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diumenge, 4 de març del 2018

Clases de Marx

Erik Olin Wright (2018) Comprender las clases sociales. Madrid: Akal.  Traducción de Ramón Cotarelo (299 págs.)
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Esta semana ha venido bastante tupida, que era como se llamaba antes lo petado. En primer lugar, se ha publicado el estudio introductorio de Palinuro a la utopía feminista Matriarcadia (Una utopía feminista) en la editorial Akal. Asimismo ha salido el nuevo libro sobre la República Catalana (España quedó atrás) en Ara Llibres, que estará en librerías el 26 de marzo.  Y ahora, la traducción que Palinuro ha hecho de este libro de Erik Olin Wright, también en Akal.

Este año es el bicentenario del nacimiento de Karl Marx. Para celebrarlo, nada mejor que demostrar la vigencia del marxismo y sus posibilidades analíticas. Ha sobrevivido a sus muchos enterradores, los que emplean el fusil como pala y los que se valen de la pluma, la ristra de académicos e ideólogos puestos a  probar que la doctrina marxista es falsa, como todo saber demoniaco. También ha sobrevivido a sus no menos abundantes panegiristas que ensalzan su verdad absoluta e incontestable con la misma agilidad mental que sostuvo el dogma el Concilio de Nicea tomándolo, dicen, como método de acción, cual si hicieran algo.

En días pasados se estrenó la película El Joven Marx, de la que Palinuro dio cuenta (Cómo Marx se hizo marxista), buen modo de comenzar a celebrar el aniversario. Buen modo de continuarlo es la publicación de este texto del marxista Erik. O. Wright, traducido por servidor quien también tradujo en su día Construyendo utopías reales (2014), del mismo autor.

Marx vivo. Parece una provocación. Con lo que han trabajado los filósofos del capital, los ideólogos de la ciencia social, los economistas a sueldo de los bancos por enterrrarlo bajo una montaña de alambicadas estupideces. Y ahí sigue presente el autor de El Capital, que tuvo el genio de dibujar el horizonte cultural de su tiempo y el nuestro, como decía Sartre. Ahí sigue, con su Manifiesto Comunista bajo el brazo, impertérrito ante los sofismas de los seudoliberales que lo pintan como enemigo de la libertad que ellos confunden con el ruido de sus cadenas. Ahí sigue, a pesar de la apelmazada defensa que de él hacen sus partidarios que, como el inquisidor de Dostoievsky a Cristo, lo fusilarían si resucitase. Neoliberales de tabardo y librea y comunistas de adocenado marxismo; forman el ejército de fariseos de gori gori y jaculatoria que harían decir de nuevo impaciente a Marx que él no es marxista,

Si hay una pareja clave de conceptos en el marxismo es la de plusvalía y clase social. La plusvalía es un concepto cuantitativo, fácilmente determinable, núcleo del fenómeno de la explotación, sobre la que se basa el capitalismo ayer, hoy y mañana. Como tal, no puede negarse ni refutarse en los términos "científicos" que los teóricos del capital dicen emplear, razón por la cual simplemente lo ocultan o hablan del tiempo. 

El concepto de clase social, en cambio, es cuantitativo y cualitativo a la vez. Admite aproximaciones empíricas de lo más variado y contiene una fuerte carga subjetiva y hasta emocional. Cualquiera sabe que tan importante es la clase en sí como la clase para sí o conciencia de clase, factor indudable de movilización social y motor de la revolución. Columna vertebral del devenir de la historia en cuanto proceso humano, hecho por los hombres que, sin embargo, no saben en qué dirección la empujan pues no determinan las condiciones desde la que lo hacen.

Que Marx esta vivo, alive and kicking, queda claro en este último libro de Wright, especie de vademécum del concepto de clase social en el pensamiento contemporáneo. Se trata de un utilísimo texto no solamente para orientarse en el panorama actual sobre los estudios de clase sino también para entender cómo ve el marxismo contemporáneo los intentos actuales de criticarlo, refutarlo, superarlo, completarlo o actualizarlo. Wright pasa cumplida y atenta revista a los análisis de clases de Max Weber, Charles Tilly, Aage Sørensen, Michael Mann, David Grusky y Kim Weeden, Thomas Piketty y Guy Standing, haciendo justicia a todos ellos con elegancia académica, a pesar de que, en algunos caso (por ejemplo, Grusky y Weeden) sus discrepancias sean abismales. Cualquiera que tenga un conocimiento somero de la Sociología contemporánea, en especial del análisis de clases, estará de acuerdo en que se trata de un trabajo formidable y de enorme utilidad para orientarse en un panorama confuso.

No me extenderé en considerar más de cerca los juicios de Wright sobre los análisis ajenos de las clases sociales, salvo para señalar que el autor demuestra su espíritu crítico, marxista y abierto en ls simpatías mayores o menores que profesa por los demás: Standing, Sørensen y Mann son los más cercanos a su corazón; Weber, Tilly y Piketty son tratados con el respeto que merecen y el filo crítico queda para Grusky y Weeden, actitud compartida por este crítico, que no suele llevar bien la arrogancia de los microempiricistas.

La conclusión es que el marxismo está vivo no gracias a los esfuerzos de quienes tratan de rescatarlo aprestando botiquines de emergencia de otras aventuras, como los representantes del marxismo analítico, estilo Cohen o del de decisión racional, estilo Elster, y como en buena medida también pretende el propio Wright con la mejor voluntad del mundo. La permanencia del marxismo no depende de su capacidad para fusionarse con otras doctrinas, sino que nace de su propia fuerza interior. El marxismo es autopoiético y, mientras haya seres humanos sobre el planeta y estos se ganen la vida explotándose unos a otros, el marxismo seguirá vigente. 

Otra cosa es la especificidad de algunos de sus elementos. El concepto de clase es determinante y una muestra clara del valor de Wright al abordar el tema esencial y más controvertido del marxismo. Se entiende su preocupación, casi obsesión por aclarar esta cuestión medular de la doctrina. Obviamente, si la clase social es el sujeto de la revolución pero no me aclaro respecto a qué sea clase social, dejaré mucho que desear a la hora de ser reconocida como revolucionaria. Hace un par de años ya publicamos en Tirant Lo Blanch otro libro de Wright sobre esta temática, Modelos de análisis de clases, muestra de que no hablamos a humo de pajas. 

Pero, exactamente, ¿por qué esta preocupación? ¿Qué sucede con el concepto de clase, central en la sociología y absolutamente esencial en el marxismo? Sencillamente, que se da un hiato, una separación e incluso oposición entre el concepto científico de clase social y la enmarañada, confusa y contradictoria realidad de la cosa en sí. La pretensión de acuñar un concepto científico de clase social implica el deseo de dar con una fórmula cierta, de validez universal, independiente del tiempo y del espacio. Sin embargo, la realidad clase social es magmática, confusa y, sobre todo, histórica.  En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx distinguía cuatro clases en la antigua Roma:  patricios, équites, plebeyos, esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros y oficiales y otros matices. En el capitalismo, sin embargo, las clases quedaban reducidas a dos, burgueses y proletarios, procediendo el nombre de la segunda también de la antigua Roma pero sin que el mismo autor la hubiera mencionado en ella. ¿Por qué? 

Obviamente, porque no hay un concepto ahistórico de clase social sino que esta dependerá de las circunstancias sociales y económicas de cada momento y las relaciones de poder en él. Del modo de producción y la formación social, por utilizar los términos de la casa. Lo único seguro que tenemos es que los seres humanos en todo tiempo y lugar saben que individualmente considerados no son nada y, para tener algo de eficacia, han de formar grupos, familias, tribus, philés, hordas, comicios, polis, clases. Igualmente podemos asegurar que, siempre que puedan, esos mismos seres humanos se incorporarán al grupo que les reporte mayores beneficios. Las clases cambian con los tiempos, incluso dentro de un mismo modo de producción y las razones para integrarlas, también. 

Hasta la fecha siempre ha habido clases sociales. Que siga habiéndolas o no es un imponderable. El marxismo sobrevive por su capacidad para dar cuenta de las clases en su historicidad, sin estar atrapado en corsé empírico alguno que un cambio tecnológico como los muy radicales que llevamos viviendo los últimos veinte años pueda inutilizar.

diumenge, 7 de gener del 2018

¡Ah, qué tiempos!

Richard R. Weiner & Iván López (2017) Los indignados: Tides of Social Insertion in Spain Washington/Winchester: Zero books, (217 págs)
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Recordarán los lectores que, a principios de diciembre pasado, Palinuro daba cuenta de la publicación de la obra de teatro de Marcel Vilarós, titulada Mi abuelo fue a Cuba. Además de asignarme el ocasional papel (los grandes actores tenemos siempre comienzos modestos) Marcel me pidió un prólogo, que aparece antes de la obra con el título de Menos se perdió en Cuba.

De prólogos a postfacios, la vida es un balancín. Los profesores Weiner y López han publicado un interesante trabajo de investigación y reflexión sobre el fenómeno de los indignados que tanta alharaca mediática suscitó en los primeros cinco años de la crisis y su deriva político-institucional posterior de Podemos y sus confluencias. Para acabar de arreglarlo tuvieron la caritativa idea de honrarme pidiéndome unas líneas que figuran como "Afterword" en el texto.

El libro tiene muchos méritos. Enumerarlos haría interminable la reseña y no en todos los casos con la debida justicia. Es un trabajo académico, claramente expuesto y bien apoyado en fuentes empíricas, estadísticas y doctrinales. Pero, al mismo tiempo, es un ensayo elegantemente escrito, con capítulos de longitud muy desigual como desiguales son las cosas en la vida y en un estilo fresco y original. Es una rendición de cuentas de una cultura política desde dentro y fuera de ella, desde las perspectivas emic y etic de los antropólogos.

Weiner y López son ellos mismos indignados, se sienten indignados y, al mismo tiempo, son optimistas al considerar que el movimiento lleva a una potencialidad y realidad (especialmente en el ámbito municipal) de cambio emancipatorio por medios nuevos. Su conclusión está contenida en el título : mareas de inserción social en España. Reténgase el complemento circunstancial de lugar, España, pues es importante. Al fin y al cabo la idea de indignarse nace en Francia pero toma cuerpo en España. Un poco al modo en que, según Heine, la filosofía alemana soñaba con la revolución que los franceses hacían.

La idea y esperanza de los autores es que el movimiento indignados es una forma única, original, rizomática de reinserción social de una generación de marginados, desplazados y privados de futuro. A este extremo se ha llegado por la diabólica conjunción de una crisis económica que ha doblegado a los Estados como instituciones soberanas, haciéndolos incapaces de garantizar una gobernanza justa y un trastorno sociodemográfico sin precedentes en cuanto a esperanza de vida, robotización el trabajo y restricción del empleo.

