dilluns, 20 d’octubre del 2014

Plazas y plazas.


A raíz de que Mas renunciara a la realización de la consulta del 9N en los términos previstos en la Ley catalana de consultas y el decreto de convocatoria, la Assemblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural, las dos organizaciones soberanistas de la sociedad civil, convocaron una manifestación para ayer, domingo, en petición de que, de una u otra forma, los catalanes sean llamados a votar en una consulta. Como quiera que los nacionalistas españoles habían aprovechado la festividad del 12 de octubre para hacer una exhibición de fuerza y unidad en la plaza de Catalunya en Barcelona, las dos entidades soberanistas convocaron en el mismo punto. El resultado ha sido el que cabía esperar: mientras aquellos no conseguían ni de lejos llenar la plaza a pesar de contar con muchos recursos, apoyos oficiales, tiempo de preparación y acceso a los medios, estos otros, en condiciones peores y con una semana escasa de antelación han superado expectativas y conseguido una concentración que dobla o triplica fácilmente la de los nacionalistas españoles y deja claro quién tiene y es mayoría en Cataluña.
 
Con todos mis respetos hacia Podemos, organización naciente, nueva, original, prometedora, el destino inmediato de España se juega en Cataluña. La confrontación entre el movimiento soberanista y el gobierno central está enquistada en una negativa absurda del segundo a toda posibilidad de negociación con el primero. Es cierto que Rajoy afirma que esta dispuesto a negociar lo que sea siempre dentro del marco de la ley y la Constitución y siempre, también, que Mas renuncie a la convocatoria de toda consulta. Está suficientemente claro. Qué entienda Rajoy por "ley" y "Constitución" si no es exclusivamente la ley del embudo, ya se ha analizado en Palinuro en días anteriores. La pretensión de que Mas renuncie a la convocatoria si quiere negociar da una idea de la agudeza mental del presidente español que exige a su adversario prescindir de la consulta antes de negociar sobre ella y que se despoje de todo lo que pueda servirle en una eventual transacción. Es obvio que el gobierno no quiere consulta ni negociación ni acuerdo alguno y solo aceptará una rendición completa del soberanismo catalán. Se trata de lo que se llama el espíritu dialogante de la derecha española.
 
Es la fórmula más segura para el desastre. El movimiento catalán por la autodeterminación tiene un enorme respaldo popular, es transversal, posee una fuerza movilizadora muy grande y hace realidad esta idea tan propia de nuestra época de que las masas, las multitudes, que ahora son "multitudes inteligentes", deciden. Rajoy no solamente es incapaz de entender la cuestión catalana en abstracto, a la que llama algarabía, con una falta absoluta no solo de tacto sino de perspicacia, sino que tampoco la entiende en concreto. Se echa de ver en su creencia de que basta relacionarse con Mas, como si este fuera el dueño de Cataluña como él lo es de España y como si Mas pudiera desentenderse del sentir colectivo de la sociedad catalana como él lo hace del de la española. Es un error de cálculo garrafal. Mas es el principal responsable del nacionalismo catalán, pero este es un movimiento social muy amplio, denso, plural y muy activo, que toma sus propias decisiones y se las plantea al líder como los puntos de referencia a que este ha de adherirse. Mas no puede decir una cosa, pensar otra y hacer otra, como Rajoy; es un gobernante democrático al frente de un movimiento popular socialmente organizado, no un dirigente deslegitimado, que ganó unas elecciones mintiendo y que gobierna en contra de la mayoría social, habiendo convertido el embuste y la huera retórica en principios de gestión.
 
De ahí que fuera tan importante esperar a ver cuánta gente acudía a la convocatoria de la ANC y Ómnium Cultural y qué mensaje salía de la concentración. La asistencia ha sido, de nuevo, un éxito, que empequeñece hasta el ridículo la convocatoria de los nacionalistas españoles en el mismo sitio una semana antes, lo cual no impidió que sus intelectuales más o menos orgánicos, pero siempre a sueldo, la describieran como el punto de encuentro de un profundo y maridado sentimiento español a la par que catalán. El mensaje de ayer es rotundo: el movimiento soberanista quiere unidad y elecciones anticipadas a ser posible con una lista única. Mas prefiere seguir adelante con la consulta, si bien concebida y articulada de otra forma. Lo que el soberanismo le pide desde la calle es que continúe haciendo política y trate de articular ambas reivindicaciones.
 
Entre tanto y a la chita callando, el ministerio del Interior está ya preparando las fuerzas para proceder a la represión de la consulta el día 9 por la violencia si llegara el caso que, si llega, seguramente planteará una situación insólita y causará un gran impacto internacional. En otros términos, el nacionalismo catalán sigue llevando la iniciativa política mientras que el gobierno español solo tiene la represiva.

Definitivamente, y sin desmerecer a nadie, los destinos inmediatos de España se juegan en Cataluña.