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dijous, 21 de març del 2013

Ya está bien.

El país está en estado de shock, como si le hubieran administrado una de esas descargas eléctricas, los llamados electroshocks, con los que se creía que se curaba a alguien y dejaban a la gente peor que estaba, pero con mucho miedo.

Según parece y supuestamente, por supuesto, el Rey tenía una amante alojada a cuenta del erario público en un palacete contiguo a su residencia. Esto es algo que puede pasarle a cualquiera, (el tener una amante estando casado, no el usar palacetes de picaderos) y allá cada cual con el rol que interpreta en la comedia: el marido, la amante, la esposa fiel. Las cosas de la vida privada de la gente. Pero es que no es vida privada pues la mentada realizó labores de mediación por cuenta del gobierno español, delicadas, secretas, protegidas por los servicios de inteligencia. Una historia de Mata Hari, que ya es suficientemente pintoresco. Pero es que esta Mata Hari cobraba una comisión del 3% por sus gestiones y en cuentas en Suiza. Cobros opacos, en Suiza, una persona que trabaja "en interés de España" en colaboración directa con la Corona y coordinación con los servicios secretos españoles. Una 007 germánica. ¿Y los asuntos? Complicados negocios de fondos árabes, explotación de energía, pero siempre negocios, alguno de los cuales tiene un sospechoso parecido con una estafa, apadrinados por el Monarca. ¿Y si la amante llevara su amor al extremo de actuar también como broker de su amado?

El Rey tiene un yerno que mejor le fuera no tenerlo porque, con sus aventuras al estilo del neorrealismo italiano, el mozo pone en peligro la continuidad de la institución monárquica.

Del Rey abajo, el gobierno y el partido del gobierno. Docenas de cargos públicos del PP imputados en todo tipo de ilegalidades, estafas, malversaciones, etc. Por doquier, en Baleares, Valencia, Madrid o Galicia. La trama Gürtel es una empresa de corrupción de tamaño industrial y parte de sus fechorías ha sido contribuir supuestamente a la financiación ilegal del partido, la peor forma del juego sucio. A la Comunidad de Madrid le queda por explicar si FUNDESCAM pagaba los gastos electorales del PP.

Y algunas personas dentro del partido. El extesorero, muy en la línea de los anteriores ocupantes del cargo, se ha enriquecido y tiene además a la plana mayor del PP, según parece, cogida por el gañote. Ahí están las balbuceantes, absurdas, comparecencias de Cospedal, Floriano, Pons y el silencio aterrorizado de Rajoy. Solo así se explica que se haya seguido pagando un suculento sueldo a Bárcenas el innombrable de 23.000€ al mes al tiempo que se afirmaba con rostro pétreo que el afortunado no tenía nada que ver con el partido. Generosas retribuciones que más parecen resultado de una extorsión. El caso es que toda esa pasta -incluidos los 220.000 euros on los que el PP va a agradecer los servicios prestados a Sepúlveda, el del Jaguar, salen del dinero de los contribuyentes. ¡Eso sí que es un finiquito como dios manda! Ejemplo sin duda de los buenos resultados de la reforma laboral.

El presidente del gobierno, que se subió el sueldo un 26% mientras pedía austeridad para los demás, todavía no ha explicado clara y fehacientemente si alguna vez cobró los dineros ilegales de los que hablan los papeles barcénigos. Pero se marcha a la instalación del sucesor de San Pedro en un séquito de once personas, de ellas, tres clérigos y los correspondientes guardaespaldas. Todo eso, igualmente, a costa del contribuyente, un contribuyente sometido por otro lado a una política de expolio sistemático.

El grado de deterioro, de descrédito, de desprestigio de las instituciones roza la chirigota nacional. Esto no puede seguir así. Hay que hacer algo.

(La imagen es una foto de N (Aleph), bajo licencia Wikimedia Commons).

dilluns, 24 de desembre del 2012

Habla el Rey de EREspaña y dice lo de siempre: nada.

Alguien ha dicho a los expertos de La Moncloa que hay que modernizar la imagen de la Casa Real, así que, para dar sensación de plenitud, vigor y energía, en vez de sentar al Rey en su egregio sillón lo han hecho farfullar sus simplezas de pie, aunque apoyando el trasero sobre su mesa de trabajo, por cierto de preciosa madera taraceada, no vaya a perder el equilibrio como suele. Podían enseñarle a vocalizar el castellano ya que cada año es mayor la tortura de escucharlo, pero eso no debe de tener arreglo. Hasta aquí el discreto equilibrio entre tradición y modernidad.
En este país, cuya Constitución dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal el Jefe del Estado se dirige una vez al año a sus súbditos el día en que los católicos celebran el nacimiento de su dios. Y lo hace flanqueando un belén que no por minimalista es menos feo, para que no quepa duda del hilo teocrático que une al niño dios con el monarca. La alianza del trono y el altar, tan discreta como sólida, no corre peligro. No lo corrió cuando los sociatas en el gobierno resultaron ser unos meapilas, menos ahora que mandan los curas través de sus espantajos, como Wert, Báñez o Fernández Díaz.
En cuanto al contenido, pues, en fin: que paciencia y barajar. Son tiempos duros, pero el gobierno (y la oposición) animados de sublimes miras, hacen lo posible por volver a ponernos en la senda de la prosperidad. Sobre todo, la palabra clave, el centro del mensaje del Borbón es que los españoles saldremos del lodazal en que nos ha metido una pandilla de sinvergüenzas y ladrones (ejem, cosecha de Palinuro) si tenemos confianza. Es decir, fe. Fe, confianza... ¿en qué? ¿en quién? La respuesta implícita es obvia: en Rajoy. Soy republicano y no tengo en estima al Rey pero este pitorreo es demasiado hasta para el más desaprensivo de los Borbones. ¿Confianza en Rajoy? ¿En el hombre que no habla sin mentir, al que no le quedan palabras por incumplir, el peor felón y mendaz que ha pisado La Moncla? ¿Un hombre sin palabra, sin dignidad, capaz de vender lo que sea por sentarse en el sillón de mando? ¿A quién cree este rapaz que está hablando? ¿A una nación de borregos o de imbéciles? ¿Es que no ha visto él mismo que Rajoy no ha hecho otra cosa que mentir y tracionar la confianza hasta de los más indefensos una y otra vez durante un año?
El resto del farfulleo regio, a beneficio de inventario. El país pasa por una horrible crisis venida de fuera como los marcianos del espacio. Aquí no hay políticos corruptos, empresarios ladrones, yernos sinvergüenzas, bancarios delincuentes, mangantes y estafadores de todo tipo y calaña, neoliberales fascistas y fascistas neoliberales. No hay una pandilla de saqueadores dedicada a expoliar a la gente de sus derechos, sus libertades,  de su mismo patrimonio. No hay decenas de miles desahuciados. No hay suicidas. No pasa nada que no haya pasado en sus 37 años de reinado.
Un par de veces mencionó algo que, de no saber que sus palabras son milimétricamente medidas por los perros guardianes de La Moncloa, podrían sonar a posición propia, pero no pasaron de ser aliviaderos retóricos. Una de ellas consistió en decir que la austeridad debería ir acompañada de crecimiento. Como quien dice que el pedrisco podría ser aromático. Otra fue implorar que la política agresiva de este gobierno antipopular (él lo expone de otra manera) no se lleve por delante los derechos "individuales" y "sociales" que tanto ha costado conseguir.
¿En qué país vive este payo, además de Botsuana? ¿El el de Nunca Jamás? ¿Qué derechos quedan a los trabajadores, a los pensionistas, a los justiciables, a los funcionarios, a los usuarios de los servicios antaño públicos y hoy privatizados o en proceso de privatización en beneficio de unos gobernantes cuya obsesión es despojar a la gente de todo para llenarse sus propios bolsillos y los de sus allegados, clientes y enchufados?
¡Viva la República!

dimecres, 19 de setembre del 2012

Borboneo.

