dilluns, 18 d’octubre del 2010

La fe obnubila

La gran ventaja de la entrevista que ayer publicaba El País a Arnaldo Otegi es que fue por escrito, no hablada. Lo escrito permanece y no cabe desautorizarlo después como mal transcrito o extraído de contexto. Y, de acuerdo con lo escrito, las reflexiones de Otegi son de mucho interés y merecen consideración.

Pero antes de hacerla es oportuno recordar que Otegi lleva un año preso en la cárcel de Navalcarnero. Un año en que, contra lo que se oyó el pasado de que, si se encarcelaba a Otegi, ardería Euskadi, en Euskadi no ha ardido nada y de Otegi no se acordaría nadie de no ser por El País. No es un indicador científico, pero da una idea del impacto real que tienen en la sociedad los discursos políticos del tipo que sean, sobre todo cuando pretenden movilizar a la ciudadanía. Muy moderado.

Pero no da la impresión de que Otegi lo haya entendido así, pues sigue viéndose (él y la izquierda abertzale) a la cabeza de una mayoría social abertzale de izquierda. No sé de dónde le sale esta cuenta pero, al referirse al futuro, hay que estar abiertos a la posibilidad de que sea correcta. Lo importante ahora es lo que atañe al pasado y al presente.

Aquí Otegi no dice nada nuevo porque reitera el sinuoso razonamiento de Anoeta: 1) compromiso de emplear en exclusiva la vía política; b) petición a ETA de que declare una tregua permanente y verificable; c) aceptación de que no haya contrapartidas políticas; d) exigencia de contrapartidas políticas en la negociación sobre los presos de ETA; e) exigencia de contrapartidas políticas en la posterior negociación y acuerdo para poner fin al "conflicto".

O sea, lo de siempre, si bien revestido con mucha hojarasca. Sostiene Otegi que la teoría del entorno de ETA no es más que una treta policial y judicial para machacar a la izquierda abertzale, pero luego habla como el brazo político de la organización armada.

Una tregua permanente (sea lo que sea "permanente") no es de ni de lejos suficiente. ETA no tiene otra salida que deponer las armas definitivamente y disolverse. Las treguas y todo lo demás es tratar de sacar partido de lo que se dice que no va a sacarse partido, esto es, la amenaza del empleo de la violencia.

De hacerse así, el panorama se aclara de una vez y no es preciso andar procurando negociaciones: ETA desaparece, Batasuna y la izquierda abertzale cumplen la ley, hay elecciones municipales con participación de todos y cada cual obtiene la representación que le corresponde. A partir de ahí empieza la política. A la luz pública, en órganos representativos, no en las covachas de las "negociaciones".

Si, efectivamente, en el Parlamento de Vitoria llegara a haber una mayoría independentista, el Gobierno de España tendría un problema serio. ¿Cuánto de serio? Los independentistas catalanes han sacado a menos de seis por ciento del electorado a las consultas soberanistas de este fin de semana en Tarragona. No pretendo igualar Cataluña con el País Vasco y admito que los independentistas vascos sacaran el doble, un doce por ciento. Sigue siendo una cantidad escuálida. En todo caso la seriedad del problema no deriva de su cantidad sino de una cuestión de principio: el Estado no reconoce el derecho de autodeterminación de las naciones o nacionalidades que lo integran.

Y ahí es donde está el fallo, en que debiera reconocerlo. El principio esencial del liberalismo de raíz lockeana es el "gobierno por consentimiento". Y consentimiento quiere decir consentimiento. El Estado que gobierna sin consentimiento de los gobernados es tiránico, cosa que ningún Estado es gustoso. En todo caso, este asunto del reconocimiento o no reconocimiento del derecho de autodeterminación es mucho más peligroso para la continuidad del Estado que la existencia de una organización terrorista. Mientras haya ETA en tregua o no tregua, justificará el estado de excepción de hecho y la imposibilidad de tratar cuestiones como la autodeterminación con espíritu civilizado. Es obvio: ETA es el obstáculo principal en el avance de Euskadi hacia la autodeterminación. Y no lo es menos, después de la entrevista: Otegi ni Batasuna entera se atreven aún a decir a ETA que desaparezca.

(La imagen es una foto de www.ukberri.net, bajo licencia de Creative Commons).