sea, la amenaza, la extorsión, la persecución y la venganza. Las mismas instancias que impusieron fianzas desorbitadas a los rehenes políticos catalanes en la sórdida esperanza de arruinarles las vidas a ellos y sus familiares y, de paso, destruir un movimiento independentista legítimo, democráticamente sostenido por la mayoría de la población.

Efectivamente, cuestión de perspectivas que algún día se tornarán y permitirán castigar como merecen a quienes han abusado de su poder para perseguir a personas inocentes.

El minoritario gobierno español salido de la moción de censura despliega una curiosa retórica regeneracionista en el terreno ideológico, de derechos y libertades. Su primera decisión es un proyecto de ley de eutanasia porque regular el final de la vida es lo más cómodo cuando uno no sabe ni por dónde empezar para regular sus comienzos y su humano desarrollo intermedio. Es de risa ocuparse de la eutanasia cuando uno tiene los hospitales colapsados, las relaciones laborales en régimen de esclavitud, los salarios a niveles vergonzosos (no los de los políticos, claro) la libertad de expresión amordazada y multada, los pensionistas esquilmados, la educación en manos de los curas. Y todo eso mientras los “regeneracionistas” y sus auxiliares de la “verdadera izquierda” se pelean por lo único que en verdad les importa: el control de la TV, la fábrica de doctrina y elaboración de perspectivas.

Este gobierno solo anda seguro y cuenta con el apoyo cerrado del resto de fuerzas parlamentarias en su política anticatalana. La mayoría de los ministros, empezando por el presidente, son nacionalistas españoles que comparten el marco mental de los franquistas de antes y de hoy, el de los de Cuelgamuros y los jueces del Supremo y alguno de ellos, por ejemplo, Borrell, nombrado ministro de Asuntos Catalanes más que de Exteriores, furibundamente catalanófobos.

Cuestión de perspectivas. El gobierno minoritario de la “izquierda” española no es sino un nuevo gobierno anticatalán que trata de engañar a la opinión internacional con caras nuevas, nuevas palabras y las mismas viejas opresiones castellanas. La prueba: no tiene la menor intención de negociar un referéndum de autodeterminación en Cataluña porque la oligarquía nacional-católica no se lo permite y, aunque se lo permitiera, no lo haría porque es tan gobierno de la oligarquía como el anterior.

No hay juego ni margen para la Cataluña republicana en la España monárquica, administrada por la seudoizquierda. Se impone por tanto una perspectiva exclusivamente catalana. Está bien abrir la polémica sobre las próximas elecciones municipales, articulando las opciones en clave independentista y entenderlas como ensayo de las nacionales catalanas cuando correspondan. Y, mientras la política catalana haya de convivir a la fuerza con la española, habrá de priorizar el espíritu unitario. Tome la unidad la forma que tome.

Porque, cuestión de perspectivas, no es de recibo aceptar como “nomal” una situación en la que hay personas presas, exiliadas y perseguidas en Catalunya por sus opiniones políticas.


dilluns, 25 de juny del 2018

El Valhalla franquista

Sigue sin estar claro si el gobierno se atreverá a exhumar a Franco y llevarlo a otro lugar. Los ministros discrepan, azorados. Tocar el Valhalla de la dictadura es mucho atreverse. Y verse en la obligación de hacer algo con este horror moral y estético debe de producir escalofríos. Aparte del recelo mítico está la cuestión de los muertos. En Occidente se ha perdido la tradición del culto a los difuntos que, sin embargo, forma parte de sus raíces culturales. En la antigüedad los muertos debían ser honrados y enterrados, so pena de que vagaran por el Hades eternamente. Los romanos los propiciaban bajo la forma de los dioses manes. Algo de esto queda. No al extremo de que se hagan libaciones en honor a los difuntos, pero sí lo suficiente para que nadie admita como justa una situación en que hay decenas de miles de muertos que no están enterrados dónde y cómo debieran.

El franquismo es doblemente deudor a los españoles: una vez por los caídos sepultados en la basílica sin permiso de nadie y otra por los asesinados y enterrados de cualquier forma en cunetas o fosas anónimas. Eso es también lo que hay que decidir, aparte de llevarse los restos del genocida a cualquier otro lugar. Y no se apuren por el emplazamiento: no hay riesgo de que se convierta en lugar de peregrinación.

Las bandas franquistas habituales se han hecho oír por varios medios, protestando muy indignadas y amenazando de muerte a quienes osen tocar un hueso de su caudillo. Forma parte del espectáculo y no hay que prestar mayor atención. Al fin y al cabo, hasta los beneficiarios directos de la dictadura admiten que esa mole ridícula, ese monumento a la tiranía nacional-católica, carece de sentido. Con Franco, por cierto, debe irse la cruz, que es un atentado a la naturaleza, al paisaje, al skyline, que dicen los viajados. 

Sin duda, sacar a Franco de su tumba tieneun gran valor simbólico, aunque muy tardío. Pero tal cosa es el inicio de una actividad más amplia: hay que ilegalizar la Fundación Nacional Francisco Franco y cualesquiera otras asociaciones y organizaciones cuyo objeto sea embellecer la memoria del genocida. La activación de la Ley de la Memoria Histórica, esa que el franquista M. Rajoy dejó de aplicar, debe acelerarse y ampliarse a todos los aspectos de reparación y justicia postransicional que han estado abandonadas.

Pero, sobre todo, hay que proceder en el campo práctico. El Estado debe vigilar las bandas franquistas de todo pelaje en sus actuaciones, casi todas ellas concentradas en Catalunya; investigar si cuentan con ayuda directa o indirecta de organismos del Estado o en ellas participan miembros de las fuerzas de seguridad del Estado o militares, como en el caso de La manada. El gobierno tiene que poner coto a la impunidad franquista en las calles.

Es a los franquistas a quienes hay que aplicar ese código penal que Sánchez quería reformar para perseguir a los independentistas. Con los franquistas lo tiene más fácil. No es preciso reformar el código penal. 

Basta con aplicarlo.

diumenge, 24 de juny del 2018

El martes, Palinuro en Barbastro

En un curso de verano de la UNED sobre España: retos y oportunidades. 40 años de Constitución, bajo la ilustrada dirección de David Lafuente Duran e Irene Delgado Sotillos. Por mi parte disertaré sobre "40 años de travesía" de 12:00 a 13:30 del martes, 26 de junio.

Tiene su valor que hayan invitado a un "enemigo de la Constitución" a celebrar su cuadragésimo aniversario. Sobre todo porque recientemente, mi departamento en la Universidad, decidió expulsarme a partir de octubre próximo por no ser leal a la Constitución, el Jefe del Estado, los tribunales de justicia, los profesores  enchufados de plumillas en El País y los grandes expresos europeus. Como si tuvieran autoridad para hacerlo y no estuvieran cometiendo una vergonzosa arbitrariedad perfectamente denunciable. No obstante, debo decir en honor de mi Universidad, que otro departamento, Sociología I, que se rige por criterios académicos y no de persecución macartista, me ha acogido en su seno. 

Hay algo curioso en la coincidencia: un curso en celebración de los 40 años de una Constitución que hasta ayer estaba en suspenso por el artículo 155 y un conferenciante víctima de los abusos de los típicos representantes del constitucionalismo. Este es el secreto de la operación: "que parezca una democracia" lo que ha sido y sigue siendo un régimen oligárquico y corrupto donde siguen mandando los mismos franquistas que ahora hablan de Estado de derecho. 

Mi mensaje en la intervención será muy sencillo: los 40 años de franquismo destruyeron España; los 40 años de posfranquismo "constitucional" la han enterrado. 

