diumenge, 30 de novembre del 2014

El sermón de la meseta.


Ya decía ayer Palinuro que eso del "rostro conciliador de Rajoy, era una quimera. El presidente, informaba/deseaba "El País", iba a pronunciar un "discurso muy esperado que, según distintos miembros del Gobierno, será “constructivo” y “en positivo”, y no centrado solo en la ley como hasta ahora". O sea, iba a no ser él, a ser un político templado, de ánimo dialogante.

Pues menos mal que llevó su rostro conciliador. Si llega a ir con el hostil habría dejado de piedra a sus fieles alcaldes del PP como si hubieran visto todos el rostro de la Gorgona. Porque habló a la tropa municipal de su partido en toda España. Lo hizo en Barcelona a propósito ya que, en realidad, iba a hablar/amenazar a los catalanes y especialmente a Mas por encima de las cabezas de los ediles que estaban allí como podían no estar. Si los hubieran sustituido por extras y figurantes contratados en las Ramblas con obligación de aplaudir, habría salido más barato. Claro que a lo mejor no conseguían contratar a nadie.

Se agarró el lider al micro y espetó a la audiencia un discurso crispado y agresivo de más de una hora, un sermón iracundo lleno de malaventuranzas, de esos suyos, tan vacíos como ampulosos, tan grandilocuentes como necios. Ya al comienzo avisó de que no iba a decir nada nuevo. Cuando en Brisbane aseguró que pretendía explicar "mejor" su mensaje en Cataluña se refería a repetirlo en tono más bronco, más negativo, más descalificador, despreciativo, bordeando lo insultante. Es curioso: cuanto más se evidencia la necesidad de la política, de la negociación, el diálogo, el pacto, más se encastilla nuestro hombre en la intransigencia y la negación. Para ocultarlo se sirve de una serie de reconvenciones que sus asesores deben de considerar certeros venablos y no pasan de despropósitos o falsedades. He aquí algunas:

1.- El gobierno subviene a las necesidades de Cataluña con generosidad y premura. Como si no fuera su obligación.
2.- Dos de cada tres catalanes no fueron a votar en la consulta. Y 9,9 de cada diez no van a los actos del PP.
3.- Cataluña no es tierra de listas únicas. Claro que no. Hay una soberanista única y muchas otras, más de las que concurren en Madrid.
4.- Nadie va arrebatar a los catalanes el derecho a ser españoles y europeos. Para lo cual se impone a todos el deber de serlo.
5.- Nunca negociará con la igualdad de los españoles. Meritorio para quien desde joven niega el principio de igualdad.

Y eso fue solo la primera parte, el gesto del estadista con altura de miras, sosegado, con visión de conjunto, nacional española. En la segunda apareció el liderazgo del hombre de partido, del jefe de gobierno, el lugar en el que se toman las decisiones, se perfecciona la estrategia, se establecen las tácticas, se muestra resolución y coraje. También aquí las andanadas han sido poderosas.

1.- Mas emprende un viaje de 18 meses a "ninguna parte". Eso ya se verá. De momento, Rajoy reconoce que el viaje se ha emprendido.
2.- La consulta fue un simulacro. Y muchas otras cosas, casi todo, según Baudrillard. El simulacro es lo real. ¿Qué hace él, si no, en Barcelona?
3.- En Cataluña reina el desgobierno a causa de sus muchas elecciones. Por eso, lo mejor es que no las haya.
4.- Mas ha fracasado. Lo dice quien ha fracasado en impedir que Mas haga la consulta.
5.- Mas se ha saltado la ley. En efecto. Ahora, a ver qué hace usted. ¿Procesarlo?
 
Entre tanto, el chapapote de la corrupción lo embadurna todo y deslegitima de raíz toda acción de gobierno de la derecha. Y no es un hilillo de plastilina, sino una tupida red de granujería, estafa y latrocinio en la que está Rajoy atrapado personalmente con sus sobresueldos en negro, sus trajes y perifollos en más negro, sus viajes pagados en azabache y ese farfulleo de mentiras y dislates que le han ganado justa fama de ser el presidente más corrupto e incompetente de Europa. Un payaso y un fantoche, vamos.

Un juez acusa al PP de participación lucrativa en un supuesto delito, igual que a una ministra. La ministra dimite. ¿Por qué no el partido? Los partidos no dimiten. Pero sus presidentes, sí. ¿Por qué no dimite Rajoy? ¿Porque tiene que desactivar la secesión catalana? ¡Si es el que más la alienta con su manifiesta catalanofobia destinada a recoger votos en toda España a cambio de un enconamiento del conflicto catalán! Esa es la triste realidad.
 
No dimite porque no le da la gana. Fin de la cita.

A modo de resumen de la visita del jupiterino presidente de los sobresueldos a Cataluña puede decirse  lo que Cervantes del valentón que hablaba del túmulo de Felipe II, que fue a dar unos gritos y soltar unas amenazas y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Porque, por descontado, a todo esto, los catalanes han ignorado olímpicamente la presencia del presidente. Los soberanistas han seguido a lo suyo, a preparar unas elecciones anticipadas como siguiente etapa en ese viaje "a ninguna parte" que para ellos lleva a la independencia.

dissabte, 29 de novembre del 2014

Escolta Catalunya - la veu d'un pare...

El asunto es tan absurdo que es difícil abordarlo. ¿Rajoy mostrar un "rostro conciliador" en cosas catalanas? Quimérico. El presidente ha ido 14 veces a Cataluña en tres años de mandato y su gabinete subraya que es el destino más frecuente de las visitas presidenciales. En "El plural" han echado las cuentas y, de las catorce visitas, siete fueron a actos del PP, seis a reuniones con empresarios y otras almas afines y una a una boda del hijo de un amigo. Es decir, Rajoy no ha visitado nunca Cataluña como tal Cataluña; nunca la Generalitat; ni el Parlament; nada. Y esta vez, tampoco, por cuanto asiste a un acto de alcaldes del PP de toda España que igual podía celebrarse en Villalar de los Comuneros o en Llanos del Caudillo, que traería más gratas memorias a algunos de ellos. Así que los catalanes no conocen el rostro de Rajoy; y menos el conciliador. Eso que van ganando, porque tampoco ahora van a verlo.

Lo curioso es cómo todo el mundo admite que, al desplazarse a Barcelona a un acto privado, de partido, Rajoy, en realidad, va a Cataluña, cual si fuera una visita de Estado. ¿Por qué entonces no se reúne con el principal representante del Estado en la Comunidad, el señor Mas? ¿Por falta de educación? Debería matizarse eso del "rostro conciliador".

En el acto municipal del PP, dos ilustres teloneras, Botella y Cospedal. La primera, quien coincide con su marido en la capital del Principado, soltó uno de esos ditirambos grandiosos y absurdos por los que es conocida, algo así como que la unidad de España depende de sus municipios. El discurso de la segunda tuvo mucha más enjundia práctica pues traía el meollo del argumento elaborado por las baterías dialécticas de La Moncloa y que hoy desarrollará con su habitual brillantez Rajoy: el gobierno ha rescatado a la Generalitat; la ha rescatado de la quiebra, de no poder pagar a sus funcionarios.

Suena tremendo, ¿verdad? Y a ellos les parece algo contundente, demoledor, definitivo. Elaboran la imagen de mil maneras pero, en lo esencial, se dibuja un Mas irresponsable, dedicado a jugar a la algarabía independentista mientras en La Moncloa un gobierno siempre vigilante se desvivía por Cataluña y aportaba generosamente 24.000 millones de euros, casi la mitad del Fondo de Liquidez Autonómica. ¿De qué se quejan los ingratos?

Las cantidades, las cifras, los datos no dejan ver el problema de fondo, esto es, la concepción patrimonialista del Estado de la derecha gobernante. El gobierno no es propietario de los recursos que asigna, no se los saca de sus inexistentes bolsillos; y menos lo es el PP, aunque muchos de sus miembros crean lo contrario y actúen en consecuencia, llenándose los suyos a base de expoliar el erario público. Es el administrador, que no es lo mismo. Esos recursos, además, proceden en gran parte de las Comunidades Autónomas, especialmente de Cataluña, con la que el Estado admite tener un déficit fiscal de miles de millones de euros; no ando muy cierto en la cantidad exacta. El gobierno no otorga nada porque nada le pertenece y está obligado a gestionar lo que administra con criterios racionales y objetivos y no de capricho político. Carece absolutamente de sentido emplear la inversión del Estado en Cataluña como un arma política, para bien o para mal. No solamente no es correcto, sino que hiere la sensibilidad de los soberanistas catalanes quienes precisamente reclaman la plena responsabilidad en la gestión de todos sus recursos.

En ese caso, la admonición se torna velada amenaza: en una Cataluña independiente, deja caer Cospedal con la elegancia de Aldonza Lorenzo, la Generalitat no podría pagar las pensiones. Ni pacto de Toledo ni gaitas. Ya están las pensiones en danza para asustar, sobre todo a los viejos. Lo dicen los responsables de haber vaciado, esquilmado, el Fondo de Garantía de Pensiones. Es para dar fuerza y verosimilitud a la amenza y, de paso, desvelar su auténtico rostro, este sí, de verdad, el de unos canallas.

