dilluns, 11 de juny del 2012

Haciendo el ridículo.

Leo en un libro de Tony Judt una cita estupenda de George Orwell: "Para ver lo que tenemos delante de las narices hay que luchar denodadamente". Desde luego. Y como luchar denodadamente no es universal afición, la mayoría de la gente no ve lo que tiene delante de las narices. Otros podrían luchar, pero prefieren no hacerlo pues lo que tienen delante de las narices no les gusta o no les conviene. Se inventan entonces historias y fantasías con el fin de engañar a los demás. Es el caso de Mariano Rajoy. El rescate no es un rescate.
El presidente del gobierno no contaba con comparecer en público a dar cuenta de la operación de rescate de la banca española. Por eso mandó por delante a De Guindos con la misión de trasladar el mensaje: el rescate no es un rescate sino una línea de crédito en condiciones muy ventajosas. Entre tanto, él preparaba su viaje a Danzig como portaestandarte de la Patria, a hacer lo que se ve en la foto de El País. Esa foto, en un momento en que cae sobre España un yugo de 100.000 millones prestados que habrá que devolver con intereses, no es solamente un insulto a los españoles, sino a un mínimo sentido de la decencia humana.
"Pero no", decía De Guindos, con la misma alegría dibujada en el rostro que podría tener si estuviera enterrando a un ser querido, "no es en absoluto un rescate, es un crédito a la banca, del que responderá la banca". "Pero no", respondía de inmediato Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Finanzas, "no se presta el dinero a los bancos", sino a España Es decir, al Estado y lo tendrá que devolver el Estado, o sea todos nosotros. Tendremos que devolver un dinero que no veremos pues irá a los bancos. Algún listo ha dicho que es una astuta forma de convertir en pública la deuda privada. Falso: es añadir a la deuda privada la pública como si fuera privada. Un negocio redondo.¿Y qué dicen las autoridades?
Lo primero que se les pasa por la cabeza. Su único fin es presentar una derrota patente como una imaginaria victoria a base de negar lo evidente. Y negarlo siempre. Sea o no necesario. Por ejemplo, Rajoy pasó tres meses negando que España fuera a necesitar un rescate y dice haber pedido una línea de crédito de forma voluntaria. Eurolandia, sin embargo, sabía que España pediría el rescate -llamándolo de otra forma- el sábado, a ver si conseguía camuflarlo con el fútbol, y por eso, precisamente, celebró una conferencia expresamente sobre España que pidió el rescate porque no le quedaba más remedio y estaba, como dice Libération, entre la espada y la pared
Esta negación de lo obvio, este presentar una humillación como una victoria, un golpe recibido como uno dado, recuerda mucho el intento del gobierno del PP de colgar la autoría del atentado del 11-M de 2004 a ETA en una delirante pretensión de que la gente no viera lo que tenía delante de las narices, sino lo que él, el gobierno, había fabulado. Y ha provocado una indignación social generalizada análoga a la de la mentira masiva de marzo de 2004. Indignación, cólera, verdadera furia. Los del 15-M han vuelto a sol a pedir la dimisión de Rajoy.
Presionado por la opinión, a rastras, de mala gana, Rajoy hubo de comparecer públicamente ayer, antes de seguir adelante con su falta de sensibilidad de irse a dar berridos a Danzig. Pero fue para largar una serie trolas en la versión oficial de los hechos. No hay tal rescate sino, al contrario, un triunfo de España cuya salud es tal que le basta salir al mercado y los inversores se dan de bofetadas por prestarle dinero. Cuando todo el mundo sabe, pues lo dijo Montoro, que España tenía cerradas las puertas de los mercados Lo sabía también Rajoy. No tenía, pues, más salida, que pedir el rescate a Europa, como lo hizo a la fuerza y aceptando las condiciones impuestas y las que quedan por imponer. En este campo es donde los gobernantes tratan de confundir a la población. No fue Al-Qaeda (Rajoy decía en 2004 tener la "convicción moral" (sic) de que había sido ETA), sino ETA. No es un rescate sino un triunfo de España. Es más, a él no lo ha presionado nadie sino que ha sido él quien ha presionado a los europeos para conseguir ese magnífico crédito.
Sin negar que el crédito a España y, de momento, es light en comparación con los de Grecia o Portugal, la pretensión de presentar el hecho como un triunfo en lugar de una claudicación es ridícula. Diga lo que diga Rajoy, al tener cerradas las puertas de los mercados, no había más salida para España que pedir ayuda y esta es obligada. Salir sacando pecho en estas circunstancias es bombástico y cuadra perfectamente con la imagen estereotipada de los españoles que reina en Europa: un pueblo de bravucones ignorantes muertos de hambre dándoselas de señores. Es decir, estamos haciendo un ridículo universal, como queda constancia mirando lo que dicen los periódicos extranjeros pero que conocen mejor la realidad española que La Razón o el ABC. Por ejemplo, el Economist califica las maquinaciones de Rajoy de slightly comical, es decir,ridículas en román paladino. Y The Guardian lo clava cuando dice que Rajoy está embarcado en una campaña orquestada para presentar el rescate como una victoria nacional. También el Financial Times se pasma por el intento de convertir una derrota en un triunfo pero, siendo yankies y haciéndolo todo más a la pata la llana, pone a España en el club de los perdedores, con Irlanda, Portugal y Grecia. Ahora ya saben los españoles lo que tienen delante de las narices.
Supongo que Rajoy no hará caso al parecer mayoritario de la red de que se quede en Polonia y volverá a España. Tiene pendiente  una comparecencia parlamentaria pedida por toda la oposición. Conociéndolo, no es seguro que acepte. Y, si lo hace, dirá, no lo que tiene delante de las narices, sino lo que se ha inventado para no dimitir. Exactamente lo contrario de lo que dice todo el mundo en el extranjero. Pero eso a Rajoy no le importa pues no sabe idiomas.