dissabte, 26 de març del 2011

Fibra de mujer.

Magnífica exposición en el Thyssen y Cajamadrid titulada Heroínas. Casi todo cuadros con dos o tres esculturas, alguna impresionante como ese prodigio de bronce alado que es la Iris de Rodin. Predomina la pintura y toda sobre mujeres con un motivo común, según lo expresa el comisario, de presentarlas como seres fuertes, activos, hasta dominantes, autónomos, lejos de la imagen de la mujer sumisa, amante, esposa, madre. Y ciertamente es un punto de vista de interés. Para ello ha llegado a extremos difíciles. Por ejemplo, en el grupo de cariátides, esto es, mujeres como columnas o bases de apoyo, mujeres recias que aguantan duras tareas, incluye una campesina de Bouguereau, que ya tiene mérito con lo cursi que era el autor que ha dejado decenas de mujeres de una afectacion que hace daño a la vista. El hecho de que la campesina esté afilando una guadaña daría que pensar que los estereotipos de Bouguereau lo llevan a identificar a la mujer con la muerte, como si fuera Schopenauer. Pero probablemente es una exageración.

Los grupos en que se ha clasificado la imagen de las mujeres son muy ilustrativos: magas, amazonas, místicas, lectoras, ménades, atletas, etc. y están muy bien. Circe cuenta con varias representaciones: se encuentra la de Dossi, que tiene un equilibrio de colores único y la de Waterhouse, que es una delicia para la vista. Hay una Medea aunque no especialmente terrible. Es casi como si se tratara de pasar por encima del incómodo hecho de que gran parte de estas condiciones activas de las mujeres, sus iniciativas, no son autónomas, sino reflejo de su relación con los hombres. Todas las brujerías de Medea se hacen a causa de Jasón. Y Circe, igual que Calipso, cede ante Odiseo

En otras actividades las mujeres parecen más autónomas. Pero si se escarba un poco, el asunto no está tan claro. Por ejemplo hay un par de versiones de la leyenda de Atalanta e Hipómenes. Es imposible no quedarse alelado mirando la de Guido Reni, en la que se ve a Atalanta volviendo sobre sus pasos para recoger las manzanas de oro mientras Hipómenes pasa raudo. Atalanta representa la total independencia de la mujer que es igual o superior al hombre... y es castigada por ello con una vil engañifa ideada por otra mujer. Y este es el nudo de la cuestión a mi entender en la exposición: hay mucha interpretación de mujeres hecha por hombres lo cual es determinante.

Queda un campo en el que la actividad de las mujeres prescinde por entero de la visión masculina, que es el del autorretrato. Mujeres con mirada de mujeres que hacen ese milagro de todos los autorretratos cuando entramos en su campo de visión de mirarnos con los ojos de la artista a través de los de su imagen. Y ahí es donde se atisba el fondo del alma de la pintora en ese deseo de comprenderse a sí misma que es igual al de los hombres porque, digan lo que digan Schopenauer y sus precedentes y consecuentes, somos iguales siendo distintos.

Nada de esto afecta al célebre autorretrato de Artemisia Gentileschi como alegoría de la Pintura con esa perspectiva en picado y ese gesto de la artista de estar pintando fuera del cuadro, de donde proviene la luz que la baña literalmente, la ilumina, la inspira, la arrebata, la posee casi como a una Dánae, pero no quiero ser inconveniente.

Se encuentran también bastantes piezas modernas. Hay una Santa Teresa de Abramovic que impresiona por tomarse lo de los pucheros a la tremenda y una serie de fotografías de mujeres levitando de Julia Fullerton-Batten que es de lo más extraño que he visto nunca. También hay algo de arte de vídeo que no es de lo mejor, lo cual no es para enfadarse. El arte del vídeo es dificilísimo. He visto mucho y no recuerdo nada que me haya parecido en verdad bueno. Pero eso puede deberse a mi desconocimiento. También hay volúmenes sorprendetes, como un bronce de mujer sobre una pira hecha con leña de verdad, con trozos de encina de esa que arde con la fuerza de siglos.

La exposición está hasta junio y merece la pena acercarse. Ya la merecería sólo el contemplar la Ifigenia de Feuerbach, recostada sobre un parapeto y mirando el mar Egeo por donde supone que algún día le llegará la salvación y el retorno a casa, pero no sabe cómo ni cuándo.