dissabte, 30 de novembre del 2013

La dictadura de hecho y la izquierda.

El Consejo de ministros ha aprobado el proyecto de Ley Mordaza, impropiamente llamado de seguridad ciudadana, cuando debiera llamarse de inseguridad ciudadana, de amedrentamiento ciudadano, si no de terror de Estado. La ley es obviamente anticonstitucional, contraria a los principios más elementales del Estado de derecho. Por supuesto, en los próximos días los medios se llenarán de sesudos análisis criticando sus demasias y su carácter más dictatorial. Cosas todas ellas patentes. Se denunciará que viola libertades y derechos civiles y políticos, reunión, manifestación, expresión, información, etc. Se expondrá cómo se excluye la intervención de los jueces y se amplia la actividad sancionadora de la administración, convirtiendo a las fuerzas de orden público en jueces de los conflictos en los que son parte. Cómo se consagra la impunidad y la arbitrariedad de la policía. Como se establece un Estado policiaco. Cómo la ley normaliza el estado de excepción. Crea faltas subjetivas caprichosas, como la ofensa a España, sus símbolos y otros entes de razón, los insultos a la policía y deja a esta la capacidad para interpretarlos y sancionarlos con dureza confiscatoria. Todo eso es evidente. El proyecto no lo oculta sino que lo proclama. Muchos lo consideran un golpe de Estado legal, aunque parezca contradictorio. No obstante, abundarán los dichos sesudos análisis poniendo de manifiesto lo que de manifiesto está.

Dejémoslos en esos lucimientos y vayamos a algo de más enjundia: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Básicamente perdiendo unas elecciones y dando mayoría absoluta a un partido que, sobre estar bajo sospecha de corrupción estructural, no es ni ha sido nunca leal a la Constitución que, por lo demás, tampoco votó a favor unánimemente cuando se trató de hacerlo. Un partido que no condena la dictadura de Franco, ni hace justicia a sus víctimas, no tiene apego a la democracia y no quiere correr riesgo alguno de perder de nuevo unas elecciones como en 2004.

Sigamos preguntando: ¿por qué perdió la izquierda las elecciones de 2011? Por ir desunida y por hacer las cosas mal. La desunión de la izquierda es suicida. Aquella consigna de PSOE, PP la misma mierda es pasará a la historia de la estupidez humana. Por muy "socialcapitalista", "socialneoliberal" que sea el PSOE, jamás podría aprobar algo como la Ley Mordaza. Eso es evidente ahora y lo era en 2011. Pero convenía decirlo para seguir con el enfrentamiento interno. Mucha gente en IU piensa que el PSOE es más enemigo que el PP. Agudeza visual. La derecha no comete ese error garrafal. Está unida. En su seno hay quien piensa que la dirección no es suficientemente de derechas y se dan fricciones, roces y alguna que otra espantada. Pero prevalece el interés unitario. En la izquierda, no. La parte de esta que se considera más pura no quiere saber nada de la "contaminada". Nada de nada. En Andalucía se desdice esto; pero en Extremadura se reafirma. Resultado, cero. Error tremendo. Y eso suponiendo sea un error y no el resultado de ese narcisismo propio de esta corriente política, en la que abundan las figuras señeras que claman por la unidad de todos en torno a cada una de ellas. Mientras tanto, claro, gobierna la derecha que, en el fondo, es lo que prefieren bastantes "izquierdas". Así ellas no se manchan.

A su vez, esa contumacia en el error está motivada en gran parte porque la otra izquierda, la mayoritaria, ha hecho y hace las cosas rematadamente mal. Hasta el punto de que en muchos asuntos, y no irrelevantes, en efecto, el PSOE coincide con el PP. Los más obvios, la planta territorial del Estado (con matices) y la Monarquía (sin matices). Pero hay otras.

Las dos legislaturas de Zapatero fueron un solo desastre continuado. La substitución repentina del alegre keynesianismo por las políticas neoliberales debería haberse explicado, incluyendo la parte de culpa del gobierno por no haber sido capaz de prever la crisis ni de actuar con diligencia. Aun así, podría haberse explicado. La gente no es tonta. Lo que no tiene perdón de los dioses es la reforma del artículo 135 de la CE que Zapatero anda estos días justificando por el ágora. Aquí juega ya a lo contrafáctico, al susto: "era eso o un gobierno de técnicos, como en Italia". Eso es una hipótesis y, aun así, ¿no hubiera sido mejor un gobierno de técnicos que otro de la derecha nacionalcatólica que ha tardado dos años en cargarse el Estado del bienestar y va a invertir los dos siguientes en cargarse el Estado de derecho? Por supuesto que sí, a ojos cerrados. En Italia no están peor que nosotros. Al contrario, están mejor. Por lo menos pueden manifestarse sin que los breen a palos y, encima, les roben sus ahorros a base de multas arbitrarias. 

De la primera legislatura se alaban las cotas en materia de derechos de las minorías, la igualdad de las mujeres y el espíritu cívico. Nada que objetar, aunque a uno le surja la duda de si ese espíritu tenía tanta relación con la realidad como el de Azaña cuando decía que España había dejado de ser católica. Tiene uno casi la certidumbre de que ese espíritu cívico procedía de la mujer del presidente. Al respecto, la primera legislatura es una legislatura de Sonsoles Espinosa. Ella debió ser la presidenta. Al menos quizá no hubiera cometido las pifias de su marido. La política de nombramientos de este fue un continuo dislate, ejemplificado en el del presidente del Tribunal Supremo, miembro del Opus Dei y dimisionario en el oprobio. Sus pundonorosos y alambicados equilibrios institucionales, como el de la Ley de RTVE, le duraron menos de veinticuatro horas al PP. Al final de su mandato, no solo no se había avanzado en la separación de la iglesia y el Estado sino que se había retrocedido. La iglesia estaba más fuerte que nunca, su asignación vía IRPF había aumentado y el gobierno había dado carpetazo a la Ley de Libertad Religiosa. De lo sucedido con el Estatuto catalán no hace falta hablar.

No se pudieron hacer peor las cosas. Y así seguimos in aprender. Si este gobierno y este partido ganan las próximas elecciones, la culpa será de la izquierda. De toda.

divendres, 29 de novembre del 2013

Fundido a negro.

Se extingue la señal de la radiotelevisión valenciana. Si todavía no lo ha hecho del todo, se debe a la denodada oposición que han mantenido los trabajadores, cerrando el paso a la brigada del cierre que envió el gobierno de la Generalitat de madrugada. Pero es cosa de horas. Se extingue la señal y deja detrás una asombrosa saga de incompetencia, despilfarro, caciquismo, enchufismo, partidismo, corrupción y delincuencia. Una historia para leer y no creer. Un resumen del abismo a que pueden llevar casi veinte años de gestión disparatada con poder absoluto sin dar cuentas nadie.

La RTVV fue creación del primer presidente de la Generalitat, Joan Lerma, quien, probablemente, pretendería utilizarla en favor de su partido, el socialista, porque son raros los políticos que resisten esa tentación. Pero o no fue así, o lo hizo muy mal porque, habiendo comenzado la tele a emitir en 1989, en 1995 el PP ganó las elecciones por mayoría simple (Zaplana) y, desde entonces, no ha abandonado el poder al que llega ahora generalmente por mayoría absoluta, en buena medida gracias a la manipulación de la RTVV.

Efectivamente, los medios públicos audiovisuales eran una central de propaganda del poder autonómico, usados para ensalzar el gobierno del PP y atacar la oposición. Y gestionados como un cortijo privado de los jerarcas del PP, sin contar con el hecho de que, al parecer, también tuvieron cumplida función en un par de estafas de la Gürtel, incluida una estilo Rufufú, con la visita del Papa a Valencia. Así resultó que, en mitad de la crisis, el gobierno autonómico se encontró con un ente monstruoso, inflado, con más de 1.500 trabajadores, con un dispendio majestuoso en pagos a tertulianos y periodistas afines, todo lo cual disparó la deuda a más de 1.500 millones de euros, superior a la de todas las demás televisiones autonómicas juntas.

A todo esto, los equipos de la RTVV jamás protestaron durante los largos años de masiva censura y manipulación informativas, que llegaban al extremo de ocultar sin más hechos relevantes porque perjudicaban la imagen del presidente. No hubo un plante, ni huelga, ni siquiera queja. El espíritu de lucha retornó cuando se encontraron con que la Generalitat pretendía ponerlos en la calle. Lo cual debilita mucho la legitimidad de su protesta.

Y, sin embargo, es una protesta legítima: el cierre del Canal Nou es un ataque al pluralismo informativo, a la libertad de expresión y al derecho a la información. Representa el fundido a negro de las libertades en España. Un fracaso colectivo que, sin embargo, es un triunfo para la derecha. Nunca ha querido esta medios públicos de comunicación si no puede tenerlos a su estricto servicio, como sucede hoy con RTVE y la RTV de Castilla-La mancha. Por supuesto, si no puede controlarlos, los desmantela, los arruina (o los arruina y desmantela precisamente poniéndolos a su servicio, pues sus cuotas de audiencia son bajísimas) y argumenta que es preciso cerrarlos.

Fundido a negro.

