dijous, 31 de maig del 2012

La Gran Nación se tambalea.

La cara de susto de MAFO, muy parecida a la que se les pone a los brokers cuando se hunde una bolsa inopinadamente ya lo dice todo y haría innecesaria esta entrega si no fuera por la necesidad de explicarnos cómo hemos llegado hasta aquí.
Hasta aquí quiere decir aquella situación en que hemos pasado de tener uno de los sistemas financieros y bancarios más sólidos del planeta (en enérgica afirmación de Rodríguez Zapatero hace cuatro años) a estar calificados de bonos basura y no ya solo los bancos sino el país en su conjunto. Incidentalmente, una sola pregunta con referencia a aquella afirmación de Zapatero: ¿con qué grado de conocimiento de causa hablan los gobernantes en momentos especialmente difíciles? Sin duda, cuando Zapatero ensalzaba la solidez de la banca española no lo hacía de mala fe o para engañar; simplemente, no tenía ni idea de la situación. Mala costumbre esta de decir cualquier cosa para salir del paso. Lo mismo sucede con Rajoy. Afirma categórico que España no necesitará rescate. ¿En qué se fundamenta cuando la realidad pulveriza día tras día las bases de sus cálculos? Obviamente en nada. En sus deseos, supongo y en su firme convicción moral de que España es una Gran Nación.
Los escasos planes y proyectos de Rajoy yacen pulverizados a los pies de ese Moloch que se llama la prima de riesgo. Tengo para mí que el pánico que infunde la tal prima es exagerado. Suele compararse con la de Grecia, Irlanda, Portugal en el momento de las respectivas intervenciones y todo el mundo espera el hachazo de un instante a otro. El primero de todos, el gobierno. Rajoy, en realidad, ya no gobierna sino que se limita a esperar qué oportunidades se nos ofrecen y qué órdenes se nos dan a cambio pues Bruselas (es decir, básicamente, Alemania) no condiciona sus decisiones a las informaciones de las autoridades españolas, a las que no cree, sino a las de los consultores y calificadores internacionales independientes y las de sus propios emisarios. Este puñado de individuos extranjeros es el verdadero gobierno de España que está intervenida de hecho. Por eso la prima de riesgo no es muy significativa: puede tirar hacia arriba si detecta que el gobierno español sigue haciendo chanchullos y trata de escabullirse de la dura disciplina europea (sobre todo cuando parece va a acordársenos una moratoria, algo por lo que, por cierto, había luchado inútilmente Rubalcaba), pero no se ejecutará, por así decirlo, mientras España se ciña a las condiciones del rescate blando que se está imponiendo. 
Lo que más impulsa la prima de riesgo no es la conjura judeomasónica gibraltareña y exterior, como quieren el ABC y La Razón sino las aventuras de la picaresca, la corrupción nacional. El gobierno trata por todos los medios de impedir que se sepa qué sucedió con Bankia, es decir, trata de encubrir lo que está pareciendo cada vez más una estafa de proporciones mayúsculas. Siendo así que la transparencia y honradez del gobierno es un requisito imprescindible de la gobernación actual a la hora de gozar del crédito exterior, ese encubrimiento esta causando el alza de la prima y no el hecho de que se pitara el himno nacional en el fútbol, como sostiene no sé cuál de los ministros porque todos rivalizan en decir disparates.
En "emergencia total" ve Felipe González a España y en "emergencia total" considera El País la Unión Europea. Y toca a rebato, sumándose a otros grandes rotativos europeos en busca de ideas aúreas que salven la Unión. Llegados aquí, Palinuro no resiste la tentación de recurrir a su acrisolada doctrina de la Europa de la chapuza. Europa se encuentra cíclicamente al borde del abismo; cuando se abre esta conciencia, surgen ideas grandiosas. Por ejemplo, Felipe González habla de soberanía compartida. Casi parece haberse hecho nacionalista vasco o catalán. No haya cuidado: la misteriosa fórmula reza de puertas para fuera, no para dentro. Y siga sin haber cuidado, tampoco para fuera tiene sentido. La soberanía no se comparte como el que comparte un predio o una piscina, cosas externas y ajenas a nosotros. La soberanía la llevamos con nosotros y la ejercemos todos juntos pero es solo una. Puede coexistir con otras soberanías (es la costumbre) pero no compartirse con ellas. Es más, cuando se da la compartición es a la fuerza y en condiciones nada simétricas. Por ejemplo, Alemania comparte la soberanía de Grecia pero Grecia no comparte la de Alemania. ¿Y España, la Gran Nación? Blowing in the wind.
Las ideas grandiosas nunca han salvado a Europa de las crisis. Lo han hecho las chapuzas. Y de nuevo será una chapuza la que resuelva la situación porque en el ánimo de todos parece estar la idea (ignoro si correcta o incorrecta) de que si la Unión es cara, la no-Unión lo es más.