En cuanto a amenazas, no conviene echar en saco roto las de un Aznar que, hosco, torvo, como siempre, advierte en contra del nacionalismo radical y la lucha de clases. "Radicalismo", "lucha de clases", ya está el siniestro personaje, el liberador del Irak y el islote Perejil, reclamando represión y autoritarismo. Alta debe mantenerse la guardia de la unidad bajo los luceros.

Este viaje, su discurso y sus oropeles colaterales pone de manifiesto que los viajeros no tienen ni idea de a dónde van y en dónde están. Así que da igual el rostro de Rajoy quien, por lo demás, no es "el hombre de los mil rostros". Tampoco los soberanistas van a verlo, ni siquiera a mirarlo. Se enterarán por los periódicos y seguirán a lo suyo, esto es, tanteando las posibilidades de convocar elecciones autonómicas anticipadas y darles o no carácter plebiscitario. Eso si alguna de sus asociaciones o instituciones no lo declara persona non grata en Cataluña.

Frente a eso es muy poco lo que Rajoy puede hacer, ponga el rostro que ponga. Podrán más los jueces si admiten y tramitan la querella del fiscal. El conflicto se radicalizaría. Es de suponer. Espíritu puro de la derecha española de espíritu franquista, que no distingue entre gobierno y Estado,  partido y movimiento, ley y tiranía, orden y represión y que, llegado el caso, en su profunda estupidez, está dispuesta a hacer de Mas un  segundo Companys.

 

Crítica al programa económico de Podemos.

Si es cierto lo que hoy dice "El Plural" de que Alberto Garzón es el ideólogo ‘tapado’ del programa económico de Podemos, entonces no es verdad lo que dice "El Plural". No es un juego de palabras. "El Plural" sostiene que el llamado Un programa económico para la gente es un calco de las 115 propuestas para salir de la crisis que Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón publicaron a fines de 2011 en forma de libro titulado Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, editado en Madrid por Sequitur. Básicamente, es cierto, y el periódico lo documenta fehacientemente sobre la base del texto del programa citado que hoy trae El País. Pero Alberto Garzón no es "el ideólogo tapado del programa económico de Podemos", sino, en todo caso, de un tercio de él. Los dos tercios restantes corresponden a Vicenç Navarro y Juan Torres López que, por lo que se ve, han reproducido sus ideas de 2011 en una forma de autoplagio benevolente. No tengo nada que objetar a esta práctica "re-publicadora", sobre todo si la re-publicación está escrupulosamente actualizada en los datos, como es el caso, salvo la melancolía que produce comprobar que la economía es una ciencia más lenta de lo que gusta reconocer porque si, al paso que van las cosas, las recetas de 2011 valen para 2014 y más allá, el recetario es parsimonioso.

En todo caso y como sea que el programa en cuestión (de unas 66 páginas, mientras que el libro tiene 226) está ya a disposición del ávido público en la edición de hoy de "El País", Palinuro aporta aquí la crítica que publicó en enero de 2012 sobre el mentado libro de los tres economistas de izquierda, titulada Las aporías de la izquierda. Ya ven ustedes de qué sirve esta labor callada, cotidiana del piloto de Eneas. Justamente para salir el primero a calibrar el programa económico de Podemos con cierto conocimiento de causa y no a base de escribir de oídas, como da la impresión de hacer hoy José Carlos Díez en un artículo publicado también en "El País", periódico otrora serio. Este artículo se me antoja una vergüenza y un ataque injustificado a los autores del programa que el autor obviamente no ha leído, como tampoco parece haber leído el libro del que arranca. Puede que Palinuro sea mal pensado o un verdadero manazas pero o es incapaz de encontrarlo o, simplemente, lo han borrado de la web del periódico; pero, hélas, no del caché de Google, así que este es el artículo evanescente y este su altanero título,  Podemos en el país de 'Nunca jamás'. Demasiado.

divendres, 28 de novembre del 2014

Tartarín de Tarascón contra los corruptos.

La sospecha de que el PP no es propiamente hablando un partido sino una asociación de malhechores va tomando cuerpo con el auto de conclusión del juez Ruz en el que acusa al PP de lo mismo que a Ana Mato, de ser partícipe a título lucrativo de las presuntas fechorías de la Gürtel. El partido como tal, como persona jurídica. O sea, un grupo de guajes que se repartía los beneficios tan arduamente ganados y que, si la justicia fuese más alígera ya deberían estar disuelto.

A la cabeza de esa persona jurídica se encuentra Mariano Rajoy, presidente del partido y del gobierno y a su vez acusado de haber cobrado sobresueldos en negro, procedentes de una caja B de la organización que él ha negado en sede parlamentaria pero el juez presume probada. O sea que, además de beneficiarse de esos caudales de procedencia dudosa, miente. Y no solo parece haberse beneficiado en moneda contante y sonante sino también en especie, con otros obsequios por ejemplo trajes, como su gran amigo Camps, o viajes, como su gran amiga Ana Mato. Tiene que mentir. Es más, no puede hacer otra cosa que mentir a cara descubierta, frente a toda evidencia porque cualquier reconocimiento de los hechos lleva indefectiblemente a su persona. Por eso destituye a Mato de ministra pero la defiende en el Congreso y le conserva el escaño y el puesto en la dirección del partido. Es lo que hizo con Bárcenas; lo que hace con todos los acusados de presuntos delitos hasta que los jueces los meten en la cárcel.

La comparecencia de Rajoy fue un espectáculo grotesco. Ver al principal responsable político de la corrupción en el PP y en su gobierno, acusado él mismo de cobros dudosos, dando lecciones de ética y honradez, suspendía el ánimo y producía una mezcla de hilaridad y asombro. Rajoy, forzado por las circunstancias, como siempre, traía al parlamento una medidas insuficientes y rescatadas del cesto de los papeles. Precisamente la dimisión de Ana Mato por corrupta hizo recordar que era ella quien se encargaba del código de buenas prácticas en 2009, en los felices tiempos en que la Gürtel, al parecer, pagaba sus viajes a Disneylandia. Ello da una idea de la importancia que Rajoy y los suyos otorgan a los compromisos regeneradores, las declaraciones, las deontologías.

En realidad estaba representando un papel autoatribuido, el del gobernante por encima de toda sospecha, el estadista solo atento a las grandes cuestiones que no va a entretenerse en minucias como averiguar de dónde salieron los cientos de miles de euros que cobró presuntamente en negro. Algo tan absurdo que el papel tenía ribetes de payasada. Por eso festoneó su discurso, todo él leído, palabra por palabra, para no equivocarse, de frases ampulosas y todas falsas. Pero no se molestó en fingir sinceridad ni autenticidad. Nuestro hombre sabe que ya no puede aspirar a convencer a nadie pues nadie le otorga crédito alguno. Por eso, ni lo intenta. Representa el papel casi de modo rutinario, para cumplir el enojoso trámite parlamentario del que no depende nada. El PSOE le negó legitimidad autoridad, cosa obvia, e IU pidió su dimisión. 
 
Todo inútil. Cumplido el trámite parlamentario, Rajoy puede seguir buscando leones, como Tartarín, que ya su mayoría absoluta se encarga de bloquear cualquier intento de control democrático, de petición de responsabilidades, de transparencia, de rendición de cuentas, de todo aquello sobre lo que se legisla para ignorarlo mejor.

Regreso a la beneficencia.


Gustavo Zaragoza (2014) Crónica del bienestar en tiempos de malestar. Valencia: Publicaciones de la Universidad. (140 págs.)

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En 1986, va ya para 30 años, publiqué un libro en el Centro de Estudios Constitucionales (hoy Centro de Estudios Políticos y Constitucionales) con el título Del Estado del bienestar al Estado del malestar. Tenía un carácter teórico general, articulado en los planos político, económico, sociológico y jurídico. Se refería al Estado del bienestar como desarrollo del de derecho en sociedades industriales avanzadas y vaticinaba que, de seguir adelante las políticas neoliberales en los países capitalistas, a la vuelta de algunos años se habría producido una involución en materia de conquistas sociolaborales y derechos ciudadanos y el bienestar se tornaría malestar. No podía referirme en concreto a España, además porque, por entonces, el Estado del bienestar todavía estaba en construcción, luego de la arrolladora victoria electoral del PSOE en 1982. Pero mi idea era que, de producirse su consolidación, como efectivamente sucedió a fines de los 80, si bien no por completo, seguramente se daría esa misma involución, ese retroceso, ese desmantelamiento neoliberal.

Encuentro ahora este breve y reciente ensayo de Gustavo Zaragoza con un titulo que me trae a la memoria el mío y, con él, la viva curiosidad por ver si aquel vaticinio pesimista se ha cumplido. El autor es de fiar. Profesor de Política Social de la Universidad de Valencia e investigador del Instituto de Economía Social de la misma universidad lleva años dedicado a estudiar las políticas públicas del bienestar desde una perspectiva teórica y también práctica, con especial dedicación a las cuestiones de dependencia o el envejecimiento demográfico. Dado que en este trabajo se centra ante todo en la Comunidad valenciana, en verdad el título podría haber sido Crónica del bienestar en tiempos de malestar y en tierra de corrupción. El período que cubre la obra, más o menos desde 2008 a 2014, coincide con el crono de la crisis y con el hecho de que diversos procedimientos judiciales en curso prueban que Valencia es una comunidad carcomida por la corrupción. La trama Gürtel y los diversos casos de expolio y fraude propios de la zona prueban que Valencia da la mayor densidad de políticos corruptos del PP por escaño y despacho.