Fundido a negro el país entero. La LOMCE es un fundido a negro de la educación pública. La reforma del Código Penal y las tasas judiciales son fundidos a negro de las garantías y los derechos de los ciudadanos, especialmente el acceso a la justicia. La monstruosa Ley Mordaza es un ataque a los derechos y libertades ciudadanas, una ataque al espíritu y la letra de la Constitución, los prolegómenos de una dictadura basada en la impunidad policial.

Fundido a negro de la democracia en España, substituida por un Estado policiaco arbitrario que abusa del poder para sembrar el terror entre la ciudadanía mediante una actividad represiva y confiscatoria. Algo totalmente inaceptable en Europa en el siglo XXI. Esa ley es, en el fondo, un estado de excepción que ya está aplicándose de hecho en las calles de las ciudades, antes de la promugación de la misma Ley. Los acontecimientos de ayer en Moratalaz en Madrid apuntan en la dirección de una progresiva fascistización de los poderes públicos que es forzoso denunciar en todos los foros internacionales.

O se detiene este fundido a negro o corremos peligro de que la democracia vuelva a ser un paréntesis en la historia de este sufrido país.

(La imagen es una foto de la NASA en el dominio público).

dijous, 28 de novembre del 2013

El fascismo del sectario y la elegancia del demócrata.

Pocas veces podrá verse mejor la abismal diferencia entre los fascistas y los demócratas como en este vídeo de la intervención en el Congreso del ministro del Interior, Fernández Díaz, y el diputado del PSOE, Madina, sobre la Ley Mordaza con la que el PP pretende volver al régimen que añora: la dictadura.

Frente a la chulería y los insultos de un sectario del Opus que apenas sabe hablar, el diputado Madina tiene una intervención memorable: digna, valiente, clara y sensata en la que, con razones y argumentos, anuncia lo que, a juicio de Palinuro, debiera ser el norte del PSOE: que ese bodrio de Ley Mordaza será derogado. Como deben derogarse todas las tropelías que lleva dos años cometiendo este gobierno caracterizado por la mentira, la arbitrariedad, el abuso de poder y la corrupción.

Que la ley es inconstitucional salta a la vista a cualquiera que la hojee. Como es inconstitucional la LOMCE y demás adefesios jurídicos perpetrados por este partido más parecido a una banda de malhechores. Además, en el caso de la Ley Mordaza, junto a su carácter dictatorial y antijurídico, se mezcla otro rasgo también muy preocupante: se trata de la obra de un demente con acusados delirios persecutorios. La salud democrática del país exige no solamente que se destituya a los principales responsables de este atentado contra el Estado de derecho y las libertades de los ciudadanos (básicamente Fernández Díaz e Ignacio Cosidó) sino que, por su propio bien, se los interne en algún frenopático.

Además - y ello no es asunto menor- este increíble debate ha servido para mostrar que Eduardo Madina tiene una solidez y claridad de ideas que vendrían muy bien al PSOE si, como es de desear, abandona ya la ambigüedad, la marrullería y los embustes rubalcabianos que amenazan con hundirlo del todo. Porque Palinuro no está muy seguro de haber entendido en su exacto alcance el gesto de Tomás Gómez, pero sí ha calibrado en toda su miseria moral y su falta de principios e integridad ese vergonzoso pacto PSOE-PP en el Consejo General del Poder Judicial, después de que los socialistas engañaran a todo el mundo, afirmando que ya no  habría más pactos con un partido corrupto como el PP y (añade Palinuro), enemigo de la democracia y profascista.

Curso de anticomunicación política.

La próxima vez que alguien elabore una teoría de la comunicación, tómese la molestia de contrastar empíricamente sus hipotesis en España. Si saca una teoría, será a prueba de bomba, una teoría pegada a la tierra. Ya está bien de filosofías y logomaquias. Verdades como puños, lógica, precisión, qué se sepa a qué atenerse.
En España hay un criterio de certidumbre absoluta. Si Rajoy niega algo, por ejemplo, que este año se haya destruido empleo, es porque se ha destruido. Y, a la inversa, sabemos que algo no se da cuando Rajoy afirma que se da; por ejemplo, los brotes verdes, la luz al final del túnel, el fin de la crisis. Se trata de un criterio simple, por cierto, pero tan válido como su contrario (incluso más), según el cual, si la autoridad se pronuncia sobre algo, dice la verdad o algo aproximado. Aquí es al revés: un modo de entender la comunicación que tiene tres etapas: 1ª) bajo ningún concepto se dice nada; 2ª) si, por casualidad (por ejemplo, la siempre fastidiosa presencia de algún mandatario extranjero) hay que decir algo, sea ello cualquier cosa lo más alejada posible del asunto en trato; 3ª) si hay que referirse al asunto por imperativo legal, bajo ningún concepto se dice la verdad.

Una buena teoría de la comunicación es flexible, capaz de adaptarse con agilidad a las reacciones del auditorio. Ha de tener todas las opciones abiertas, incluso la del ridículo. La cúpula de orates enemigos de las libertades públicas que ha ocupado el ministerio del Interior, pasó la semana agitando sádicamente el espantajo de una ley monstruosa que multa con 600.000€ (casi tanto como la media de sobresueldos presuntamente pillados por los dirigentes del PP) el hecho de manifestarse frente al Parlamento. Vista la indignación generalizada, propone ahora rebajar la multa a 30.000€. Del programa máximo, al programa mínimo, como en los tiempos de la socialdemocracia revolucionaria. 30.000 € sigue siendo una cantidad absurda, desmesurada. Pero es bueno que se discuta de la cartera, así el personal no repara en que lo más intolerable de la ley mordaza, lo más anticonstitucional, es la prohibición de que los ciudadanos puedan grabar la actuación de la policía cuando hace su trabajo. Porque su trabajo bien puede ser matar a otro ciudadano indefenso a patadas y puñetazos como, al parecer, acaban de hacer los mossos catalanes y de lo que la opinión se ha enterado gracias a las grabaciones de los vecinos. Máxima de la nueva teoría de la comunicación: no se pueden difundir las pruebas de posibles delitos cometidos por la autoridad. El éxito de la anticomunicación es aquí total, prueba de la demencia absoluta de los redactores de este bodrio, porque lo que se está haciendo con esa prohibición es obligar a los ciudadanos a no cumplir con el deber de denunciar los posibles delitos de que fueran testigos, un deber de alcance discutido pero indudable en sí mismo.

La calidad de la nueva teoría de la comunicación se mide por su impacto directo, completo, fulminante. El mensaje se coloca de inmediato y obtiene un resultado indiscutible. Apenas propone el ministro de Educación, Cultura y Deporte otorgar una distinción a un importante músico catalán que este la rechaza y se la devuelve apuntándole al cogote. Es un triunfo rotundo de la empatía y la sensibilidad. Siendo el agraciado catalán, razonaba sin duda el ministro con su modestia habitual, se sentirá agradecido con una distinción española, de esas que españolizan. Así que, ¿para qué molestarse en sondear antes si la medalla sería bien recibida? ¿Cabía alguna duda? Y no se crea que se trata de un caso aislado. Ni hablar. Este es ya el ministro al que más feos han hecho en público los estamentos bajo su mando, al que más saludos se han negado, más se ha abucheado y pitado, más espaldas se han vuelto, más veces se le ha dicho a la cara que no es persona grata; el que más actos ha tenido que interrumpir y más veces se ha visto obligado a entrar o salir por la puerta de servicio. Un éxito universal de la anticomunicación. Todos los dichos estamentos lo detestan, alumnos, profesores, padres, investigadores, becarios, artistas, cineastas, actores, bibliotecarios, archiveros. El mensaje ha calado desde el primer momento. Así ha conseguido también ser el ministro peor valorado por la opinión pública de la historia de España desde los tiempos de Calomarde, como diría don Jacinto Benavente. 

¿La comunicación en España? Un éxito rotundo que nos envidian las naciones civilizadas de la tierra. 

(La imagen es una foto de La Moncloa aquí reproducida según su aviso legal).

dimecres, 27 de novembre del 2013

Buscando a Susana desesperadamente.

Palinuro, siempre comedido, ha dejado pasar unos días desde el congreso extraordinario de Sevilla, para pulsar reacciones. Ha habido pocas, la mayoría de círculos del PSOE y la mayoría de la mayoría reticentes cuando no abiertamente hostiles. Excepto en Andalucía, en donde Díaz alcanzó una cantidad de votos de las llamadas búlgaras, el 98,7%, todos los emitidos, pues no hubo votos en contra ni constan en blanco. El 1,3% restante estaría en el excusado. Rubalcaba, casi en éxtasis, hablaba del poderío de Susana Díaz. Curiosa palabra, aunque entendible en alguien que entre los suyos gana con un cincuenta y algo por ciento raspado. Claro que en su elección había contrincante y Díaz competía con el tiempo. No sé si es poderío o adocenamiento. Al fin y al cabo, Díaz es la candidata de Griñán, como Griñán lo fue de Chaves. Es una forma de transmisión del mando de carácter típicamente cesarista. Es verdad que Díaz se había impuesto en unas primarias pero, probablemente, porque era la candidata oficial. Tanto es así que los mismos vencedores acordaron rebajar a partir de entonces la cantidad de avales exigida para que pudiera presentarse alguien más, aparte del tapadx.

