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dilluns, 8 d’abril del 2013

Del rosa al amarillo.


Tomo prestado el título de una película de Manuel Summers de los años sesenta con algo de licencia. Porque Summers cuenta dos historias, una es la rosa y otra la amarilla, mientras la fábula de hoy es una sola historia del rosa al amarillo. También hay licencia en el significado de los colores. En Summers, el rosa era el de la infancia y la pubertad y el amarillo el de la vejez. En la historia actual el rosa es el de las revistas del corazón y el amarillo el del escándalo.


El rosa. Los Príncipes de Asturias son presencia habitual en las revistas del corazón, género rosa por excelencia. Casi como los héroes de una leyenda. El príncipe que se casa con las hermosa plebeya. Un Pigmalión de clase. Símbolo de la eternidad y la modernidad de la monarquía. La sangre antañona se mezcla con la reciente y turbulenta del pueblo. Una joven de su tiempo, moderna, profesional, desenvuelta, trinaban los plumillas. El Príncipe mostraba también un carácter actual, abierto, sin prejuicios. Los únicos que torcieron el gesto en público fueron los curas. La Princesa de Asturias, futura Reina de España, era y es una divorciada. Y en diplomática torcedura de gesto quedó el asunto. Mandan los cánones que la mujer llegue virgen al matrimonio. Pero, en fin, no están los tiempos para pedir gollerías. Además, el rosa dominaba. Pronto llegaron las dos angelicales criaturas, las dos niñas que a su vez llenaron páginas y páginas de papel couché, intensificando el rosa, color adjudicado a las niñas por tradición iconográfica popular.

El amarillo. No tiene ahora -o por ahora- nada que ver con la edad de la pareja que sigue presentando inmejorable aspecto, aunque el Príncipe luzca ya barba cana. Tiene que ver con el escándalo. El amarillo es el color del sensacionalismo, la murmuración, el cotilleo. Yellow Chrome. Y llega en forma de libro que se presenta hoy de David Rocasolano, primo de la Princesa de Asturias, con un título de múltiples connotaciones. Podría entenderse como una despedida del primo o como una despedida de la prima, una especie de amenaza.

Porque, según parece, el libro cuenta que, antes de casarse con el Príncipe Felipe, Leticia se sometió a un aborto. Y eso ya son palabras mayores. Tan mayores que lo más cómodo que podría suceder es que no fueran ciertas. La Princesa siempre puede querellarse. Porque, si lo son, habrá que abrir un debate sobre varios asuntos.

Es evidente que si la Princesa abortó hizo uso de un derecho que le concedía la ley. Que lo haya mantenido en silencio o en secreto tampoco es, en principio, criticable, pues, no siendo nada ilegal, es cosa que solo afecta a ella y a las personas más directamente involucradas, como el padre del nonato y solo hasta cierto punto. Otra cosa es la cuestión religiosa. El gesto torcido de los curas de cuando el divorcio va a tornarse aquí en una mueca de espanto y quien sabe si algún que otro exabrupto. Porque esto ya no es un asunto de doncellez, sino, al parecer, un crimen. Si Leticia ha abortado está automáticamente excomulgada. Pero estas son cuestiones que afectan a la conciencia de la Princesa y la relación que tenga con la iglesia.

Desde un punto de vista de izquierda y agnóstico, Leticia no ha hecho nada vituperable y el color amarillo sobra. En la izquierda somos republicanos y abogamos por el fin de la monarquía con o sin divorcios, con o sin abortos. Pero, mientras llega la República, no se nos ocurre atacar el comportamiento público de la Princesa en este campo ni tacharlo de escándalo.

El problema, una vez más, lo tiene el gobierno. Si por él fuera, se derogaría la ley de interrupción voluntaria del embarazo, siguiendo el criterio de sus sectores más ultramontanos. Como no se atreve, el ministro competente, Ruiz Gallardón, anda buscando fórmulas para vaciarla de contenido. Pero le va a resultar difícil ir contra el aborto cuando la futura Reina de España ha recurrido a él. Por eso, la publicidad del hecho clarifica sobremanera las cosas, aunque pueda resultar molesto para la protagonista. No es posible restringir o suprimir el derecho al aborto en un país cuya futura Reina ha abortado. Ciertamente, el gobierno es libre de manifestar su desagrado y en algún caso concreto, como el del ministro del Interior, miembro del Opus, quizá debiera dimitir por razones de conciencia.

Otra cosa es que Leticia sufra represalias de parte de la Corona o su "entorno". Serían injustificables y una razón más a favor de los republicanos a la hora de pedir la substitución de la Monarquía por la IIIª República. Un objetivo tan razonable y sensato como la lucha contra el déficit.

dijous, 4 d’abril del 2013

No son lo mismo.

Quiso el destino que los dos gobernantes actualmente más opuestos en España, Rajoy y Griñán, comparecieran públicamente en dos escenarios distintos pero ambos institucionales. Rajoy en la sede de su partido ante unos 600 cargos que componen la Junta Directiva Nacional, órgano convocado a toda prisa, con cinco meses de retraso y en el que faltaban casi todos los "barones" de peso, es decir, ante los suyos y disminuidos. Griñán, en la del parlamento andaluz ante los representantes de todos las opciones políticas, en tiempo y forma debidos, sin que faltara nadie y a petición propia. Ambos iban a dar explicaciones; Rajoy sobre las medidas del gobierno y la corrupción del caso Bárcenas; Griñán sobre las del suyo y sobre la corrupción de los EREs. Los dos hablaron para las personas congregadas y, por encima de las cabezas de estas, para toda la ciudadanía. Situación simétrica que permite una comparación muy fructífera y llena de enseñanzas a la hora de hacernos una idea de las diferencias políticas y personales entre los dos líderes.

La primera de todas: mientras Griñán se sometía a escrutinio de la oposición y escuchaba y respondía a su crítica graneada, Rajoy no tenía contradictor, nadie podía responderle, mucho menos criticarlo. Silencio y aplausos. Mientras el socialista estaba en duelo, en diálogo, encajaba y propinaba mandobles dialécticos, el conservador recitaba su habitual y vacuo monólogo que ya se sabe tan de memoria que cada vez lee menos. La razón, la escenificación del acto. En la comparecencia de Griñán, los periodistas y el público pudieron seguir sus explicaciones en vivo y en directo; en la de Rajoy en directo solo estaban los entregados conmilitones, los periodistas y el público lo siguieron a través de un monitor de plasma los primeros y las televisiones que lo dieron el segundo. Así como la comparecencia de Griñán fue un agitado debate parlamentario a la antigua usanza animado e interesante, la de Rajoy fue una repetición del guiñol de alta tecnología que ya ensayó hace unos meses, con un monitor de plasma sobre una peana que los periodistas, rebajados a la condición de párvulos, miraban grababan o filmaban como si fuera el oráculo de Delfos.

Hay algo en estas apariciones marianas intrínsecamente ridículo. La rechifla general suele hacer hincapié en que se trata de una especie de Gran Hermano orwelliano de trapillo. Más me recuerda a mí la bombástica parafernalia del mago de Oz. Él bien quisiera aparecerse desde el más allá mediático de las nuevas tecnologías ante un pueblo sumiso y asustado por esas milagrosas apariciones de peanas habladoras que también recuerdan mucho el truco de las cabezas habladoras sobre bandejas en mesas camillas, uno de los cuales, y de los más divertidos, se narra, si la memoria no me falla, en la segunda parte del Quijote, ya bien avanzada la aventura, cuando don Alonso Quijano llega a Barcelona. (Por cierto, ¡qué bien conocía Cervantes a los catalanes y cómo los honra y valora sin merma de sus puntas de humor!). Pues eso, el busto parlante espetando un discurso en el que no cree ni se molesta en simular que lo hace y que podía tranquilamente ahorrarse pues es el mismo que viene diciendo desde el principio del caso Bárcenas. Tanto es así que si, en lugar de pronunciarlo él en persona, lo reprodujera un pick-up, no habría diferencia. Es más, siendo una imagen en una pantalla, nada garantiza que no sea un muñeco y, en efecto, la comparecencia es un guiñol.

En el fondo, lo que hay detrás de todo esto es puro miedo. Miedo a enfrentarse a los periodistas, a responder impromptu a preguntas inesperadas. Miedo a quedar en evidencia. Miedo, a estas alturas pánico cerval, a que alguien le pregunte en público por qué no pronuncia el nombre de Bárcenas. Ahí puede darleun ataque de nervios, pues si algo hay claro a estas alturas es que Rajoy es un cobarde.

Por lo demás, los contenidos, como el día y la noche. Griñán probó claramente la legalidad de su actuación y la de su gobierno exponiendo que fue este quien denunció y varias veces la corruptela de los EREs y quien está más comprometido con la investigación hasta el final y la recuperación del dinero defraudado. Y salió airoso. Rajoy, en cambio, no salió airoso porque no se enfrentó a ningún desafío y siguió faltando manifiestamente a la verdad en esa confianza de que, cuando se repite un embuste, alguien acaba creyéndoselo. Aseguró que la reforma laboral ya rinde frutos con el mismo brillante argumento de su inefable ministra según la cual estos frutos consisten en que se ha frenado el ritmo de destrución de empleo, es decir, que podía haber sido peor. Por supuesto, como podía haber desaparecido la Cibeles. La recuperación se fía para el año 2014 con la misma justificación con que podía situarse en 2054. ¿La señal? La trola del día: que mejora la balanza por cuenta corriente, señal, dice, de que exportamos más; sí, claro, o de que importamos menos.

