dissabte, 27 de juliol del 2013

Sangre, sudor y rabia.


Finales de Julio en un Madrid achicharrado y nunca mejor dicho pues las chicharras no paran en los jardines. Se les une la algarabía de las cotorras; por eso lo de algarabía, que es el ruido de los árabes cuando invadían en algarada tierras de cristianos; que estas cotorras vienen en son de guerra, como plaga temible de depredadoras. Tanto que el Ayuntamiento ha decidido salir a cazarlas, como los tramperos iban a cazar osos. Y quizá con medios parecidos. La nota melodiosa la ponen las urracas, mientras los madrileños van a sus cosas con la lengua fuera y sudando la gota gorda. Muchos estaban de vacaciones y regresan sudando y sudando salen los que las comienzan hoy. De siempre ha sido julio el mes más sudoroso del año en Madrid. Agosto lleva la fama pero el bochorno, el aire tan caliente que sofoca, la luz cegadora de las calles con unas acacias raquíticas, eso es de julio; cuando el foro echa el bofe es en julio. El "poblachón manchego" de Ortega se manifiesta en su cegadora crudeza. Madrid, el rompeolas de las Españas, no ha visto jamás más olas que las que hagan los bañistas en la llamada "playa de Madrid", por otro nombre la charca del obrero, y las de los patos en el apacible discurrir del Manzanares, regato con ínfulas de riachuelo. Lo primero que llama la atención (luego hay muchas otras cosas, algunas enojosas) al comparar otras capitales europeas con la española, París, Londres, Roma, Viena, es la importancia que tienen sus respectivos ríos en la vida de la ciudad. Sin el Sena, no habría bateaux-mouches, ni gabarras que van y vienen, faltaría alguna película de Renoir y quizá no hubiera ni impresionismo. Sin el Támesis y su actividad portuaria, no habría East End, cockneys, ni Shaw habría escrito Pygmalion ni Wilde El retrato de Dorian Gray, ni hubiera existido Jack el destripador, ni las novelas de Sax Rohmer, llenas de chinos misteriosos y opio. Sin el Tíber, nada de puerto de Ostia, ni Testaccio, nada de romagnolo ni isola Tiberina, ni la mole adrianea. Y ya no se hable del Danubio, ese que solo ven azul los enamorados porque todos los demás lo vemos de un sospechoso marrón. Así que los madrileños viven de espaldas a su río. Que en verdad no es tal. Hay más agua -y salada- en el sudor de los madrileños en el mes de Julio que en el Manzanares.

Y de pronto la sangre ha estallado en un punto del noroeste y ha salpicado a un país en modorra. Con tanta violencia que, en los primeros momentos, se habló de atentado. Es mucho el destrozo, la mortandad, el desastre de vidas; mucho el golpe. Casi ochenta víctimas nos han caído encima, apenas cubiertos los cadáveres con mantas apresuradas y nos han dejado de piedra. Ha habido varios tipos de reacciones destacadas. Lo primero de todo, la laureada de honores, para esos bomberos que han interrumpido su huelga y se han puesto al tajo de salvar vidas humanas. La población en bloque a socorrer a las víctimas, a ayudar a los policías, los sanitarios, los médicos y a donar sangre. Tanta que hubo que organizarlo todo vía twitter para que los hospitales no se colapsaran. La sociedad es rápida, solidaria, eficaz. Las autoridades han respondido. Feijóo llegó en minutos, luego fue Rajoy, que parece ir aprendiendo. Los medios, en general, no tuvieron su mejor día. El 24h de RTVE ni se enteró de lo que estaba pasando y las cadenas privadas fueron incapaces de interrumpir la programación. Mucha prensa escrita derivó hacia lo morboso y sensacionalista, levantando la indignación de las redes. Son las redes las que han difundido la noticia, han colaborado en las medidas de socorro y han comentado la cobertura de los medios. Las redes son más rápidas, más flexibles a fuer de interactivas, están más capilarizadas y, por supuesto, son inteligentes.  También han albergado el debate de interpretaciones. ¿Cómo entender la catastrofe? Hay quien busca el lado politico: es el capitalismo, las privatizaciones, el afán de lucro, los recortes, la presión a la que están sometidos los trabajadores. Y hay quien reduce el asunto al factor humano puramente individual: el maquinista. Las dos empresas, RENFE y Adif, lo culpan directamente. Sospechoso. Pero precisamente circulan historias de comentarios suyos en su TL en Facebook que ponen los pelos de punta. Lo más probable es que haya de todo, incluida la negligencia culpable de alguien más y, como siempre, la indignante comprobación de que las empresas no invierten en seguridad por codicia. Como sea, la sangre ha estallado en Santiago y se ha mezclado con el sudor de julio.