¿En dónde reside el poderío? ¿En el discurso? El de Susana Díaz es muy voluntarista, rotundo, determinado; en el tono, pero no en el contenido. Invoca fines generales sin tasa, algunos excesivos para sus competencias (y son muchas, pues viene investida del máximo poder en Andalucía), como la unidad de España, los pactos con el gobierno, con la vista puesta en el Estado, la inaplicación de los recortes en Andalucía. Ahora hay que ir a la letra menuda. A cómo se conviertan en realidad los decididos propósitos de la recién elegida. En eso no hay muchas indicaciones. Casi ninguna. Y la situación es especialmente peliaguda. Díaz hereda una comunidad que siempre ha estado gobernada por el PSOE, lo cual, aparte de muchas ventajas, ha terminado cristalizando en un anquilosamiento de las estructuras del partido y las instituciones, pobladas de intereses creados, muy reacias a renovaciones y cambios que supone un tremendo peso muerto de inercia. Tiene un trabajo por delante.

Pero el poderío puede venir también del hecho de que el PSOE de Andalucía es decisivo en el calendario que se ha marcado Rubalcaba. Las primarías serán cuando diga el comité federal y este dirá lo que digan los andaluces. Y lo que van diciendo ya, al menos Griñán, es que toca retirada a la generación mayor, los restos del felipismo, rescatados por Rubalcaba tras el paréntesis arco iris de Zapatero. Aquí el poderío es el de la guadaña, que no deja mies sin segar.

Díaz se ve mandataria andaluza y se excluye de la carrera a la dirección española. Ahí siguen postulándose prudentemente, en fintas y escarceos algunos nombres.  Cuando las primarias se convoquen puede haber un alud de candidatos. Lo cual está bien, es más democrático que las elecciones con uno solo. Pero puede sembrar el desconcierto. Eso si no se lanza algún espontáneo como en su día lo fue Rosa Díez.

La cuestión es que, si aparece media docena de candidatos es porque ninguno destaca lo suficiente puesto que todos están a lo que mande la dirección. Pero a la gente le interesa saber qué piensa cada uno de ellos de cuestiones substantivas que ya tendrán reflexionadas, salvo que se presenten candidatos con ánimo de tener las ideas después. Y eso es lo alarmante. Ninguno dice nada; ninguno matiza la política oficial del partido, ni discrepa de ella. 

No se explica por qué son media docena. O sí.

(La imagen es una foto de Sevilla Report, con licencia Creative Commons).

La ciberpolítica rules ok.

Mi colega Javier Toret, colaborador de la Universitat Oberta de Catalunya e investigador de Datanalysis 15M, ha publicado en su cuenta de Twitter un diagrama que resume de maravilla la realidad de lo que llama la tecnopolítica. No su promesa, sino la realidad, a partir de la cual la promesa primera se multiplica y diversifica a gran velocidad.

Personalmente prefiero llamarla ciberpolítica. El prefijo "ciber" refleja  la singularidad de esta forma de política mucho mejor a mi entender que el de "tecno", más antiguo (en su uso actual), más ambiguo e impreciso que el prefijo "ciber". Los dos son de origen griego, pero el "tecno" refleja un modo de hacer, mientras que el "ciber" supone un modo de avanzar, de dirigir. El "tecno" estaba ya en la venerable tecnetrónica y aparece en la famosa obra de Zbignew Brzezinski, Entre dos épocas. La función de América en la era tecnetrónica, de 1970, empapado del espíritu de la guerra fría. Parte importante del libro trata de un fenómeno que hoy es historia: el comunismo. Brzezinszki, además de ser un notable estudioso, era un asesor de política exterior de la Casa Blanca. Un asesor sin duda más valioso que los tropecientos de Rajoy todos juntos. Pero un asesor. Su empeño era propiciar y justificar el triunfo de un bando sobre otro, finalidad honorable en sí misma (según de qué lado se esté) aunque limitada.

El "ciber" es también venerable (lo usa hasta Platón) pero se consagra como especie de paradigma científico a partir de la no menos famosa y clásica obra de Norbert Wiener, El uso humano de los seres humanos. Cibernética y sociedad hacia 1948 o 1950, no estoy seguro. Menudo título, por cierto. Wiener y otros colegas cuyas investigaciones coincidían más o menos, como Ross Ashby o el infortunado Turing, sin duda trabajaron para las fuerzas armadas y los gobiernos aliados durante la guerra caliente, pero no eran asesores ni políticos, sino matemáticos. Su postulado esencial (que ya venía de antes, del siglo XIX), los sistemas autorregulados, se extendió por todas las ramas del saber y el hacer, desde los proyectiles autodirigidos a los ecosistemas. Luego, hubo un renacimiento de lo cibernético con la aparición de la red, sistema de sistemas y abierto, con mecanismos de retroalimentación pendientes de identificar porque, al ser la red mundial (World Wide Web) es la primera vez que la razón sistémica tiene que gestionar el planeta entero y más allá. Es cuando más falta hace un piloto, un kybernetes que oriente en el ciberespacio, que ya está poblado de ciborgs (¿cuántas veces nos obligan en la red a demostrar que no somos máquinas?), hay ciberpunks y hasta ciberguerras y ciberterrorismo. ¿Por qué no ciberpolítica?

En fin, cuestión de nombres. Lo importante es la cosa. Y la cosa queda reflejada en todo su alcance en el diagrama de Toret quien, prudente y modestamente, avisa de que es una versión 1.0. Ya estará viendo la 2.0. De todas formas merece la pena mirar con atención el cuadro, observar la multiplicidad de cosas que la tecnopolítica hace, no hace, acelera, desvía, cataliza, resume, integra, etc. Es una descripción palmaria de la eficacia de la tecnopolítica esto es, de la política hecha en la red. Abrumador. Es absurdo debatir sobre si las redes condicionan la política. Una parte importante de la política (información, debate, opinión, organización de la acción) se hace en las redes. Los políticos se sacuden mutuamente, se apoyan, se critican en las redes. Cada vez se debate más en la red, que es un universo en expansión.

He aquí un diagrama muy parecido al de Toret y complementario al suyo. Se encuentra en el Dorai's Learn Log y versa exclusivamente sobre las fuentes de información en internet, un aspecto que no toca Toret porque su diagrama es de acción; pero la acción es inseparable de la información. Por eso, el diagrama de Dorai es muy ilustrativo de la multiplicidad de fuentes de información que moviliza luego la acción ciberpolítica. Aquí, el que está desinformado es porque quiere. De todas formas, aunque actualizado en 2009, el cuadro de Dorai (de 2007) está increíblemente anticuado. Basta ver que el enlace "Blogs" solo remite al centro, no se distribuye y, por supuesto, el microblog, o sea Twitter, no aparece. Pero lo que está, está. No es una invención. Wikipedia tenía en 2009 2,9 millones de entradas en inglés de alta calidad (en nada inferior a la de las enciclopedias de papel más afamadas), siete millones en otras doscientas lenguas. Gratis. Costes mantenidos por los usuarios cuando Jimmy Wales sale pidiendo pasta. Si esto no es cambiar el mundo, se le acerca.

Los dos diagramas son de estrella. Pero el de Toret ya señala que una de las funciones de la tecnopolítica es multiplicar las redes distribuidas. La orientación en las redes distribuidas es el reto político del futuro por excelencia. La ciberpolítica rules ok, es la política de nuestro tiempo. ¿Que habrá política después de la ciberpolítica? Sin duda. Pero, como la vida después de la muerte, está por ver.

Una última palabra sobre la "acusación" de ciberutopía. Ciertamente, la ciberutopía alienta en la ciberpolítica por la misma sencilla razón por la que la utopía alienta en la política. Todas las utopías juntas (y son una pila) no pudieron imaginar lo que hoy es una realidad. Aquí y ahora.

dimarts, 26 de novembre del 2013

Cuesta abajo.

Sosiéguense vuesas Mercedes, que diría Felipe II. No cunda el pánico en el cuarto de máquinas. Viene brava la mar, sí, pero no pierdan los papeles, que están ustedes empezando a delirar, cuando no a dictar normas draconianas, como esa #LeyAntiProtesta que parece pensada por un demente, un paranoico.

Buena la ha armado la ministra Mato pidiendo la retirada (o sea, el secuestro de la edición) del libro Cásate y sé sumisa. Ha conseguido enfrentar al gobierno con la jerarquía católica, editora del tomito de Costanza Miriano. Es la modernidad. Dentro de poco, la guerra de las investiduras. La derecha ciega. ¿Nadie ha explicado a la señora Mato que en democracia no se pueden secuestrar libros a no ser que sean delictivos por el continente o el contenido? Por eso, Miriano va diciendo que quieren censurarla. Todo lo cual, obviamente, acabará convirtiendo el ensayo, panfleto o lo que sea eso, en un éxito de superventas. Bueno, a lo mejor Mato se ha sentido personalmente agraviada porque, habiéndose casado, no ha sido sumisa a su marido, del que pasaba olímpicamente, hasta el punto de no saber qué coche conducía. A lo mejor se ha hecho feminista en función del atinado criterio de que lo personal es político y ella, de sumisa, nada.  Una feminista con razones de la derecha: el libro está mal porque "falta al respeto a las mujeres". Eso de "faltar al respeto" es muy de derechas, ¿verdad?  Por lo demás, ella sigue mostrando fidelidad a la causa de expoliar España, habiendo adjudicado, según parece, la decisión sobre privatizar o no dos hospitales en Ceuta y Melilla a una empresa del ex-consejero del PP Lamela, más conocido como privatizator. Para que todo quede en la cosa nostra.