Junto a Deleuze se recurre asimismo a Gorz por lo de la desaparición de la clase, que era un viejo y seguro mecanismo de integración. Junto a estas dos, el discurso de los autores tiene fuertes apoyos doctrinales en Lipset, Luhmann, Habermas, Turaine, etc., en un arco que va desde la primera "crisis de legitimidad" hasta las formulaciones de sociedades postcapitalistas, desde las elaboraciones teóricas de otro mundo es posible a la aplicación práctica de las plataformas antidesahucios, en fuerte hermandad de espíritu con el municipalismo del movimiento.

Los autores incluyen una especie de tabla cronológica de la evolución que estudian desde febrero de 2009 (formación de la PAH ) hasta el 3 de junio de 2016, lo que no obsta para que analicen el resultado de las elecciones del 26 de junio de ese año. La narrativa tiene una ruptura en 2014. Hasta entonces, se habla, considera e investiga a los indignados; desde entonces, el foco se pone en el desarrollo de Podemos y sus confluencias. La primera parte señala el movimiento Indignados como asambleario, rizomático, democrático, abierto, grass roots, desvertebrado, sin jerarquía, espontáneo y español. A este respecto, en un apartado relativo a la crisis del Estado de la Transición, los autores, dejan caer una observación, claramente dirigida a orientar a los lectores extranjeros que dice: For centuries, Spain scarcely developed a democratic culture (p. 47). Este es el sentido profundo de la determinación circunstancial de lugar antes señalada. Sobre el fondo de la resignada afirmación ha de entenderse la alegría, casi regeneracionista, con que los autores saludan y analizan el surgimiento de Podemos, y sus confluencias, surgidas según este avanzaba, al modo en que los seres humanos nacen de la tierra al paso de Cadmo tirando los huesos de su madre.

Para valernos de Luhmann, Podemos traía una promesa de poner en contacto dos sistemas que se habían distanciado, el político y el social, haciéndolo en el terreno que el sociólogo alemán considera coextensivo de la acción social: la comunicación. Es muy de resaltar cómo Podemos se crea un espacio mediático propio y prestado, novedoso, que posibilita esa comunicación entre los sistemas. La reiterada firmación de Iglesias acerca de la política bifronte de Podemos, en las instituciones y en la calle, bien claro lo deja. Hacia la calle, ruptura de la razón de Estado; hacia el Parlamento, la voz del pueblo. ¿O es una visión excesivamente radical?

Los autores dedican la segunda parte al análisis de Podemos como formación política, surgida de los "iracundos nietos del segundo aburguesamiento" (p. 69). Presionados por la precariedad, léase precariado, de Guy Standing (p. 103) que nos explica el carácter de movimientos anti-neoliberales estos "nietos" organizan partidos políticos alternativos. Podemos. El estudio de la organización incluye su estructura interna, sus tendencias, sus relaciones con los medios, su electorado, etc. y los sitúa luego sobre tres grandes fondos electorales: las elecciones locales de mayo de 2015 y las generales del 20 de diciembre de 2015 y 26 de junio de 2016.

Las municipales (y autonómicas) desplegaron una amplia variedad organizativa local que se articuló en las famosas confluencias. Un tratamiento específico de este asunto que tuviera en cuenta factores diversos como los distintos nacionalismos y/o peculiaridades locales requeriría otro libro. Señalada queda la importancia de las confluencias en la estructura de Podemos y la cuestión de hasta qué punto sean compatibles.

Las generales presentan otro cariz. Juegan consideraciones de gran política, alianzas, coaliciones de gobierno, mociones de censura, investiduras, la política institucional como vértigo. Sorpasso, conflicto interno en el PSOE, impacto de C's en el PP, todo este batiburrillo, acompañado de la presión lateral del independentismo catalán, cada vez más dominante, se resolverá (es un decir) a raíz de las elecciones de nuevo generales de 26 de junio. Los autores registran el fracaso del Sorpasso como determinante de la estrategia de Podemos, que pierde más de un millón de votos con su unión con IU en Unidos Podemos (p. 174).

A la espera de la evolución posterior, no hay inconveniente en saludar la fórmula propuesta por los autores de Podemos como un partido-movimiento, yéndose a buscar inspiración para ello al alma de varios movimientos partidos latinoamericanos, lo que traza el pedigrí del concepto laclaviano de "significantes vacíos" (p. 166).

Insisto en la claridad expositiva, muy útil para tema tan abigarrado. Y la audacia con que quedan planteados los dos temas cruciales a la hora de analizar conjuntamente los Indignados y Podemos: a) hasta qué punto llega esta conexión entre movimiento y partido y si Podemos es el representante, el albacea o el tapón del movimiento; b) hasta qué punto es compatible una estructura de partido con las confluencias y, especialmente, con una realidad tan inestable y cambiante como la política municipal, en un país que reverbera de "ciudades rebeldes" (p. 25), interesante concepto de David Harvey que me propongo investigar.


dimarts, 1 d’agost del 2017

Sobre la crisis constitucional española

Ernesto Garzón Valdés et al., Democracia y procesos constituyentes. Fundación MAPFRE: Madrid, 2017. 160 págs.

Esta obra colectiva, producto de unas jornadas que se celebran periódicamente en Las Palmas de Gran Canaria sobre el tema genérico de “ciudadanía y democracia en España y Latinoamérica” versa sobre un asunto de importancia en sí mismo y agrandada por el momento que vive el país, un momento de crisis constitucional. Cinco especialistas abordan diversos aspectos monográficos del trilema que vive España entre: a) dejar las cosas como están; b) reformar la Constitución; y c) abrir un proceso constituyente nuevo. Ninguno aboga claramente por la primera opción aunque, como en todo debate político, algún suspicaz, partidario de una de las otras dos, pueda atribuir tal intención soterrada a quien propugne la otra, algo habitual.

El primer trabajo, “La reforma de la Constitución, una asignatura pendiente”, de Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho constitucional de la Universidad de Sevilla, señala la anomalía de que en España, a diferencia de otros países democráticos occidentales, no haya una tradición de reforma constitucional. Este mecanismo es el que permite conectar la legitimidad de origen con la de ejercicio y, por tanto garantiza la estabilidad de los sistemas políticos. Pero España constituye una excepción. Pérez Royo hace un repaso de las peripecias del constitucionalismo español de los siglos XIX y XX para concluir que la Constitución de 1978, que se debatió y aprobó con diversas anomalías (proceso constituyente de hecho, pero no de derecho; exclusión de la Monarquía del debate, etc.) se concibió de forma tradicional para no ser reformada, siendo así que esta es la única manera de ordenar jurídicamente la evolución político-constitucional. El trabajo es atinado y muestra una gran pericia del autor en su terreno pero, en la medida en que esta necesidad de reforma constitucional se postule como algo deseable para resolver la actual crisis constitucional española, la pregunta obvia es si no llega demasiado tarde. Discrepo, por lo demás, del autor en la idea de que no quepa considerar el Estatuto de Bayona como la primera Constitución española del siglo XIX y que este privilegio quede reservado a la de Cádiz de 1812. Es el punto de vista tradicional y al uso del constitucionalismo español de todas las orientaciones pero, desde uno estrictamente lógico y racional (no sentimental), no es sostenible. Verdad es que este Estatuto nace de la felonía de Carlos IV a favor de Napoleón y responde a una idea patrimonialista de la monarquía, incompatible con el principio liberal de la nación. Pero eso no quiere decir que el Estatuto sea nulo de pleno derecho porque ese espíritu liberal-nacional doceañista que así había de considerarlo es posterior a la felonía en sí que se produjo de acuerdo con la mentalidad y las leyes de la época. Guste o no a los españoles, más o menos patriotas, ese Estatuto es la primera Constitución española, cosa que no puede negarse sin incurrir en una petición de principio.

El trabajo de Ernesto Garzón Valdés, profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba (la Argentina) “Dignidad, derechos humanos y democracia” aborda una cuestión esencial de la teoría democrática, la de la justificación de la democracia. El autor sostiene que esta no es “autojustificable” (p. 47) desde un criterio procedimental de mayoría/minoría, sino que necesita una justificación de contenido, material, que solo puede llegar de fuera y estar al amparo del mayor defecto del principio justificatorio de la regla de la mayoría y ha de ser necesariamente la primacía de la dignidad de la persona en cuanto titular de derechos fundamentales. Se trata de una propuesta de solución mediante el postulado de unas “muletas morales” (ibíd.) que contrarresten el peligro de la “tiranía de la mayoría”. Esta se expresa a través de la famosa “paradoja de Condorcet” que prueba cómo las decisiones mayoritarias pueden no ser justas ni racionales (que es, por cierto, el argumento de la teoría de la decisión racional al respecto) y, por lo tanto, necesitadas de algún mecanismo de protección de esos derechos, de la dignidad de la persona y, en consecuencia, paradójicamente, de la democracia misma. Tal cosa solo es practicable mediante el principio del imperio de la ley y los mecanismos arbitrados para poner coto a los excesos de las mayorías, las que llama “restricciones horizontales” (ya presentes en Aristóteles) y las verticales generalmente mediante las jurisdicciones constitucionales que obligan al reconocimiento de los derechos humanos (p. 62). Se trata del recurso de que se valen habitualmente las sociedades democráticas contemporáneas, interesantemente justificado con una referencia a la idea de Durkheim de que la fortaleza del Estado garantiza la libertad del ciudadano, algo que en realidad viene repitiéndose en la historia del pensamiento político desde Aristóteles a Rousseau, pasando por Hegel. Es un punto de vista civilizado y prudente, pero no garantiza siempre que alcance sus nobles fines con más seguridad o eficacia que la irrestricta regla de la mayoría, probablemente por la esperable razón de que aquella seguridad solo sea alcanzable mediante una mezcla de ambos principios. Si acaso, dado que, en el fondo, la democracia descansa exclusivamente sobre la cultura política democrática de la ciudadanía.

El trabajo de Jaime Pastor, profesor de Ciencia Política de la UNED, “procesos constituyentes en el marco de la crisis española y europea” aborda la cuestión constitucional de forma más directamente relacionada con la actual crisis constitucional española. No solamente no ha habido una reforma constitucional en un sentido democrático en España sino que la que se dio sorpresivamente en 2011 del artículo 135 (prevalencia del cumplimiento de los límites del déficit) y la sucesiva normativa europea al respecto, supuso la imposición de la Constitución económica europea sobre la española. A partir de entonces se ha dado un vaciamiento progresivo del Estado social y democrático de derecho, frente al cual el autor propone un nuevo proceso constituyente que retorne la capacidad de decisión a la ciudadanía atendiendo sobre todo a dos criterios esenciales: la forma confederal del Estado plurinacional y la substitución de la Monarquía por una República. No obstante, Pastor reconoce que la correlación de fuerzas a partir de las elecciones de 2016 no es favorable a estas finalidades, aunque el aumento de propuestas de reforma constitucional apunta en el sentido de la necesidad de un proceso constituyente que permita al Estado resolver la presente crisis constitucional. Podría tratarse de un caso práctico de la célebre antinomia marxista entre la cantidad y la calidad de no ser porque en España las antinomias tienden a convertirse en aporías.