Esto no es un aniversario. Es un akelarre. Allí nos vemos.

divendres, 6 d’abril del 2018

Detener el avance del fascismo otra vez

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Magnífico vídeo de Ómnium cultural que traslada el impacto personal que puede tener el proceso de fascistización del Estado español

divendres, 8 de desembre del 2017

El franquismo

Realmente entiendo a esas gentes conservadoras y hasta reaccionarias para quienes lo del franquismo es como una necrofilia de la izquierda de la que esta debiera liberarse por su equilibrio mental. Es verdad. Aquí hay Franco y franquismo hasta en la sopa y, sin embargo, sostienen estos ejemplares patricios, Franco lleva más de 40 años muerto y no pinta nada. Así está Comín, de ERC, con ese aspecto de revolucionario en invierno, llamando "franquistas" a los gobernantes. Ya vuelven las vetustas izquierdas por donde solían. Los pardos prados del Edén.

¿Seguro? Mírese con atención la noticia. En esta se da noblemente cuenta de que Toni Comín no se considera destituido porque a él, dice, no lo destituye el fascismo sino la voluntad soberana del pueblo. Obsérvese ahora el pie de la foto. En él se dice que "El exconseller de salud, Antoni Comín...". Es decir, lo da por destituido, diga él lo que diga. Desde un punto de vista material y de aplicación de la fuerza, sin duda, así es. Pero eso es, precisamente, el franquismo, porque desde un punto de vista ético y político el conseller no está destituido; él no lo admite y alguien más, por ejemplo, Palinuro, tampoco. Por entender que esa destitución es ilegal, no ajustada a derecho. Por eso, en estos pagos, Comín es conseller, igual que Puigdemont presidente y Junqueras vicepresidente. Un signo indubitable del franquismo: tener presos políticos y negarlo. En tiempos de Franco, tampoco se admitía que existieran estos presos y se les llamaba "sociales", lo cual introducía fabulosas confusiones en un régimen que encarcelaba a los homosexuales dentro de esa rúbrica y aplicaba la legislación de peligrosidad social vulgarmente conocida como "ley de vagos y maleantes" y todavía más vulgarmente, ya en argot carcelario, "la gandula". Y de los exiliados políticos no se hablaba, salvo para probar que estaban al servicio de alguna forma de la "Antiespaña", así como Puigdemont es, como todo el mundo sabe, el agente ruso Cipollino.

Pero si alguien quiere alguna prueba más fehaciente de la omnipresencia del franquismo y de los franquistas, ahí está Cristina Cifuentes que se queda la última de Filipinas en la negativa de investigar nada del pasado criminal de la dictadura. Cómo será el asunto de horrible que hasta C's se ha abstenido y ha dejado a la presidenta el amargo caliz de defender que no se investiguen los crímenes del franquismo, no porque, siendo tantos, quizá no haya tiempo en esta era geológica sino por alguna otra alambicada razón que ni ella entiende, algo que murmura sobre una "ley de punto final" a la que parece oponerse. Puro franquismo. Daba igual lo que dijeran los gobernantes y eso cuando se dignaban decir algo. Declaraban lo primero que les venía a la cabeza porque sabían que nadie les pediría cuentas de sus palabras. Como Rajoy que, a este respecto, es un franquista de manual. 

dilluns, 20 de novembre del 2017

Fráncula

Hace unos días, el diario oficial del régimen de la Gürtel publicaba un editorial titulado Franco ha muerto. en el que repetía los habituales argumentos de los franquistas y fascistas patrios cuando quieren responder a las recurrentes críticas que los demócratas hacemos al carácter franquista, aparte de ladrón, claro es, de los actuales gobernantes. Toda esta patulea viene a decir que los demócratas vivimos en el pasado, que no nos enteramos, que somos unos maniáticos que, caramba, pasemos página porque Franco ha muerto. Es lo que repite el pisaverde ese que tienen de portavoz en el PP.


Franco ha muerto. El pisaverde seguramente cree decir algo incontrovertible. Los de El País, no. Esos saben que mienten y que lo hacen por dinero al servicio del amo pepero. Con la fórmula no pretenden hacer un enunciado obvio. No son tan tontos como Casado. Quieren ir más allá, quieren decir, insinuar, dar por sentado, sugerir, que el franquismo ha muerto. Los pagan por eso, por vender esta basura como una certidumbre. Por ello tienen a sueldo en sus páginas unas docenas de supuestos intelectuales, escritores, políticos y académicos que llevan cuarenta años vendiendo ideología como si fuera ciencia.


Y no, no es verdad. El franquismo no solamente no ha muerto, sino que ha ganado la batalla a quienes algún día pensaron que bastaría dar una pátina de procedimientos formales  para disfrazar la dictadura más asesina, estúpida y longeva de Europa en un Estado democrático de derecho así, porque sí. Que los fascistas de toda la vida, los herederos de los ganadores de la Guerra civil, los Rajoys, Santamarías, Aznares, Ratos y otros se iban a convertir en democratas por arte de birlibirloque y España sería un Estado de derecho homologable a las demás democracias europeas. Esta mentira pasa por ser la verdad historiográfica moderna: España ya no es el país atrasado, subdesarrollado, inculto, autoritario, supersticioso, comido por los curas y militares, sino una democracia dinámica y abierta, flexible, inclusiva, tolerante. Esta es la mentira ideológica que llevan cuarenta años vendiendo los historiadores y otros literatos del régimen. Lo dice muy bien el subtítulo del mencionado editorial: Ningún ataque de retórica guerracivilista justifica atribuir a España comportamientos fascistas.



O sea, las bandas de fascistas por las calles -muchos de ellos policías y guardias civiles de paisano que también violan mujeres, como en Paamplona- la bestial corrupción de la banda de ladrones a la que llaman partido, la absoluta falta de ética de un presidente cobrador de sobresueldos ilegales y amigo de cuanto ladrón y sinvergüenza campa por sus respetos, la Guerra sucia, el nacionalcatolicismo de los psicópatas que emplean los fondos públicos en condecorar vírgenes, la bestialidad de la policía machacando gente pacífica, el expolio de los fondos públicos, el robo a los pensionistas, el decreto de plenos poderes del artículo 155 con el que el Sobresueldos y sus cómplices gobiernan en dictadura y envían a prisión o al exilio a sus enemigos politicos, no es fascismo. Debe de ser la democracia de la postverdad.



Claro que el franquismo no solo no ha muerto, sino que está más vivo que nunca y si Franco ha muerto, será como Drácula, para salir por la noche a chupar la sangre de sus víctimas o para robarles las fortunas, como hacen los granujas que no pagan impuestos, se autoamnistían para seguir sin pagarlos, se autoindultan cuando los pillan y llevan los caudales robados a los paraísos fiscales.


Franco se ha convertido en Fráncula y sigue haciendo lo que siempre han hecho los franquistas: perseguir a la gente, encarcelar demócratas, llegado el caso, asesinar a sus adversarios y robarles todo lo que puedan para repartírselo con la Iglesia católica.


España sigue siendo un Estado franquista. Entre otras cosas, está gobernando por un mangante, un Sobresueldos cuya única obra escrita son un par de artículos en contra de la igualdad y a favor de Franco y un libro redactado por algún "negro" analfabeto, y que preside un partido fundado por un ministro de Franco.

dissabte, 18 de novembre del 2017

El lunes, Palinuro en el Parlamento Europeo

Y, en Bruselas, estado mayor y epicentro de la revolución catalana.

Invitado a una sesión en un acto organizado por el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica y el Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea. El tema es "El franquismo después de Franco" y a servidor le corresponde desarrollar la ponencia sobre El franquismo del Estado español, hoy. Modestamente. 