¿Y pues Fabra, el hombre de los aeropuertos para peatones, presidente sempiterno de la Diputación provincial, eximio cacique, hijo y nieto de caciques, referente en todo del PP y de su presidente Rajoy que, con su acostumbrado tino, lo calificó de "ciudadano ejemplar"? El Fabra al que tocaba la lotería con la regularidad de las mareas y que prometía sacarse la minga y mear en la sede de IU si volvía a tocarle; el que llamaba hijo de puta a un diputado de la oposición, aprovechando quizá que la palabra contiene las letras; el padre de la diputada del PP del ¡que se jodan!; el suegro del archidimisionario Güemes, que, siendo tan listo, no consigue salir de la puerta giratoria. Encantado que está el ciudadano ejemplar porque solo le han caido cuatro años por mangante. Y, como es pundonoroso, se ha dado de baja en el PP, por no contaminar. En el PP aseguran que ya lo dieron de baja hace mucho; pero también habían dado de baja a Bárcenas. Bajas en diferido.

¿Y qué decir de la dueña manchega que tanto domina el diferido como el recortado? Celebróse el Comité Ejecutivo Nacional, presidido por Rajoy con cara de velorio y Cospedal enmendó la plana al fiscal, pidiéndole que revise mejor sus papeles porque en el PP no hay ni ha habido nunca caja B. Otro enfrentamiento, no ya con la iglesia sino con la Justicia que, por cierto, tienen poco que ver. Porque, además del fiscal, también el juez habla de caja B. Es decir, quien debe revisar sus papeles es el juez, forma coloquial de traducir el solemne propósito de que el PP colabora siempre con la Justicia. Por lo demás, que las afirmaciones sobre la contabilidad del PP estén solo sostenidas por la problemática palabra de Cospedal pues todas las empresas externas de auditoría se han negado a auditar al PP es asunto irrelevante.

La guinda del despropósito y la enajenación vino de Esperanza Aguirre, quien preguntó a Gallardón cómo no se había destituido ya al juez español del TEDH tras la sentencia del caso Parot. Sin duda es lo que ella hubiera hecho pues lo tiene como proceder habitual: si un subordinado saca los pies del tiesto, se le manda un motorista con el cese. Un juez es para la política neoliberal a lo español un subordinado. Igual que un responsable de telediarios, o un consejerillo de tres al cuarto. Su argumento es que, en realidad, no son jueces, sino políticos nombrados por políticos. Es verdad, pero tienen el estatuto de jueces, como lo tiene el presidente del Tribunal Constitucional, militante de su partido y político hasta la médula.

El exabrupto de Aguirre puede achacarse a su temperamento, su atolondramiento y su deseo de estar siempre en el proscenio, pero ¿qué me dicen de la respuesta del ministro de Justicia, fiscal de carrera él mismo? No afea a su conmilitona su ataque a la independencia de los jueces, no la amonesta haciéndole ver que lo que propone es más propio del absolutismo que del liberalismo y no digamos ya del neoliberalismo. Nada de eso. Invoca la ley para decir que no puede hacerlo. No que no quiera sino que no puede.

Sosiéguense vuesas Mercedes y retiren ese proyecto demente, paranoico, de ley mordaza. ¿No han oído hablar del abuso de poder?

(La imagen es una portada de la revista El Jueves, legal de momento, encontrada en la red. La red, esa mar océana llena de piratas a los que hay que meter en cintura).

dilluns, 25 de novembre del 2013

Crónica triste.

Ayer murió de repente y sin pensarlo mi amigo Manuel Martínez Chicharro. Padecía hace algún tiempo una grave dolencia. Pero no fue esa la que se lo llevó sino otra, al parecer agazapada detrás de la primera. Son las quisicosas con que nos entretenemos los vivos cuando, enfrentados a la última crudeza de la existencia, no sabemos qué decir: que si era una buena persona; que si no se lo esperaba; que, mira, es mejor así: rápido; que tenía este o aquel otro proyecto; que... Todo por no callarnos, pues hasta en esto tenemos los humanos anclajes de gallitos, como si la vida y la muerte no fueran todo uno y lo mismo, como si sobrevivir fuera algo distinto de un mero aplazamiento, como si quienes se van no se llevaran con ellos trozos enteros de nuestra vida. Y, entre los humanos, los escribas quizá seamos los más humanos de todos pues muchos escribimos porque no sabemos o no podemos hablar que es lo difícil. Escribir lo hace cualquiera; pero hablar es otra cosa. Por eso existe la expresión pico de oro, pero no pluma o cálamo de oro. Y por eso también sé que la repentina viuda de Manolo, Teresa, me perdonará si no hablo con ella en tanto no pueda dominar algo más mis emociones.

Hará dos o tres años que Manolo me pidió que presentara su libro Crónicas rachelas, una especie de cronicón y jardín de flores varias de Covarrubias, la burgalesa tierra en que nació y en donde se crió. La presentación se hizo en la hoy extinta librería El bandido doblemente armado que, como el título proclamaba, estaba regida por algún fiel seguidor de Soledad Puértolas; en concreto, su hijo. Lo pasé en grande aquel día, con Manolo y con su libro porque este era tanto una continuación del autor como el autor pudiera ser un personaje del libro. Siempre había visto -¡cómo engaña la fisonomía!- a Manolo como un trasunto de caballero manchego. Alto, delgado, huesudo, de firme mirada, piel fina, gesto sosegado, algo desgalichado. Era, sin embargo, una imagen incompleta. Tras leer el libro, comprendí que en el autor convivían dos españoles igualmente bravos, tiernos, ilusos y enteros: don Quijote y el Cid. Hasta leer las Crónicas rachelas, en en donde, por cierto, no se habla de Rodrigo Díaz, no intuí el elemento cidiano de Manolo. Me puse tan contento que recuerdo haber enhebrado una presentación risueña, alegre, bromista, con sentido del humor que Manolo entendió con aquel distanciamiento intelectual tan suyo. Pero ese era él. No había de faltar en el público el preclaro calabacín presto a torcer el gesto al no comprender el sentido de lo que oía. Y aún hoy me encuentro alguna cacatúa repitiéndome su enojo al cabo de los años. Prueba indudable de que acerté, como bien sabía el autor quien todavía estará riéndose allí a donde vayan los marxistas recalcitrantes, cultos, tolerantes y escépticos.

Me prometí hacer algún día la reseña de las Crónicas rachelas, pero el tráfago de la vida lo fue impidiendo. Luego, Manolo sacó su Homenaje a Barcelona, que reducía el ámbito territorial del homenaje orwelliano, pero nos lo hacía más cercano. Arrancaba en su año 1961/1962 (año mítico para una generación en la que me reconozco), poco atendido en la historiografía y dejaba un testimonio de lugares, personas, ideas y afanes que es como un grano más de arena en esa playa de luz eternamente bañada por la mar infinita hecha del llanto de la humanidad.

 No era cosa de reseñar aquel libro con tres años de retraso. Mira por donde, vengo a hacerlo ahora en una reseña póstuma. Pero seguimos hablando aquí y allá de lo que siempre nos había preocupado.

Ya no.

Dimitir como Dios manda.

Nada es como debiera ser. Todo es una farsa, una pantomima. Rajoy ha ido a ver al Rey a su residencia habitual en la planta del hospital Quirón. Pero no, como parece lógico, a presentarle su dimisión, sino a pasar la tarde del domingo de charleta. Como si en el país que tiene la desgracia de verse bajo su gobierno, no pasara nada.

El silencio espeso ha seguido dominando el finde. Los móviles, seguro, estarán echando humo. Pero en el ágora, en la esfera pública, silencio frente al auto del juez Ruz dando por sentado el carácter ilegal del PP de arriba abajo, del comienzo al final, de la cruz a la fecha. Un auto como un ariete que derriba un muro de engaños, trapicheos, sobresueldos, financiación ilegal, caja B, erigido a lo largo de los años. Dieciocho exactamente. Con Aznar, con Rajoy. Silencio.

Solo se oyó el extraño balbuceo de González Pons que pretendía exculpar al PP y, en realidad, lo inculpaba más, al decir, que el PP y sus dirigentes son 'tan honrados como todos', lo cual equivale a tratar de quitarse de encima la ñorda esparciéndola. Luego salió un oscuro portavoz de Justicia (sic) del PP en el Congreso, afirmando que lo revelado hasta la fecha carece de la más mínima relevancia procesal. Bien pudiera ser y estoy seguro de que todos nos alegraríamos de ello pues a nadie gusta ver a otro camino del trullo. Pero es que el problema no es la relevancia procesal sino la política. Déjese a los tribunales decidir si, al cobrar sobresueldos de la caja B Rajoy delinquió o no. Lo que está claro ya es que cobró sobresueldos y eso es, moral y políticamente, inaceptable. Que hubo una caja B. (¿Quizá sigue habiéndola?). Que el presidente mintió al Parlamento al afirmar que no la había.

Asuntos de la máxima relevancia política cuya única respuesta razonable en el espíritu de las democracias es la dimisión. Una dimisión como Dios manda. Dimisión de todos los directamente implicados en los papeles de Bárcenas, Rajoy, varios de sus ministros, Cospedal, en fin, el sursum corda. Dimisión de la cúpula del PP, incluidos, me consta que con especial insistencia divina, sus insufribles portavoces, voceros y correveidiles.

