divendres, 23 de novembre del 2012

El desastre nacional.

Un gobierno contra el pueblo. En un año, el gobierno ha mostrado suficientemente que su objetivo es empobrecer a la población, desasistirla, privarla de derechos, mantenerla en el paro y sin prestaciones. Los ejemplos se acumulan: se emplean los dineros públicos para rescatar bancos a los que se permite una política frenética de desahucios que ha provocado tres suicidios y miles de situaciones angustiosas; se dificulta la vida de todos, especialmente de los jubilados; se reduce y encarece drásticamente el acceso a la educación y la sanidad; se practica una política de enchufismo y nepotismo sin parangón en nuestra historia; se mantienen descaradamente los privilegios de la iglesia, el capital y las empresas; se amnistían los delitos monetarios y los casos de corruptelas; se controlan ideológicamente los medios de comunicación públicos; se gobierna sin tener en cuenta el Parlamento y de un modo arbitrario e injusto, hasta extremos increíbles. Un par de ejemplos de comprobación: mientras el gobierno multaba a un ciudadano por llevar una bandera tricolor so pretexto de que podía irritar a no sé qué hinchas, los falangistas pueden hacer marchas conmemorativas. Mientras los gobernantes de todo tipo cobran sueldos estratosféricos y despilfarran el resto en asesores y cargos de confianza a cientos con salarios también de alucine, en Madrid privan a los jubilados de la posibilidad de ir al cine una vez por semana por un euro.
A ese expolio acumulado se ha añadido recientemente que la alcaldesa de Madrid vende unas viviendas en el centro de la capital (y, en cristiana correspondencia, planta en la calle a los inquilinos, casi todos ellos ancianos, muchos con problemas de validez) a una empresa participada por el marido de Cospedal quien, a su vez, sigue cobrando dos sueldos de modo indebido. La Junta de Castilla y León invertirá 11 millones de euros en un macropoyecto urbanístico llamado ciudad del medio ambiente en un páramo soriano mientras deja sin financiación los servicios sociales.
El desfile de consejeros de todos los partidos en Bankia que se levantaban una pastuqui al año por no enterarse de lo que hacía el ente al que supuestamente aconsejaban es absolutamente deprimente. Bankia y tropecientas cajas que han sido saqueadas por una pandilla de aparentes inútiles, pues dicen no saber de qué iba el invento. Pero la pastuqui la cobraban.
El ministro Gallardón, al que los apologetas de la situación consideraban un conservador moderno, abierto, centrado, ha mostrado ser un correoso nacional católico primero y un auténtico esquilmador de las posibilidades de las gentes, entendidas como justiciables después. Y en ambos casos con apuntes teóricos tan sofistas como ridículos. En su primer papel de doctrino de la iglesia sentenció opiniones sobre la condición femenina que pasarán a la historia de la necedad. Eso de que la maternidad es la realización de las mujeres y que estas deben aceptar lo que el Señor sea servido enviarles suena muy bien a oídos de Rouco Varela pero niega la libertad de las mujeres que solo es tal si pueden decidir.
En su segundo papel, Gallardón ha acometido el problema de la saturación y lentitud de los juzgados por el procedimiento de encarecerlos y ponerlos fuera del alcance de la gente con menos medios. Probablemente justifique esta injusticia con razonamientos mercantiles típicamente liberales: no hay nada gratis; el que quiera un servicio, que se lo pague. El mercado se rige por la ley de la oferta y la demanda. Un diamante no puede valer lo que un abalorio. El sofisma aquí está en que la justicia no es gratuita puesto que se paga con los impuestos de todos los ciudadanos. Pero sí es de igual acceso para todos (y sobre esto habría mucho que discutir) y eso es lo que molesta a los Gallardones de turno. ¿A dónde llegaremos si un pelanas puede querellarse contra el presidente de una empresa?
Verdaderamente no extraña nada que un concejal del mismo partido PP considere que Gallardón es el peor ministro de Justicia. Obvio. Pero aún tiene margen el ministro pues en eso de ser malos, otros le llevan ventaja. Así, según el Financial Times, De Guindos es el peor ministro de Economía de Europa, algo que los españoles no solamente intuyen sino que sufren directamente. No hay más que ver cómo está gestionando la crisis. El hecho de que la hoja de servicios del ministro solo acumule fracasos, como el de Lehman Brothers, del que era responsable en España, ya es suficiente acreditación para las dos cosas: a) probar que eres malo y b) que te fichen para ministro de Economía en España, con lo que llegas a peor. Lo mismo vino a suceder con Rato: después de su inexplicable espantada del FMI, lo hacen presidente de Cajamadrid y de Bankia más tarde en donde ha organizado este absoluto desastre en que vive el país.
Pero la propia cúpula del mando rivaliza con sus ministros. El mismo Financial Times considera que Rajoy es el peor de todos, mucho peor que De Guindos. Lo considera un político de provincias que no se entera de qué va la cosa en Europa. Inútil, mudo, escurridizo, incomprensible, como de otro planeta. De haber hablado con españoles, estos habrían podido añadirle que mucho más bobo y solemne que aquel bobo solemne de que él hablaba. Un majadero que dice melonadas con tono de profunda convicción.
Y estas gentes, mezcla de incompetentes, necios y retrógrados toman las decisiones que nos afectan a todos.
Es una situación de desastre, de emergencia nacional que tiene pasmado al continente.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).