La Casa Real acaba de inaugurar página web en casareal.es cuya interfaz está en captura a la izquierda. Enhorabuena a Palacio en donde, como se sabe, las cosas van despacio. A paso de tortuga. Una página web en 2012 ya tiene mérito. De todas formas, como tiempo han tenido, no está mal: sobria, elegante, recatada. No se quiere transmitir idea de oropel o boato sino de cercanía, cotidianidad y amor por la familia, firme promesa de perennidad de la institución.
En cualquier caso, enhorabuena, ya puede la Real familia comunicarse con l@s ciudadan@s directamente, sin cortapisas. Así, la salida al aire de la Real Web (o Real Red o Royal Web, para unificar idiomas) ya trae una carta del Rey se entiende que a todos los españoles. ¿Y qué dice el Borbón? Exactamente lo que el gobierno quiere que diga y, además, con sus mismas palabras. No es la primera vez que el gobierno se vale del Rey para apuntalar su política de partido. Hace unas fechas Rajoy llevó al Monarca a presidir el consejo de ministros en que se aprobó la orgía de recortes y cercenamientos, con lo que le cargó con parte de la responsabilidad.
Y ahora aparece el Borbón hablando como si fuera el gallego. Es sorprendente. La derecha parte del principio de que las instituciones y símbolos del Estado están al servicio de su ideología. Así que el Rey recorta y el Rey avisa a las tribus de vascones y cataláunicos de que no persigan quimeras. Por si esto fuera poco, suena el toque viril del cuartel en la voz del teniente general retirado Pedro Pitarch de que La independencia de Cataluña es impensable, ni por las buenas ni mucho menos por las malas. ¿Queda claro? Aviso de que el ejército español no ha ganado una sola guerra internacional en trescientos años; pero las guerras contra su propio pueblo las gana siempre.
Oído el Rey y oído el espadón, si quieren los lectores nos ponemos a hablar de cómo se presenta la cosecha de vino este año.
¿Que no? ¿Que queremos seguir hablando de política? Pues nos la estamos jugando porque ya está claro que la Corona ha tomado partido, el partido del remo. Esa expresión de remando a la vez es del vademécum de los propagandistas de la derecha. Igual que ese futuro de Europa y de España, que no se le cae a Rajoy de la boca. Pero lo más preocupante es el caveat que viene a continuación, cuando nos enteramos de que lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas. Las quimeras del Rey, siempre más culterano, equivalen a la algarabía de Rajoy, algo más vulgar. Y lo de ahondar las heridas en un país en el que decenas de miles de sus hijos yacen asesinados en las cunetas para desconsuelo de sus allegados suena a real metedura de gamba o habitual destemplanza de Rajoy. Y ¿en nombre de qué hay que remar juntos, y dejarse de quimeras y rencillas? En nombre de un ente que la carta real designa como Transición Democrática, así con las dos mayúsculas del Te Deum, una TD entronizada en una perfección inamovible.
Tengo la impresión de que esa carta, escrita al dictado del gobierno, es un golpe duro a la legitimidad de la Corona por cuanto esta aparece involucrada en un conflicto político y de un modo sorprendentemente represivo, prohibitivo. Dice el Monarca que no son tiempos para escudriñar esencias. No sé qué entenderá Juan Carlos por "escudriñar" pero, sea lo que sea, la pegunta inmediata es: ¿por qué no? ¿Porque lo dice él? ¿Y quién es él para determinar qué hagan las gentes con sus esencia? Porque escudriñar en las esencias es fundamental en la conciencia de todo nacionalismo, incluido el español.
En resumen, la carta es una nueva muestra del error de la dinastía, el borboneo, esto es, el compadreo entre la Corona y el gobierno. Si al resurgir del borboneo añadimos las amonestaciones militares, el cuadro que empieza a emerger de España en estos momentos es preocupante. Es de suponer que, por muy de derechas que sea, el gobierno hará respetar la supremacía del poder civil. Pero el borboneo, la interferencia del Rey en la política, todavía es peor. Casi merece más la pena que el monarca se vaya de safaris, aunque se caiga.
(La imagen es una captura de la página web de la Casa Real, casareal.es).

dijous, 30 d’agost del 2012

Estampas del verano. A la charca con el monarca.

¿Qué se ha creído este pavo? ¿Que se puede andar zarandeando a los trabajadores así porque sí? Un rey que le echa la bronca a su chófer por una nimiedad no es un rey sino un vulgar patán. ¿Cuál es el mérito de abroncar a alguien que depende de ti y no puede responder? Que venga a abroncarme a mí o a cualquier otro republicano de los que estamos hasta las narices de este parásito que solo da que hablar de él por sus meteduras de pata, sus vergonzosos pasatiempos o sus intentos de salvar a ese yerno impresentable, presunto ladrón de guante blanco.
¿No quiere Juan Carlos aguantar las pitadas y abucheos de la gente indignada por los recortes de la derecha a los trabajadores, los pensionistas, los parados y los privilegios concedidos a los ricos? Pues lo tiene muy sencillo: hable, dígalo, en vez de zarandear al chófer por una menudencia; haga frente a Rajoy y su gobierno de mangantes y meapilas y póngase del lado del pueblo.
Imposible, ¿verdad? De entrada es que ni se le ocurre. ¿Ponerse él del lado de la chusma? ¡Hombre, por Dios, que hay clases! Y, aunque se le ocurriera, faltaría tiempo a los neofranquistas para recordarle que, aunque sea el sucesor del Caudillo por la gracia del mismo Caudillo, él no pinta nada. Más moderados, los constitucionalistas cortesanos, incluidos los de izquierda, le recordarán que, según fórmula acrisolada, el Rey reina, pero no gobierna... salvo que le interese a la derecha, en cuyo caso todas las máximas contitucionalistas se van al garete. ¿No se llevó Rajoy al Rey a presidir el consejo de ministros en el que se aprobaron los recortes, o sea el expolio de los trabajadores y clases medias en general? ¿No aparece así como responsable o cómplice de esas políticas injustas? Algún alma caritativa podría intentar salvarle la cara argumentando que no lo hizo con mala intención, sino solamente empujado por su innato atolondramiento. Cierto, atolondrado lo es un rato largo, tanto que se parece mucho al inspector Clouseau, cuando intenta atravesar las cristaleras sin abrirlas o se da en el morro con el quicio de una puerta. Pero el gesto de presidir el consejo de ministros en que se privó de su derechos a cientos de miles de personas no era atolondramiento, sino colaboración.
¿De qué se extraña si la gente lo pita y abuchea? Y que se dé con un canto en los dientes de que las cosas no vayan -de momento- a mayores.
El rey se reúne de comilona con los empresarios más poderosos del país, para hablar, según dice de la crisis. Es decir, se reúne para hablar de la crisis con sus más directos beneficiarios. Es cierto que también recibió a Toxo y Méndez en La Zarzuela a primeros de agosto, pero eso es algo atípico. Tan atípico que hasta los dos sindicalistas se pusieron corbata que jamás hizo tanta justicia al origen histórico de la prenda, símbolo de las sogas que llevaban al cuello los esclavos. Lo que le va al rey es el yantar con los ricos, con los que le hacen regalos y sacan partido de su cercanía al monarca para hacer más negocios. Como su yerno. Lástima que a este lo perdiera la tontuna y la codicia. A estas alturas ya podría ser uno de los comensales del rey, empresario de éxito y respetado.
En resumen, Juan Carlos, que no eres ya un chaval: no se matan elefantes por entretenimiento en escapadas clandestinas y picaronas cuando uno preside el World Wildlife Fund, ni se zarandea al chófer cuando uno tiene que aguantar los pitidos de su amado pueblo.
Abdica, hombre, antes de hacer alguna otra estupidez que comprometa más el destino de una corona de inexistente legitimidad. Y fíjate que Palinuro te da el consejo desinteresadamente puesto que, como republicano correoso, lo que le interesa es que te la pegues ya del todo para reclamar la IIIª República.
(La imagen es una foto de SalamancaBlog.com, bajo licencia Creative Commons).

diumenge, 6 de maig del 2012

Las aventuras de la Monarquía.

La democracia es un régimen de opinión, qué le vamos a hacer. Lo decía Platón que por eso la despreciaba pues tenía la peor opinión de la opinión. Igual que su discípulo, Aristóteles, si bien este, como era más concreto, motivaba la mala opinión en el hecho de que, en la democracia, los muchos y pobres, al tener el poder, se dedicaban a saquear a los pocos y ricos. Una idea tan aparentemente certera que los pocos y ricos decidieron adelantarse y, cual si estuvieran en guerra preventiva, expoliaron a los muchos y pobres. Y es lo que siguen haciendo, por si luego dice alguien que las teorías de los intelectuales no sirven para nada.
La consigna, tan repetida en el campo monárquico, de la monarquía democrática es un contrasentido. Suele mitigarse señalando que el Rey, al fin y al cabo, no gobierna; que no pinta nada, vamos y su valor es puramente simbólico. Ciertamente, la intención de forjar un régimen en que el Rey y la representación popular tuvieran el mismo peso, esto es la idea de la soberanía compartida entre el Monarca y el Parlamento, aunque se intentó, no prosperó. De aquí la formulita de "monarquía parlamentaria" que ladinamente desliza la Constitución española de 1978, luego de haber reconocido que la soberanía reside en el pueblo español. Así que, como el Rey no pinta nada sustancial y el soberano es el pueblo, la fórmula primera debiera ser "democracia monárquica". Pero esto suena ya a pitorreo. Con "monarquía parlamentaria" en la CE y "monarquía democrática" en el lenguaje coloquial nos hemos quedado.
Pero la democracia, repito, es un régimen de opinión. Se basa en la decisión de la mayoría y las mayorías ya se sabe que son erráticas, imprevisibles, caprichosas. Cientos de varones ilustres nos han advertido a lo largo de los siglos sobre los vicios de las mayorías. Su deslealtad, su desvergüenza, su irracionalidad. Los más adustos (y misóginos) han recordado que las mayorías tienen alma liviana y tornadiza, como la de las mujeres y qué más se quiere. Pero son las mayorías y gobiernan porque la soberanía reside en el pueblo y este se manifiesta a través de ellas.
¿Y cuál es la opinión de la mayoría sobre la Monarquía? Los datos del CIS son que bastante baja. Es cierto que en los discursos publicados, en la retórica de los partidos (y no de todos) hay un espíritu protector de la Monarquía que nos insta a entender la importante función que cumple la institucion en la salvaguardia de la unidad de España y la legitimidad de sus otras instituciones. Igualmente se da una especie de convicción generalizada de que no es justo extrapolar a la institución las andanzas personales de sus allegados. Así razonan sobre todo los dos partidos dinásticos, PP y PSOE (aunque en el caso del PSOE imagino que habrá cierta resistencia interna) y multitud de publicistas y comunicadores,
Pero la pregunta por la opinión de la mayoría también se mueve en esos argumentos. La idea de la instrumentalidad de la Monarquía para la democracia en España suele contrarrestarse recordando que, en sí misma, es una imposición de la dictadura de Franco, un régimen ilegítimo de origen y ejercicio y que no puede legitimarse en atención a sus resultados por razones obvias. En cuanto a la cuestión de la extrapolación, hay mucha tela que cortar. La idea de que el comportamiento de los allegados a la Corona no puede ensombrecer a esta no es sin más admisible porque una de las exigencias que lógicamente se hace siempre a los allegados es que su comportamiento debe ser virtuoso e irreprochable. Los allegados y, por supuesto, el mismo Rey. ¿Tampoco se proyecta sobre el prestigio de la Corona el comportamiento de quien simbólicamente la porta? Entonces, lo simbólico, ¿en qué diantres consiste?
Que el Rey, al parecer, se lleve fatalmente con la Reina; que su conducta sea supuestamente liviana, disoluta, reprochable; que haya, se dice, amasado una enorme fortuna en actividades que son incógnitas; que, según parece, ande en trapicheos y compraventa de regalos de lujo que recibe; todo eso, puede predicarse, pertenece al más estricto ámbito privado del Monarca pues este, como cada hijo de vecino, tiene derecho a una intimidad inviolable. Puede predicarse pero es prédica inútil. La opinión, el pueblo soberano, no es como los jueces que, cuando se enteran de que una prueba se ha obtenido ilegalmente, la ignoran. La opinión no solamente no ignora sino que, convencida de que la pruebas obtenidas ilegalmente son más verdaderas que las otras, las de los canales institucionales que suelen estar amañadas, les dan mayor valor.
La baja opinión popular sobre la Monarquía traduce baja opinión sobre el Monarca porque el Monarca representa la Monarquía y no de nueve a tres, sino las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días de todos los años de su reinado. Nobleza obliga. Pero si, sobre lo ya sabido, se confirman relaciones objetables con la trama de su yerno, el desprestigio del Rey será mayúsculo.
En fin, no quiero liarla ya que, según dicen los prohombres de la Patria, hay cosas en que pensar más importantes que esta. Pero no me quedo tranquilo si no formulo otro argumento francamente favorable a la República y es que no conviene nada vincular la jefatura del Estado a una familia, para no tener que padecer después sus líos internos pues con los de cada cual ya tenemos bastante.
(La imagen es una foto de SalamancaBlog.com, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 1 de maig del 2012