Se quiera o no, la vida política española gira en torno a Bárcenas y, en la segunda parte de la legislatura lo hará aun más por dos razones: 1ª) porque el propio proceso contiene ya la suficiente metralla para ponerlo todo patas arriba; 2ª) porque está en la estrategia de Bárcenas reservarse las peores andanadas para más adelante.

Las cortinas de humo del gobierno mudo no han servido de nada. Gibraltar se ha desinflado como globo de feria y está claro que de la crisis no se sale, diga lo que diga la propaganda del gobierno, y los únicos brotes verdes que este puede mostrar es ese kilo de marihuana que ha pillado la policía a dos concejales del PP de León.

La verdadera cortina de humo, con la que Rajoy el taciturno está jugando irresponsablemente, es Cataluña. Con Mas en la India, convertido en Gandhi por metempsicosis, el porcentaje de partidarios de la independencia superior al cincuenta por ciento y la ANC (Assemblea Nacional Catalana), que cuenta con más afiliados que todos los partidos catalanes juntos, pidiendo al Parlament que fije fecha y pregunta de la consulta, es evidente que España tiene un problema serio. Un problema de envergadura constitucional.

Y ¿está el gobierno de Rajoy, quien debiera haber dimitido ya, en condiciones de hacer frente a ese problema? Con Bárcenas mordiéndole los tobillos, la respuesta es "no".

Según los realistas no conviene pedir la dimisión porque la perspectiva de elecciones anticipadas (para las que nadie está preparado) supone un factor de distorsión e inestabilidad a cuyo socaire lo más probable es que la "cuestión catalana" explotara. Nada de elecciones, nada de dimisión, nada de inestabilidad. El nacionalismo catalán tiene que encontrar un interlocutor firme en el gobierno central, legítimo, con prestigio, con autoridad. Y esa es exactamente la cuestión: no lo hay.

Cabría pensar que, de tener Rajoy una cintura política de la que carece, se intentara un gobierno de gran coalición, incluso (¿por qué no?) con más de dos partidos para gestionar una situación excepcional, esto es, un gobierno que abriera el camino a una reforma de la Constitución que replanteara la organización territorial del Estado bajo la forma, por ejemplo, de una Convención.

Tal cosa podría hacerse a condición de que el gobierno paralizara su proceso de fascistización y retirara la reforma del Código Penal y la #LeyAntiProtestas, una ley pensada por un demente para garantizar la impunidad de la policía a la hora de machacar ciudadanos en cumplimiento de la obsesión represiva de la autoridad. Y, de paso, detuviera las privatizaciones de la sanidad y la educación, enviando la LOMCE al baúl de los malos recuerdos. Es decir, que reconociera que no ha sabido gobernar como Dios manda y que, si no quiere verse obligado a dimitir como Dios manda, debe enmendar sus  yerros

Rajoy no puede atar el país a su destino procesal. 


(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

diumenge, 24 de novembre del 2013

Voces y silencios.

Por primera vez estaba guapa esa chata mole del edificio España. Greenpeace colgó un cartel gigante, muy en su estilo, en contra de la Ley Antiprotesta, que es hashtag (#LeyAntiProtesta). De ese modo daba rostro a las masivas manifestaciones de ayer en toda España en contra de los recortes del gobierno y de sus numerosas tropelías. Las mareas, los colectivos, las asociaciones, la base social, paradójicamente representada por la Cumbre Social, se movilizó a la voz de No, de basta ya.

De las tres famosas opciones abiertas según Hirschman a los ciudadanos ante el poder, salida, voz y lealtad, muchos, cientos de miles (los jóvenes, los mejores) se han decidido ya por la primera; muchos otros (los que no pueden irse) por la segunda. Las voces clamaron en 55 ciudades de España en contra de la agresiva política de recortes de derechos políticos, sociales, económicos. Pero el gobierno dirá que prefiere escuchar a la mayoría silenciosa, lo cual vuelve a reputarlo de vago pues, siendo silenciosa la mayoría, nada hay que escuchar. Solo el silencio que Rajoy, ladinamente, pretende atribuir a la tercera opción de Hirschman, lealtad. Cosa irrisoria por cuanto, como bien se ve, la mayoría solo es leal a Belén Esteban.

Greenpeace, además, define perfectamente ese bodrio antijurídico, semifascista de ley que el gobierno quiere perpetrar. No es una ley de seguridad ciudadana sino una de inseguridad ciudadana, arbitrariedad administrativa e impunidad policial. En resumen, una #LeyAntiProtestas que parece específicamente pensada para criminalizar la forma de acción pacífica de Greenpeace hace ya años. Y, con Greenpeace, a todo el que pretenda hacer uso de sus derechos de reunión, manifestación, expresión e información. Es una ley profundamente antidemocrática, que pretende juridificar una política autoritaria, represiva y arbitraria con un concepto del orden público típicamente fascista.

Una ley mordaza. Una ley del silencio. Una ley hecha por quien, acusado de todo tipo de corrupciones, menos autoridad moral tiene para ello. Una ley para sofocar, reprimir, silenciar. Una ley de un demente.

Silencio como el que guarda el gobierno después de hacerse público el demoledor auto del juez Ruz sobre la financión ilegal del PP durante casi veinte años. Un silencio espeso como el betún. Y del mismo color. Por cierto, ejemplo práctico de la parábola de los sepulcros blanqueados: cuando el PP se echaba las manos partidistas a su colectiva cabeza y pedía a gritos castigo por el caso Filesa del PSOE, estaba haciendo lo mismo.

Frente al clamor de la gente en la calle, el silencio de un gobierno sin legitimidad y sin crédito alguno, presidido por un hombre que ha mentido en sede parlamentaria sobre un asunto que afecta a su partido y a él y su honradez personal. Silencio ante la comprobación judicial de la veracidad de los papeles de Bárcenas y del carácter general y sostenido de la corrupción en el PP. Ocultos en sus guaridas los prebostes, una vez más ha tocado a un monosabio balbucear algo parecido a una explicación. González Pons afirmaba que el PP y sus dirigentes son 'tan honrados como todos'. No da para más.  Como están las cosas, tampoco es decir mucho. Al contrario, equivale a aceptar la imputación.

Se pide nueva comparencia de Rajoy. No debiera ser necesaria pues tendría que haber dimitido ya. Un tipo que cobraba sobresueldos a las escondidas mientras pedía sacrificios a la población y luego se los imponía. Un embustero autoritario, un corrupto sin escrúpulos, un hombre sin integridad, dignidad ni crédito. Un presidente que nunca debió ser presidente.

dissabte, 23 de novembre del 2013

Censores y plagiarios.

El otro día me topé en la red con un articulo de hace un año de un tal Pablo Hasel en el que ataca a Pablo Iglesias, "conductor" (sic) de La Tuerka y en el que de paso, con una sintaxis de párvulo, me llama tipejo del P$OE, tertuliano del P$OE habitual en el programa y... ¡capitalista!. Cuando la risa me lo permitió, seguí leyendo las necedades que el hombre enjaretaba y comprobé que me hacía el honor de meterme en el saco de insultables junto a Iglesias y el gran Wyoming.

Un gran honor, pues tengo a ambos, Iglesias y Wyoming, en altísima estima, no solo por sus envidiables dones intelectuales sino también por su integridad y coraje cívico. Y ¿qué indigna a Hasel de los tres? Al parecer que seamos lacayos del PSOE (partido al que profesa un odio neurótico que quizá debiera poner en conocimiento de algún psiquiatra) y, encima, lo ocultemos con el fin de engañar a las gentes de buena voluntad, esto es, seguramente, quienes se nutren del pábulo mental haseliano. Somos quintacolumnistas, voceros del capital, vendidos, agentes dobles, triples, carroña.

Wyoming e Iglesias tienen categoría de sobra para dejar a este menda en su sitio y ya lo habrán hecho, pues el artículo tiene más de un año, si bien yo lo veo ahora. De mí sé decir, aunque no sirva de nada con gente cuyo interés por la verdad es como el de sacarse un ojo, que no soy del PSOE ni lo he sido nunca, ni directa ni indirectamente. Añadiré que en el PSOE están -especialmente en su dirección- gentes que no pueden soportarme y que hacen lo posible por acallarme y eliminarme del debate público. No ya adversarios sino verdaderos enemigos que en nada desmerecen del trato que me dispensan en IU, en donde saben de buena tinta que soy un agente criptosocialista y el verdadero fundador de los GAL. 

En el fondo esta inquina, este odio -típicos de las corralas izquierdistas- tiene una muy vulgar razón de ser. Lo que Hasel reprochaba a Iglesias era que me llamara al programa de La Tuerka. Quisiera que me impidiera ir, que me censurara y que, en cambio, lo llevara a él o a cualquier otro especimen del auténtico, verdadero, genuino comunismo revolucionario y blablabla. Quédese tranquilo. No sé si a raíz de su denuncia o no, Iglesias ya no me llama a sus programas. 