Bárcenas, la corrupción, como ya vaticinaba ayer Palinuro, siguen siendo los innombrables. Rajoy expresa el deseo, sin duda ardientemente sentido, de que ese asunto "quede atrás". Pero es un wishful thinking que traiciona una obsesión neurótica ya preocupante. Porque, por más que quiera a Bárcenas detrás, lo tiene delante, en la forma de procesos judiciales pendientes y de carácter penal. Bárcenas es presunto autor de varios delitos que se han cometido en el partido del que es presidente Rajoy de quien se supone que era conocedor de ellos y, según los papeles del extesorero,  cuya autoría ya no está en duda, beneficiario también y en no menuda cantidad .  

Se entiende por qué es útil esta comparación. Está llena de enseñanzas. La esencial es que izquierda y derecha -o, cuando menos, esta izquierda y esta derecha- no son lo mismo ni de lejos. Mientras Griñán da la cara, Rajoy da el plasma.

(Las imágenes son sendas caricaturas mías sobre dos fotos, una del PP Madrid y otra de JuntaInforma, ambas bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 1 d’abril del 2013

Suiza.

Si Suiza es o no un paraíso fiscal al estilo de Antigua y Barbuda, Anguilla o las Islas Salomón, que suenan todas a bucanero o, más bien, al estilo San Marino, Liechtenstein o Mónaco, que suenan todas a casa de juego, es algo que cada cual debe ponderar por sí mismo porque dependerá de cómo se defina el sintagma paraíso fiscal, qué alcance se le dé, etc. Palinuro la considera un paraíso fiscal. Cierto, uno con empaque de país, abolengo, historia, constitución y una bandera que recuerda la de la Cruz Roja con los colores invertidos. Pues la Cruz Roja, como otros organismos internacionales galore, radica en Suiza, país cosmopolita, multicultural, plurinacional, muy bancario. Un paraíso fiscal. Un lugar a donde envían sus dineros quienes los poseen en España (y otros lugares), para evadir impuestos o para ocultar su origen. Actividades generalmente consideradas delictivas.

La gente lleva muy mal eso de la evasión de capitales y los fraudes a Hacienda. Sobre todo ahora que se ha enterado de que si las grandes empresas y fortunas tributaran las decenas de miles de millones de euros que defraudan, no habría crisis. Lleva mal incluso esa costumbre de algunos deportistas o gentes de éxito de residenciarse en el extranjero para no pagar impuestos en España. Hay una petición general de que los tales no representen al país en el que no tributan. Y es razonable. Que representen a Andorra, por ejemplo.

Y ahora pillan al Borbón con unas cuentas en Suiza. Probablemente tengan un origen histórico ya que, al haber residido su padre en Lausana, las cuentas vengan de ahí. Sin duda, pero eso no justifica el hecho de mantenerlas fuera del alcance de la Hacienda del país en el que se dice reinar. Es comprensible en el plano humano, sobre todo con la experiencia de los Borbones. No queda nunca descartado que haya de salir una noche con lo puesto y siempre viene bien tener algo apartado en Suiza para los primeros gastos.

Es comprensible, es humano, es histórico, es lo que se quiera. Pero no es admisible. El Rey no puede tener dinero oculto al fisco en España en un banco extranjero en un momento especialmente grave en que , con seis millones de parados, su país necesita recuperar la confianza, necesita atraer capital y no es evadiéndolo como se lo atrae.

Ignoro si la monarquía como institución aguantará esta nueva andanada con todo lo que le lleva llovido en los últimos tiempos. Supongo que, aterrorizados por el lógico encresparse de la opinión republicana, los dos partidos dinásticos saldrán en defensa de la Corona. El PP porque sí, pues va en su convicción más íntima y no requiere mayor justificación. El PSOE, con algo de mala conciencia, explicará que no es el momento de meterse en la cuestión de la forma de Estado, que el descrédito recae sobre el monarca reinante pero no sobre la institución y que, cuando llegue el momento, ya hablaremos.

Pero no; es cosa de hablarlo ahora. La monarquía es un régimen obsoleto, no solo por el origen de la magistratura sino, sobre todo, por su carácter vitalicio. Cuando hoy día lo vitalicio no lo quieren ni los Papas. Las repúblicas son mucho más recomendables y racionales porque los presidentes se ven obligados a caer bien al electorado, sea este la gente en general o unos u otros cuerpos electorales, los mandatos son temporales y, por supuesto, ni en sueños pueden permitirse comportamientos como los que parece haber tenido el Rey de España. ¿Alguien imagina la que se organizaría en los EEUU si el presidente Obama tuviera a doscientos metros de su residencia una entrañable amiga, condesa alemana, para tareas de alta política? ¿O en Alemania en donde el presidente es un cero a la izquierda? Caerían gobiernos y los interesados, muy contritos, abandonarían sus cargos. Aquí, no. Aquí el Jefe del Estado puede tener una fortuna apañada en un banco suizo, como sucede con algunos presidentes de países africanos.

Con un gobierno bajo tenaz sospecha de corrupción, incapaz de reaccionar porque también lo está su partido, paralizado a todos los efectos, el país se encuentra sorprendido e indignado. Sorprendido porque comprueba que el sistema político de la transición, la alternancia de los dos partidos dinásticos ya no da para más y que, justamente ahora en que se habla de reformar las Constitución, ninguno de los dos partidos mayoritarios está dirigido por gente a la altura de las circunstancias sino por seguidores fieles de las rutinas que nos han traído a esta situación. El país está además indignado o tal cosa se percibe por doquier ante el espectáculo de incompetencia y corrupción que proporcionan hoy las administraciones españolas de todos los niveles.

Para el 25 de abril hay convocado un nuevo -y definitivo, según he leído, por indefinido- asedio a las cortes hasta que estas se disuelvan, se convoquen nuevas elecciones, aunque esto último no stoy seguro de haberlo leído.

Si el gobierno cree que puede controlar esta marea creciente de movimientos sociales, esta múltiple reacción de la sociedad civil, recurriendo únicamente a la represión, me parece que anda equivocado. No tiene más remedio que dialogar con ellas. De hecho es lo que hace a través de los medios adictos. Solo sería necesario dialogar de buena fe. No mintiendo ni insultando. 

IU llevará al Congreso el asunto de las cuentas suizas del Rey. Es lo menos que puede hacerse. Será incomprensible que el PSOE no diga nada y que siga actuando como cómplice en el encubrimiento de los desmanes de la Corona con el argumento de que hay que salvar la institución cuando la institución misma es un desmán.

(La imagen es una caricatura mía (bueno y de My Webface.com) de una foto de x (Aleph), bajo licencia Creative Commons).

diumenge, 27 de gener del 2013

El silencio y el ruido.

Las órdenes del presidente del gobierno parecen ser taxativas: silencio, chitón, punto en boca, aquí no se habla de Bárcenas ni de sobres ni de nada en tanto no termine la auditoría interna, encargada a una fiel y competente militante de la organización bajo sospecha. Al principio hubo un aluvión de desmentidos, de declaraciones de inocencia algunas de las cuales eran comprometedoras, como esa del ministro Fernández Díaz reconociendo que se cobraban sobresueldos pero "luego se declaraban a Hacienda". Dada la pertenencia del declarante al Opus Dei, en donde no se puede mentir, el asunto es enojoso. Por lo demás, la declaración de Hacienda no legaliza un dinero ilegal. Lo dice hasta Montoro.

En efecto, la orden del mando es muy pertinente. En este guirigay se pueden decir cosas comprometedoras. Todo el mundo callado. El partido y hasta las Nuevas Generaciones si quieren llegar a ser viejas generaciones. Nada de dar dos cuartos al pregonero, que la corte está rebosante de ellos. Pacifiquense los ánimos y aplíquese la ley. La ley del silencio. Hay que dominar la tempestad.

Pero para dominar los elementos hace falta ser Próspero, valiéndose de Ariel. Y no es el caso. Rajoy ha querido cubrirlo todo con el manto del silencio, pero no ha podido evitar un cruce de querellas, que han refulgido como aceros en la noche. Aznar se ha querellado con El País por decir que está involucrado en el asunto de los sobres. IU contra él, Rajoy y Cospedal, si no ando mal informado, asimismo por haber supuestamente cobrado los tales fementidos sobresueldos.

Cubrir este ruido con un ukase de silencio es como apagar un incendio con una taza de té. El País sostiene que, como se malicia el patio, Bárcenas tiene agarrado al PP por salva sea la parte. Tener agarrado al partido del gobierno es tener agarrado al gobierno. Como no es factible indultar al imputado antes de la condena, aunque ganas no faltarán, el corto plazo vendrá muy afectado por las peripecias procesales del proceloso Bárcenas. Y, por supuesto, del cálculo de costes/beneficios que el interesado se haga.

En realidad, la auditoría interna no parece tanto una indagación acerca de cómo están las cosas sino acerca de qué información en concreto pueda tener la otra parte, a la que siempre quisimos tener contenta. Por eso le mantuvimos despacho, coche, garaje y secretaria aun no siendo ya nadie en el partido.

No hay silencio que pueda cubrir el ruido del escándalo Bárcenas.

dissabte, 26 de gener del 2013

Cinco cerditos.

Cinco cerditos, uno de los títulos famosos de A. Christie, una novela estilo Rashomon en la que distintos personajes describen la misma realidad, que no es la misma, claro está, pero acaba siendo una. Lo de "cerditos" no lleva animadversión. Viene de una canción infantil inglesa, Five Little Pigs. Los cerditos, además, tienen buena prensa; se los asocia con huchas, ahorros, mirar por uno mismo. Tener un cerdito en casa es señal de respetabilidad social y estabilidad emocional. Con el cerdito se aprende a vivir en este pícaro mundo, en donde, si no miras por ti, te despluman. Pero no todos los cerditos aseguran igual fortuna. Aquí también se aplica el principio del esfuerzo, los méritos, la habilidad.