El artículo de Marco Aparicio Wilhelmi, profesor de Derecho constitucional de la Universidad de Girona, sobre “Horizontes constituyentes. Propuestas desde el Sur global” aporta una visión extraeuropea aunque para problemas específicamente europeos, como la refoma de la ley orgánica del Tribunal Constitucional español de 2015, que ilustra bien su idea de que, a raíz de la globalización, está dándose un ataque general a las vías constitucionales nacionales garantistas en lo que de hecho es un proceso deconstituyente al servicio de los intereses del capital, lo que le permite hablar de un orden no post-estatal sino post-constitucional (p. 89). Un nombre algo más preciso para la idea de Agamben (ya presente en Walter Benjmin) del estado de excepción permanente en nuestros países en los que la excepción se ha hecho la regla (p. 92). La solución estaría en una “acumulación de lucidez” que, tomando el ejemplo boliviano, proceda a procesos constituyentes con fuerte presencia indígena.

El trabajo de Pablo Ródenas Utray, codirector de la cátedra cultural “Javir Muguerza” de la Universidad de la Laguna,sobre “El trilema nacional canario (o por qué la realidad nacional canaria debería formar parte de la reconstitución democrática del Estado plurinacional español)" es un alegato sobre el contenido del subtítulo, un curioso trabajo que el autor presenta como una entrevista que este hace a su heterónimo Pablo Ródenas Utray, quien tiene otros heterónimos, al modo de Pessoa. El trilema nacional canario se presenta como una versión de las tres opciones que enunciábamos al principio: a) relación positiva España-Canarias o autonomismo y estatu quo; b) relación negativa España-Canaria o respuesta independentista; y c) relación ambivalente España-Canarias o respuesta autodeterminista (pp. 117/118). En otro lugar afirma el autor que el trilema es aplicable a cualquier otra nación en España. Sin duda y muy principalmente a Cataluña. Diagnosticando un fracaso de la fórmula autonomista, Ródenas reconoce que, en el estado actual de la conciencia nacional canaria, falta un largo trecho para que esta llegue a aproximarse a los logros de las naciones de máximos autonomistas (País Vasco y Cataluña) y esté resignada a una suerte de “subordinación neocolonialista) (p. 158).

Una recopilación interesante de trabajos que permite ver la dificultad de abordar la complejidad de la actual crisis contitucional española con criterios doctrinarios y simplificadores.

dimarts, 24 de gener del 2017

Europa en el ojo de Europa

Miquel Seguró y Daniel Innerarity (eds.) (2017) ¿Dónde vas Europa? Barcelona: Herder. 261 págs.
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El 20 de diciembre pasado. Palinuro publicaba una reseña de este libro editado por Miquel Seguró y Daniel Innerarity y en el que colabora una veintena de autores, entre ellos el propio Palinuro, titulada "El éxito de Europa es su fracaso" y en la que prometía volver sobre el asunto con más detenimiento. No es que vaya a hacerlo ahora; eso queda para mejor ocasión. Pero sí aprovecha una feliz coincidencia, casi diríamos astral, que se dio ayer para traerlo de nuevo  colación. Coincidencia de tres poderosos medios, el mundo del libro (la editorial Herder), la prensa de papel (El País) y la radio (RAC 1, una emisora catalana) para hablar del gran tema que nos apasiona a los europeos: Europa.

El sábado pasado, la sección de Cultura de El País, publicaba una crítica del libro, escrita por Borja Hermoso con el título Europa...¿seducción o rapto? en la que, además de señalar los puntos que el crítico considera más reseñables, se hace hincapié en el carácter colectivo, en cierto modo coral, de la obra. Una diversidad de temas y de puntos de vista a veces en el mismo tema que, en cierto modo, reproduce la agitada existencia de Europa y el problemático futuro de su último intento de unificación. Un dato. Los distintos tiempos de los medios se hacen sentir. Cuando los participantes en la obra redactamos nuestras aportaciones, ninguno/a pensamos que Trump pudiera ganar las elecciones. Esa elección y sus expectativas prueban hasta qué punto hablar de Europa es adentrarse en lo imprevisible. Trump es América, claro; pero Europa no se puede pensar sin América.

Y la radio. Ayer la RAC 1 dedicó parte del programa No ho sé, dirigido por Joan Maria Pou, a hablar del libro también. Estuvimos Miquel Seguró, Daniel Gamper en Barcelona y servidor en los Madriles. Quien quiera escuchar la conversa, por cierto muy grata, puede hacerlo en este enlace a partir del 39'39''. La radio es un medio "caliente". Lo tritura todo y tiene una fuerza inmensa, más que la televisión, en contra de lo que suele decirse, porque se transmite solo a través de la palabra; no hay imagen que distraiga. Por eso importa muchísimo que la palabra sea clara. La claridad es prometeica. A los escritores, acostumbrados a ver la palabras, incluso tocarlas, pero no oírlas, nos encanta que nos dejen escucharnos sin necesidad de leernos. Pero envicia. Yo me hubiera pasado una horita más charlando con los colegas y el presentador, que tiene una capacidad de síntesis fabulosa. 

dijous, 12 de gener del 2017

Palinuro presenta libro sobre socialismo en Madrid


El PSOE del primer tercio del siglo XX, con su reivindicación de la socialización de los medios de producción, se transformó en un partido que aceptaba la democracia parlamentaria como medio y fin para aplicar políticas reformistas. Fue una nueva generación la que se hizo cargo de la estructura política del PSOE que permanecía en el exilio desde el final de la guerra civil en 1939 y el triunfo del franquismo hasta 1977. Y tuvo que asimilar en muy poco tiempo los debates y las evoluciones ideológicas que la socialdemocracia había tenido desde la II Guerra Mundial para ejercer la acción de gobierno en la Europa Comunitaria.

Las políticas socialdemócratas fueron defendidas en España por el PSOE cuando alcanzó el gobierno en 1982 y se mantuvo en él hasta 1996 bajo la dirección de Felipe González. Después de dos legislaturas gobernadas por el Partido Popular, el Partido Socialista volvería de nuevo a ganar las elecciones en 2004, con Rodríguez Zapatero al frente, y su gobierno se prolongó hasta 2011. Ha sido una de las últimas organizaciones de tradición socialista en ejercer el poder político en la Europa Occidental.

El acto va a tener lugar este jueves, 12 de enero, a las 19:00 horas en la Librería Alberti (C/ Tutor, 57. Madrid). El autor va a estar acompañado por el catedrático emérito de Ciencias Políticas de la UNED, Ramón Cotarelo.

Para más información:

Laura Galán / Ediciones Cátedra / Comunicación y prensa/ 91 393 87 98
lgalan@anaya.es
twitter_ico web_ico

divendres, 30 de desembre del 2016

Vae victis

Paloma Aguilar y Leigh A. Payne (2016) Revealing New Truths Abour Spain's Violent Past. Perpetrator's Confessions and Victim Exhumations. Oxford: Palgrave Macmillan. 110 págs.
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Las profesoras Paloma Aguilar y Leigh A. Payne son dos reconocidas especialistas en materia de transiciones y, sobre todo, de justicia transicional o, como es el caso de España, falta de justicia transicional y post-transicional. Tienen ya una copiosa obra que las avala en la que se mezclan la minuciosidad de la historia con la versatilidad de la Ciencia Política.

Ambas publican ahora en inglés este pequeño pero denso libro ("Nuevas verdades sobre el pasado violento de España. Confesiones de los perpetradores y exhumaciones de las víctimas") sobre la sempiterna cuestión de la peculiaridad de la transición española que ha pasado de ser considerada en sus orígenes como "modélica" a serlo como una especie de pacto vergonzante, cuando no de traición y, en último término, un fracaso. Las autoras tienen una visión muy crítica de la transición, pero debido a su condición de rigurosas académicas y personas de sensibilidad, lejos de hacer una interpretación ideológica y sesgada, como es frecuente en los sectores izquierdistas (generalmente inconsistentes), entienden las circunstancias coadyuvantes a esta insatisfactoria evolución colectiva y tratan de comprender la complejidad de los factores que en ellas jugaron.

La transición se basó en un "pacto del olvido". En España no se habló de la violencia, no se revisó el pasado, no se atendieron las demandas de justicia, como en otras partes. El "Pacto del olvido" está en las memorias de muchos dirigentes de la transición. Estos creían que construir la democracia no era compatible con una revisión del pasado. Toda la justicia transicional que se ha hecho son algunas medidas de reparación económica hasta 2007 y algunas declaraciones simbólicas después. 

Frente a la propaganda agobiante durante la dictadura y el peso de la reivindicación de la "reconciliación nacional" en la transición, el relato dominante ha sido que dicha reconciliación se consiguió ya siempre que no se reabran heridas y que las cuentas están echadas pues ambos bandos en la guerra civil cometieron barbaridades. Las autoras refutan esta exoneración con dos muy sólidos y conocidos argumentos: las "barbaridades" de ambos bandos en la guerra civil no son comparables ni de lejos y, además, la cuenta pendiente es la de las barbaridades que continuó haciendo la dictadura en sus cuarenta años. 

La pregunta obvia es: y ¿cómo es posible que, a la muerte del dictador no hubiera una transición democrática limpia, con comisión de la verdad, justicia para las víctimas, exposición de los victimarios, etc? Las autoras que, muy realistamente, postulan una "coexistencia contenciosa" como la forma quizá más afortunada de ajustar cuentas democráticas con un pasado colectivo de crímenes, injusticias y terror, concluyen que tal cosa no se ha dado hasta la fecha cuando, por diversos lados, especialmente la intervención extranjera (la argentina) e internacional (la ONU), está empezando a forzarse una respuesta adecuada. 

Pero la pregunta sigue en pie: ¿por qué no se hizo y sigue sin hacerse? Aguilar y Payne aducen algunas también conocidas razones: el desequilibrio de las fuerzas políticas que pactaron la transición; el miedo; el subsiguiente silencio;  la intervención exterior; el conformismo de una población que a partir del decenio de 1960 accedía a cierto bienestar que no quería perder; la complicidad de los criminales; el "pacto de sangre" entre ellos; la política de reconciliación nacional, suscrita por la izquierda. Son los más notorios. 

Añado uno, poco explorado hasta la fecha por su difícil captación y su carácter algo escurridizo que no permite identificarlo bien. En el llamado "franquismo tardío" y primeros tiempos de la transición, se hicieron encuestas preguntando por la cultura política de los españoles. Sorprendentemente casi todas concluían con una alta valoración popular de la democracia. Un pueblo que llevaba cuarenta años de tiranía, sin libertades de ningún tipo y sin elecciones libres decía tener convicciones demócratas. Como  el resultado casaba con los intereses de los encuestadores y otros "modernizadores" se daba por bueno y se atribuía tan misteriosa mutación a causas verosímiles, aunque triviales: el turismo, le cine, la televisión, etc. En lugar de pararse a pensar en que esa conclusión era mentira, que los españoles decían ser demócratas porque, al estar Franco a las puertas de la muerte, pensaban que la democracia era tan inevitable como el calor en verano y el frío en el invierno. Pero mentían. Su cultura política era autoritaria, franquista. Y sigue siéndolo. Todos los españoles, incluidos los dirigentes de la izquierda conceden un plus de legitimidad a los vencedores de la guerra y sus herederos de la derecha hoy que actúan como tales, como se comprueba por los últimos acontecimientos: entrega del gobierno al derecha sin necesidad y perfecta coincidencia del programa de esa derecha neofranquista con la Corona.