Zaragoza ha recopilado una serie de artículos publicados en los años referidos en el diario Levante-EMV agrupándolos por temas: mayores y dependientes, la pobreza y la discapacidad, los funcionarios y las evanescentes clases medias, la corrupción y el despilfarro, y los derechos sociales. Son apuntes del día a día más próximo en la evolución de las políticas públicas esenciales del Estado del bienestar y tienen la expresividad de la crónica del instante. La conclusión es muy pesimista: la esperanza de vida supera los ochenta años, pero la crisis, los recortes de las pensiones, la práctica supresión de las ayudas a la dependencia, el repago de medicamentos, hacen que la vejez vuelva a estar desprotegida y, en la medida en que lo está, se ve obligada a actuar como colchón amortiguador de las necesidades a veces angustiosas de los familiares.

La situación es escandalosa. A la altura de 2009, en la aplicación de la Ley de Dependencia, Valencia no tenía reconocido ni un solo caso de teleasistencia ni prestaba ningún tipo de ayuda a domicilio (p. 32). La situación no ha mejorado gran cosa. Los índices de pobreza son alarmantes y más lo es el retroceso que se delata en el modo de encarar la lucha contra ella, orientada no a los derechos sino al fomento de la caridad privada (p. 41). Forma parte de la concepción neoliberal de la gestión pública, que Zaragoza analiza en tres momentos: 1) desprestigio de lo público; 2) descapitalización; 3) privatización (p. 56). En síntesis, el proceso por el que la derecha está desmantelando el Estado del bienestar y eso al tiempo que se legisla a favor de la transparencia y el buen gobierno, pero sin la menor intención de llevar a la práctica lo legislado (p. 62); al contrario, fomentando las actividades que Zaragoza llama "bienestar de bajo coste", consistentes en descargar sobre los ciudadanos los costes del Estado del bienestar (p. 74), igual que se descarga sobre los hombros de los jubilados la carga de subvenir a las necesidades de hijos y nietos.

Para vender esta mercancía averiada y hasta podrida, la derecha neoliberal en el poder en el Estado y en Valencia ininterrumpidamente en los últimos veinte años, controla sin miramientos los medios públicos de comunicación, convertidos en máquinas de censura y propaganda al servicio del gobierno. El caso paradigmático, el Canal 9 (p. 47). De ese modo impone marcos narrativos legitimatorios y partidistas, como el empleo del ficticio copago para ocultar lo que en realidad es un doble pago o repago (p. 106) o las florituras retóricas al estilo de los brotes verdes (p. 125).

En cuestión de derechos sociales, los que, según Marshall, completaban la condición de ciudadano, las perspectivas son negras. Hasta el derecho a una jubilación digna se ve en entredicho de forma que no es raro ver ya en el extranjero a septuagenarios y octogenarios trabajando para poder compensar la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones (p. 114). Por supuesto, el ataque a los derechos sociales resulta especialmente patente en un país con un paro juvenil en torno al cuarenta por ciento. De ahí que haya un fermento protestario permanente, visible en fenómenos como la spanish revolution (p. 129), movimientos cada vez más extendidos que el Estado neoliberal considera problemas de orden público y a los que se enfrenta con métodos exclusivamente policiales (p. 121).  Porque cuando la justicia social se torna injusticia, la democracia desaparece bajo el autoritarismo y la represión y el Estado de derecho se convierte en una tiranía en defensa de los privilegios de la oligarquía de grandes empresarios, banqueros  y políticos corruptos a la que en España sumamos los caciques terratenientes y los curas ultramontanos. Tiene razón el reciente premio Cervantes, Juan Goytisolo al recordar que en España sigue vigente el canon nacionalcatólico.

Efectivamente, el vaticinio de 1986 se corrobora en la práctica actual, y el Estado del bienestar ha dejado paso al Estado del malestar.

dijous, 27 de novembre del 2014

Mas, el proscrito.


Falta ya poco para declarar alguna forma de proscripción de Artur Mas que en esto rivaliza con éxito con Pablo Iglesias. Ambos están en la diana de la agresividad sistémica, aunque por motivos distintos y en diferentes circunstancias. Ambos coinciden objetivamente: son un grano en el ojo del Cíclope. Pero no subjetivamente. De momento gana Mas por puntos porque no se ve limitado a hablar como el otro sino que hace.

Fabulosa la capacidad de Rajoy para decir sinsorgadas con aspavientos amenazadores. Mas ha dado un paso más hacia ninguna parte truena el tribuno. El tropo es diáfano: Mas y, con él Cataluña, está de viaje a ningún sitio. En castellano vulgar: el destino que se marca, la independencia, es inalcanzable, no existe, no está en ninguna parte. O sea es una utopía en el sentido más estrictamente etimológico del término. La independencia es una utopía. Sin embargo, Mas ha presentado una hoja de ruta con un cronograma bastante verosímil que desemboca en la independencia con o sin DUI en 18 meses.
 
Sí, dirá Rajoy, lo minucioso del plan no lo hace menos utópico. Fourier tenía contabilizados hasta los pupitres de cada falansterio. El detalle técnico es puramente estético porque aquí lo que cuenta, queridos catalanes, es quién tiene el poder. Cuenta el poder. Quizá sí y quizá no. Tampoco iba a celebrarse la consulta del 9N y se celebró. El Estado no pudo impedir que Cataluña realizara un acto de soberanía de hecho en su territorio. O sea, el Estado no garantiza el cumplimiento de la ley en todo el suyo. Y, si es así, ¿cómo piensa Rajoy parar las elecciones autonómicas anticipadas sobre las que no tiene competencias? Y ¿cómo la posterior convocatoria de un referéndum?

Al pobre Mas le llueven las querellas, las amenazas, los gestos torvos. Si Rajoy le advierte de que no va a parte alguna, Pedro Sánchez lo acusa de fracturar aun más la sociedad catalana. O sea: además de no ir a ningún sitio, Mas lleva el pasaje "fracturado". Put the blame on Mas, boy. Vive el cielo que este Mas es un irresponsable total. Y, al parecer, los partidos políticos, la sociedad civil, las asociaciones culturales, los ayuntamientos, parte importante del clero, del empresariado, las profesiones, las universidades, los clubs deportivos catalanes son una manada de borregos sin criterio ni juicio, una riada de ratas que se dejan embaucar por un flautista de Hamelin. Es lo que se llama un juicio profundo.

Inviértase la carga de la prueba y respóndase a la pregunta siguiente: para que Mas no diera más pasos en falso y dejara de fracturar la sociedad, ¿qué tendría que hacer? Exactamente, ¿qué? ¿Callarse?

Gürtel noquea al gobierno.


El auto del juez Ruz de apertura de fase de juicio oral equivale a la ruptura del séptimo sello en el Apocalipsis de San Juan cuando se hizo el silencio en el cielo durante media hora. Su lectura despliega a nuestros atónitos ojos un mundo de hampones de lujo, bien trajeados, bien comidos y bebidos, con trenes de vida fastuosos, bien relacionados en distintos niveles de gobierno, prácticamente entrelazados con la estructura del PP; un mundo de mordidas, comisiones, cohechos, malversaciones, apropiaciones indebidas, en un tejemaneje de sinvergüenzas, casi todos con cargo público. Y todos en torno al PP. O en su misma médula.

Nuestra sociedad mediática ha singularizado el caso de Ana Mato, el más vistoso por tratarse del cargo institucional más alto indicado por su nombre y apellido. Tiene también un elemento de morbo por la tentación de contraponer la acusación concreta a Mato en sede judicial con sus peripecias dialécticas a lo largo de los años, que han dejado huellas en las redes: jaguares invisibles, confetti, fiestas infantiles, viajes de vacaciones. Pero lo grave de esto no son los episodios bufos que se convierten en chirigotas en las redes, aunque sean los más llamativos. Tampoco lo es el hecho de que, sabedora de sus propias andanzas, la ministra sostuviera la figura y se aferrara al cargo frente a arremetidas periódicas de la oposición y los medios, convertida en la némesis de la sanidad pública, universal y gratuita. Que quien obliga a los viejos a pagar por los medicamentos se gastara el dinero de esos mismos viejos en llevar a sus hijos a Disneylandia es repugnante.

Y aun así, tampoco es lo más grave. Lo más grave está también en el auto del juez Ruz en el párrafo siguiente al de Ana Mato, en que aquel acuerda mantener en igual situación de partícipe a título lucrativo al PP, esto es, al partido del gobierno. Esto se resalta menos mediáticamente, pero tiene más calado. Ana Mato ha dimitido de ministra. ¿Qué hará el PP?

De momento, su presidente, que es el presidente del gobierno, comparece hoy en el Congreso de los diputados a explicar a estos y a la opinión pública las medidas que va a tomar para impedir que se repitan hechos en cuya comisión está él mismo implicado y de cuyos resultados bien pudiera haberse beneficiado. Se trata de lucha contra la corrupción, sí, a la española. Una lucha abanderada por el responsable político último de toda la corrupción en el partido que preside y que, para iniciarse con buenos augurios hace desaparecer a la ministra Mato para no descubrir la añagaza, al modo en que Stalin borraba a Trotsky de las fotos con Lenin.

