dilluns, 30 d’abril del 2012

El PSOE no está a la altura.

Palinuro es votante del PSOE y, probablemente seguirá siéndolo, a no ser que cambien mucho las cosas, o lo haga el propio Palinuro. Pero no es un voto acrítico, conformista, sino motivado y generalmente fundado en la convicción de que, no siendo la opción ideal (esperar que alguna opción sea "ideal" resulta ingenuo), suele ser a su juicio la menos mala o más razonable. Pero sobre esto hay siempre mucho que hablar y discutir, cosa comprensible porque no está siempre muy claro.
Por ejemplo seguramente la dirección del PSOE piensa que está haciendo lo que debe y como debe en la oposición al PP en las circunstancias actuales. Pero no le extrañará que otros opinen lo contrario. Palinuro, sin ir más lejos, sostiene que la oposición del PSOE es débil, prácticamente inexistente y, lo más grave de todo, no formula alternativas. No se trata de defender el oportunismo pero en el país hay un clima general de descontento que el PSOE no encauza, sino que aparece canalizado por los sindicatos y el movimiento 15-M con algunos meritorios esfuerzos de IU. El PSOE está ausente. Parte de esta ausencia se debe a su deliberada política de configurarse como un partido de Estado. Así, apoya al gobierno en los asuntos de juzga esenciales para los intereses generales de España, lo cual es muy loable y contrasta sobremanera con la sistemática deslealtad del PP cuando estaba en la oposición, pero no contribuye a fortalecer la idea del propio PSOE.
Ese afán por presentarse como una oposición leal, constructiva, añadido al hecho de que, en principio, el PSOE comparte con el PP en gran medida la idea de las medidas que es preciso tomar para salir de la crisis (de forma que las diferencias son adjetivas) es responsable de que no aparezca como un partido de oposición claro y eficaz. Está como desdibujado. Su oposición suele reducirse a una crítica muchas veces formal de las iniciativas que toma el gobierno. Nada más. Pero la iniciativa es siempre del gobierno mientras al PSOE se le reserva la función de espectador con un relativo derecho al pataleo.
Los dos máximos dirigentes de los partidos mayoritarios son dos políticos profesionales con experiencia de decenios a la espalda y habiendo ejercido diversos ministerios. Tienen tendencia a entender la política en términos formalmente similares aunque solo sea por deformación profesional, esto es, como una actividad de transacción permanente, de consensos y acuerdos en comités, comisiones o contactos personales "discretos" o "confidenciales", lo cual, dicho sea de paso, en democracia es algo tan detestable como las cláusulas secretas en los tratados. Exceptuadas las operaciones secretas de los ministerios del Interior y de Defensa, todo lo que en política se sustraiga al conocimiento público es más que sospechoso. Que eso lo haga la derecha -piensa la izquierda-, está en su naturaleza; que lo haga también la izquierda -sigue esta pensando- ya no lo está. La izquierda es publicidad y transparencia y no secreto y cabildeo.
Por experiencia sabemos que siempre que la izquierda y la derecha encuentran un punto de entendimiento es porque la izquierda se ha pasado a la derecha. El movimiento contrario no se da nunca. De ahí, de ese contagiarse de los postulados de la derecha le ha venido el castigo electoral al PSOE el 20-N: su izquierda lo ha abandonado y no parece vaya a volver si el partido no encuentra un discurso claramente diferenciado del del PP y que proponga soluciones sin limitarse a criticar las del gobierno o lamentarse de ellas.
Para eso el PSOE tendrá que clarificar otros asuntos que no son insignificantes, aunque la opinión oficial del partido sea que sí. Por ejemplo, la cuestión de la Monarquía y la República. El nuevo secretario general de las Juventudes Socialistas, Nino Torres, ha roto el cascarón diciendo que a las Juventudes les gustaría que el PSOE defendiera la República. Más modoso el chaval no puede ser, pero no va a conseguir nada porque el PSOE se concibe como un partido dinástico. Se acabaron las tonterías con la República. El PSOE razona aquí como el PP: la cuestión Monarquía-República es una no cuestión que no le interesa a nadie. Quieren decir que no da votos. Es una posición pragmática, no una cuestión de principios, faltaría más. No es concebible un marqués de Zapatero o un conde de Rubalcaba. Pero el pragmatismo no es evidente por sí mismo. Aunque la dirección del partido no lo crea, los militantes y los votantes no son reproducciones de José Bono y su actitud es más bien discrepante y mayoritariamente republicana y laica.
Y laica. He aquí otro asunto en el que el PSOE es extraordinariamente confuso. Quizá también por otra pragmática no cuestión de la iglesia y el Estado. Pero lo cierto y muy lamentable es que nadie sabe qué piensa hacer el PSOE con esa situación en la que la iglesia católica es un Estado dentro del Estado. Lo único que se sabe es que, cuando pudo hacer algo, reforzó la mainmise de la iglesia sobre el Estado.
Así que, cuando no se tienen claras las cuestiones de principios, no se discrepa fehacientemente de las cuestiones prácticas del adversario y no se proponen alternativas, es muy difícil hacer oposición. Al menos una oposición que esté a la altura.

diumenge, 29 d’abril del 2012

La batalla ideológica.

Esperanza Aguirre está en su momento de mayor gloria. Ayer el congreso de su partido la reeligió presidenta por una proporción abrumadora de votos. No había candidatura alternativa, la vencedora estaba radiante y lanzada en el campo de la oratoria. Anunció, como en las justas medievales, que viene a dar la batalla ideológica contra el socialismo al que tildó en varias ocasiones de "fracasado" y "sectario". Era la paladina del feliz orden neoliberal.
Es llamativa la insistencia de Aguirre en la lucha ideológica que aborda fijando orgullosamente su posición en el liberalismo. ¿Qué liberalismo? es pregunta irritante porque no es seguro que la presidenta sepa las variantes de la ideología que dice abrazar. Para ella liberalismo quiere decir neoliberalismo extraído del venero de Hayek, vía von Mises, con un fervoroso neoconservadurismo extraído del de Strauss. Está en su derecho. Palinuro coincide con Aguirre en que tener convicciones es un derecho del individuo y defenderlas con energía, un deber. De ahí que le parezca muy bien que haya batallas ideológicas. Es más, le gusta participar en ellas.
Pero las batallas, sobre todo las ideológicas, deben ajustarse unas reglas generalmente no escritas de código caballeresco y juego limpio. Es una vieja tradición inglesa, británica. Y me consta que Aguirre tiene gran admiración por todo lo británico: habla a la perfección el inglés, tiene un curioso dry humour y es Dama Honoraria del Imperio Británico. Siendo así, no habrá olvidado que, en su caso, el código caballeresco se presume pues la Orden del Imperio Británico es una orden de caballería. Y el primer deber, sacrosanto deber, de caballería es tratar gentilmente al adversario, cederle incluso la iniciativa en el ataque y, desde luego, si de justa verbal se trata, garantizar que tenga la máxima audiencia posible, no tratar de silenciarlo. Estamos de acuerdo, ¿verdad? ¿Cómo debemos entender el caso de Telemadrid, un órgano de propaganda exclusiva del PP, sin que los adversarios tengan la mínima posibilidad de expresarse y en donde la propia Aguirre despide a un periodista relevante acusándolo de "haber comprado el discurso del adversario" como si en la televisión pública hubiera más adversarios que quienes se ponen fuera de la ley? ¿Qué tiene que ver eso con la elegancia, la caballerosidad y el buen gusto del código caballeresco? Más bien con las trapacerías, las triquiñuelas, trampas y engaños de los villanos y los rufianes. ¿Y cabe serr mitad caballero (o dama) y mitad rufián igual que, según José Antonio, los españoles eran mitad monjes y mitad soldados? No, no se puede y Aguirre debe de saberlo y saber, por tanto, que su comportamiento con la televisión madrileños, los medios de comunicación y los derechos del adversario es de rufián y, más concretamente, de rufián fascista. El estilo de sus periodistas preferidos
La batalla ideológica de Aguirre suele formularse en un terreno concreto al que vuelve siempre, como una especie de querencia o de obsesión que empieza a ser alarmante, esto es, que hay que desmontar la presunta superioridad moral de la izquierda. Es casi una manía persecutoria, lleva años diciéndolo pero todavía no debe de haberlo conseguido porque lo repite hasta aburrimiento. Sin que sirva de precedente Palinuro va a explicar a Aguirre con una parábola (con su aclaración, no se preocupe) el aparente secreto de esa superioridad. Es muy sencillo. Ayer, el segundo del PP de Madrid, Ignacio González, que fue al congreso acompañado de Julio Ariza, el empresario de Intereconomía, reconocía que, con gran dolor de su corazón, en determinadas circunstancias extremas, los partidos tienen que traicionar sus principios. Es dura ley de vida. Supongo que Aguirre lo entiende muy bien. La foto más arriba la muestra en compañía de Dolores de Cospedal, otra dama de oratoria luciferina y mendacidad de rabanera en plena campaña de 2010 del "no" a la subida del IVA del pérfido gobierno zapateril. He aquí un principio sacrosanto en cuyo nombre las dos damas estaban dispuestas a mezclarse con verduleras y pescadoras. Un principio, sin embargo, que se ven obligadas a traicionar en el superior interés de la Patria.
Ahora una evidencia: cuando la derecha se ve obligada a traicionar sus principios, nadie se le subleva; alguna débil voz doctrinaria en contra, pero el conjunto se hace cargo de la situación, comprende y apoya. Prueba, entre otras cosas, de que los principios (los valores esos que no se le caen de la boca a Aguirre) no son muy profundos ni muy recios. En cambio, cuando es la izquierda la que traiciona sus principios, todo el mundo se le echa encima, empezando por la propia izquierda, por sí misma, se le retiran los apoyos por millones y se le hace morder el polvo electoralmente hablando. Ahora una pregunta: ¿sabe Esperanza Aguirre por qué sucede esto? Si lo sabe, sabe la razón de la superioridad moral de la izquierda. Cuestión de principios y valores de verdad, no de boquilla. Si no lo sabe, probablemente no entienda nunca aquello contra lo que lucha.
En el discurso de este congreso no ha habido referencia alguna a mayo del 68, pero es otra de las bestias negras del universo combativo de Aguirre. Al igual que Sarkozy, habla de "acabar con el espíritu de mayo del 68" como el que quiere acabar con la peste o con alguna "enfermedad moral", de esas que gusta inventar la derecha para tener a quien perseguir, como el "alejamiento de Dios" o la homosexualidad. Es un leit motiv de una derecha no estrictamente cerril, sabedora de que lo importante en la convivencia son las ideas.
El odio a mayo del 68, núcleo del neoliberalismo más agresivo, es el odio a una revolución de la vida cotidiana expresada con tanta profundidad y belleza que hasta sus enemigos quedan subyugados. El odio a mayo del 68 refleja una frustración, una envidia y una venganza. En este punto, el debate ideológico, que Aguirre ya tenía perdido en el frente de la superioridad moral, pasa a ser cuestión del psicoanalista. Acabar con el "espíritu del 68" cuarenta y cuatro años después es propósito tan racional como terminar con el espíritu del protestantismo, la leyenda de Avalon o la "cosa en sí" de Kant. Es decir, un disparate. La primera en entender (mal) la fuerza revolucionaria del prohibido prohibir es Aguirre. Y de ahí arranca esa irritación casi neurótica que le hace plantear tal dislate reiteradamente. He de decir, con todo, que prefiero 1.000 veces a Aguirre que sufre con estas paradojas y las lleva al campo de batalla, antes que a Ana Botella o Dolores de Cospedal, que no se enteran porque la cabeza no les da para más.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 28 d’abril del 2012

La conquista del Estado.