Ese dato explica por qué España pudo considerarse a sí misma como una democracia sin ajustar cuentas con la dictadura y los criminales que la hicieron posible y todavía gozan del producto de sus delitos; sin hacer justicia a las víctimas; al contrario, honrando a los victimarios hasta hoy con Fundaciones, valles de los Caídos, misas en honor al genocida, calles y honores. Esa es la respuesta a la pregunta que las autoras se hacen sobre si sería posible algo así con Hitler en Alemania, con Mussolini en Italia. El nazismo y el fascismo fueron derrotados; el nacionalcatolicismo, no. Alemania e Italia se convirtieron en democracias; España, no. A la vista está.

El libro de Aguilar y Payne da audiencia a los relatos enfrentados de aquella longa noita da pedra del poeta Celso Emilio Ferreiro. Hubo, sin duda, relatos de los perpetradores que hubieran debido tener más eco, pero no lo tuvieron por las razones apuntadas y por otras que las autoras sintetizan con elegancia, asegurando que todos los relatos de la violencia requieren cinco factores: guión, actor, momento, escenificación y audiencia. En el fracaso de las escasas confesiones de perpetradores, el asunto no tuvo que ver con los dos primeros, sino con los tres últimos.

Algunas confesiones (llamadas aquí "históricas heroicas") todas publicadas y famosas, sirven para situarnos a la perfección en el espíritu que animaba a los asesinos rebeldes y que llevaron luego a cabo sistemáticamente, a conciencia, ascendiendo así de la condición de asesinos a la de genocidas. Las más famosas, las barbaridades que dijeron (y cometieron) Franco, Mola, Queipo, Yagüe y demás criminales.

Otra de las confesiones que las autoras tratan en extenso son las del aristócrata catalán José Luis de Vilallonga quien, enviado por su padre a "hacerse un hombre" a Bilbao, pasó quince días en un pelotón de fusilamiento, asesinando vascos. Añadiré que, en alguna parte de sus memorias, este Vilallonga cuenta cómo su padre, poseedor de una colección de más de 300 pares de zapatos que los rojos le habían robado en un asalto a su palacio, hacía fusilar a cuantos brigadistas internacionales se le ponían al alcance porque, decía que eran los únicos capaces de entender la grandeza de morir por un par de zapatos. Esta era la gente.

Se añaden algunas confesiones de algún cura muy posteriores y las de miembros anónimos de los pelotones de fusilamiento o los verdugos del garrote vil para demostrar que, en efecto, de ese lado del conflicto es poco lo que cabe esperar. Si acaso lo que las autoras llaman "negaciones ridículas", esto es, el caso de los perpetradores que niegan su participación, aunque haya pruebas fehacientes de lo contrario. Dedican con toda razón un espacio a un caso que es una verdadera vergüenza para el país, la Universidad, la Academia y la disciplina de la historia, el inenarrable Diccionario Biográfico Español, redactado por la Real Academia de la Historia, con fondos públicos (p.71), hace tres o cuatro años y cuya voz Francisco Franco ha sido elaborada por Luis Suárez, medievalista, franquista incondicional, mando de la Hermandad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y miembro de la Fundación Francisco Franco. Algo así como si el equivalente alemán hubiera encargado la voz Adolf Hitler a Carl Schmitt. Y la Academia de la Historia sigue sin repudiar este atentado a la honradez y la decencia intelectual que niega que Franco Bahamonde fuera un dictador. 

Lo que ha impedido un relato contencioso y la democracia por tanto, es el "pacto de sangre" que se encuentra debajo del "pacto del olvido" (p. 78) No ha habido en España "justicia post-transicional. Algunos relatos del lado de los vencidos han venido a perturbar la narración aceptada y oficial que, en realidad sigue humillando a las víctimas como hace cuarenta años. Las autoras mencionan un par de magníficas novelas, convertidas en películas, como El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas o Soldados de Salamina, de Javier Cercas.  Yo añadiría Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, cuya capacidad para retratar el ambiente de la sórdida, miserable, cruel e inhumana posguerra española es superior a la de los otros dos porque la vivió.

Al silencio y perpetuación de la injusticia contribuye la actitud cómplice de los tribunales, como se ve an Callar al mensajero, de Francisco Espinosa. Y no solo los tribunales: todas las instituciones del Estado, la Corona, la Iglesia católica, la enseñanza, las universidades y una buena mitad de la población española son franquistas. Poca coexistencia contenciosa saldrá de ahí como no venga de fuera. Y de fuera está viniendo, como señalan Aguilar y Payne, de la Argentina y de la ONU.

En España no podrá haber democracia en serio mientras el país no sea capaz de mirar su pasado, entenderlo, hacer justicia a las víctimas y señalar a los victimarios. Mientras no sea capaz de afrontar la verdad.

A ello coadyuvará mucho este libro. Urge su versión castellana.

dimarts, 27 de desembre del 2016

Lo mejor de Podemos

Varios autores (2016) Anticapitalistas en Podemos. Construyendo poder popular. Barcelona: Sylone, 153 págs.
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Podemos, el fenómeno partidista más notorio de los últimos años, es una organización laxa, compleja, incierta, en la que confluyen proyectos distintos y distintas mentalidades y temperamentos. En cierto modo, una organización in fieri. Surge al rebufo de la crisis actual, la que empezó en 2008, y trae en buena medida su razón de ser del movimiento 15M. La experiencia que este dejó, sobre todo, fue la idea de que sería necesario articular un movimiento político que canalizase las energías de contestación manifestadas de un modo espontáneo. El intento sería el de Podemos. Pero este no partiría solamente del 15M, sino que acogería en su seno otros impulsos, otras tendencias y sensibilidades, gentes de las mareas, de los movimientos nacionalistas, exmilitantes de IU, del PSOE, verdes, ecologistas de Equo y, sobre todo, lo que más importancia ha tenido, los militantes de Anticapitalistas.

Así se configuró, casi a uña de caballo, en las premuras de sucesivas consultas electorales, esta organización atípica que comenzó conquistando los medios de comunicación antes de cristalizar en un conjunto de diputados, cargos electos, gestores de distintos niveles de gobierno que, si bien no han cambiado el sistema político español tanto como creen, sí han contribuido a darle un aspecto relativamente nuevo. Su mera presencia suscitó una verdadera oleada de ensayos y libros, al calor de la oportunidad. La "ventana de oportunidad" de que hablaban sus organizadores trasladada a la aventura editorial. En menos de un año apenas quedaba periodista que no hubiera probado su suerte con un ensayo sobre el fenómeno. La visión más o menos canónica presentaba un experimento de organización y articulación novedosa y radical que se atribuía casi por entero a la labor directiva del puñado de profesores de la Facultad de Políticas de la Complutense, muy en especial, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Prácticamente nadie mencionaba la importancia decisiva de los militantes de Anticapitalistas que, sin embargo, hicieron aportaciones fundamentales, sin las cuales Podemos no existiría: entre otras, la estructura material de una organización de partido coordinada y un fondo de experiencia política y densidad teórica que los de Podemos ni vislumbraban. Entre la miriada de libros oportunistas sobre el fenómeno justamente hacia falta uno que explicara este dato tan importante. 

Tal es el mérito del trabajo en comentario: un libro coral, un conjunto de entrevistas a una serie de diputados, cargos electos, alcaldes, concejales, activistas de Anticapitalistas, todas ellas trabajando dentro de Podemos, pero con una obvia intencionalidad y conciencia de comunidad, una unidad de acción que refleja ideas muy claras y plantea una curiosa situación dentro de la organización morada, especialmente ahora que esta parece escindirse ya en la tradicional divisoria de todas las organizaciones entre un sector más reformista y posibilista y otro más revolucionario y dogmático. 

Insisto: libro coral. Se entrevista a una serie de personas: Miguel Urbán, Jaime Pastor, Teresa Rodríguez, Jesús Rodriguez, Román Sierra, José María González "Kichi", Paula Quinteiro, Rommy Arce, Carmen San José, Laia Facet, Laura Mingorance, Daniel Albarracín y Raúl Camargo. Pero el discurso que elaboran todas ellas, desde muy diferentes perspectivas, tiene un leitmotiv, que habla de un trabajo colectivo, de una fuerza organizada, con años de experiencia a la espalda y una visión absolutamente moderna y al día de la dinámica de las sociedad contemporánea, el capitalismo en general y la situación española en concreto. 

A diferencia de Podemos, que es una organización de aluvión en donde, como puede verse hoy día, hay de todo, el proyecto anticapitalista viene de lejos. Se origina en la LCR de tradición trotskista. Tras su fusión fallida con el Movimiento Comunista, se transforma en Espacio Alternativo dentro de IU hasta que en 2008 lanza Izquierda Anticapitalista, hoy "Anticapitalistas" con gente de la Universidad, el movimiento antiglobalización y veteranos de LCR (p. 11). Todos ellos se integran en Podemos con su propósito específico, consistente en crear un Podemos "desde abajo", en el espíritu abierto, asambleario, casi libertario (p. 61) que los trotskistas han ido elaborando a lo largo de muchos años de experiencias y derrotas. 

Para Urbán, Pastor, etc, el 15M fue una revolución que dio al traste con la "cultura de la transición", entendida como una "correlación de debilidades" (p. 51). Podemos es una muestra de la crisis del régimen manifiesta en la muy profunda del sistema de partidos de la transición, dentro de la que se incluye a IU. Debe observarse que, aunque Podemos surgió con la idea de dinamizar IU, pronto vio que no había modo de conseguirlo desde dentro. De aquí que la idea defendida por los Anticapitalistas sea la de convertirlo en un "partido-movimiento" y parece obvio que, a pesar de ser minoritarios en el seno de la formación morada, lo están consiguiendo, incluso en contra de la voluntad de muchos de los dirigentes de aquella, que tienen una visión jerárquica, monolítica, incluso autoritaria de partido.   

Los anticapitalistas cultivan una especie de autoconciencia de motor teórico y moral de Podemos. Son y no son parte de él. En su día se les exigió disolverse en la organización pero no lo han hecho y se mantienen como un grupo cohesionado, dinamizador y con una capacidad especulativa y riqueza conceptual muy superior a las de Podemos.  Este presenta un peligro de hiperliderazgo, que no rinde cuentas y que se añade al que supone la falta de costumbre de gente que pasa de ingresos muy bajos a tener nóminas de 3.000 euros en sus cargos públicos. Se da un riesgo cierto de un cambio de elites y no de régimen, cosa que se echa de ver en la recurrente tendencia de los sectores más autoritarios de convertir Podemos en una "máquina de guerra electoral" (p. 37), a lo que todos los anticapitalistas se oponen denodadamente. 