La intangibilidad de la Monarquía española.


En la entrada de ayer de Palinuro se argumentaba que el PSOE no está a la altura de la oposición requerida en las circunstancias aduciendo varias razones. Una de ellas era que no tiene claros los asuntos de principios y que, con motivo de la última astracanada del Borbón cazando elefantes, había salido en defensa de la Corona, dando a entender que se considera ya un partido dinástico. No ha lugar a la reivindicación de la República y, si lo hay, no es este el momento; no lo ha sido en los últimos 37 años; no lo será en el futuro.
Un benevolente lector llegaba a considerar que plantear hoy la disyuntiva República-Monarquía con la que está cayendo es una especie de insulto. Palinuro no sostenía que el PSOE debiera salir en procesión todos los días cantando el himno de Riego. Pero de ahí a ser partido dinástico media un trecho. El argumento de la extemporalidad tiene su miga; pero también lo tiene el de la claridad en los principios. El mayor inconveniente del de la extemporalidad es que suele ser una excusa para no decir lo que en el fondo se piensa, esto es, que la Monarquía en España es intangible e indiscutible. Si en el PSOE se piensa así, conviene que la gente lo sepa.
A día de hoy, con el asunto de Urdangarin y Torres en primera de todos los diarios, redoblarán los ataques a la institución. Eso, obviamente, no es correcto. La institución no tiene nada que ver con el comportamiento personal de sus miembros o allegados. En todas las familias hay un yerno resultón. Así como un elefante no puede aplastar una Corona, un presunto crápula no puede desprestigiarla.
De acuerdo. Pero eso no obsta para que se cuestione el carácter intangible e indiscutible de la Monarquía. En principio y sin ir más lejos porque nadie puede admitir de buena fe que en el mundo haya algo intangible e indiscutible por sí mismo y no por atribución voluntaria de sus partidarios o beneficiados. En segundo lugar porque, con independencia de su oportunidad o inoportunidad política, el debate sobre legitimidad y/o racionalidad de la Monarquía y la República es un derecho de quienes lo solicitan y, dada la historia de España, lo único que de verdad puede legitimar la Monarquía si esta vence en limpia y democrática lid al último régimen legítimo que hubo en España, el de la Segunda República, interrumpido por una sublevación de generales facciosos, cuya herencia fue, precisamente, la Monarquía.
(La imagen es una foto de Ignacio Gavira, bajo licencia GNU de libre documentación. Es de 2007 y representa la armas completas de la Monarquía española desde Carlos III hasta 1931 con la Casa de Borbón (1761-1868 / 1875-1931). Esta escaneada de una publicación de hace más de 100 años).

dilluns, 16 d’abril del 2012

Es más de lo que parece.

El octogésimo primer aniversario de la proclamación de la IIª República iba a pasar sin pena ni gloria. Alguna tímida bandera, varios actos conmemorativos, culturales, de la memoria histórica y, desde luego, el hervidero de la red. Pero poco más. La República tiene muchos menos partidarios de lo que se cree, sobre todo desde que parte de la izquierda ha dado en la flor de sostener que esta, la izquierda, es compatible con la monarquía, sin duda en aplicación de la doctrina de la accidentalidad de las formas de gobierno, de gran prosapia en el país.

El destino, sin embargo, juega al sarcasmo y un aniversario taciturno y apagado se ha convertido en una efeméride rutilante, no solo por los muchos méritos de lo que se conmemora, sino por la naturaleza ramplona, chabacana, ruin y ridícula de la realidad que sirve de comparación. La expedición cinegética de este hemingwayano monarca en un momento especialmente grave para el país sobre el que reina ha provocado una crisis, una verdadera convulsión en la que se recuerda que el prestigio de la Corona está bajo mínimos y la monarquía como institución se la juega. La sola mención del caso ha puesto a prueba la lealtad de los dos partidos mayoritarios que, con alguna voz discordante en el PSOE, han obtenido la máxima calificación: los asuntos de la Corona no se comentan. No comment, tradición anglosajona. En algún momento el PSOE fue un partido republicano, pero ya no lo es. ¿Cabe, pues, hablar de dos partidos dinásticos como en la primera Restauración? Cabe. Un rasgo más del peligro que encierra para la izquierda el identificarse en demasía con un régimen contra el cual se había constituido.

Pero hay más. La aventura del rey no es solamente cinegética, pues tiene ribetes específicamente borbónicos. Según parece, la familia real será real pero no es familia. De inmediato vienen los dinásticos a recordarnos que estas son cuestiones privadas del monarca que tiene tanto derecho a la intimidad como bla, bla, bla. En este momento el dinástico ha descendido un escalón para convertirse en cortesano adulador. Por supuesto, Juan Carlos de Borbón puede hacer lo que le dé la gana, pegársela a su señora, vivir en concubinato y hasta mantener un serrallo (siempre que sea de su bolsillo), pues es un hombre libre y, mientras esté dentro de la ley, los demás no tenemos nada que decir. Pero Juan Carlos de Borbón es también rey de España, voluntariamente, por cierto, y vive de dar ejemplo en un conjunto de valores que incluyen la Patria, el trono, la religión, la bandera, la familia. Si el rey va contra alguno de estos valores, ¿por qué no contra todos? De hecho, el coronel Martínez Inglés sostiene que es felón y traidor a la Patria.

Pero, sobre todo, sea uno o sean todos los valores atacados, ¿qué crédito puede darse, qué respeto tributar a quien hace lo contrario de lo que dice? Y esto no afecta solamente al rey sino también a la reina Sofía. Veamos, ¿estoy equivocado o la reina profesó el catolicismo abjurando (supongo) de la iglesia ortodoxa? ¿No suele estar en los oficios religiosos de la liturgia católica? Si es así, ¿qué pinta en Atenas asistiendo a la pascua ortodoxa? Personalmente me es indiferente pero ¿no son excluyentes las creencias religiosas? La reina Sofía es muy libre de poner su fe en donde quiera, pero conviene saberlo para que sus súbditos españoles, mayoritariamente católicos, conozcan con quién comparten el culto.

Se respira en esta historia mezcla de borbonismo tradicional, conflictos de matrimonios, asuntos judiciales, un aire no ya de decadencia, sino casi apache, de ruedo ibérico con alta tecnología. Y se echa de menos algún bravo clérigo capaz de amonestar públicamente al monarca sobre los peligros de la depravación, de ir contra la ley d Dios en asuntos matrimoniales. Se echa de menos un Thomas Beckett, incluso un Tomás Moro. A cambio contamos con un Rouco Varela, que hará la vista gorda siempre que le den unos terrenitos para la iglesia.