Eso se llamaría dimisión ipso facto en cualquier lugar del mundo y Palinuro lleva mucho señalándolo. Por eso es importante que Pablo Iglesias pida la dimisión de Rajoy y elecciones anticipadas tras la salida de Ana Mato. Luego se extrañan de que Podemos suba en los sondeos. Cuando es el único que dice lo que hay que decir.

Quizá con esas acertadas declaraciones se decidan los portavoces del PSOE e IU en el Congreso a pedir la dimisión del principal fautor de este desastre, en lugar de prestarse como comparsas a un esperpento en el que el reponsable político último de la presunta corrupción del PP se presente en sede parlamentaria a iniciar la lucha contra sí mismo.

Sería de chiste de no ser porque esta banda de corruptos ha endeudado el país para varias generaciones y ha arruinado el presente so pretexto de no hipotecar el futuro, siendo así que ha duplicado la deuda que heredó gracias a su incompetencia y su política de rapiña.

dimecres, 26 de novembre del 2014

El derecho a decidir. En libro.

Hoy, a las 19:00 horas en el centro cultural Blanquerna, presento el libro de Joan Ridao, El derecho a decidir. Una salida para Cataluña y España, publicado por RBA, Barcelona. 2014. Palinuro ya publicó la reseña hace unos días gráficamente titulada el derecho a marcharse, así que lo de hoy serán variaciones sobre el mismo tema que, a su vez, son variaciones sobre el sempiterno contencioso España-Cataluña. Los españoles, maragallianos, lo ven como la difícil relación de la madre y la hija rebelde; muchos catalanes más bien como la de un matrimonio mal avenido que no se concuerda pero tampoco se decide a separarse. Bueno, el autor del libro, un intelectual catalán de ERC, si querría ver consumarse el divorcio pero muchos otros, cargados con los rosarios y los recuerdos de los abuelos, no lo tienen tan claro. Por eso.

Cataluña y los intelectuales españoles.

El nacionalismo ha ido siempre reacio a los partidos. Estos fragmentan la voluntad del pueblo, evidentemente unitaria. Al presentar ayer Mas su plan de independencia en 18 meses, exige una lista única, de personas y no de partidos, de asociaciones cívicas. Un movimiento, vamos; un movimiento nacional. Tiene la expresión mala fama, pero no hay otra. Frente a él los votantes de partidos que, por no nacionalistas, son no nacionales. Así se podrá saber de cierto cuántos catalanes quieren la independencia y cuántos no. Y, tomando pie en ese dato, se convocará el famoso referéndum, ese que el gobierno ha prohibido con el catastrófico resultado de que se ha producido pese a todo. Y ahora enlaza con más.

En Cataluña se vive una revolución. Hasta los políticos han acabado por enterarse y hacen lo de siempre en este caso: en el PP, amenazar, prohibir, inducir al enfrentamiento; en el PSOE, gimotear por lo primitivo de las planteamientos para situarse a la vera del PP; en IU, hablar de otras cosas consideradas más importantes; en Podemos, hablar en un sentido y en su contrario casi en el mismo instante. Pero ninguno parece entender el proceso de Cataluña y no por falta de información sino por las anteojeras ideológicas que los llevan a enfrentarse todos con el nacionalismo catalán dando por supuesto que ellos no son nacionalistas españoles. Con lo cual no entienden gran cosa.

Sería de utilidad la aportación, siempre presente en nuestra sociedad mediática, de los intelectuales; especialmente de los españoles porque, por el contrario, los catalanes están muy comprometidos y activos tanto los soberanistas como los unionistas. En España, en cambio, hay un silencio llamativo, salvo algún esporádico intento de asociaciones como esa llamada Libres e iguales, de orientación muy conservadora.

Es sobre todo entre los intelectuales de izquierda, progres, liberales, críticos en donde reina un mutismo casi sepulcral. Algún artículo de uvas a peras rezongando sobre los excesos de los catalanistas y poco más. Sin embargo, es imposible no ver que la sociedad española se encuentra en la enésima repetición de su duda sobre el ser de España. Tema apasionante para los intelectuales y, sin embargo, estos lo silencian. Su compromiso los lleva a involucrarse en actividades políticas, sociales, medioambientales, de género, pero no en conflictos nacionales que cuestionen el marco general en las que las otras se dan y se llama, por nombre abreviado, España. La nación española se presupone incuestionable. A pesar de la importancia de la figura del otro en la filosofía occidental en sus diferentes formulaciones, los intelectuales españoles no le dan cabida en su reflexión. España es única, no hay otra España; o sí la hay, pero se refiere a una división distinta, tradicional, la de las dos Españas, que cruza el eje del conflicto nacional, aunque no claramente.

¿Y por qué el silencio? Como callar es cosa de cada cual, cada cual lo explicará como quiera y pueda. Está bien visto pronunciarse en contra del nacionalismo catalán. El derecho a decidir se niega de plano o, si se admite generosamente es para diluirlo en el derecho a decidir de los españoles. Los derechos de secesión e independencia ni se mencionan pues no se consideran derechos. Los intelectuales españoles son antes que nada españoles y no alcanzan a constituirse en nación precisamente porque no hay una cultura nacional, como dice un intelectual, Suso de Toro, que sí habla, pero no como español. Los intelectuales no han sabido crearla y ahora quizá sea ya demasiado tarde cuando una de las partes sí ha desarrollado una potente cultura nacional que circula por las venas de ese movimiento popular y la otra no.
 
¡Ah, los intelectuales! En un momento crucial de su país, con el Reino a punto de partirse y romper una tradición de quinientos años,  con un nombre, España, que deberá buscar una nueva justificación, ¿en dónde están?
 
 Ubi sunt?
 
 Where are all the flowers gone?

Carta abierta a Mariano Rajoy sobre la independencia de Cataluña.


Señor presidente. Le escribo esta carta decepcionado y desanimado de que incluso llegue a leerla, pues no se publicará en el Marca. Y, aunque la lea, tampoco es seguro que la entienda al estar escrita en su letra; de su puño y letra. Porque versa sobre la independencia de Cataluña, una posibilidad convertida en probabilidad tangible tras el discurso de ayer del presidente Mas y algo de lo que es usted directo y último responsable, aunque no lo sea solo. Otros llevan también el peso de esa trágica carga que es la ruptura de España.

Hicieron los suyos una guerra civil para evitarla. La ganaron y gobernaron luego el país dictatorialmente, sin dejar hablar a nadie, materializando sus obsesiones. Una de ellas, evitar la ruptura del país. Varias veces ha dicho usted que, mientras sea presidente del gobierno, España no se romperá. Sin embargo, todas sus medidas, sus pronunciamientos, sus declaraciones en lo tocante a Cataluña han estado teñidas de catalanofobia y han parecido provocaciones con ánimo de buscar el enfrentamiento no de tender puentes y dialogar. Le acompañan y jalean muchos en este lamentable intento; pero el último responsable es usted.

Comenzó ya en la oposición recogiendo cuatro millones de firmas contra el Estatuto reformado de 2006, bajo la consigna écheme aquí una firmita contra los catalanes; siguió recurriéndolo ante el Tribunal Constitucional; se mantuvo insultando la famosa diada de 2012, con su millón y medio de asistentes, llamándola algarabía; intensificó su hostilidad y desprecio afirmando que la consulta del 9N, con sus 2,2 millones de votantes, era un festival carente de efectos jurídicos; y ha coronado su deplorable actitud yendo próximamente a Barcelona a un acto de su partido y negándose a hablar con el presidente Mas, representante máximo del Estado en Cataluña, cosa de esperar pues su actitud ha sido una negativa cerrada a toda forma de diálogo.

Ya tiene usted sobre la mesa la respuesta de Mas y la Generalitat a su último desplante: convocatoria de elecciones anticipadas nacionales, declaración unilateral de independencia a 18 meses vista. Su fracaso es clamoroso. Ha pasado usted de la incapacidad a la irrelevancia. Si pudo evitar la consulta del 9N por varios medios, desde los negociados y pacíficos a los coactivos, sin ser capaz de hacerlo, excuso decirle con estas elecciones anticipadas que caen fuera de sus competencias. Aquella consulta se celebró, aunque usted la tenga por una rapa das bestas y estas elecciones se celebrarán con todas las garantías democráticas del mundo. Lo que venga después, quizá lo sepan los dioses.

Señor mío: ¿no se da cuenta de lo que ha hecho? Nos ha dejado sin país por zote. Muchos soberanistas catalanes manifiestan que su marcha no es voluntaria sino como resultado de sentirse expulsados. Y eso es cosa suya señor presidente, que ha gobernado España contra Cataluña, dicen que por razones electoralistas. Sin duda, pero no solo por ellas. También por su profunda, intolerante, convicción de que no hay más España que la que la cabe a usted en la cabeza. Todo lo demás debe ser ignorado, sofocado, ocultado, reprimido y, si llega el caso, extirpado. Es la tradición autoritaria de la derecha española. La del recurso al ejército. Dice este hoy, sin embargo que, aunque las fuerzas armadas están al servicio del gobierno, la cuestión catalana no se arreglará por lo militar. Debe ser por lo político. Es decir, imposible; porque usted, de política, no sabe nada.
 
Tiene usted ante sí una crisis nacional, acoplada con la económica que tampoco ha sido capaz de resolver. Con el añadido de unas prácticas presuntamente delictivas y mafiosas que deslegitiman su acción de gobierno, pintorescamente empeñado en abanderar una ola de regeneración y contra la corrupción de la que es principal responsable político.
 
