dimarts, 10 de març del 2015

Regeneración.


Hace mucho tiempo que no se ven unas elecciones tan abiertas, de resultados tan inciertos. Al menos, desde los inicios de la transición. Y no son solo una consulta, sino cuatro en un año con intervalos de tres meses o menos.  Aquí va a ponerse todo a prueba.

Son elecciones tan abiertas y con tanta volatilidad en intención de voto porque hay un estado generalizado de desconcierto, una aguda conciencia de crisis, un asomarse a lo imprevisto que causa a la vez ilusión y zozobra.

La crisis es triple. La económica no precisa presentación. En parte vino de fuera y en parte se originó dentro. Va por su séptimo año sin signos reales, consistentes, de mejoría. Ha causado y sigue causando destrozos económicos y sociales sin cuento. Es una emergencia.

A ella se ha sumado una crisis política, institucional, producida por la incompetencia del gobierno. Aplicando rígidas políticas económicas impuestas por la UE o Alemania y reformas radicales de carácter ideológico, está haciendo pagar la crisis a los sectores sociales más desfavorecidos, atentando seriamente contra la cohesión social, generando desigualdades lacerantes (basta mirar la escala salarial), provocando la indignación de amplios sectores sociales.

Esa indignación provoca una tercera crisis cívico-moral que se enciende con la corrupción rampante, omnipresente que todo lo contamina. La corrupción es la segunda preocupación de los españoles, pueblo caracterizado por unas amplias tragaderas históricas. La conciencia se condensa en una de crisis de la democracia. Señor@s, esto ha tomado un rumbo equivocado. Hay que enderezarlo. Hay que regenerar la democracia. Regeneración es la palabra, tampoco tan nueva esta parte del planeta.

¿Cuántas veces se ha oído al gobierno su intención de aprobar medidas de regeneración, códigos éticos, reformas normativas, decretos, recomendaciones, sesudos informes y hasta páginas web?  Ninguna de ellas pasa del primer vagido, si lo da. ¿Por qué? Porque el gobierno carece de toda autoridad para esta empresa y el primero en saberlo es él. Por eso no tiene entusiasmo y las cosas sin entusiasmo no salen. Aunque tampoco está claro el deseo de que salgan.

La cuestión es si el PSOE puede izar esa bandera regeneracionista. Si  puede y si le dejan. Es y se reconoce parte del orden dinástico. Esto lo obliga a especificar qué quiere regenerar y si, para hacerlo, precisa reformar la Constitución, cuál será el alcance de esa reforma. El punto esencial de su defensa es el acotamiento de la reforma constitucional frente a las dos opciones alternativas, el inmovilismo cerrado de la derecha y el proceso constituyente abierto de la izquierda. Ambos superiores en un orden puramente lógico porque si todo inmovilismo excluye la reforma, no toda reforma excluye el inmovilismo. Y, por el otro lado, si el proceso constituyente incluye cualquier reforma constitucional, la reforma constitucional excluye el proceso constituyente.

El programa regeneracionista del PSOE se hará en el marco de la reforma constitucional, aun bajo la sospecha de que ello servirá para muy poco en la cuestión catalana. El problema es saber exactamente el alcance de la reforma, esto es, si además de la planta territorial del Estado y una serie de derechos sociales y económicos (que ya veremos) se propondrá algo con relación a las sempiternas cuestiones abiertas en España, la de la Monarquía República y la de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Asuntos nada fáciles de zanjar.

La reciente arremetida a estilo algarada de Podemos ha sembrado el desconcierto en la pesada izquierda institucional, en una táctica típica de la caballería númida, de ataque y repliegue. IU se ha venido abajo con mediano estrépito y las cohortes sociatas se han estremecido. Pero, parecen recomponerse pues también ellos, como Escipión en Zama, disponen de temibles jinetes númidas. Recuérdese  que, así como los de Podemos no son de derechas ni de izquierdas, los númidas podían combatir en las mismas guerras en campos contrarios. Pasada la primera sorpresa, retirados los efectivos a los cuarteles de invierno, entra ahora en acción la maquinaria bélica. Aquí la regeneración viene por el lado de un proceso constituyente, sin límites. Rien ne va plus!
 
Y justo en ese momento se ha colado en el mentidero regeneracionista Ciudadanos sin duda por eso que los de Podemos llaman con cierta cursilería una ventana de oportunidad y que consiste en aprovechar el hueco. Pues hay hueco; lo dicen los votos. Pero no saben cuál porque el discurso de Ciudadanos es incomprensible, un popurrí con tendencia a la derecha extrema, pero vestida de modernidad. De regeneracionista, nada. Pero no por falta de autoridad, como en el PP, sino de interés en la materia. Ya puede una amargada Rosa Díez exponer el decálogo del despecho, las diez diferencias con Ciudadanos que prueban cómo ellos son un partido serio y responsable y los de C's una panda de advenedizos sin principios, oportunistas, sin escrúpulos. Será cierto que esas sean las diferencias, pero los ciudadanos parecen haber visto otras, entre ellas una muy tonta pero importante: un nombre fácil de identificar. ¿Qué es UPyD? ¿Qué la formación magenta?  Sería quizá injusto que no llegara al 3%, pero puede pasar.