dijous, 19 de febrer del 2015

Unidad, claridad y lealtad.


Nadie, supongo, pondrá en duda la voluntad unitaria de Palinuro, igual que su libertad e independencia de criterio. Su posición ha sido siempre de una claridad meridiana y reiteradamente expuesta: la izquierda tiene la obligación política y moral de unirse para hacer frente a una derecha depredadora cuya fortaleza reside, precisamente, en su unidad.

Por "izquierda", Palinuro entiende, también lo ha dicho, el PSOE y las demás fuerzas que se digan de izquierda. Mucha gente, al parecer en posesión de claves de autenticidad ideológica (nunca contrastada con realidad práctica alguna), sostiene que el PSOE no es de izquierda y, por tanto, no ha lugar a unirse con él. Algunos otros afirman que no solamente no es de izquierda sino que es igual al PP. Opiniones ambas tan legítimas como las contrarias y que pueden defenderse con el mismo derecho con que Palinuro defiende esas contrarias pero que, en principio, no obligan a quien se le exponen a tenerlas más en cuenta que el vuelo de una mosca.

Ese afán unitario invade hoy todos los cuarteles de la izquierda con insólito fervor. Léase lo que dice doña Tania Sánchez de que "la gente quiere una alternativa única al PP en Madrid". Es tan fuerte la pasión por la unidad que hasta los bravos luchadores contra el bipartidismo quieren otro bipartidismo. El suyo. Tan fuerte que alguien que, como esta señora, hubiera sido calificada en otras circunstancia de tránsfuga, que es lo que es, se erige en abanderada de la unidad de la izquierda.

Cierto que no la llama unidad de la izquierda. Los estrategas de la formación con la que quiere confluir la señora Sánchez no gustan de estos términos de izquierda y derecha y prefieren hablar, como ella, de unidad popular. Bizantinismos inútiles y un poco ridículos si se tiene en cuenta que, de cumplirse el deseo unitario en estos términos, la lucha sería entre el Partido Popular y la Unidad Popular, lo que suena un pelín cantinflesco.

Pero hay algo de mucho más calado. En su grito por la unidad, la señora Sánchez pide que los "militantes defraudados del PSOE" se unan a su proyecto. Eso ya no es tan inocente y es una carga de profundidad contra ese partido, al querer introducir una cuña entre sus militantes "no defraudados" (probablemente unos burguesazos sin principios ni verdadero espíritu izquierdista, unos traidores) y los "defraudados", que son los buenos a quienes se recibe en esa flamante Convocatoria por Madrid que tiene una semana de vida y a la que quizá apenas le quede otra, si quien la promueve actúa como tiene por costumbre, escindiéndose de las organizaciones al grito de "unidad".

Ignoro hasta dónde llega la memoria de la señora Sánchez y, por tanto, no sé si recuerda que esta táctica de promover la unidad por abajo (los militantes "defraudados") y el enfrentamiento por arriba, con la dirección "traidora", etc, etc. es el meollo de la política sectaria de los comunistas en los años veinte del siglo XX que, en algunos casos los llevó a aliarse con los nazis en contra de los socialdemócratas, a los que llamaban "socialfascistas" con el habitual alarde de ingenio. Quizá lo recuerde o quizá no, eso es indiferente. Aquí lo único esencial es que se postula una unidad de la izquierda (o popular, tanto da), al tiempo que se trata de fraccionar el PSOE, tildándolo de derechista y ofreciendo la salvación izquierdista, la integración en el rebaño de los buenos, a los "defraudados".

En contra de lo que parece a simple vista, lo llamativo no es que una señora haya fracturado su propia formación por razones entre las que parece haberlas personales y muy fuertes para crear a toda prisa una organización que puede sacrificar mañana por parecidos motivos. Eso es marca de la casa. Lo llamativo es que niegue al PSOE la vitola de izquierda y discrimine a sus afiliados según sus particulares criterios. Lo llamativo es cómo todas las prédicas sobre unidad enunciadas en el territorio de la "verdadera" izquierda siguen estando presididas por el odio a la socialdemocracia típico de los citados años veinte y típico también del inagotable afán de Anguita -el referente intelectual de estas fuerzas "populares", "cívicas", etc- de hundir al PSOE.

Pero mucho más llamativo es el comportamiento de algunos militantes de este partido. Leo que mi amigo Enrique del Olmo, militante del PSOE, que se postuló para candidato a la alcaldía de Madrid, al frente de un grupo llamado gana Madrid, compuesto sobre todo por socialistas, se ha integrado en la Convocatoria por Madrid. Ignoro si Del Olmo y sus amigos forman parte de la primera cosecha de defraudados, de doña Tania Sánchez. Ellos sabrán. Pero defiendo con uñas y dientes su derecho a estar en donde les parezca y hacer y decir lo que quieran, igual que, espero, ellos respetarán el mío de hacer lo propio. Sobre todo porque, al no tener nada que ver con el PSOE, me es imposible sentirme defraudado o satisfecho.

Solo me permito una observación que tiene algo de reveladora: ¿alguien imagina una situación como la de los amigos de gana Madrid en algún otro partido de esos de la "verdadera izquierda", de esos que dicen lo de que el PSOE y el PP son iguales? ¿Alguien piensa que unos militantes del Partido Comunista, de IU, de Podemos, pueden actuar conjuntamente con otras gentes que los consideran "defraudados" por el partido en el que militan?

No siendo Palinuro de partido alguno y rigiéndose solo por criterios de integridad personal, rectitud y sinceridad, sin reconocer deber de obediencia a nadie, defiende el derecho de estos militantes socialistas a hacer lo que crean en conciencia que deben hacer.

Pero, en serio, ¿cree alguien que puede dudarse de la condición de izquierda de un partido que muestra esta tolerancia, democracia y libertad internas y que lo hagan, además, gentes que estas virtudes ni las huelen?