Por supuesto, no hay nada que hacer. Según el ridículo chundarata de propaganda en que han convertido ustedes los auduovisuales públicos, el país sale rumbosamente adelante aunque algunos lo nieguen. El bono se financia a menos del 2%. Fin de la cita. 
 
Es lamentable que aún no se haya ido usted y continúe haciendo como que gobierna, solo para que los de Pontevedra sepan quién es su vecino.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 25 de novembre del 2014

La palinodia del PSOE.


Tarde, mal y a rastras. Sin duda tiene sus bemoles que el PSOE anuncie la voluntad de reformar la reforma del 135, o sea, de dejarlo como estaba antes de la lamentable decisión de Zapatero en 2011, de volver a la situación anterior, de revocarse a sí mismo. Sánchez sostiene que fue un error. Es caritativo en el término porque él apoyó ese "error" en 2011 cuando otros compañeros suyos, ciertamente pocos, se opusieron. Fue más que un "error"; fue una felonía. Si Zapatero no tenía fuerza o convicción suficiente para oponerse en su momento a las presiones alemanas, debió dimitir o someter a referéndum la reforma. Quizá hubiera bastado con explicar a los alemanes que reformar la Constitución no es lo mismo en España que en Alemania en donde, se ha reformado casi sesenta veces en 65 años. Pero para ello haría falta caer en la cuenta.

Era más fácil doblegarse y presentarlo como un asunto de Estado de los intereses-generales-por-encima-de-los-de-mi-partido, bla, bla. Ahí es donde está la felonía. El interés de tu partido y tus votantes es preservar el Estado del bienestar; no destruirlo. Exactamente lo que ha pasado al amparo de la reforma del 135, el primer y único acuerdo con el gobierno socialista a que llegó a la velocidad del rayo un PP entonces en una oposición sin cuartel. En una noche de verano ambos partidos dinásticos decidieron la única reforma de la Constitución no de mero trámite que se ha despachado. Con nocturnidad y alevosía. No, no fue un error.

Aun así, ¿por qué se anuncia por fin que se revocará la reforma? Por instinto de supervivencia. Los últimos sondeos, en Cataluña, en Madrid, en Navarra meten el diablo en el cuerpo socialista. El partido baja a tercera posición, pasa a convertirse en “partido bisagra”, reducido a tan lamentable condición por otro que ha fagocitado a IU y absorbe como un sifón un amplio abanico de izquierda socialdemócrata, de profesionales, cuadros medios y hasta obreros. Ya ni las encuestas propias los tranquilizan.

De ahí viene la palinodia. No, es de temer, de una revisión más profunda. De la necesidad de sobrevivir en un ambiente electoral muy negativo, incluso hostil. El PSOE se dejó atrapar en exceso en su condición de partido dinástico y fuertemente atacado del virus de la corrupción allí donde, como en Andalucia, llevaba lustros gobernando. Cuando la crisis y el gobierno depredador de la derecha suscitaron respuestas contrarias más y más generalizadas, mareas, movimientos ciudadanos, 15ms y, por último, Podemos, el PSOE quedó aislado, encadenado en la defensa de instituciones como la Monarquía también cuestionadas. Ha tardado, pero parece haberse dado cuenta a fuerza de sondeos de que tiene que reaccionar como sea por la izquierda. De ahí la contrarreforma del 135.

Pero ¿basta ya con eso? Desde la felonía de 2011, el PSOE tiene nulo crédito. Carece de respuesta a la pregunta de que, si tan federal es el fondo de su espíritu, ¿por qué no lo ha mostrado jamás en casi veinte años de gobierno? Solo la saca cuando la situación en Cataluña ha dado ya un giro casi más copernicano aun que el de Podemos en el panorama español.
Quizá no sea suficiente. El PSOE propone una reforma de la Constitución. Ese es el punto fuerte de una posición que quiere articularse como un centro entre el inmovilismo de la derecha y el aventurerismo de la izquierda. Precisamente Garzón, Monedero e Iceta acaban de pedir un proceso constituyente. El asunto vendría de perlas al PSOE en su intento de cristalizar como centro, de no ser porque Iceta es precisamente el hombre del PSOE en Cataluña, lo cual da pie a la cómica situación en que un partido tiene dos voluntades: una, la mayoritaria, quiere una reforma constitucional y otra, la minoritaria, un proceso constituyente. Pero esa minoritaria es esencial en las posibilidades de la mayoritaria de ser alguien en la política del Estado. 
Propugnar una reforma constitucional en contra del partido con el que realizó la última y de los que se han sentido dañados por ella y a ella se opusieron y se oponen, es una apuesta que, queriendo ser moderada y centrista, es en el fondo tan rígida, radical y de todo o nada como aquells. Solo puede ponerse en práctica mediante mayoría absoluta. Igual que las otras.
La cuestión es si la palinodia actual se convierte en un peán de victoria o un gorigori de difuntos. Es el quid de la política: blanco o negro. Los grises vienen después de la batalla.

Adelanta la marca España.


¿Quién lo hubiera dicho veinte, treinta años antes, cuando la marca España tenía personificaciones heredadas de los bufones de los Austrias o la corte de la Reina Castiza? La marca era entonces Puerto Hurraco, el Palmar de Troya, la Virgen del Escorial, los kikos, el Lute y el Dioni. Por no citar sino a los más sonados. Andrajos, miseria, alucinaciones, santerías, sectarismo, banderías. Nada que ver con Europa.
 
Ahora, sin embargo, estamos por fin a altura europea. Ese barbilampiño querubín de trasparente mirada es una especie de alienígena pasado por una película de Kubrick. Sucede a veces en las colectividades y tribus muy definidas. Es el caso de los albinos entre los bantúes o los nubas, por ejemplo. Parecen venidos del ultraespacio. Este pequeño Nicolás acaba de materializarse de la nada, quizá enviado por alguna potencia de otra galaxia, capaz de cambiarle su angelical figura por la de un ratón, como en los cuentos de Andersen. La incredulidad y el pasmo general en la Gran Nación que acostumbraba a ser la novena potencia industrial del planeta inclinan a pensar más en un espíritu batueco que en el de una opinión pública madura, razonadora y crítica. Ver a los periodistas pellizcarse al escuchar las respuestas del pequeño gran facilitador da verdadera risa.
 
El problema es que hay testimonios gráficos irrefutables. Son imágenes que admitirán luego leyendas diversas pero todas tienen un elemento común: el alienígena ha estado y hablado con los personajes con los que dice haber estado y hablado. O sea, ministros, alcaldes, autoridades de varios rangos, instituciones como la FAES o el CNI y puede que hasta la vicepresidencia del gobierno.
 
Y ¿de qué? Eso es lo de menos ahora. El hecho es que hablaban. Tratándose de otras gentes, ello resultaría maravilloso pero, si se recuerda que son personas que también hablan con Vírgenes, les hacen encargos y las condecoran, no se ve por qué no verían en el pequeño Nicolás a un mensajero de nuestra Señora, un san Rafael enviado por whatsapp.
 
Parar el 9N sostiene petit Nicolas que le había encargado vicepresidencia. Lo peor de esto no es el patético desconocimiento que revela sobre el 9N, considerado como una especie de día del chacal. Lo peor es que el encargo puede haberse hecho. Con estos gobernantes es verosímil.  

dilluns, 24 de novembre del 2014

La conferencia de Íñigo Errejón en el máster de la UNED.

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Según lo prometido, aquí está la magnífica conferencia que pronunció Íñigo Errejón el viernes pasado en la inauguración del máster de Comunicación Política en nuestro departamento de la UNED. A mi modesto entender es muy interesante y está repleto de claves para entender el discurso de Podemos que tan desorientado (y cabreado) tiene al mandarinato oficial y al de la sedicente oposición.

Hoy mismo se sabe que, según un nuevo sondeo de Sigma Dos para "El Mundo" Podemos ganaría las elecciones generales si se convocaran hoy. Juzguen ustedes si lo merece o no.

De mayo a mayo, la izquierda.


Las elecciones europeas de mayo pasado fueron un terremoto. El anquilosado sistema político español sufrió tremenda sacudida, sobre todo la izquierda. Un partido surgido de la nada dejaba atrás lo que no fuera el bipartidismo y colocaba cinco diputados en Bruselas, respaldados por 1.250.000 votos. ¿De dónde salieron estos? Andan los especialistas rastreando sus orígenes, que parecen ser variados. Pero algo es claro: traducen un creciente sentimiento colectivo de hartazgo con el sistema porque han confluido en el partido que propugna acabar con él sin más. Y seguramente muchos de ellos vienen de la abstención, a la que quizá se hayan ido otros tantos de los votantes de partidos tradicionales.

Lo sabe todo el mundo. En mayo se inició a la fuerza un nuevo ciclo de la política española. Uno que tendrá en mayo de 2015 su primera prueba de fuego. A ver cómo fragua en las municipales y autonómicas que, a su vez, servirán para fijar la estrategia en las generales de noviembre, las importantes. Entre tanto se producen sobresaltos en todos los partidos de la izquierda en sentido amplio, que son las más directamente afectados por Podemos. Hay renovaciones personales más o menos dramáticas, relevos generacionales, reestructuraciones, reorientaciones. Se trata de llegar a mayo de 2015 recuperando el electorado perdido y ganando para la causa esa inmensa bolsa de decepción y desafección, ese 80% que, según el último barómetro del CIS, juzga la situación política mala o muy mala, ese 86% que confía poco o nada en Mariano Rajoy o ese 77% en el caso de Pedro Sánchez, quien ha remontado el realmente catastrófico 89,9% con el que coronó su mandato Rubalcaba.

