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dijous, 17 de març del 2011

Japón : EL zen y el apocalipsis.

Apocalipsis, esa fue la palabra más usada ayer por los medios sin duda para tranquilizar a la gente que, como era de suponer, está más nerviosa en California que en Tokio. Muchos comentaristas señalaban asombrados que no se vieran escenas de pánico, de histerismo, de pillaje, de muertos recogidos por los vivos y se preguntaban cómo puede la población tener esa serenidad, esa presencia de ánimo. Ya han comenzado a aparecer los expertos explicando las profundidades insondables del espíritu nipón. Un terremoto altísimo en la escala Richter, un tsunami con olas de 10 metros y una catástrofe nuclear con cuatro reactores a punto de reventar y ahí están los japoneses haciendo cola en el supermercado o evacuando disciplinadamente las zonas de peligro.

Los japoneses no tienen religión en el sentido en que se entiende en Occidente como una relación de los mortales con un dios todopoderoso, irascible, celoso, terrible, con guerras santas, infiernos, castigos espantosos, amenazas sin cuento, fines cataclísmicos del mundo, terrores del milenio y el séptimo sello. No hay dios y, por tanto, tampoco hay temor de dios. En la medida en que el sincretismo japonés es un conjunto de creencias se compone por un lado de una liturgia cívica de honra a los antepasados, relaciones armónicas con los coetáneos en sistemas formales de castas en el que se ha generalizado el código del bushido, la vía del guerrero, cuyo principio fundamental es que hay que vivir sin miedo a la muerte. Tiene gracia que esa sea la conclusión a que llega la filosofía occidental cuando por boca de Heidegger dice que el hombre es un ser para la muerte porque, por otro lado, en el aspecto metafísico, la creencia japonesa no es religiosa sino filosófica. Precisamente en la idea de la muerte está la diferencia: en el existencialismo heideggeriano esa lucidez conduce a la desesperación y el absurdo de la existencia mientras que en el mundo mental altamente moralizado del Japón a través del budismo y de su versión Zen lleva a la búsqueda de la sabiduría y el logro de la perfección. O sea, nada que ver.

Los japoneses, como los chinos y otros orientales, son un arcano para los occidentales. Suele decirse a título de consolación que lo peculiar de los occidentales es la ciencia. Pero eso es falso primero porque la ciencia no reconoce divisiones políticas y/o nacionales y segundo porque los orientales han demostrado tener un espíritu científico igual si no superior al occidental. Es decir, que la consolación es breve. Viene luego el aspecto melodramático, nuestras creencias religiosas repletas de supersticiones, desvaríos, terrores y claudicaciones de forma que, como han señalado muchos filósofos de Schelling en adelante: la educación científica de los occidentales no ha ido al paso de la moral. Occidente es un gigante científico y un pigmeo moral, a pesar de que vaya por el mundo impartiendo unas doctrinas que empieza por no aplicar en casa.

Añádase a la deficiencia ética la miseria estética, el amor al melodrama, la hipérbole sentimental, la afición por lo truculento, esa visión teatral y catastrofista de la vida que hace que los occidentales anden temiendo el apocalipsis a cada vuelta del camino. Veníamos del temido apocalipsis del sida y caímos en los terrores del año 2000, cuando toda la red informática del planeta iba a reventar; no pasó nada pero enseguida se suscitaron los terrores colectivos de la gripe aviar y luego la porcina. Ver a la gente por la calle con máscaras de cuando el tatarabuelo combatió en Verdun era como un inútil aviso al retorno al sentido común.

Ahora amenaza el apocalipsis nuclear y los japoneses parecen no enterarse de que, si las cosas van mal, este será el mundo de Mad Max y eso en el mejor de los casos. ¿O sí lo saben pero también saben, como podrían saberlo los occidentales si leyeran más a Epicuro y admitieran que, como este enseña, el miedo a la muerte -lo único real que hay bajo los terrores apocalíptios- es absurdo por aquello tan célebre de que cuando yo estoy, ella no está y cuando ella está, yo no estoy?

Los dioses libren a Palinuro de frivolizar, trivializar o minimizar la gravedad del momento que vive la humanidad. Pero está claro que de nada sirve desesperarse ante las posibles consecuencias de un fenómeno cuyo alcance se ignora y seguirá ignorándose si no se es capaz de refrenar los nervios y mantener el ánimo. Incluso en los términos científicos que los occidentales decimos emplear: es imposible encontrar una solución a un problema que no se comprende. Puede ser que el riesgo nuclear japonés acabe en una catástrofe irreversible; pero vamos a esperar a ver si es así sin perder la cabeza. Cosa muy difícil de conseguir cuando una copiosa vía de negocios de los medios, sobre todo la prensa escrita, es alimentar la fiera de la truculencia a base de hablar del Apocalipsis, de Armaggedon, de Ragnarok. De aquí a las procesiones de flagelantes que, como es sabido jamás sirvieron para nada, no hay gran trecho.

Lo que sí hemos sacado de momento en limpio es que el inaguantable debate sobre la energía nuclear se ha cerrado ya: no, gracias.

(La imagen es una foto de Pinboke_planet, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 3 de juliol del 2009

La política nuclear.