Dicen los partidos dinásticos que las últimas peripecias de la Corona no tienen influencia alguna sobre la institución y que la monarquía no está en cuestión. "No toca" hablar de Monarquía/República. Como dicen los políticos, no es un debate que esté en la calle. Sobre todo si ellos lo acallan en los despachos. Pero está en la calle. De esta es prácticamente imposible que la Corona salga incólume, sobre todo ahora que ya se conoce el nombre y el rostro de la noble, elegante y razonablemente joven señora que organiza las cacerías del rey. De exacerbarse el asunto, los partidos dinásticos quizá propugnen una abdicación del rey en su hijo que parece un Borbón menos zascandil, con un toque plebeyo y romántico, al estilo de su tatarabuelo, Alfonso XII.

Los republicanos seguiremos pidiendo un referéndum sobre la forma de gobierno de España. Tenemos muy pocas posibilidades de lograrlo. Pero eso pasa con todos los ideales y la República lo es.

dijous, 5 de gener del 2012

El affaire y los affaires del Duque.


Los monárquicos siguen diciendo que el asunto Urdangarin es privado y no afecta a la Corona. Pero la está triturando a ojos de la ciudadanía porque no es un asunto privado. De ser ciertas las imputaciones de malversación de caudales públicos, falsedad documental, fraude a la Administración y prevaricación, lo ponen en relación ilícita con cargos públicos en Baleares y Valencia, a su vez procesados por otras cuestiones. En el monumental lío que está saliendo a la luz acerca de cómo el Duque amasaba la pastuqui, siempre presuntamente por supuesto, una cosa queda clara: lo hacía en su condición de yerno del Rey y miembro de la Casa Real. Llamar a eso asunto privado es llamar charca al Océano Pacífico. La Corona tiene una responsabilidad en todo ello y así lo ha aceptado implícitamente con las atropelladas y confusas medidas que ha venido tomando.


En realidad, sin embargo, la responsabilidad de la Corona procede de algo distinto pero evidente: el Rey era conocedor de la situación prácticamente desde el principio. Y todo lo que hizo fue tratar de taparla, quizá de detenerla, desde luego de ocultarla. Eso puede ser comprensible humanamente. Pero no tiene defensa política. El comportamiento del Rey es reprochable. Quizá no jurídicamente por ser legal, pero si moralmente.


Probablemente también eran legales esas asesorías y consultorías de grandes firmas que, según El País, pagaban cientos de miles de euros al Duque por actividades de carácter etéreo. Pero resulta irritante y es inmoral cuando esas mismas empresas u otras similares están poniendo gente en la calle y rebajando los salarios ya exiguos de los que trabajan. El espectáculo de este paladín del balonmano apaleando cientos de miles de euros conseguidos de modo supuestamente fraudulento, comprando palacios con hipotecas alucinantes, llevando el dinero a paraísos fiscales mientras el gobierno suprime las ayudas a la juventud o deja sin cobertura a los dependientes enciende la sangre.


(La imagen es una foto de Antonio Zugaldia, bajo licencia de Creative Commons).


dilluns, 2 de gener del 2012

La corte de los negocios.

A ver si lo hemos entendido bien: durante los veraneos, cuando la familia real al pleno ocupaba el palacio de Marivent en Mallorca para pasar unas merecidas vacaciones, el yerno despachaba sus asuntillos, millón va, millón viene, debajo de las reales narices de don Juan Carlos I. Al menos, es lo que dice hoy El País, esto es, que Urdangarin negoció en el Palacio de Marivent contratos con el Gobierno balear.

Jaume Matas, ex ministro de Aznar, presidente entonces del Govern de Baleares y actual imputado en diversas causas penales, se paseaba por el palacio sin que el Rey lo supiera, como si fuera incognito o como si entrara al modo de Garu Garu, el atraviesamuros. Y, si el Monarca lo sabía, no preguntaba por el motivo de las visitas, suponiendo quizá, que Matas iba a jugar al Monopoly con el Duque de Palma. A lo mejor el Rey no se lo encontraba por los pasillos porque estaba dedicado a algún asunto de Estado, como las regatas de veleros. Y a su regreso nadie le decía que el señor Matas había venido de visita.

Saltó Matas, marchándose a los Estados Unidos, como haría luego también Urdagarin, de donde lo reclamó la justicia, como ahora ha hecho con el yerno. Vinieron otros gobernantes, pero Urdangarin siguió con sus actividades en Palacio hasta 2008, fecha en que ya la Corona tenía conocimiento de que esas tales no eran ejemplares. Y el Rey ¿no sabía nada? Es verdad que los palacios son muy espaciosos, tienen muchas puertas y no debe esperarse que el Rey conozca a todos los que al cabo del día se acercan a Marivent con los más diversos cuidados. Pero, caramba, el presidente del Govern no es el fontanero o el chico de la tintorería y no es en absoluto verosímil que el Monarca ignorara su presencia.

Sin contar con que, es de suponer, el propio Matas pediría ser recibido por el Rey para participarle con entusiasmo isleño que, gracias a los buenos oficios de su yerno, se correría en la isla una etapa del tour de France, noticia que tendría que haber levantado las suspicacias no ya del Rey sino de la mona Chita que en paz descanse.

La clase política, los medios de comunicación, el establishment en pleno, están en pie de guerra en defensa de su señor natural, en defensa de la Monarquía, que no se puede verse afectada por los negocios privados del yerno. Negocios privados que se despachaban en Palacio, pared con pared con el Monarca. Es imposible que no afecte a la Corona, cuyo prestigio está muy mermado sobre todo ahora que se sabe que las cuentas reales reveladas valen tanto por lo que muestran como por lo que no muestran. El Rey ha revelado su "salario", pero no ha contabilizado en él un montón de partidas procedentes de no sé cuántos ministerios cuya función es ayudarlo a llegar a fin de mes.

En estas circunstancias los republicanos debiéramos suscribir un manifiesto pidiendo que se conceda una oportunidad a la República, un referéndum para decidir la forma de Estado. Es una deuda que tenemos con el último sistema legítimo, destruido por las armas y, al mismo tiempo, una obligación de proponer para nuestro país una forma política que juzgamos menos absurda y más acorde con el espíritu de la época.

(La imagen es una foto de Antonio Zugaldia, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 30 de desembre del 2011

De señores, siervos y gandules.

Las Cortes Generales casi se vinieron abajo de la ovación. A excepción de los de IU, PNV y UPyD, el resto de los diputados, representantes del pueblo soberano, puesto de pie se fundió en un aplauso de dos minutos, en muestra de cerrado apoyo a la Monarquía en sus horas bajas. ¡Viva el Rey! gritaban. ¡Vivaaaaa! se respondían a sí mismos. Orondo y satisfecho, el Rey se dejaba aclamar.
Salvo honrosas excepciones, como Público, la prensa se deshacía en ditirambos y elogios a la Casa Real, a la ejemplaridad, la transparencia de que había dado muestra (sin estar legalmente obligada a ello, decían los plumillas) al publicar sus ingresos. ¿Ejemplaridad? ¿Transparencia? El Rey da a conocer -ya veremos en qué medida y con qué detalle- sus ingresos públicos -no los privados-a los 33 años de la aprobación de la Constitución y 40 días antes de que su yerno se siente en el banquillo de los acusados por una ristra de presuntos delitos cometidos, al parecer, al cobijo de su figura.
Para Palinuro eso no es ejemplaridad ni transparencia, sino hacer de necesidad virtud. El juicio de Urdangarin será sonado y dará una imagen bastante negativa de la Casa Real a ojos de los ciudadanos. ¿Cabía que ésta siguiera ocultando la cuantía de sus ingresos? No, claro. Lo ha hecho tarde y a regañadientes y de modo enrevesado, sin computar todos sus ingresos procedentes de diversos ministerios. Sólo un espíritu servil puede ver ejemplar y digno de encomio un comportamiento que no es sino el cumplimiento de un deber moral y también juridico pues es falso que la Corona no esté obligada a revelar sus ingresos por el hecho de que aún no haya una ley específica que así lo ordene. No la hay específica, pero la hay general. El Rey es un funcionario público; lleno de privilegios, prerrogativas, títulos y grandezas, pero funcionario y sus ingresos, como los de todos los funcionarios, deben ser públicos y estar a disposición de quien quera consultarlos. Así que aquí no hay nada ejemplar. El Rey trae 33 años de retraso.
Y los revela porque no tiene otro remedio, porque habiendo averiguado hasta dónde llegaban las andanzas del yerno (no haya duda de que el Rey es la persona mejor informada de la situación procesal del Duque de Palma), ha comprendido que es la única forma de que el vendaval de esta imputación no se lleve por delante la Monarquia. Y eso está todavía por ver, cuando se apague el eco de esos atronadores aplausos con que los vasallos han regalado los reales oídos.
La trascendencia del procesamiento de Urdangarin viene dada por ser el imputado quien es, no por otra razón. Delitos como la malversación de caudales públicos, la falsedad documental, el fraude y la prevaricación los ventilan los tribunales todos los días, especialmente en España. Dice el abogado defensor que la imputación se debe al clamor popular. Efectivamente este clamor se da y es lógico que se dé, pero los jueces le imputan delitos concretos, no clamores. No es inteligente cuestionar el procesamiento poniendo en cuestión la independencia de los jueces y su probidad profesional. Si los jueces fueran volubles, venales, influibles, ¿cabe alguna duda de que las influencias de la Casa Real se hubieran hecho sentir?
El clamor popular viene y seguirá viniendo por ser Urdangarin quien es, por estar casado con quien está casado y ser yerno de quien es yerno. Por su posición en la vida. Los Reyes, los príncipes, las realezas tienen varias misiones simbólicas; una de ellas es dar materia para las revistas del corazón porque eso satisface un natural deseo del pueblo llano de hacerse ilusiones de príncipes azules, de olvidarse de lo anodino de su vida, de vivir vicariamente la de los señores, los grandes, los famosos, las celebridades. Es el peaje que la opinión pública les ordena pagar para hacerse perdonar sus vidas de boato, su dolce far niente, sus existencias de gandules y zánganos de lujo. De forma que cumplen poblando las páginas de papel couché. Pero no se les espera en las de crónicas de los tribunales por delitos de estafas propios de chorizos sino, si acaso, por tormentas matrimoniales y otros apasionamientos que también seducen al gentío. Al cruzar esa línea roja, Urdangarin ha desplegado a los ojos del común una vida de parásitos insaciables que, además de obtener una pastuqui de los presupuestos del Estado y de conseguir unos salarios de cine merced a sus enchufes, no pareciéndoles eso suficiente, se apropian al parecer ilícitamente de los caudales del común y los usan para los más fastuosos caprichos mientras millones de personas en España malviven como pueden.
Claro que hay un "clamor popular", señor abogado, y a él debieran unirse sus voces porque también es su dinero el que este presunto gandul a quien defiende se ha apropiado; supuestamente, claro. Más de seis supuestos millones de supuestos euros.