Continúa la voladura acelerada del Estado del bienestar ante la perplejidad (y cierto inmovilismo fatalista) de la población. Consejo de ministros tras consejo de ministros los españoles reciben un aluvión de castigos, como si fueran las plagas de Egipto. Al mismo tiempo, como todos esos castigos, recortes, mermas, sisas, ajustes y socaliñas contradicen de plano las benéficas promesas que el PP hizo en la campaña electoral, el prestigio del gobierno cae en picado lo que, a su vez, es parte de la pesadilla porque esas torpeza, agresividad, impopularidad del gobierno afectan negativamente la calificación internacional de España.
A estas alturas ya hasta los monaguillos recitan el rosario de incumplimientos de Rajoy, desde el de los impuestos (IRPF) que no iban a subir hasta los impuestos (IVA) que no iban a subir, pasando por la salud del sistema de salud pública, la educación, otros servicios sociales, las pensiones, etc. No queda promesa del PP que el gobierno del PP no haya roto. Empezando por aquella de que, llegando el PP al poder, la confianza en España se restauraría sin más, siendo así que se ha deteriorado a extremos insoportables, con rebaja de la calificación, aumento del interés de la deuda, por no hablar del paro, primer termómetro de la eficacia de la reforma laboral. El gobierno ya no hereda parados; los fabrica.
¿Cómo explica el gobierno esta lamentable circunstancia? Señalando el carácter excepcionalmente grave de la situación en la que el país vive bajo la amenaza de la quiebra y la intervención. Es decir invocando lo que puede llamarse un estado de excepción económico que, en último término no es más que una variante del estado de excepción de Agamben y los suyos. La forma de dominación de la burguesía es convertir en normalidad el estado de excepción, acostumbrarnos a ello. Puede ser. Hay mucho que discutir en esa idea.
Lo evidente sin embargo es que, so capa de atender a una situación de excepción, se toman medidas que van mucho más allá de la mera solución técnica de problemas que permita resolver la crisis; se toman medidas de calado ideológico, que afectan a las formas de legitimidad de Estados concebidos como sociales y democráticos de derecho, al valor de sus instituciones, a la conciencia moral y jurídica de la época (replanteando el régimen mismo de los derechos sociales y económicos por ejemplo), a los consensos básicos de convivencia social, a la idea y la práctica del concepto de los bienes públicos.
En realidad este programa es una especie de reconstrucción de la propuesta de La Conquista del Estado, del jonsista Ramiro Ledesma Ramos. La derecha vuelve a la conquista del Estado, pero no de frente y por asalto, como pretendían sus antecesores fascistas, que abominaban de la democracia, sino a través de esta misma a fin de entrar en el Estado con el apoyo popular para descapitalizarlo, mermarlo, deslegitimarlo, privatizarlo o corromperlo. Es de esperar, no obstante, que este proceso de expolio de lo público levante protestas más o menos tumultuosas y, quizá, desórdenes públicos. En previsión de tales incidentes, el gobierno viene proponiendo reformas de la legislación penal, convirtiendo en delito lo que hasta ahora no lo era, endureciendo las penas en todo caso y actuando administrativamente con una contundencia fuera de toda medida y razón. Detenciones en serie en los domicilios, identificaciones arbitrarias de los ciudadanos pacíficos en lugares públicos, etc son manifestaciones de un comportamiento autoritario amparado en la conciencia del estado de excepción político y jurídico.
Ante esto la izquierda tiene poco que decir y menos que hacer, dada la aplastante mayoría absoluta del partido conservador. Para cuando piense una estrategia que le reporte una victoria electoral quizá se encuentre teniendo que batallar por el derecho de huelga.

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público).

divendres, 27 d’abril del 2012

El periodismo en el ciberespacio.

Hace años que los augurios para la prensa de papel son muy negros. Y no solo para la prensa, para todo el papel impreso, los libros, las postales, las felicitaciones, las cartas. Con el paso del tiempo los augurios se han confirmado y ennegrecido. No está lejos el momento en el que la gente mire el papel impreso como miramos hoy los pergaminos, con una mezcla de ternura e incredulidad. Como siempre que cunde la zozobra y el temor, se multiplican las reuniones, los seminarios, las jornadas, los actos colectivos para intercambiar opiniones y ver si se esbozan ideas nuevas que permitan la supervivencia (ya que no un nuevo amanecer) en condiciones muy adversas. Pero las ideas nuevas en defensa de lo caduco son tan difíciles de encontrar como la aguja en el consabido pajar.
Ayer se produjo uno de estos eventos en Madrid, convocado por una asociación internacional de estudio sobre medios, el Paley Center for Media en colaboración con PRISA, con el fin de dar el enésimo repaso a la situación y a la forma de hacer frente a la invasión digital. Relevantes personalidades de la prensa escrita llegaron a la conclusión de que esta solo podía sobrevivir en el ciberespacio comprometiéndose a producir un periodismo de calidad. Pero ¿qué quiere decir "periodismo de calidad"? Sin duda no se refiere a cuestiones técnicas o tecnológicas sino al contenido intelectual de la actividad. El fondo del razonamiento es sencillo pues viene a reformular la diferencia entre el aficionado y el profesional. Frente al "ciudadano reportero", la superioridad del que lo hace profesionalmente. Pero esto no es tan fácil. Por ejemplo, en nuestro país pasan por periodismo, incluso por periodismo de calidad y de referencia, productos muy diversos que van desde la prensa seria a manifestaciones más o menos acabadas de prensa amarillista o tendenciosa, pasando por algún que otro caso de periodismo basura, sin que parezca haber un criterio generalmente compartido de discernimiento.
La otra variante del mismo argumento es que los periodistas son precisos para aquilatar el torbellino de la información que circula por las redes sociales, pero eso es absurdo porque, en primer lugar, no puede hacerse en términos prácticos y, en segundo, aunque se pudiera, convendrá aquilatar antes al periodista que ha de aquilatar esa realidad digital en efervescencia. A cualquiera se le ocurre ahora mismo media docena de nombres de periodistas de renombre, de esos que tienen hoy posibilidades de encaramarse a la presidencia de RTVE y que no son otra cosa que comisarios políticos de la derecha y que, en realidad, son empleados orgánicos de esta como puedan serlo la mucama o el chófer.
En realidad estos argumentos parten de una confusión que los invalida. Confunden supervivencia de la prensa con supervivencia de la prensa de papel, lo que implica un error de visión grave. Toda la prensa de papel tiene ediciones digitales y, si se hubiera descubierto un procedimiento de hacer rentable un periódico online, algunas cabeceras hubieran cerrado ya la edición de papel. Y por debajo de las palabras están los hechos. Supongo que más de uno pensó ayer que tenía gracia cómo los mandarines de El País peroraban en la jornadas internacionales mientras los trabajadores de la empresa se les agitaban porque hay en ciernes un ERE muy nutrido, despidos y otras medidas para tratar de mantener a flote el diario. Lo mismo está sucediendo con El Mundo, otro generador de pérdidas. Es posible que otros sigan el sendero que inició Público hace unos meses. La prensa escrita como empresa no funciona y cada vez funcionará menos a medida que la publicidad siga migrando hacia la prensa digital. Los periodistas, como todos los profesionales, tienen que reinventarse en una situación que lo exige de inmediato, tendrán que adaptarse a un entorno solo digital y tendrán que aprender a hacer rentables productos en el ciberespacio en dura competencia con consumidores que también son periodistas por la misma razón por la que Gramsci partía de la idea de que todos somos filósofos porque todos tenemos una concepción de la vida. Luego, la filosofía sistemática era otra cosa. Lo mismo puede estar pasando con el periodismo, que quizá sea otra cosa distinta incluso de lo que se empeñan en hacer los profesionales.

(La imagen es una foto de TORLEY, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 26 d’abril del 2012

Ayudando con la memoria.

En alguna ocasión, Palinuro se ha honrado trayendo a sus páginas la muy meritoria labor del amigo y colega Ramón Adell, quien dispone de la mejor colección de carteles, escritos, símbolos etc. políticos españoles (aunque no solo españoles) que yo conozca; una tarea titánica, de largos años, gracias a la cual tenemos una idea de cómo ha evolucionado la iconografía política española desde las patrimerías del franquismo a nuestros días. Lo hizo con motivo de una exposición de esta cartelería en el Museu Valenciá de la Il-lustració i de la Modernitat (MuVIM) en julio del año pasado (Habla, pueblo), así como con el del trigésimo aniversario de las elecciones de 1977 (¡Treinta años!) y cuando tuvo el privilegio de visitar por primera vez su despacho-museo en el corazón del Madrid de los Austrias (En manos del pasado), que es una gran experiencia.
Cabe ver que Adell es visitante frecuente en Palinuro. No tanto como el Papa o el presidente del gobierno, pero es que Ramón es un hombre justo, bueno y trabajador y ya se sabe que el momento mediático suele ser para los más pillos y truhanes. Pero la categoría, la calidad y el trabajo encuentran siempre reconocimiento y alguien dispuesto a resaltarlos con alegría, como es mi caso, sin dejar de señalar que no solo admiro la obra de mi amigo sino a él como persona dotada de cualidades de sensibilidad, inteligencia, cultura, sentido del humor y elegancia que no son fecuentes mundo adelante.
En esta ocasión Palinuro da cuenta de una exposición  de la cartelería de Ramón en el Instituto Cervantes de Rabat y aplaude la decisión de las autoridades de hacerla circular por el extranjero porque es una obra que, en su enorme variedad y espontaneidad, trasmite una buena vivencia del pulso de la cultura española. 
En realidad, si se abre definitivamente un museo de la transición española, la colección de Ramón Adell debiera ser su primera pieza.