Hay puntos en los que los trostkistas insisten a base de aportar experiencias y hacer elaboraciones de considerable calado:  José María González, "Kichi", alcalde Cádiz, aporta interesantes reflexiones sobre el municipalismo en la vertiente práctica y la teórica. Paula Quinteiro hace lo propio con lo que considera la nueva ola de feminismos y abunda en el  criterio por el que la acción emancipadora solo puede avanzar a base de feminizarse.  Los economistas Daniel Albarracín y Raúl Camargo, ambos en la tradición de la Economía Política marxista que se remonta a Ernest Mandel y cuenta hoy con exponentes como Anwar Shaik. Los dos son consistentes y precisos, sin rehuir las cuestiones más problemáticas de la disciplina, como hace en general Podemos, cuyos postulados en asuntos económicos son difusos o absurdos por su afán de no perder votos. Albarracín no rehúye la cuestión de la nacionalización de los medios de producción. A su vez, Camargo crítica cómo, a causa de sus obsesión electoral, Podemos ha ido moderando su programa económico en materia de impago de la deuda (y la auditoría ciudadana) y la nacionalización de los sectores estratégicos (p. 148). 

Por supuesto, los Anticapitalistas tienen elementos en común con Podemos, como el objetivo de democratizar la política y la economía. Pero también hay sus diferencias. Una de las más llamativas es el derecho a decidir de Cataluña y otras naciones del Estado que Anticapitalistas defiende en las convicción de que los discursos populistas sobre la "patria" no han funcionado (p. 39). En realidad, para ellos Podemos no entiende la cuestión nacional catalana, lo que los obligará  a hacer mucha pedagogía (p. 52).

En Anticapitalistas quieren repensarlo todo. Su propuesta es un partido-movimiento, articular fuerzas sociales y populares vivas, construir comunidades desde abajo, no una alianza de partidos o un "aparatillo mediático-electoral". Se conciben como una organización de vanguardia, que dinamiza procesos más amplios, en concreto Podemos, en donde compite con otras corrientes, entre ellas la dominante jerárquica, autoritaria, de raigambre comunista/estalinista procedente de IU, bajo la advocación de Iglesias, inspirado por referentes intelectuales como Anguita y Monereo. Frente a ella, otra más flexible y democrática a medio camino entre el neopopulismo y la socialdemocracia, representada por Errejón y que cuenta más o menos con los mismos apoyos. No deja de ser gracioso que el fiel de la balanza lo tenga este más o menos 10 por ciento de Anticapitalistas, imbuidos de espíritu crítico, sin prejuicios, convencionalismos ni servidumbres. Lo cual no implica que este crítico esté de acuerdo sin más con los postulados de Anticapitalistas. A su parecer son los más elaborados, inteligibles y concretos en el conjunto de un discurso general de la organización morada bastante vacuo e incoherente, centrado en imponer su visión de sí misma como intérprete privilegiada de la realidad. Una pretensión de exclusividad que la izquierda teóricamente más consistente había abandonado hace algún tiempo. Ese afán de comprender la realidad en lugar de hablar de sí mismos como depositarios de la razón es lo que convierte a  los anticapitalistas en los más respetables e interesantes pero también en los más conscientes de la dificultad de un empeño para el que todavía falta muchísimo. 

Si personalizamos las tres opciones en sus cabezas más representativas, Urbán (y Jaime Pastor en un discreto segundo plano), Errejón e Iglesias, veremos la paradoja de que haya una relación inversamente proporcional entre el valor intelectual del personaje y su visibilidad mediática. El más sólido, con mayor amplitud teórica, más audacia intelectual, ingenio y sentido de la innovación es Urbán (y, por supuesto, Pastor, hombre de rara coherencia) a quien no es frecuente ver en los medios. También intelectualmente valioso, aunque no tan original ni profundo, aparece Errejón, a su vez, rostro muy frecuente en los televisores. Por último, el dueño absoluto del ámbito mediático, el rostro que casi monopoliza el símbolo de Podemos, Iglesias, es el que carece de todo discurso original, ingenio o audacia conceptual y solo es capaz de articular ideas en apariencia rompedoras pero manidas y sistemáticamente copiadas. El poder de la imagen tiene sus límites.

dimarts, 20 de desembre del 2016

El éxito de Europa es su fracaso

Miquel Seguró y Daniel Innerarity (eds.) (2017) ¿Dónde vas Europa? Barcelona: Herder. 261 págs.
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Creo que es la primera vez que hago una reseña de un libro que aún no ha salido. Estará en las librerías, como su fecha de edición indica, a primeros del año que entra. Si la saco ahora es porque, tratándose de una obra en la que escriben bastantes autores (18 en total), uno de ellos es Palinuro, bajo su seudónimo de Ramón Cotarelo y, claro, ya está quemándome en las manos. El editor, Raimund Herder, me dijo que me esperara a enero cuando la obra estuviera distribuida. Sabia decisión esta de "embargar" (como se dice en el mundo de la prensa) un libro porque, si sale en diciembre de 2016, al raudo paso de la vida cultural, en enero de 2017 ya será un libro del año pasado y las publicaciones periódicas lo considerarán "amortizado". De esta forma, con un poco de paciencia, se le da un plazo mayor de vida del año completo, como es justo. Por mi parte, aseguré al editor que, cuando estuviera en librerías, volvería a dar cuenta de él.

El libro que han compilado los filósofos Miquel Seguró y Daniel Innerarity reúne 18 breves ensayos de otros tantos autores, en su mayoría asimismo filósofos, aunque también hay sociólogos, periodistas, algún politólogo y algún político y hasta un cardenal de la Iglesia. Todos ellos aportan su visión de alguna cuestión europea con absoluta libertad de tratamiento. El resultado es estimulante por la variedad de asuntos y enfoques, si bien se manifiestan dos elementos en común, uno en todos los autores (somos europeos hablando de Europa, a excepción de Chomsky que, en el fondo, también es europeo o todo lo europeo que puede ser un new Englander)  y el otro en la mayoría (la referencia a los refugiados), lo cual le da también carácter europeo. Si alguna objeción cabe hacer es la de la muy escasa presencia de mujeres en la autoría, tres de 18 viene a ser un 16%. Esta Europa sigue siendo muy patriarcal.

Cosa que encaja con el nombre del continente y el correspondiente mito, reproducido en la cubierta con algún añadido de clara orientación simbólica. Las grietas, el tornasolado y el raspado del título, sobre la reproducción del cuadro de Rubens, seguramente trasmiten la idea de lo problemático de la Europa de hoy, la amenaza de ruina, ese nubarrón que baja del cielo y pudiera entenderse como lanzado por Zeus, si no supiéramos que el Olímpico ya figura en el cuadro como autor de la fechoría del rapto. Porque el mito narra un rapto, un rapto de mujer, un episodio presente en la historia de Europa desde los orígenes mismos, incorporado al nacimiento de la epopeya y la poesía épica. La guerra de Troya empieza con un secuestro y el hecho de que a día de hoy siga debatiéndose si Helena se fue con Paris forzada o de grado demuestra que la fantasía sigue viva, animando sucesivas interpretaciones de sucesivos raptos. Porque, además de la fantasía de los pueblos, el rapto fue una forma generalizada de matrimonio primitivo que sobrevivió mucho tiempo simbólicamente como secuestro simulado previo acuerdo con los familiares de la novia. Por si acaso, todos los códigos civiles modernos declaran nulo de pleno derecho el matrimonio por rapto. Un matrimonio por rapto real es en verdad una violación permanente. Y, como tal, como violación, sigue formando parte de las más oscuras pulsiones del Patriarcado al día de hoy. Basta con ojear las estadísticas de violaciones denunciadas. Luego están las otras.

Regresando a la imagen de cubierta, hay en ella igualmente, un curioso bucle también muy europeo. El cuadro que se reproduce fragmentariamente es el Rapto de Europa (1628/29), de Rubens, hoy en el museo del Prado. Felipe IV había encargado a varios meritísimos pintores de la época la decoración de un pabellón de caza en El Pardo, la llamada Torre de la Parada, que quedó después destruida en la Guerra de Sucesión. Al flamenco le comisionaron un buen puñado de lienzos, de los que él se reservó algunas escenas mitológicas, repartiendo el resto entre los colaboradores. Uno de los mitos pintados, El rapto de Europa. El episodio en  concreto es como lo narra Ovidio en las Metamorfosis y bien que resalta la blancura del toro y su carácter suave, manso y pacífico, con esos cuernecitos que más semejan pitones de vaca. Pero Rubens no reproducía a Ovidio (el gran proveedor de motivos para el arte occidental) sino a Tiziano. Había visto las obras del veneciano en España y, en este caso, decidió demostrar su admiración haciendo una copia exacta de aquella otra obra pintada setenta años antes por encargo de Felipe II. La semejanza es total, tanta que he tenido que desojarme para adjudicársela al flamenco porque la testa del toro es idéntica y la parte más visible de Europa y su leve vestimenta, también. Es en el desnudo en donde la relativa tersura de la piel del renacentista tardío se convierte en las morbideces del barroco. Y todo es Europa, en donde se siguió pintando el rapto de Europa hasta hoy. Me parece que el último rapto que he visto de la bella princesa fenicia es el de Fernando Botero. 

Su mito sigue alimentando el logos contemporáneo. Convertida en reina de Creta (Zeus es poderoso), Europa dio a luz a Minos, Radamanto y Sarpedón. Minos es, en creencia extendida, el del Minotauro y, con su hermano Radamanto, se reparte la tarea de juzgar a los muertos, en la que les acompaña Eaco.  Hay quien dice que Minos juzga las almas que vienen de Occidente y Radamanto las que vienen de Oriente. Europa, madre de los jueces de los muertos. Curiosa imagen.

El libro, por supuesto, trata de muchísimas más cosas y en él late un sentiminto general de alarma, como si el continente estuviera en un momento crítico, crucial, amenazado por una catástrofe. Los refugiados son su metáfora más evidente, pero la conciencia de catástrofe, de impending doom, viene asimismo de otros cuarteles. Pero algo se hace evidente: la catástrofe puede advenir paradójicamente porque el éxito de Europa funciona como un foco de atracción de los damnés de la terre.

Pero ese será el tema de la segunda parte de la reseña, cuando salga el libro.

dilluns, 5 de desembre del 2016

Visión de la independencia de Cataluña

Albert Carreras (2015) Volem l'independència? Reflexions per al futur immediat. Barcelona: Base, 142 págs.
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La polémica sobre la independencia de Cataluña es la cuestión política de mayor envergadura que se debate hoy -y desde hace bastantes años- en el Estado español. No querer verlo es uno de los más claros síntomas de la incompetencia de la clase política estatal.  En efecto, es tema que se elude, no se menciona, se evade. El contencioso apenas cuenta con bibliografía en España, pero sí la tiene y abundantísima en Cataluña. Los políticos españoles no quieren encarar el problema. Sus intelectuales, que se piensan clase "universal", prefieren enmudecer antes que decidir entre su "universalismo" y su "nacionalismo".  La ciudadanía, abundantemente desinformada por unos medios sesgados a extremos inverosímiles, tiene un grado de desconocimiento asombroso. 

