diumenge, 5 de gener del 2014

Deje paso.

Nunca una oposición se había enfrentado a un gobierno más desacreditado, desprestigiado, deslegitimado, con una valoración tan baja en la estima y confianza de los ciudadanos, acorralado por los escándalos de todo tipo y con un presidente bajo fuerte sospecha de ser el principal responsable (y beneficiario) de una corrupción tan generalizada como institucionalizada en su partido . Nunca a uno que hubiera tomado medidas tan impopulares y agresivas hacia el bienestar de los sectores menos favorecidos de la sociedad. Nunca tampoco a uno que hubiera tomado medidas tan radicales, autoritarias y retrógradas en cosa de derechos y libertades, como el derecho a la educación, la sanidad pública, la integridad física, o las libertades de expresión, manifestación o reunión. Nunca a uno que fuera tan torpe en la gestión del sempiterno problema nacional español o que intentara de modo tan patente un retorno a los valores del nacionalcatolicismo, al espíritu de la dictadura.
 
En estas condiciones sería de esperar que las perspectivas electorales de la oposición fueran halagüeñas. Pero no es así, sino al revés. La intención de voto de los socialistas está muy por debajo de la del PP. ¿Las causas? Se me ocurren cuatro (que no tienen por qué ser necesariamente ciertas ni únicas): 1ª) el PSOE trae una herencia desastrosa de la segunda legislatura de Zapatero; 2ª) estamos en mitad de una crisis muy destructiva que, aunque ahora es casi solo cosa nuestra, comenzó siendo inducida del exterior; 3ª) los socialistas carecen de propuestas sólidas, concretas, verosímiles; 4ª) la actual dirección está más interesada en su continuidad que en poner remedio a la situación.
 
Las dos primeras están fuera del alcance de este PSOE. Cabría hacer alguna observación de matiz en ambas, pero no merece la pena. Las dos últimas, en cambio, son plena responsabilidad de los socialistas y no pueden pasar sin comentario.
 
La falta de propuestas programáticas concretas es clamorosa. El PSOE no ha hecho un análisis del sentido de las políticas conservadoras, no tiene una interpretación de conjunto, simula creer que se trata de un gobierno normal, dentro de la alternancia democrática, y no de una auténtica involución constitucional, un asalto al sistema (o régimen) de la transición que Rubalcaba dice tener en altísima estima. No entiende el mundo en que vive; no entiende el sentido de la reconquista nacionalcatólica; no comprende el alcance del soberanismo catalán al que se incorpora a marchas forzadas el vasco; no calibra la gravedad del desmantelamiento del Estado del bienestar. En consecuencia, no hay propuestas viables alternativas. Hay, ha habido desde 2011, sucesivas propuestas de pactos "de Estado" (para sentar plaza de oposición responsable, lo cual era perfectamente absurdo y ñoño), sucesivamente rechazadas y, luego, un confuso compromiso de derogar la legislación más agresiva de la derecha, es decir, volver a la situación anterior y eso sin gran convicción, arrastrando mucho los pies, declarándose servilmente monárquico y sin hablar muy alto a la clerigalla que domina el país.
 
En lo relativo al conflicto nacional español, la posición del PSOE es coincidente con la del PP, aunque gusta cubrir sus vergüenzas con una hoja de parra federalista. En los asuntos de corrupción no solo no se marca corto al gobierno sino que se pasa de puntillas porque el PSOE tiene también mucho que rascar -guardando las distancias-, en los EREs, los tratos de favor de las cajas, la connivencia de sus representantes con los chanchullos, las puertas giratorias, etc.
 
Y de todo ello se sigue que la oposición parlamentaria es floja, desmadejada, deslavazada. El gobierno se deja controlar poco pero lo poco que se deja, no se le controla. Los socialistas llevan más de un año amenazando con una moción de censura que no se atreven a presentar. Amagar y no dar, o sea, lo más inepto que puede hacerse en todo conflicto. Ya de acciones políticas más simbólicas, prestando atención a la oposición extraparlamentaria, mostrando algún tipo de sensibilidad respecto a la movilización de la calle, ni hablamos.
 
A poco de perder las elecciones de 2011, para aplacar la tormenta que se temía en la organización, el PSOE anunció una conferencia política para octubre (luego noviembre) de 2013, de la que nacería un nuevo programa, la nueva socialdemocracia, el renovado espíritu socialista. La conferencia pasó y prácticamente no ha dejado rastro. Pero sirvió a la dirección para plantarse en mitad de la legislatura sin resolver el problema del liderazgo del partido. Controlar los tiempos es siempre esencial y Rubalcaba es maestro en la tarea. Ahora en enero el Comité Federal cumplirá su función de fijar las primarias para octubre o noviembre de este año y ya tiene el secretario general cumplidas tres cuartas partes de su objetivo, consistente en agotar su mandato. A reserva, incluso, de decidir si se presenta o no. ¡Y es Rajoy quien carga con el sambenito de procrastinar de modo sistemático!
 
Supongo que Rubalcaba se sentirá realizado en su ego y colmadas sus aspiraciones. Ha dirigido el PSOE durante tres años. El problema es hacia dónde. Y cómo deja su partido. De las primarias saldrá un líder nuevo que solo dispondrá de un año para hacer frente a unas elecciones decisivas. Si resulta elegid@ un@ de l@s candidat@s que más suenan, Chacón, López, Madina (sin descartar sorpresas), no me parecen suficentemente sólid@s, fajad@s para la tarea. Necesitan más de un año. Rubalcaba debiera dejar paso ya. Se mire como se mire es el principal obstáculo a una renovación del PSOE a todo intento de ponerlo en situación de contender con éxito en 2015.
 
Se dice que la oposición (la de izquierda) cuenta también con IU y se señala cómo algunas de las circunstancias anteriores influyen en una mejora substancial de su intención voto. Hay incluso quien, animado por el ejemplo griego, vislumbra un renacer de la vieja quimera anguitiana del sorpasso. No me parece verosímil, pero no es insensata la pretensión de conseguir un porcentaje electoral que obligue a una coalición de izquierda. Tengo mis dudas a la vista de la ejecutoria de coaliciones de ambas fuerzas políticas pero, en todo caso, guste o no guste, la posibilidad de relevar a esta derecha nacionalcatólica y revertir sus políticas radica en las fortunas electorales del PSOE.
 
Una última consideración. Aunque los dirigentes crean otra cosa, los partidos políticos han cambiado. Ya no son propiedad de sus militantes (si alguna vez lo fueron) ni de sus oligarquías dominantes, como siempre lo han sido. Ahora tienden a ser más propiedad de sus votantes. Así lo reconoce el PSOE al prever primarias abiertas. Es la imparable "americanización" de la política y si a algunos partidos no les gusta, que no pidan el voto a la ciudadanía. Esa es la línea: abrir los partidos a los votantes, cosa que cada vez es más fácil con internet, ya que, sin estos, los partidos no son nada. Y si los votantes del PSOE están hoy reducidos a su mínima expresión histórica (con la que está cayendo, como dice el Gran Wyoming, el verdadero líder de la oposición en España), será porque la dirección del PSOE ha perdido los otros y son millones. Esos millones no van a recuperarse sentándose a la puerta de Ferraz a ver pasar el cadáver del enemigo o, eventualmente, el del próximo candidato socialista a la pesidencia del gobierno.

(La imagen es una foto de Rubalcaba en Valencia, con licencia Creative Commons).