Del autoritarismo al fascismo solo hay un paso.

Gobernar es tomar medidas en pro del bien común o de lo que de buena fe se considere el bien común según la ideología de cada cual; y, en la medida de lo posible, anticiparse a los acontecimientos, prevenir desgracias, evitar la aparición de la violencia, siempre una calamidad social. En las últimas elecciones del 20-N los españoles han dado mayoría absoluta, es decir un claro mandato para gobernar al partido de la derecha, el PP que, por ideología, práctica, experiencia y carácter autoritario quizá no sea el más adecuado para estos tensos, turbulentos tiempos.
La crisis económica está haciendo estragos en los tejidos sociales de casi todos los países, muy especialmente en aquellos obligados a aplicar durísimas medidas de ajustes que aumentan el paro, las desigualdades, las dificultades económicas de los más; que pintan un futuro tenebroso para las generaciones nuevas. Todo ello genera un ambiente social tenso en el que pueden producirse disturbios en cualquier momento y de hecho así sucede, provocando frecuentemente desgracias personales más o menos graves, aparte de las pérdidas materiales por la conflictividad. Parece razonable exigir del gobierno, brazo del Estado en quien se da el monopolio de la violencia, una actitud muy reflexiva, calma, prudente, de forma que se garantice el orden público sin provocar su alteración a causa, precisamente, de las medidas adoptadas para conservarlo.
Es aquí donde esa tendencia autoritaria de la derecha puede resultar menos recomendable y obligar a una reconsideración de sus prácticas antes de meterse en una diabólica espiral de acción-reacción-más acción, etc que puede llevar a una situación muy desagradable, estilo griego o peor. Lo que empieza siendo autoritarismo acaba siendo fascismo casi sin reparar en ello, de modo gradual e inadvertido. Pues el fascismo no depende solamente, ni siquiera principalmente, de la parafernalia seudomilitar de los movimientos de los años treinta. Siempre que el Estado se valga del monopolio de la violencia, de la fuerza, para conculcar sistemáticamente los derechos fundamentales de los ciudadanos habrá fascismo. En principio todavía no es la situación en España pero lleva camino de serlo si no se pone remedio a tiempo. No es posible que toda la derecha del PP sea extrema derecha, dispuesta a mantener el orden por la violencia y sin respeto a los derechos de los ciudadanos. O quizá sí cuando se ve cómo, no en el orden policial sino incluso en el legislativo, los gobernantes ya anuncian su intención de dividirnos en ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, por ejemplo en cuanto a los derechos humanos básicos de la salud o la educación.
Los signos de esta deriva autoritaria se han multiplicado en los últimos tiempos. Algunos de los más graves son conocidos: los mossos catalanes sacan imágenes en la red de sospechosos de comportamientos violentos y llaman a la colaboración ciudadana, pidiendo denuncia, situaciones que desprecian el derecho a la intimidad y a la propia imagen. Al propio tiempo, la policía nacional anuncia la creación de una especie de brigada para patrullar internet en su lucha general contra el crimen pero sin mandato judicial específico. Dada la naturaleza del ciberespacio es muy difícil evitar, incluso detectar, la fiscalización policial incluso en los ámbitos más protegidos de los usuarios de redes sociales, por ejemplo. Aqui quedan tocados, además de los anteriores los derechos fundamentales de la inviolabilidad de la correspondencia, o del domicilio y el secreto de las comunicaciones y, desde luego, el derecho a la seguridad jurídica (rota por quienes debieran garantizarla) y la libertad de expresión.
En un plano más concreto, la policía está practicando detenciones en sus domicilios de sindicalistas acusados de haber estado en piquetes. Es de suponer que las detenciones tengan cobertura judicial pero no está nada claro que la participación en piquetes, que son legales, sea un delito. Igualmente en esta línea, el hecho de que, sin previo aviso la Guardia Civil estorbara y obstaculizara el 23 de abril, día de Castilla y León, el homenaje de la izquierda a los comuneros en Villalar que, por lo demás, se llama Villalar de los comuneros. En estos dos últimos casos, las detenciones de sindicalistas en sus domicilios, así un poco al estilo de la famosa Brigada Político-Social del franquismo, y el bloqueo de la Guardia Civil en Villalar, los actos huelen a provocación, esto es, a un deliberado intento de suscitar una acción de protesta que, a su vez, justifique una reacción represiva y otra acción y por ahí derechos al Estado de excepción.
En este territorio de los comportamientos desafiantes y, en definitiva, provocadores, pueden encuadrarse las declaraciones de Esperanza Aguirre ante el sabotaje del Metro de Madrid, amenazando con mayor represión, al decir que los saboteadores no se irán de rositas; al menos no de las mismas rositas de que se fue ella en el Tamayazo, la Gürtel y la gestapillo. También amenazadoras suenan las declaraciones de la delegada del gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, avisando de que no permitirá el propósito de acampada en la Puerta del Sol del 15-M, intención abundantemente corroborada por el ministro del Interior quien recuerda que acampar es ilegal. Nadie parece haberlos informado de que los del 15-M no hablan de acampar, sino de hacer una asamblea permanente. Las autoridades pueden decir que son lo mismo y apalear a los participantes por igual. Pero no es lo mismo, ni de lejos, apalear gente acampada que gente en una asamblea, una reunión pacífica.
Por último, posiblemente se trate de una casualidad, no tenga mayor importancia y no sea sino prueba de lo sensibilizados que estamos los españoles ante la presencia de militares en la vía pública. Pero la foto que ilustra esta entrada se tomó ayer en Barcelona sobre las cinco de la tarde y en ella se ve una unidad de soldados armados pasando por una calle de la capital catalana, no en desfile sino en cumplimiento de alguna misión. De paso, al parecer, iban cantando canciones españolas e insultando a quienes hablaban en catalán. Posiblemente sea eso, una casualidad. Pero no se olvide lo dicho: el autoritarismo se convierte en fascismo casi sin darse cuenta.
(La imagen es una foto de AdrianGlez's88, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 25 d’abril del 2012

¡Ay, ay, Andalucía!




Obsérvese con atención y distanciamiento esta portada de El País de hoy. ¡Cómo trabajan las oscuras afinidades electivas! Veamos: hay un ramillete de noticias de gran calado. ¿Falta alguna? La principal es la bronca con las Comunidades Autónomas; la gráfica (que es la que primero impacta) para una imagen de Hollande con gesto de allez les gars!, conveniente en un político. Menor cuerpo tienen otras dos con una fuerte carga crítica de los recortes de la sanidad pública (el expolio de los jubilados y la inasistencia a posibles enfermos infecciosos). Segunda gráfica menor, la sentida catástrofe del Barça. ¿Falta algo? Bueno, no hay nada sobre Andalucía. ¡Calla, sí! Un recuadrín a la izquierda con la peripecia procesal de un exconsejero socialista por supuesta prevaricación y malversación.

Sin embargo, ayer se produjo una noticia en Andalucía que, para muchos, es de extraordinaria importancia, esto es, la celebración de un referéndum entre las bases de IU y el resultado de este que ha sido respaldar por abrumadora mayoría (de un 82%) el gobierno de coalición PSOE-A e IU-LV CA, o sea, de socialistas y comunistas, para entendernos. Ya sé que en IU hay más izquierdistas que los meros comunistas, pero estos son la columna vertebral de la coalición, un gobierno social-comunista, como decía Aznar en su tiempo con gesto de asco y desdén. Y un gobierno de izquierda (con lo mal avenida que está la izquierda entre sí) en el bastión andaluz frente al conjunto de España conservadora parece noticia relevante.

Y relevante por sí misma, sin necesidad de rendirse a las arrebatadas líricas de sus partidarios sobre el carácter archidemocrático de una organización referendaria. Lírica engañosa por lo demás, que ya se empleó para justificar lo contrario en Extremadura. Engañosa porque, si de verdad se quiere consultar a quienes toman las decisiones últimas, estos no son los militantes (de base o de sal) sino los electores porque son los electores quienes han decidido que la representación de IU sea la que es. Pero, en fin, esto es asunto sin más calado que la llamada exuberancia del corazón. Por lo demás, un indice de aprobación del 82% cuando el Comité Central del Partido Comunista de Andalucía ha hecho pública su decisión en pro del gobierno de coalición, es práctica habitual en las organizaciones comunistas y lo único que demuestra es quién manda en IU.

La coalición de gobierno de izquierda en Andalucía puede ser el laboratorio en el que se ensaye similar fórmula para el resto de España en las generales, cuando toque. La animadversión que la dos izquierdas mayoritarias se profesan mutuamente (sobre todo del lado de IU/Comunistas hacia el PSOE) no puede llevarlas a cortejar el fracaso. Me explico: es legítimo que IU oriente su discurso electoral a desacreditar al PSOE y, a ser posible, a conseguir su desaparición como opción mayoritaria de la izquierda. Es obviamente difícil de conseguir, dado que, en su momento más bajo, el 20-N, el PSOE tuvo casi siete millones de votos, más de cuatro veces los de IU en uno de sus mejores momentos. También es legitimo que el PSOE trate de igual o similar modo a IU, aunque no suele hacerlo, quizá para causar más daño, dirán algunos irredentos, a través de simulada ignorancia. Todo eso es legítimo. Pero, al minuto siguiente de saberse los resultados definitivos, sean cuales sean, las dos izquierdas deben buscarse mutuamente y forjar acuerdos en todo lo que compartan. La derecha española tiene sabiamente en su seno a la extrema derecha. Resulta difícil de entender que la izquierda no lo consiga. Suelen aducirse dos razones. Una es que mientras la derecha atiende a intereses antes que a principios, la izquierda empieza por los principios y estos, ya se sabe, son innegociables. El argumento no es válido porque los principios son los mismos y la variación o debate está en los medios para hacerlos triunfar.