En Cataluña, en cambio, es al revés. La independencia es el "tema de su tiempo", la que orienta la actividad de sus instituciones, alimenta el debate público y es motivo de atención preferente en sus medios de comunicación Y muchos de sus intelectuales, directamente implicados, producen abundancia de libros desde todas las perspectivas y analizando todas las circunstancias, explicaciones, cálculos, previsiones y consecuencias.  Albert Carreras, catedrático de Historia de las Instituciones Económicas de la Universidad Pompeu Fabra y convencido independentista, aporta el suyo.  Es un libro breve, sucinto, que va al grano y expone en términos claros las razones del independentismo y los medios políticos de que ha de valerse para conseguir su objetivo. Es casi un libro programático.

Carreras sintetiza en tres bloques las razones de la independencia: 1) la identidad nacional; 2) los  agravios económicos; 3) la hostilidad del Estado español. La identidad nacional (la lengua, los usos, las costumbres, la cultura, etc) solo puede salvagardarse disponiendo de un Estado propio. Como historiador echa mano del conflicto de 1640 y concluye que a Portugal le salió bien lo que a Cataluña no y de ahí se siguen los acontecimientos posteriores hasta el día de hoy.

En cuanto al desequilibrio económico territorial, Carreras entra en un terreno que normalmente no se menciona por razones políticas tácticas. En efecto, además de señalar la desigualdad de trato en materia de déficit fiscal contemporáneo, como hace la mayoría de los análisis de este tipo, plantea a las claras la situación de privilegio del Concierto vasco y el Convenio navarro (p. 34), asunto en el que incide varias veces para llevar al lector a la convicción de que, en el fondo, la cuestión es de mala articulación del Estado español en su conjunto puesto que si el Concierto y el Convenio se extendieran a todas las Comunidades, el país sería inviable. El coste de hacerlo viable, viene a decir Carreras, es someter a Cataluña a un régimen de práctico expolio no reconociéndole derecho a concierto alguno.

Así, mientras el PV y Navarra son fiscalmente independientes, la financión de la Generalitat es siempre insuficiente (p. 51) porque los cálculos (las famosas cuentas territorializadas) son siempre perjudiciales para Cataluña y muy favorables para Madrid que se beneficia del efecto capitalidad. Y sobre todo por la permanente hostilidad del Estado hacia Cataluña, cosa que se observa en las prioridades de gasto, inversiones, obra pública, etc. Ejemplos recientes apabullantes, las decisiones de AENA respecto a los aeropuertos del Prat y de Barajas y el AVE (p. 64). 

La ruptura del "consenso de la transición" con la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010, que niega la condición nacional a Cataluña y ya había comenzado con el hostigamiento desde el PP a partir de 2010 (p. 71), es el acicate que impulsa la nueva reivindicación independentista hasta acercarse al 50% del electorado. Parece un buen momento para conseguir el Estado propio. Y, justo ahora (el libro está escrito en 2015) las fuerzas independentistas se dividen. En la disyuntiva de primar el eje nacional frente al social, los independentistas, lamenta Carreras, prefieren el segundo al primero. Y sin unidad de esas fuerzas independentistas, tanto en las instituciones y partidos como en la sociedad civil, no habrá independencia ni, por tanto, Estado propio, ni cuestión social que atender.

A ese objetivo se dedica la segunda parte de su libro titulada "Estrategias de la independencia" y que, en realidad, se reduce a una sola recomendación: mantener la unidad, formar una sola candidatura en todos los procesos electorales: elecciones locales, autonómicas, generales o europeas. Hay que estar en las instituciones españolas pero hablando con una sola voz, la de la petición de un referéndum.

Después de una especie de digresión sobre la robusta historia del nacionalismo catalán, con expresa remisión a la obra clásica de Pierre Vilar Cataluña en la España moderna y una mención a las enseñanzas de la experiencia escocesa, el autor considera todos los procesos electorales mencionados uno a uno para argumentar que la unidad es indispensable en todos ellos. ¿Qué harán los catalanes en Madrid? Luchar por el referéndum. La voluntad independentista ha de mostrarse en todas las elecciones. Ganándolas todas. Hasta conseguir ese objetivo del referéndum (p. 132). El independentismo se presenta pacífico y democrático. Y viable.

En algún momento considera Carreras la posibilidad de que, por las razones que sean, el Estado se avenga a negociar y, al final, en efecto, se negocie algo, tipo Concierto, por ejemplo. Es una hipótesis que se maneja mucho, aunque con escasa base porque el Estado no ha mostrado hasta la fecha voluntad negociadora alguna. En todo caso, Carreras que, como economista, es hombre práctico, recomienda aceptar lo que se negocie. Como hombre realista, al mismo tiempo, también recomienda insistir en la reclamación del referéndum porque recuerda que los pactos con el Estado español deben blindarse ya que depender de su voluntad es, en realidad, estar vendido.

diumenge, 20 de novembre del 2016

El socialismo revenido

Javier Paniagua Fuentes (2016) El socialismo. De la socialdemocracia al PSOE y viceversa. Madrid: Cátedra, 370 págs.
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En estos momentos de zozobra del socialismo europeo en general y español en particular, este libro será de gran ayuda para todos los interesados en la materia. Para los militantes, los dirigentes y también para los analistas, los dedicados a las cuestiones teóricas de la izquierda y los meros espectadores. Es un ensayo de amena lectura en el que el autor entrevera con pericia tres tipos de relato. Uno es una narración histórica del socialismo español desde la victoria electoral de 1982. Otro son reflexiones doctrinales sobre la socialdemocracia en general que arranca de la polémica del revisionismo a primeros del siglo XX. El tercero son vivencias personales, un fondo autobiográfico pues el autor es historiador, profesor universitario y miembro del PSOE, habiendo ocupado cargos de Dirección General en la CA valenciana y sido diputado por Valencia durante cuatro legislaturas. De todo ello doy fe porque lo conozco desde hace muchos años. No se crea que la amistad haya de condicionar mis observaciones sobre el libro, por aquello de "soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad". Un enunciado que carece de sentido en la época posmoderna cuando, según los filósofos, la verdad no existe. Y, si lo dicen ellos, que llevan más de dos mil quinientos años buscándola, algo de eso habrá. 

El comienzo, la reflexión teórica sobre la socialdemocracia en Europa, vincula esta al Estado del bienestar y llega luego hasta la crisis ante el asalto neoliberal de los años 1980. Justo cuando los demás están de retroceso, los socialistas españoles emprenden su primera experiencia jamás de gobierno en solitario. El empeño del PSOE era establecer en España un régimen "homologable" al de las democracias europeas. Ahí hay un punto de discusión sobre si realmente lo logró o no. En opinión de este crítico, no y España sigue siendo el enfermo de Europa, el que no acaba de encajar. Muy significativa la referencia de Paniagua a la idea de Sergio Gálvez de que el PSOE hizo en el siglo XX la revolución burguesa del XIX (p. 137). Es una manera de darle perspectiva a la antigua obsesión hispana. Pero resulta insólita, como una perspectiva de Escher. El complejo original de la falta de revolución burguesa no se resuelve con una traslación siglo y medio más tarde. La burguesía española nunca tuvo aliento para enfrentarse a la hegemonía ideológica y material de la oligarquía nacionalcatólica y el PSOE tampoco. Además, no es cosa de un partido.

El capítulo dedicado a los casi catorce años de gobierno socialista -que hoy parecen del tiempo del califato- tiene abundancia de referencias personales. En general estas pululan por la obra, referidas al ámbito académico y al político, y suelen ser con un fuerte punto crítico adobado con cierta ironía. La que probablemente da encontrarse en la distancia anímica de la jubilación. En algunas de las andanzas que Paniagua narra anduvo este crítico por medio. En los encuentros de Xàbia, que entonces se llamaba Jávea, y en los primeros tiempos del Programa 2000. Y también doy fe de lo que el autor narra con desenfado. Añado que se queda corto. El programa 2000 nació muerto. Por lo demás, el retrato que hace de Alfonso Guerra, presentado como el personaje detrás del personaje, es bastante atinado por lo que se sabe. En cuanto al llamado "felipismo", un supuestso estilo de gobierno personal y arbitrario que otros, peor intencionados, llamaban el felipato, Paniagua mantiene un tono escrupulosamente académico y reconoce la parte de fabulación y campaña de acoso que tuvo toda la historia.

En la España de hoy y de siempre era inevitable una referencia a la cuestión nacional que permite al autor repasar las polémicas en el socialismo desde los tiempos del austromarxismo. Después se aborda la más específica cuestión del catalanismo y el PSOE. En el momento actual, en que parece haber un enfrentamiento entre el PSOE y el PSC, el recordatorio de Paniagua de que el  PSC había sido decisivo para que el PSOE pudiera tener las mayorías absolutas de 1982, 1986 y 1989 (p. 213), suena a toque de difuntos. La intratabilidad de la cuestión nacional en la izquierda española ya se mostró con el caso del PCE/PSUC, pero esa experiencia no parece haber servido de nada y los socialistas se aprestan a mostrar que así ha sido. Sin embargo, o el PSOE se acomoda a la plurinacionalidad o será difícil que vuelva a gobernar y eso si la presión de la otra izquierda se lo permite.

El capítulo más extenso de la obra (más de cien páginas) se lo llevan los gobiernos de Zapatero y los años posteriores. Paniagua es muy crítico con la peana "republicana" que le proporcionaban las teorías de Philip Pettit. Pero reconoce que el campo estaba yermo y que las otras dos opciones hasta entonces en boga, la "tercera vía" de Giddens/Blair y el "Nuevo Centro" de Schröder ya se habían apagado. El civismo republicano apuntaba al interés de Zapatero por lo que pueden llamarse políticas "ideológicas" o "superestructurales", siempre más brillantes: la legislación en materia de igualdad efectiva de género, los derechos de las minorías, por no hablar de la incursión en territorios vedados a España desde hacía siglos, como la propuesta de la "alianza de las civilizaciones", una especie de frágil, precipitada y trivial quimera. Se añadían criterios de generosa justicia social, al ocuparse del bienestar de los más débiles, los dependientes y hasta se procedía con cierta prodigalidad, en una especie de "borrachera del excedente", con los 2.500 € por cada recién nacido y la exención fiscal universal de los 400 euros, dádivas que duraron lo que el consabido pastel a la puerta del colegio y que -y es opinión de este crítico, nada más- tienen tanto que ver con el socialismo como la foca monje.

 Era la socialdemocracia de la abundancia, que brillaba como un faro en Europa pero que, igual que los otros, se apagó en la legislatura siguiente. En esta irrumpieron los sempiternos problemas de España, la cuestión de la memoria histórica y el debate sobre la estructura territorial del Estado. Como siempre. La primera quiebra, precedente de la que llegaría años después con el proceso independentista catalán, fue el "Plan Ibarretxe". Rechazo casi unánime en el Congreso. PP y PSOE votaban lo mismo, como siguen haciendo en este asunto concreto al día de hoy. El argumento que la derecha esgrimió era el de que en el Congreso no estaban representados los territorios, sino el conjunto de los españoles. Y se lo decía a una cámara en la que había representantes territoriales de Galicia, el Paíss Vasco, Cataluña y Canarias. 