diumenge, 18 de desembre del 2011

Dios salve al Rey.

El caso Urdangarin es tan escandaloso que hasta las formas se han perdido, y eso que estamos entre altezas. De ser palafreneros ya habrían empezado los mojicones. Nadie respeta la presunción de inocencia del Duque de Palma. Ni su suegro, cuya casa ha calificado su comportamiento de poco ejemplar y ha querido arrojarlo a las tinieblas exteriores. Y si la Corona lo trata de poco ejemplar, las gentes del común, más dadas al recio castellano, lo tildan de cosas subidas de tono, de estafador, ladrón y sinvergüenza, por ejemplo. El ágora virtual que es la red, hierve. Si no se me cree, váyase a google y tecléese "Urdangarin ladrón": 170.000 entradas hace unas horas. Por supuesto, siempre presunto; tan presunto como el poco ejemplar de la casa Real.

Por fin se sabe que el Rey estaba al cabo de la calle de las andanzas y presumidas fortunas del yerno. Tendría que haber sido muy negado para no preguntarse de dónde había sacado el matrimonio seis millones del ala para pagar un palacete en Pedralbes, sin contar otras fruslerías en Mallorca. Sabiendo, además que, para Rey Midas, ya está él. Y no sólo sabía sino que hizo lo que pudo para ocultarlo, para que nadie lo supiese. Encomendó a un cortesano asesor "externo" que pusiese orden en el desbarajuste empresarial del yerno. Pero no debía de haber solución porque no se hizo nada. La idea de montar una fundación no era posible. ¡Ya el propio Urdangarin manejaba una ONG sin ánimo de lucro!

Al final se decidió que el matrimonio pusiera tierra (y un océano) por medio y se radicara en Washington, que debe de ser una de las ciudades más aburridas del mundo. No era un exilio sino una especie de expatriación que no trataba tanto de evitar la acción de la justicia, si se interesaba por el deportista/conseguidor, como de impedir que éste siguiera con sus lucrativos negocios. Pues no parece que el Duque esté muy al corriente del mundo en el que vive, quizá porque vive pendiente de las cuentas de resultados de sus otras empresas, las que sí tienen ánimo de lucro, como Airzoon, que es algo así como "pájaro", en la que también figura su esposa y, según tengo entendido, aunque no sé en condición de qué, dos de sus hijos de poquísimos años de edad.

Si uno sabe de un delito y no lo denuncia (que es un deber), uno se convierte como mínimo en encubridor y comete otro delito. Pero la Casa Real ha hecho más que no denunciar un posible ilícito del que tenía cabal conocimiento, ha intentado ocultarlo; es decir no solamente no ha colaborado con la justicia sino que la ha obstaculizado. Lo que es otro delito más. Se puede entender que un padre no quiera denunciar a su hija. Pero el rey es rey antes que padre. De todas formas, tampoco debe preocuparse mucho ya que en su artículo 56, 3, la Constitución dice que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad."

Pero ¿es eso aceptable en una democracia, sobre todo tratándose de presuntos delitos de corrupción? Obviamente, no. O sea, lo menos que cabe esperar es un debate sobre el asunto. Que no es menor: ¿puede una comunidad moderna estar regida (aunque sea a título honorífico) por una persona que no es responsable de sus actos? Y aquí es donde va a resurgir la opción republicana.

El país se ha llenado de monárquicos, todos ellos muy oficiosos, dispuestos a explicar a los vientos que las supuestas fechorías del yerno en nada afectan al suegro y mucho menos a la institución que tan dignamente representa. Abundan los salvatestas coronadas en el PP y en el PSOE y, desde luego, en los estamentos de orden, incluida la iglesia de Cristo, cuyo reino no es de este mundo pero es reino; no república, caramba. El debate monarquía-república, dicen, está trasnochado; no es importante hoy, dicen; no interesa a los españoles, dicen; sólo sirve para desviar la atención de los problemas realmente importantes, dicen; es cosa del pasado, dicen, y hay que mirar el futuro, dicen. Como si pudiera verse.

De las dos infantas cabe decir que no han tenido buen ojo a la hora de escoger a sus maridos. Pero el caso Urdangarin no es solamente un problema matrimonial (si es que lo es) ni tampoco privado; es un problema de Estado. Porque las actividades supuestamente delictivas del Duque deportista se han realizado en connivencia con dos presidentes de comunidades autónomas, Matas en Baleares y Camps en Valencia, que a su vez están imputados en otros asuntos de corrupción. Por si fuera poco, en los acuerdos relativos a Valencia (ya se sabe, vender la realización en esa Comunidad Autónoma de unos juegos olímpicos europeos que aún no existían), intervino González Pons, portavoz del PP, azote del gobierno socialista y probable ministro en el primer gobierno de Rajoy. El caso Urdangarin es asunto de Estado, de gobierno, de Comunidad Autónoma, de todo.

El caso Urdangarin, metáfora de un tiempo de corrupción generalizada, presidida por la aventura de la Gürtel, con la que está relacionado, es una amenaza a la precaria legitimidad de la monarquía española. El Rey puede obstinarse en seguir. Al fin y al cabo lo nombró Franco, quien murió de viejo en la cama y no va a ser él menos que su mentor. Pero quizá haga más por la fortaleza de la institución que representa aceptando la jubilación que, tratándose de un rey, es una abdicación y, tratándose de un plebeyo, dimisión.

Ya se sabe: King never dies, el rey nunca muere.

dimarts, 13 de desembre del 2011

La real Casa Real.

Con todos los respetos de un republicano a un rey, Palinuro opina que la Casa Real está perdiendo el oremus. Son nervios, desde luego; pero los nervios indican mala conciencia o falta de savoir faire, muy frecuente en los Borbones. Sólo a los nervios cabe atribuir la sarta de dislates de las últimas fechas. El intento de repudiar a las infantas, la palinodia de Urdangarín que lamenta profundamente el daño que ha hecho a la Casa Real y, por último, la asombrosa pretensión de borrar al yerno de las fotos, porque su comportamiento no ha sido ejemplar. ¡Menudo bofetón se ha dado el rey en su regia mejilla!

Si fueran otros los personajes y otra la situación, eso de desvanecer a Urdangarín recordaría lo que hacía Stalin con las fotos de la vieja guardia bolchevique: Trotski estaba y Trotski ya no estaba. Pero, siendo la realidad lo que es, el empeño recuerda más esas creencias mágicas de los pueblos primitivos y no tan primitivos de que lo que los ojos no ven, el corazón no lo siente. Como los niños (aunque no todos) a quienes basta con quitarles de la vista lo que los enoja para que se calmen.

Ya puesta, la Corona ha tomado carrerilla y ahora promete un streap-tease contable, un full monty financiero que bien podrían ser las cuentas del Gran Capitán. Pero eso no arregla nada porque de lo que se trata es de aclarar el comportamiento de la Corona mientras Urdangarín cometía sus presuntas fechorías. ¿Qué sabía el Rey cuando, contra todo uso y costumbre, los duques de Palma se expatriaron en los Estados Unidos? Porque, según lo que supiera, así habrá de actuar el Estado de derecho, del que el rey es el primer servidor.

Los monárquicos están a la defensiva. Temen por la institución; sobre todo los de izquierdas que suponen que quizá sus bases les recuerden su añeja fe republicana. La derecha no tiene ese problema: pase lo que pase, la monarquía no se toca. Hay que recordar a ambos la teoría de la accidentalidad de las formas de gobierno, de Melquíades Álvarez, el mentor de Azaña. Monarquía, república; república, monarquía; lo importante es que cace ratones, no que los engorde.

Siguen los monárquicos a la defensiva diciendo que son cosas privadas de Urdangarín; está por ver. Según lo que éste haya hecho, si ha hecho algo, que parece que sí por lo nervioso que está el maestro de ceremonias. Dicen también que se trata de una mera cuestión de prestigio. Claro, como que aquí el prestigio lo es todo. Debe tenerlo intacto el rey, no por rey, sino por ser el jefe del Estado.