La otra razón es que, contrariamente a lo que la izquierda predica sobre la derecha, las actitudes personalistas, individualistas, de vanagloria particular son más comunes en aquella que en esta. Por su propia constitución intelectual, la derecha es jerárquica, autoritaria, tradicional; cada cual sabe en dónde debe estar y apenas hay conflictos entre personas. La izquierda, en cambio, tiene un origen rebelde, contestatario, refractario a las normas, enemigo de la disciplina y crítico de toda jerarquía. La izquierda es individualista en donde la derecha es, curiosamente, colectivista. La derecha rinde culto a un concepto abstracto del individuo, como unidad de cálculo, mientras que la izquierda lo hace al concepto concreto, al héroe particular, único, irrepetible y, así, el mapa de la izquierda es siempre el de los reinos combatientes entre puñados de partidarios de personalidades señeras y clarividentes que niegan el pan y la sal a todas las demás. Este destino de casi compulsivo fraccionamiento ha sido también el habitual en los partidos comunistas del mundo entero, constituidos sin embargo originariamente según criterios leninistas que primaban la disciplina, la jerarquía, la autoridad y la sumisión del individuo en todos sus aspectos a la superioridad de un colectivo imagiario llamado el Partido, como el que dice el Jefe, el Rey o Dios.

Si la izquierda española abandona el señuelo de los intransigentes principios y apea su enfermizo personalismo que es un verdadero narcisismo, en efecto, el gobierno social-comunista de Andalucía puede ser un modelo para todo el país. ¿Por qué no? Esta es una alianza que aún no se ha experimentado siendo así que se han producido todas las demás, excepto la gran coalición que hace unos días proponía Bono, mostrando un conocimiento de los andaluces y de los socialistas andaluces similar al que pueda tener de los maoríes. Es decir, es una noticia de importancia. Tanta como para no salir en la portada de El País.

(Aviso: Blogspot ha cambiado el lay-out y ha tocado el html. Creo que me he adaptado pero me temo que no domino bien el interlineado ni la justificación. Todo se andará.)

Primeras jornadas de ciberpolítica en España.

Ayer subí este mismo anuncio a Facebook con las explicaciones pertinentes. Completo hoy trayéndolo al blog, con disculpas a mis amig@s facebooker@s, porque hay much@s lectores de Palinuro que no están en FB. Una lectura del cartel (por cierto, una foto estupenda de Vectorportal con una nube de palabras que recuerda el edificio Capitol en la Gran Vía madrileña y el Flatiron en Broadway) da cumplida información sobre le fecha, el lugar de celebración y las entidades que lo organizan y colaboran (UNED, Fundación Ortega/Marañón y Colegio Nacional de Politólogos y Sociólogos). Para mayor especificidad en cuanto a los horarios, el contenido de las sesiones, las ponencias y los nombres de los ponentes, debe consultarse el programa que he aquí:



La asistencia es libre y no hay necesidad de inscribirse, salvo si se quiere obtener un diploma de asistencia, en cuyo caso se elaborará una lista nominal el primer día para certificar la asistencia. Igualmente si se quiere presentar alguna breve comunicación en el marco de una de las cuatro mesas y es previamente aceptada por esta. Ya sé que andamos mal de tiempo y esto vale sobre todo para quien ya tenga la comunicación hecha. En el proyecto, por cierto, va incluido el hacer un vídeo con las exposiciones que se colgará luego en la página web de la UNED, a libre disposición.

No me parece necesario reseñar la importancia que tiene el tratamiento académico, riguroso, del fenómeno político-social más importante en mucho tiempo: la aparición del ciberespacio que está alterando decisivamente el modo de hacer política de nuestras sociedades.

(La imagen es una foto de Vectorportal, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 24 d’abril del 2012

La extrema derecha avanza y trae otros aires.

Cabe decir que la verdadera triunfadora de la primera vuelta en las presidenciales francesas es Marine Le Pen. Con su 17,90% del voto ha superado todas las marcas anteriores de su partido, incluso el 16,86% de su padre en 2002, que le permitió pasar a segunda vuelta contra Jacques Chirac. Incluso supera el 17,79 de su progenitor en aquella segunda vuelta. Y desde luego, deja muy atrás el pobre 10,44% de Jean Marie Le Pen en 2007, cuando Ségolène Royal le sacó 15 puntos de ventaja y hasta un triste François Bayrou le ganó por ocho. Los demás partidos han estado en el muy fluctuante margen de las elecciones en primera vuelta, cuando el voto se fragmenta mucho. Los dos mayoritarios, UMP y PS, dentro de lo razonable, si bien Sarkozy se ha venido tan abajo que es el primer presidente en el cargo que pierde una primera vuelta, lo que debe de escocerle. El Frente de la Izquierda, encabezado por Jean-Luc Mélenchon, que despertaba aquí grandes entusiasmos en IU por verlo parecido a ella, ha conseguido un 11,10% del voto. Por cierto, muy por encima de las múltiples izquierdas anteriores, que se movían en el rango entre cero y cinco por ciento; es, además, una cantidad con dos dígitos, el objetivo de Mélenchon, pero lo es en la parte inferior. En el fondo, un resultado decepcionante para el Partido Comunista, que es el alma del Frente de la Izquierda como aquí lo es de IU. Ese 11,10% parece un techo.

El Frente Nacional de los Le Pen ha cambiado de imagen, cuestión nada desdeñable en una sociedad definida como sociedad del espectáculo. La representación de la extrema derecha a través de señores adustos, algo agrios, como Le Pen, con bigotito, como el innombrable o con gestos de energúmeno, como Benito Mussolini, ya no pega. Hay en marcha una adaptación de esta ideología a los nuevos tiempos. Los líderes de la extrema derecha pueden ser hombres agraciados, con simpatía personal y costumbres digamos libres, como Jorg Haider en Austria o incluso abiertamente homosexuales, como Pym Fortuyn en Holanda. ¿Por qué no una mujer? La identificación de la extrema derecha con el patriarcalismo, la homofobia y la misoginia puede estar en cuestión. Igual que otros filones o tabúes, por ejemplo, el antisemitismo. Fortuyn acusaba a Le Pen de antisemita y él presumía de simpatías hacia Israel. Pero en lo que ambos estaban de acuerdo era en que había que mantener el islamismo a raya.

Así que una mujer. Relativamente joven y atractiva. Se la puede identificar simbólicamente con La France, ya que no directamente con La Pucelle, al menos mucho más que al cuarteto de anodinos varones del terno gris, líderes de los partidos mayoritarios . Ya se había intentado hace unos años en Italia con Alessandra Mussolini, quien tiene la ventaja de ser nieta de un auténtico. Pero su carácter explosivo y las peculiares circunstancias políticas italianas la han dejado reducida a un oscuro puesto de eurodiputada por una asociación de fuerzas de extrema derecha. Nada comparable a Marine Le Pen que tiene un dominio magistral de su imagen pública. Quien la haya visto en un evento multitudinario de su partido con un bebé en los brazos sabrá de lo que se habla aquí.

Preocupa en todas partes este renacimiento de la extrema derecha xenófoba, nacionalista, racista y radicalmente neoliberal. Y preocupa que esté en ascenso. Los distintos partidos de la corriente tienen representación parlamentaria no desdeñable en muchos países de Europa y en alguno, por ejemplo, Holanda, han sido partidos de gobierno. Y apoyan y fuerzan políticas excluyentes, autoritarias, intolerantes, contrarias a la tradición de Europa como cuna de los derechos humanos.

Las dos razones que suelen aducirse para explicar esta resurrección del Satán político, entrelazadas, son muy convincentes. De un lado, hay una crisis económica de ciclo largo que produce, según los lugares, paro, inseguridad, recesión y alimenta posiciones políticas extremas, como ya lo hizo en los años treinta. De otro lado, concomitantemente, se da un problema de inmigración masiva que la crisis se encarga de hacer más visible aun. Las dos parecen ciertas en efecto y vienen avaladas por experiencias anteriores. Pero no son suficientes. El renacimiento procede de otro origen, que es el nuevo enemigo exterior. En efecto, el nacionalismo, la xenofobia necesitan siempre una amenaza concreta frente a la que todos los verdaderos nacionales se unen (en Finlandia, el partido de extrema derecha en el parlamento se llama los verdaderos finlandeses). Ese enemigo exterior no pueden ser los vecinos, ni siquiera los judíos pues el racismo no tiene ya seguidores; esa forma de racismo. El enemigo exterior ahora somos nosotros mismos, es Europa, Bruselas, la burocracia comunitaria, el euro, en definitiva una Gleichschaltung hitleriana so capa de la democracia. La extrema derecha es rabiosamente antieuropeísta y tiene amplia audiencia, sobre todo en los países al norte del Rin. Y cuando estos se ponen en marcha en defensa de la autenticidad no ya de la raza sino de la cultura amenaza turbulencia en el horizonte.

(La imagen es una foto de Minamonoch, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 23 d’abril del 2012

Un día en la vida de Rajoy.