Las otras pecularidades del lugar también se mencionan, pero no se subraya su relieve: una es el hecho de que la quiebra terrorista del 11M se viera luego proseguida durante años en forma de una alucinante teoría conspirativa a la que daba crédito la oposición. La otra es la omnipresencia de la corrupción, estructural en el sistema político español, que es un sistema de oligarquías y caciques. Podía ocupar más espacio en el libro teniendo en cuenta que el autor, aunque ceutí de nacimiento, es valenciano por enraizamiento y la Comunidad Valenciana ha sido el Chicago años 30 de la corrupción. La verdad es que, viendo lo que vino después, se entiende que Zapatero tardara seis meses en pronunciar la palabra "crisis". Debía de estar avisado.

La actualidad del PSOE la ve el autor ahora en gran medida a la luz (o la sombra, más bien la sombra) de Podemos. A lo mejor sus hijos, como los de Borrell, son votantes de los morados. Pero de nuevo aquí muestra Paniagua el ojo crítico e interpreta el auge de Podemos en clave de pinza a la antigua usanza de los comunistas y el PP, en lo cual cita a Palinuro (p. 332), que es personaje bienquisto en esta casa. Efectivamente, desde el momento en que Podemos se echó en brazos de IU (a la que no había conseguido fagocitar por entero, cual era su intención) sellaba su destino por abandonar el curso medio que llevaba entre el comuismo anquilosado de IU y la socialdemocracia neoliberal del PSOE, Escila y Caribdis, ya se sabe.

En fin, un gran ensayo sobre la actualidad con perspectiva, empaque y escrito con distanciamiento simpatético y gran agilidad. No creo que ningún lector ecuánime encuentre muchas razones para discrepar.

dilluns, 3 d’octubre del 2016

Feminismo en clave de humor cruel

Natza Farré (2016) Curs de feminisme per microones. Barcelona: Ara Llibres (168 págs.)
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Natza Farré es una periodista autónoma (en el sentido fiscal, según ella misma aclara) de gran capacidad de comunicación. Por la originalidad de su trabajo, el desenfado de sus exposiciones, lo penetrante de sus juicios y su rara sensibilidad. De ese batido puede salir un libro tan particular como este. La autora lo concibe como un manual de instrucciones y lo considera un curso de feminismo. Escribir un ensayo sobre el feminismo, materia grave y de enjundia que suele motivar tratados de doctrina sociológica, filosófica, jurídica, histórica, recurriendo al manual de instrucciones de un microondas, requiere atrevimiento... y seguridad. Quizá solo pueda hacerse empleando el humor del principio al final. ¿Qué humor? Todos, el seco, el negro, el sarcástico, el irónico y hasta el sardónico. Vamos, que a fuerza de reír se sale llorando del libro. Por supuesto, de lo que menos se habla es del microondas.

El curso tiene cuatro niveles o grados. El nivel básico es como una declaración genérica de principios. El feminismo es la revolución  de hoy, en la que estaría bien que ayudaran los hombres. Pero no son imprescindibles. Basta con que no estorben. Es generosa actitud, pero desesperanzada. Los hombres estamos hechos para estorbar. Las mujeres también. Lo tenemos en común. Ayuda, es verdad, y Farré lo señala, que ya se nos empieza a encarrilar en los roles de género con los cuentos, los juegos y juguetes. 

En el nivel elemental se muestra lo irritante que es el juicio de las personas en función de sus atributos sexuales. Relata la impresión que le produjo un artículo titulado "10 cosas que tu vagina intenta decirte" y se imagina su vagina diciéndole cosas que no querría oír (p. 43). Me vino a la memoria un curioso libro de Diderot, en realidad su primera novela, escrita en 1749,Les bijoux indiscrets (Los dijes indiscretos). El sultán del Congo, Mangogul, desconfiando de la fidelidad de sus concubinas, se hace con una sortija mágica que, si se frota y orienta hacia las partes de una mujer, la vagina de esta comienza a hablar en voz alta sobre sus devaneos amorosos para corrimiento de su dueña e información del sultán. No hay acuerdo sobre el sentido exacto de la novela del ilustrado. Por lo demás, a los hombres también les pasa algo parecido: los penes parlantes aparecen de vez en cuando en la historia de la literatura. Una de sus últimas manifestaciones, Yo y él, de Alberto Moravia.

Los medios de comunicación perpetúan los prejuicios sobre las mujeres, a pesar de que el 60% de las estudiantes de periodismo lo son. Pero no pintan mucho por su condición femenina. En el orden mundial, solo el 27% de los cargos directivos en los medios son mujeres (p. 47). Como consecuencia. también el acceso de las mujeres a los espacios de opinión de los medios está restringido. Esto, a su vez, está relacionado con la llamativa brecha salarial por razón de sexo. Hoy se escucha una contracrítica en el sentido de que las ocupaciones con mayor responsabilidad las ocupan hombres porque están mejor preparados. Pero eso no es cierto y, aunque lo fuera, sería una prueba más de una situación circular: cobran menos por estar peor preparadas y están peor preparadas por cobrar menos.

El nivel medio aborda las contradicciones más claras de la situación. Aquellas en las que todo el mundo dice una cosa, hace la contraria y nadie porfía. El ejemplo con que abre el capítulo es apabullante: en el primer gobierno de Tsipras, esperanza blanca de la izquierda europea, ni una mujer (p. 71). Palinuro también lo hizo notar desde el primer día: un gobierno de siete machos y mucha gente argumentaba lo que siempre se aduce en estos casos, que hay cosas más importantes. Siempre hay cosas más importantes cuando se trata de cumplir con lo que se cree. Eso pasa mucho con las situaciones de conciliación (p. 79) o con la forma en que las mujeres perpetúan la sumisión cuando dicen que sus maridos las "ayudan". Los maridos, según la autora, no "ayudan", sino que cumplen con su deber (p. 102). La idea de que la mujer solo se realiza a través de la maternidad le parece a Farré tan falsa y tan persistente como la teoría geocéntrica. Incluso cita a Galileo (p. 94). Y puede llegar hasta hoy, cuando decimos que el sol sale y se pone. El lenguaje es el depositario de los errores de la especie. En lo cósmico, en lo social, en lo sexual, en todo.

Por eso, el nivel alto del curso de feminismo se refiere a la la cultura. Con especial hincapié en la lengua. El lenguaje condiciona nuestra vida. "Te vistes como una puta", "los hombres son más racionales, las mujeres , más emocionales". Dos ejemplos citados por la autora entre los cientos de miles que podría aducir. Por eso, concluye, los hombres matan a las mujeres (p. 139). Los diccionarios, depósitos de los dislates lingüísticos más ancestrales, hacen su aparición. El conocido ejemplo de las dos acepciones de "hombre público/mujer pública" (p. 136). Sin duda alguna; la lengua es misógina y su base es convertir al género masculino en la medida de todas las cosas. No el Hombre, como quería significar el filósofo, sino el varón, el vir que está en la raíz de virtud. Desde luego, corregir ese sesgo esencial es tarea ciclópea. Detiénese la autora brevemente a señalar con guasa los nombres de las mujeres: Misericòrdia, Consol, Empar, Dolors, Concepció, Socors (p. 139). Ignoro si existe "Angustias" o "Martirio" en catalán o son productos del maximalismo castellano o del cante jondo.  

Hacia el final, el humor que se ha derrochado a lo largo de la obra toma tonos más siniestros y trágicos. Se trata la violencia de género y de la situación de las mujeres como botín de guerra en todas partes (p. 149). Y en este momento hay más guerras que nunca por doquier y millones de desplazados. El 98% de víctimas de la explotación sexual de 4,5 millones en el mundo son mujeres. Respecto a la prostitución, los datos son escalofriantes: solo un 5% de las mujeres la ejerce libremente (p. 151). Que cada cual extraiga sus conclusiones.

Corona el libro un certificado cuyo punto central es una reflexión sobre el frecuente insulto de feminazi. (p. 159). Está claro que, cuando ese término se emplea en un debate, se aplica de inmediato la ley de Godwin y su consecuencia: el debate se ha acabado.

Lean el libro de Farré, respondan a los ejercicios de autoevaluación y sin hacer trampas, como pide la autora y vean en qué grado de feminismo se encuentran.


dijous, 8 de setembre del 2016

El misterio del lenguaje

Josep-Lluís Navarro Lluch (2016) Teoria lul.liana de la comunicació. L'edifici de les Llengües, 1. Argentona: Voliana edicions. 346 págs.
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A raíz de un comentario de Palinuro sobre una exposición reciente de Ramon Llull en Barcelona (El primer panopticón: Ramon Llull), el autor de esta interesante obra se puso en contacto conmigo y me la hizo llegar. No es de lectura fácil y se aparta algo de los terrenos por los que suelo transitar, pero se trata de un trabajo de gran interés y que incide sobre un asunto de actualidad en el campo de los fundamentos filosóficos y lingüísticos de la comunicación. Hoy prosperan los comunicadores políticos, que casi han monopolizado el terreno y se impone la comunicación política como subdisciplina hegemónica y de la que muchos obtienen grandes rendimientos y pingües beneficios. Pero la comunicación política no es sino una subdivisión de la comunicación en general como aquello que nos hace propiamente humanos y es contenido a su vez de la lingüística, cuyas repercusiones en la filosofía son de sobra conocidas. Recuérdese que todavía no somos capaces de dilucidar la cuestión de qué dependa de qué, si el pensar del hablar o el hablar del pensar.

Navarro Lluch encaja su teoría lluliana de la comunicación dentro de un proyecto mucho más ambicioso que pretende ser una teoría lingüística sistemática y cuyo nombre general es el edificio de las lenguas, una obra que, al parecer, tendrá cinco volúmenes, de los que este es el primero. Su proyecto no es menudo: formular un nuevo paradigma o matriz epistémica para enfocar de forma nueva el estudio del lenguaje, partiendo de una concepción que llamaríamos sistémica o holista por cuanto toda la vida humana está hecha de redes de conversaciones. La red humana es lingüística  y todo fenómeno lingüístico es básicamente social. En paralelo con ello hay una permanente referencia a un fundamento filosófico budista al que el autor dice ser aficionado desde la adolescencia y que parece bastante puesto en razón precisamente por esa perspectiva global que adopta.

La novedad del paradigma no implica que no se reconozcan antecedentes y, en concreto, dos de diferente valor y uso en el ensayo: el "modelo global de la realidad" (o Globàlium) de Lluís Maria Xirinacs y la obra no tan conocida como debiera de Michael Polany. En su conjunto es un plan de combate en contra de lo que llama el "lenguajismo", una especie de charlatanería que considera disfrazada de "lingüística científica", "moderna", "ciencia del lenguaje". Se trata de un elemento esencial de la obra que define su construcción propositiva sobre un trasfondo de crítica mantenida a la deriva de la lingüística contemporánea, muy en especial la lingüística generativa de Chomsky, considerado por muchos como "el padre de la lingüística moderna".

