divendres, 20 de febrer del 2015

No pasa nada.


No, no pasa nada. Nada que no haya pasado hace tres años, siete, diez, quince. Según la UDEF, el PP valenciano pagó en negro a la Gürtel dos actos electorales de Rajoy en la Comunidad en 2007 y 2008. Lo normal. El PP viene financiándose ilegalmente desde los años 90. Ganando elecciones con trampas. Cientos de trampas en las que, además, un rosario de sinvergüenzas ha estado enriqueciéndose. Elecciones que deberían anularse porque se ganaron ilícitamente, con ventaja ilegal sobre los competidores. En puridad y buena ley, todos los actos de estos gobiernos debieran declararse nulos por ser producto del engaño. El PP no ha ganado las elecciones. Las ha comprado.

No se trata solamente de que, al hacer lo contrario de lo que prometió en su programa electoral en 2011, Rajoy haya perdido toda legitimidad de origen; tampoco de que, además, sea sospechoso de haber estado cobrando dineros de la caja B y viajando a cuenta de la Gürtel; es que los triunfos electorales mismos son presuntos productos del engaño y el fraude.

En realidad, cuando se dice que el PP, anegado en la corrupción, más parece una asociación para delinquir que un partido político, se está siendo indebidamente caritativo. No hay duda de que la Gürtel es una asociación para delinquir; tampoco la hay de la estrecha relación entre ella y el PP, al extremo de que casi debería nombrarse un secretario del partido encargado de gestionarla. La Gürtel y el PP vienen siendo lo mismo. Sus gentes se tratan, sus estructuras se cruzan, sus relaciones son tupidas.

La Gürtel es el alma del PP. No como logística sino como ética. La visita del Papa Ratzinger a Valencia en 2006, amañada por la gente de el bigotes, según parece, conjuntamente con la TV valenciana (esa que se arruinó luego) y altos cargos del PP es el mejor ejemplo del negocio de la política montado por estos pillastres. Dejó más de tres millones de euros en comisiones, mordidas y socaliñas repartidos entre todos ellos. Supongo que los cobrarían después de haber comulgado píamente y haberse dado unos golpes de pecho.

¿Rajoy abrazado a Camps? Claro, son lo mismo. También podría decirse "Camps abrazado a Rajoy". Rajoy tiene tanto que rascar como Camps. Todo el PP es un escozor.

Pero no pasa nada. Nadie dimite salvo que se haya dado un atracón de confetti, como Ana Mato, o de verbo divino, como Ruiz Gallardón. Todo sigue igual. Entran y salen de las cárceles y los juzgados como de sus domicilios, y se comportan como si estuvieran en ellos. ¿No se borraron los discos duros de los ordenadores de Bárcenas en su día? ¿A santo de qué ha de haber un sumario sobre un borrado de discos? Lo lógico es que también se borre el sumario y, dicho y hecho, la Audiencia Nacional pierde el sumario del maldito borrado.

No pasa nada. ¿Qué va a pasar? A efectos parlamentarios, la oposición no existe. No se atreve a presentar una moción de censura. A efectos extraparlamentarios, tampoco. La izquierda está literalmente a bofetadas. El próximo debate sobre el estado de la nación, previsto para la semana que viene, el último de la legislatura y primero de Sánchez, promete ser divertido. Ninguno está preparándolo porque los avatares procesales y las rebatiñas internas por los puestos, las candidaturas y las listas no les dan respiro. Tampoco es grave pues no hay nada nuevo que tratar. La nación está como el año pasado, el anterior y el anterior, sumida en una triple crisis económica, política y moral. El país no sale adelante, las instituciones no funcionan y la confianza de la gente en ellas, como en los políticos que las gestionan, es nula.

Para gobernar no basta con conseguir mayoría de votos por métodos engañosos. Hay que tener un proyecto y una visión. Y no es el caso.

Pero no pasa nada. Nada de nada.