"La actividad política es trepidante, agotadora, imprevisible y hay que prestarle la máxima atención. No caben descuidos. Vienes de inaugurar algo; te has despachado bien, todo a pedir de boca y, cuando vas de retirada, te enteras de que te han cazado por micrófono abierto diciendo una barbaridad, de esas que obligan a invocar rápidamente el consabido contexto. Hay que hablar siempre como si hubiera micrófonos abiertos, lo cual acaba siendo ridículo, sobre todo al hablar con los hijos o con la santa. Hay que estar a todas. En cada instante te llegan informaciones, ideas, propuestas, críticas que requieren tu atención y yo hay veces que ya no sé ni lo que digo. Si acaso me entero después por la prensa. Cuando puedo leerla o no viene algún asesor a decir que la prensa del día ya está anticuada porque las versiones digitales traen actualizaciones. ¡Qué tiempo! Ni desayunar te dejan. Vengo de visitar un par de países latinoamericanos, de los que apenas sé nada, pero teníamos como tema común de charla el atropello de Cristina Fernández con Repsol. Tanto el mexicano como el colombiano se han pronunciado en contra y asegurado que en sus países no hay nacionalizaciones. Ese es el problema: ellos, no; te animas, inviertes y luego llega otro y te nacionaliza. ¡Es que ya no se respeta aquí ni el Consenso de Washington! Me hicieron Doctor Honoris Causa por una universidad bogotana que, al parecer, tiene lazos con la FAES, lo que es una garantía de calidad intelectual. En el Consejo de Ministros disparamos a matar al Estado del bienestar. Les quitamos los 10.000 millones a Educacion y Sanidad. Precisamente los que dije que no tocaría. La vida política es así. Lo saben todos. Lo habitual es decir una cosa y hacer la contraria. También los sociatas iban a crear 800.000 empleos y terminaron con cuatro millones de parados. Lo del paro me dio mucho juego pero ahora lo padezco yo y no tiene gracia. Hasta el Rey dijo que el paro juvenil le robaba el sueño y se fue a buscarlo a Botsuana. Las cosas no son nada sencillas y es injusto lo mal valorados que estamos. Ni uno solo de mis ministros aprueba. Que Báñez no llegue al 3,6 no me extraña; no llega en la vida normal, pero que Wert esté en 3,7 es sorprendente, sobre todo por el alto concepto que tiene de sí mismo. La intención de voto sigue descendiendo. Y es que nos embarcamos en peleas por razones infantiles y damos la impresión de estar improvisando, cosa que la gente no perdona. Y es verdad. No hacemos si no improvisar. ¿Quién iba a suponer que esto es tan rematadamente difícil? Hace mucho que no hago plan alguno; es perder el tiempo porque llega luego la realidad y lo desbarata. Encima lo del trabajo en equipo es una quimera. Aquí va cada cual por donde quiere. No sé qué urgencia entró a Gallardón para hablar del aborto. Debió de ser Rouco, que lo maneja como si fuera un guiñol. Me puso al género femenino enfrente, menos las beatas, claro. Mientras pienso cómo domeñar el celo gallardónico me entero de que hay unos españoles declarando sobre el franquismo ante una jueza argentina. Estos no van a parar hasta desenterrar a todos los muertos. No sé si no valdría la pena favorecer su empeño para terminar con él de una vez. Claro que luego me llaman Maricomplejines y ahora vendrá el ministro del Interior a decirme que va a detener a los declarantes a su regreso a España. A saber qué delitos querrá imputarles. Este hombre me resulta algo prusiano. Tiene la idea de que toda persona es culpable en tanto no consiga demostrar lo contrario y los transeúntes, potenciales presos preventivos. Y encima estoy obligado a vigilar el conflicto latente entre Cospedal y Soraya Sáez de Santamaría que menudas son las dos. Tener cerca mujeres valiosas es muy conveniente. Pero el problema se plantea cuando surgen los celos que son típicamente femeninos o eso he pensado yo siempre en mi lejana Pontevedra, mientras me preparaba para ser registrador de la propiedad y padre de la Patria. El caso es que, si pudieran se sacarían los ojos mutuamente. El indulto a los dos últimos condenados del caso Yak42 nos ha costado una oleada de indignación. Menos mal que los socialistas habían indultado unos meses antes a un banquero. Aun así, un escandalazo. Pero yo lo tengo claro: prefiero un escándalo a tener a Trillo todos los días al teléfono pidiendo el indulto para sus dos exsubordinados y recordando los servicios prestados en cuanto a obstaculizar y enredar los procesos judiciales en materia de corrupción, que no nos deja vivir porque parece ser la esencia misma de este partido que heredé en mala hora y, claro, no vas a regatearle satisfacciones al que te libera de tu esencia pecaminosa. Porque no me parece mal que el personal se busque un arreglito para compensar sus magros ingresos como político. Pero no es fácil. La Ley de Incompatibilidades de los socialistas revela su mentalidad calvinista estrecha. Hay que ser magnánimos, si bien es cierto que los arreglitos suelen ser latrocinios monstruosos de millones de euros. Ni Cospedal, prodigio de mendacidad que siempre me asombra por lo pétreo de su rostro, puede cambiar esa percepción que los ciudadanos tienen de nosotros, en tanto que partido nacionalcatólico, franquista, autoritario y corrupto. Pero lo más gordo ha sido la tele. Querían que respetáramos la ley de los socialistas que obliga a pactar el nombre del presidente de la Corporación Radio TVE. ¡Qué pacto ni pacto! Con mi mayoría absoluta en el Congreso impongo el presidente. Ya se verá que no será un hombre de partido. Seguiré en esto el ejemplo de Aznar y a ver si se resuelve pronto porque de esta decisión dependen muchas cosas y no estoy dispuesto a que se pierdan por un falso prurito de objetividad. Los medios tienen que adoctrinar en interés de la mayoría de la población, que somos nosotros. Si la tele estuviera en manos de fiar, no habría hecho la sesgada presentación que se hizo de las las presidenciales francesas en favor de la izquierda, que casi sirvió para que ganara Hollande. Por fortuna había ganado el Real Madrid. A veces la vida tiene momentos buenos. Pero duran poco. Rápidamente se te echan encima otros asuntos igualmente urgentes y decisivos. El Rey me trae de cabeza. ¿No podía el abuelo este haberse quedado en su casa que tiene que andar haciéndose el gallito por el África? Ahora está en un lío fenomenal, sobre todo porque se ha descubierto el quid de la cuestión que, como siempre con los Borbones, es un asunto de faldas. Ya me lo decía mi abuela en su casa de Porriño: los Borbones se van por los calzones. Encima no puedo prestarle atención cuando me anuncian una huelga para el próximo 29. Menos mal que cae en puente. Parece como si los sindicatos colaboraran conmigo. A todo esto, a ver qué pasa con la prima de riesgo y las finanzas del país. Guindos inspira confianza, me parece; al menos, más que yo, aunque no acabo de entenderlo. Habrá otros que sí lo hagan. Yo solo entiendo ya de prima de riesgo, pago de la deuda, recorte del déficit. Es decir, los deberes que me han puesto en Alemania para cumplir con las exigencias de los mercados, mi máxima prioridad que es también la guía de mi vida: si no tienes fuerza para ir por tu cuenta, búscate una buena sombra. Apenas puede uno respirar y viene alguien del sur a decir que el Comité Central del Partido Comunista de Andalucía se pronuncia por un gobierno de coalición de PSOE e IU. Al fin y al cabo en Andalucía queda algo de cordura porque en Asturias están locos. No sé qué manía ha entrado a Paco Cascos. Supongo que es envidia. En cuanto a Andalucía, habrá que echarles a Montoro y, desde luego, será cosa de sacar del baúl el estigma aznarino de la coalición social-comunista. A Aznar querría yo ver aquí, administrando lo que en el fondo es su herencia más que la de los socialistas. Me largo a vigilar los diferenciales porque, como esto siga así, nos intervienen".

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público).

diumenge, 22 d’abril del 2012

Tiens! La gauche!

¡Quién lo iba a decir! Después de cinco años de vapuleo ideológico sistemático, de saqueo insaciable de los bienes públicos, de estafa sin precedentes a los pueblos de Europa, de amenazas sin cuento; después de cinco años de machacona propaganda neoliberal a través de sus think tanks en los que unos engolados necios vaticinan desastres sin cuento si la gente no se aviene a que la exploten y la opriman; después de un quinquenio escuchando el contrapunto inquisitorial de ese pájaro de mal agüero instalado en el Vaticano que pretende reevangelizarnos a cristazos; después de cinco años aguantando que los políticos más retrógrados del continente (Berlusconi, Merkel, Sarkozy, Cameron, etc) con sus fórmulas sacadas del almanaque zaragozano, vayan de desastre en desastre, hete aquí que en Francia vuelve la izquierda. Y vuelve con fuerza. Hollande va ganando en intención de voto en la primera vuelta de hoy y seguramente ganará en la segunda, si no cae en alguna de las trampas y provocaciones televisivas en las que Sarkozy es maestro.

Hollande representa una esperanza au delà de la France, para otros países que, como España, están sufriendo los rigores teutones a los que se someten con las orejas gachas los gobernantes españoles, carentes de toda entereza nacional. Es una izquierda socialdemócrata -la única que tiene un palmarés de resultados en Europa- alejada del poder hace ya 17 años, que parece haber aprendido la necesidad de reformular el socialismo democrático radical y de no caer más en las añagazas edulcoradas de las terceras vías, nuevos centros y otras logomaquias similares; la necesidad de enfrentarse al capitalismo en los términos que este entiende: tocándole los beneficios. Hay voluntad de ganar y ojalá lo haga Hollande en donde su exmujer fracasó hace cinco años. ¡Qué gran ocasión perdida!

Supuestamente a la izquierda del PS y de Hollande llega a primera vuelta un Frente de izquierda, presidido por Mélenchon, un antiguo socialista, exministro de Jospin. Se presenta como una ruptura, una innovación, la nueva esperanza de la izquierda frente a un Partido Socialista entregado al neoliberalismo, como el eco francés de la Izquierda Unida en España. Pero no es otra cosa que la vieja táctica de los comunistas de ocultarse tras una organización de masas, frentista, etc, para no comparecer con su nombre a unas elecciones que, como acostumbran, perderían. Así que, de nuevo, el Front de la Gauche no tiene nada y François Mélenchon es el habitual compañero de viaje de los comunistas, es decir, el sempiterno "tonto útil", esa figura en la que suele escudarse el Partido Comunista, pero que ella misma no es comunista ya que, evidentemente, nadie es perfecto. Pero hace lo que le dicen, que es lo importante. ¿Su utilidad? Morder un 10 o 15% del voto a la izquierda, a ver si esta fracasa y, si no, si precisa de ese porcentaje para gobernar, se le pondrá caro. Esta posibilidad no existe en las presidenciales, pero la costumbre deja huella. Claro que si, producto de las amargas experiencias del tiempo, Mélenchon consiguiera entre el 15 y el 20% del voto en la 1ª vuelta podría darse la pintoresca circunstancia que se apunta al final de esta entrada.