Y eso, ¿cómo se hace? Con discursos. Hay que armar discursos nuevos para abordar una situación nueva con un interlocutor nuevo, muy seguro, muy hábil y muy peligroso porque juega en nuestro campo. El PSOE, teniendo bien asentada su credencial dinástica, apunta a formulaciones más de izquierda y factibles, para lo cual pone en manos de expertos la confección del programa y toca a rebato por la izquierda con una fórmula mixta: Sánchez quiere liderar la renovación del pacto de 1978, dice en Twitter, que es donde se dicen hoy las verdades. Fórmula del estilo lampedusiano que, en realidad, es una mala imitación del epigrama de Jean Baptiste Alphonse Karr, plus ça change, plus c'est la même chose. Muy bien. Volverá Palinuro sobre el asunto. Lo interesante ahora es la dialéctica en la otra izquierda, IU y Podemos. Dialéctica heracliteana y oscura por cuanto Podemos se zafa del carné de la izquierda.

El discurso por armar de IU es especialmente difícil. El rechazo de Podemos a la convergencia la obliga a mantener la trinchera y atacar, pero sin perder el espíritu fraterno. No compartimos barricada pero no nos ataquemos, pues somos hermanos. Por eso no cabe dejar la articulación del discurso al dolido Cayo Lara, quien respira por la herida de su repentino apartamiento al museo de la historia asegurando que Podemos se hará de centro. Es un futurible de cascarrabias y un golpe bajo. Por fortuna, el encargado de elaborar discurso de IU es Alberto Garzón y la entrevista de eldiario.es es de muy recomendable lectura. Tiene mucho interés, es seria, profunda, matizada y muy completa. Un discurso muy acabado. Enfrente encuentra, sin embargo, un interlocutor temible por ser de la misma casta (dicho sea bajo la autoridad del DRAE), pero rebelada contra el padre, en una especie de relación edípica. Blandir la etiqueta de izquierda sirve de poco con unas gentes que la cuestionan. Pero, curiosamente, sirve examinar un conflicto más profundo, no en el orden nominal sino en el real: la común herencia marxista y leninista. Los de Podemos no se dejarán etiquetar en público de leninistas pero, de puertas para dentro, están convencidos de interpretar mejor a Lenin que los adocenados comunistas y poscomunistas de IU que, hasta ahora, no han hecho más que perder elecciones. De lo que se trata es de comprender la situación concreta para conseguir el poder. ¿Cómo? Ganando las elecciones. Justo lo que IU no hace. De ahí el Edipo.

Horrible pragmatismo, se escandaliza IU. No se aclaran los principios, se mantiene la ambigüedad en asuntos cruciales, no se conocen los verdaderos objetivos, ni las medidas, ni... ¿A santo de que invoca Iglesias el sacrosanto lábaro anguitiano de programa, programa, programa si no solamente carece de uno sino que se niega a tenerlo para no comprometerse? Además, razona prudente Garzón, se cometen errores garrafales como renunciar a concurrir a las municipales y hacerlo a las autonómicas pero sin convergencia. Quizá sea un error, nunca se sabe, pero ¿para quién? Podemos cuenta con desplazar a IU; IU no cuenta con desplazar a Podemos. Haga Garzón una prueba: pida a Podemos que, pues no se presenta a las municipales, sugiera a sus votantes que elijan listas de IU. A ver qué pasa.

No concurrir a las municipales es astuta decisión de Podemos. Carece de estructura para integrar la miriada de variantes de los 8.000 ayuntamientos y no cabe destinar a minucias recursos imprescindibles en otra estrategia. Incluso la comparecencia a las autonómicas puede ponerse en cuestión. Varias CCAA son auténticos focos de corrupción y también necesitarán de una atención que se quiere monopolizar y dirigir como una flecha hacia el verdadero objetivo: el gobierno. El Poder. A ese objetivo se supedita todo lo demás. La reciente estructuración jerárquica y monolítica de una organización que asegura ser medio partido, medio movimiento va hacia lo mismo. La dosificación de la exposición mediática, igual. El objetivo es el Poder y no quieren entretenerse en escaramuzas. Y menos quieren arriesgarse a perder las elecciones por aparecer de la mano de la izquierda perdedora clásica.

Esta gimotea al paso del carro de la historia porque se reconozcan sus méritos de luchas pasadas, sus trienios, su tradición, su compromiso. Así se esfuma la gloria del mundo. También maldice a los dioses al ver cómo un puñado de advenedizos le roba el programa y lo vende con éxito como propio, queja que contradice la acusación a Podemos de carecer de programa.

Lo cual demuestra que eso de "programa, programa, programa" no pasa de ser una jaculatoria califal. Pura retórica huera.

El nacionalismo español vergonzante


Ricardo Fernández Aguilá (2014) Un Fernández entre banderas. Cuando ser catalán y español es una apuesta posible. Barcelona: Península. (182 págs.).
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Es casi una ley social. En todo conflicto polarizado hay mayorías que huyen de los extremos y se agolpan en un centro acogedor, que no se adhieren a ninguno de los extremos ni lo rechazan, que pretenden integrarlos, aunque sean excluyentes, tomando algo del uno y del otro para hacer un gazpacho centrista en el que sentirse cómodas. Tienen también sus teóricos, los del justo medio de la virtud aristotélica frente a los "vicios" de los extremos, que defienden bravamente esta posición ante a los ataques de la intransigencia extremista, como en los ejercicios de lógica escolástica en los que hay que elegir entre dos opciones porque las terceras están excluidas.

 De esta forma se justifica la aurea mediocritas frente a las atribuladas ambiciones y vanidades del mundo y se vive cómodamente, sin tener que tomar partido, que siempre es incómodo, sobre todo porque puedes equivocarte y pronunciarte por el perdedor. Aquellos teóricos fabrican el relato y el héroe de estas supuestas mayorías moderadas, acomodaticias, centristas. Es la figura del ciudadano anónimo, del hombre de la calle, el protagonista del famoso panfleto de W. Reich, Listen, little man, el hombre del montón, la figura anodina en la que nadie repara pero que, constituida en masa, tiene todos los derechos y es... soberana. Por supuesto, acaece siempre, también casi como ley social que, cuando la polarización escala hasta el conflicto abierto, esas masas de hombrecillos, esas "mayorías silenciosas", se escoran de golpe a favor de uno de los bandos y se convierten en muchedumbres de fanáticos, capaces de las mayores atrocidades si cuentan con un líder que las motive; y de la moderación y el centrismo, como del Templo de Jerusalén, no queda piedra sobre piedra.

El libro de Fernández Aguilá está escrito en ese espíritu del hombre del traje gris, anodino (su portada es ya una clave; carece de rostro), perplejo entre opciones antagónicas ante las que se quiere equidistante, entre el nacionalismo catalán y el español. Ambos luchan por su corazón que se resiste a dividirse. ¿Por qué hay que elegir? ¿No puede uno ser, sentirse, catalán y español al mismo tiempo? ¿No hay lugar para la doble identidad? Es un libro de queja, de agravio resignado de un español/catalán que se siente maltratado, zarandeado injustamente por español entre catalanes y por catalán entre españoles, y aboga por el entendimiento.

Su origen inmediato es más bien tristón. Siendo catalán y apellidándose Fernández, el autor estaba acostumbrado a oírse llamar "Fernandes", como si fuera portugués. Pero las cosas parecen haber llegado a un punto en el que hasta este Fernandes don Nadie se siente obligado a tomar la pluma y salir en defensa de su identidad "mestiza" y su derecho a vivir tranquilo en una sociedad plural. Toda una hazaña. Cuando la ha terminado, en agosto de 2013, tiene unas ochenta páginas que no le dan para publicar un libro en serio pero sí una especie de panfleto que hace llegar a José Antonio Zarzalejos, uno de esos teóricos de la mezcla, el arreglo y la conllevancia. Será este quien le anime a escribir una segunda parte (más que nada por dar algo de empaque a la obra) y le pone un sucinto prólogo alabándola cuando esta se termina en marzo de 2014. Digo alabándola porque, en el fondo, responde al programa definido en favor de una partes del conflicto, el nacionalismo español,  so pretexto de no inclinarse por ninguna.
 
Porque, de centrismo y equidistancia, nada, aunque se predique hasta la saciedad. Este infeliz Fernandes con su alma desgarrada, cuenta sus aventuras en dos tandas de capítulos deshilvanados en los que se mezclan anécdotas, experiencias personales, reflexiones más o menos interesantes y bastante doctrina disfrazada de temperancia. Su Leitmotiv es la desazón ante una realidad social polarizada en la que todo conspira para hacer inviable su beatífico deseo de que convivan pacíficamente dos comunidades nacionales sin amargarle el pastel.