Y además del prestigio está la cosa en sí, los presuntos delitos. Si el rey sabía, tenía la obligación de denunciar y, si no sabía, debería haber sabido si Urdangarín se valía de la Casa Real para sus presuntas fechorías. ¡Y qué fechorías! El relato que va conociéndose revela un profesional de la estafa. Eso de la etapa del tour de Francia en Mallorca suena a toco-mocho de los buenos. Ya puesto podía haber intentado vender a alguna de estas lumbreras en cargos públicos la idea de traer Cabo Cañaveral a la Malvarrosa.

Y todo eso lo lleva a relacionarse con los inimitables Matas y Camps, lo que estira la sombra de la Gürtel a la casa real. Porque Camps está ahora respondiendo en sede judicial de un supuesto delito de cohecho impropio pero, por todo lo que va sabiéndose, es figura principal -aunque no esté imputado- en varias tramas de verdaderos desfalcos públicos de millones de euros: supuesta financiación ilegal del PP y presunto contubernio de apandadores en la de la visita de Benedicto XVI a Valencia en 2006. Ese mismo Camps, a quien evidentemente sobraban los millones de la Generalitat, estaba en relaciones digamos de negocios con el duque de Palma.

Tiene difícil solución, por más que los cortesanos sostengan que no hay ni problema que solucionar. La monarquía española va a necesitar de todos sus apoyos mediáticos, empresariales, eclesiásticos, políticos, etc, para salir de ésta. Y no es seguro que lo consiga. La democracia es cosa de prestigio, ciertamente, y de crédito.

Si Palinuro fuera rey y fuera este rey, muy preocupado con el futuro de la monarquía, encargaría a algún fino cortesano un lindo discurso de abdicación, reuniría las Cortes Generales y anunciaría que, llegado a una edad a la que ni el gobierno conservador se atreverá a retrasar la de jubilación, pillo mi merecido retiro y dejo en mi lugar aquesta moderna pareja, ya curtida en inaugurar congresos y dar premios. Es un buen momento. El discurso puede incluso irse a lo flamígero y hablar del cierre de la etapa histórica de la transición. Al fin y al cabo, el último símbolo de la transición, lo único que todavía une este régimen con el anterior, es el rey. Este rey.

dissabte, 10 de desembre del 2011

Los ciudadanos ejemplares.

Mañana se sentará en el banquillo, Francisco Camps, "el curita", en expresión de su amiguito del alma, Álvaro Pérez, también conocido como "el bigotes". Por cierto, ¡vaya portada la de El País! Es como una ilustración de la moral pública. Si no recuerdo mal, Camps aseguraba en una de sus primeras declaraciones no conocer a Pérez. Mentira, como se ve en la foto, salvo que consiga demostrar que se trata de un truco de photoshop y que él no estaba allí.

La Gürtel vuelve en todo su esplendor porque después del asunto de los trajes, Camps tendrá probablemente que responder de otros que han ido sabiéndose después, el último de los cuales las transacciones habidas con la empresa sin ánimo de lucro de Iñaki Urdangarín que tienen una pinta alucinante. Y, a pesar de eso, Camps, el presidente más votado jamás de la Comunidad Valenciana, por increíble que parezca, sigue disfrutando de una canonjía con cargo al erario público cuando la decencia manda que cause baja de inmediato.

La aparición del Duque de Palma como parte aparte de esta especie de corrupción levantina generalizada ha provocado una conmoción. La Corona se ha puesto nerviosa y nadie está muy seguro de lo que pueda pasar. Supongo que el nombre que Urdangarín puso a su consultoría, Noos, y con la que dio el salto al mundo de los grandes negocios, significa lo que significa, o sea, inteligencia en griego. Da la impresión de que toda la que él tiene la ha gastado en el nombre. Hacer negocios alegando ser allegado a la Casa Real y hacerlos, además, con unas administraciones públicas regidas por gente como Camps y Matas es, en verdad, ser muy inepto y no tener ni idea de cómo funciona un Estado de derecho. La cuestión gruesa es en qué medida tenía el Rey inteligencia de la inteligencia de Urdangarín. La Casa Real ha recordado que no es tal sino Familia Real y ésta sólo es la que consta en el correspondiente registro civil. Como el que no quiere la cosa, para dejar bien claro que los agnados, como Urdangarín, son de la familia, pero menos. Lo malo es que este asunto es irrelevante. De lo que se trata es de saber si el Rey tenía constancia de las supuestas andanzas de su yerno cuando éste y su esposa emprendieron vuelo a lueñes tierras. Conocimiento y qué conocimiento.

Al margen de la Casa Real (que no puede quedarse al margen por razones obvias y por más que traten de protegerla los monárquicos de derecha y de izquierda) da la impresión de que la Comunidad Valenciana lleva unos veinte años gobernada casi como el puerto de arrebatacapas, por una gente que no parece haber tenido otra finalidad que expoliar las arcas públicas ya sea en proyectos megalómanos ruinosos o en llenar los bolsillos de distintos tipos de tramas; es decir, una mezcla de paletos y despilfarradores (o, incluso, supuestos malversadores).

La paletez se ve en la mitomanía. El aeropuerto de Castellón en el que no aterrizarán aviones sino halcones, aves depredadoras, es una muestra de verdadera risa. No le van a la zaga los proyectos que ahora Fabra (el otro) quiere desmantelar, Terra Mítica, Gran Premio de Fórmula 1, Ciudad de la Luz de Alicante, las inexistentes Torres de Calatrava. Todos disparates de gente que se cree el ombligo del mundo y, en algunos casos, sin embargo, la han estafado. Seamos sinceros: ¿a qué suena esa historia de que Urdangarín obtuvo un bocado del Consell de Baleares bajo la promesa de llevar allí una etapa del Tour de Francia? ¿A que suena a aquel que quería vender a otro el Palacio de Oriente?

Y todas iniciativas ruinosas, con pérdidas de cientos de millones de euros, siempre del erario público. Cientos de millones de pérdidas en territorios en los que están recortándose la sanidad y la educación. En realidad es una forma de gobierno bastante típica de la derecha: se reducen los ingresos de impuestos, se aumenta el gasto público en despilfarros, se arruinan las arcas públicas y, como no hay dinero, se recorta el Estado del bienestar.

Lo anterior por lo que hace al paletismo, que es sorprendente, pero queda algo por decir sobre el lucro ilícito de los participantes. Además del monumentalismo kitsch y ruinoso, los expoliadores se beneficiaban directamente de los dineros públicos que la Generalitat valenciana parecía derrochar con largueza sin cuento. Si no ando equivocado, en las cuentas de unos siete millones de euros de coste de la visita del Papa Bendicto a Valencia en 2006, faltan unos dos millones y pico que se han evaporado por el camino de la foto que el Curita deseaba hacerse con su superior supremo.

Pues bien, todo este mundo de presidentes autonómicos, diputados, consejeros, cargos, empresarios, gestores de aguas fecales, beneficiarios de contratas de reciclaje de basura, empresas de organización de eventos, subcontratistas y apandadores en general, está sembrado de políticos ejemplares, como Fabra, ciudadanos no menos ejemplares delante o detrás o al lado de los cuales promete estar Rajoy, como Camps. Gente intachable, modélica, gente bien de toda la vida, gente como Dios manda, gente de derecha que gana elecciones por mayoría abrumadora.

dijous, 8 de desembre del 2011

El exilio y el reino.

El Rey ha decidido, al parecer, que las infantas Elena y Cristina y el marido de ésta, Iñaki Urdangarín, no pertenezcan a la Casa Real o, mejor dicho, no sean la Casa Real. A primera vista, una medida muy dura, extrema, prácticamente un repudio en toda regla. Mal, realmente mal, deben de estar las cosas para Urdangarín procesalmente hablando para que se decida algo así. La Reina ha ido de emisaria de los días nefastos a explicar a la pareja en Washington la situación, momento que ha captado la revista ¡Hola! que añade una pizca de marujeo al asunto, siempre de prometedoras ventas. Al fin y al cabo se comprueba que los reyes y sus allegados son como todo el mundo, que la familia real es como todas las familias en las que siempre hay gente honrada y algún pillastre que otro. Eso parece hacer populares a los Reyes que son humanos al fin y al cabo.

Está claro: el Rey ve a su yerno en el banquillo y se le abren las carnes pensando en el porvenir de la Monarquía, una institución prendida con alfileres en la camisa que tú bordaste en rojo ayer. Sin embargo es posible que la medida, con todo lo tajante que es en apariencia, llegue tarde. Viene a ser como si la Corona quisiera decir que Urdangarín ha abusado de la buena fe de su suegro y que, tan pronto éste se ha enterado, ha tomado una decisión drástica, a la altura de su condición. Lo malo es que hay por medio una fulminante marcha al extranjero de la pareja hace tres años que ahora es obligado interpretar a la luz de los hechos posteriormente revelados. Y el Rey tendrá que explicar qué motivo aceptó por bueno que justificara aquella repentina expatriación que semejaba una huida y si eso no es colaboración o encubrimiento del delito. Y aquí entramos en un terreno metafísico, el de la responsabilidad del Rey al que, a lo mejor, vistas las cosas, se le ocurre abdicar en su hijo.