Detecto cinco tipos de cerditos en uso por los más renombrados personajes de la actualidad.
  • El cerdito de Bárcenas. Es cosmopolita, viajado, tan pronto esquiando en Bulgaria como pateando la Pampa. Es un galán de media edad, con ademanes de caballero. Muy relacionado en la corte, en donde cuenta con una estructura administrativa bien provista en la sede del partido gobernante, por lo que su dinero luce más. Es un cerdito seguro de sí mismo. Se sabe miembro de una piara poderosa.
  • El cerdito de Ignacio González es inquieto, algo burocrático, con ribetes de vendedor de grandes almacenes. Muy dado a la familia, se ha ido constituyendo un capitalito inmobiliario para el día de mañana. Dinero en forma de bienes inmuebles. Está interesado por las actividades del vecindario y dicen las malas lenguas que ha creado un servicio de información así como castizo.
  • El cerdito de Urdangarin es de papel couché, se codea con la más rancia nobleza y se da un aire de estar anunciando alguna marca de playeras. Tiene pasión por el cotorreo por e-mail y sufre complejo de plebeyo advenedizo que lo lleva a querer atesorar dinero innecesario.
  • El cerdito de Díaz Ferrán languidece tras los duros barrotes de la mazmorra, como el  corredor de la muerte, casi la antesala del matadero. Desde ahí rememora su pasado. Quiso ser cerdito volador, elevarse a las áureas alturas y cayó como Ícaro, por querer acercarse demasiado al sol, al sol que más calienta, el dinero. El cerdito se mira ahora y se ve chivo expiatorio.
  • El cerdito de Carlos Mulas es un cerdito progresista. Racional, flexible, moderno. Gran currículum académico. Ducho en lides ideológicas. Pero de carácter científico, sin subjetividades morales. Es un cerdito teórico que abre su banca al mejor postor. El dinero no huele. Así, piensa, siempre gana. Hasta que pierde. Y ahora no se ve como cerdito, sino como matanza.
(La imagen es una foto de woodleywonderworks, bajo licencia Creative Commons).

dissabte, 20 d’octubre del 2012

El valor de la palabra.

Hay convenciones humanas universales y probablemente eternas. Son como los broches de nuestra condición de dioses. Una de ellas es que la palabra de un ser humano tiene un valor. Muchos dicen que eso solo vale para la palabra de un hombre, con lo que aprovechan para despojar a las mujeres de una condición noble, para no perder la costumbre.
La palabra de un ser humano. Un pleonasmo porque la palabra es exclusiva del ser humano. Lo hace ser humano.
La palabra. Medio de formulación y transmisión del conocimiento. Por eso otros muchos, maravillados ante su magnificencia, la diputan don de Dios.
Así que, cuando alguien recurre a las palabras, tiene un compromiso con lo que está diciendo que lo define como ser humano, como persona.
Habiendo ido en cierta ocasión Zapatero a un mitin de su partido en un avión del ejército, Rajoy dejó dicho que Zapatero no tiene derecho a utilizar los medios de todos para hacer campaña. ¿Qué pinta Rajoy yendo a un mitin de su partido en Vigo en un Falcon del ejército? ¿Cuál es el valor de su palabra? Él mismo ha aclarado en alguna ocasión que ninguno. Pero esta vez la villanía es demasiado descarada y no puede acogerse a la confesa proclividad del presidente del gobierno al embuste. Hay una condena explícita de un comportamiento que después se practica y esa es una contradicción insultante que debe explicarse.
Porque rompe otra de esas convenciones aúreas de la especie, la de que no debe hacerse a los demás lo que no queramos que nos hagan o, a la inversa, para que lo entienda Rajoy, no debe prohibirse a los demás lo que uno hace.
Así que esta última felonía requiere una explicación. Que, dado el espíritu de postración que reina en el país puede ser tranquilamente: Zapatero no tiene derecho a utilizar los medios de todos para hacer campaña, pero yo sí.

dimecres, 27 de juny del 2012

Esto no es un gobierno sino una estafa más.

Antes de que el país entero se arracime para ver las hazañas de su selección de futbol merece la pena hacer una recapitulación de cómo van las cosas en los otros terrenos no deportivos y, por tanto, de menor importancia, como el político, el económico y el social.
Es imposible olvidar la insistencia, la pesadez, la contumacia, la agresividad, el mal gusto, la falsedad y la bronca con que el PP pasó los años de la segunda legislatura de Zapatero (2008-2011) atacando en todos los frentes, sin dar respiro, negando toda ayuda, toda colaboración, boicoteando todos los esfuerzos, paralizando todas las renovaciones, empantanando todas las inciativas, insultando, injuriando, calumniando (basta con recordar a Cospedal un día tras otro hablando del "Estado policial"), exigiendo dimisiones y elecciones anticipadas. Hasta que, con la ayuda de Cebrián, lo consiguieron en julio para el 20-N de 2011.
¿Con qué resultado? Con el que se ve desde hace siete meses. Todo era mentira, engaño deliberado, estafa. Los impuestos que no iban a subir, han subido y siguen subiendo; las pensiones que no se iban a tocar, han sido y son mermadas día a día; la educación que tampoco se vería afectada, está bajo mínimos y la otrora magnífica sanidad pública, hecha unos zorros en manos de una fabulosa incompetente solo interesada en cerrar servicios, atenciones, hospitales. La confianza internacional no solo no ha vuelto, sino que ha descendido. Los bancos, las CCAA, el país entero está a nivel de bono basura, la prima de riesgo jamás subió tanto y la ruina y la quiebra de la economía nacional son una perspectiva tangible. Rajoy no tiene otra idea que mantenerse en el poder a costa de lo que sea. Su papel en el extranjero está por debajo del ridículo y avergüenza a cualquiera con dignidad ver cómo lo abronca la señora Merkel, lo obliga a hacer lo que no quiere y él después, balbucea incongruencias de vuelta a casa; y eso cuando se atreve a salir y no manda a ese ser indescriptible llamado Guindos incapaz de no decir mentecateces. El país entero está sumido en el descrédito y somos el hazmerreír de Europa. La falta de dignidad ha llegado a tal extremo que Aguirre dice al pavo del proyecto de Eurovegas que, si es preciso, ya se encargará ella de derogar la legislación antitabáquica. El Parlamento, la legislación, la voluntad popular, la ley como mandato de la recta razón, etc, todo eso son pamplinas para estos sinvergüenzas que andan siempre con el España en la boca pero son un@s vendid@s a la pasta, se consiga como se consiga: si es cambiando la ley como si es financiándose ilegalmente, robando a mansalva en las cajas de ahorros o en las administraciones públicas, en definitiva, estafando sistemáticamente a los ciudadanos cuyo voto se pide y, asombrosamente, se consigue.
Por eso, Palinuro lo repite: tenemos los gobernantes que nos merecemos, un puñado de granujas mentiros@s y aprovechad@s que llevan al país a la ruina a base de saquearlo y, para salir airosos, encima, los muy neci@s, pretenden engañar a los europeos.
Y ahora que cada cual vaya a dónde lo guien sus gustos: unos al futbol, encabezados por el puñado de pícaros que los están arruinando mientras dan gritos patrióticos y otros al cine o al teatro (que hoy estarán literalmente vacíos) o a pasear por las desiertas calles de las ciudades, reflexionando sobre la desgracia de un país cuyos gobernantes suelen ser sus peores enemigos, aparte de un@s imbéciles.

dijous, 21 de juny del 2012

La dimisión que no iba a producirse en el país que no necesita rescate.


Dívar ha tardado tres meses en darse cuenta de lo que el 99 por ciento de los ciudadanos (incluido él mismo) sabe sin necesidad de que se lo expliquen,  que hay cosas que no se pueden hacer aunque uno sea presidente del Tribunal Supremo o Archipámpano de las Indias Occidentales. Como ir de gorrón a sitios de lujo o viajar en primera con un séquito propio de un sátrapa persa y con cargo indebido al contribuyente.
Esta es la crónica  de los broches dialécticos que han jalonado el proceso por el que Dívar ha acabado tomando conciencia del mundo que lo rodea:

Al enterarse de que hay una denuncia por cargar gastos de miles de euros de su findes caribeños al erario público: "¡Pero si es una miseria!"

Presionado para que dé una explicación sobre sus findes caribeños o dimita: “No se me pasa por la cabeza dimitir y no pienso dar explicación alguna”.

Obligado a dar una rueda de prensa para explicar su comportamiento en contra de su voluntad: “No pienso dimitir porque eso sería reconocer mi culpabilidad”.

Forzado a reconocer lo inevitable luego de una reunión del CGPJ: “El jueves tomaré una decisión contundente

Abandonado de todos, hoy, jueves: “Presento mi dimisión”.

Ya a título de consolación: "Soy víctima de una campaña cruel y desproporcionada". Efectivamente, findes, hay que ser cruel y desproporcionado para querer que los jueces cumplan la ley.

En su lugar quedará un sustituto, Fernando de Rosa, con tan inexistentes méritos profesionales como él, pero de clara fidelidad política mesnadera a la derecha, amigo y amparo de Camps. El CGPJ no se repondrá de tan duro como pesado golpe.

A su vez, el ministro de Justicia, en un alarde de perspicacia, consideraba que Dívar había salido “fortalecido” por el hecho de que un fiscal y unos magistrados en manifiesto ejercicio de un corporativismo que los descalifica, no encontraran indicios de delito en el comportamiento de Dívar.

Sobre el rescate que el país no precisa (igual que Dívar no pensaba dimitir) pero que está a punto de solicitar apenas sepa la cuantía de sus necesidades hablará Palinuro en cuanto el gobierno dé alguna explicación, si es posible entenderla.

diumenge, 17 de juny del 2012

El Rey da esquinazo a Dívar y la gente no traga a Rubalcaba.

