dijous, 24 de novembre del 2011

Apurar los tiempos.

Está claro para todo el mundo. La gravedad de la crisis no admite dilaciones, entendiendo por tales el cumplimiento de los protocolos ordinarios. No hay tiempo que perder y Zapatero y Rajoy hacen bien adelantándose a ellos para evitar la sensación de vacío de poder que sería (más) dañina para España, sobre todo ahora que ya ni el baluarte alemán es seguro.

Los dos gobernantes, el saliente y el entrante, actúan con responsabilidad. Ahora es necesario que también lo hagan los partidos, especialmente el PSOE, que inicia su tarea de oposición, lo que los comentaristas, influidos por sus lecturas bíblicas, llaman la "travesía del desierto", olvidando que duró cuarenta años. Y eso que era la del pueblo elegido, excusado es decir la del partido "des-elegido". Este tiene que ponerse de inmediato a considerar la situación, identificar los problemas y buscarles una solución, a proyectarse de nuevo como alternativa votable, cosa tanto más necesaria cuanto que ningún gobierno en Europa tiene hoy asegurado el cumplimiento de su mandato. Por si fuera de utilidad Palinuro ofrece una breve enumeración de aquellos aspectos a los que el PSOE haría bien en dedicar atención para que el próximo congreso decida con tino sobre ellos.

El primero de todos, el más urgente, es el de la falta de paridad en el nuevo Parlamento. Esas 124 diputadas, ese magro 35 por ciento del total que reproduce el 36 por ciento de la legislatura anterior es una vergüenza. Ignoro cuál sea el porcentaje exacto de mujeres electas en las listas del PSOE porque no he encontrado esta información pero, si no está en torno al 50 por ciento, es obligado plantearlo de inmediato. Y no se diga que es asunto menor a la vista de las circunstancias porque no es cierto. Es asunto prioritario. ¿Cómo luchar contra la marginación de las mujeres en la vida civil cuando se empieza por marginarlas en el supremo centro de decisión soberana? O se cumplen las leyes, especialmente las de espíritu socialdemócrata, como la de la paridad, obra del PSOE, o se sienta plaza de demagogo.

Viene después una tarea pendiente del PSOE en sus dos última legislaturas, la de la comunicación. Todo el mundo dice que el gobierno socialista ha comunicado mal, que no ha sabido explicar sus políticas. Y es bastante cierto. El habitual trasvase del centro de gravedad del partido al gobierno con la excusa de que es éste el que importa, ignora al partido y suele convertirlo en un ente anodino que se limita a corear la acción de su ejecutivo, éste pierde la realidad de vista y, al final, no conecta con la ciudadanía. Es un error que se ha señalado muchas veces pero que se ha diagnosticado mal, pensando que se limita a mostrar una falta de entendimiento del gobierno con los medios. Teniendo en cuenta que la mayoría de ellos le es hostil no tiene nada de extraño. Lo que sucede es que eso es irrelevante porque el problema radica en la subordinación del partido al Gobierno. El PSOE haría bien creando un órgano intermedio entre el uno y el otro (cuando sea él quien lo ocupa), una especie de lugar de encuentro entre gobernantes y cargos del partido que, informándose recíprocamente, permita que los primeros sepan lo que la gente piensa y los segundos puedan explicar a la ciudadanía la acción gubernativa.

El actual traspaso de poderes es un buen ejemplo. No es de recibo que, una vez realizado, el PP salga diciendo que el PSOE mintió. Los socialistas deben estar preparados para contrarrestar esas informaciones, para pedir auditorias internas si es necesario, explicar a los ciudadanos que las declaraciones de Cospedal, de Aguirre, etc, no se atienen a la verdad cuando hablan de la "herencia desastrosa" y las "arcas vacías", incluso ir a los tribunales con las pruebas en la mano.

La adaptación a una sociedad cuyo nivel de información y, por lo tanto, de movilización ha aumentado prodigiosamente (el movimiento 15-M, del que Rubalcaba suele hablar con encomiable respeto) no es más que un botón de muestra. El PP tiene de popular el nombre, el realmente popular es el PSOE. Pero tiene que entender que su relación con el pueblo ya no puede ser la que era hace cincuenta o cien años porque la realidad social ha cambiado mucho. El PSOE ha de encontrar formas de capilarizarse distintas de las tradicionales cuando, por ejemplo, se decía que había que escuchar al pueblo. Ahora tiene que abrirse y dialogar con la ciudadanía para que ésta vuelva a confiar en él.

Palinuro insiste en algo apuntado en entradas anteriores. El PSOE debe volcarse en la redes. Ya lo está bastante, pero no suficientemente. Debe hacer ciberpolítica, política 2.0, convertirse en un ciberpartido fundamentalmente porque en ese territorio es en donde se encuentran los sectores más jóvenes, ágiles y dinámicos de la sociedad, los que tienen la llave del futuro. Y tiene que hacerlo sin abandonar a sus militantes de "toda la vida", los que han traído la antorcha hasta aquí y también merecen un respeto.

Por último es obligado reflexionar sobre la perdida hegemonía ideológica, sustituida por la neoliberal y que afecta a toda la izquierda y no sólo al socialismo. Se trata de una tarea de renovación teórica que suele postergarse (y hasta verse con cierto desprecio) a causa de las urgencias del gobierno con la consecuencia de que luego faltan criterios claros. Es una tarea irremediablemente teórica pero imprescindible. En las sociedades capitalistas avanzadas y globalizadas en las que ya no valen muchas nociones tradicionales hay que demostrar la indudable vigencia de la socialdemocracia y hay que redefinir el concepto de izquierda, hoy tan necesario como siempre. Y hacerlo como un posible terreno de entendimiento con otras izquierdas que manejan conceptos más anquilosados y tienen aun una menor sintonía con los sectores populares como se demuestra por sus exiguos resultados, elección tras elección. Sobre todo porque si la socialdemocracia espera que sea esa misma izquierda la que se renueve (y no se limite a una labor cosmética y un baile de siglas), puede esperar sentada.