Sin embargo, su relato tiene dos feos defectos semiocultos que lo invalidan y lo hacen aparecer como lo que en el fondo es, una apología de la Cataluña española. De un lado, aunque somete a crítica algunos excesos del nacionalismo catalán, son los menos, los menores y de carácter más genérico, como esa queja (que se encuentra en todas las diatribas nacionalespañolas) sobre el uso de la expresión el Estado español (p. 37), mientras que los más, los mayores y, sobre todo, los que él experimenta en sus propias carnes, son los desplantes del nacionalismo español frente a lo catalán. En segundo lugar, si bien su visión de Cataluña acentúa la problemática de la falta de entendimiento del otro y su recurso al agravio permanente y el victimismo, la que ofrece luego de España en su segunda parte, hace hincapié en la comprensión de los españoles, su desconocimiento del enfado catalán, su indiferencia y su asombro: ¿qué les pasa a estos catalanes? (p. 139).

Aquí no hay equidistancia ninguna, ni juste milieu, ni fair play ni nada que se le parezca. Lo que hay es un intento lacrimógeno de vender como aceptable una situación que no lo es por cuanto en la confrontación entre dos naciones, una es poderosa porque tiene un Estado y la otra no porque no lo tiene y ha de aceptar las condiciones que la otra dicte, que las dicta, aunque el autor crea que son tan naturales como el agua de las fuentes. En esa situación entre el poder y la falta de poder, toda equidistancia es prestidigitación, todo juste milieu, falsedad al servicio del poderoso, y el libro del anodino Fernandes, un escrito de propaganda a favor del nacionalismo español. Por eso le ha puesto el prólogo Zarzalejos.

Palinuro también cree que ser catalán y español es posible. Pero no así, sino reconociendo a los catalanes sus derechos, entre ellos el de la autodeterminación y la independencia.

diumenge, 23 de novembre del 2014

Las dos Españas.


Lo dejó dicho Larra en un artículo títulado Día de Difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio, cuando aún no se sabía que ese día en realidad era Halloween. Hablando de los Ministerios se topaba Fígaro con el famoso epitafio aquí yace media España; murió de la otra media. Las dos Españas. Ahí siguen, como siempre, ignorándose y odiándose al mismo tiempo, como si los siglos no pasaran. Una España trágica, trascendental, bronca, agónica, cruel y temeraria, y otra bufa, esperpéntica, absurda, zafia, empingorotada y servil. Residen en el mismo país, comentan los mismos hechos, hasta hablan entre sí, viven la mima realidad, pero la entienden de forma distinta. Cada una de ellas tiene su propio mundo dos popperiano. Uno es negro con toques cárdenos y el otro amarillo con toques rosa.

En la España trágica, una anciana de 85 años se queda sin vivienda por haber avalado a su hijo por 40.000 euros con una pensión de menos de 400. Solo una madre puede hacer eso. Y solo una sociedad desalmada y unas autoridades inhumanas pueden consentir que la desahucien. Las mismas que en la España servil son capaces de recaudar dinero y hacer campaña para que una delincuente no entre en la cárcel. La España bufa ve bien que la estafen y vitorea a los estafadores.

En la España trascendental se viven la angustias de la secesión catalana como un amargo conflicto en el que se juegan asuntos de identidad colectiva. En la España bufa se llama a plató a Mariló Montero en hora de máxima audiencia para explicar sus sorprendentes apotegmas. Es el momento de preguntarle por Cataluña. Seguramente dirá que de eso lo sabe todo porque lleva un nombre catalán, Mariló, tan catalán como Castelló, Aguiló o Barceló.

En la España bronca, ultramontana, la derecha lleva mal la blandenguería del gobierno con los sediciosos catalanes y las añoranzas de Franco prenden entre quienes siempre le tributaron lealtad. Hay que españolizar a los niños catalanes, recristianizar España. En la España zafia, Kiko Rivera, el hijo víctima inocente del atropello cometido con Isabel Pantoja, asegura odio este país. Si una madre hace lo que sea por un hijo, un hijo por una madre puede llegar a odiar el país, lo que seguramente no le traerá un desahucio.

En la España agónica se viven los sobresaltos de la izquierda con inquietud. IU está en capilla, a punto de convertirse en aliado confederal de Podemos como aquellas coaliciones de democristianos y liberales con conservadores al comienzo de la transición en lo que se llamaba los "partidos taxi". Izquierda Anticapitalista se disuelve como partido y renace cual Ave Fénix como "corriente"; el partido ahora irá por dentro. El exoesqueleto se convertirá en endoesqueleto. En la España empingorotada muere Cayetana de Alba y los medios resaltan su carácter rebelde, incluso revolucionario, casi una duquesa roja. Ahí está la izquierda socialista estilo Guerra valorando en la finada su libertad, su originalidad y su ponerse el mundo por montera. De monteras sabía mucho la dama pues era aficionada al toreo y al conjunto del floklore andaluz, amiga de tonadilleras y bailaoras. Popular por un tubo. O sea, de izquierdas.

En la España temeraria aparece Podemos como propuesta radical casi surgida de la nada y con un proyecto que muchos consideran un salto en el vacío. Los medios tienen bajo la lupa todos los aspectos de la formación, los comportamientos, los juicios, las propuestas, todo. En la España esperpéntica aparece el pequeño Nicolás quien, con su plácido rostro de roedor picarón, afirma haber tenido en sus manos asuntos de esos que las burocracias gustan de etiquetar como "muy sensibles" o "clasificados" o "top secret". Parar el 9N, nada menos, había encargado la vicepresidencia del gobierno al pequeño Nick, según este. ¿Por qué no? Desde el momento en que se impetra la intervención de la Virgen del Rocio para el desempleo, la Almudena contra el paro, el Pilar por la defensa de España, ponerse en manos del temerario Nicolasillo es un desvarío más.

En la España cruel, el clero vuelve a la carga con el aborto. Ya están los antiabortistas dispuestos a tomar las calles por el derecho a la vida una vez concebida y hasta el momento del nacimiento; pero ni un minuto más. De eso ya se ocupa en la España absurda la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, quien encabeza la manifestación antiaborto con el mismo aplomo con que hace y dice el resto de las necedades que festonan su existencia. Hay que recordar al felón Rajoy su promesa incumplida. Pues tendrán que especificársela porque ha incumplido tantas que ya ni se acuerda.

Realmente, lo único que aún mantiene en contacto a las dos Españas es el fútbol. Palinuro está dispuesto a hacer una excepción en su reglamento libre de fútbol a favor del Rayo Vallekano que pagará el alquiler de la mujer desahuciada. Quizá no sean muy buenos futbolistas, pero son excelentes personas. De lo que no hay, vamos.



El derecho a marcharse.


Joan Ridao (2014) El derecho a decidir. Una salida para Cataluña y España. Barcelona: RBA. (188 págs.).
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El autor del libro, Joan Ridao i Martín, me ha hecho el inmerecido honor de pedirme que presente su libro este próximo miércolas, 26 de noviembre, en el centre cultural Blanquerna en Alcalá 44, en Madrid. Por mi cuenta he decidido que esta reseña tenga el valor de un guión.

Joan Ridao es una autoridad teórica y práctica en el tema de este ensayo: profesor de derecho constitucional de la Universidad de Barcelona y de la Universitat Oberta de Catalunya es también miembro del Consejo de Garantías Estatutarias de Cataluña y fue ponente del Estatuto de 2006, el que el Tribunal Constitucional español, con gran tacto y diplomacia dejó desplumado como un pollo. En cuanto a la actividad política, Ridao fue diputado en el Parlamento catalán y en el Congreso de los Diputados por Esquerra Republicana de Catalunya, en la que ocupó el cargo de secretario general entre 2008 y 2011. O sea, que sabe de lo que habla y habla bien, aunque a veces se ponga algo profesoral y otras se enrede en distingos y matices de los que tanto gustan los letrados de instituciones.

Un pequeño comentario sobre el subtítulo que tiene su carga de ironía: salida para Cataluña y España es deliberadamente anfibológico pues el término salida no puede tener el mismo significado para una y otra entidad territorial. "Salida para Cataluña" puede y debe entenderse en el sentido inmediato en que se rotulan como "salida" las puertas que dan a la calle; pero, para España, no puede entenderse del mismo modo sino en el metafórico de que se trate de una "salida" al modo en que se dice que hay una "salida" a un lío, un problema, una situación complicada.

Lío, problema, situación complicada, la del contencioso entre el principado y el Estado.   No pierde mucho tiempo el autor con los antecedentes que condensa en dos primeros capítulos sobre "El porqué de Cataluña" I y II, demostrando que, a pesar de los esfuerzos, ha sido imposible encontrar un encaje de Cataluña en el Estado, cosa que culminó con la sentencia del TC por la que este emasculó el Estatuto de 2010. No obstante, Ridao que ante todo es un jurista con un respeto casi reverencial por el contenido y la letra de la ley positiva, sostiene que dicha sentencia abre "la posibilidad de una 'interpretación constitucional' del 'derecho a decidir' que lo entiende como una 'aspiración política a la que se llegue mediante un proceso ajustado a la legalidad constitucional', que debe respetar los principios de 'legitimidad democrática', 'pluralismo' y 'legalidad'" (p. 43).