Escaquearse es un arte. Los de mi generación lo aprendimos en la mili. Venía el capitán de cuartel con cualquier estupidez entre ceja y ceja y lo mejor era salir a hacer un imaginario recado del coronel. Tocaban fagina y convenía largarse corriendo para no comer la bazofia llamada rancho. Asimismo  ha hecho el cabo Borbón. No puede estar con su gran amigo Carlos Dívar porque tiene que ir a consolar a no sé qué extraño Jeque del desierto que acaba de perder uno de sus 452 hijos. ¡Ah la amistad de las sangres azules! Comprenderá el hasta ahora acaramelado presidente del Tribunal Supremo que los asuntos de Estado no admiten demora y es preciso cuidar las monarquías amigas, sobre todo si regalan tan buenos Ferraris.
Conociendo la lamentable condición humana y sabiendo a España  llena de cortesanos escurridizos, tiralevitas y untosos petimetres, es posible que nadie del rey abajo quiera mostrarse en público con el Tour Operator caribeño de Puerto Banús. Dívar acabará largando su interesante y melancólico canto judicial de cisne en los oídos del conserje del tribunal y la señora de la limpieza contratada por horas por Eulen. ¿Cabía esperar otra cosa? Quienes propusieron la fórmula de una dimisión a término y salvar el bicentenario, ¿no cayeron en la cuenta de que nadie iría a la celebración? ¿Tampoco Dívar?  ¿Se puede ser más negado? Ahora entiendo por qué este hombre ha tardado tanto en hacer lo inevitable, esto es, dimitir: porque la cabeza no le da para más. Es curioso que llegue a presidente del Tribunal Supremo un hombre tan ciego, tan soberbio y de tan escasas luces. Pero si recordamos que lo nombraron Zapatero y Rajoy de común acuerdo la cosa se explica: es fiel reflejo de ambos.
Justo hoy también sale el sondeo de Metroscopia con noticias abrumadoras para el PSOE por enésima vez. La gente no traga a Rubalcaba. El asunto es llamativo y, aunque sea comprensible que la actual dirección del PSOE haga la vista gorda con estos y los anteriores resultados pues no le beneficia, en algún momento alguien en el PSOE deberá plantarse y exigir una rectificación, un cambio de rumbo, un congreso, una refundación, algo con tal de salir de este estadio de anomia galopante, de irrelevancia de un partido que hace seis meses era algo y ahora parece una reunión de jubilatas jugando a la petanca. Porque está claro que, si no eres Rajoy pero estás por debajo de Rajoy en valoración popular, te irá mejor en el sector textil, por ejemplo. Parece una tontería, pero no lo es. Rajoy es tan impopular que si el 20-N el PSOE no hubiera perdido cuatro millones de votos, él no habría ganado las elecciones. Así pues, quien esté por debajo de él en simpatía popular todavía lo tendrá peor.
Y no solamente hay un problema en la dinámica bipartidista. También lo hay en el seno de la izquierda. En las condiciones actuales de la crisis en Europa, con la izquierda radical recomponiendo su discurso en Grecia, Francia, Alemania y España, el PSOE corre el riesgo de seguir cediendo terreno hasta llegar al agotamiento. El proyecto socialdemócrata tiene un problema de legitimación teórica en toda Europa y a él añade el PSOE uno propio, específico, producto de una práctica oscura, ambigua, vacilante, entreguista y muy difusa. El PSOE pagó muy caro su política de seguidismo de la derecha en el gobierno. Si ahora en la oposición aparece uncido al carro del PP, sin articular una alternativa propia clara, carente de reflejos e indeciso, la izquierda radical acabará cosechando los votos que en las últimas elecciones siguieron fieles al PSOE más por una nostalgia de los tiempos que fueron que por el inexistente entusiasmo que despierta este candidato cada vez más parecido al abuelo Cebolleta, empeñado en colocarnos un rollo confuso sobre un pasado glorioso en lugar de convocar un congreso en el que el partido pueda volver a encontrar un discurso propio.
(La primera imagen es una foto de Andrus_Ansip. La segunda una foto de Rubalcaba38 bajo licencia de Creative Commons, ambas bajo licencia de Creative Commons).



dissabte, 16 de juny del 2012

La vida plena del señor juez.

En estos momentos, un órgano colegiado, el pleno del Consejo General del Poder Judicial, debate si fuerza o no la dimisión de su presidente que lo es también del Tribunal Supremo, Carlos Dívar.
Los hechos son de conocimiento público. No merece la pena reseñarlos. No es una cuestión de objetividad penal, sino de subjetividad moral. Cuando un cargo público de relevancia semejante a la de este bipresidente tiene un tropiezo similar y el asunto se deriva por la vía judicial, el resultado goza de mayor o menor aceptación en la opinión pública que concede de entrada un margen de confianza a los jueces. Sin embargo, cuando se pide de estos que resuelvan en algo que afecta tan directamente a su estamento como el caso actual, el margen se estrecha casi hasta desaparecer. Y con razón, como acaba de verse. Al rechazar de plano las querellas en contra de Dívar, sus colegas vinieron a decir que no están dispuestos a someterse a la ley que imponen a los demás. No cabe comportamiento más destructivo para el prestigio de las instituciones.
La comparecencia de Dívar hace unos días, calculada no con el espíritu de transparencia ante la opinión, sino con el de una estrategia de defensa de un gabinete de comunicación, fue una metedura de pata colosal solo comparable a aquella entrevista vergonzosa que la TV le hizo al acusado por los GAL, Julián Sancristóbal en la propia cárcel con el fin de exonerarlo. Las "explicaciones" públicas de Dívar -un Dívar cuya primera reacción al conocerse sus andanzas y presuntas malversaciones de dineros públicos fue de insultante soberbia y desprecio hacia el parecer colectivo- fueron una infantil maniobra de ocultación que únicamente lo pusieron más evidencia. Las revelaciones posteriores sobre sus otras escapadas y el frágil castillo de naipes que ha montado con sus inverosímiles y desmentidas coartadas ponen su peripecia no a la altura del Tribunal Supremo sino de una taberna de pícaros. Eso sí, con pretensiones de gran refinamiento, boato y bastante cursilería, quizá la característica más acusada de este magistrado.
Los propios jueces, muy corporativos, han cerrado el paso a la vía penal, pero eso solo echa sobre el CGPJ la responsabilidad añadida de actuar con una fuerza redoblada en el terreno de escrupulosidad moral.
El comportamiento de Carlos Dívar no es de recibo y si el hombre, quizá en un gesto de obcecada desesperación, no tiene la gallardía de dimitir, el CGPJ debe destituirlo.
La inaceptable mezcla de personalidad pública y privada en la vida de Dívar y que este no ha sabido vivir con dignidad no deja otro camino. Sobre todo porque el propio Dívar es consciente de que su posición no es sostenible. Cuando en su lamentable comparecencia lloriqueó que él era juez las veinticuatro horas del día estaba dándose a sí mismo el tiro de gracia. Quien acepta voluntariamente ser ejemplo de conducta ininterrumpidamente no puede reclamar territorio exento alguno. Dívar es un ser humano y, como tal, tiene derecho a vivir su vida privada como le parezca y con quien le parezca, pero no en la zona de penunmbra entre lo lícito y lo ilícito; menos negándose a aclarar su comportamiento y refugiándose en una cobertura de secreto a la que no está legitimado y muchísimo menos con el dinero de los contribuyentes. Si el señor presidente del Tribunal Supremo quiere que los camareros de los restaurantes marbellíes de lujo lo admiren por su relevancia pública y el buen gusto que tiene al elegir sus acompañantes, que se lo pague de su bolsillo.
Por lo demás, toda esta ya larga disquisición sobra. Pocas veces un caso en discusión concita tal unanimidad en la opinión. Cuando uno cosecha un resultado como el que revela la encuesta de El país más arriba, lo único decente que puede hacer uno es un mutis discreto por el foro. Y llevarse con él a su guardaespaldas.
(La primera imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons. La segunda, una captura de El País de hoy).

divendres, 1 de juny del 2012

Las cuentas de Dívar y los cuentos de Gallardón.

El presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo (TS) es un pío y probo varón, fiel seguidor de la doctrina católica y más partidario de la justicia divina que de la humana, a quien Zapatero nombró para el cargo en un momento de desvarío mental. Este curioso personaje que hasta la fecha había llevado una existencia al margen de la atención mediática de una sociedad que compra su derecho al espectáculo al precio muchas veces de la integridad de las instituciones, de pronto tomó una decisión insólita que, para cuando se hayan apagado sus ecos, puede haberle costado la carrera. Convocó a los medios, se puso bajo la luz inmisericorde de los focos y narró una historia, típica exculpación de parte, sin dar explicaciones convincentes de sus actos, sin aceptar su culpabilidad y sin demostrar fehacientemente su inocencia. Casi parecería un acto de iniciación para una dinámica de grupo: llega la figura principal, cuenta un relato y el resto de los participantes interactúa con él. 
En este caso, los periodistas tenían preguntas que formular que Divar respondió ateniéndose a un guión minuciosamente preparado según el cual debía poner gesto compungido e hilvanar un discurso de inocencia sustituyendo las pruebas por insinuaciones, verdades a medias, fantasías, fábulas e insinuando que, si no da explicaciones más claras y rotundas es porque pesa  sobre él una especie de obligación de confidencialidad o secreto que se estaba inventando. El resumen fue que no solo no disipó las dudas sobre sus presuntos ilícitos sino que las convirtió en certidumbres. La dinámica entró en funcionamiento; los periodistas no creyeron nada de lo escenificado y la mayoría de los comentaristas pidió la dimisión de Dívar.
La idea de que un acusado con pruebas materiales razonables puede liberarse de la acusación a base de proclamar enfáticamente su inocencia sin demostrarla por ninguno de los procedimientos habitualmente admitidos, no suele tener cabida ni en las ilusiones de los delincuentes más avezados, tanto menos en los cálculos de un profesional del derecho que está acostumbrado a los manejos de la retórica con finalidad de exculpación, encubrimiento o diversión. La fórmula según la cual se viste uno de punta en blanco, pone gesto digno y compungido, clarea la mirada y trata de parecer convincente ya no funciona. En resumen, tras haber reaccionado con expresiones despreciativas y hasta soberbias asegurando que no pensaba dar explicación alguna, Dívar se vio obligado a darla por exigencia de la opinión y hasta de sus colegas sin que alcanzara a ser otra cosa que un pobre intento de mixtificación y ocultación. 
La dinámica de grupo le ha sido claramente adversa. Todos los sectores ilustrados, abiertos, avanzados del país quieren que resigne el cargo antes de que el destrozo en el prestigio de la justicia vaya a más. No así los períodicos de la carcunda. Pero eso todavía es peor para él. Esos sectores se suman hoy a la petición de que Dívar comparezca en sede parlamentaria a explicar sus fines de semana caribeños con menos bizantinismos y equívocos que en la rueda de prensa.
Pero hete aquí que el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón otra oveja de la grey católica, se opone a dicha comparecencia pero no por razones de afinidades ideológicas o de coincidencia en la misma superstición, sino, asegura muy serio, por razones puramente técnicas ya que, dice, eso sería atacar el principio esencial de la separación de poderes ya que el Parlamento no puede controlar el Poder Judicial. De inmediato distintas voces han recordado a este maestro del escamoteo, la falacia y el sofisma una sentencia del Tribunal Constitucional de 2003 que admite que el presidente del CGPJ comparezca ante el Parlamento a petición de este.
No está mal la intención, pero demuestra poco juicio. Si el Parlamento llama a comparecer a Dívar no lo llama por su actividad como poder judicial ni lo investiga por tal sino que lo hace en su condición de funcionario público del que existen indicios racionales de que ha cometido un ilícito reiterado que pudiera ser constitutivo de delito. Al hacerlo, el Parlamento no controla el poder judicial sino el recto comportamiento personal de sus funcionarios. 
Ruiz Gallardón debe intentarlo de otra forma si quiere impedir que se sepa la verdad. De momento, lo único que los dos han conseguido es lo contrario de lo que se proponían: la comparecencia de Dívar fue una pantomima y la intervención de Ruiz Gallardón un teatro.
La imagen es una captura del vídeo de la comparecencia de Dívar publicado por el diario El País

dijous, 31 de maig del 2012

La pintoresca comparecencia de Dívar

Hoy ha comparecido Carlos Dívar para dar explicaciones sobre los viajes de fines de semana caribeños, denunciados por un vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) como presunta malversación de fondos. Asegura haberlo hecho a petición propia, pero todo el undo sabe que se debe a la presión de la opinión y, sobre todo, de sus colegas, poco propicios a que los salpique este ambiguo asunto. No ha aceptado culpabilidad alguna, asegura tener la conciencia "absolutamente tranquila", sostiene que no ha hecho nada que no hagan otros presidentes de órganos del Estado y afirma contundentemente que no ha cometido "ninguna irregularidad jurídica, ni moral, ni política". Preguntado si ha considerado la posibilidad de dimitir, afirma que nunca ha pensado en la posibilidad de dimitir, como si eso fuera una prueba de algo.
La comparecencia, cuidadosamente preparada, con palabras medidas al milímetro, con razonamientos que quieren ser contundentes y no pasan de ser circunloquios, deja una extraña impresión; como si Dívar no estuviera hablando, sino recitando una lección aprendida. Una parte de la declaración era leída y, por lo tanto, cuenta poco pues lo escrito estaba cocinado antes y, al someterse a las preguntas en donde las respuestas deben ser espontáneas el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo se ajustaba a un guión de exculpación que es evidente le habían preparado y que, aunque quisiera disimularlo, no evitaba el permanente choque entre lo que es y lo que se quiere que sea. De ese modo entreveraba las explicaciones y justificaciones sobre un comportamiento que sostenía era intachable con el anuncio de que el órgano que preside va a tomar medidas para hacer que nunca más pueda repetirse ese intachable comportamiento, lo cual es verdaderamente divertido. Sin duda consciente de la contradicción de todo el acto Dívar estaba muy tenso, tropezaba con algunas palabras, llegaba a equivocar el tiempo de algún verbo (un "habría" por un "hubiera") y venía a insinuar que sus viajes están protegidos por una especie de secreto o confidencialidad del cargo, como si fuera de los servicios secretos, pero sin decirlo claramente ya que tal cosa no es cierta.
En definitiva, la comparecencia es un típico acto fallido porque no solo no disipa las sospechas sino que las acrecienta. El propio Dívar, como magistrado, está harto de saber que las declaraciones exculpatorias de los acusados carecen de todo valor. De qué sirve que asegure (eso sí, con mucho énfasis y prosopopeya) que no ha "cometido ninguna irregularidad juridida, ni moral ni política". ¿Acaso le corresponde a él decidirlo? Lo mismo dirían, si los dejaran, todos los delincuentes que en el mundo han sido. ¿Y qué valor puede tener esta afirmación sin valor alguno teniendo en cuenta que se presenta como un sustituto de una franca explicación con rendición de cuentas completa incluida la identidad de quien o quienes le acompañaba(n) en los viajes?
Si Dívar quería, en efecto, ser transparente, le bastaba con serlo, sin escenificar ese pintoresco escenario concebido para impresionar a ingenuos. Y si, por razones efectivas y reales, no pudiera serlo, le hubiera bastado con pedir la constitución de una comisión en el seno del CGPJ o del propio parlamento que se comprometiera a escuchar su explicación con obligación de guardar silencio.
Pero no ha hecho nada de eso sino que se ha limitado a afirmar su buena voluntad y su cumplimiento de una norma que él mismo reconoce que estaba "desfasada", razón por la cual será cambiada precisamente para hacer imposible que Dívar pueda seguir con sus fines de semana caribeños. En resumen, Dívar no ha comparecido para justificar sus actos sino para justificar su negativa a justificar sus actos.
La imagen es una captura del vídeo de la comparecencia de Dívar publicado por el diario El País

dimarts, 29 de maig del 2012

Carne de perro.

Rajoy rechaza la idea de una comparecencia de los responsables (por llamarlos de algún modo) pasados y presentes de Bankia en el Parlamento. Según Ruiz Gallardón, exalcalde de Madrid devenido ministro de Justicia, dicha comparecencia se producirá "cuando sea oportuno", de donde se sigue que ahora no lo es. Se oponen los dos a una petición generalizada y a todas luces bien fundada. Una importante institución financiera, la cuarta del país, que ayer afirmaba ser sólida, próspera y haber obtenido 300 millones de beneficios en 2011 en carta de despedida de su presidente, Rodrigo Rato, y hoy revela que los beneficios eran pérdidas de 3.300 millones está pidiendo a gritos no solo una investigación parlamentaria sino penal. Máxime si todo cuanto la rodea es una extraña lluvia de miles de millones de euros que afectan a unas u otras actividades, a unas u otras partes de este alambicado consorcio del escamoteo y el trinque. ¿Pueden los dos mandatarios anteriores aducir una sola razón por la que no convenga al interés público conocer qué ha sucedido en una entidad de la envergadura de Caja Madrid, con diez millones de impositores y centenas de miles de accionistas? No, no pueden porque no la hay. Quien sufre un daño, merma o perjuicio por la acción de otro tiene derecho a saberlo todo sobre el daño que se le ha causado. Negarlo así como así, por mandato de gobernante, no es compatible con la democracia. El argumento de que no debe salir a la luz lo que haya sucedido porque puede armarse un lío es, justamente, un argumento a favor de la comparecencia de los citados responsables en sede parlamentaria. El parlamento es representante de los ciudadanos y debe hacer valer sus derechos, en especial el de información veraz. El secreto en asuntos de interés público en beneficio de terceros no es admisible. Y es lo que el Parlamento está haciendo, esto es, pedir la comparecencia de Rato, Goirigolzarri, Fernández Ordóñez y quienes más sean precisos hasta aclarar la situación. Al menos lo hace con decisión IU. El PSOE parece ir a remolque, como con desgana. Vincula cualquier ayuda posterior a Bankia a que se den explicaciones, pero no la ya acordada. Y se limita a pedir explicaciones lo cual parece incluir alguna comparecencia aislada, aunque no una comisión de investigación. En el fondo da la impresión de que el PSOE tampoco ve con buenos ojos una investigación minuciosa de Bankia. La santabárbara de esta era Caja Madrid y, mientras no se den las condignas y convincentes explicaciones, el personal está autorizado a pensar que esta, controlada por los partidos políticos, se gestionó con criterios de amiguismo, de enchufismo y clientelismo, un lugar de colocación de parientes y allegados, una fuente de recursos baratos en forma de créditos muy favorables para los más diversos caprichos y esto sin contar la corruptelas relacionadas con la financión de los partidos a base de créditos a fondo perdido. Y en ese contexto de caciquismo y corrupción cuyos desatinos llevaron la entidad a su situación actual están implicados los partidos políticos con representación en los órganos de la entidad, el PP, el PSOE e IU. Por supuesto, con grados de responsabilidad muy distintos.
Hay una tendencia de los partidos a cerrar filas en causa común siempre que se plantean problemas y el pueblo se alza pidiendo cuentas. Es el efecto del viejo dicho de que perro no come carne de perro, aunque sea de suponer que en esto, como en todo, mandarán las circunstancias.
Y las actuales son turbulentas. Cada vez se generaliza más la idea de que esta crisis es en realidad una estafa con unos estafadores y unos estafados, siempre los mismos. Crece la indignación ciudadana al contemplar maniobras de ingeniería financiera por miles de millones de euros que contrastan con el veloz empobrecimiento del conjunto de la población. En este clima se revela que Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha venido cargando al erario público gastos privados en escapadas tan desconocidas por la ciudadanía como conocidas por sus compañeros de tareas que las habían bautizado con cierto cinismo como "semanas caribeñas". ¿Qué ha movido a siete miembros del CGPJ a pedir la dimisión del que denunció a Dívar? La vieja costumbre canina de no hincar el diente a uno de la familia. Pero la ciudadanía ha salido a la calle, a pedir la dimisión de Dívar a las puertas del Tribunal Supremo, lo que puede acabar cambiando la vieja costumbre y admitiendo que, según las circunstancias, los perros se maten entre sí a dentelladas.
Y por si sí o por si no es necesario que quienes hayan perpetrado el desastre de Bankia comparezcan en el Parlamento y donde sea necesario a dar las obligadas explicaciones a una opinión pública cada vez más indignada. Solo así empezará la tarea de poner coto a los abusos de los partidos en general y de este gobierno en particular que ha confundido la mayoría absoluta con el derecho a engañar, expoliar, maltratar a los ciudadanos y reírse de ellos.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

