diumenge, 24 de febrer del 2013

Dimita ya, Cifuentes.

De todas las imágenes que he visto de las manifas de ayer y la brutalidad policial, tanto de la de sus agentes uniformados (pero sin la placa de identificación) como de los provocadores de paisano, la más indignante es esta. Chicos y chicas de rodillas, con las manos en la cabeza, expuest@s en situación humillante al público y custodiad@s por sujetos fuertemente armados y protegidos. Una vergüenza que solo se explica mediante recurso al sadismo de las fuerzas de represión. No basta con prevenir los disturbios -si los hay y no es la misma policía quien los ha provocado- y detener a sus causantes. También hay que ofender y humillar a la gente que pase por allí, tengo o no que ver con los hechos. Hay que tratar de despojarla de su dignidad, obligarla a estar de rodillas para escarmiento de los circunstantes. Como cuando se exhibía a los reos en la picota pública. Si esto fuera una democracia y no el cachondeo de ladrones, sinvergüenzas y fascistas que es, ya se habría identificado a los responsables de este atropello para castigarlos como se merecen.

¿O no es un exceso de los polícias, sino una orden deliberada del mando, de esta Cristina Cifuentes que es un ser pérfido, dispuesto a hacer carrera por la vía de los abusos? ¿Es ella quien ha ordenado que se tenga de rodillas en la plaza pública a los detenidos, como si esto fuera Afganistán o algo asi? ¿Es ella la sádica? ¿Se divierte y disfruta después viendo como se maltrata, se humilla, se quiere arrebatar la dignidad a unos seres humanos? ¿Y por qué no se va a una Sex-shop, se compra un látigo y unas botas de cuero y ejerce su pasión sin disfrazarla de política de orden público?

En un país cuyas fuerzas del orden tienen en nómina como asesor, profesor y adiestrador a un asesino ya condenado por los tribunales, no sería de extrañar.

Entre fascistas anda el juego.