divendres, 12 d’agost del 2011

La marcha laica.

Parece que la delegación del gobierno en Madrid entra en razón y está dispuesta a permitir que la llamada marcha laica pueda celebrarse en condiciones que a los organizadores les parecen satisfactorias. Me alegro mucho. No hay motivo para limitar el derecho de manifestación pacífica de los ciudadanos.

¿Y la visita de SS, Benedicto XVI, qué?

Este es uno de esos casos en que quienes sostienen que el PSOE y el PP son lo mismo tendrían que encajar los hechos en sus afirmaciones. ¿Creen quienes esto afirman que con un gobierno del PP se pudiera celebrar una marcha laica en este momento? Aguirre y Gallardón están en contra; el alcalde de Valladolid (el de los "morritos") dice que es "inaceptable". Resumen: no habría marcha. No, el PP y el PSOE no son lo mismo.

La cuestión del nombre no es inocente. De marcha antipapa la tildan los partidarios de suprimirla. Quieren ser contundentes y llamar a las cosas por su nombre, aunque ese "antipapa" a muchos latinoamericanos les sonará a "antipatata". A mí tampoco me gusta el nombre de "marcha laica" y no por lo de laica, sino por lo de "marcha", que suena a militar. No veo por qué no mantener el viejo y acreditado de "manifestación". Porque los laicos también nos manifestamos. No con tanto boato y alharaca como la iglesia católica, sin banquetes de alta cocina, sin agasajos oficiales, sin apoyo alguno de las instituciones, sin subvenciones ni privilegios en el uso de los espacios y servicios públicos, sin traernos autobuses de Polonia. Nos pagamos la entrada en el Reina Sofía. Somos ciudadanos, aunque de segunda.

La marcha laica es un acto de civismo. Sirve para recordar a la iglesia que, en su ceguera, actúa como si España le perteneciera y a la jerarquía, volcada como está en el negocio de las jornadas, que la sociedad es plural y que todos tenemos los mismos derechos. Esa iglesia y esos católicos que se sienten ofendidos por una fotografía de un desnudo con un crucifijo en las partes pudendas, ¿se les ha ocurrido que otros ciudadanos puedan sentirse ofendidos por un via crucis, una ceremonia que conmemora un acto de crueldad, en el Paseo de Recoletos? Se dirá que es cuestión de sensibilidades; precisamente por eso. Que quien no sea partidario del via cricis, que no vaya; lo mismo que se puede hacer con la fotografía de Cristo: no mirarla. No debiera ser difícil de entender que las razones de uno puede que no sean mejores que las de otro. No debiera pero lo es. Y tiene que serlo necesariamente ya que el jefe máximo de esta religión reclama para sí el increíble e irrisorio don de la infalibilidad.

Me parece que en la manifa laica hay cristianos de base o redes cristianas o algo así. Son gentes con gran entereza y valor y merecen público aplauso. No creo que haya asociación atea alguna en los actos públicos de Benedicto XVI. En sí misma la iglesia es la organización totalitaria por excelencia. No sólo por el motivo evidente y de todos conocido de que el Vaticano, como Estado, sea una teocracia y una monarquía absoluta, Monarquía absolutísima pues los tres poderes están concentrados en el Papa.

Es totalitaria porque la jurisdicción que ejerce el Papa sobre los creyentes no es material (por más que esas relaciones tengan mucho de materiales a través de empresas, bancos, inversiones, suculentos beneficios, etc) sino espiritual. Esto es, el Papa gobierna no las personas sino sus conciencias. De ahí que la iglesia, a veces, sostenga que una u otra ley son ilegítimas y no deben obedecerse. Es posible que sea parte del discurso que trae preparado Benedicto XVI. El Papa rige las conciencias de los creyentes y les dice lo que deben hacer y pensar. La iglesia católica es lo más parecido a una asociación de esclavos felices o de los que entonan el discurso de la servidumbre voluntaria.

¿Por qué felices? ¿Por qué servidumbre? ¿Por qué voluntaria?

Porque servirse de la propia conciencia sin recurso a principio de autoridad alguno, ateniéndose solamente al de la recta razón es siempre angustioso. Uno no está nunca seguro de haber acertado. Es mucho más cómodo que venga alguien diciendo que trae la palabra de Dios y que ésta es que los homosexuales son enfermos a los que no debe permitirse el matrimonio; por ejemplo. La razón dice que los seres humanos hacen los dioses a su imagen y semejanza. El de los católicos se pasa el día metido en la alcoba de sus fieles. No piensa en otra cosa.

La marcha laica es un acto de visibilidad; se trata de que la iglesia católica comprenda que España no es de su propiedad y menos la conciencia de todos los españoles. Es razonable que el Papa venga a predicar sus principios, sus dogmas, sus creencias, en fin, a sus fieles y los haga, así, felices. Por lo demás, estos le hacen un caso relativo y, si alguien lo duda, que mire la tasa de natalidad en España. Casi todo el mundo emplea métodos anticonceptivos y a misa van cuatro gatas. Todos seguramente piensan que Dios tendrá algo más importante que hacer que fisgar si la gente usa o no condón. Insistir tanto en este aspecto sobre todo cuando uno viene arrastrando la acusación de pederastia en la iglesia revela la infinita capacidad que tiene este Papa de reducir las cuestiones a sus niveles más bajos y elementales; a niveles de cotilleo enfermizo. Si por la iglesia fuera, no habría matrimonios civiles, ni registros de nacimiento, ni entierros laicos. Esos y otros derechos son los que hay que defender en la calle frente a la oleada de beaterío que se nos viene encima.

Lo que ya es disparatado es querer imponer las creencias de su grupo, iglesia, tribu o lo que sea que esta gente profese, al conjunto de la población porque lo dice un mortal que tiene el rostro de asegurar que es infalible cuando le da la gana.

(La imagen es una foto de lleuger, bajo licencia de Creative Commons).