Que el Estado español es franquista lo ha probado él mismo suficientemente en los últimos tiempos. Había sido, hasta hace poco, un franquismo disfrazado de  Estado democrático de derecho. Tanto que había conseguido convencer a gran parte de la opinión pública europea. Pero, al primer cuestionamiento serio de su legitimidad a través del independentismo catalán, el disfraz ha caído y ha revelado un Estado corrupto y autoritario. Hace años (desde 2011) que se gobierna por decreto y en la actualidad con una medida dictatorial de plenos poderes a través del artículo 155 equivalente a una dictadura de hecho y un estado permanente de excepción. Igual que en tiempos de Franco. La única diferencia es que este los declaraba a bombo y platillo y estos lo hacen sin declararlo.

Mi intervención está prevista para las 15:00 del lunes, 20 de noviembre, fecha muy señalada, por cierto.

Según mis noticias, habrá streaming.

divendres, 17 de novembre del 2017

El lunes, Palinuro en el Parlamento Europeo

Y, en Bruselas, estado mayor y epicentro de la revolución catalana.

Invitado a una sesión en un acto organizado por el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica y el Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea. El tema es "El franquismo después de Franco" y a servidor le corresponde desarrollar la ponencia sobre El franquismo del Estado español, hoy. Modestamente. 

Que el Estado español es franquista lo ha probado él mismo suficientemente en los últimos tiempos. Había sido, hasta hace poco, un franquismo disfrazado de  Estado democrático de derecho. Tanto que había conseguido convencer a gran parte de la opinión pública europea. Pero, al primer cuestionamiento serio de su legitimidad a través del independentismo catalán, el disfraz ha caído y ha revelado un Estado corrupto y autoritario. Hace años (desde 2011) que se gobierna por decreto y en la actualidad con una medida dictatorial de plenos poderes a través del artículo 155 equivalente a una dictadura de hecho y un estado permanente de excepción. Igual que en tiempos de Franco. La única diferencia es que este los declaraba a bombo y platillo y estos lo hacen sin declararlo.

Mi intervención está prevista para las 15:00 del lunes, 20 de noviembre, fecha muy señalada, por cierto.

Según mis noticias, habrá streaming.

dilluns, 11 de setembre del 2017

La segunda vez

Recuérdese el célebre comienzo del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte en el que Marx, citando a Hegel (en la Filosofía de la historia), dice que los grandes acontecimientos en esta se producen dos veces y prosigue él de su cosecha que la primera como tragedia y la segunda, como farsa. Napoleón I (tragedia) y Napoleón III (farsa). Añadimos nosotros Franco (tragedia) y Rajoy (farsa). El presidente de los sobresueldos es una figura cómica, un personaje estrambótico y acomplejado, lleno de tics y manías, que provoca la irrisión, especialmente cuando se pone serio. Vulgar, ordinario, absurdo, no sabe ni moverse. Cuando camina parece un muñeco de trapo. Tampoco sabe hablar, apenas se le entiende y, cuando se le entiende, fuese mejor que no se le entendiera porque no dice más que sinsorgadas.

El intento de restauración del franquismo, fenómeno trágico en la historia de España del que esta no ha conseguido restablecerse, no es sino una farsa con elementos de la más pura astracanada hispana. El espectáculo de la guardia civil registrando imprentas o redacciones de revistas en busca de papeletas para votar en el referéndum del 1/10 en lugar de vigilar y perseguir terroristas no tiene parangón en el mundo civilizado. Les habían dicho que mantuvieran una actitud seria, responsable, tranquila, inmutable, como si fueran la guardia de Buckingham Palace, y no respondieran a las posibles provocaciones e insultos de la gente. Pero no les habían dicho que, en lugar de insultarlos, el público que se manifestaba contra el atentado a las libertades de prensa y expresión se burlaría de ellos, les regalarían claveles, los obligarían a presenciar simulaciones de votación en la calle y, cuando finalmente se retiraron en sus vehículos todo terreno, les cantarían la canción de "ustedes lo pasen bien". Venían muy serios y circunspectos, prevenidos contra la hostilidad, pero no contra la rechifla. Hicieron el ridículo y lo sabían, por lo cual se les notaba muy incómodos.

Pura farsa que nadie puede tomarse en serio. ¿Y qué decir del ignoto paradero de las 6.000 urnas que, a fuer de transparentes deben de ser invisibles? Estoy seguro de que el ministro Zoido y la vicepresidenta del gobierno tienen a docenas de agentes buscando las malditas urnas que, como las imágenes en la escena de los espejos de La Dama de Shangay tan pronto están como no están. Más farsa y tomadura de pelo de estos franquistas que ya no asustan ni a los conejos.

Cada vez que el de los sobresueldos habla, profiere amenazas que no está en situación de cumplir. Y en cuanto al papel de su vicepresidenta, lo más caritativo es no tomársela en serio nunca pero especialmente, cuando, como el otro día, se pilla un berrinche de bruja mala del guiñol y empieza a soltar exabruptos enfurecidos contra el referéndum y la posible independencia de Cataluña.

Farsa es un Tribunal Constitucional compuesto por magistrados que recuerdan las caricaturas de Daumier, más atentos a los deseos del poder que al sentido de la justicia. Y farsa unos medios de comunicación comprados a precio de oro de los dineros públicos para que tergiversen la realidad según el programa de una presunta asociación de malhechores que carece de programa.

Que el referéndum del 1º de octubre va a celebrarse se sigue indefectiblemente del hecho de que el Sobresueldos haya afirmado ya con toda su cómica y balbuceante contundencia que le caracteriza que no va a celebrarse. Como, al parecer, no se celebró la consulta del 9N, de la que, en cierto modo, trae causa el próximo 1/10.

Como farsa es la apelación a una legalidad más retorcida y arbitraria que el contrato de los hermanos Marx. Farsa el cerrado apoyo de una oposición socialista convertida por arte de birlibirloque en apoyo incondicional a una política de negación del derecho a decidir. Y farsa los distingos entre "soberanía" e independencia  de la otra oposición, la de la "verdadera" izquierda que, si no tiene mucho de esta, menos aun tiene de "verdadera" y que pide sumisamente perdón por retirar pacíficamente una bandera, la de los vencedores en una guerra, que estos impusieron a los vencidos por el terror.

Y farsa es, por último, la de un gobierno que desgobierna un país, lo maltrata, lo esquilma, lo arruina, lo fragmenta al tiempo que proclama que España es "una gran nación" cuando, como puede ver todo el mundo, no es grande y tampoco nación.

divendres, 4 d’agost del 2017

Franco vive

A quienes escribimos sobre asuntos políticos y nos referimos a la importancia del franquismo en la España actual suele recordársenos desde el bloque conservador que “Franco murió hace 42 años” y que somos unos “carracas”, que estamos “gagás”, con las “batallas del abuelo”. Cuando no buitres que tratan de reabrir viejas heridas. Por cierto esta lamentable chochez no afecta solo a los nietos de los asesinados en las cunetas, todos de izquierdas, sino a sectores muy lozanos y muy de derechas. Acaba de sustanciarse una querella en la que ha sido condenado Hermann Tertsch por injuriar al abuelo de Pablo Iglesias. De abuelos van aquí muchas cosas. Pregunten, si no, por el abuelo de Aznar.

Y es que el franquismo de la sociedad española viene amparado, acompañado, protegido por una permanente presencia del dictador hoy día en una serie de manifestaciones, los callejeros, los toponímicos, los monumentos de todo tipo, empezando por el Valle de los Caidos, los honores, medallas y títulos, las misas de recuerdo de diversas hermandades franquistas, la existencia de la Fundación Nacional Francisco Franco, subvencionada por el Estado, el mismo que paga por el mantenimiento de la basílica del Valle de los Caídos en donde está enterrado el dictador para la eternidad y la gloria. Y a donde iba a rezar e inspirarse el anterior ministro del Interior, al que llamaban "ministro de lo Anterior".