A la derecha de Hollande, los conservadores llegan a las elecciones desarbolados. La crisis ha dejado al descubierto que sus discursos, sus fórmulas, sus propuestas, son una mezcolanza de lugares comunes, falsedades y puras fantasías que sólo encubren su deseo de retrotraer la marcha de la sociedad a los tiempos de las leyes de pobres. La derecha francesa ha quemado todo el tren y llega a la primera vuelta con el furgón del carbón vacío. Sarkozy lo ha intentado ya todo para seducir a los franceses: les ha hablado mal de España, que siempre vende en Francia, de la grandeza de la nación, de su firme voluntad de acabar con todos los peligros: los inmigrantes, los islamistas, los terroristas y los voleurs de montres (o ladrones de relojes) y los comunitarios que llegan a Francia a vivir del cuento. Incluso ha dejado sin discurso a la hija de Le Pen, cosa por otro lado poco difícil porque no lo tiene.

Hollande es hombre prudente y sensato. No ha pronunciado la palabra revolución. Pero, si gana, eso es lo que tiene por delante: una revolución en la Unión Europea que replantee los fundamentos del capitalismo ya que, con toda evidencia, las cosas no pueden seguir así.

Y un vaticinio tout à fait drôle: ¿y si a segunda vuelta pasan Hollande y Mélenchon? Mais voyons, ça serait la folie, non? A ver por quién votan los gaullistas, los lepenistas, la derecha liberal y la France de jadis en la segunda vuelta. No lo tengo claro porque las gentes somos un saco de sorpresas. Todo el mundo recuerda qué bien se llevaban los gaullistas y los comunistas durante la guerra fría y qué mal los socialistas y los comunistas de siempre. Por otro lado, el lepenismo es un vivero de votos nacionalbolcheviques. Alucinante, ¿verdad? Pero es de esperar que salga Hollande, por el bien de todos.

(La imagen es una foto de xavier buaillon, bajo licencia de Creative Commons).

Futuro... ¿perfecto o imperfecto?

Este diario, La Razón, al que muchos quitan la tilde para emparejarlo con el apellido de su fundador que pasó de ser Ansón a ser Anson, La Razon, pues, es un producto peculiar. Empezando por su propio nombre que, aunque no lo parezca, es una declaración de guerra.

En efecto, habitualmente manejamos dos significados de "Razón", uno abstracto y otro concreto. En el abstracto por razón entendemos una facultad humana capaz de reconocer las leyes del universo e, incluso, de crearlas; es el significado cartesiano, sublimado que, al no poder dar cuenta de Dios, acaba por suplantarlo, en alguna ocasión de forma práctica, como cuando los revolucionarios franceses entronizaron la diosa razón. No parece que sea este el significado de "razón" al que aluda el título de un periódico tan profundamente religioso que publica semanalmente un trozo de L'Osservatore romano, el periódico del Papa.

El significado del título es el concreto: no se trata de una facultad sino de un pronunciamiento. Se trata de la razón como aquello que se lleva en un debate, cuando se dice que fulano lleva razón, queriendo decir que su argumento es mejor que el del otro. Así que La Razón no es el periódico de los ilustrados, descreídos y racionalistas sino el del nacionalcatolicismo más acrisolado, el que lleva la razón. Y cuando uno está convencido de llevar la razón uno se pone, por lo menos guerrero y así el título es una especie de declaración de guerra: guerra a los progres, los republicanos, descreídos, masones, socialistas, comunistas, librepensadores, herejes, cismáticos, darwinianos y demás morralla. Defensa del trono y el altar, la familia cristiana (clara redundancia pues, si no es cristiana, no es familia), el orden público, la tradición, la autoridad, la jerarquía social y la sumisión de las clases subalternas. La Razón es un periódico de combate.

La portada de hoy sale en defensa de la Monarquía afirmando que tiene futuro, sin caer en la cuenta de que, si algo en verdad tiene futuro, no hace falta salir en su defensa. Salvo si uno quiere que lo hagan duque. Estaría bien un Duque de la Razón, un hallazgo. Pero hay más. Esto de "vender" la Monarquía como se vende un detergente o una energía alternativa pone el producto a la altura de los mencionados y lo fuerza a competir con otros. Por ejemplo, un periódico imaginario que se llamara La Sinrazón podría titular en portada La República tiene futuro, abriendo una comparación imposible ya que la monarquía no se puede comparar con nada pues tiene un carácter casi divino al tratarse de una magistratura personal, intransferible, una unción.

Y todavía hay más en esa pintoresca portada. Es posible que la Monarquía tenga futuro. Hay mucha gente en España empeñada en ello al considerarlo lo más patriótico, ignoro porqué. Pero convendría que aclarara si el futuro es perfecto o imperfecto, ya que hay una sutil diferencia. Si es imperfecto, la Monarquía tendrá futuro; si es perfecto, lo habrá tenido. Porque el futuro de la Monarquía depende del presente, como es obvio y no al revés como pretende establecer La Razón, saliendo al quite del difícil predicamento de la Corona en la hora actual, pretendiendo que el presente se justifica en función del futuro. La Monarquía tiene que justificarse aquí y ahora, no en el largo plazo. Y ha de hacerlo con arreglo a las ideas y valores de hoy, no los de los Trastámara.

Un último apunte en relación con ese ente bicéfalo que los cortesanos de La Razón han llevado a portada. Recuerda aquellas imágenes medievales del misterio de la Santísima Trinidad que se representaban como un Cristo con tres cabezas, una especie de repugnante versión de cristiana del mito griego de las Graiai, con un solo diente y un solo ojo. No recuerdo qué Papa mandó destruir todas estas representaciones y prohibió que se hicieran otras, razón por la cual no quedan Cristos tricéfalos en Europa; pero sí en América Latina, a dónde no llegó el rescripto papal o en donde no le hicieron caso alguno. Bueno, en América Latina y en La Razón en donde, más papistas que el Papa, han sacado un Rey con dos cabezas, también reminiscente del famoso "las edades del hombre", del Tiziano, aunque el cuadro del veneciano tenía tres figuras: juventud, madurez y vejez mientras que la portada del diario solo aparecen la madurez y la vejez. O la monarquía no se libra de la ley general de envejecimiento de la población o los de La Razón no dan una. O ambas cosas porque, aunque uno sea redactor de La Razón o, lo que es menos grave, lector, estará uno de acuerdo en que lo que verdaderamente tiene la Monarquía es pasado.

dissabte, 21 d’abril del 2012

El gobierno contra el Estado.

El Consejo de ministros de ayer fue un aquelarre, un consejo de guerra contra el Estado social y democrático de derecho que consagra la Constitución. El Estado social ha recibido dos tremendos golpes en su pilar de la sanidad y en el de la educación. El Estado democrático de derecho en la libertad de expresión y el derecho a la información por medio del decreto-ley que modifica la vigente Ley de Radio Televisión de 2006 en cuanto a la forma de elección del presidente del Consejo de Administración. El Estado a secas, en el principio general de justicia con ese indulto a los dos últimos condenados en el caso del Yak 42 por no otra razón sino porque es el caso específico del PP, siendo Trillo ministro de Defensa, actualmente premiado con la embajada en Londres.

En realidad todo esto pasa porque el PP actúa en la convicción de que, para llegar al poder, vale todo, incluso la mentira. Ni uno solo de los solemnes compromisos de Rajoy durante la campaña electoral del 20-N ha quedado de pie en cinco meses de acción de gobierno: no iba a subir los impuestos y los subió; no iba a tocar las pensiones y las tocó y dos veces; no iba a meter la tijera en sanidad y educación y les ha asestado dos tajos mortales. Mentira tras mentira se llega a adquirir oficio y, en efecto, Rajoy dice siempre lo que cree que le conviene sin preocuparse si tiene sentido o no, entre otras cosas porque no comparece nunca a dar cuentas y, si lo hace, no admite preguntas. Admira ver con qué tranquilidad el presidente dice una cosa, hace la contraria y no presta atención alguna a las críticas ni, por supuesto, las responde. Para eso tiene a sus ministros que comparecen y muestran que son lo que son: Ana Mato está empeñada en cargarse la sanidad pública por muy diversas vías y José Ignacio Wert en terminar con la educación pública básicamente por dos: reduciendo becas y aumentando tasas.

Se comprende que, teniendo que atentar tan gravemente contra el Estado del bienestar, el gobierno recurra al decreto-ley. Pero la base de este no es que aquel se vea en apuros sino que haya causas objetivas de urgencia y necesidad. De todas formas da igual ya que el gobierno tiene asegurada la mayoría parlamentaria de sobra para convalidar los decretos-leyes más agresivos que quepa imaginar contra el Estado social y democrático de derecho. No es de extrañar que la oposición, singularmente el PSOE, hable de "golpe de Estado". Pues sí, es una especie de golpe de Estado al modo de hoy. Ya no se sacan los tanques a la calle entre otras cosas porque no hace falta. Al fin y al cabo, la función principal de los tanques era siempre tomar los centros de comunicaciones: telefónica, radios, la televisión. Ahora eso se hace directamente, por la vía civil. Telefónica es una empresa privada a las órdenes del gobierno conservador y con el decreto-ley el gobierno se garantiza imponer unilateralmente el presidente del Consejo de Administración de la Corporación de Radio Televisión

Este episodio que, como vemos, pone fin a un modelo de Radio Televisión autónoma e independiente es el producto de la táctica de la mentira más descarnada, tan reveladora de un modo de entender la política. Correspondió a Dolores de Cospedal la tarea de atacar RTVE acusándola de parcial y sectaria contra toda evidencia. La elección es buena pues Cospedal carece de escrúpulos en cuanto a los medios que deban emplearse para conseguir el objetivo. Si hay que mentir, se miente. Con ese mismo desparpajo puede la dirigente popular criticar la supuesta falta de imparcialidad de RTVE sin mencionar siquiera los casos de TeleMadrid y Canal Nou, dos canales públicos literalmente al servicio del PP. No del poder, sino del poder del PP. Lugares en donde la imparcialidad exigida a RTVE tiene tanta realidad como el unicornio.

