dissabte, 29 d’agost del 2015

Soberanía y corrupción.

Tiene razón Soraya Sáenz de Santamaría al decir que los jueces no entienden de fechas electorales. Obvio. Cumplen con su deber. Si la justicia se rigiera por las conveniencias electorales de este o aquel no sería justicia, ¿verdad? Sería un cachondeo. Y, como en España la justicia no es un cachondeo, su acción prosigue implacable contra la presunta corrupción institucional de CiU (aunque la tocada aquí parece sobre todo Convèrgencia)  con el fin de averiguar el alcance de los indicios delictivos que viene investigando, juzgar a los culpables, si los hay, y condenarlos, si lo merecen. Y así debe ser. Es preciso acabar con la corrupción en donde se dé, en Cataluña, en Madrid, en Andalucía. Caiga quien caiga.

Al mismo tiempo, no cabe olvidar que estamos en mitad de un torbellino político, quizá el más importante que ha habido en España desde la muerte de Franco, el que puede cambiar de verdad y para siempre la faz del país, aunque los nacionalistas españoles acaben de enterarse, y no ando muy cierto de que lo hayan hecho del todo. Y en estas circunstancias es de esperar que el debate político, habitualmente cálido en estos pagos, se ponga al rojo vivo. El rojo vivo real y no ese ñoño remedo televisivo. Se oirán muchos ex-abruptos, incluso barbaridades, de un lado y del otro. Pero no es motivo para enredarse o confundirse. Hagan los jueces en buena hora su trabajo con eficacia e independencia. Déseles toda la ayuda y el apoyo que precisen. La justicia es el eje esencial de toda comunidad política. Platón dedicó su obra más importante a este vínculo. Y así sigue hoy, casi 2.500 años después.

Salgamos, pues, del ámbito judicial, dejemos trabajar a los jueces y vayamos a la dimensión política del asunto. ¿Qué autoridad tiene el PP para reclamar la separación entre ambos campos? Nula, como todo el mundo sabe. La derecha, el gobierno, el PP, la señora Santamaría, no han colaborado jamás con la justicia cuando esta los investiga. Antes bien, la destrucción de pruebas de todo tipo, la negativa a atender y cumplir reiterados autos judiciales, el borrado de los discos duros barcénigos, etc., atestiguan lo contrario, esto es, que obstaculizan y entorpecen la acción de la justicia cuanto pueden e, incluso, si parecen colaborar, como cuando se personaron en la causa de los papeles de Bárcenas como acusación, lo hicieron para distorsionar el procedimiento y fue necesario expulsarlos. Como probablemente lo será otra vez con la nueva personación de la Comunidad de Madrid (PP) en el caso de la Púnica. Y esto sin entrar ya en terrenos más procelosos, como las maniobras para apartar unos jueces íntegros y poner otros más acomodaticios o de la propia cuerda.

Sin embargo, reconozcámoslo, este argumento, teñido del defecto "y tú más", no es válido del todo. No, no lo es, pero ayuda a hacerse una idea. Lo interesante es el argumento siguiente: frente a sus casos de corrupción, que son una pedrea cuya enumeración no cabría en el post, el PP insiste en que se trata de cuestiones aisladas que en nada afectan al partido en su conjunto, a su programa, su ideología (si es que tiene alguna) y su proyecto político, del que tampoco se sabe gran cosa. De hecho, ese mismo partido se presenta a las elecciones de diciembre sosteniendo que lleva una lucha titánica contra la corrupción que anida en su seno, igual que San Antonio luchaba contra la concupiscencia que lo asaltaba. Y presenta como candidato a Mariano Rajoy, sobre quien recaen fundadas acusaciones de haber estado cobrando sobresueldos y otras bicocas de procedencia dudosa y certidumbres de que ha mentido en repetidas ocasiones en el parlamento, en la televisión y en la calle.

¿Por qué, en cambio, los presuntos casos de corrupción que afectan a Convergència y no, por cierto, personalmente a Mas, han de debilitar o hacer fracasar el proceso soberanista en su conjunto? ¿Por qué no se liga corrupción y unidad de la España neoliberal y nacionalcatólica pero sí corrupción y soberanismo? Es patente que Juntos por el sí no es Convèrgencia, sino una "confluencia" de mucha más gente en principio limpia de polvo y paja. Por cierto, para quien sepa apreciar la finura florentina de la política de Mas, que sigue dando mil vueltas al zote de La Moncloa, ¿queda ya claro el misterio de por qué va el cuarto en la lista y no el primero? ¿Hay que explicarlo? Precisamente para desactivar esta supuesta "bomba" que ya preveía, esta amalgama para dinamitar el soberanismo.

Es igual. El unionismo, el nacionalismo español, creyendo victoriosa su estrategia del embudo, ha lanzado a sus portavoces a bombardear la plaza soberanista. Arranca alegre "El País" que, titula más con el deseo que con la luz de la razón, que La investigación de las comisiones del 3% fractura la lista unitaria. Y todos se hacen eco, hasta Pablo Iglesias, quien, encantado de mostrarse persona de orden y patriota, repite la falsa doctrina de que "soberanía y corrupción son incompatibles", doctrina falsa por partida doble: a) una general y de hecho, ya que hay Estados soberanos basados en la corrupción; por ejemplo, el suyo; b) otra particular y de juicio de intenciones, porque nadie en el soberanismo catalán, que se sepa, ha pretendido hacerlo compatible con la corrupción.

Está claro que, a falta de argumentos, el nacionalismo español de derechas, de centro, de izquierda y de izquierda/no izquierda, recurre al socorrido método de la amalgama, que los soberanistas califican de "juego sucio". Aunque pueda parecer paradójico, Palinuro está satisfecho con esta vía de contraataque a una emergencia independentista catalana que los unionistas no saben cómo contrarrestar. Peor sería que preparan algún tipo de intervención violenta o de provocación. Posibilidad que tampoco cabe ignorar sin más en una país cuyo ministro del Interior se reúne mano a mano con un presunto delincuente. De momento, al parecer, se ha limitado a avisar a las televisiones y periódicos afectos al régimen para que tuvieran tanto tiempo para preparar el "operativo mediático" como la Guardia Civil el suyo, es decir, ha movilizado su brigada de plumillas. Luego vendrán los tertulianos de estercolero.

Todo esto, sin embargo, aunque el nacionalismo español crea lo contrario, es agua pasada. El soberanismo catalán, el impulso independentista no depende ya de las candidaturas concretas, de las personas, de Juntos por el Sí y mucho menos de Convèrgencia. Es un movimiento de amplia base social, transversal, transideológico, transconfesional, con profundas raíces en todo el territorio y mucha fuerza fuera de él. De esta forma, quienes pretenden emplear los autos judiciales como armas políticas (diciendo lo contrario, por supuesto) en contra del independentismo, del secesionismo, demuestran una vez más su pasmosa cortedad mental porque, al hacerlo, han acabado agrupando las opciones en los dos bloques plebiscitarios que el independentismo quería y los unionistas pretendían evitar a toda costa: sí o no. Y el "sí" daba hoy contundente respuesta en la fiesta de "JpS". De este modo, la suerte está echada: el día 27 de septiembre se verá si la presunta corrupción de Convèrgencia resta votos al independentismo, como anhelan los nacionalistas españoles o, al contrario, fabrica más independentistas, como dicen los soberanistas. Parada y fonda para calibrarlo entre tanto será la Diada. 
 
Veremos quién gana.