dissabte, 31 de gener del 2015

La marcha por el cambio de marcha.


Todas las expectativas desbordadas.

Jornada, efectivamente histórica llena de enseñanzas para tod@s, incluid@s l@s organizador@s superad@s por la respuesta popular, aunque no tanto como quienes anhelaban que fracasara.

Se ha cerrado el ciclo del 15M de hace tres años. Quienes, instigados por la indignación, pusieron en marcha aquella movilización social, han cubierto una etapa y comienzan otra. Han vuelto, pero organizados, con un objetivo, con un lider indiscutible. Ya no levantan las manos vacías. Ahora las traen llenas de votos.

Quienes se reían de la indignación achacándola  a las alucinaciones de un viejo francés gagá han descubierto que los gagás son ellos, mercenarios ridículos de la pluma y el plató.

Quienes decían que, si los del 15M querían hacer política se presentaran a las elecciones, han perdido las pasadas del Parlamento europeo, temen perder las municipales y no saben cómo frenar el avance electoral de estos frikies antisistema, si encargar otro sondeo preelectoral o dejarse crecer la coleta.

La calle es de Podemos. En Vista Alegre no llenaron el aforo y votó menos del 50% de la militancia, a pesar de que el voto era bien sencillo, telemático. Quedaba por mostrar que un partido hecho a base de redes, virtual, era capaz de ocupar la realidad tridimensional. Y lo ha conseguido, sin publicidad, sin propaganda, casi sin medios. Hace un par de semanas los de UPyD se cubrían de ridículo en este mismo sitio reuniendo a menos de cien personas para protestar contra el gobierno. Y no es agudo achacar el fracaso a la desagradable figura de Rosa Díez. Si el PP o el PSOE, con un líder reciente y de buen ver, convocaran en Sol no reunirían mucha más gente, ni siquiera haciendo trampas y trayendo funcionarios con doble paga y parados con bocata como hacen los sinvergüenzas del PP.

Reunir ese gentío sin un motivo específico, como un acto abstracto de protesta contra el Todo de un sistema corrupto es un gesto filosófico de hondo alcance. Refleja el hastío de la gente con esta banda de ladrones y parásitos del gobierno, su partido y buena parte del resto de formaciones  e instituciones políticas. Podemos ha dado la señal y la gente ha tomado la iniciativa, que es suya desde el 15M. Porque, como señalaba ayer Palinuro, en línea con sus reflexiones de hace tres años, esta movilización social es autopoiética. Aquí viene todo el mundo, incluso quienes lo hacen desobedeciendo las órdenes implícitas o explícitas de los dirigentes cuando dicen, por ejemplo, que no haya banderas porque no quieren signos de división o faccionalismo. Y hubo banderas: banderas de Podemos, de la FGTLB y, sobre todo, de la República. Comprenderá el lector que Palinuro, viejo y correoso republicano, siguiendo la manifa desde el plató de la tele de elmundo.es, aplaudía fervorosamente.

Hicieron bien los líderes en ponerse detrás de la cabecera de la manifa para demostrar con hechos (única forma real de demostrar algo) eso de que no son ellos, no es Pablo Iglesias, quienes convocan sino que es la misma gente la que lo hace. Y, claro, entre la gente hay mucho republicano. Decía un vecino mío que no había banderas españolas. Lo de siempre. No había banderas borbónicas pero, al haberlas republicanas, ya había banderas españolas. Es más, para algunos, como el abajo firmante, las únicas banderas españolas.

Tiempo nuevo, época nueva, gente nueva. Mañana hablaremos sobre las reacciones de los demás, singularmente PSOE e IU. Ahora terminaremos con los líderes. Estos son muy importantes. Forman una piña en torno a la figura indudablemente carismática de Pablo Iglesias. Es bueno que sea así. Como lo será igualmente si alguno o algunos de ellos deben retirarse por comportamientos presuntamente irregulares. Si han de hacerlo, que lo hagan cuanto antes. La movilización, el interés general es muy superior a estas cuestiones de poca monta. Los hechos ya los han desbordado. Incluido el mismo Pablo Iglesias. Ya no son ellos. Son el país.

Ahora no pueden equivocarse, ni distraer, ni esconderse, ni repetirse, ni mucho menos, seguir copiándolo todo. Léanse los discursos. Abrumados por algo que los ha superado, todos fueron vacíos, reiterativos, pomposos e imitados, cuando debieran ser genuinos, espontáneos, auténticos, originales y creativos. Pablo Iglesias no puede subir a la tribuna delante del país entero a recitar una variante del discurso de Martin Luther King sobre el sueño.
 
Si el tiempo es nuevo, las palabras deben ser nuevas.