Al poco de la muerte de Franco, un escritor muy popular entonces, Vizcaíno Casas, cuyos libros se vendían por cientos de miles, escribió uno titulado Y al tercer año resucitó. Resonancias católicas. Las resurrecciones son tercianas. En realidad no resucitó porque no murió. Continuó presente entre los vivos y los muertos (muchos) como se prueba entre otras cosas por ese libro. Y así hasta el día de hoy.

Hace unas fechas se han trasladado dos cuerpos de dos golpistas, los generales Sanjurjo y Queipo de Llano a dos sepulturas con honores militares y eclesiásticos. Esto sucede en tiempos de un gobierno que encuentra dinero para repatriar los cuerpos de los caídos en la infausta División Azul pero no para desenterrar a los asesinados por la dictadura en la más dantesca noche de terror prolongado que han visto los tiempos. Es decir, un gobierno que sigue siendo parcial en la fractura de la guerra civil a favor de los fascistas. Como hubiera hecho Franco. Ni más ni menos.

Así que Franco estará vivo mientras sus muertos sigan en la cunetas.

Lo demás, excrecencias de una solución cobarde al problema que afectó a todos de enfrentarse a las consecuencias de una dictadura criminal de 40 años.

¿Más pruebas de que Franco está vivo y habita entre nosotros? La Xunta de Galicia ha otorgado a la Fundación Nacional Francisco Franco la gestión del Pazo de Meirás, el famoso pazo de la Pardo Bazán que el pueblo de Galicia “compró por suscripción popular” mediante colectas a punta de pistola para regalárselo ¡en 1938! al invicto caudillo, Franco, ese que sigue presente. Por eso su familia heredera pretende reservarse el Pazo prácticamente en régimen de reclusión.

Y tan presente; el gobierno gallego del PP ha hecho caso omiso de la anunciada intención de la FNFF de dedicarse a ensalzar y enaltecer la figura y obra del dictador. Esa finalidad no parecerá extraña en un gobierno y un partido en el que con harta frecuencia se levanta el brazo, se muestran símbolos franquistas o se habla de las cunetas en términos inadmisibles. Un gobierno y un partido fundado por un ministro del dictador y que aún no ha condenado expresamente su dictadura. Y en donde unos falangistas despiden brazo en alto y cantando el Cara al Sol a uno de los suyos, suegro de Ruiz-Gallardón y último ministro vivo de Franco, el ausente/presente. Un Cara al Sol que a algún preclaro publicista le parece un canto de alegría y esperanza. Vamos, no solo presente, sino futuro. Hiela la sangre.

El gobierno es franquista; vergonzante, pero franquista. No constan al presidente Rajoy los cien mil asesinados en fosas comunes en las cunetas y, por lo tanto, ni un euro a la Ley de la memoria Histórica. Los militares, los mandos, son franquistas y muy buena parte de los funcionarios, incluidos los armados, gran copia de jueces y fiscales y, desde luego, el clero que tampoco ha pedido perdón por la barbarie que ayudó a crear y respaldó luego durante 40 años, se añaden los empresarios y financieros y sus portavoces, los medios de comunicación.

Claro que Franco vive. Y hasta Carrero Blanco.

divendres, 9 de juny del 2017

Los seres humanos

Gobiernan los decendientes ideológicos y biológicos de quienes un buen día se llevaron por la fuerza a Timoteo Mendieta, lo fusilaron sin más y tiraron su cuerpo en una fosa común, como venían y siguieron haciendo durante años con miles y miles de Mendietas en todo el país.

Creyeron que, con este genocidio vivido durante años por una población aterrorizada y el régimen criminal que instauraron la gente se resignaría, se callaría, olvidaría.

Olvidar que una noche cualquiera un grupo de delincuentes armados irrumpa en tu casa cuando tienes 13 años y se lleve a un padre con siete hijos y, sin más contemplaciones ni juicios ni nada, lo asesine ante la tapia de un cementerio y entierre su cadáver de cualquier modo es mucho olvidar. Los asesinos, sus cómplices, sus beneficiarios y quienes hoy (sin atreverse a hacerlo a las claras, aunque lo piensan porque tienen la misma alma de asesinos y cobardes que sus antecesores) se oponen con uñas y dientes a que la gente pueda recuperar los restos de sus familiares, bárbaramente masacrados, no contaron con el tesón, la voluntad, la fuerza de espíritu y el innato sentido de la justicia que anida en muchos corazones humanos, como el de la hija de Mendieta, quien ha vivido para este momento de recuperar los restos de su padre pues quiere que la entierren con él. Estos asesinos, los de ayer y los de hoy jamás comprenderán ese fondo oscuro lleno de esperanza que hay en la humanidad cuando se revela en casos concretos, escuetos, sencillos pero inabarcables en su profundidad moral.

Creyeron que era cuestión de tiempo y de (falta de) dinero, como llegó a decir ese granuja, diputado del PP y a la vez vergüenza del Parlamento, Hernando, de que los familiares solo se acuerdan de los fusilados cuando hay dinero de subvenciones. Por cierto, este elemento es diputado por Guadalajara, la tierra de los Mendieta. Ya podía pasarse por su casa a pedir perdón por lo que los suyos hicieron y él ha venido a coronar.

Algo impensable. El gobierno al que apoya este sujeto, sin duda para hacer buenas sus odiosas palabras, ha dejado sin fondos la Ley de la Memoria Histórica. Ni un euro para desenterrar a los asesinados por sus antecesores, amigos y correligionarios. Es normal. No van a emplear fondos públicos para esta tarea de justicia cuando los necesitan para robarlos, para pagarse borracheras, cacerías, putas y trajes caros, que para eso ganaron la guerra y ochenta años más tarde pueden seguir mostrando su espíritu de asesinos.

Los fondos para la exhumación de Mendieta y otras dos docenas de asesinados más (cosa que ha sido posible, a su vez, gracias a la perseverancia de una jueza argentina) provienen de aportaciones voluntarias, privadas y, en muchos casos, extranjeras. En este caso, un sindicato noruego que ha aportado 6.000 euros para financiar la excavacion.

Realmente, España tendría que estar gobernada por extranjeros y no por esta banda de ladrones, descendiente ideológica de otra de asesinos.

dimarts, 4 d’abril del 2017

El fascismo se demuestra robando

Hoy seré muy breve porque, sobre estar cansado por el trabajo, el tema ya no da para mucho más. La pertinacia, la contumacia del fascismo español carecen de parangón. Morirá la civilización, se acabará el mundo, se enfriará el sistema solar, seremos un agujero negro y los fascistas españoles seguirán erre que erre dando vivas a un criminal genocida que sumió su país en un baño de sangre y asesinó, torturó y encarceló a cientos de miles de sus compatriotas.

Mucha gente se pregunta cómo es posible que en España sea legal lo que en otras partes que padecieron la lacra del fascismo, Italia y Alemania, no lo es. La respuesta es sencilla: allí, los fascistas perdieron la guerra. Aquí la ganaron. El fascismo español no se hundió, sino que acabó su personificación con la muerte del dictador. Pero siguió incólume en las instituciones, en la sociedad civil, en la mentalidad de siervos de muchas gentes. La historia la escriben los vencedores y así sigue siendo, como se ve con los historiadores franquistas, aunque sean analfabetos. 

El franquismo ha sobrevivido a Franco porque se ha hecho carne y sangre del natural español de vírgenes, santos, procesiones, fanfarronadas, chulerías, oscurantismo, cerrilismo, intransigencia, beaterío, nacionacatolicismo..., en fín, qué vamos a decir que no sepamos.

