dissabte, 15 de novembre del 2014

El Estado, el partido, la novia y los amigos.


Monago lleva hasta la fecha cuatro explicaciones públicas sobre los viajes a Tenerife, todas ellas contradictorias. En una semana de impetuosas y lacrimógenas comparecencias ha generado tal confusión que, para dar cuenta de ella, los periodistas acuden al procedimiento de deconstruccion derridiana. Lo llaman desmontando a Monago. Es directo y claro. Suena a "Deconstruyendo a Harry". Algo más difícil pues la confusión generada por las atropelladas comparencias es colosal. Pareciera, y así creen algunos, que con tanta escenificación, Monago usa la táctica del calamar de ocultarse opacando el ambiente. No es del todo así. El hombre suelta una parte de la tinta; la otra la tiene él en la cabeza.

Considérense las cuatro explicaciones: 1ª) He pagado todos mis viajes; 2ª) devolveré hasta el último céntimo (obviamente, de los viajes que ya ha pagado); 3ª) no devolveré nada porque son viajes institucionales; 4ª) los privados los pagué con mi Visa. Está hecho un lío, probablemente porque, tratándose de asuntos tres o cuatro años atrás, no tendrá clara memoria y se precipita con cada nuevo dato, en vez de esperar a tenerlos todos. Le falta información y el Senado no se la da porque no la tiene dado que no pregunta a los senadores a dónde o a qué van, sino que se limita a pagar las facturas. Por cierto, ¿solo los viajes o también dietas y viáticos y pernoctas y...? De ahí que El País, escandalizado, editorialice sobre la necesidad de poner fin a esta corruptela con un Transparencia ya, aunque con escasas esperanzas dada la resistencia de sus señorías a perder privilegios.

Esta falta de información, esta opacidad, este gatuperio arranca de otra confusión mayor, que no está solamente en la cabeza de Monago sino en muchas más. La confusión entre el Estado y el partido que, como su nombre indica, no puede ser el todo sino una parte. Los diputados y senadores no son representantes de sus electores y mucho menos de sus partidos sino de todo el electorado, sea en el Estado o en una Comunidad Autónoma, de sus votantes, de los votantes de otros y hasta de los no votantes. De todos. Las instituciones representativas, en este caso el Senado, no tienen por qué pagar los viajes privados. Pero no eran viajes privados, argumenta Monago, sino a actos del partido. Ahí está confusión, no sé si deliberada o no: los actos del partido son privados y debe costearlos el partido que, además, se financia también con fondos públicos. Cuando Monago viajaba a Tenerife no iba como senador sino como cargo del partido. De acuerdo con esto, aparte de los viajes pagados a la novia, debe devolver todo lo demás pues no han sido desplazamientos en nombre del Senado sino, en el mejor de los casos, de su partido. Y aunque el Senado no quiera o no pueda informar sobre la naturaleza y la finalidad de los que obedientemente pagaba, basta con revisar la cobertura de prensa de los viajes; sobre todo la local.

La dimisión no tiene escapatoria. Claro que, pensará Monago, lo mismo debieran hacer algunos otros colegas. Quizá sí. La fulminante dimisión del consejero aragonés, quien coincidía con el extremeño en el destino y finalidad de los viajes aunque, es de suponer, no en los tiempos, apunta en esa dirección. Es el problema de las corruptelas descubiertas, que se corren como la pólvora, cunde el nerviosismo y el sistema en su conjunto se deteriora aun más camino del desprestigio total.

Dos últimas observaciones. He leído en algún sitio una protesta feminista apuntando al uso machista que está haciéndose de la peripecia de Monago. No estoy muy seguro. Dependerá de los ambientes. En las redes observo un tratamiento respetuoso, aunque puedo estar equivocado. En cualquier otro lugar, de mayor tradición democrática y puritana, un caso así provocaría un tratamiento más colorido, topicazo y machista. Saldrían Mata-Hari, Christine Keeler o Monica Lewinsky. Aquí el asunto, me parece, se centra en la persona del senador y el presunto uso impropio de su condición. Estoy o quiero estar convencido de que a todo el mundo le da igual lo que el senador haga en su tiempo libre y con su dinero y si, dándose estas circunstancias, también es algo contra la ley, ante ella deberá responder.

Segunda observación: los amigos de Monago están dispuestos a que perezca el mundo antes de que se haga justicia. La vicepresidenta del gobierno, cuyo aprendizaje de este noble arte de la política está siendo deplorable, da por buenas las explicaciones de Monago. Al parecer, todas; las contradictorias también. Es decir, da por bueno que el Senado sufrague los viajes privados de los senadores. El principio de presunción de inocencia, añade con gesto de tribuna, debe amparar a todos, a Monago, a Griñán y a Chaves. Siempre conviene meter a los vecinos en la bronca de la corrala para embarullarla más. Hay que invocar un noble principio general par evitar lo que muchos llaman ya el "linchamiento" de Morago, obviamente porque no se han mirado en el espejo. A más risa, la invocación es tan absurda como si fuera del propio Morago porque. si el gobierno acepta sus explicaciones, ¿qué inocencia está cuestionada?

No acaba ahí el asunto. La mejor respuesta ya la dio el presidente del gobierno en torno a la segunda o tercera explicación de Morago, asegurando que este es un referente para todos. Tabla rasa, estilo Camps, Matas, Fabra: con la que está cayendo, ¿vamos a preocuparnos por unos trajes. unas contratas, unos fraudes, unos viajes a Canarias?

Pero, hombre, que España es una Gran Nación.