El lenguajismo es un reduccionismo confusionista que olvida la tradicional distinción entre hablar y decir, el papel central de la persona, la ambigüedad de la gramática, la imbricación entre palabras y cosas, la noción instrumental e integradora de las lenguas, la dependencia entre lengua y sociedad y la noción instrumental de la lengua, concepción milenaria mucho más útil que la del "sistema de comunicación". Ya desde el comienzo, se baten las defensas chomskyanas, a causa de sus planteamientos innatistas, idealistas y reduccionistas porque el lenguaje es un fenómeno social, inventado (sobre una base de lenguaje prehumano) transmitido de boca en boca por nuestra especie que es más homo loquens que homo sapiens u homo faber.  Sin duda este punto de vista lleva a la ciencia del lenguaje a intentar constituirse en una especie de metaconocimiento que, a través de teorías como la de los actos de palabra, (Searle) y otras quiere dar una respuesta filosófica pragmática a las gran cuestión de lo humano del ser humano. Pero uno tiene la impresión -que luego se confirma a lo largo del libro, ya que los postulados antichomskyanos se reiteran mucho- de que  en buena medida, hay algo de exageración en ese ajuste de cuentas, entre otras cosas porque tampoco están tan claras las diferencias entre el enfoque sistémico y el generativista chomskyano que, además de la competencia innata del habla de las persona, reconoce la formación del lenguaje como actividad social.

Aborda a continuación el autor la teoría lulliana del "sexto sentido"  que a su juicio no solo es una concepción o teoría nueva de la comunicación, sino un salto cualitativo en la historia del pensamiento, un descubrimiento que permite tener una nueva forma de entender la lengua y la comunicación. Conecta el esquema de Llull (Dins-fora-dins) con la obra de Comte (teórico social que no suele aparecer en estos ámbitos de la reflexión) para quien el lenguaje es el conjunto de medios propios para transmitir fuera de nosotros nuestras impresiones de dentro, porque solo enlazando así el fuera y el dentro podemos garantizar a nuestra existencia cerebral la consistencia y regularidad que caracterizan el orden exterior. Recurre el autor a los trabajos de Jacob y Thure von Uexküll que hablan del "mundo interior" y el "mundo circundante" (Umwelt) de cada organismo y su referencia muy apreciativa al Feed-back loop lo sitúa en los umbrales de la teoría general de sistemas de la que sin embargo, no hace mención aunque, obviamente, su planteamiento del lenguaje como expresión y comunicación exterior le lleva a ello. Sí menciona en un par de ocasiones los trabajo de Varela y Maturana, que están en esa dirección, aunque de nuevo, no maneja el concepto fundamental en estos de la "autopoiesis", que resulta decisivo para entender un mundo hecho de mónadas leibnizianas en permanente comunicación. Desde esta posición que parte de la complejidad como factor determinante, el autor  critica e incluso ridiculiza el "lenguajismo" y las teorías formales la comunicación a las que llama "telefonismo" y considera basadas en la simplificación de la teoría matemática de la comunicación de Shannon. Y no se hable ya de los esquemas emisor - mensaje - receptor o el estímulo - respuesta, característico del conductismo. El acuerdo que concita esta crítica a los enfoques simplificados no acaba de disipar la sospecha de que la misma crítica adolece de lo que critica y se lo hace relativamente fácil. La idea de que la realidad es siempre más compleja que cualesquiera modelos está ya templada por la ley de la variedad requerida de Ross Ashby, siempre tan preocupado con la homeostasis de los sistemas.  Está bien y es acertado que Navarro Lluch contraponga le modelo cartesiano y newtoniano que sostiene Chomsky al leibniziano y pascaliano, opuestos a él. Pero de nuevo se percibe una polarización excesiva. Pascal defendió el jansenismo de Port Royal, con su gramática y lógica (a la que, al parecer, hizo importantes aportaciones) ambas bajo la influencia de Descartes. El propio Chomsky habla de su lingüística cartesiana atendiendo a la gramática de Port Royal. Por lo demás, en otro orden de cosas, cierto es que el sexto sentido lluliano es la actividad conceptual intencional e interpretativa de las personas en su contexto social e histórico. La comunicación lingüística es un acto creador continuo y creativo del hablante y el que escucha que así hacen y rehacen el mundo.

El capítulo en el que se traza el arco desde Llull a Polanyi contiene el  corazón del libro. El punto de partida es el Libro del habla de los ángeles, de Llull. El esquema del sabio mallorquín conecta a través de la comunicación tres órdenes distintos: los angeles con las personas (a través de la palabra mental), las personas con las personas por medio de la palabra verbal (todo ello agrupado en Locutio) y las personas con los animales a través de la comunicación prelingüística (todo ella agrupado en el Affatus) (p. 174). Los hombres fabrican su Lebenswelt por medio del lenguaje. Así también aparece en el Globàlium Lluís Maria Xirinacs y, desde luego en la concepción del Meaning, de Michael Polanyi. Frente a la ilusión de conocimiento científico, Polanyi sostiene que todo conocimiento es personal porque todo conocimiento presupone la participación de las personas en su "ser ahí" (in dwelling) y conocimiento tácito, focal o subsidiario y todo conocimiento explícito (focal) está basado en el tácito, que surge para explicarlo, de los hábitos (el habitus en Bourdieu). Cuanto mayor es este conocimiento tácito, mayor también nuestra competencia. Descubre Navarro en García Calvo, por cuyas aportaciones tiene verdadera veneración, el esquema de estructura triádica del conocimiento que también se da en Polanyi (p. 200). Así se consigue lo mismo que hacen el budismo y el taoísmo: superar la dualidad sujeto/objeto a través de la coincidentia oppositorum de que habla Llull. Polanyi no conoció a Llull, pero sí habla del seguidor de Llull, Nicolás de Cusa, que eleva la unión de incompatibles a principio teológico general. El esquema de la relación entre Conocimiento Explícito (CE) y Conocimiento Tácito (CT) es circular: CE/CE - CE/CT - CT/CT - CT/CE. No hace falta recurrir a Heráclito (aunque Navarro lo haga con acierto) para entender que en todo cuanto decimos hay siempre más de lo que decimos o creemos decir, al punto de que incluso tengamos difícil a veces admitir lo que hemos dicho dadas sus implicaciones. Sobre este fondo sobre el que el autor valora la importancia que el budismo da al silencio. Y no solo el budismo. También en Occidente es antiguo adagio el de Aut tace aut loquere meliora silentio. 

Una vez llegados aquí, la realidad luce por sí misma: las personas hablamos con palabras sobre las cosas. Son los elementos básicos del hablar. El triángulo llulliano de la significación (contemplación - referente - cosas) se identifica setecientos años después con el de Polanyi (persona, hablante - palabras subsidiarias - objeto, sentido, foco). Imposible exagerar la importancia de las cosas (temas) porque de las cosas depende el habla: Rem tene, verba sequentur, según se atribuye a Catón el censor. Esta relación entre las palabras y la realidad en Wittgenstein y en Chomsky, es rebuscada y sofista porque reduce a aquellas a ser puro producto de la realidad. Por contra, de acuerdo con la acertada expresión del poeta Joan Brossa, el lenguaje no refleja el mundo, sino que en buena media, lo crea. La triada de Polanyi es el sense-giving, verbalización de la experiencia, el 6º sentido llulliano, el affatus todo lo cual ayuda a resolver nada menos que el problema de los universales. Con una sola palabra el ser humano designa multiplicidad de manifestaciones a base de echar mano al conocimiento tácito: las incontables experiencias de diferentes objetos concretos. 

En el último capítulo sobre la "molécula de la comunicación" que originará el "tetraedro de la comunicación" el autor inicia el estudio de la acción social a través de la concepción pragmática de Peirce con sus tres tipos de signos (indicios, iconos o señales y símbolos) y la vertiente funcional y hermenéutica de Karl Bühler con su doctrina del lenguaje como un organon manifiesto en una triple función a través de: 1) la expresión (relacionada con el hablante y la consolidación de la interioridad); 2) la apelación (pensada para el destinatario, cuya conducta pretende guiar); 3) la representación (que apunta al mundo que quiere describirse, o sea, interpretarse). Bühler coincide con Polanyi en el paralelismo entre la actividad lingüística (o interpretativa) y la percepción o las habilidades tácita Otros autores posteriores han reformulado esta clasificación de las funciones del lenguaje- Jacobson, por ejemplo, las llama emotiva (hablante), conativa (oyente) y referencial (las cosas) y añade la función mágica o "encantatoria", que tiene que ver con el "poder" de las palabras. Todo esto se asimila aa la PNL (programación neurolingüística), esto es, un modelo de comunicación y de la conducta humana que integra tres elementos: 1) establecimiento de una "relación" (sintonía, empatía) que mejore la comunicación con el otro; 2) formas eficaces de recaptar información sobre el universo mental de la otra persona; y 3) estrategias para producir cambios en la conducta y hacer más efectiva la comunicación. Algo análogo, dice el autor al esquema de A. García Calvo en Lalia: 1) personas que hablan y se entienden; 2) cosas sobre las que hablan las personas; 3) una sociedad que resulta de esa relación lingüística entre las personas a propósito de las cosas; 4) el instrumento por el que todo esto se produce, o sea, el lenguaje y el sistema o código que lo rige. Con todos estos elementos y manipulando los del "tetraedro de la comunicación" a base de agruparlos de formas diferentes, Navarro Lluch dibuja los cuatro tipos ideales siguientes: a) la fusión de cada persona con el mundo (una mente que conversa consigo misma, reflexión sobre el mundo, la naturaleza, el experimento científico); b) la fusión de nuevo de cada persona con el mundo pero por la otra parte (cuando un relato, una novela nos absorben por entero); c) la fusión de las personas entre ellas (el amor o la amistad profunda); y d) la fusión de los cuatro elementos en uno solo (fusión definitiva con el mundo y con los otros, la superación de la dualidad y la caída de las barreras del ego). Y así llegamos al "silencio del Buda", cosa que, para un ensayo de lingüística, tiene un punto de provocación filosófica.

Termina Navarro Lluch este primer volumen de su opus en su actitud batalladora contra la lingüística cartesiana, que considera una de las mayores imposturas intelectuales del siglo XX (p. 344). Su empeño será en los volúmenes siguientes construir una alternativa, una lingüística leibniziana o pascaliana para el siglo XXI que rescaten el paradigma jerárquico y la sabiduría antigua y ofrezcan una renovada matriz epistémica que dé cuenta de las lenguas humanas y su complejidad en su misterio y en sus múltiples conexiones con todo lo que es mental y social. El programa no carece de ambición, pero no habría conocimiento sin ambición. Los fundamentos están echados, aunque a veces no muy ordenados. Es de esperar que fructifiquen en la obra posterior y disipen la intuición de que la rebelión frente al intento de someter a análisis científico el origen mismo de la creación termina descubriendo en esta un factor de irracionalidad sobre el que no cabe decir nada.