Ese tal Zoido que comienza donde lo dejó el meapilas Fernández Díaz, condecorando vírgenes, es obvio, carece de todo sentido del ridículo. Pero no del aprovechamiento y la falsedad. La prueba: ha intentado colocar a un enchufado suyo en un pisazo de propiedad pública con reparación millonaria, como siempre a cargo del erario, para que seamos los españoles quienes sigamos pagando sus estupideces, supersticiones y simples latrocinios.

En Murcia va a ser necesario que el presunto corrupto que, para variar, gobierna, cumpla la sentencia que le caiga para que se admita que lo es. No para que el PP o Rajoy le retiren su apoyo. Ese es un típico error de los periodistas españoles. Estos pájaros no apoyan a los corruptos porque crean que no lo son sino, al contrario, porque saben que lo son.

¿O creía alguien acaso que el fascismo es algo distinto?

A Cassandra la condenan a un año de prisión por un chiste sobre un criminal, corresponsable de la dictadura y de la persecución política de la ciudadanía, corresponsable de más crímenes, detenciones, palizas, torturas, que era lo que hacía la brigada político-social de Franco. ¿Qué juicio merece esto? 

Mientras tanto, el energúmeno que afirmó que las víctimas de Franco se merecían el fusilamiento sigue siendo alcalde. Obviamente este país no conoce la justicia y los jueces no merecen nombre de tales.

Pero lo verdaderamente escandaloso es que todo esto se da sobre una realidad incuestionable: el primer culpable de enaltecimiento del terrorismo y del crimen es el propio Estado, que mantiene un siniestro monumento a la mayor gloria del genocida Franco, sostenido con los impuestos de todos, incluso los que pagamos quienes fuimos represaliados por él y tuvimos la fortuna de contarlo.

dimecres, 22 de febrer del 2017

Los franquistas salen del armario

Ya iba siendo hora de que Cebrián dejara de engañar y reconociera expresamente lo que es: un franquista. Lo hace introduciendo una inverosímil gradación: su familia era franquista, pero no tanto como la de Aznar. Pura miseria. El franquismo es un modo de ser, de pensar y de hablar. Puede que haya alguna distancia entre un hijo de un franquista y otro, pero será siempre mucho menor que la que haya entre cualquiera de estos dos y una persona normal de la calle. Porque ¿qué define el franquismo? Desde luego, hubo y hay franquistas muy variados: algunos eran monárquicos, otros sindicalistas, otros católicos, otros ateos, unos aristócratas, otros plebeyos. Pero todos, absolutamente todos, daban por buena una farsa de Estado regido por un puñado de delincuentes que impuso la arbitrariedad, la ley del más fuerte como el ordenamiento jurídico y definió toda la vida social en función de sus parámetros católicos, autoritarios, despóticosy conformistas. Todos los franquistas piensan que su idea es la única válida y las demás deben someterse, silenciarse o suprimirse.

El caso de Cebrián lo ilustra muy bien. Probablemente no sea tan estúpidamente fascista como Aznar, pero fue un enchufado del régimen anterior (director general de algo, ya se sabe) y sirvió inasequibla al desaliento. Luego tuvo que echarse una pátina de demócrata, para engañar a su jefe, Jesús de Polanco y a fe que lo consiguió porque lo ha reemplazado en el puesto de mando, aunque para poner El País al servicio de la derecha. No es tan reaccionario como Aznar, pero está lejísimos de tener una actitud de apertura mental y respeto por lo que no sean sus manías, aceptable en una sociedad moderna. Su idea de que la memoria histórica es admisible, pero no una ley que la consolide, afiance y haga productiva revela el fascismo disfrazado de buena conciencia de esta caterva de hijos de los vencedores de la guerra. ¡Estaría bueno que no le pareciera bien que la gente tenga memorias! Solo falta a estos siervos ponerse a decidir lo que la gente pueda pensar o no. No quiere Ley de la Memoria histórica porque, en el fondo, como todos esos mansos historiadores del olvido lo que trata es de conseguir que las víctimas y sus allegados no protesten, que se resignen, que se callen, para que ellos puedan seguir disfrutando de su posición de gente abierta y democrática.

En cuanto a Cataluña, el fascismo le sale a Cebrián por la orejas. Nada de independencia, nada de consulta o de referéndum. Como el caudillo Franco. Palo y tente tieso: los independentistas a los tribunales. Y, si hay que enviar a la Guardia Civil para meter en cintura a los independentistas, s la envía. Su idea de España es la única válida y quien proponga otra (o ninguna) que se atenga a las consecuencias. No hay diferencia alguna entre Vidal Quadras, Albiol, Alfonso Guerra y Juan Luis Cebrián. Todos creen que someter por la fuerza a los catalanes, inhabilitar o encarcelar a sus dirigentes, suprimir sus instituciones, quebrantar sus derechos es lo que debe hacerse. Exactamente igual que Franco

dissabte, 22 d’octubre del 2016

La fuerza de los símbolos

El debate público -ahora que las redes posibilitan su universalización- es muy repetitivo. Las distintas opciones, fuerzas, partidos, grupos, tendencias o hermandades reiteran, remachan sus argumentos. Muchas veces con las mismas palabras, hasta que aparecen las frases hechas, de las que muchos se valen como armas arrojadizas. Por ejemplo, siempre que alguien, generalmente en la izquierda, se refiere a Franco o el franquismo, le llueven improperios de la derecha: "queréis ganar la guerra que perdísteis", "sois unos guerracivilistas", "reabrís viejas heridas", "cuando Franco, yo no había nacido", "Paco murió hace cuarenta años", "vivís en el pasado".

¡Qué manía tienen al pasado precisamente los conservadores! Que algo sea pasado no quiere decir sin más que no importe en el presente. La derecha, casi toda ella católica, organiza su vida en todos sus aspectos, desde el nacimiento a la muerte, según un acontecimiento que, afirman, se produjo hace veinte siglos. "Se están enjuiciando hechos del pasado", dice Rajoy, pretendiendo dar idea de lejanía, como quien hablara de la batalla de Roncesvalles. Sí, los presuntos delitos de la Gürtel son del pasado, un pasado en el que él era presidente o vicepresidente o secretario general del partido gurtélido y varias veces ministro en plena Era Gürtel. Un pasado que es su pasado y es su presente y será su futuro con la pequeña ayuda de sus amigos del PSOE.

Pero es que, además, el pasado, en el caso de Franco no es tal ni de lejos. Y la prueba es, precisamennte, el derribo de su estatua. Ahorrémosnos los debates sobre la intención de los organizadores y la relación entre aquella y los resultados. Franco está presente porque alguien, con los fines que sean, planta su estatua frente al Born. Y lo está muy profundamente porque la reacción ha sido fulminante y definitiva. Me juego el desayuno a que quienes derribaron la estatua, todos habían nacido con Franco muerto. O sea, no cabe ver este hecho como si, por ejemplo, un puñado de orates en Padua derribara la estatua de Gatamelata, la obra de Donatello que los escultores franquistas querian imitar.

Franco está muy presente en el presente. El devoto ministro del Interior, tengo entendido, se desplaza de vez en cuando a la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, a rezar cabe la tumba del Caudillo. Ignoro con qué motivo, si para solicitar su inspiración y guía, para pedirle perdón por el libertinaje del siglo o para rogarle que resucite. Resucitar es ya lo último que le falta porque vivo está y por todas partes. El Estado no ha condenado su execrable régimen, la Fundación de su nombre es legal, el Valle de los Caídos sigue en pie y el resto del país vive en la pedrea del franquismo de los callejeros, los monumentos, las placas, las misas de aniversario, las glorias de la División Azul y las barbaridades franquistas que sueltan los concejales del PP en cuanto se pasan con el pacharán.