La diferencia que hay entre ecología y ecologismo es la que hay entre la ecología y la política. Con la energía nuclear ocurre lo mismo, la diferencia existe, pero no es tan sencilla de visualizar. Salvo que a uno se lo pongan a punto de caramelo o como a Fernando VII (o a Felipe II, que hay discusión entre los especialistas en esto como en todo lo demás) diciendo, por ejemplo, como acaba de hacer el ejecutivo que se cerrará Garoña en 2013. Esto es lo que se llama encaje de bolillos presidenciales. El resultado de la medida es trino en potencia como corresponde a la potencia tridentina: a) Garoña se cierra, cumpliendo el programa electoral del PSOE (en 2013); b) Garoña no se cierra (de momento) porque no hay que aumentar el paro; c) la decisión final habrá de tomarla quien gane las elecciones de 2013, que puede ser el PP y también puede ser el PSOE con otro candidato. El Gobierno se ha quitado de encima la empanada de la energía nuclear sobre la cual no hay unanimidad ni en su propio partido como se ve escuchando al señor Felipe González, a quien se va a pasar de llamar "Mr. X" a llamar "Mr. Positrón".

Es de esperar que el resto de las actividades de Gobierno no se hagan tan pensando en el futuro y se atengan más a la realidad presente. Que, además, es de manual. Porque en los demás países, en los que la tasa de paro es la mitad que la española o la mitad de la mitad, cabe decir que el keynesianismo está muerto precisamente porque no hay paro sobre el que actuar. Pero en España nos sobra, y fue el paro, la necesidad de remediar el paro, lo que inspiró el corazón mismo del keynesianismo a través de la Teoría General del empleo, el interés y el dinero . ¿La categoría fundamental? El empleo. Suprimir el paro es aumentar la demanda agregada que es la que tira del crecimiento de la economía. En España no solamente es válido el keynesianismo sino que es lo único que es válido.

(La imagen es una foto de Tolao, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 2 de desembre del 2008

El alma de Repsol y Lukoil.

Este asunto de la compra de Repsol, o de parte importante, quizá decisiva, de Repsol por Lukoil puede verse de dos modos. Uno en el aspecto día a día y de los avatares de las personas que tienen que ver con él y el otro desde un punto de vista más despegado y general, teórico, que se pregunta por las consecuencias de las privatizaciones.

Desde el punto de vista inmediato hay un lío muy difícil de entender, al margen de si merece la pena, acerca de si ha intervenido el Rey, de si el señor Zapatero tiene alguna deuda con don Luis del Rivero, presidente de Sacyr-Vallehermoso o qué diablos pasa.Todo eso, es de suponer, se explicará antes o después pero dejando claro con ello que el asunto es más que una simple compraventa entre dos empresas privadas en un mercado libre porque las intervenciones supuestas o reales del jefe del Estado y del presidente del Gobierno así lo demuestran. No se ve por qué los poderes públicos han de tomar posición en operaciones inter privatos salvo que se piense que no son estrictamente inter privatos. Porque hasta el PP, el partido que sostiene la autonomía del mercado, ha intervenido pidiendo una comisión de investigación sobre Lukoil. En el mercado privado, que yo sepa, a nadie se le ocurre pedir una comisión de investigación para indagar sobre uno de los agentes, el comprador en concreto. Entre otras cosas porque hay un problema de objetivos: exactamente ¿qué tiene que investigar esa Comisión en Lukoil? El mercado libre no investiga a los clientes; se limita a comprobar que tienen dinero. Eso es todo.

Se dice entonces que el sector energético es "estratégico", expresión que debe traducirse por de "interés público" o "nacional" o "patriótico", si queremos ponernos simbólicos. Entonces, por el amor de Dios, ¿por qué se privatizó? La privatización de la estratégica Repsol empezó con Felipe González y terminó con José María Aznar. Me da igual si hay diferencia o no acerca del modo de privatizar; lo que me parece algo indubitable es que los dos partidos privatizaron un bién público estratégico y ahora no saben cómo evitar la catástrofe que ellos mismos provocaron que es que una empresa extranjera compre en un sector estratégico español.

Y el problema es que no hay modo de evitarla, de acuerdo con las doctrinas más preclaras sobre el significado de globalización y libertad de comercio que suponen que una empresa rusa pueda comprar otra española que esté en venta porque para eso la privatizaron y la mandaron a cotizar en bolsa. Así que la metedura de pata está en la privatización de la empresa española. Esa es, me parece, la gran enseñanza de este episodio que, en sus aspectos thriller estilo Pantera rosa son divertidos (que si el Rey o Luis del Rivero) pero no decisivos en relación con los hechos.

Mas no se crea que con señalar esta relación perversa quede resuelto el problema porque éste reside en que, en epoca de globalización, las empresas públicas tampoco pueden blindarse frente a la compra, salvo que dispongan de una condición especial legalmente protegida. Con lo cual los partidarios de la supremacía del mercado sobre el Estado confiesan el fracaso de su doctrina ya en el comienzo. Está claro que sin el Estado no hay mercado porque cuando éste impone su libérrima condición, se libera del Estado, retorna al de naturaleza, donde la vida humana es solitaria, pobre, desagradable, bestial y corta, según decía Hobbes con su habitual sentido de la alegría. De momento está siéndolo de las empresas; luego vendrán los hombres.

Pero nada de eso importa: el ansia de lucro y la codicia de los seres humanos no conocen límites. El razonamiento es claro: primero sobrevivimos, que es un derecho; luego nos enriquecemos, que es otro derecho; y sólo después hablamos de las conscuencias de nuestros actos. Cada cual verá cuánto aguanta en un orden social así. Y cuánto creemos que vayan a aguantar los órdenes sociales aun así.

(La imagen es una foto de Kittykatfish, bajo licencia de Creative Commons).