La mala fe en el juego democrático desprestigia las instituciones. La política pasa a ser una actividad de demagog@s, falsari@s y corrupt@s y los principales interesados en fomentar la errónea percepción popular de que todos los políticos son iguales son los políticos del PP, a su vez interesados en el deterioro del prestigio del sistema. No es, pues, menuda la tarea que ha caído encima de la oposición, sobre todo del PSOE que quiere ser leal con el sistema pues la de IU se plantea en términos radicales y, de ser posible, de sustitución de aquel tanto en su organización económica como en su superstructura política. El PSOE, en cambio, se ve como un partido dinástico, como la izquierda dinástica, si se quiere. Rubalcaba prodiga sus declaraciones imbuidas de respeto a las instituciones, oposición "constructiva", respaldo al gobierno cuando sea preciso, etc.

Pero el sistema se obstina en funcionar mal. El enésimo esperpento real de la cacería en Botsuana, tiene la Monarquía in angustiis, digan lo que digan los dos partidos dinásticos, la prensa monárquica y los hacedores de opinión. Aqui hay una foto mostrando a Corinna zu Say-Wittgenstein, publicada por el Bild Zeitung en la que se ve a la gentil dama alemana seis u ocho respetuosos metros por detrás de Juan Carlos en una recepción de Jefe de Estado, como cuando las esposas turcas van unos metros por detrás de sus maridos. Es una situación absurda. De darse una relación triangular, ese caballero Juan Carlos debe divorciarse de la reina y casarse o juntarse con la elegida de su corazón sin más alharacas. La cuestión es si la Corona aguantaría esta situación, si la propia monarquía la soportaría. Obsérvese que el mero hecho de que se plantee como problema prueba a las claras el estrafalario carácter de la institución.

No es un acierto convertir el PSOE en un partido dinástico. No le va en ello la supervivencia ya que el sistema admite e integra partidos antidinásticos, republicanos y hasta revolucionarios. No hay razón para que el PSOE se despoje de su alma republicana tradicional y se convierta en puntal de un sistema político que arrastra un problema de legitimidad de origen ya que, en definitiva, la Monarquía es la que impuso Franco cuyo régimen ha condenado el PSOE en repetidas ocasiones sin que sea fácil entender ahora que se condene un régimen pero no sus obras. Nada obliga al PSOE a ser lo que sus militantes no quieren ser, esto es, monárquico. Puede mantenerse fiel a su republicanismo. Puede ser leal con la legalidad pero no compartir el criterio de legitimidad. Parece una tontería de la que las gentes prácticas no se ocupan, pero no lo es.

divendres, 20 d’abril del 2012

Así que eran lo mismo, ¿eh?

El gobierno de Rodríguez Zapatero reformó radicalmente el estatuto y gestión de la Radiotelevisión española, dejándola saneada y en el pináculo de su prestigio en punto a objetividad, pluralidad y profesionalidad puesto que no era un apéndice del gobierno sino un medio imparcial y de calidad. La RTVE con el PSOE fue un modelo. Al PP le irrita todo lo que no sea supeditación ciega a sus designios, lo que no sea un un gabinete de agitación y propaganda del partido en manos de comisarios políticos cerradamente sectarios y, además, mentecatos, pues lo uno suele ir con lo otro. Así que, muy fastidiado con el ejemplo sentado por el PSOE desplegó una táctica en dos momentos para destruirlo. En un primer momento lanzó a Dolores de Cospedal -probablemente la política más mendaz y falsaria de toda la panoplia- a atacar RTVE asegurando contra toda evidencia, que era un modelo sesgado, no neutral y anti-PP. En el segundo, un golpe de mano: se destruye la normativa del PSOE con el cuento de que hay un bloqueo que es absolutamente falso, se cambia la norma y se consigue que el presidente de RTVE se nombre por mayoría absoluta del Congreso, es decir, por el PP. Vía libre, pues, para poner la RTVE en manos de alguno de sus sicarios en los medios, que hay muchos. Igual que Aznar en su día no tuvo inconveniente en nombrar a un diputado de su partido, López Amor o, luego, un ridículo turiferario como Urdaci, no cabe duda de que Rajoy y los suyos buscarán a alguien entre los Buruagas, Tertschs, Urdacis, Dávilas, Villas, Losantos, etc, etc y la gavilla total de propagandistas de la reacción.

Personalmente me da igual porque no veo la TV ni escucho la radio. Nada. Así que, por mí, como si el gobierno contrata a Adolf Hitler o Francisco Franco, que ganas no le faltarán. Pero todos los mendas que decían que el PP y el PSOE son lo mismo y están pegados a la pantalla y a la radio, por fin se van a enterar de que esa estupidez era falsa y mal intencionada. Les deseo que disfruten largas horas viendo y escuchando a Buruaga, Urdaci, Losantos y otros "comunicadores" de similar factura.

¿Y la sanidad? La mitad de ella está en trance de privatización y la otra mitad, la pública que quede, el PP está encareciéndola fuera del alcance del común de los mortales. Los genios que decían que PP y PSOE son lo mismo, que vayan hacerse una ecografía a un hospital de Castilla La Mancha, región en la que la sanidad ha pasado a ser de las mejores del mundo a ser de las peores. ¡Ah, pero PSOE y PP la misma mierda es!

¿Y la educación? La no universitaria se divide ya en privada/concertada, que tiene todo el apoyo y el dinero de la administración y la pública, en un estado de abandono y decrepitud. La universitaria queda ya reservada a los ricos. Con su habitual petulancia y falta de inteligencia, Wert ha reducido las becas y ha subido una enormidad las tasas. ¿Para qué quieren estudiar los pobres? Y si, para alcanzar tan católico como ruin intento hay que mentir con todo descaro, ahí está Wert dispuesto a decir que en California hay menos universidades que en España cuando hay el doble. Quienes votaron al PP o desmovilizaron el voto al PSOE con el argumento de que este es igual que aquel merecen lo que les está pasando. Lo malo es que también nos pasa a los demás, que no caímos en la trampa de las mentiras electorales de la derecha y tenemos que aguantarnos. Nos queda el consuelo de saber lo que hacíamos y que no somos estrictamente estúpidos.

No hay dinero para los servicios públicos.

A poco de recibir el doctorado honoris causa en Derecho por la Universidad privada Sergio Arboleda en Bogotá, Rajoy lanzó un triste alegato, una especie de lamento para justificar el 10% de repago de los medicamentos de los jubilados. Había dicho que no tocaría las pensiones y ya las ha bajado dos veces con triquiñuelas. Una, al subirlas un 1% pero incrementarles también el IRPF; dos, al hacerles pagar por lo que antes recibían gratis. Por ello, probablemente, decidió el presidente ponerse dramático y emplear ese tono quejumbroso de pedir unos pocos euros, un pequeño esfuerzo ya que "no hay dinero para los servicios públicos". La idea es transmitir consternación, agobio, en una situación dramática para mover al sacrificio a los pensionistas. Pero ni esto hace el PP bien porque, al mismo tiempo, uno de esos consejeros lenguaraces que proliferan en la derecha equiparaba el repago de los jubilados a cuatro cafés. Aparte de mostrar tenerla tomada con el café, esta intervención induce a preguntar qué creen los políticos que están haciendo: pedir sacrificos a los sectores más castigados o recortarles algunas gollerías de una vida de lujo y molicie.

Sin embargo, la amarga afirmación de Rajoy (no hay dinero para los servicios públicos, esos que él no iba a tocar) tiene un significado más profundo. Para entenderlo hay que refrescar la memoria: hace años que los poderes públicos, sobre todo los conservadores pero también los socialdemócratas, vienen reduciendo los ingresos del Estado a base de disminuir los impuestos directos, de conceder exenciones equivalentes a la renuncia al impuesto, como es el caso de las SICAV en España o bien de renunciar sin más a determinados gravámenes como el impuesto de transmisiones o el del patrimonio ambos suprimidos por los socialistas. Al cabo de años de descapitalizar el Estado y de incrementar los gastos bien en defensa bien en proyectos suntuarios (como en el caso de Valencia) el Estado o la Comuidad Autónoma se encuentra sin dinero para los servicios públicos.

Se trata de una política económica neoliberal deliberada y su colofón es clarísimo: si no hay dinero para pagar los servicios públicos, los servicios públicos se suprimen. Si no, se reducen al máximo y se obliga a los ciudadanos a pagar doblemente por lo que quede. Además, hay que privatizarlos porque, en el fondo, gestionados con criterios privados, esos servicios son verdaderos negocios. El beneficio que estos gestores privados de lo público se embolsan es la traducción en dinero de los servicios que los ciudadanos no reciben o los reciben de una calidad ínfima.

Mientras se piden sacrificios y más sacrificios a la gente, nadie toca los privilegios de los políticos y mucho menos la gigantesca mordida que la iglesia da todos los años al erario público. Al contrario, se solicita de los de siempre que se rasquen el bolsillo pues, entre otras cosas, ya están acostumbrados a hacerlo, ya se lo rascan para pagar las subidas en todos los bienes y servicios, la retirada de todas las subvenciones e incentivos y todo con cargo a unos ingresos menguantes.

(La imagen es una foto de La Moncloa, bajo licencia de Public Domain).

dijous, 19 d’abril del 2012

Anticlímax.

Dicen los sentenciosos que la sabiduría consiste en aprender de los errores, de los fracasos, de las derrotas, para acumular experiencias y corregir el rumbo. ¿Y de las victorias, no hay nada que aprender? ¿No hay que corregir el rumbo después de los triunfos? Aparentemente, no. Si hemos triunfado, se dice, no es preciso corregir rumbo alguno; al contrario, hay que perseverar en él puesto que es el rumbo del éxito.Pero no es así. Estoy convencido de que actuar de este modo es el primer paso para convertir un triunfo en una derrota. Es la evidencia de que, si difícil es saber perder, más lo es saber ganar. Todo resultado de la acción humana, sea acertada o errónea, requiere consideración, estudio, análisis porque en él se encuentra siempre la clave para la acción posterior.