Conste que no me molesta, pues estoy acostumbrado a ello. Es la ley de esta jungla y no me quejo. Igual que defiendo mi derecho a decir lo que pienso e ir o no ir a donde me place, reconozco el de los demás a contar conmigo o no e incluso a usarme como moneda de cambio para tratar de sobrevivir en sus peleas internas. Debo de ostentar el record de presencia en listas negras de grupos, partidos, medios, radios y televisiones. No sola La Tuerka; también la SER, Onda Cero, El País, El Periódico,  todos, y desde hace años. No es nuevo. La censura cerrada es el precio que se paga en España cuando no estás en alguna cuadrilla, pesebre o auténtico partido de la verdad eterna que te proteja. Como lo está Hasel: un grupo de "genuinos" no sé qué porras, que pone a todos los demás a bajar de un burro porque, obviamente,  monopoliza la luz, la verdad, el camino, la vida, como si eso pudiera hacerlo grupo alguno sin convertirse por ello en un grupo de asesinos. Como la iglesia, vamos.

Este es un país de censores. Censores de la derecha (la primera lista negra en que aparecí fue de la COPE, claro; la primera expulsión, de Protagonistas, por orden del gobierno de Aznar), el centro, la izquierda y la extrema izquierda. Intolerantes, sectarios, fanáticos que, no pudiendo ya exterminar al discrepante, procuran silenciarlo, ningunearlo, hacerle el vacío. Así actúan el PP, el Gobierno, la oposición, el PSOE, IU y todos los demás. Todos. O estás en un partido, grupo, empresa, mesnada, escuela (no digamos nación) y pagas el peaje de la identidad colectiva, o van por ti, a quitarte del medio si es necesario mintiendo como bellacos. Les de igual. ¿Qué se han creído estos independientes? ¿Que van a irse de rositas con sus opiniones personales en lugar de balar las consignas del rebaño dictadas por una superior inteligencia e infalibilidad que siempre es la de los barandas de turno? Estos, a su vez, al igual que sus siervos, se toleran a medias entre sí y suelen compartir espacios llamándolos "plurales"; pero hacen causa común cerrada en contra de los independientes a los que no controlan.
 
País de censores. Lo cual no les impide ser también plagiarios. Lo uno suele llevar a lo otro. La basura moral del censor se perfuma con los aromas robados del copiota. Quédese sin embargo para otro día la divertida narración de cómo los mismos que tratan de silenciarte, de acallarte, repiten luego como papagayos tus ideas y puntos de vista y hasta tus expresiones, por supuesto, sin citarte. No hay censor que no sea plagiario ni plagiario que no sea censor. Es la envidia.

Por ello estoy tan orgulloso de Palinuro y esa gran audiencia suya que sabe que aquí no se lee nada que venga dictado por ningún interés ajeno colectivo, político, económico, religioso, ideológico, de esos que las gentes invocan para justificar su conveniencia personal, de grupo, clase, nación o confesión. 

Palinuro, ese pariente lejano de Zaratustra.

(La imagen es una foto de Jan Tik, con licencia Creative Commons).

La banda de los presuntos.

¿Qué queda de aquella orgullosa declaración de Aznar hace tres años de que el PP era y debe seguir siendo incompatible con la corrupción? Nada; no queda nada. Y después del auto del juez Ruz dando por indiciariamente probado que el partido del gobierno lleva años, quizá veinte, administrándose con una contabilidad paralela, una caja B, menos que nada. Ese auto, expresión motivada y razonada de una convicción general en España, convierte en certidumbre la sospecha de que el PP no es propiamente un partido político, sino una asociación de presuntos malhechores.

Los papeles de Bárcenas, el innombrable, han probado ser el anunciado museo de los horrores. Rompiendo el silencio y la desinformación decretadas por el gobierno expone cotidianamente un estado de corrupción, ilegalidad y presuntos delitos que apuntan en general al partido (a la organización, a sus Comunidades Autónomas, a toda su gestión) y en concreto y singularizadamente a sus principales dirigentes, ninguno de los cuales está libre de sospecha, ni Rajoy. Ese el que menos, pues parece el principal responsable (y beneficiario) de este desaguisado.

Veinte años cobrando sobresueldos de orígenes dudosos tramitados a través de la caja B; de hacer todo tipo de chanchullos; de expoliar las arcas públicas mediante contrataciones fraudulentas; de financiar ilegalmente las elecciones y, por lo tanto hacerlas inválidas por tramposas, han destruido los cimientos morales de la democracia española, si existieron alguna vez. 

Todos los partidos -menos el PP, supongo- piden la comparecencia urgente de Rajoy en el Congreso. ¿Para qué? Para que explique por qué mintió en la anterior del 1º de agosto al negar la existencia de caja B en el partido del que era y es presidente, condición en la cual nombró tesorero al hombre cuyo nombre se negó luego a nombrar pero al que enviaba SMS de ánimo a las escondidas. A partir del lunes, la guardia pretoriana del PP en el Congreso se empleará a fondo en impedir la comparecencia del jefe. Claro. ¿Qué puede hacer Rajoy, aparte de dimitir, como debiera haber hecho hace dos años en lugar de empecinarse en arrastrar el país a esta bochornosa situación? Seguir mintiendo. O decir cualquier disparate. Porque ya no es un presidente, sino un sospechoso en frenética huida hacia delante.

Seguramente no habrá comparecencia. Ni modo legal de forzarla. El gobierno de la banda de presuntos no solo ha destruido los cimientos morales de la democracia sino que ha desactivado sus mecanismos institucionales de vigilancia y control. Ha puesto la fiscalía a sus órdenes; controla el Tribunal Constitucional por medio de un presidente militante suyo; el Tribunal de Cuentas no sirve para nada; la defensora del pueblo defiende al gobierno; los medios de comunicación (todos los públicos suyos y la mayor parte de los privados, también suyos) son su central de propaganda. Recientemente se ha asegurado el favor del Consejo General del Poder Judicial a través de un pacto con el PSOE del que este debería avergonzarse porque rompe su promesa de no pactar con un partido tan manifiestamente antidemocrático. También el PSOE falta continuamente a su palabra. 

Del parlamento no merece la pena hablar. La mayoría absoluta de la derecha, empleada sin contemplaciones, lo ha convertido en una cámara de aplausos, ovaciones y agresión a la oposición. Esta, al menos el PSOE, vuelve a hablar de moción de censura. Como en el cuento del pastor y el lobo. A ver si reúne ya el valor de presentarla. Está obligado a ello y no es tan difícil. Desde luego, no la ganará, ni servirá para nada. Pero tendrá algún impacto político y dejará claro cómo el estilo de gobierno de la derecha ha destruido todos los mecanismos democráticos sin dejar de agredir a la población en su conjunto.

Para curarse en salud y blindarse aun más, el gobierno anda tramitando una Ley de "Seguridad" Ciudadana que criminaliza toda forma de protesta y pretende proteger a la policía cuando esta cometa excesos en la represión violenta de las movilizaciones ciudadanas, ocultando sus fechorías. Es una censura, una mordaza, una ley de impunidad para el delito. Una ley fascista, antipopular, producto de un espíritu enfermo, criminal. El espíritu de un gobierno y un partido que delinquen, obstaculizan sistemáticamente la acción de la justicia y, cuando por fin esta se da, indultan a los delincuentes.

Después de hacer imposible la política parlamentaria, el gobierno quiere asfixiar la extraparlamentaria. Cercena para ello los derechos civiles y políticos, el de reunión, el de manifestación, el de expresión, el de información, el de huelga, la presunciòn de inocencia, el amparo de la justicia. Todos. 

Y estos presuntos, algunos ya condenados, muchos imputados y procesados y los otros bajo sospecha de haber estado enriqueciéndose durante años, son quienes han procedido a arruinar el país, recortando o suprimiendo derechos sociales y económicos de millones de personas, aumentando el paro, expulsando a los jóvenes a la emigración, arrebatándoles sus becas. Y lo han hecho al tiempo que recuperan los símbolos, el espíritu, el estilo del franquismo, al que no solo no condenan, si no vitorean. Se niegan a hacer justicia a las víctimas de la dictadura y dejan clara su procedencia ideológica.

En estas circunstancias, el margen de actuación de la oposición democrática es muy estrecho. Presentar la moción de censura si Rajoy no comparece y, a continuación, retirar toda colaboración institucional con el gobierno en tanto no dimita en pleno. Palinuro lleva meses diciéndolo: retirada al Aventino. No se puede ser cómplice de una banda de presuntos, cuyo respeto por la democracia es inexistente pues aspira a un régimen en todo similar al de aquel cuya memoria honra: Franco.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

divendres, 22 de novembre del 2013

Caja B, cara D y señor Ch.

Cara D de cara dura y señor Ch, de señor chorizo.

En cualquier país civilizado en que el juez dice que un partido de gobierno lleva años (veinte en concreto) con una caja B, falsificando las cuentas con doble contabilidad para engañar al Tribunal de Cuentas y financiarse ilegalmente, en cosa de segundos, el tal partido -más bien asociación de malhechores y sinvergüenzas- estaría disuelto y sus principales dirigentes haciendo el petate, camino de la cárcel.

Si en ese mismo país, el presidente del tal partido, llamémoslo por el nombre figurado de señor Roboy, hubiese nombrado al tesorero en condición de hombre de confianza y estuviera bajo acusación de haber participado en el latrocinio, embolsándose sobresueldos ilegales por más de un millón y medio de euros, el tal mangante estaría encabezando la fila de ingresos en prisión. Y, detrás de él, toda la retahila de chorizos que lo ayudaron a organizar ese aquelarre de corrupción y robo sistemáticos. 