divendres, 25 de maig del 2012

Un gobierno de ladrones.

Nadie entiende qué ha pasado con ese confuso asunto de Bankia pero, al final, está claro que la colectividad tendremos que poner casi 25.000 millones de euros que, al parecer, se han volatilizado de la entidad sin que se haya dado explicación alguna. Al contrario, a las insistentes demandas de IU de que comparezca en el Congreso Rodrigo Rato, responsable de este desastre (vamos a llamar así de momento a lo que a todas luces ha sido un atraco y una estafa), el PP opone un veto sistemático. No es raro. Con su mayoría absoluta, el PP se opone a que rinda cuentas nadie cuyo testimonio pueda poner de relieve que la actividad del partido y del gobierno son antipopulares y dirigidas a favorecer a la iglesia y a los ricos, explotando hasta donde buenamente se pueda a los trabajadores. Pero, en el caso, el asunto es mucho más grave. Casi 25.000 millones es una vez y media los recortes en educación y sanidad, tres veces y media el gasto en I + D y cinco veces el fondo previsto de FROB para toda la banca. O sea, un ruina. Y una ruina que se ha ido desvelando poco a poco, sin decir desde el principio cuál sería la suma final sino soltando noticias parciales, rumores, cálculos provisionales cuya función era ir preparando a la gente para lo que se venía: se empezó con un agujero de 4.500 millones, después se habló de 15.000, luego de 20.000 y, a la hora de redactar esto, los ladrones del gobierno y sus compinches ya la fijan entre 23.000 y 24.000 millones. Y seguirán subiendo si la sociedad no reacciona, frena a estos mangantes y los encarcela, sean peatones o ministros. Esta claro que la operación estaba muy pensada, calculada para ir haciendo asumibles las cantidades que los gobernantes y sus amigos han robado, defraudado, estafado de mil maneras, desde créditos en condiciones fabulosas a la sistemática condonación de las deudas de los partidos, pasando por el abanico de prácticas mafiosas de enriquecimiento. Lo que no había era una explicación, por mínima que fuera, acerca de a dónde habían ido a parar 24.000 millones de euros. Lo cual es la evidencia misma del robo porque han ido a parar a los bolsillos de los granujas en el gobierno y sus aliados pero eso no conviene que se sepa y para eso controla la derecha prácticamente todos los medios de comunicación, para ocultar su responsabilidad en este saqueo nacional.
Sin embargo es un robo típico, de los de salir al paso de alguien con una navaja a exigirle la bolsa o la vida. Las cajas, en concreto CajaMadrid, llevaban unos diez años administradas por el PP con una mínima participación del PSOE y de IU. Mínima en cuanto al trabajo que tenían, no así en cuanto a las desorbitadas remuneraciones que recibían y que han funcionado como mordazas para que los consejeros de estas dos organizaciones no sacaran a relucir los chanchullos que los del PP llevan años haciendo. Finalmente, no contento con lo que sacaba de las cajas, el PP consiguió cambiar su naturaleza jurídica y la composición de sus órganos de gobierno por ley en 2010 para ponerlas más a su servicio, al servicio de sus aventuras ladrillescas, mitómanas, megalómanas. Conseguido esto,  situó al frente de Caja Madrid a Rodrigo Rato, cuya competencia se presumía, ya que demostrarla no lo ha hecho nunca, sino todo lo contrario, con el fin de ponerla a su servicio político. En dos años, Rato ha bordado la tarea: ha hundido la caja bautizada como Bankia y ha dejado a los 45 millones de españoles con una deuda de 500 euros por barba, ricos y pobres por igual.
¿Cómo ha sido posible? ¿Qué ha sucedido? ¿Cuáles son las razones de este desastre? No hay ni habrá modo de saberlo porque el PP se niega a que Rato comparezca en el Congreso a dar cuenta de su gestión y, a lo que parece, su endeble fibra moral (o robusta granujería) le impiden solicitar él la comparecencia por su cuenta. Se ha llevado 1.200.000 euros por hundir la caja y está exento de explicaciones. En su lugar se impuso a un sucesor que venía de una aventura similar (solo que con una prima mucho más alta) con la orden de liquidar Bankia y pedir el dinero del rescate.
Mientras no haya una explicación satisfactoria esto ha sido un robo y una estafa (la estafa es distinta del robo, se organizó en torno a las llamadas participaciones "preferentes" con las que estos mangantes han estafado a decenas de miles de personas), perpetrados por los gobiernos del PP, regional y nacional (¿o no se acuerda nadie de la lucha entre Rajoy y Aguirre por poner a su respectivo menda al frente de esta maquinaria de robar?)  que, con el cuento de la privatización, la flexibilización, el fortalecimiento, etc se han estado llevando crudos miles de millones de euros de la gente.
Claro, ahora no quieren explicaciones, aclaraciones, indagaciones.  No pueden echar la culpa a la herencia de los sociatas: es el resultado de una gestión propia de delincuentes. Pretenden fabricar este clima de urgencia, miedo y angustia para que la colectividad trague con este expolio que se le ha hecho y pague las consecuencias. Justo lo que hay que evitar. Ante este atraco, la gente tiene que reaccionar porque, si no lo hace, mañana nos roban lo poco que nos quede. Hay que salir a la calle, pedir responsbilidades, encausar a Rato, Aguirre, Rajoy y el conjunto de individuos que se han embarcado en esta operación de esquilmar los recursos de la colectividad en provecho propio. Hay que rescatar Bankia y convertirla en banca pública y no transitoria sino permanente. Y es hora de que el PSOE cambie de actitud. Rubalcaba no puede decir que "acepta" una banca pública, como si la sola idea lo irritara. La banca pública es una reivindicación de la izquierda. Esa banca pública debe estar al servicio de la recuperación de la crisis y funcionar en paralelo a la sublevación política ciudadana. Tenemos que exigir que los responsables de esta gigantesca estafa, este robo monstruoso, paguen por lo que han hecho.
(La imagen es una foto de José Carlos Cortizo Pérez, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 9 de maig del 2012

Democracia, corrupción y Tribunal Supremo.


Artículo de hoy en "Público"


Nosotros, los Supremos.
                                                                    Ramón Cotarelo

Abro con un aplauso a mi colega, José Manuel Gómez Benítez, no solo por su indudable calidad académica sino por haber tenido el raro valor de cumplir con su deber en un país en el que tal cosa es una quimera. Su deber es trasladar a la justicia las pruebas que tenga de lo que de buena fe considere como un comportamiento ilegal y punible de un colega. Es un deber tanto más arduo cuanto que ha de cumplirse en contra de la tendencia al corporativismo que se da en la administración española, la de justicia incluida. Cree Gómez Benítez, vocal del Consejo General del Poder Judicial, que el presidente de este órgano y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, ha cometido un delito de malversación de fondos y ha procedido a denunciarlo ante el órgano competente.
Por supuesto el magistrado Carlos Dívar está protegido por el principio de presunción de inocencia y, en tanto no se demuestre fehacientemente lo contrario, aquí no volverá a hablarse de él. Pero tampoco quedará sin consideración la complicada situación en que la denuncia deja al resto de vocales del COPJ, obligados probablemente a declarar si conocían los hechos o no, aunque siempre podrán decir que no les parecen constitutivos de delito, toda vez que ello está aún por demostrarse.
Innecesario decirlo, los hechos que describe la denuncia y muestra la prensa resultan familiares a una opinión pública tan frecuentemente escandalizada por el comportamiento de la clase política que considera a esta el tercer problema colectivo en orden de gravedad tras el paro y la situación económica, si bien a considerable distancia de ellos. Hace ya bastantes años que los políticos constituyen lo que llama Daniel Montero la casta, haciéndose eco del exitazo de ventas del mismo nombre en Italia, de los periodistas Antonio G. Stella y Sergio Rizzo. En ambas obras se da cumplida cuenta del extraordinario, depilfarrador y hasta estrambótico régimen de privilegios que se han autoasignado los políticos de todos los niveles en los dos países así como el mucho más populoso mundo de sus allegados en la forma de asesores, consejeros, ayudantes o colaboradores.
Los sueldazos astronómicos, las laxas incompatibilidades, los complementos de todo tipo, dietas, viáticos, gastos protocolarios, las pensiones, las subvenciones, los ceses dorados, la libre disposición de cualesquiera medios de transporte, todo ello dibuja un panorama de lujo y privilegio que no desmerece en mucho el boato de la nobleza en el antiguo régimen, máxime si se tiene en cuenta que la situación del pueblo llano, vuelve a ser, como lo era entonces, angustiosa. Suele la opinión tomar conciencia de estas hirientes desigualdades y privilegios en el momento en que sus beneficiarios, además, se ven obligados a comparecer ante la justicia por la comisión de algún delito. Se revelan entonces narraciones alucinantes de tarjetas oro, hoteles de lujo, comisiones millonarias, tráficos de influencias, extorsiones, prevaricaciones faraónicas, todo ello con una conciencia de impunidad que indigna y subleva a una población a la que muchos de estos presuntos corruptos, malversadores, despilfarradores de los caudales públicos sermonean constantemente que no debe vivir por encima de sus posibilidades y que debe aceptar mermas y recortes dictados por ellos, los Supremos, quienes, sin embargo, jamás se aplican las restricciones que imponen a los otros.
Son los privilegios de la casta política y las extendidas corruptelas de la administración pública, muchas veces interrelacionadas, los principales responsables del desprestigio de las instituciones democráticas y de la desafección de la ciudadanía hacia ellas pues no parecen capaces de garantizar que los políticos observen un comportamiento virtuoso con voluntad desinteresada de servicio público.
La deslegitimación de las instituciones democráticas es la puerta de entrada del totalitarismo del signo que sea. Se le busca remedio o todos tendrán que ponerse en pie en actitud de respeto cuando entre el líder. Ese también el Supremo.
(La imagen es un grabado de Umberto Boccioni titulada "Masa agitada en torno a un monumento ecuestre" (1908))