Porque Urdangarín puede haber hecho algo más que abusar del buenazo de su suegro. Ha montado presuntamente una verdadera empresa de estafas millonarias con la supuesta ayuda de dos ex presidentes autonómicos hoy imputados en otros procedimientos, Camps y Matas, dos personajes, desde luego, de cine de Costa-Gavras. De ser cierto, eso es más que un abuso de la buena fe; es montar un racket, una banda de delincuentes. No es de extrañar, pues, que la medida haya sido tajante: fuera de casa, a la intemperie, a la noche y la niebla, presa de los jueces y del ¡Hola!

Pero la medida es muy rara por otros conceptos. En primer lugar ¿qué quiere decir que no formen parte de la Casa Real? Solamente que no se les encomendarán funciones representativas ni tendrán acceso a los fondos nutricios del presupuesto. Pero seguirán siendo miembros de la Casa Real desde el momento en que no existe una definición de qué sea la tal Casa. No hay una Ley de la Casa Real. Aparece mencionada en la Constitución, pero no definida. Por tanto, lo más sensato es entender que la Casa Real es la familia real, que es de la que habla la legislación vigente. Y esta es la que es y lo del repudio y privación de derechos es más complicado de lo que parece.

Cabe pensar que, a falta de una ley que le permita hacer lo que le dé la gana, el Rey ha decidido acudir a la jurisprudencia romana más arcaica, la anterior a la compilación de Justiniano, y reverdecer la Patria Potestas, que daba al padre poder absoluto sobre los hijos y absolutísimo sobre las hijas. De este modo las excluye de la familia como podría venderlas en un mercado de esclavas. Además, al apartarlas de la Casa Real, según dice, las priva de sus derechos sucesorios. Así, al recuperar la ley sálica se va más lejos que el derecho romano, se va al de los francos salios, por el que las mujeres no tenían derecho a heredar nada. Menos mal que la Monarquía es una institución moderna.

Hilando más fino hay otra cuestión pendiente. La expulsión alcanza también a la infanta Elena por la muy inconfesable razón de que, de no ser así, significaría un reconocimiento prematuro de la culpabilidad de los duques de Palma. Incluyendo a la susodicha infanta, lo cual es una injusticia porque ella no ha hecho nada y no parece haber estafado a nadie, la cosa se viste de racionalidad administrativa y orgánica, sobre todo en tiempos de ajustes. Para estar a tono con la época, la Casa Real recorta el cien por cien del salario de las dos infantas y, además, las despide, privándolas de sus derechos. Por ser mujeres. Y eso no es de recibo.

En cuanto a Urdangarín, la cosa es más fácil. Se le puede pedir el divorcio de la Infanta Cristina. Al fin y al cabo, y ya puestos a ser modernos, uno de los poderes del Pater Familias era divorciar a los hijos, quisieran estos o no. Hay ¡Hola! para rato. Es preferible la República.

dilluns, 5 de desembre del 2011

La Gürtel se come la monarquía.

La ya legendaria trama Gürtel, cuyas ramificaciones son más frondosas cada día que pasa, parece haber sido la más potente forma de delincuencia organizada en los últimos años, con participación de empresarios sin escrúpulos, funcionarios y cargos electos del PP presuntamente corruptos. Una especie de mafia dedicada a esquilmar los dineros públicos cada vez que se movían. La reaparición de Francisco Camps, el de los trajes impagos, quien supuestamente se valió de Urdangarín como pantalla para trajinarse los euros a millones, reorienta las andanzas del duque de Palma hacia la ciénaga gürteliana en la que éste corre peligro de quedar sepultado.

Los últimos acontecimientos, el retorno a la condición de procesado imputado de Carlos Fabra (cuyos supuestos delitos no han prescrito), la inmediata comparecencia de Camps en la causa por cohecho impropio y las nuevas revelaciones sobre los posibles chanchullos de la Generalitat valenciana bajo su mandato, hacen inexcusable que el PP afronte sus responsabilidades con ese nuevo código de buenas prácticas que, no bien se publicó, cayó en desuso. No es aceptable que ningún político procesado en causa penal ostente cargo público alguno. Fabra, Camps y todos los que, en su situación, tengan responsabilidades oficiales deben abandonarlas ipso facto. De no ser así, el PP acabará siendo corresponsable de sus posibles fechorías a ojos de la opinión pública.

Pero el daño mayor de la presunta implicación de Urdangarín en este fenomenal contubernio de corrupción, expolio, despilfarro y malversación lo sufre y lo sufrirá la monarquía española. He leído a algunos expertos afirmar que la Corona no tiene que temer daño alguno, que no hay implicación de hecho en nada delictivo, que el asunto afecta personalmente a Urdangarín y otras interpertaciones de exoneración que carecen de valor porque no hacen al caso. Si hay o no implicaciones directas de la Casa Real (por ejemplo, la infanta Cristina) en las presuntas ilegalidades del yerno del Rey es cosa que los tribunales determinarán en su día pero, para entonces, el daño estará ya hecho.

La Corona carece de poder real; su importancia, fundamental por lo demás, es meramente simbólica. Y lo simbólico se mueve por reglas distintas a las procesales. El Rey ennobleció a Urdangarín haciéndolo duque y el duque, según parece, aprovechó su ducado y el nombre del Rey para enriquecerse por medios fraudulentos a toda velocidad pero no tanta que al jefe de la Casa Real no le diera tiempo a indagar por el origen de los ingresos de su yerno que le permitieron comprar un buen puñado de inmuebles, incluido un palacete en Barcelona en dos o tres años.

Los partidarios de la monarquía, de la dinastía, del Rey, afirman que nada de lo sucedido afecta a la institución, pero no es eso lo que piensan los ciudadanos cuya valoración de la Corona es cada día más baja y hasta hoy se sitúa por debajo del suspenso. No quiero ni imaginar en dónde estará cuando se les vuelva a preguntar. Es comprensible que esos monárquicos, de izquierda o de derecha, socialistas o populares, traten de evitar al país el inevitable trastorno que se seguiría del fin de la monarquía.

Comprensible pero no justificable. Esa monarquía fue instaurada por Franco y es lógico pensar que hereda la falta de legitimidad y de ética cívica que caracterizó a aquella dictadura. Es un baldón de origen que se refuerza con el comportamiento de sus allegados. La República nunca ha tenido ocasión de demostrar su superior legitimidad. Y es hora de que la tenga.

dissabte, 12 de novembre del 2011

Urdangarín no es el problema. Es el síntoma.

Las incidencias procesales de Iñaki Urdangarín han despertado un enorme interés colectivo morboso. Primeras en los periódicos, noticias por doquier, comentarios en la red, avisos de todo tipo, especulaciones sobre si será juzgado, si "se irá de rositas" o si se le tratará como a un ciudadano más. Esa avalancha demuestra que, en efecto, no se le trata como a un ciudadano más; pero no por culpa de los jueces sino de los medios de comunicación y la opinión. Al contrario, los jueces están tratándolo como a un ciudadano más. Y nadie gana nada poniéndolo en duda. Iñaki Urdangarín no es un ciudadano más, pero se lo tratará como a un ciudadano más. Si ha de llegar a juicio, tendrá un juicio justo. Contará con buenos abogados porque puede pagarlos, pero no con jueces más favorables. Ese no es el problema.

En otros predios se ha ido a buscar el problema a la casa real y hay ya quien toca a difunto por la monarquía. En estos tiempos de crisis con la institución en no buena opinión ciudadana, según el CIS, la corona no aguantará un deslustre de este calibre. Me parece una opinón propia de programas del corazón y no me extrañaría nada que esto acabara siendo desmenuzado en uno de esos espacios de corrala de postín mediático. Pero si todos los argumentos que tenemos contra la monarquía se reducen a lo que haga el yerno del rey, o su hija en sus actividades "profesionales", por llamarlas de algún modo, en realidad no tenemos argumentos. En toda familia hay algún garbanzo negro y en todo aprisco una oveja descarriada. Los argumentos contra la monarquía son de orden ético y político. Una institución que descansa sobre la idea de que se tiene un derecho al poder (sea o no simbólico pues lo simbólico es muy importante) por herencia familiar no es compatible con el principio de la igualdad de derechos. Cuando el rey, en un esfuerzo meritorio por justificar lo injustificable, habla de la "monarquía democrática" está enunciando un absurdo del género Ubu doble porque para que la monarquía fuera democrática, todos los ciudadanos deberían tener igual derecho a ser reyes. O sea, éste tampoco es el problema.

Centrar exclusivamente la atención en el lado personal de Urdangarín y la infanta y otros aspectos suculentos como su expatriación de hecho a Washington cuando empezó a agitarse el gallinero tiene otra consecuencia. Como también la tiene aprovechar la presunta trapisonda para cargar contra la monarquía y salir dando vivas a la IIIª. ¿Qué consecuencia? Distraer la atención del verdadero problema.

Urdangarín y la monarquía son síntomas. El verdadero problema es el PP, el que se encuentra al otro lado de este nuevo presunto desfalco de las arcas públicas por millones de euros. El problema es que el llamado caso Babel (o sea, Urdangarín) es pieza separada del caso Palma Arena y que en los dos aparece Jaume Matas, presidente del PP de Baleares cuando los hechos, responsable último de ellos y quien también puso pies en polvorosa haciendo las Indias, con escaso resultado. El problema es que en Valencia, al otro lado aparece Francisco Camps, expresidente del PP de de la comunidad, que lleva dos años enredado en los tribunales, dando espectáculo tras espectáculo y con los negros nubarrones de la Gürtel ciñéndole las sienes como la corona del martirio, pues ya le llamaban el curita. Ni que decir tiene que el caso Urdangarín, si hay caso, también gira en la órbita de la Gürtel.