Por eso el derribo de la estatua, aunque fuera de su simulacro, incluso de su burla y mofa, tiene un valor simbólico enorme. Es la primera vez desde la muerte de Franco que se ha hecho algo así, algo que en los demás países recién liberados de una tiranía suele hacerse en cosa de minutos. Y que se haya producido en Barcelona añade brillo al símbolo. España ha estado bien surtida de estatuas del dictador y no solo ecuestres. Algunas sufrieron desperfectos. Pero todas estaban en pie cuando, mucho más tarde y lenta y vergonzantemente, fueron retiradas. Como lo fue la de Barcelona. Aunque en la llamada ciudad condal ya se apuntaban maneras, pues fue decapitada en el almacén por mano anónima, en medio de la noche y la niebla. Ahora se ha terminado la faena y, al parecer, la iniciativa ha sido de los LGTBs. Más simbólico, si cabe.

Todo lo cual ha dejado al Ayuntamiento en una curiosa posición de ambivalencia. Como consistorio, no puede ignorar el acto de vandalismo y está obligado a proceder aplicando las normas, máxime cuando el bien dañado es precisamnte su propia obra, una exposición para suscitar debate sobre la memoria histórica. Pero como corporación de izquierda tendrá que reconocer que la acción de derribo de lo que los madrileños llamaban, refiriéndose a la de los Nuevos Ministerios, "el burro montado en el caballo", responde a un sentir ciudadano muy extendido. Desde el principio la opinión barcelonina se puso en contra del proyecto. Todas las voces fueron de protesta. No las hubo a favor salvo las del propio consistorio.

Al final, hubo una perversa coincidencia entre lo que la exposición pretendía denunciar, el autoritarismo, y el modo autoritario con el que se ha impuesto contra un sentir contrario muy generalizado en la ciudadanía.

Derribado el héroe invicto, las miradas se dirigen todas al monumento tortosino, el que conmemora la batalla del Ebro, que perdió Cataluña y perdió la República.

divendres, 21 d’octubre del 2016

Franco se cae del caballo

Recuerdos relámpago de noches en los países comunistas, con derribo de estatuas de Lenin, Stalin... Vaya clima se está gestando en la tercera Restauración que ha resultado ser el postfranquismo o franquismo sin Franco.

Desde el principio del proyecto del Born se intuía que la autoridad municipal estaba errando a modo. Quizá por ingenuidad, con su punto de pedantería. Su intención podía ser buena, pero ha resultado la bondad del Alma buena de Sechuán. Estamos en una democracia moderna, debieron decirse, en una sociedad tolerante, culta, capaz de contextualizar o descontextualizar (que no estoy muy seguro de lo que los mozos proponen) los datos, los personajes y de relativizar las consecuencias del pasado.

Pero he aquí que la gente -esa de la que tanto hablan en Podemos- no está para refinamientos ni deconstrucciones derridanas. No quiere ver la estatua de Franco en las calles, con cabeza, sin cabeza o con tres cabezas, como la Gorgona. ¿Por qué? Sencillamente, porque está en todas partes, en los callejeros, en los nombres de los pueblos, los títulos honoríficos, la fundación de su nombre, el Valle de los Caídos, las misas por su eterna salvación y, si fuera posible, pronta resurrección, los cargos públicos del PP haciendo saludos fascistas, literalmente en todas partes. El dictador que murió en la cama después de cuarenta años de régimen inenarrable que muchos, demasiados, dieron por bueno porque los seres humanos se adaptan a todo, incluso a la esclavitud.

Franco se cae del caballo el mismo día en que el Tribunal Constitucional, algunos de cuyos miembros son aficionados a la Fiesta Nacional, prohíbe prohibir las corridas de toros en Cataluña. Cómo se nota que son todos de la generación del 68. Incidentalmente, un país que llama "Fiesta nacional" a las corridas de toros no está bien de su colectiva cabeza.

Palinuro volverá mañana sobre el derribo del Born porque tiene mucha más miga de lo que parece.

diumenge, 25 de setembre del 2016

Era una revolución

Recuérdese la famosa anécdota del Duque de la Rochefoucauld y Luis XVI, un telediario antes de la toma de la Bastilla: "¿Qué ocurre? ¿Es una revuelta?" "No, Sire, c'est une révolution". Cambien tiempo y lugar: "¿Qué ocurre?¿Es una algarabía" "No, Presidente, es una revolución". Pues sí, es la revolución catalana. La derecha no se ha enterado o no ha querido enterarse y, lo más curioso, la izquierda, tampoco. Y, ya curiosísimo, la verdadera izquierda, tampoco y eso que el término todavía ocupa algún remoto lugar de su imaginario.

Nadie ha querido hacer caso de la abrumadora sucesión de síntomas en los útimos años. Las señales de la tormenta aproximándose. Nadie. Los analistas, los comentaristas y tertulianos, los medios, todos mudos. O peor que mudos, desinformando. No solo por vicio sino también por ignorancia. Llevan años aplicando al movimiento independentista categorías de la apacible época autonómica, cuando un nacionalista catalán podía ser español del año.

Es claro, razonan los cerebros de la izquierda, no está pasando lo que está pasando. Las revoluciones tienen unas pautas, necesitan un partido de vanguardia; no pueden ser obra de una alianza transversal de políticos de todo credo y movimientos sociales; no pueden ser movidas de los ricos contra los pobres; el nacionalismo y la revolución son agua y aceite. No, no está en el cuadro de las revoluciones. No es una revolución.

Entonces, ¿qué es?

El primer proyecto de ley de desconexión corta el nudo gordiano de la transición al estilo alejandrino. Es más, inaugura la segunda parte de la transición. No digo la segunda ni otra transición porque son determinaciones sobadas por los políticos y despojadas de todo sentido.

La Transición, IIª parte o segundo acto. El Parlament pretende declarar la nulidad en Cataluña de todos los procedimientos penales del franquismo, los consejos de guerra, los sumarísimos. Eso es algo que debía haberse hecho en toda España al día siguiente de la muerte del dictador. Nulas todas las actuaciones judiciales penales del franquismo. Y no solo las militares sino también las civiles de la jurisdicción especial de Orden Público.

En realidad, ese día tendría que haberse declarado la nulidad del franquismo erga omnes. Nada de lo actuado en aquellos años era legítimo y, por tanto, no podía ser base de la legalidad democrática. Todo nulo, desde la abolición del Estatuto Catalán hasta la designación de Juan Carlos como sucesor de Franco "a título de Rey".

Y ahí está el nudo de la cuestión. No andaba el horno para bollos. Los militares controlaban la escena. El mundo se inhibía. La oposición, fragmentada y todavía muy asustada. Así que se transigió y se edificó un régimen constitucional sobre decenas de miles de asesinados y enterrados en fosas anónimas en las cunetas de toda España. Durante el largo mandato de Felipe González no se intentó siquiera abordar la cuestión de la justicia a las víctimas de la guerra, la postguerra y una larga dictadura que murió matando. Esto solamente se enmendó con la ley popularmente conocida como Ley de la Memoria Histórica, correspondiente al mandato de Zapatero. Y justamente, este gobierno se asustó ante las consecuencias de una declaración de nulidad erga omnes y dejó las reparaciones reducidas a los procesos penales y los asesinatos extrajudiciales y, además, restringió su alcance al orden puramente moral y simbólico. Nada de reesarcimiento material. Los gobiernos de Zapatero, que mostraron cierta osadía al comienzo se revelaron luego pusilánimes: la Ley de la Memoria Histórica rebajada, la reforma del derecho de propiedad intelectual y la de relaciones entre la Iglesia y el Estado, abandonadas en los cajones de La Moncloa.