dilluns, 16 d’abril del 2012

Es más de lo que parece.

El octogésimo primer aniversario de la proclamación de la IIª República iba a pasar sin pena ni gloria. Alguna tímida bandera, varios actos conmemorativos, culturales, de la memoria histórica y, desde luego, el hervidero de la red. Pero poco más. La República tiene muchos menos partidarios de lo que se cree, sobre todo desde que parte de la izquierda ha dado en la flor de sostener que esta, la izquierda, es compatible con la monarquía, sin duda en aplicación de la doctrina de la accidentalidad de las formas de gobierno, de gran prosapia en el país.

El destino, sin embargo, juega al sarcasmo y un aniversario taciturno y apagado se ha convertido en una efeméride rutilante, no solo por los muchos méritos de lo que se conmemora, sino por la naturaleza ramplona, chabacana, ruin y ridícula de la realidad que sirve de comparación. La expedición cinegética de este hemingwayano monarca en un momento especialmente grave para el país sobre el que reina ha provocado una crisis, una verdadera convulsión en la que se recuerda que el prestigio de la Corona está bajo mínimos y la monarquía como institución se la juega. La sola mención del caso ha puesto a prueba la lealtad de los dos partidos mayoritarios que, con alguna voz discordante en el PSOE, han obtenido la máxima calificación: los asuntos de la Corona no se comentan. No comment, tradición anglosajona. En algún momento el PSOE fue un partido republicano, pero ya no lo es. ¿Cabe, pues, hablar de dos partidos dinásticos como en la primera Restauración? Cabe. Un rasgo más del peligro que encierra para la izquierda el identificarse en demasía con un régimen contra el cual se había constituido.

Pero hay más. La aventura del rey no es solamente cinegética, pues tiene ribetes específicamente borbónicos. Según parece, la familia real será real pero no es familia. De inmediato vienen los dinásticos a recordarnos que estas son cuestiones privadas del monarca que tiene tanto derecho a la intimidad como bla, bla, bla. En este momento el dinástico ha descendido un escalón para convertirse en cortesano adulador. Por supuesto, Juan Carlos de Borbón puede hacer lo que le dé la gana, pegársela a su señora, vivir en concubinato y hasta mantener un serrallo (siempre que sea de su bolsillo), pues es un hombre libre y, mientras esté dentro de la ley, los demás no tenemos nada que decir. Pero Juan Carlos de Borbón es también rey de España, voluntariamente, por cierto, y vive de dar ejemplo en un conjunto de valores que incluyen la Patria, el trono, la religión, la bandera, la familia. Si el rey va contra alguno de estos valores, ¿por qué no contra todos? De hecho, el coronel Martínez Inglés sostiene que es felón y traidor a la Patria.

Pero, sobre todo, sea uno o sean todos los valores atacados, ¿qué crédito puede darse, qué respeto tributar a quien hace lo contrario de lo que dice? Y esto no afecta solamente al rey sino también a la reina Sofía. Veamos, ¿estoy equivocado o la reina profesó el catolicismo abjurando (supongo) de la iglesia ortodoxa? ¿No suele estar en los oficios religiosos de la liturgia católica? Si es así, ¿qué pinta en Atenas asistiendo a la pascua ortodoxa? Personalmente me es indiferente pero ¿no son excluyentes las creencias religiosas? La reina Sofía es muy libre de poner su fe en donde quiera, pero conviene saberlo para que sus súbditos españoles, mayoritariamente católicos, conozcan con quién comparten el culto.

Se respira en esta historia mezcla de borbonismo tradicional, conflictos de matrimonios, asuntos judiciales, un aire no ya de decadencia, sino casi apache, de ruedo ibérico con alta tecnología. Y se echa de menos algún bravo clérigo capaz de amonestar públicamente al monarca sobre los peligros de la depravación, de ir contra la ley d Dios en asuntos matrimoniales. Se echa de menos un Thomas Beckett, incluso un Tomás Moro. A cambio contamos con un Rouco Varela, que hará la vista gorda siempre que le den unos terrenitos para la iglesia.

Dicen los partidos dinásticos que las últimas peripecias de la Corona no tienen influencia alguna sobre la institución y que la monarquía no está en cuestión. "No toca" hablar de Monarquía/República. Como dicen los políticos, no es un debate que esté en la calle. Sobre todo si ellos lo acallan en los despachos. Pero está en la calle. De esta es prácticamente imposible que la Corona salga incólume, sobre todo ahora que ya se conoce el nombre y el rostro de la noble, elegante y razonablemente joven señora que organiza las cacerías del rey. De exacerbarse el asunto, los partidos dinásticos quizá propugnen una abdicación del rey en su hijo que parece un Borbón menos zascandil, con un toque plebeyo y romántico, al estilo de su tatarabuelo, Alfonso XII.

Los republicanos seguiremos pidiendo un referéndum sobre la forma de gobierno de España. Tenemos muy pocas posibilidades de lograrlo. Pero eso pasa con todos los ideales y la República lo es.

diumenge, 26 de febrer del 2012

Los puntos sobre la íes en el caso Urdangarin.

Primer punto. El juicio mediático. Según mucha gente es un abuso, se está condenando de antemano a Urdangarin, es un linchamiento, no hay derecho, no se respeta la presunción de inocencia. Algunos, como la hermana del Rey, la infanta Pilar, afirman que todo lo de Urdangarin es creación de los medios y nos mandan callar. En un brillante artículo (Celebridades y proceso judicial) Marc Carrillo deja en claro que se trata de reacciones inaceptables y que nadie puede mandar callar a los demás. Obviamente en nuestra sociedad de la comunicación, el derecho a la información es un límite respecto al derecho a la propia imagen de los personajes públicos. Si ese derecho a la información se extralimita y llega a lo delictivo, l@s perjudicad@s tendrán siempre la vía penal para defenderse. Pero Urdangarin no solamente no se ha querellado contra nadie sino que el otro día puso literalmente pies en polvorosa ante la presencia de una periodista en un sprint poco gallardo. La familia del Duque de Palma dice estar pasando muy malos momentos. Como cualquiera implicado en un proceso penal. Ciertamente, Urdangarin no es cualquiera, pero tiene poca fuerza de convicción advertirlo en los momentos malos, entre otras cosas porque también hubo momentos buenos en los que el hoy acusado disfrutaba de privilegios sin cuento por eso mismo, por no ser un cualquiera.

Segundo punto. El cenagal valenciano. Además de hacer negocios con Matas, expresidente del Consell Balear y hoy imputado en procesos por corrupción, Urdangarin entró en contacto con los políticos valencianos más significados, Rita Barberá, alcaldesa de Valencia y Francisco Camps, expresidente de la Generalitat valenciana. La primera es un caso prodigioso de populismo vulgar capaz de sostener, en descargo propio, cosas tan absurdas y tan malsonantes como que todos los políticos y los funcionarios reciben regalos. El segundo, un hombre que lleva dos años a vueltas con los tribunales de justicia, es el prototipo del político presuntamente corrupto, despilfarrador y sin ningún crédito, excepto el que él mismo se concede, presentándose a ocupar su escaño en les Corts valencianas en contra de lo que la discreción y la prudencia mandan que es hacer mutis por el foro, luego del asunto de los trajes y aunque un jurado popular lo hay absuelto. Los dos simbolizan el espíritu de una comunidad que si está en la cola de prestación de servicios sociales, está en la cabeza de la corrupción política porque es puro territorio Gürtel, una especie de territorio comanche del latrocinio.

Tercer punto. La igualdad ante la ley. El rey la predicó en su mensaje de Nochebuena. La justicia, dijo, es igual para todos. Pero tiene tendencia a no serlo. El poder, la fama, el dinero de algunos justiciables les ganan privilegios. Hasta un miembro del Consejo General del Poder Juidicial (CGPJ), la portavoz, según tengo entendido, ha venido a reconocer que no todos somos iguales ante la ley y hasta a justificar la presunta desigualdad en el caso de Urdangarin.