Se apunta aquí lo que, a juicio de Palinuro es el tema contrapuntístico que caracteriza todo este interesante libro: el punto es una incesante escudriñar los textos legales y jurisprudenciales en busca de los intersticios que permitan proceder a materializar el derecho a decidir, la consulta, un hipotético referéndum, el derecho de secesión y hasta la declaración unilateral de independencia (DUI), con muy entecos resultados. El contrapunto, una conclusión que se reitera una y otra vez acerca de que, en el fondo, la cuestión no es tanto jurídica como política, que no tiene solución en el campo del derecho positivo sino, en todo caso, en el del derecho natural y, por descontado, en el de la acción política que invoque el poder constituyente que anida en cada nación de modo iusnatural, como viene a reconocer ya al final de la obra cuando sentencia que: "En una sociedad democrática no es la Ley la que determina la voluntad de los ciudadanos, sino que la legalidad es la que se crea y modifica a partir de la voluntad ciudadana" (p. 158).

A partir del tercer capítulo, el libro de Ridao es una minuciosa búsqueda de las formas en que pueda manifestarse y hacerse real el derecho a decidir de los catalanes que, para él, es algo incuestionable. Se abre la pesquisa con unas consideraciones generales sobre el referéndum como teoría y práctica y se concluye el excurso con unas atinadas y algo amargas reflexiones sobre las limitaciones de los referéndums en España que son escasos, mal regulados y prohibitivos de hecho. Nada, supone el autor, costaría modificar la Lay Orgánica Modificadora de las distintas Modalidades de Referéndum" de 1980, para dar cabida al tipo de consulta que hiciera realidad el derecho a decidir. Pero no hay voluntad de hacerlo. Suena de nuevo el motivo contrapuntístico "cuando existe voluntad política, las leyes no constituyen un obstáculo" (p. 70). Desde luego y, dado que el autor no lo hace, corono yo la conclusión, pero habitualmente se usan como eso, como obstáculos políticos, sobre todo en el caso catalán.

Frustrada la vía referendaria, dedica Ridao otros dos capítulos a desmenuzar la relación entre la UE, de cuya naturaleza se ocupa en uno de ellos, y el derecho de secesión, cosa que ha afectado a algún Estado comunitario ocasionalmente (Dinamarca /Groenlandia) y bastantes más exteriores, como los países bálticos o la antigua Yugoslavia. Por mucho que se quieran extraer criterios o normas  vuelve a imponerse la práctica de que "al final se han adoptado posturas de gran pragmatismo para dar plena efectividad a los procesos de secesión acaecidos" (p. 118). Esta conclusión ha de entenderse útil para el caso español, a los efectos de dejar constancia de que la amenaza de una Cataluña independiente forzada a mantenerse décadas fuera de la UE "no tiene el respaldo de ningún argumento jurídico" (p. 127).

Consagra Ridao la última parte del libro a explorar las vías de hecho, no sin insistir en buscarles encaje jurídico. Así, ampara el derecho de secesión en la celebérrima ruling de la Corte Suprema del Canadá en el caso quebequés, que llevaría una evolución del derecho de autodeterminación al derecho a la secesión (p. 137), pero no puede ignorar que la opinión consultiva del citado tribunal, en realidad, consiste en legitimar jurídicamente una situación de hecho: la reiterada, persistente, democrática, voluntad de muchos quebequeses de separarse del Canadá. Como los catalanes de España.

Un capítulo dedicado a examinar las distintas DUIs que se dieron en los 90 en los países bálticos y la antigua Yugoslavia en mitad de unas relaciones internacionales tormentosas, preparan el camino para la consideración de una hipotética secesión catalana que, llegado el caso, podría culminar en una DUI que el autor considera legítima en el caso de que el gobierno central respondiese con una situación de bloqueo (p. 161).
En resumen, un buen estudio sobre el problema más acuciante a que se enfrentan hoy España y Cataluña.

dissabte, 22 de novembre del 2014

El capitán Fracassa visita Cataluña.

Hace seis días el gobierno anunció que Rajoy visitará Barcelona mañana. Mas, que presume de europeo, lo invitó de inmediato a un encuentro. ¿Quién dice que la política es un quehacer de gañanes a mamporro limpio? Al contrario; sigue siendo la misma arte florentina del tiempo de los Medici. Conociendo al presidente, esa invitación era una bofetada. ¿Qué? ¿El subalterno se permite convocar al señor, como si su casa fuera su casa y no por graciosa concesión de este? Una afrenta a la hidalguía española. Pues sepa el villano que Rajoy no piensa hablar con él, ni dirigirle la palabra. Cataluña es España y el presidente de España va por donde le da la gana sin pedir permiso a los alguacilillos. Ya antes había hecho un desplante muy estilo capitán Fracassa: Rajoy tenía intención de hablar con Mas, pero no mas ni menos que con los otros presidentillos de CCAA. La horrible afrenta de la invitación de Mas hasta las ganas de hablar le ha quitado. Irá a Barcelona, pero no hablará con el Molt Honorable President de la Generalitat.

Y, entonces, ¿a qué va? Sus opciones son escasas: a hablar en algún círculo de empresarios, a charlar en petit comité con Sánchez Camacho, a compartir mesa y mantel con los conmilitones del PP, a inaugurar un pantano, digo una red telemática de un consorcio de botiflers, a montar una rueda de plasma en la delegación del gobierno, bastión inexpugnable de españolía en tierra de infieles. No lo veo dando un paseo por las Ramblas o visitando la Barceloneta. Tampoco el Museo Picasso, que era un pintamonas rojo antiespañol. No lo veo saliendo a la calle ni de broma solo para ver la bandera cubana con los colores cambiados.

¡Qué pena que los soberanistas quieran irse a Cuba! Con lo bien que se está en España todos juntitos, protegidos por un nuevo lobby celestial: la congregación de Vírgenes condecoradas. Montará, supongo, una comparecencia sin preguntas, solo con respuestas, que son la importantes. El meollo de los argumentos lo expuso la vicepresidenta del gobierno, que se queda de cuartel, maestra en el razonar: el gobierno sigue trabajando por el bien de Cataluña. Prueba, esos 5 millones € concedidos para el Liceu como si se los sacara ella de su bolsillo y no fueran parte de los millones que los catalanes transfieren a España. Este talante patrimonialista del Estado de la derecha es en verdad insufrible como si lo que no expolian y reparten fuera suyo.

Fracassa ahuecará la voz, echará mano a la espada y, con gesto torvo, hará ver que aquí la Ley se acepta, respeta, acata y obedece y punto en boca, paios. ¿Qué ley? La que le da la gana. Literalmente, porque la que no le gusta la hace cambiar en un pispás con su mayoría absoluta en el Parlamento, que opera como una lámpara de Aladino de efectos prolongados. El ritmo de cambios de leyes para ajustarlas a las convicciones y los postulados de la derecha ha sido frenético: la radiotelevisión pública, el aborto, el código penal, la legislación local, la educativa, la de administración de justicia, de orden público, la laboral, etc. Y el mismo que ha trastocado el ordenamiento jurídico según sus intereses e ideología exige a los demás, en especial a los catalanes, que se atengan a la ley.

Mientras tanto, la ley significa asimismo que las autoridades catalanas serán perseguidas judicialmente. Ahora que la casa de Alba está encabezada de nuevo por un varón, podrían nombrarlo delegado del gobierno en la marca rebelde para que emulara las hazañas de su antepasado en los Países Bajos.

¿No se dan cuenta el personal, los partidos, los medios, las cancillerías, de que Rajoy, pendenciero como un capitán Fracassa, está buscando una confrontación?

Espasmos en la izquierda.


IU está de parto. Un veinteañero procedente del 15 M toma las riendas. La momia de Lenin se remueve en su mausoleo o en dondequiera se halle ahora. El viejo PCE mira con nostalgia su larga historia y se pregunta en qué se equivocó. El que se lo pregunta porque los hay convencidos de ser portadores de la razón histórica.
 
Con el dinámico Garzón en IU, la izquierda aparece liderada por una trinidad de figuras de similar porte y estilo, entre cristológico y populista. Para la trinidad perfecta faltan Dios padre y el espíritu santo. El relevo del venerable Cayo Lara deja expedito el escenario en el que van a actuar las tres figuras, cuyos parlamentos consisten en hablar continuamente sobre unos programas que o no tienen (caso de Podemos), o esperan establecer de la mano del nuevo dirigente (caso de IU) o, según en qué casos, lo aplazan hasta ver qué decisiones adoptan los demás (caso del PSOE).

En realidad hablan de programa porque de algo es preciso hablar, pero los tres fían su tirón electoral al aspecto mediático/iconográfico de su líder en un caso palmario de "americanización de la política". Con flujos y reflujos. Sánchez y Garzón van de ida; los de Podemos, de vuelta. Hacen una finta táctica de replegarse para preparar el siguiente asalto. Han calibrado el peligro de la sobreexposición a los medios y han decidido economizar imagen para reducir riesgos y conservar su fuerza. Con tanto en que pensar, ¿quién se acuerda del programa?
 
 Es probable que la reciente dimisión de Pérez Tapias al frente de la corriente Izquierda Socialista que se hará efectiva hoy en una asamblea, obedezca también a esa ola de relevo generacional de la izquierda. Aunque la carta en la que la formaliza es tan confusa, tan críptica, que permite otras interpretaciones, más de contenido. En IS se produce un convulso proceso de revisión interna que apunta a la existencia de una red de intereses creados en una típica oligarquía michelsiana de partido. El petardazo de Parla puede poner a IS en trance de refundación. De darse esta, veo la federación socialista madrileña al comienzo de otro proceso de examen interno. Va siendo hora. No hace falta ser de Podemos para preguntarse para qué sirve un partido que lleva veinte años perdiendo elecciones.