Y todo lleva no a las lágrimas sino a la rabia. Esa tragedia de la gente normal se da en una sociedad gobernada por unos políticos consistentemente acusados de haber cometido todo tipo de delitos, faltas, trapacerías, arbitrariedades y corruptelas. Un presidente del gobierno de quien dice el ex-tesorero de su partido, al que él nombró y con quien estaba a partir un piñón hasta hace muy poco, que incumplía la ley de partidos. A quien el mismo personaje acusa de de haber cobrado sobresueldos hasta el ultimo momento en sobres . Un presidente que según el mismo Bárcenas, (a) el Innombrable, le había garantizado que cobraría su salario sine die. La rabia surge al ver que es todo así de sórdido, de ruin, de miserable. Y que están todos en ello: Arenas protegiendo a Bárcenas, Cospedal despidiéndolo en diferido antes de lanzarle demandas como quien tira venablos, Aznar, Álvarez Cascos, Mayor Oreja, Trillo, callados como difuntos. Y a este cortjo principal acompañan chirigotas, mojigangas y comparsas de lo más variado, Urdangarines, Matas, Lópeces Viejos, Albondiguillas, Sepúlvedas, Bigotes, Fabras, Baltares y me dejo docena y media del tablado de la pillería. Un cuadro de Gutiérrez Solana, una fiesta como el auge y caída de la ciudad de Mahagonny, en donde el robo estaba institucionalizado..

Está claro que la estrategia de Rajoy de no hablar, mandar callar, silenciar al extremo patológico de no nombrar a Bárcenas, ha fracasado. Gürtel y Bárcenas, Bárcenas y Gürtel son la ruidosa agenda española, tienen al gobierno contra las cuerdas, dedicado exclusivamente a escurrir el bulto e idear estrategias de salvación ante una convición cada vez más extendida: no hay otra salida que la dimisión. Total, el gobierno no gobierna; se defiende. Gobernar, gobierna Bárcenas, el delincuente, "ese señor", cuyo cuñado sigue siendo el jefe de algo importante en la sede de Génova. Gobiernan las cabeceras de los periódicos, con El Mundo por delante y los otros diarios de la derecha defendiendo trincheras. Gobierna Europa. Todos los barandas europeos tienen la nariz metida en España. Incluida su prensa que, por cierto, pone a Rajoy cual no digan dueñas. Ni siquiera la Dueña dolorida que, evidentemente, no lee The Economist. Gobiernan todos menos el gobierno.

A lo que no renuncia Rajoy es a la marrullería. Tiene que comparecer, según dice con su habitual sinceridad, "a petición propia" y tiene que hablar, tiene que explicar. Pero explicar ¿qué? ¿Nadie le ha leído sus derechos? ¿Nadie le ha dicho que todo cuanto diga podrá usarse contra él por la vía judicial? No hace falta. Ya lo sabe él muy bien. Por eso se propone desactivar la comparecencia. La ha puesto el 1º de agosto, quiere rellenarla de información no pedida sobre Europa, la crisis y las consabidas reformas y pretende obscurecerla anunciando la bajada de algún impuesto. Esto ultimo es llamativo: quiere mitigar la rabia y la indignación comprando a la gente. Es una forma de ver el mundo. No precisamente noble.

Bien. Y producida la comparecencia, dadas las no-explicaciones y ofrecida la no-dimisión, ¿qué más cabe hacer? Hay quien dice que basta con sentarse a esperar los desarrollos procesales del caso Bárcenas quien ya ha anunciado que tiene dinamita para volar el gobierno. Puede ser cierto, puede ser un farol pero, si el juez no se toma vacaciones, este agosto promete ser el más amargo de la vida de Rajoy. Y el de más rabia del reino.
 
También cabe ir adelante con la moción de censura. No cabe; se debe plantear. El presidente podrá asistir o no (doble contra sencillo a que no), pero el líder de la oposición mayoritaria podrá explicarse en la cámara y, a través de la cámara a todo el país. La opinion está deseosa de escuchar a un politico sobre el que no pese la acusación de ser un rufián.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).