El problema está en esas administraciones del PP gobernadas como cortijos. Que el aeropuerto de Castellón vaya a contar con un grupo escultórico de Carlos Fabra colosal, ciclópeo, de 24 metros de altura, 18 de ancho y 300.000 euros de precio a la entrada es algo que deja chico el Ubu borbónico. Y más cuando se recuerda que en ese aeropuerto, que nos ha costado una millonada, no hay tráfico aéreo, que está abierto para que la gente vaya a pasear, pero tiene un director que cobra una pastuqui por mantener en forma una partida de halcones previstos para cuando unos pájaros inexistentes entorpezcan unos vuelos tan existentes como los pájaros. Y los halcones también nos cuestan un riñón, como si la patria fuera un Prometeo, atado a una roca mientras un buitre le comía los hígados. O más que un buitre, los pájaros de Hitchckok. Esto pasa ya Ubu, es puro El perro andaluz. O, para seguir con el cine y venirnos de hoy, merito tema para Alex de la Iglesia.

El problema es que el PP no solamente no se distancia de estos comportamientos ni los condena sino que se constituye en parte en los procesos con la intención de dificultarlos. Cuando su comportamiento debiera ser el contrario: hacer expedita la acción de la justicia y corruptos fuera. Pero es el contrario del contrario: en repetidas ocasiones Rajoy ha puesto a Matas, Camps y Fabra como modelos de comportamiento, como políticos modelos. El problema es que la corrupción no tiene respuesta política y, lo que es más grave, tampoco parece tener sanción electoral. Y efectivamente, eso es muy grave. En monarquía, república, oligarquía o imperio.

(La imagen es una foto de ÁNGEL RUIZ ALMANSA, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 27 de desembre del 2008

Al Rey no lo escucha nadie.

El apelmazado discurso del Rey al amor del Belén lo siguieron 8.443.000 espectadores que en principio es una cifra respetable. Pero teniendo en cuenta que se transmitió por veintiún canales y que sólo dejó de hacerlo ETB en el País Vasco, esa cifra quiere decir que la audiencia real real fue muy inferior pues en esos ocho millones y medio se cuentan todos los que tienen la TV encendida permanentemente aunque estén en el water y la miren o no; sobre todo si se repara en que no había posibilidad de zapping ya que en todos los canales nos encontraríamos con el real careto y el único sitio en que se pudiera ver algo distinto, ETB, no tiene cobertura en toda España y sin contar con que a lo mejor dan la programación en euskera, que no es lengua de universal expansión.

Reseño el dato porque, como yo si lo vi y oí puedo asegurar a quienes no lo hicieron que no se perdieron nada.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 25 de desembre del 2008

El discurso del Rey.

¡Diantres! Imposible sacar algo de enjundia del triple conjunto de vaciedades con que se despachó anoche Su Majestad. El trigésimo aniversario de la Constitución (él dice "Contitución"), el terrorismo y la crisis económica fueron los asuntos tratados junto con un par de aditamentos, en especial el gran adelanto experimentado por la mujer. No lo dirá por la suya que, a juzgar por lo que cuenta doña Pilar Urbano adelanta hacia atrás y a estas alturas debe de estar ya en el siglo XIV.

De ninguno de los tres asuntos dijo algo digno de reseñarse, algo distinto de lo que dice cualquier ciudadano medianamente informado, no especialmente listo y nada original: la Contitución es buena, el terrorismo malo y de la crisis saldremos porque somos un equipo de primera. Los periódicos lo tendrán crudo mañana cuando quieran destacar algo de la real melopea. Creo que esta vez, además, ha rizado el rizo de lo anodino porque no veo por dónde podrán enfadarse los nacionalistas como no sea por el hecho de que el Rey no se haya acordado de ellos.

Tengo la impresión de que lo único de (relativo) interés que dijo SM es que no piensa retirarse y que mientras Dios le dé fuerzas, etc, etc. Igual que su protector, Francisco Franco, a quien tanto debe y cuyos principios del Movimiento Nacional juró por Dios y los evangelios al comienzo de su mandato, según puede verse en este vídeo de 1975. Mírenlo; es impresionante:

Lo que son las cosas, ¿verdad?

(La imagen es una foto de Gwen, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 19 de desembre del 2008

La Real felicitación.

Esta gente, esta Real gente, no tiene arreglo. El año pasado el Rey y la Reina felicitaron la Navidad a sus amados súbditos con un experimento de photoshop que podía haberlo hecho el gato. Don Juan Carlos, con una chaqueta cruzada, no tenía piernas y la Reina, que llevaba a un nieto o nieta en brazos, tampoco. Este año, como se ve, la cagan con los nacionalistas. Con lo que gusta a estos que SS.MM. digan bona nit, ongi etorri o No te embarques Rianxeira que te vas a marear van los muy estirados y felicitan solo en español (el Rey y la Reina), en español e inglés (los Príncipes de Asturias) o en español, inglés y francés la infanta Elena. Ni rastro de los demás idiomas de España. Sensibilidad, la del caimán. Preocupación por la vida cotidiana de Juan Español, más o menos la misma. En cambio se usan el inglés y el francés, como si fuera el aeropuerto Charles Da Gaulle.

Además han decidido no fotografiar más que a los peques y, en el caso de los Reyes, una adoración para subrayar lo de la separación entre la Iglesia y el Estado. Francamente, Majestades: manden Vds. al Jefe de la Casa Real a la suya y el año que viene compren tarjetas del UNICEF. Quedarán Vds, divinos. De nada.

(La imagen es de reproducción libre con autorización de la Casa Real, siempre que se haga constar, como se hace, que la procedencia es Casa de su Majestad el Rey).



dilluns, 8 de desembre del 2008

¿Muerte al Borbón?

Seguro, segurísimo que ese chicarrón catalán un poco brutote no tenía intenciones aviesas cuando gritó lo de "¡Muerte al Borbón!" Por una vez en la vida estoy de acuerdo con el señor Bono cuando exculpa al político de ERC diciendo que no quería decir verdaderamente lo que dijo y que es una persona muy emotiva, muy primaria. Ciertamente, se vio rodeado de los suyos en un ambiente de entusiasmo contagioso y se le fue el estro.

No puedo en cambio coincidir con el colega del señor Bono, don Javier Rojo, presidente del Senado cuando se toma el ex-abrupto de Tardá por la tremenda y, para contestar, enhebra, él sí, una serie de desatinos que deja el del señor Tardá convertido en una jaculatoria de beato. Dice el señor Rojo que, al pedir la muerte para el Borbón, el señor Tardá "ha insultado a todos los españoles". A mí no y no soy menos español ni menos rojo que el señor Rojo. Lo de Tardá me parecerá mejor o peor, más o menos educado pero ¿ofenderme? ¿Por qué? ¿Puede el señor Rojo explicar qué tiene la exclamación de marras de ofensiva para nadie, incluido el mismísimo interesado para quien será irritante, amenazadora, temible, pero no ofensiva? Eso de darse por ofendido por un quítame allá esas pajas es más propio del calderoniano señor Rajoy.

Añade el señor Rojo que los diputados deben tener un "poquito más de responsabilidad" que el resto de los ciudadanos porque les pagan por ello. Eso sí que es ofensivo para todo el mundo y el señor Rojo debiera darse cuenta de que su razonamiento es detestable. En primer lugar los diputados no tienen por qué ser más responsables que los ciudadanos que no son menores de edad, y en segundo lugar ello no puede depender de que les paguen o no. Ese punto de vista retrata al señor Rojo como un mercenario. Finalmente el presidente del Senado se ha lucido asegurando que las declaraciones del señorTardá hacen un "flaco servicio a ERC y sus electores". Espero que se sirva explicar por qué sea flaco el tal servicio. A mí me parece muy a tono con la condición republicana de la organización.

Lo que sucede es que es ahí también en donde se pilla el embuste del señor Tardá según el cual el grito de "¡Muerte al Borbón!" no quiere decir que haya que presentarse en el Palacio de la Zarzuela con una guillotina en la baca del coche, sino que se inscribe en el contexto de la Guerra de Sucesión en España, de la toma de Barcelona por Felipe V en 1714 y de la tradición republicana de Esquerra. Pero esto no es más que un conjunto de patrañas para salir vergonzosamente del paso. En primer lugar, los de Esquerra no son todos los catalanes, gracias a los dioses y, en segundo, los catalanes en 1714 no combatían por la República sino por otro Rey, tan malo como el Borbón: el archiduque de Austria a quien ya habían proclamado Conde de Barcelona. Eran pues tan siervos de un Rey como los borbónicos y al "¡Muera el Borbón!" correspondía un "¡Viva el Austria!", tan repugnante el uno como el otro. El señor Tardá ha perdido el oremus y ha sacado el trasfondo servil que lleva.

Los republicanos no necesitamos pedir la muerte de nadie, Borbón o no Borbón, para reclamar el fin de la Monarquía en España al grito, si es necesario de ¡Abajo el Borbón! ¡Fuera la Corona! ¡Abajo todos los Reyes! ¡Que se vayan! Y ahora que venga el también servil señor Rojo a decir que lo ofendo.

(La imagen es una foto de Fundació Pere Ardiaca, bajo licencia de Creative Commons).