Las disculpas públicas del Rey son un triunfo. Pero un triunfo ¿de quién? Parece claro: de quienes las han pedido, las han exigido y, por último, las han impuesto; es decir, en primer lugar, la opinión pública, ente hasta ahora gaseoso pero que toma consistencia en las redes sociales, internet, el ágora, la plaza pública, que mostró su indignación con un comportamiento detestable por varios conceptos. En segundo lugar, bastantes (no muchos, por cierto) hacedores de opinión, analistas, articulistas y columnistas que igualmente censuraron -y en términos muy duros- la conducta del monarca. Paradigmático el artículo de Zarzalejos en El Confidencial Historia de cómo la Corona ha entrado en barrena; el más notable, pero acompañado de otros, entre los cuales no dejaré de citar los de Palinuro, que tiene enchufe en esta casa. En tercer lugar, los partidos de la izquierda, de IU hacia la zocata en compañía de algún partido nacionalista conservador, como el PNV, que adoptaron una actitud de claro repudio y exigieron las explicaciones y responsabilidade debidas. En cuarto lugar, el eco en el exterior, en los medios de otros países que también ha contribuido al éxito si bien no con los mismos efectos.

Es el frente de la victoria, el ganador. Porque en todo resultado colectivo hay unos que ganan y otros que pierden. Los primeros, ya lo hemos dicho, deben analizar su triunfo; los segundos, también dicho, su derrota. ¡Ah!, dirán los espíritus puros, los sublimes, esos que siempre aparecen au dessus de la melée, ¿es que hay perdedores aquí? De ningún modo: el rey, en su noble, generoso, magnánimo proceder, una vez más, simboliza la unidad de la patria, incluso en las horas bajas. La comunidad se ha purificado, las instituciones se han fortalecido, la democracia se ha afianzado, la monarquía se ha recreado. Es una victoria de todos. No hay ganadores ni perdedores.

Naranjas de la China. Siempre hay perdedores y ganadores. En el caso que nos ocupa, forzar las disculpas públicas de un rey, los vencedores, mencionados quedan. ¿Y los perdedores? En primer lugar toda la constelación de la derecha; sus políticos con sus contundentes declaraciones blindando la monarquía frente al más leve asomo de crítica, como intangible que la consideran haga lo que haga; y, por supuesto, su frente mediático con portadas flamígeras pidiendo la guerra contra la Argentina para que no se hablara de la mayestática pifia o defendiendo esta frente a la conjura judeomasónica. Nada que tenga interés pues se trata del comportamiento esperable en una mentalidad servil.

Más interés presentan los otros perdedores, esto es, la izquierda socialdemócrata y su también frente mediático. El equivalente al artículo de Zarzalejos en el bando de los perdedores fue el editorial de El País de 15 de abril, titulado Percance real, en el que se sostenía la peregrina tesis de que la metedura de gamba del Rey pertenecía al ámbito de su vida privada y los demás a callar; un criterio próximo al de los serviles, si bien es cierto que muchos de los columnistas del diario reaccionaron con la dignidad cívica que era de esperar, sin recurrir a ficciones malas (puesto que hay ficciones buenas) y rabulerías. Algo parecido sucedió con los socialistas, sin ignorar notables excepciones, como la de Tomás Gómez o Patxi López, quienes dijeron lo que había que decir, arrostrando la condena de la dirección bajo el no muy original ni audaz criterio de que el partido socialista "no comenta los asuntos de la corona", algo tan inteligente como lo de la esfera privada del monarca. Rubalcaba, reinventando el porte de un Disraeli, decía que estos eran asuntos que él despachaba privadamente con el monarca. Es decir, de nuevo, todo el mundo a callar que el segundo partido dinástico cierra filas con el primero, el de los serviles, para acorazar el derecho de la Corona a hacer lo que le plazca sin obligación de dar cuentas a nadie salvo a los electos en petit comité; clarividente actitud, acorde con el espíritu del tiempo de la transparencia, la rendición de cuentas y el ágora universal del ciberespacio.

Estos son los perdedores. Quizá harían bien en reflexionar sobre su derrota pues los ha dejado ciertamente en ridículo al haber sido el mismo rey a quien ellos pensaban proteger con el silencio el que lo ha roto para hacer lo que sus defensores no querían, pedir disculpas, mostrarse arrepentido. En el caso de los serviles la reflexión no servirá de nada pues por la monarquía están dispuestos a sacrificarlo todo, incluso la autoestima y el sentido del ridículo. Tampoco parece servirá en el caso de la prensa afín a la socialdemocracia. El editorial de hoy de El País, titulado Gesto sin precedentes demuestra que, según él, no hay nada que reflexionar. Un gesto sin precedentes y a callar. Incluso añade una dosis de amenaza al decir que solo el populismo o el amarillismo periodístico permiten confundir la crítica que merece el comportamiento de un familiar del Rey, o del propio Rey en un caso concreto, con un debate sobre el futuro de la Monarquía. Los populistas y/o amarillistas allá se las apañen, pero ¿no quedábamos, según el editorial primero, en que el comportamiento del Rey no era criticable porque pertenecia a su ámbito privado? No merece la pena seguir: tan dinástico como los partidos y como los demás periódicos comerciales, es El País

Queda por decir algo sobre el PSOE, si bien no sé si será de utilidad. Es obvio que, como dicen los castizos, se ha pasado de frenada. La cuestión es si lo reconoce y la impresión es que no. El PSOE parece atrapado en el vicio de respetar las instituciones porque sí y no porque se lo merezcan, es decir, aparece comprometido con la conservación e intangibilidad de un sistema que, como todos los sistemas, es susceptible de reforma y mejora y en el que, desde un punto de vista crítico, avanzado, progresista, no puede haber nada intocable, nada indiscutible.

Por último, el Rey. Los cortesanos le regalan los oídos hablándole de su triunfo. Pero basta con mirarle el careto para darse cuenta de que él lo ha experimentado como una amarga derrota. Lo que es. Y lo ha conseguido la sociedad en su conjunto en la ausencia, incluso la oposición de quienes se ven sus representantes. Pero, en definitiva, ¿es victoria o derrota del Rey? Aún no lo sabemos. El episodio de Botsuana ha resultado ser la punta del iceberg. Quizá de ahí venga la petición de disculpas, del intento del Rey de poner un cortafuegos para que la indignación pública no se extienda a los asuntos de alcoba, los del ecologismo y, por supuesto, los del orden penal a cuenta de su yerno y de los apaños que el suegro se traía con él. Es decir, al final de la función lo veremos.

dimecres, 18 d’abril del 2012

Bono opina.

Habla Bono y suelen moverse las entretelas de políticos, periodistas, clérigos, militares. Es un cañón giratorio. Toca todos los temas, civiles, militares, religiosos, territoriales. Y siempre genera escándalo, cuando no indignación, a pesar de que sus observaciones suelen ser reciamente conservadoras o quizá precisamente por esto. Donde más inquina despierta Bono es en su partido. Eso parece incluso divertirle y a veces suscita la idea de que se pronuncia solo para fastidiar. Y ¡hay que ver cómo lo consigue! ¿Por qué será?

En lo esencial porque es personalmente inatacable. El hombre tiene convicciones, tiene criterio, tiene personalidad; es demócrata y, además, honrado. Lo dicho, inatacable personalmente. En él no prenden los argumentos ad hominem. Hay que responder a los razonamientos, las teorías, las propuestas de Bono y ahí no andan tan fuertes quienes lo critican.

Verdad es, Bono es muy católico, muy devoto y no le parece que la separación entre la iglesia y el Estado deba ir mucho más allá de donde ya está. Tuvo un momento de lucha de conciencia cuando el aborto pero, al final, sabiamente, la conciencia obedeció al partido antes que a la iglesia. Sus convicciones laicas son también muy conservadoras. Aquella carta que dirigió a Fraga cuando este anunció en septiembre de 2011 que se retiraba de la política y a la que Fraga contestó a través de Palinuro, en realidad sitúa a Bono en algún impreciso lugar ente el PP y el PSOE. Lo cual es muy legítimo pero quizá no sea lo más inteligente para el PSOE, partido al que, en principio, pertenece nuestro hombre.

Su áspero enjuiciamiento de un posible pacto PSOE-IU en Andalucía, la truculencia de su lenguaje, no facilitan los entendimientos (aunque quizá sirvan para que el PSOE fortalezca su posición negociadora frente a IU) y dibujan un clima de enfrentamiento ("odio social", "estalinismo", "lucha de clases") poco recomendable. A Sánchez Gordillo, objeto de los exabruptos de Bono, le ha faltado tiempo para llamarlo "franquista". Es la forma hispánica del meme de la Ley de Godwin: estalinista/franquista son los equivalentes del "nazi" global.

Sánchez Gordillo no es aquí decisivo y lo dejamos al margen. Al hablar de "lucha de clases", como si fuera mentar la bicha, Bono recordará, supongo, que es uno de los principios sobre los que se edificó su partido, un partido de clase, como lo prueba la oronda "O" de "Obrero" de las siglas. Bono seguramente piensa que el partido debe actualizarse, olvidarse de la lucha de clases y postular, quizá, el amor entre ellas, pero no le extrañará si, por ahora, muchos, incluso en su partido, piensan que la lucha de clases es tan actual como en tiempos del abuelo Iglesias.

Pero Bono va más allá del mero improperio. Es proactivo, se mueve, sugiere. Sugiere, propugna, una coalición PP-PSOE en Andalucía, una grosse Koalition a la andaluza, antes de caer en el pozo de una alianza con los estalinistas. Es más o menos el espíritu del tamayazo aunque aquí el juego es limpio. Que sea limpio, sin embargo, no quiere decir que sea sensato. Toda grosse Koalition falsea las instituciones porque plantea un parlamento sin oposición de forma que esta solo puede ser "extraparlamentaria". En todo caso, Bono ve de verdad la alianza PP-PSOE como la mejor solución.

Pero ¿lo es? Para el PP, desde luego: pasa gratis et amore de la sempiterna oposición a un flamante gobierno y legitimado además con la alianza socialista. Sentido de Estado. En las próximas elecciones puede conseguir la mayoría absoluta que se le ha escapado en las últimas. Y gracias a Bono. ¿Y para el PSOE? La catástrofe sin paliativos. Un PSOE andaluz a remolque de un gobierno de la derecha empujaría a muchos electores socialistas a mudar su voto a IU. La distancia entre los dos disminuiría pero dividirían más a la izquierda con lo que garantizarían la mayoría absoluta del PP. Y no creo que sea esa la intención de Bono. Al menos por ahora.

(La imagen es una foto de U.S.Federal Fovernment, en el dominio público).