La decisión del Parlament es una bomba de (muy escaso) tiempo. De adoptarse, supongo, provocará el habitual recurso del gobierno al Tribunal Constitucional que, a su vez, hará lo que acostumbra: suspender y/o prohibir. Hasta aquí hemos llegado en otras ocasiones en esta crisis constitucional; pero de aquí no hemos pasado. Al aquilatar el efecto de los pronuncimaientos del Constitucional conviene recordar que la Generalitat no le reconoce autoridad mientras que ella misma, como órgano, deriva la suya del Estatuto de Nùria, al que considera en vigor porque su derogación por la dictadura fue ilegal.

La controversia es muy interesante y pilla a la izquierda española con el paso cambiado, en cueros. Nadie en la izquierda puede oponerse a la anulación de la Causa General y aledaños a través de otra Causa General de condena de la Dictadura y anulación de sus actos. Pero, la aceptación y hasta el apoyo de la reclamación pone a las izquierdas españolas en coalición con el independentismo. Y el asunto se complicaría extraordidnariamente si hubiera que votar en el Congreso a favor o en contra de la propuesta catalana, teniendo en cuenta la mayoría de la izquierda.

Era una revolución y no han sabido verla.

Los candidatos, en el fondo, no quieren ser presidentes por no tragarse el marrón de Cataluña. Y no haya duda de que será un marrón. Pongo un ejemplo inmediato: ¿cómo va a explicar en los medios y las cancillerías extranjeras el ministro de Exteriores, García Margallo, más conocido como Gibraltar español, que el Parlamento catalán anula ahora las actuaciones judiciales de la dictadura? Espero que no lleve a la lumbrera de Interior, diciendo eso tan agudo y original de que hay que mirar hacia delante y no hacia atrás. A ver cómo explican todos que en España no se haya condenado el franquismo a los 41 años de la muerte del dictador y se siga tolerando su iconografía y subvencionando con fondos públicos una fundación que lleva su nombre y se dedica a ensalzar su memoria.

dijous, 22 de setembre del 2016

El camarada Fernández y la Hermana Lucía

No se negará que esto toma visos estremecedores en todos los sentidos, especialmente el esperpéntico. Es increíble cuánto se parece este país a sí mismo, a su peor "sí mismo". Es como el ensimismamiento de Ortega, pero al revés. Lo suyo del país es retroceder.

Ahí tenemos al increíble ministro del Interior y de los Santos Lugares, supuestamente metido en conspiraciones, conjuras y necios esquemas con finalidad ilegal, inmoral, atroz de hecho: fabricar delitos para imputar luego a rivales políticos. Se ven en la foto de El confidencial. Y meten miedo. Son rostros casi patibularios, aunque no muy inteligentes. Son tres de los genios del tocomocho de un millón y medio de euros. Eso es lo que ha llevado a Gabilondo a estallar contra él con un "ademas de corrupto, inútil". Pues sí, qué le vamos a hacer. Es de risa. Pero ojo con la risa, que se puede helar. Dice el ministro que hay quien quiere ganar la guerra que perdió hace 40 años. ¿Qué? ¿Más explicaciones? La transición fue un pacto para no mirar al pasado sino al futuro. Pisando sobre los cuerpos de 100.000 asesinados enterrados en fosas comunes. Eso no lo dice el ministro. Pero está ahí. Sobre la injusticia no se puede construir futuro alguno. Los saben esos rostros que lo miran con esos gestos.

Si Fernández Díaz representa la iglesia triunfante, Lucía Figar representa la iglesia militante, la que lucha en este pícaro mundo contra las asechanzas del maligno. Magnífica foto la de la SER. Una Magdalena, pura espiritualidad, casi levitante. Su mandato como consejera de Educación ha sido desmantelar el sistema público de enseñanza y privilegiar el privado y el concertado. A extremos de auténtico mecenazgo celestial, esto es, regalando terreno público a órdenes religiosas dedicadas al negocio de la enseñanza. Lo que no era en beneficio y loor del Señor, era en los de ella misma. Especialmente concentrada, según parece en ensalzar su reputación en red, incluso con recurso a medios inmorales.  Que la fe no está reñida con la tecnología último grito. La Hermana Lucía era sobre todo hermana de sí misma y garante de su posición en el pícaro mundo. Para mejor combatirlo, claro.

Pura corte de los milagros. Escenificada por los de siempre y al servicio de los de siempre. Puro franquismo zarrapastroso. Ese es el gobierno que quieren quienes presionan al PSOE para que claudique. Es tal su ceguera por orgullo herido que no ven un futuro inmediato todavía más delirante: el de un presidente del gobierno teniendo que ir a declarar como testigo en el proceso de la Gürtel rama valenciana. No es broma. 

Cierren cuanto antes este ya largo episodio de la España negra. Pongan fin a esta absurda farsa de un partido encausado en cinco procedimientos judiciales, haciendo como que gobierna Y al mando, un presidente que, de no ser porque le falta elegancia, especialmente al caminar, podría pasar por la Máscara de la muerte roja.

dilluns, 29 d’agost del 2016

España contra Cataluña

No soy aficionado a participar en controversias y tampoco a polemizar con colegas. Tengo ya suficientes enemigos y muy contados amigos así que no quiero empeorar mi fortuna. Pero en esta ocasión no veo otro remedio que intervenir en un intercambio entre dos colegas a los que respeto y estimo mucho, en sendos artículos de El País. Uno, el catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Barcelona, Marc Carrillo, y el otro, el historiador Joan B. Culla i Clarà, a propósito de una observación casi en passant del primero en un magnífico artículo sobre el franquista Carles Sentís en los años 60 en Barcelona. Dice Carrillo al final de su escrito en pro de la memoria histórica que el caso de Sentís y otros "desacreditan la obscenidad histórica y la miseria moral de afirmar que la guerra civil fue contra Cataluña". Responde Culla i Clarà que eso es falso y que sí, que en gran medida, la guerra civil fue contra Cataluña.

Y, con todos los respetos a Carrillo, coincido con Clarà. Es más, da que pensar que un intelectual tan sólido como aquel haya incurrido en un exabrupto tan ligero como injusto. Uno que nos interpela a muchos que, junto a Clarà, pensamos que en efecto, la guerra civil fue contra Cataluña. Contra la República española y el Estado catalán pari passu. Para defender su posición, el constitucionalista viene a decir que, en el franquismo, muchos catalanes colaboraron y cita algunos. Clarà concede y cita más. Y yo corono la cita: los legitimadores de la sublevación de militares sediciosos y delincuentes fueron catalanes: los obispos Pla i Deniel y Gomá, teorizaron la "Cruzada" y exaltaron el fascismo y nacionalcatolicismo más bárbaros e inhumanos. Por supuesto, toda tiranía, toda dictadura o barbarie tiene cómplices entre los oprimidos, cipayos. Se sabe de sobra. 

¿Y qué? La cuestión objetiva es indudable, históricamente incuestionable y probada hasta la saciedad: el franquismo fue un intento sistemático de aniquilar a Cataluña como nación. El último. Iba a escribir "por ahora", pero supongo que no es necesario porque espero que no haya ocasión a más. Un intento de genocidio cultural, sistemáticanente aplicado hasta hace muy poco, afortunadamente fracasado pero que se ha reavivado desde hace unos años, desde la famosa sentencia anticatalana del TC en 2010.

Carrillo sabe que lo anterior es cierto. ¿Por qué, sin embargo, lo niega con esa vehemencia y de forma tan agresiva? Aquí va mi intento de explicación. El problema no es si el franquismo fue o no un intento de genocidio cultural de Cataluña (dejo de lado otras cuestiones nacionales), que lo fue. El problema es el de su significado y alcance y, sobre todo, las consecuencias a fecha de hoy. Algo que nadie quiere encarar en serio.