Cuarto punto. La suerte de la Monarquía. La Corona viene intentando distanciarse de Urdangarin cosa que no consigue por la razón de que el duque de Palma es yerno del Rey y, cuando viene a declarar, se aloja en el palacio de La Zarzuela, en compañía de su esposa a la que quizá haya que ver declarando ante el juez, a pesar de que parece haber un acuerdo general en impedir esa posibilidad. El caso Urdangarin es el mayor golpe que ha sufrido el crédito de la Monarquía española. De las declaraciones del propio imputado se sigue que su suegro sabía lo que estaba sucediendo e intentó evadir la acción de la justicia, forzando la expatriación del yerno y su esposa.

Todo lo anterior, la persecución de los medios, el supuesto juicio paralelo, la acumulación de imputaciones sobre el duque de Palma este pudiera haberlo evitado teniendo un comportamiento por encima de toda sospecha y no, como sucede, por debajo de ella.

(La imagen es una foto de Joxemai, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 16 de desembre del 2011

El deporte como tocomocho.

¡Sapristi! No contento con vender a Matas (presuntamente, claro) una etapa del tour de Francia en Mallorca, Urdangarín, según dice Público, vendió a Camps unos Juegos Europeos que aún no han nacido. Y ambos genios de la gestión pública, al parecer, pagaron millonadas por dos invenciones similares a un tocomocho, avaladas sin duda por el prestigio deportivo internacional del Duque y no, faltaría más, por su condición de familiar del Rey, aunque sea agnado. Menos mal que al agnado no le dio por vender al uno la Cibeles y al otro la Torre del Oro. Se las hubieran comprado.

Hay quien dice que este episodio, cuya esencia hunde sus raíces en la gloriosa tradición hispana del lazarillo de Tormes y el Buscón, llamado don Pablos, no afectará en nada a la Monarquía. Pues será porque los Borbones son franceses, porque el caso es demoledor. La Monarquía está en un brete. Y lo que quedaba a los políticos es que la gente descubra que, además de estafadores, son estafados. Porque en este tipo de estafa siempre hay uno que se pasa de listo y otro que lo hace de tonto.

dijous, 25 d’agost del 2011

Resacas


I. Strauss-Kahn.

Strauss-Kahn es inocente y el juez le ha devuelto la libertad. ¿Toda? No, no toda. Hay parte de ella que el juez ni nadie en la tierra es capaz de devolverle. Hay opciones que antes tenía abiertas y ahora le están cerradas. No puede volver al FMI y quizá no pueda ser candidato a la presidencia de la República de su país. No es libre del todo. Un sistema judicial indebidamente sensible al peso social de los justiciables (en un sentido u otro), unos medios proclives al sensacionalismo y unos comentaristas que toman sus prejuicios por la medida racional de las cosas han destrozado la carrera de una persona sometiéndola a un linchamiento inicuo. La víctima tiene ahora que reorientar su vida y seguramente lo conseguirá pues medios no le faltan. Los arriba citados, en cambio, no tienen nada que perder; nadie va a meterse con ellos. Sólo tendrán que hacer frente a su propia conciencia, si la tienen y, si la tienen, ojalá la escuchen. A ver si la próxima vez pesa más en su ánimo el respeto a los derechos de otro que sus prejuicios y su egoísmo.


II. La basura de los gratistotales.


La foto sólo en parte refleja el increíble estado en que quedó el campo de Cuatro Vientos en el que un millón de gratistotales tuvieron su juerga mística. Una semana (algunos dicen un mes) tardarán los servicios municipales de limpieza y las contratas en retirar las toneladas de porquería a razón de cien camiones diarios. Ya pueden los gratistotales volver a sus países con el alma limpia porque la mierda nos la han dejado aquí, incapaces, al parecer de llevarse cada uno sus tetrabicks vacíos en sus mochilas milagrosas. Digno colofón a un acto que fue una vergüenza de claudicación de los poderes civiles ante una iglesia que actúa como si el país fuera suyo: al final, meados.

En los años cuarenta del siglo XX se inauguró una línea de autobuses Madrid-Valencia que pasaba por Cuenca en uno de cuyos pueblecitos cuyo nombre he olvidado hacía una parada frente al único bar del lugar. Los pasajeros bajaban, estiraban las piernas, meaban en el excusado y volvían a subir al autobús ante la flemática mirada del propietario que decía con la sabia retranca centenaria del pueblo: "algo siempre dejan".


III. Brutalidad policial.

Decenas de vídeos tomados con móviles, videocámaras, etc. muestran que la policía se comportó como una banda de matones y gamberros de extrema derecha en diversas ocasiones con motivo de las manifas de los laicos en días pasados. Los agentes actuaron con una saña y una brutalidad contra los laicos y sólo contra los laicos que sería difícil de creer de no existir las imágenes. Es, además, una brutalidad políticamente motivada. Agreden a ciudadanos pacíficos, no por lo que hacen, que no estaban haciendo nada, sino por lo que piensan. Y eso es muy grave. Que los gratistotales hostigaran a unos ciudadanos madrileños que les habían pagado generosa (aunque no voluntariamente) su estancia aquí era de esperar. Que la policía, después de incumplir su deber de proteger la manifa legal y autorizada de laicos, la emprendiera a palos con estos y siguiera haciéndolo en días posteriores con quienes protestaban por los apaleamientos ya habidos, también era de esperar (a qué engañarnos) pero, a diferencia de los gratistotales que ya se han ido en buena hora la policía se queda. Y tiene que responder ante los ciudadanos del uso del poder y la fuerza que estos le confían. Los contribuyentess no pagan sus impuestos para que los apaleen sino para que los protejan en el ejercicio de sus derechos. Todos los ciudadanos injustamente agredidos deben denunciar los hechos. Y quizá haya que nombrar una comisión parlamentaria que investigue cómo se recluta a los policías en España y qué se les dice respecto a la función de la policía en una sociedad democrática y abierta, que no es sustituir al Papa repartiendo hostias y, encima, equivocándose de parroquia.

(La primera imagen es una foto de Guy Masavi, bajo licencia de Creative Commons). La segunda procede del blog de Juan Francisco González Barón. La tercera es una captura de un vídeo en publicado en El País.

dilluns, 25 de juliol del 2011

La prensa delincuente.

Es de suponer que tenga razón Alan Rusbridger, director del Guardian, en un artículo ayer en El País (La cloaca & Cia. Cómo destapamos el escándalo de Murdoch) cuando dice que

"...la historia de Murdoch no ha terminado. Toca tan a fondo tantos aspectos de la vida cívica de Reino Unido y Estados Unidos -la policía, la política, los medios de comunicación, las leyes- que seguirá teniendo consecuencias durante meses e incluso años".

Lo sabe bien porque fue el Guardian el que hace casi diez años se lanzó en solitario a demostrar que el News of the World (NotW) recurría a procedimientos delictivos para obtener sus reportajes. Si los medios tienen sentimientos, ahora el Guardian se siente como el Washington Post del Watergate, que es el sentimiento que anhelan tener todos los periódicos decentes: honradez, audacia, principios, defensa de los derechos y libertades fundamentales en una sociedad civilizada.

La comparación con el Watergate no es muy afortunada. En aquel caso estaba implicado el Partido Republicano y la Presidencia de los Estados Unidos, no había villanos en la prensa y la policía tenía poco que ver en el asunto. En tanto que ahora, en el caso Murdoch, hay prensa cuyos gestores pueden haber cometido delitos indignantes con multitud de víctimas; hay asimismo policías presuntamente corruptos en cantidad aún por establecer pero que han dejado el prestigio de Scotland Yard por los suelos; y también aparece tocado el Primer Ministro, aunque en mucha menor medida de lo que lo estuvo Nixon. Es decir, políticamente este asunto es más grave que el Watergate.

Y de mucho más alcance, desde luego. NotW ha sentado ejemplo. Las investigaciones se orientan ahora a saber qué hicieron los otros medios del inmenso conglomerado de Murdoch, medios como la Fox News (una canal de TV incendiario de extrema derecha), que se han ajustado a un modo de entender la información como un lanzallamas y el debate como una agresión a degüello del adversario en términos de su derecho al honor, la intimidad, la propia imagen, un modelo que encuentra eco en parte de la prensa española.

Hay varias preguntas que pueden hacerse desde España. La primera es qué pensará hacer Aznar con su participación en el Consejo de News Corp. Porque ahora ya no puede aducir que él no sabía nada, lo que dice siempre que lo pillan en un renuncio. Desde su nombramiento en 2006 ha habido suficiente información pública para saber qué había en las sentinas del gigante de la comunicación. En 2006 ya se produjeron encarcelamientos incluso de algún periodista del NotW por escuchas ilegales. Y en 2009 se recrudeció el escándalo. Ahora ya es una avalancha de pruebas de que Aznar está asesorando a un grupo que puede haber recurrido a procedimientos tan delictivos como repugnantes.

Según parece Aznar cobra 220.000 dólares al año por su tarea en el Consejo. Como no es fácil creer que alguien dé 220.000 dólares por nada, sería elegante y educado que Aznar explicara de qué se habla en esos consejos y cuál haya sido su aportación. Al fin y al cabo el grupo Murdoch no lo ha contratado por ser José María Aznar López, funcionario de Hacienda, sino por haber sido presidente del Gobierno español, lugar en el que le pusieron sus votantes. Dado que Aznar posee ciertamente información de altísimo valor nacional por razón de su cargo y dado que el grupo al que asesora es sospechoso de comportamientos delictivos en las personas de sus máximos responsables, esta explicación no es demasiado pedir.

(La imagen es una foto de ssoosay, bajo licencia de Creative Commons).