Quizá las cosas no fueran tan veloces y, entre el conocimiento público en sede judicial de estos delitos y la entrada en prisión de los delincuentes que se hacían pasar por  políticos, a lo mejor pasaban unas horas. Pero, desde luego, no hay duda de que ninguno de esos países civilizados haría la vista gorda ante las actividades de una asociación de granujas y mucho menos perdería el tiempo escuchando las majaderías que tuviera que decir el sinvergüenza y ladrón mayor, como si estuviera hablando de política.

Pero España, de sobra lo sabemos, no es enteramente un país civilizado. Aquí puede ser presidente del gobierno durante dos años (por lo menos), un sujeto que lleva ese tiempo mintiendo sobre sus ingresos; diez veces dos, presuntamente, cobrando sobresueldos ilegales; viajando gratis, según acusaciones, a cuenta de unos ladrones; escribiendo SMS de aliento y apoyo al principal delincuente de la causa, una vez ya encarcelado. Y no solamente puede ser presidente del gobierno, sino que se permite el lujo de organizar una dictadura de hecho, dando un golpe de Estado en toda regla cuya última manifestación es un proyecto de ley de "Seguridad" ciuadadana (en realidad, de "inseguridad ciudadana y atropello de los derechos"), mediante la cual se garantiza que los crímenes de todo tipo que pueda cometer la polícía, azuzada a la represión por la banda de malhechores para que no se propalen sus delitos, queden impunes. Para ello, en un alarde de mentalidad represiva fascista, prevén multar con 600.000 euros no a los policías que puedan apalear a los ciudadanos hasta matarlos (como hicieron hace poco con un empresario en Barcelona), sino a aquellos otros que hayan grabado las tropelías policiacas y quieran difundirlas.

Prodigios de la neolengua.


El País publica una crónica titulada las 15 claves de la entrevista a Rajoy que más podría titularse "las 15 claves de una ceremonía de la hipocresía." Efectivamente, para celebrar su primer bienio, el presidente se concedió a sí mismo una entrevista en su radio, Radio Nacional, en la que, como si contestara a las preguntas obsequiosas de un periodista que más parecía un asesor suyo, se explayó como quiso (o como pudo, que tampoco es mucho), largó todo el trapo y se expresó sin cortapisas. El auditorio, por supuesto, alcanzó el mismo grado de información que habitualmente se obtiene de las ruedas de prensa sin preguntas o con preguntas pero con respuestas idiosincrásicas.

En concreto, no dijo nada, excepto que no piensa hacer nada con respecto a nada: no va a cambiar el gobierno, no va a tocar los impuestos, no va a mover pieza en Cataluña, ni respecto a ETA, no va a destituir a Wert ni a quitar las concertinas de Melilla. Es su forma de adoptar decisiones pues, como bien explicó en su día, la "no-decisión" es también una decisión. Una cosa puede ser ella y su contraria al mismo tiempo y Aristóteles sin enterarse. A veces matiza ese radicalismo no-decisorio con una cláusula temporal que, ¿cómo decirlo?, pone los pelos de punta. Así, al asegurar que no piensa subir el IVA a corto plazo, da a entender que se considera en el largo plazo. No la subida del IVA, sino él mismo. Eso es terrorífico.

Dos años más soportando esta retórica de neolengua descarada y huera. El proyecto de ley en ciernes sobre servicios mínimos es, en realidad, una nueva ley de huelga o, mejor dicho, una nueva ley contra la huelga. La ordenó la alcaldesa de Madrid y la aplauden ya los empresarios. Las dos máximas instancias, al parecer, en el espíritu de Rajoy. Su aportación consiste en llamar consolidación de un derecho a su recorte en nombre, claro es, de la libertad de los ciudadanos.

La Ley de Seguridad Ciudadana no es represora a extremos probablemente inconstitucionales sino que, al contrario, es una norma permisiva y garantista de los derechos. Que consagre la impunidad de la policía en sus desmanes convirtiendo en delito la exposición pública de un delito no le merece comentario alguno. 

El rescate bancario, en su día fue negado con la misma sinceridad con que ahora dice que se convertirá en deuda pública en diez años, pudo haber sido mucho peor de no haberse aceptado, tal como él dijo que había hecho hace dos años. Llega un momento en que hasta la neolengua se traba.

¿Y Bárcenas? Nada. No existe. Y, caso de haber existido, nos ha enseñado algo: a aprender de los errores. Exactamente ¿de cuáles? ¿Nombrar tesorero a un presunto delincuente? ¿Conservarle las canonjías habiendo él dimitido tras imputarlo? ¿Escribirle SMSs de ánimo a la cárcel? ¿Cobrar sobresueldos? ¿Dejar que el partido se financiase de modo presuntamente ilegal durante veinte años? ¿Cuáles son los errores? Y ¿son errores?

El rostro del tiempo.


En 1955 la agencia de fotos Magnum, fundada en 1947 como una cooperativa con intención de proteger los derechos de autor de sus fotógrafos, realizó su primera exposición ambulante en Francia y Austria. En ella expusieron Inge Morath, Robert Capa, Werner Bischof, Henri Cartier-Bresson, Erich Lessing, Ernst Hass, Jean Marquis y Marc Ribaud, cada uno de ellos con un reportaje con el que todos juntos pretendían mostrar al mundo su nueva concepción del fotoperiodismo, como una mezcla de crónica y arte. Luego, la exposición se clausuró, las fotos se guardaron cuidadosamente en maletas de madera y quedaron depositadas en algún lugar del que se perdió la memoria. En 2006 reaparecieron en los sótanos del Instituto francés de Innsbruck. Las maletas y las 83 fotos originales que componían la muestra, con una nota en alemán que decía: Magnum Photos es una agencia de fotos y de prensa gestionada por sus propios fotógrafos. La agencia tiene oficina en París y en Nueva York. Magnum Photos trabaja con las mejores revistas ilustradas de Europa y Estados Unidos, pero no cuenta con revista propia ni supervisa los contratos con los editores en Francia y en el extranjero”. Hoy Magnum quizá sea la agencia de fotos más famosa del mundo. Estos fueron sus comienzos. Y tenemos ocasión de verlos en sus originales (fotos y maletas) en la exposición de la Fundación Canal, en Madrid, por cierto, montada con muy buen gusto.
 
Los ocho fotógrafos escogieron trabajos muy distintos por los temas y los emplazamientos. Son en general imágenes de extraordinaria calidad técnica y mucha fuerza, que transmiten ambientes, psicologías, culturas, empresas. Son dignas de resaltar también por su valor documental tres de ellas, dos obra de los más participantes más famosos: Cartier-Bresson y Robert Capa; el tercero, menos conocido, Ernst Haas. Cartier-Bresson estaba en la India en el momento del asesinato de Gandhi. Sus fotos tienen enorme valor emotivo. Dos o tres representan al Mahatma en el momento de abandonar su último ayuno (huelga de hambre, diríamos hoy) con el que pretendía poner fin a la violencia sectaria que había estallado en la India recién independizada. El 18 de enero se alcanzó un acuerdo entre los bandos y Gandhi, postrado en el lecho, rompió el ayuno. Y Cartier-Bresson estaba allí. Doce días después unos fanáticos hindúes -enemigos de la partición de la India- lo asesinaron de tres balazos a quemarropa. Nehru dio a conocer la muerte del Mahatma quien un día después era cremado en una pira y sus cenizas esparcidas al viento entre la consternación general. Y Cartier-Bresson seguía allí. Solo por ver esas fotos merece la pena visitar la exposición.
 
Capa volvió al País Vasco en 1951. Había estado en la guerra civil -su mujer, también fotógrafa, murió en la batalla de Brunete, aplastada por un carro de combate republicano en huida- y, más concretamente, en Bilbao, durante el sitio. Las imágenes aquí expuestas, una escena de un baile folklórico en Zarautz, tienen un valor de retorno a los lugares de la memoria.
 
El reportaje de Ernst Haas documenta momentos y escenas del rodaje de la superproducción de Hollywood, Tierra de faraones, dirigida por Howard Hawks y protagonizada por Jack Hawkins (Faraón Keops) y una supuesta reina de Chipre, (Joan Collins), en cuyo guión colaboró William Faulkner  y estrenada el año de la exposición. Fue un fracaso de taquilla, pero las imágenes de Haas son un reportaje magnífico del rodaje de una superproducción que, si no ganó el favor del público, quizá fue por ser demasiado complicada.
 
Los otros fotorreportajes son también estupendos, los niños en la Viena de comienzos de los cincuenta, los campesinos dálmatas o las clases altas en Myfair, y Bond Street, en Londres.
 
No el rostro del tiempo sino los muchos rostros de los muchos tiempos pues estos, siendo coetáneos, no se parecen en nada. 

dijous, 21 de novembre del 2013

Un golpe de Estado en los Cárpatos.


Esta es una historia imaginaria, situada en un lejano principado de los Cárpatos, gobernado por una banda de ladrones que se había hecho fuerte en un castillo sobre una escarpada roca. Desde su baluarte, la banda saqueaba la comarca, explotaba y oprimía a sus habitantes, les robaba sus posesiones y derechos ancestrales y los ponía a trabajar en sus predios en condiciones de esclavitud.

La banda se valía del clero, al que hacía partícipe en sus latrocinios, para mantener embaucada a la población a la que robaba y de la que se reía, ocultando con invocaciones divinas la falta de principios, de dignidad y de vergüenza de los bandoleros.