Porque, en contra de lo que se dice habitualmente y los dos polemistas parecen aceptar (aunque discrepen en la valoración), el franquismo no solo pertenece al ámbito de la memoria histórica sino que, para nuestra desgracia, pertenece al presente más rabioso. En Cataluña y en el conjunto del Estado. Y no solo porque las calles sigan rotuladas con nombres de asesinos, el genocida tenga una Fundación a su nombre, haya una vergüenza llamada Cuelgamuros o los curas sigan diciendo misas por el eterno descanso (y ansiado retorno) del sanguinario dictador. Es presente porque sus consecuencias están aquí y convivimos con ellas.

No hay duda de que el franquismo fue un intento de acabar con la personalidad nacional catalana. Pero la pregunta, hoy, es: ¿cuántos españoles apoyaron  y apoyan el franquismo? ¿Hasta qué punto puede decirse que el franquismo ha encarnado en España como se muestra por el hecho de que sigue muy presente en todas partes? ¿Está España, de verdad, libre del franquismo? Cualquier puede verlo: en las cosas del común, en el aparato institucional, en su ordenamiento jurídico, no mucho. Solo el recuerdo de que las leyes "constitucionales" del franquismo (Régimen Jurídico de la Administración del Estado, de 1957 y Procedimiento Administrativo, 1958) estuvieron en vigor hasta 1997, debiera servir de aviso. Y, en lo tocante a Cataluña, mucho menos. 

El franquismo no es memoria solo; es presente. Los actuales gobernantes, el propio partido del gobierno, fundado por un ministro de Franco, son franquistas, son herederos del franquismo y no solamente indirectos, de segunda o tercera generación, estúpidos señoritos al estilo de Casado o jayanes tabernarios al de Hernando, sino directos, muy directos, con ideas, convicciones, creencias absolutamente franquistas. Gente que ni por asomo admite el carácter ilegal y, por lo tanto, nulo, de todo el ordenamiento jurídico de aquel gobierno de delincuentes que, como en 1984 hizo que la mentira fuera la verdad; el crimen, virtud; el robo, justicia. Por eso ninguno de estos franquistas, descendientes de franquistas, seguidores ideológicos de la dictadura de facinerosos ha condenado jamás el franquismo. No lo han hecho ni lo harán en el PP y en C's porque condenar el franquismo sería condenarse a sí mismos, a sus familiares, padres y, en incontables casos, confesar que sus patrimonios se obtuvieron mediante el crimen, la violencia y el saqueo.

Y, como buenos franquistas, su actitud frente a Cataluña es la de sus modelos: exterminio cultural. Llevan cuatro años de mayoría absoluta gobernando contra la nación catalana, cuya existencia niegan todos sin más razón que la fuerza, y si fuera por los dos firmantes del reciente pacto, PP y C's que, en realidad también es un pacto contra Cataluña, se suspendería la autonomía, se encarcelaría a los dirigentes independentistas y la escuela catalana volvería al modelo castellano de los felices tiempos del fascismo.

A la vista de esta situación tan delirante, con franquistas en los puestos de mando del Estado, se ha destruido ya toda esperanza que pudo haberse alimentado en la transición de que el franquismo no volvería. Aquí está de nuevo, dispuesto a hacer cuanto daño pueda. Y no hay garantía de que quepa evitarlo. Porque, en definitiva, no es solo el franquismo, es España la que va contra Cataluña.

Por eso los catalanes quieren irse. Y hacen bien.

dimarts, 9 d’agost del 2016

Sorpresas del verano

Ayer, y por casualidad, tuve ocasión de ver una película casi desconocida que, sin embargo, merecería mayor notoriedad. Estrenada en 1964, no pudo verse en España hasta 1979 porque trataba precisamente de España y de un episodio de los últimos maquis. No es que sea un relato antifranquista. Casi no tiene ideología ni hay crítica especial al régimen fuera de la que se derivaba de la realidad cotidiana a nada que se tuviera una cámara y se pudiera fotografiar lo que era la realidad del país a comienzos de los sesenta.

El director es Fred Zinnemann, el de Solo ante el peligro, y es claro que la historia había de interesarle porque tiene muchos elementos en común con la gran peli de Gary Cooper: un hombre solo contra todos. La trama está sacada de una novela que no conozco, que dio el título al film en inglés, Behold a pale horse, un verso del Apocalipsis de San Juan (6,7-8), algo así como "He aquí un caballo ceniciento" cuyo jinete se llama muerte. Es el cuarto jinete. Quizá haya algo de desmesura en el título, al dar el tono apocalíptico a una historia de guerrilleros, Guardia Civil, resistencia, franquismo. A lo mejor por eso le cambiaron el nombre en la versión española a este intragable ...Y llegó el día de la venganza. Y, desde luego, se lucieron. Casi hubiera sido mejor que tradujeran del original.

La película es una rareza. Hay muy pocos films sobre la guerra/posguerra de España hechos fuera y, entre estos, menos norteamericanos. No sé si hay alguno además de Por quién doblan las campanas. Yankees, quiero decir. Porque esta es una película indudablemente yankee pero de una calidad más que notable. El trío protagonista, Gregory Peck (un trasunto de Quico Sabaté, el último maquis), Anthony Quinn (un capitán de la Guardia Civil) y Omar Shariff (un cura) bordan sus papeles bajo una dirección muy competente. Sin duda, cualquier casticista señalará los sempiternos fallos (que si el rejoneo de Anthony Quinn al comienzo es un pelín ridículo, que si los guardias civiles no tienen esa pinta de rangers, que si a Gregory Peck le sobra una cuarta para ser español, etc) pero la verdad es que la ambientación y el guión son excelentes. Está rodada en el blanco y negro que se llama "sucio", con lo que se evita que canten algunos colores, por ejemplo, el de los ojos de los protagonistas. La fotografía es excepcional y debe señalarse el trabajo de documentación que han hecho el director y el equipo, reconstruyendo escenarios de la guerra civil y la derrota republicana directamente sacados de fotos famosas de la época, fotos de Capa o de Centelles o de otros no menos característicos. Y cuando digo "sacados", quiero decir "reproducidos". Los planos del gendarme desarmando a los vencidos combatientes de la República trasmiten el espíritu de aquellos tristes momentos.

La historia es sencilla: Manuel Artiguez, un guerrillero solitario, vive en el exilio en un pueblo francés muy cercano a la frontera, desde donde hace incursiones en España en las que mata guardias civiles y roba dinero para la causa, no para sí mismo. El capitán de la GC, Viñolas, la tiende una trampa, aprovechando que su madre (de Artiguez) ha sido hospitalizada y está muriéndose. La intriga se complica porque la madre muere antes de que pueda servir de gancho para la emboscada de su hijo, pero los franquistas querrán ocultárselo a Artigues para hacerlo venir. El guerrillero sabe la verdad mediante los oficios de un cura del lugar quien le avisa de que su madre ha muerto. La película, ya se ha dicho, no es un alegato antifranquista, pero no se anda por las ramas en llamar a todas las cosas pr su nombre. Solo este episodio del cura "bueno" o "comprensivo" desmerece algo de la calidad del fin, al caer en esa trampa en que caen muchos relatos del franquismo, de presentar una Iglesia católica resistente a la dictadura. Nada más falso: la Iglesia católica se fundió con el franquismo, fue complice y beneficiaria de los crímenes de la dictadura, llevaba al dictador bajo palio y su función opositora al régimen (un puñado de curas de los barrios marginados) fue inexistente.

Aun sabiendo que su madre ha muerto, Artiguez cruza la frontera y va a donde lo están esperando para ajustar cuentas. 

Lo dicho: estrenada en 1964, cuando ya la guerra estaba lejana y se abría paso el desarrollo de los tumultuosos años sesenta, no levantó gran atención. Sin embargo, es una estupenda película.