dissabte, 7 de gener del 2017

El cardenal desdoblado

Día señalado el de ayer para la "gran nación". Hablaron el trono y el altar, la sagrada alianza tradicional del país. El rey, con motivo de la Pascua Militar, y ya tenemos aquí al ejército, sin el cual la anterior alianza sería ilusión. El cardenal con el mismo motivo o con cualquier otro, pues la iglesia española habla cuando quiere, con motivo o sin él. Estaría bueno. De los dos discursos, el "lego", que no "civil" por ser "militar", fue el más soso y previsible: hay que luchar sin descanso contra el terrorismo. Por tal se entiende la actividad armada de organizaciones o individuos criminales con la composición, nacionalidad, religión o ideología que quieran. La incompetencia de la autoridad política con resultado de muerte de 75 personas inocentes, 62 de las cuales, además, obedecían órdenes de sus mandos, no es terrorismo. Por eso no se mencionó en la alocución real. O quizá sí lo sea y esté comprendida en esa categoría más amplia contra la que el monarca insta a la milicia a redoblar la guardia.

El discurso del purpurado, en cambio, no tiene desperdicio. Es toda una argumentación. Pero ocurre algo curioso: los medios en general traen la noticia del titular en la imagen hablando de "ideología de género" que, al parecer, también es responsable de la violencia machista y la prostitución. Todos se remiten como fuente a una "carta pastoral" de este príncipe de la iglesia, titulada La gran urgencia: salvar a la familia. He ido a buscarla, creo haberla encontrado aunque con un nombre algo diferente (la búsqueda en Google con el título que citan los medios no da resultado), La familia, urgencia inexcusble (Carta semanal del cardenal arzobispo de Valencia, 2 de enero de 2016). La he leído dos veces y la expresión "ideología de género" no aparece ni una. Es más, la carta es un mazacote indigesto con una sola idea repetida ad nauseam : que la familia, célula fundamental de la humanidad, está en peligro y los poderes públicos deben hacer lo que puedan por protegerla, consolidarla, hacerla prosperar. Repitan eso seis o siete veces y tienen lo esencial de la carta de marras. Pedir es siempre lo que mejor se le da a la iglesia. Se añade la orden de que los poderes públicos se abstengan de legislar en menoscabo de la familia; esto es, de lo que él cree que es y debe ser la familia.

Una reiterada petición de apoyo a los poderes públicos que, de no prestarlo, serían responsables del hundimiento moral de la familia, o sea de la sociedad. Pero nada de "ideología de género". Cabía la posibilidad de que la tal carta hubiera sido expurgada, pues la página en que se aloja es un sitio web católico que se llama Religión en libertad. Pero no es el caso; son gente seria, a juzgar por lo que publican: Kim Jong Un prohíbe la Navidad en Corea del Norte y ordena que se celebre el nacimiento de su abuela.

O alguien ha interpretado y hasta inventado la arenga religiosa del ilustre prelado y luego la ha difundido a todos los medios (de hecho, todos dicen más o menos lo mismo) o realmente el propio príncipe eclesial dio una conferencia o presentó al público su pastoral y ahí precisó su doctrina en esos términos más agresivos que recogen los medios. E decir, glosó, profundizó en su carta y confió al aire lo que no quiso dejar escrito sobre el papel. Se desdobló.

Vaya por la expresión ideología de género. Tiene su mala uva. Llamar "ideología" de género a lo que los feministas llamamos "perspectiva de género" pone nervioso al sociólogo del conocimiento que todos llevamos dentro. El género, dice Cañizares, no es una idea, sino una ideología, esto es, un conocimiento falso y, además, dañino. Siendo el orador un siervo de Dios, encuentra enseguida la punta herética. Además de una abominación, la "ideología de género" es un absurdo pues la iglesia no acepta el concepto de género como construcción cultural/social del sexo porque ella sigue llamando al sexo, sexo y, según Cañizares, sabe lo que es el amor y el matrimonio, (...) la verdad y la grandeza de la sexualidad. De sexualidad, los curas no saben nada y, si algo saben, es por malas artes.

El problema de la doctrina cañizaresca viene justo del propio enunciado de "ideología de género" porque esta es uno de los pilares de la iglesia, aunque más de la católica que de las protestantes. Toda la concepción cristiana de las mujeres y su relación con los hombres (no hablemos ya de los dioses) está recorrida por esa ideología patriarcal de género como una cadena. Una cadena interna y externa. Lo que irrita a Cañizares no es la ideología de género, sino la de un género que no sea patriarcal. Pero él no se da cuenta; es la cadena interna. Lo que le importa es que funcione la externa, esto es, que las mujeres no se escapen, que acepten la función que les corresponde en la familia asentada sobre el matrimonio único e indestructible, entre un hombre y una mujer, abierto a la vida; lo de "abierto a la vida" se completa y precisa más tarde con un los derechos de los hijos a nacer, con lo que queda claro que la iglesia sigue sin aceptar el divorcio ni el aborto. Por supuesto, ni hablamos de la posibilidad de mujeres sacerdotisas. A eso es a lo que quiere Cañizares que se adapten las mujeres y no caigan víctimas de la "ideología de género".

Este ideólogo de género macho alfa, subgénero eclesial, viene ya como un san Jorge a liberar a la princesa de Trebizonda de las fauces del dragón ideológico de género, que es el mal. Cómo el bueno de san Jorge, que murió decapitado, acabó alanceando dragones es un misterio que seguramente viene de la inventiva de Jacobo de Vorágine, que echó mano del mito de Perseo y Andrómeda. Pero este ejemplo no valdría para el prelado porque, a diferencia del casto san Jorge, Perseo iba animado de una concupiscencia ardiente.

El nuevo san Jorge acomete al dragón afirmando que la "violencia de género" (¿acaso no lo dice ya la fórmula?) y la prostitución son productos de la diabólica "ideología de género". Ambos fenómenos son tan antiguos como las sociedades patriarcales, el de la prostitución con ese mismo nombre ("el oficio más viejo, etc") y el de la violencia machista con ninguno hasta que se inventó lo del "crimen pasional". ¿Qué más quiere la víctima que el héroe la mande a la inmortalidad de un balazo? Uno podría sospechar que hay algo desajustado en el hecho de poner el efecto mucho antes, una eternidad, de la supuesta causa. Pero ya se sabe que desde los tiempos de Hume, eso de la causalidad no está nada claro, así que ¿por qué no va a ser la "ideología de género" de hoy causa de la prostitución en Babilonia, por ejemplo, llamada "causa retroactiva"?

El problema no es que el purpurado tenga una concepción dogmática y sectaria de la familia. Cada cual tiene libertad de concepciones. El problema empieza cuando el mismo purpurado, ya rojo de santa ira, sostiene que quienes profesan una idea y práctica distintas de las suyas, por el mero hecho de existir, ya suponen un peligro para la familia católica. Exactamente ¿por qué?

Por la misma razón por la que considera que es una maldad adoctrinar a niños en ideología de género que no sea la suya: porque lo dice Dios, que habla por su boca.