dilluns, 7 de novembre del 2011

La izquierda y las elecciones.

La derecha se presenta a las elecciones del 20-N unida como una piña. Sabe, y tiene razón, que la base del triunfo es la unidad, concentrar el voto en una sola opción, no fraccionarlo. ¿Quiere esto decir que toda ella comparte un único punto de vista, una misma ideología? En absoluto. En el interior del PP hay muchas discrepancias teóricas, hay conservadores, liberales, liberales al estilo de Esperanza Aguirre, demócratas-cristianos, ultranacionalistas, neoconservadores, neofranquistas y gentes de extrema derecha. Una gran variedad de criterios. Pero coinciden en algo, en la necesidad de supeditar sus diferencias al único objetivo que importa, conseguir el poder. A él lo sacrifican todo. Incluso su acendrado amor a la patria pues, llegado el caso, no tienen inconveniente en aliarse con los nacionalistas periféricos como estos tampoco lo tienen en aliarse con los españoles jacobinos y ultracentralistas. El poder es lo que importa, ganar las elecciones. Luego, ya se verá cómo se gobierna. Si es necesario llamar a la banda ETA Movimiento Vasco de Liberación Nacional se hace. La derecha no pierde el tiempo en debates por cuestiones de principios. Tiene, además, pocos de estos. Apenas el de conseguir el poder pra preservar el orden constituido, desmantelar el Estado del bienestar, consolidar el capitalismo de libre mercado, favorecer a los empresarios, debilitar los sindicatos, deshacer los avances en materia de igualdad y derechos de las minorías, facilitar la vuelta del nacionalcatolicismo.

Por el contrario, la izquierda se presenta fragmentada. A la izquierda del PSOE aparece una multitud de formaciones de las que sólo dos o tres tienen esperanza de conseguir representación parlamentaria, por lo demás ínfima. Las otros no es que no lleguen al 3 por ciento; es que no suelen llegar al uno por ciento, pero restan votos a las otras formaciones más viables, especialmente al PSOE. Al no concentrar las opciones y desperdigarlas, los votos se pierden. Como tiene aguda conciencia de este inconveniente, la izquierda habla continuamente de unidad. Prácticamente todos los partidos ha hecho ofertas de unificación de forma que es posible que haya tantas plataformas unitarias como candidaturas. Sobre la validez y viabilidad de estas pretensiones de unidad da idea una de las primeras ofertas que se hizo que pretendía forjar la unidad de la izquierda excluyendo expresamente al PSOE al que los habituales guardianes de la fe que, al parecer, tienen derechos de autor sobre los conceptos, niegan la condición de partido de izquierda.


Breve digresión sobre el Programa Común de la Izquierda. En los años setenta del siglo pasado, luego de muchos otros de enfrentamientos estériles, el Partido Comunista y el Partido Socialista franceses firmaron un Programa Común de la Izquierda con el que ganaron las elecciones presidenciales de 1981 (François Mitterrand) y las legislativas de ese año. Por primera vez desde 1947 volvió a haber ministros comunistas. Muchas de las reformas del gobierno de la izquierda fueron canceladas por los posteriores, pero otras, sobre todo de carácter laboral y social, se mantuvieron. Ese gobierno no habría sido posible si los comunistas se hubieran negado a la unidad por sostener que el Partido Socialista "no era de izquierda".


En España el fraccionamiento más dañino para la izquierda se da entre IU y el PSOE. No es exagerado decir que, de cada diez intervenciones de Cayo Lara, nueve van en contra del PSOE, al que Izquierda Unida considera el verdadero adversario porque es entre sus votantes entre quienes busca los suyos. Si, como dicen en la coalición de izquierda, el PP y el PSOE fueran lo mismo, uno esperaría una distribución más equilibrada de las críticas. Pero no es así, obviamente, porque tampoco es cierto que el PP y el PSOE sean lo mismo. Por eso, los ataques van al PSOE.

Podría pensarse que se trata de una hostilidad por asuntos de calado teórico, de los consabidos principios. Pero no hay tal. Los principios se han esfumado. Alguien en IU podría decir que el PSOE abjuró del marxismo hace más de treinta años, pero la coalición tampoco lo invoca hace otros tantos. Puede que Marx siga en su corazón, pero no en su discurso. Tampoco cabe decir que la izquierda radical abomina (como acostumbraba) de la socialdemocracia porque, precisamente, de lo que acusa ahora al PSOE es de haberla abandonado, de haberla traicionado. Ahora la socialdemocracia pareciera ser patrimonio de sus antiguos críticos.

No, no es discrepancia de principios o asuntos teóricos, sino oportunismo. En IU (y en su núcleo esencial, el Partido Comunista) late la vieja ilusión del sorpasso anguitiano: la verdadera izquierda sustituiría a la falsa ganando las elecciones y rectificando sus falacias. Es más, en estas horas bajas del PSOE, que tiene todos los elementos en contra, aquel latir se convierte en una consigna. Ahora o nunca. Los dirigentes de IU piden el voto de los socialistas "desencantados". Por cierto, eso mismo hace Rajoy. Se ve que tienen al PSOE como un cuerpo exangüe al que hay que arrebatar sus vestimentas. Es una actitud poco gallarda que, en el caso de IU puede estar abocada al ridículo si, pasadas las elecciones, se comprueba que apenas ha recogido votos socialistas.

Entre los votos de IU y el PSOE hay cierta movilidad, mucha gente vota a la una o al otro según diversas consideraciones del momento. Es posible que IU alcance mayor porcentaje (y algunos diputados más) que en las elecciones de 2008 pero lo cierto es que su relevancia seguirá siendo inexistente y, por tanto, ese incremento de votos no servirá para nada. Enfrente habrá un gobierno de la derecha con una sólida mayoría parlamentaria que aplicará su programa máximo, ahora oculto, sin ningún miramiento. Para entonces es de esperar que en IU entiendan que el PP y el PSOE no son lo mismo. Claro que esto ya lo sabe la coalición desde el momento en que posibilitó el gobierno del PP en Extremadura.

El PSOE es el único partido que puede impedir o contrarrestar un gobierno de mayoría absoluta de la derecha. ¿Que su política, la pasada y la futura, no se ajusta a los cánones de una izquierda que sienta plaza de doctrinaria y no pasa de posibilista? Por supuesto. Si el PSOE hiciera suyo el programa de una opción que se sitúa en torno al tres por ciento del voto es patente que no conseguiría el 43 por ciento y no podría gobernar. La izquierda no parece entender lo que la derecha comprende a la primera, esto es, que primero hay que concentrar el voto y luego ya se discutirá. Es incluso peor pues da la impresión de que lo que la mueve no es la posibilidad (harto improbable) de ganar las elecciones sino de que las pierda el PSOE. Fraccionar el voto es un disparate que la izquierda pagará carísimo.

(La imagen es un cartel de Dmitri Moor de 1920 titulado: ¿Te has presentado voluntario?)