Estaba dirigida por un jefe de una cuadrilla provincial que había escalado el mando por su habilidad para el fingimiento sin dejar por ello de reservar para sí gran parte del botín, repartiendo el resto entre sus más directos seguidores. Bajo su mando, la banda arreció en la tarea de esquilmar a los habitantes a los que cobraban por estar sanos, por estar enfermos y ser viejos, inútiles y hasta por morirse.

Cuando, hartos de verse vilipendiados, expoliados con exacciones injustas y vendidos al extranjero como esclavos, los súbditos del principado protestaban en las calles, la banda ordenaba a sus alguaciles, matones à gages que tenía acuartelados por todo el país, que los apalearan, los mutilaran y, si necesario fuera, los mataran. Nadíe debía preocuparse por las consecuencias judiciales dado que la banda había creado un cuerpo de veedores públicos cuya función consistía en ignorar, ocultar o exonerar los delitos cometidos por los suyos, incluidos los del Príncipe.

Para explicar estos hechos la banda mantenía un cuerpo de predicadores y copleros también a sueldo que iban por los pueblos y ciudades aclarando a los robados y apaleados cómo todo era por su bien, para garantizar su seguridad y tranquilidad. Pero, aunque estos pregoneros, algunos muy ilustres, ponían todo su empeño, no conseguían neutralizar el veneno de la rebeldía entre la población, especialmente la más joven que, habiéndolo perdido todo, estaba perdiendo asimismo el miedo.

La banda de ladrones, por tanto, pensó en renovar la legislación del Principado, especialmente la penal para castigar con mayor dureza las protestas de los súbditos. Además lo hizo con la picardía del oficio: visto que los malos tratos físicos, las heridas, las palizas, las mutilaciones, las torturas, los encarcelamientos y las muertes no eran suficientemente disuasorios y suponían además gastos indeseados (hay que arreglar a los estropeados, enterrar a los muertos), decidió imponer penas pecuniarias desmesuradas, multas a todo trapo, hasta por mirar atravesadamente a un corchete. De esta forma, no solo se castigaba a los díscolos sino que se aumentaba el alijo del que robar.

Empezaron por reformar la ley criminal general para impedir que los súbditos tuvieran acceso a la justicia del Príncipe (que, por lo demás, tampoco existía) y despojarlos de todos sus derechos a la defensa. Luego dictaron un pregón para garantizar la impunidad de sus matarifes por el que imponían penas monetarías gigantescas a quienes fueran sorprendidos mirándolos en plena faena represiva y se lo contaran a otro, y aunque no se lo contaran; solo por mirar con ánimo de ver. Lo llamaron el PIM o Pregón de la Impunidad del Matarife.

Aquellos súbditos que tuvieran la osadía de protestar ante las puertas del castillo verían confiscados sus bienes y los de sus descendientes hasta la tercera generación.

La consigna era garantizar la seguridad y la productividad del robo y la ocupación del castillo de los Cárpatos por los siglos de los siglos. En  aquel remoto principado la banda había perpetrado un golpe de Estado que llevaba preparando veinte años. Bien es verdad que sin grandes sufrimientos, pues en tal período sus miembros vivieron opíparamente de las coimas, los cohechos, los asaltos camineros. Pero era una vida incómoda e incierta. Por eso, cuando tomaron el castillo, decidieron que ya nunca saldrían de él.

(La imagen es una foto de Martin Odehnal, bajo licencia Creative Commons).

dimecres, 20 de novembre del 2013

Por un Estado laico.


Después de lo dicho en días pasados sobre el derecho de autodeterminación y sobre la República, una palabra sobre la iglesia española y sus relaciones con el Estado.

En su reciente Conferencia Política el PSOE parece haberse comprometido a denunciar los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede. Pero no a denunciar sin más, renunciando a todo tipo de relación y compromiso del Estado con la iglesia católica, como correspondería en un país europeo, moderno y laico, sino a denunciar con el fin de emprender nuevas negociaciones con el Vaticano para llegar a otro tipo de acuerdo. En esto, como en lo demás, el PSOE muestra de nuevo su ánimo apocado, timorato, asustado.

Y no es nuevo. Le viene de la Transición. Los gobiernos de Felipe González, algunos con mayorías absolutas, no se atrevieron a cumplir el por otro lado pacato propósito de aconfesionalidad del Estado. Redujeron la presencia de la religión en la enseñanza pero conservaron los privilegios de la iglesia en este campo a través de la burla que son los colegios concertados mediante los cuales los curas adoctrinan a los niños con cargo a los presupuestos públicos. No osaron imponer la autofinanciación de la iglesia (como prevén los Acuerdos de 1979) sino que, al contrario, le garantizaron una mordida en los presupuestos a través de la famosa (e injusta) casilla de la declaración de IRPF y complementaron el monto con substanciosas contribuciones estatales.

Los posteriores gobiernos de Rodríguez Zapatero incrementaron esta subordinación del poder civil a los curas, aumentando el monto del IRPF recaudado por el Estado a favor de la iglesia a cambio de promulgar una Ley de Libertad Religiosa que, luego, esos mismos gobiernos retiraron. O sea, una burla.

De todas las instituciones españolas, la que menos ha cambiado en la restauración borbónica ha sido la iglesia. Hasta el ejército se ha modernizado. No así la jerarquía. Su relación con el Estado sigue siendo de dominación y privilegio. Porque es el alma y la beneficiaria directa de la concepción nacional-católica de España, heredada del franquismo, algo mitigada en las etapas socialistas y hoy en absoluta evidencia con un gobierno de la derecha tan sometido a los dictados eclesiásticos que pretende convertir en leyes los dogmas, alucinaciones y dislates de los obispos.

La reforma educativa en marcha en la LOMCE elimina todo atisbo de laicidad suprimiendo la educación para la ciudadanía y, de acuerdo con la militante consigna de Rouco de re-evangelizar España, vuelve a imponer la religión en la enseñanza como materia curricular e impulsa la educación segregada por sexos. De ese modo queda claro qué pretende el ministro del ramo cuando reclama españolizar a los niños catalanes. Los propósitos del ministerio de Justicia respecto al derecho al aborto consisten en impedirlo de hecho, para alegría de los curas y, en la medida en que se pueda, hacer la vida imposible a las mujeres y restringir los derechos de las minorías sexuales, especialmente los gays, a los que la jerarquía profesa una especial inquina.

Por supuesto, el gobierno en pleno está al servicio de la iglesia. Esta no ha sufrido ni la sombra de un recorte durante la crisis; al contrario, ha conservado y en gran medida aumentado sus privilegios a costa del erario público. Una reforma de la Ley Hipotecaria de la época Aznar ha permitido a los curas -y solo a ellos- proceder a una verdadera reamortización, registrando como propios a precios ridículos, bienes inmuebles y predios no registrados. Por la módica cantidad de 30 euros, la iglesia ha inscrito a su nombre la mezquita de Córdoba. O sea, la ha privatizado.

Eso en el ámbito material o económico (que es el que verdaderamente importa a los oficiantes del credo), pero tampoco se descuida el aspecto simbólico pues, además de legitimar el dinerario, en sí mismo también es fructífero. Las ceremonias públicas, civiles y militares, están siempre animadas por algún acto religioso; los gobernantes acuden a todos los oficios, se pasan el día en misa y hasta se disfrazan para las ocasiones, como cuando Cospedal se calza esa peineta con mantilla de tan obvias reminiscencias freudianas; toman posesión de sus cargos jurando como oblatos, agarrados a la Biblia, hipnotizados por un crucifijo; en sus ratos libres, algunos de ellos tienen visiones celestiales, mayormente marianas, que les aconsejan cómo gobernar la grey del Señor. Falta la monja de las llagas. A cambio, varios ministros y numerosos altos cargos son fanáticos sectarios del Opus Dei, que acuden a ejercicios espirituales en donde se preparan para luchar contra los vicios del mundo por la fe, la predicación y, sobre todo, la violencia. Esa Ley de Seguridad Ciudadana es un prodigio de represión inquisitorial, ataque directo a los derechos de los ciudadanos, antesala del fascismo. Habiendo llegado la derecha al ecuador de la legislatura con esa monstruosidad represiva en la cartuchera, es legítimo preguntarse si, cuando sea tiempo de elecciones, estas se celebrarán.

El poder de la iglesia es atosigante. Hasta los católicos, o muchos de ellos, cuestionan esta situación como palmariamente contraria al espíritu evangélico. No es que no haya separación entre la iglesia  y el Estado, entre la espada y el crucifijo, sino que este tiene a aquella a su servicio incondicional y, efectivamente, en plena resurrección del nacional-catolicismo que nunca estuvo en peligro en España. Porque, incluso cuando, en algún momento de extravío, el PSOE pareció tocado de laicismo, nunca faltó un Francisco Vázquez o un José Bono que mediaran por los intereses de los curas. Ahora que el gobierno es fiel monaguillo del clero, la iglesia vuelve triunfante por sus fueros. Esa reciente ceremonia de beatificación de quinientos mártires del lado franquista (y a la que asistió medio gobierno) no solamente es una glorificación del crimen de la guerra civil, sublimada como cruzada por los obispos, sino la enésima humillación a las víctimas de la dictadura, muchas de ellas católicas que siguen enterradas en fosas comunes anónimas a lo largo y ancho de este país que Rouco dice querer tanto.

(La imagen es una foto de Marco, bajo licencia Creative Commons).